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Ruiz Boggo
Migración, narrativa y dignidad humana
Migration, narrative, and human dignity
Gerónimo Ruiz Boggo
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, Tucumán, Argentina
gruiz@unsta.edu.ar
Resumen: El presente artículo propone una
nueva mirada del fenómeno migratorio con-
temporáneo, poniendo en cuestión las narra-
tivas dominantes que lo abordan primordial-
mente desde enfoques técnicos. Si bien existe
un amplio desarrollo teórico y normativo en
torno a las migraciones, estas aproximacio-
nes no siempre logran reejar la experiencia
concreta del migrante, frecuentemente situa-
do en condiciones de vulnerabilidad frente a
discursos y políticas públicas que tienden a
criminalizarlo o instrumentalizarlo. A partir
de un diálogo entre aportes clásicos y con-
temporáneos –desde la teoría migratoria has-
ta la losofía política y la noción de seguridad
humana–, el artículo sostiene que reducir la
migración a un problema de seguridad na-
cional implica invisibilizar la dignidad inhe-
rente de la persona migrante. En este sentido,
se propone avanzar hacia una narrativa alter-
nativa que recupere al migrante como sujeto
pleno de derechos y no como mera categoría
funcional o de amenaza social.
Palabras clave: dignidad humana, persona
migrante, migración, seguridad humana, na-
rrativas.
Abstract: is article proposes a new pers-
pective on the contemporary migration phe-
nomenon, challenging the dominant narra-
tives that primarily address it from technical
approaches. While there is extensive theore-
tical and normative development surroun-
ding migration, these approaches do not
always reect the concrete experience of mi-
grants, who are frequently situated in vulne-
rable conditions in the face of discourses and
public policies that tend to criminalize or
instrumentalize them. rough a dialogue
between classic and contemporary contri-
butions –from migration theory to political
philosophy and the notion of human secu-
rity– the article argues that reducing migra-
tion to a national security problem renders
the inherent dignity of migrants invisible. In
this sense, it proposes moving toward an al-
ternative narrative that recognizes migrants
as subjects with full rights and not merely as
functional categories or social threats.
Keywords: human dignity, migrant, migra-
tion, human security, narratives.
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Migración, narrativa y dignidad humana
Introducción: Un esbozo sobre los antecedentes teóricos
Las teorías que intentan desentrañar el fenómeno de la migración son
relativamente nuevas en comparación con el origen mismo de dicho fenó-
meno. La humanidad siempre ha migrado, ya sea por protección, por la bús-
queda de nuevas fuentes de alimento, por ensayar nuevas maneras de vivir o
incluso por razones que quizás nunca lleguemos a comprender. Sin embargo,
los estudios que procuran abordarlo de manera sistemática comenzaron a
desarrollarse formalmente recién durante el siglo XIX, cuando el geógra-
fo germano-británico Ernest Ravenstein, a partir del censo inglés de 1881,
expuso en un artículo titulado e Laws of Migration una serie de leyes o
formulaciones relacionadas con estos fenómenos, dando inicio a una inten-
sa controversia en su época. El primero de estos principios sostenía que la
principal causa de las migraciones son las disparidades económicas, y que
el móvil económico predomina entre los motivos migratorios” (Ravenstein,
1885). Junto a Ravenstein, numerosos autores como Weber, Redeld y Jero-
me suelen ser citados como antecedentes relevantes en los estudios migra-
torios, a los que se suman posteriormente las teorías económicas, las teorías
del sistema-mundo, la interdependencia y los sistemas migratorios, así como
las teorías del capital social y de las redes migratorias. Más recientemente,
distintas disciplinas —como la antropología cultural y la sociología de corte
constructivista— han realizado aportes signicativos al abordar la migración
desde los imaginarios sociales o mediante el concepto de transnacionalismo,
enriqueciendo las herramientas disponibles para su análisis. Como señala-
mos, aunque los estudios o investigaciones sobre movilidad humana son re-
lativamente recientes, en la actualidad han proliferado notablemente debido
a la gran complejidad y diversidad de aristas que este fenómeno presenta. De
acuerdo con el último informe sobre las Migraciones en el Mundo de la Or-
ganización Internacional para las Migraciones (OIM), la movilidad humana
se encuentra experimentando transformaciones profundas: la dirección, los
aspectos demográcos y la frecuencia de estos desplazamientos evidencian
que la evolución del fenómeno migratorio no deriva únicamente de aconteci-
mientos presentes, sino que sólo puede comprenderse cabalmente si se con-
sideran también los procesos y experiencias del pasado. A pesar —o quizá en
virtud— de este vasto desarrollo teórico, la migración continúa resistiéndose
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a una denición, pues migrar es un hecho inherentemente humano y, como
tal, inevitablemente inabarcable.
