Recensiones



Gabriel J. Zanotti. La hermenéutica como el humano conocimiento. Cheyenne, Wyoming: Ed. Arje, 2019, 165 pp., ISBN-10:1-7335483-0-0, ISBN-13:978-1-7335483-0-4


Esta obra se encuadra dentro de la filosofía entendida como hermenéutica. El marco teórico general en el que se inserta es el de la filosofía de las ciencias y en particular, en el debate epistemológico del siglo XX, leído como una discusión con el positivismo. El desarrollo del contenido y los autores explicitados en el mismo revelan la intención de la obra: responder desde una filosofía comprometida existencialmente, y en este sentido nutrida de pensadores como Husserl y Lévinas, al triunfo cultural de la razón positivista instrumental. Todo el texto está acompañado de un carácter interpelativo para el lector, y en particular para los filósofos de nuestro tiempo.

En este libro se sostiene que la gran revolución de la filosofía del siglo XX es el giro hermenéutico (p. 9). La tesis que atraviesa toda la obra es que la hermenéutica no es una parte de la filosofía, sino que es la filosofía como totalidad (p. 10). Si bien esta tesis y su despliegue es no sólo novedosa sino también revolucionaria, no se trata de una cuestión aislada ni arbitraria en la maduración del pensamiento del autor. Por el contrario, es un punto cúlmine de su recorrido intelectual y a la vez un punto de referencia hacia el que se dirige la filosofía como disciplina, y del que parece felizmente no haber vuelta atrás.

Se presenta la idea que el conocimiento humano es la hermenéutica; que esta última no es una operación añadida al conocimiento como habitualmente parece entenderse (p. 27). Agrega que si bien no hay datos ni hechos (Popper, Kuhn, Feyerabend, Hayek), esto no implica que no haya realidad ni verdad. Esta idea se fue gestando en escritos anteriores de Zanotti. ((1997), Hacia una fenomenología de las ciencias sociales. Derecho y Opinión, n°5, 611-622; (2005) Hacia una Hermenéutica Realista. Buenos Aires: Universidad Austral; (2007) Intersubjectivity, subjectivism, social sciences and the Austrian School of Economics. Journal of Markets and Morality, Vol. 10, n° 1, 115-141 y (2011). Conocimiento vs. Información. Madrid: Unión Editorial).

La obra consta de cinco capítulos. Los tres primeros refieren a la hermenéutica como filosofía general. En tanto los dos últimos tratan cuestiones sobre hermenéutica relativas a los textos y al mundo de la cultura.

En el capítulo uno se presenta la noción de mundo como intersubjetividad como el gran giro copernicano (p. 21). Se realiza aquí un recorrido histórico que en lo filosófico incluye a: Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, Descartes, Hume y Kant, y en lo científico a: Galileo, Kepler, Newton, Laplace y Mill que termina con la introducción de la imagen de ciencia positivista como contraria a “la subjetividad” propia de las humanidades. En lo cultural, a la ciencia de hechos, objetiva, se opone la reacción postmoderna en la que cae la noción de verdad y lo que queda son relatos. En esta disyunción se introduce a Husserl y su noción de mundo de la vida como superadora de la dicotomía sujeto-objeto. Conocer es “vivir en” (p. 26). Interpretar es captar el sentido desde el mundo de la vida (p. 27). La idea fundamental que se mantiene aquí es que el otro (humano) es lo primero conocido (p. 21). Se trata del rostro sufriente del otro que me demanda existencialmente (p. 22) (Lévinas).


En este sentido, toda la evidencia, toda la verdad, toda la certeza que desesperadamente ha buscado la filosofía, está en la parábola del buen samaritano. El ser humano herido por los ladrones es el camino del filosofar. (p. 22)


En el capítulo dos se desarrolla el vínculo entre el sentido universal y lo histórico (Gadamer). Se sostiene que el sentido se da totalmente en cada circunstancia histórica. No hay conocimiento sin comprensión de la historicidad. Aunque el sentido no se reduce a ninguna situación en particular. Desde el propio horizonte histórico entendemos al otro y nos comunicamos. La historicidad no es contraria a la verdad. La propuesta de este capítulo se ubica entre el iluminismo univocista monologante y el postmodernismo equivocista polisémico (pero no análogo) que tampoco puede dialogar (p. 64). La razón dialógica tiene aquí una importancia fundamental (Popper, Habermas, Gadamer, Buber, Lévinas, Feyerabend). Se “recuerda” que la verdad no puede imponerse por la fuerza (p. 64). La verdad se entiende como expresión del mundo de la vida habitado.

Los tres últimos capítulos presentan a la hermenéutica como filosofía general, esto es, no como metodología para las ciencias sociales ni como hermenéutica de textos.

El capítulo tres trata acerca de la relación entre mundo y lenguaje. El mundo de la vida y lo real como intersubjetividad es lo que cae primero bajo el intelecto (p. 21). Se explicita la idea de que el mundo hace lenguaje y el lenguaje hace mundo. Esto último no implica que el lenguaje construya arbitrariamente. El mundo de la vida es fruto de la acción humana pero no del designio humano (Ferguson). Del mundo de la vida surgen los juegos del lenguaje. Mundo de la vida y juegos del lenguaje son concomitantes.

