De la milicia al púlpito. La trayectoria de Alberto Ezcurra Uriburu durante sus años de sacerdocio en el Seminario de Paraná (1964-1985)


From the militia to the pulpit. The trajectory of Alberto Ezcurra Uriburu during his years of priesthood at the Seminary of Paraná (1964-1985)

Osvaldo Vartorelli

osvaldovartorelli@hotmail.com

UNER-ISHIR-CONICET

Nicolás Motura

nicomotura@gmail.com

UNL-IUCSO-CONICET


Resumen

El presente artículo propone abordar la trayectoria de Alberto Ezcurra Uriburu (1937-1993) durante sus años de sacerdocio en el Seminario de Paraná. Esta faceta ha sido escasamente explorada por la historiografía y por la sociología histórica, más orientadas a estudiar su etapa tacuarista que su época de seminarista. Esta mirada supone reconstruir los vínculos institucionales y las redes personales que encarnan la sociabilidad. La trayectoria de este clérigo, además de dar cuenta de sus tensiones, producciones y apropiaciones, es una lente que nos posibilitará abordar de manera exploratoria la conformación de un tipo particular de sociabilidad, que podríamos caracterizar de tradicionalista católica. La misma se fue articulando y desplegando en el Seminario de Paraná durante el arzobispado de Adolfo Tortolo (1963-1983). Este período se caracterizó por importantes transformaciones para el catolicismo, como consecuencia del Concilio Vaticano II (1962-1965), pero también por la emergencia de procesos de radicalización y violencia política que afectaron a miembros de la Iglesia.


Palabras clave: Alberto Ezcurra Uriburu, Seminario de Paraná, trayectoria, sociabilidad.


Abstract

This article proposes to address the trajectory of Alberto Ezcurra Uriburu (1937-1993) during his years of priesthood at the Paraná Seminary. This facet has scarcely been explored by historiography and by historical sociology, more oriented to studying his tacuarista stage than his time as a seminarian. This gaze supposes to reconstruct the institutional ties and the personal networks that embody sociability. The trajectory of this cleric, in addition to accounting for his tensions, productions and appropriations, is a lens that will allow us to explore in an exploratory way the conformation of a particular type of sociability, which we could characterize as Catholic traditionalist. It was articulated and deployed in the Seminary of Paraná during the archdiocese of Adolfo Tortolo (1963-1983). This period was characterized by important transformations for Catholicism, as a consequence of the Second Vatican Council (1962-1965), but also by the emergence of radicalization processes and political violence that affected members of the Church.


Key words: Alberto Ezcurra Uriburu, Seminary of Paraná, trajectory, sociability.

Fecha de envío: 21 de agosto de 2020

Fecha de aceptación: 30 de octubre de 2020


Introducción


Alberto Ezcurra Uriburu (1937-1993) fue una de las figuras más relevantes del nacionalismo argentino de la segunda mitad del siglo XX. Hijo del historiador revisionista Alberto Ezcurra Medrano (1909-1982), de quien heredó su formación intelectual, se lo recuerda por su paso como líder del Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT), considerado por muchos, como una de las organizaciones nacionalistas más importantes de los años posperonistas de la Argentina (Gutman, 2003).1

Luego de su salida de la agrupación a finales de 1963, el itinerario de Ezcurra Uriburu desembocará en la consagración a la vida sacerdotal en la que desarrollará una intensa actividad pastoral e intelectual. Esta faceta ha sido escasamente explorada por la historiografía y por la sociología histórica, más orientadas a estudiar su etapa tacuarista que su época de seminarista.2

Esta mirada sobre un individuo (Pasolini, 2019: 95-105) supone reconstruir los vínculos institucionales y las redes personales que encarnan la sociabilidad.3 La trayectoria de este clérigo, además de dar cuenta de sus tensiones, producciones y apropiaciones, es una lente que nos posibilitará abordar de manera exploratoria la conformación de un tipo particular de sociabilidad, que podríamos caracterizar de tradicionalista católica.4 La misma se fue articulando y desplegando en el seminario de Paraná durante el arzobispado de Adolfo Tortolo (1963-1983). Este período se caracterizó por importantes transformaciones para el catolicismo, como consecuencia del Concilio Vaticano II (1962-1965), pero también por la emergencia de procesos de radicalización y violencia política que afectaron a miembros de la Iglesia.