La importancia del concepto
Es posible encontrar, en diccionarios o en diversas teorías sobre esta te-
mática, una multiplicidad de deniciones acerca de qué es migrar y de quié-
nes son aquellos que migran. Sin embargo no existen deniciones univer-
salmente aceptadas de los conceptos de migración o migrante, salvo algunas
que gozan de una amplia aceptación debido a su relevancia analítica; por
ejemplo, aquella que gura en las Recomendaciones sobre Estadísticas de las
Migraciones Internacional publicada por el Departamento de Asuntos Eco-
nómicos y Sociales de las Naciones Unidas (DAES), en la cual se dene al
migrante como una persona que reside por un periodo superior a doce meses
fuera de su país de nacimiento1. Sin embargo, no hay que perder de vista, que
las deniciones técnicas de este tipo, los conceptos y las categorías dependen
necesariamente de factores jurídicos, políticos y metodológicos, producidos
en una coyuntura especíca que siempre está cruzada de intereses y motiva-
ciones más allá de que la denición técnica se presente como objetiva.
En los estudios sobre migraciones se han desarrollado una multiplici-
dad de conceptos y teorías que intentan explicar el fenómeno desde diversas
perspectivas; no obstante, para los nes del presente trabajo se adoptará el
concepto de migración entendido como el trasladarse de un lugar a otro, ya
sea de una zona rural a una ciudad, de un distrito o provincia a otro dentro
de un mismo país, o de un país a otro. En síntesis, la denimos como una
acción, distinción que resulta necesaria, ya que con frecuencia se confun-
de la migración con el migrante: mientras la primera remite al proceso, la
segunda es un sustantivo que se reere a una persona concreta. Como he-
1 Un ejemplo de concepto de migración es la de la Gran Enciclopedia Soviética, que
la dene como un desplazamiento de la población de un lugar de residencia otro,
condicionado por factores económicos, sociales y políticos, principalmente vincula-
dos a las necesidades del desarrollo socialista. Otro ejemplo que podemos brindar es
la formulación del Tercer Reich sobre “movimiento de población” no empleaban
el término migrante que lo denía como un proceso regulado por el Estado racial,
orientado a la preservación, fortalecimiento y expansión del pueblo alemán confor-
me a criterios biológicos, raciales y geopolíticos.
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mos señalado, existen deniciones prescriptivas o formales que, si bien son
útiles para determinados análisis, no logran abarcar plenamente al migrante
en su singularidad como persona. Probablemente, la diferencia fundamental
radique en comprender la migración como un fenómeno y, por otro lado,
al migrante como sujeto, ya que homologar la migración únicamente como
suceso político, invisibilizando a la persona que migra, conduce a un error de
considerable relevancia.
El migrante como persona
La importancia de la denición no radica únicamente en precisar un con-
cepto, sino en hallar un signicado y un valor. El valor que aquí nos atañe es
el de la dignidad humana misma. Pareciera que, de tanto en tanto, es nece-
sario recordar este concepto, porque muchas veces damos por sentado que
todo el mundo es consciente de la dignidad del ser humano. Quizás sería
interesante aquí retomar aquella denición de Kant:
Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad, sino en la na-
turaleza, tienen sólo un valor puramente relativo como medio, siempre
que sean seres irracionales, y por eso se llaman cosas; en cambio los seres
racionales reciben el nombre de personas porque su naturaleza los destaca
ya como nes en sí mismos, o sea, como algo que no cabe ser utilizado
simplemente como medio y, restringe así en cualquier arbitrio (al consti-
tuir un objeto de respeto). Las personas, por lo tanto, no son meros nes
subjetivos cuya existencia tiene un valor para nosotros, sino que consti-
tuyen nes objetivos, es decir, cosas cuya existencia supone un n en sí
mismo […]. (2002, p. 138)
A partir de ello, entendemos que la dignidad constituye un valor absolu-
to de la persona humana y, sobre todo, que nos permite armarla como un
sujeto, un otro, un tú. Repensar estas ideas debería ayudarnos a comprender
de manera más abarcativa todo aquello que el migrante, en cuanto persona
humana, porta con él; evitar, así, que “migrante” sea solo un adjetivo; tras-
cender, en denitiva, el adjetivo vacío, y colocar tras esa palabra el rostro de
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un otro en el cual me reeje, muy a contramano de los discursos mediáticos
o gubernamentales que bajo la etiqueta hueca de “migrante” construyen una
narrativa en el fondo descalicadora y tendiente a provocar, en las sociedades
receptoras, ansiedades y temores volcados en contra de aquellos “extraños” y
de la “crisis migratoria” siempre en ciernes.