El capítulo cuatro introduce una alternativa entre positivismo y escepticismo. El acceso a algo con verdad no ocurre “a pesar de” el sujeto, ni porque haya objeto. Por el contrario, ella es posible en tanto hay sujeto intersubjetivo y “mundo” (p. 101). La interpretación de un texto implica un viaje al horizonte del otro (p. 123). El habitar el mundo del autor es lo que permite captar la intentio auctoris (p. 116).

El capítulo cinco analiza las consecuencias del mundo de vida positivista en nuestras creencias culturales. Ellas se fundan en la idea de que hay verdad si hay hechos, y que si no hay hechos, entonces, hay interpretaciones subjetivas (p. 127). Las creencias que se fundan aquí atraviesan diversos ámbitos: a) la ciencia; b) la distinción entre humanidades y ciencia; c) el sistema educativo formal; d) la comunicación social; d) la unión entre estado y ciencia; e) la unión entre estado y ciencia; f) la positivización de las ciencias sociales y g) la filosofía.

En cuanto a la distinción entre ciencias y humanidades, ésta resulta de la noción de conocimiento positivista en la que la conciencia histórica está ausente. Sobre las consecuencias en el sistema educativo formal, el autor señala que éste expresa el positivismo impuesto coactivamente por el estado en materia educativa. Acerca de lo que ocurre en la comunicación social, los hechos sin horizontes, traducidos en datos, se presentan como “solución” a las fake news, sin embargo, es la comprensión profunda de la realidad social aquello que nos permite distinguir la verdad de la mentira. La unión entre ciencia y estado está dada puesto que lo científico es lo importante y es entonces lo que “debe ser custodiado por los estados-nación iluministas” (p. 141). Aquí, en analogía con la libertad de culto que implica “estar libre de coacción en materia religiosa” (p. 142), el autor vuelve a recordarnos, no casualmente, que “la verdad no se impone por la fuerza” (p. 143), abriendo así una vez más a la razón dialógica. La razón dialógica se plantea como la superación de la dialéctica entre razón instrumental y postmodernismo.

En torno a la positivización de las ciencias sociales destaca Zanotti a Popper como quien inicia el desplazamiento en ciencias naturales hacia la idea de que no hay hechos sin interpretación. Sin embargo, e incluso después de la tradición posterior introducida por Popper, culturalmente parecemos pasar por alto esto. El autor señala, además, que la positivización de las ciencias sociales ignora casi totalmente la noción de orden espontáneo de Hayek y el trasfondo filosófico que ésta implica. Acerca del lugar de la filosofía en la cultura actual, sostiene que ella no ocupa ningún lugar, ya que el horizonte cultural oscila entre los datos del positivismo y los relatos del postmodernismo. La filosofía se “consume” en nuestro mundo como un adorno, o bien, como un entretenimiento de alto valor (p. 155). Los ámbitos examinados por el autor ilustran lo que denomina la dictadura de la razón instrumental positivista.

Esta obra despertará interés en quien intente comprender el mundo de la cultura actual y las raíces de nuestras imágenes culturales en torno a la ciencia, la educación y la filosofía. Es una invitación muy importante a repensar el rol de los intelectuales y su vinculación con la realidad. Su carácter interpelativo no sólo se dirige a cualquier potencial lector, sino especialmente a los intelectuales, y en particular a los filósofos. Es un llamado a participar en la discusión con el positivismo y salirnos de la “disyunción” con el postmodernismo. Y esta salida es la del “buen samaritano” que implica fundamentalmente que la filosofía deje de ser un adorno contenido en una caja de cristal, y entre en contacto con el mundo en el encuentro con el otro, que si bien no lo hallamos “tirado en el camino”, es el otro sufriente (p. 22), el que ha recibido una herida -aunque el común de los mortales intentemos cubrirlas. Sólo recuperando la capacidad de ser conmovidos en el encuentro con el otro que nos demanda una respuesta (p. 23), podremos hacer una filosofía que tenga que ver con el mundo vital.


Agustina Borella

agustinaborella@hotmail.com



Daniele Aucone. Oltre l’utopia e il disincanto. La speranza cristiana oggi. Angelicum University Press. Roma, 2019, 313 pp. ISBN 978-88-99616-20-5.


El libro de que nos ocupamos recoge la tesis de doctorado en teología en la que el autor propone el anuncio de la esperanza estrictamente teologal como respuesta al fracaso y el desencanto en que ha terminado la utopía de la modernidad.