En la primera parte del trabajo, pasaremos revista del lugar que ocupa la figura de Ezcurra Uriburu en la historiografía referida a Tacuara. Luego prestaremos atención a las redes y relaciones que conformó a partir de su ingreso en el seminario. Finalmente, daremos cuenta del papel que cumple nuestro personaje durante la Guerra de las Malvinas (1982) y su posterior salida del Seminario Arquidiocesano, al disolverse el espacio de sociabilidad al que pertenecía.


El lugar de Ezcurra Uriburu en la historiografía sobre Tacuara


Tacuara fue una organización juvenil que surgió en los últimos días de la autodenominada Revolución Libertadora (1955-1958), y se caracterizó por reunir a jóvenes descontentos y ávidos de acción en la Argentina pos peronista (Beraza, 2005; Lvovich, 2009). Portadores de una estética particular, una simbología que combinaba elementos provenientes del revisionismo histórico, el catolicismo integrista de entreguerras y el falangismo español (Galván, 2008), Tacuara se convirtió en el vehículo de la rebeldía juvenil de los sesenta (Gutman, 2003).

Heredera de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) y de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES), Tacuara adoptó el nombre de la publicación de esta última y en su primera etapa (1957-1963), estuvo compuesta, casi exclusivamente, por hijos de clase media- alta tradicional. Uno de sus primeros conductores, Alberto Ezcurra Uriburu (1958-1964) estaba emparentado por parte de padre con Encarnación Ezcurra, esposa de Juan Manuel de Rosas, y por línea paterna con el ex dictador José Feliz Uriburu (1930-1932) (Padrón, 2017: 278).5

Su momento de mayor exposición mediática lo tuvo en 1964, cuando una de las fracciones en que se había dividido la agrupación asaltó el Policlínico Bancario robándose el dinero para el pago de sueldos y provocando la muerte de dos personas.6 Posteriormente, y producto de las profundas diferencias internas, y que propiciaron el alejamiento de Ezcurra, Tacuara fue escindiéndose en pequeños agrupamientos que decantaron en el peronismo.

Como bien señala Esteban Campos (2016), en la bibliografía sobre Tacuara se pueden distinguir aquellos enfoques que dan cuenta de la ligazón entre las expresiones nacionalistas precedentes (los “continuistas”) y los trabajos que enfatizan el carácter “rupturista” de la agrupación, que viró hacia las experiencias de izquierda revolucionaria. Paradójicamente, mientras las trayectorias de referentes como Joe Baxter y Jorge Caffatti, poseen –desde el ámbito del periodismo y la divulgación- un tratamiento específico luego de su paso por Tacuara,7 la figura de Ezcurra Uriburu no fue sujeta al mismo escrutinio por parte de la historiografía.8

Las que más referencias a Ezcurra Uriburu han realizado son precisamente las obras de tinte memorístico o biográfico, así como las de divulgación periodística. Dentro de este grupo se pueden rescatar los trabajos de Bardini (2002), Gutman (2003), Beraza (2005) y Orlandini (2008).9 Todos ellos destacan a un Ezcurra caracterizado por su capacidad de persuasión y contención de las disidencias internas –pese a los enfrentamientos irresolubles entre sus miembros– así como la “inmutabilidad” de sus principios, pese a los avatares de la coyuntura. Un ejemplo de “pureza ideológica” (Gutman, 2003: 122) fue su rechazo a la dirección de la Juventud Peronista (JP), que Juan Domingo Perón le ofreció en 1962 (Bardini, 2002: 61).

Los trabajos provenientes de la academia, en cambio, han fundido su figura dentro de una narración mucho más abarcativa, que pretende ligar la experiencia tacuarista con el nacionalismo de los años 1930-1950, o con la década de los setenta (Lvovich, 2009). Entre estos últimos, destacan la tesis de maestría de Valeria Galván (2008), centrada en los discursos sociales en torno al fenómeno Tacuara. Y el trabajo de Juan Manuel Padrón (2017), que ha reconstruido la identidad política de este grupo, con miras a explicar el nacionalismo de la década del sesenta. Este último libro, a partir de un conjunto de testimonios, señala la importancia de Ezcurra Uriburu, a quien sus camaradas lo calificaban de “tacuara ideal”, dado que sintetizaba la imagen del miliciano; un “cruzado” de los nuevos tiempos, más abocado a la acción, que a la labor intelectual (Padrón: 2017: 279).