Además, en referencia a la “amenaza” que representan los migrantes para
muchos de los discursos construidos, existen estudios que dan por tierra con
estas caracterizaciones malintencionadas; por ejemplo, la OIM indica en di-
versos estudios, que la mayoría de las personas que migran no son delin-
cuentes ni criminales, sino personas que lo hacen por motivos relacionados
con el trabajo, la familia y los estudios, y realizan estos desplazamientos de
manera regular, no clandestina. Sí, las corrientes migratorias han aumentado,
pero la mayoría de ellas se produce de forma legal. Más aún, la gran mayoría
de las personas migrantes no cruzan fronteras internacionales, sino que se
desplazan dentro de su propio país. No obstante, también es una realidad que
la migración está cambiando de manera notable, ya que existen cada vez más
personas que abandonan sus hogares y sus países por razones imperativas y
trágicas, como persecuciones políticas, religiosas o desastres ambientales, y
ya no únicamente por malas condiciones laborales o económicas.
Sea como sea, la migración se ha convertido en un tema actual, global y
particularmente sensible, en gran medida como consecuencia de la agenda
instalada por los medios de comunicación y los gobiernos, quienes, en tanto
grandes monopolizadores de la información, se presentan como actores e-
caces a la hora de comunicar. Sin embargo, esta misma información adolece
—no de manera inocente— de dimensiones fundamentales para abordar la
dimensión humana del fenómeno migratorio.
El problema de la seguridad
A lo largo de toda su historia el ser humano ha tenido siempre la nece-
sidad de protegerse y proteger lo suyo. El hombre tiende, naturalmente, a
preservar su vida, a cuidarla, a extenderla. Y es por eso que la cuestión de
la seguridad es un tema central no solo para el hombre en sí mismo sino
también para las sociedades que él conforma. Desde hace cientos de años
las diferentes corrientes losócas y políticas han debatido sobre el concepto
de seguridad. Dicho concepto ha evolucionado de diferentes formas a lo lar-
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go del tiempo y según qué autor se tome como referencia, pero ha sido una
constante dicotomía: la seguridad enfocada en el individuo o la seguridad
enfocada en el todo social o estatal. Por ejemplo, en el pensamiento liberal
tradicional la seguridad es entendida como un bien individual inseparable
del propio derecho de los individuos de no tener que sufrir daños personales.
Durante la Revolución Francesa se siguió entendiendo a la seguridad como
un derecho privado reservado a cada individuo; sin embargo, esta seguridad
debe estar garantizada por la sociedad misma a través del contrato social.
De esta manera los contractualistas como Montesquieu, Locke o Rousseau,
según sus diferentes formas de encarar este pacto, sometían siempre la se-
guridad individual a la seguridad de la nación. Así, el Estado es quien debe
garantizar esa seguridad a sus ciudadanos. Esto no solo se logra a través de
acciones realizadas por medio de la fuerza y las instituciones, sino que, en la
construcción de esta seguridad a la ciudadanía, se van conformando narrati-
vas acerca de “la seguridad de la nación” y de la protección del Estado no solo
en sus fronteras interiores sino entre éste y los Estados que lo circundan. Por
cierto, la cuestión del orden y la seguridad es un tema central y fundacional
para las sociedades según perspectivas de autores como Hobbes o Locke. Por
esto mismo el problema de la seguridad es un elemento central cuando ha-
blamos de política o sociedad.
Con la creación del Estado Nación durante el siglo XVII esta necesidad
de seguridad se convierte en un requisito indispensable de estatidad2, fun-
damental a la hora de mantener y justicar su soberanía, su territorio, su
identidad y su gobierno.
Más adelante, en los albores de la Guerra Fría, el concepto de seguridad
se denía principalmente en términos militares, siendo los Estados en sí mis-
mos los que podían tornarse en amenaza; era el probable Estado enemigo
aquel que podía poner en peligro el territorio, la economía y la población
propia, y no los individuos en sí, y menos aún los migrantes ocasionales. Con
la llegada de la Guerra Fría, el sistema internacional se vio atravesado por un
2 “La estatidad puede denirse como el conjunto de atributos que permiten re-
conocer la existencia de un Estado como organización que ejerce domina-
ción sobre un territorio y su población, a través de un sistema institucionaliza-
do de autoridad, con capacidad para imponer decisiones de manera legítima”
(Oszlak, 1982/1997).