En la primera parte recorre las diversas fenomenologías, descripciones de síntomas y etiologías de la crisis de la posmodernidad noroccidental. Su abordaje supera la instancia sociológica e histórica y penetra en la raíz que tenía como fruto propio la desembocadura en la sociedad líquida, la pérdida de sentido, el fin de los relatos, la angustia, el imperio de lo efímero, el nihilismo, etcétera. Esa raíz es la utopía secular como proyecto humano y político, que pretendía llegar a un máximo insuperable que sería el fin de la historia. La formulación de Fukuyama representa toda una mentalidad, es decir, una concepción difundida y dada por válida como un supuesto que no necesita demostración.

En esta situación emergen las propuestas apocalípticas también secularistas que ofrecen la instalación del miedo como último horizonte en el cual anclar penúltimos objetivos pequeños y alcanzables. De la mano de los filósofos que se han ocupado de esta situación cultural contemporánea, el autor articula las diversas descripciones y etiologías mostrando su parentesco, dado por la misma realidad a que se abocan. Es la realidad contemporánea la que lleva al autor a un ejercicio de interdisciplinariedad integrando la teología, la filosofía y las ciencias.

Ante la expectativa de la resignación por la incapacidad terminal de encontrar una superación humana a este punto de llegada, el autor considera que ese marco desafía la predicación de la fe cristiana que incluye, de por sí y necesariamente, la esperanza escatológica.

La segunda parte ofrece la reflexión del autor acerca de la esperanza cristiana a partir de lo que considera “los modelos de comprensión prevalentes de nuestro tiempo”. Del libro del Apocalipsis recoge un primer cuadro de comprensión de la mirada cristiana. El fin del mundo como punto terminal es también el punto de acabamiento según el plan de Dios. La mirada creyente en la Providencia permite asumir tanto los aportes científicos sobre la marcha del universo, como las consideraciones sobre el desenvolvimiento de la historia como procesos en los que Dios no está ausente. Al contrario, la conducción de los procesos pertenece misteriosamente a Dios. El primer momento del anuncio cristiano quita al término “apocalíptico” el sentido ruinoso. Al contrario, permite descubrir el sentido en los acontecimientos y buscar incluir en ese sentido último la conducción propiamente cristiana de la vida con una dimensión trascendente que ningún proyecto o utopía humana puede proponer.

De lo anterior deriva la propuesta de una actitud cristiana tipificada como una praxis mesiánica (Carlos Mendoza Alvarez) que no se desprende del compromiso con la temporalidad, sino que la vive profundamente desde el ésjaton, anticipándolo en lo cotidiano. Esta actitud cristiana significa encarnar en lo inmediato la identidad que define al que vive en tensión de la promesa en la certeza de que vendrá porque estamos en los últimos tiempos.

Toda la propuesta es reconocida por Aucone como fuente de líneas de conversión eclesial para asumirse la Iglesia del siglo XXI como comunidad escatológica. Esta conversión es la que habilita a la Iglesia para ofrecer al mundo una esperanza consistente, que no arriesga a sufrir el quiebre que experimenta el modelo de la modernidad, con la autosuficiencia de la Ilustración y el positivismo.

La obra tiene el mérito de recuperar la esperanza cristiana desde la frescura del mensaje apocalíptico auténtico y conectar la doctrina con los interrogantes contemporáneos. Por alguna razón, este contenido central de la fe había dejado de significar y había sido reemplazado en la práctica para toda una cultura por la utopía antropocéntrica. Es mérito de Aucone recuperar para esta respuesta, siempre tenida en la doctrina, los interrogantes que le permitan aparecer con nuevo brillo y con toda su virtualidad.

Toda la elaboración se inscribe en un debate clave de la filosofía y la teología contemporánea. En un juego donde la tesis cristiana es sometida a la criba del pensamiento que tomó distancia de ella, especialmente el filosófico, la tesis cristiana emerge nuevamente profética y haciéndose cargo de ofrecer, discreta pero sustantivamente, su don a los hombres de nuestro tiempo y dialogando con ese pensamiento. Por este enfoque, y porque el tema es sustantivo para la historicidad del hombre, la reflexión del autor muestra desde su mismo núcleo teológico-moral (en el más profundo sentido de lo moral) su penetración eclesiológica y pastoral.

La propuesta de Aucone se asume responsablemente como “teología situada”, es decir en contexto. En esta recensión hemos señalado ese contexto como “noroccidental”, cuando el texto se refiere directamente a Occidente. Sería extemporáneo aquí fundar que en el Sur también hay Occidente, que hay otro Occidente (el latinoamericano) diverso del hemisferio Norte, donde, a pesar de la homogenización que vehiculiza la tecnología y el poder, los rasgos culturales y el talante de la esperanza cristiana tienen otra vigencia. Desde esta otra situación cultural, una teología de la esperanza que dialogue con el pensamiento suroccidental puede encontrar en la obra de Aucone un adecuado referente para un mutuo esclarecimiento. Estando ciertos de que el cristianismo no es una cultura, pero sí hace cultura, un estrato de diálogo intercultural abre horizontes para el profetismo y para las reflexiones teológicas que busquen situarse en sus respectivos contextos.


Julio Raúl Méndez

julio_mendezar@yahoo.com.ar