Ezcurra Uriburu y su inserción en el Seminario de Paraná (1964-1973)


El anuncio de Alberto Ezcurra Uriburu de su ingreso al seminario de Paraná en abril de 1964, no fue un acontecimiento que pasó desapercibido en la prensa de aquellos días. Tampoco fue su primera incursión en el ámbito eclesiástico. Como señala Daniel Gutman (2003:267), antes de su etapa tacuarista, Ezcurra Uriburu había entrado en el seminario jesuítico de Córdoba, en el que estuvo poco tiempo y fue expulsado. Luego de esa experiencia frustrada volvió a Buenos Aires, realizó el servicio militar y se integró en la Unión Nacionalistas de Estudiantes Secundarios (UNES).

Su primera misa fue oficiada en diciembre de 1971, en el tradicional Colegio Marista Champagnat, del que era ex alumno, con la asistencia de familiares cercanos y antiguos compañeros de militancia.10 Pablo Fernández, ex compañero y amigo personal, expresaba que Ezcurra Uriburu había encarnado una “vida revolucionaria” en la cual no podía separarse la dimensión espiritual de la política.11 Este modelo de acción lo había tomado de José Antonio Primo de Rivera, uno de sus referentes de juventud. Durante mucho tiempo, habría tratado de ser un articulador entre las diferentes facciones de Tacuara, pero debido a los crecientes conflictos habría optado por dejar el movimiento. Al respecto, varios autores refieren a la “incomodidad” que su figura generaba en la jerarquía eclesiástica, dado que para 1964, gran parte de la opinión pública catalogaba a Tacuara como una banda “delictiva” (Galván: 2008; Padrón: 2010).

La decisión Ezcurra Uriburu de sumarse al Seminario Arquidiocesano debe considerarse a la luz de los conflictos internos y el agotamiento del impulso político de Tacuara; de las conexiones previas con Adolfo Tortolo y, fundamentalmente, en el contexto de tensiones y cambios político-religiosos que venían operando al interior del catolicismo.12 El Concilio Vaticano II (1962-1965) tuvo un impacto ineludible en el mundo católico y, particularmente, en la Argentina. Los espacios eclesiásticos de las diócesis fueron afectados por las discusiones teológicas y por las movilizaciones que se produjeron. El Concilio tuvo en sus filas a partidarios de sus postulados más “progresistas”, pero también a detractores que se resistían a los cambios propuestos (Zanatta y Di Stefano, 2009). En la Arquidiócesis de Paraná, estos sectores católicos tradicionalistas, frente a la “amenaza” de apertura ideológica y doctrinal, buscaron organizarse. En consecuencia, podría afirmarse que la arquidiócesis fue un laboratorio del tradicionalismo, que oficiaba de contracara de otros espacios eclesiásticos, como la Diócesis de La Rioja que, en aquellos años, era presidida por el obispo Enrique Angelelli (1968-1976).13

En este sentido, en enero de 1963, Adolfo Tortolo asumió formalmente como arzobispo de Paraná (había sido designado el año anterior), en reemplazo de Zenobio Guilland, en un acto multitudinario atravesado por un renovado discurso de cruzada.14 Vale destacar que el temor a la “revolución” había potenciado el anticomunismo en la jerarquía eclesiástica que integraban Antonio Caggiano (Fabris y Mauro, 2019: 48) y el propio Tortolo. En efecto, desde la segunda mitad de la década de 1950 aparecieron corrientes al interior del catolicismo que, en disidencia con la jerarquía, plantearon un aggiornamento -en sintonía con la renovación conciliar del Concilio Vaticano II- que interpelaba a las formas más intransigentes del “mito de la nación católica” (Zanatta, 1996) y que buscaba, de este modo, nuevos puentes con la modernidad (Zanca, 2006).15 La irrupción en los sesenta de medios editoriales como la revista Cristianismo y Revolución (Morello, 2003) y de expresiones como el Movimiento de los Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) eran vistos como síntoma de una radicalización más profunda y como la principal manifestación del “clero contestatario” (Touris, 2012; Catoggio, 2016).