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proceso de transición donde el equilibrio ejercido entre las dos superpoten-
cias (EE.UU. y la URSS) oscilaba entre la amenaza nuclear y el control ejerci-
do en cada espacio de inuencia. En este contexto la seguridad se presentaba
como dicotómica: Occidente vs. Oriente, y es el mismo Estado el que se sitúa
en el centro de las discusiones acerca de la seguridad. Será recién luego de la
Guerra Fría cuando se hará un nuevo análisis del concepto de seguridad (Ba-
rry Buzan) identicada en tres niveles: en el de los individuos, los Estados y
los sistemas internacionales; al mismo tiempo, se propondrá una categoriza-
ción en cinco sectores: político, económico, militar, social y medioambiental.
Como resumen a este breve recorrido podemos decir que antes de la Gue-
rra Fría los diferentes autores hablaban del concepto de seguridad como una
cuestión estato-céntrica. Durante la Guerra Fría se comenzará a comprender
que existe una interdependencia entre las diferentes áreas de la seguridad,
y que esta va más allá de lo estrictamente militar, lo que motivará a que co-
miencen a introducirse nuevos conceptos como el de seguridad multidimen-
sional o cooperativa. Ahora bien, desde el n de la Guerra Fría a esta parte los
conceptos de amenazas se profundizan: no solo los Estados pueden constituir
una amenaza a la seguridad nacional, sino también, ahora, los individuos
llegados de aquellos Estados en forma de migrantes, y es esta ampliación la
que permite el desarrollo de nuevos conceptos que relacionan diferentes as-
pectos del nuevo paradigma internacional donde los conictos no serán solo
externos sino también internos.
Estudiar el desarrollo del concepto de seguridad, entonces, nos permite
vislumbrar cómo es que las palabras que dan sentido a cada uno de los con-
ceptos constituyen narrativas en las cuales muchos autores tratan de funda-
mentar diversos intereses, concepciones, ideologías y preocupaciones domi-
nantes. Debemos destacar también que las narrativas son una constante de
las luchas políticas; constantes necesarias de las cuales no se podría prescindir
para la dinámica política. No se trata de proponer un mundo sin narrativas,
lo cual no sería posible, sino de invitar a develar el proceso de construcción
de dichas narrativas.
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La migración como un fenómeno de seguridad
Pensar en la migración como un fenómeno de seguridad humana tiene
quizás sus orígenes en los diferentes instrumentos jurídico-legales propues-
tos por la comunidad internacional a lo largo del siglo XX. Por ejemplo, luego
de la Segunda Guerra Mundial, los Estados pusieron el foco en los refugiados,
lo cual está demostrado en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados
de 1951 y 1967 con su Protocolo conexo. Asimismo, el derecho internacional
consuetudinario relativo al principio de no devolución y la Declaración de los
Derechos Humanos constituyen un gran antecedente del derecho internacio-
nal referido a la seguridad humana. Esto reejaba la voluntad de la comuni-
dad internacional sobre la necesidad de salvaguardar la seguridad humana
frente a otras amenazas causadas por los conictos; amenazas como las gue-
rras, los ataques terroristas, las crisis medioambientales, etcétera.
En el Informe de Desarrollo Humano del año 1993 elaborado por el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se articulan
por primera vez las dimensiones de la seguridad humana; esta será denida
como universal, interdependiente, preventiva y centrada en el ser humano,
y abarcante de aspectos económicos, alimentarios, de la salud, ambientales,
personales, comunitarios y políticos. Unida a esta categorización de la segu-
ridad humana se halla una denición formulada por la Asamblea General de
Las Naciones Unidas en 2005 que reeja la visión común de lo que la seguri-
dad humana abarca:
El derecho de las personas a vivir en libertad y con dignidad, libres de la
pobreza y la desesperación. Todas las personas, en particular las vulne-
rables, tienen derecho a vivir libres del temor y la miseria, a disponer de
igual oportunidades para disfrutar de todos sus derechos y a desarrollar
plenamente su potencial humano. (2005, Resolución A/RES/60/1, n. 143)
Podemos decir, entonces, que el primer vínculo que reconocemos entre la
migración y la seguridad humana está en que la falta de seguridad humana
puede ser un gran motivo para emprender un proceso migratorio.
