20 El Observatorio 1 (junio 2024) 15-30
Santiago Tomás González Díaz
Calthorpe y Fulton (2001) (citados por Nogués Linares, 2004), señala-
ron que al aumentar la población de un territorio aumenta la demanda de
infraestructura de transporte, lo que a su vez impulsa un nuevo incremento
poblacional, dando lugar a un proceso de retroalimentación. Hay una in-
uencia biunívoca por la cual la expansión de las urbanizaciones exige ne-
cesariamente mayor inversión en infraestructura de transporte y, al mismo
tiempo, la extensión de éstas, aumenta la accesibilidad y la inclusión de nue-
vas zonas urbanizables, antes despobladas.
También, las vías de comunicación son un elemento central para la territo-
rialización del capital y facilita la formación de complejos productivos (Ramos,
1998). En torno a ellos, crece una entramada red de identidad colectiva, rela-
ciones humanas que se vinculan con la producción local. Un elemento exógeno
al territorio, pero con inuencia en el desarrollo económico del mismo, está
vinculado al modelo de desarrollo nacional dominante, que incide signica-
tivamente en la decisión política sobre si algunos territorios serán de mayor o
menor importancia en la planicación estratégica. Muchas veces son las ideo-
logías dominantes las que condicionan la interpretación que se tiene sobre la
importancia de los territorios, según los intereses y necesidades que existen en
un momento histórico determinado. De esta manera, algunas regiones carecen
de sucientes vías de comunicación y quedan relegadas competitivamente con
respecto a otras, por no ser importantes en la estrategia global de crecimiento.
Maristella Svampa aclara esta idea. Durante los años noventa, se concibió
a ciertos territorios como improductivos y con pocas o nulas posibilidades
de inserción en el mercado global. Como consecuencia de ello, «se produjo
un desmantelamiento de las actividades económicas de muchas regiones del
país (…) Quedando a la vista la total falta de una estrategia de reconversión
productiva» (Svampa, 2005).
La consecuencia fue la progresiva desarticulación y desestructuración de
las economías regionales y de la economía nacional. El NOA y NEA, en el
caso argentino, se vieron perjudicadas ya que la mayoría de las gestiones de
desarrollo fueron enfocadas en la región pampeana (Buenos Aires, Santa Fe
y Córdoba) (Svampa, 2005).
Durante los años 1880-1890 gran parte del actual territorio nacional carecía
de valor económico productivo, no porque la producción sea irrelevante, sino
por el costo de traslado a los principales mercados nacionales y extranjeros.
Fue con el desarrollo industrial y nuevas tecnologías de vías de comunicación