Por el contrario, y en paralelo al informe que se presentó en 1993 por par-
te del PNUD, la llamada Escuela de Copenhague extrapoló nociones y cri-
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terios de seguridad propios del ámbito militar al ámbito migratorio y social;
proceso llevado a cabo a través de publicaciones y distintos actos discursivos.
Esta manera de describir y conceptuar a la migración cumple el objetivo de
justicar y adoptar medidas extraordinarias. Un claro ejemplo de esto puede
verse en los hechos del 11 de septiembre, tras los cuales se fortaleció la ten-
dencia de tratar a la migración como un fenómeno de seguridad nacional,
dando como resultados directos la multiplicación de controles migratorios y
la transferencia de grandes sumas de dinero invertidos en sistemas de infor-
mación fronteriza.
La importancia de denir a las migraciones como un fenómeno de segu-
ridad y en especíco de seguridad humana radica una vez más en las pers-
pectivas que tienen los Estados y los dirigentes al momento de abordar el
problema de las personas migrantes. Es importante señalar aquí que las na-
rrativas construidas sobre este fenómeno ya funcionan como capital simbó-
lico a la hora de manejar, a través del miedo y la división, las emociones del
electorado que cada dirigente de turno debe ganarse para sí; la problemática
de la migración deja de ser una problemática real, y el afán por ofrecer solu-
ciones humanas pasa a ser reemplazado por la utilización táctica para llegar
al poder político o acrecentarlo. Esto no es para nada nuevo: es harto conoci-
do que en la historia de la humanidad los hombres se han valido de recursos
como estos para lograr y aanzar poder.
Una narrativa migrante
Hablar de narrativa implica referirse a una determinada forma de cons-
truir y relatar una historia, así como a modos de ver el mundo, de crear cos-
movisiones y paradigmas que intentan explicar y dotar de sentido a la reali-
dad que las rodea. El lósofo surcoreano Byung-Chul Han (2023) menciona,
entre otras características de la narración, su carácter conclusivo, es decir, su
capacidad para constituir un orden cerrado que otorga sentido y proporciona
identidad. Al mismo tiempo —y en el contexto de la modernidad tardía—, el
autor sostiene que este carácter conclusivo de la narración se intensica, en
la medida en que responde a las narrativas propias de los populismos, los na-
cionalismos, los extremos políticos y los tribalismos, incluidas las narrativas
conspirativas. Estas conguraciones narrativas se presentan como ofertas de
sentido e identidad.
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Lo planteado por Han permite reforzar la idea de que la proliferación de
narrativas en el mundo contemporáneo es utilizada para crear y propagar
desinformación deliberada contra las personas migrantes, concebidas como
otros” que se presentan ante nuestra puerta con la supuesta intención de
arrebatarnos lo que nos pertenece, o como criminales a quienes debemos
temer. Esta dinámica narrativa responde a una lógica de polarización del dis-
curso, altamente efectiva para captar adeptos, ya que los argumentos esgrimi-
dos se encuentran estrechamente vinculados con cuestiones básicas del ser
humano, tales como la preservación de la vida, la protección de las fuentes de
alimento y las formas de reproducción social. Estos discursos y sus narrati-
vas son utilizados por Estados, empresas, partidos políticos o actores indivi-
duales que persiguen un amplio espectro de intereses políticos, ideológicos y
nancieros, entre otros.
Las campañas de desinformación contra las personas migrantes —señala
Zygmunt Bauman (2016)— están fuertemente asociadas a ideas que funcio-
nan como puntos focales y válvulas de escape de la ansiedad y los temores
de la población en general, despertando lo que denomina un “pánico social”,
entendido como un temor extendido entre un gran número de personas que
perciben que un mal amenaza el bienestar de la sociedad. Diversas bases de
datos y estudios vinculados a las migraciones masivas demuestran que, a lar-
go plazo las principales variables de crecimiento demográco en los países
más desarrollados se explicarán mayoritariamente por el factor migratorio.
En este sentido, la comunidad internacional y los Estados no deberían perder
de vista que, a pesar de que ciertos actores difunden el mito de que la mi-
gración internacional atenta contra la seguridad nacional de los países o de
las comunidades, la evidencia empírica muestra que la migración tiene una
incidencia mucho mayor en la seguridad humana de los migrantes que en la
seguridad nacional de los países receptores (OIM, 2005).
De acuerdo con Bauman, los extraños tienden a generar inquietud pre-
cisamente por su condición de tales, es decir, por resultar impredecibles, a
diferencia de aquellas personas que conocemos —o creemos conocer— y con
las que interactuamos cotidianamente. De este modo, se instala la percepción
de que la auencia masiva de extraños podría haber destruido aspectos que
nos resultan valiosos, o que los recién llegados albergan la intención de mu-
tilarlos. Como seres humanos, tendemos de manera constante a clasicar y
dividir, dado que la identidad que construimos se sostiene sobre la base de
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límites: distinguimos entre amigos y enemigos, entre conocidos y descono-
cidos. Cada intento por superar un límite requiere un esfuerzo; sin embargo,
atravesar la barrera de lo extraño demanda un esfuerzo aún mayor. El primer
paso es el conocimiento y, como señala san Agustín: no es posible amar al
otro sin conocerlo; por ello, el acto de conocer implica poner en juego tanto
la inteligencia como la voluntad.
Conclusión: Superar el límite
A lo largo de la historia —y con particular intensidad en el mundo con-
temporáneo— pueden identicarse numerosos casos en los que determina-
das narrativas han logrado, según vimos, interpelar de manera ecaz a am-
plios sectores de la sociedad. Regímenes políticos, movimientos ideológicos
y medios de comunicación han sabido instalar en la agenda pública relatos
capaces de moldear sensibilidad, orientar percepciones y legitimar prácticas,
muchas veces a partir de la simplicación de la complejidad social y de la
construcción de narrativas movilizadoras. No son pocos los pensadores y
académicos que han analizado y fundamentado teóricamente estos procesos,
mostrando cómo tales narrativas adquieren fuerza no tanto por su veracidad
empírica, sino por su capacidad de ofrecer sentido, identidad y pertenencia.
Es innegable que la vida humana se estructura narrativamente. La cultura,
el arte y la sociedad misma no pueden pensarse sin un trasfondo mítico que
les otorgue coherencia y signicado. Sin embargo, no todas las narrativas son
equivalentes: existe una diferencia fundamental entre aquellos relatos que
abren horizontes de sentido y reconocimiento del otro, y aquellos que clau-
suran, excluyen o reducen al ser humano a una amenaza. En este punto, la
política encuentra un terreno particularmente fértil, ya que muchas de estas
narrativas tienen éxitos precisamente porque apelan a dimensiones prima-
rias del ser humano, movilizado por el miedo, la inseguridad o el instinto de
conservación, es decir, aquello que remite a su dimensión más primitiva o
animal.
En este contexto, resulta especialmente esclarecedora la tesis de Giorgio
Agamben cuando arma que “el conicto político decisivo que gobierna
todo otro conicto es, en nuestra cultura, el conicto entre animalidad y la
humanidad del hombre” (2007, p. 146) y que, por ellos, la política occiden-
tal es co-originariamente biopolítica. Esta armación permite comprender
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Migración, narrativa y dignidad humana
cómo buena parte de los discursos contemporáneos —en particular aquellos
vinculados a la migración— operan sobre la frontera entre lo humano y lo
animal, deshumanizando al otro para convertirlo en objeto de gestión, con-
trol y exclusión.
Superar el límite —o la frontera—, entonces, implica un desafío ético y
político profundo. Supone reconocer al menos tres estados posibles en la
condición del hombre. En primer lugar, la animalidad, entendida como el
dominio de los impulsos primarios, los deseos inmediatos y las relaciones
instintivas que, aunque constitutivas, no pueden gobernar por sí solas la vida
social. En segundo lugar, la humanidad, que se expresa en el uso de la razón,
en la deliberación y en la capacidad de tomar decisiones ordenadas orienta-
das al bien común y al reconocimiento del otro como persona. Finalmente,
un tercer estado, al que podríamos llamar el de santidad, no en un sentido es-
trictamente religioso, sino como aquel paso que va más allá de lo meramente
humano: el paso superador de la apertura radical hacia el otro, la hospitali-
dad, la compasión y la armación de la dignidad incluso allí donde resulta
más difícil sostenerla.
En denitiva, superar el límite no consiste únicamente en desarticular na-
rrativas excluyentes, sino en asumir conscientemente desde qué lugar —ani-
mal, humano o trascendente— se construyen nuestras decisiones, discursos
y prácticas. Solo desde esta toma de conciencia es posible pensar en una nue-
va narrativa que no se funde en el miedo y en la exclusión sino en el reconoci-
miento pleno de la dignidad escondida en ese rostro que es solo un migrante.
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