La revista Así reprodujo algunas de las cartas que Ezcurra Uriburu escribió entre 1964 y 1965.16 En las mismas criticaba el “aburguesamiento” y las “comodidades materiales” y se percibía a sí mismo como un “miliciano cristiano” que cumplía las órdenes de Dios con disciplina y obediencia.17 Señalaba, además, que de ningún modo había abandonado la lucha de sus antiguos camaradas, aunque reconocía que la época de militancia en Tacuara lo había “desgastado”.18

En septiembre de 1967 viajó a Roma para continuar con sus estudios de Teología en el Colegio Pío Latinoamericano. Según algunos de sus allegados, los años en Europa, atravesados por acontecimientos políticos como el de Mayo de 1968, lo marcarían intensamente llevándolo a criticar los excesos de la “euforia progresista”. No obstante, dicha experiencia en el exterior también marca otro aspecto significativo ya que le permitió consumar intercambios más estrechos con las derechas europeas (Romero Moreno, 2013: 130).19 A su vuelta en 1971 sería ordenado sacerdote en la capilla del seminario de Paraná (Romero Moreno, 2013: 130).

A partir de enero de 1972, con la llegada del sacerdote Alfredo Sáenz el proyecto tradicionalista adquirió un mayor dinamismo.20 Fue el mismo Ezcurra Uriburu, quien se encargó de interceder para facilitar su arribo Guerrico, Luis Gonzáles (2013:21).21 Es importante destacar que Sáenz había asistido a la ordenación del antiguo Tacuara. En la misma le planteó sus dificultades en el seminario de Rosario, todavía con los ecos del conflicto que había convulsionado a la arquidiócesis de Guillermo Bolatti en 1969. 22

Una de las primeras disposiciones fue la “renovación” de la planta docente del seminario de Paraná. Dicha estrategia buscaba desplazar a los sacerdotes tercermundistas y sus postulados, que eran percibidos como una “infiltración marxista” que había puesto en riesgo la estructura formativa de los seminaristas. En esta senda, Tortolo nombró a Silvestre Cecilio Paul como rector y a Sáenz como prefecto de estudios. También se sumaron Alberto García Vieyra y Marcos González en Teología. Se mantuvo en sus cargos a Luis Melchori (Filosofía), Andrés Senger (Teología espiritual) y Alfonso Franck (Estudios bíblicos). Además de asumir como vicerrector del seminario, Ezcurra Uriburu se sumó como profesor de Teología Moral, cargos que ocuparía hasta 1985 (Guerrico, 2013: 21). Con las salidas de los sacerdotes Ismael Dri y Juan Carlos Gorosito en 1973, el núcleo de los sacerdotes tradicionalistas estaba definido. 23

Como afirman algunos de los estudiantes que pasaron por el seminario, Ezcurra Uriburu y Sáenz se constituyeron como las figuras más prominentes en aquel momento representando dos perfiles diferenciados; el ex Tacuara se destacaba desde lo pedagógico y carismático, mientras que Sáenz lo hacía desde lo teórico y doctrinario.24 Esto último llevaría a Sáenz a establecer, con el aval de Tortolo, una serie de “principios rectores” que regirían la vida del Seminario Arquidiocesano. 25 Por otra parte, la acción pedagógica de Ezcurra no se limitaba al seminario, dedicando tiempo a charlas y conferencias (formales e informales) en círculos nacionalistas, militares y sindicales, y participando activamente en los ejercicios espirituales ignacianos que eran alentados desde la arquidiócesis.26


El proyecto católico tradicionalista de Paraná: Mikael (1973-1983)


Las revistas son estructuras fundamentales en la sociabilidad, un observatorio de la vida intelectual. A su vez, suelen estar identificadas con un individuo o grupo de individuos (Dosse, 2006: 58-59). Como figuras relevantes del seminario, Alberto Ezcurra Uriburu y Alfredo Sáenz impulsarán la creación de la revista Mikael, medio editorial que será uno de los principales ámbitos para los tradicionalistas católicos (Caturelli, 2012: 128).

Mikael salió a comienzos de 1973 y continuó hasta finales de 1983, totalizando treinta y tres números. Desde el primer número quedaba clara la concepción de la revista: era un proyecto que llevaría a cabo una “batalla cultural” en “tiempos de confusión en las ideas y de rebeldía en las actitudes”.27 La adopción del nombre evocaba una concepción guerrera con la imagen del Arcángel San Miguel en la portada (diseñado por el artista católico Juan Ballester Peña). Asimismo, a lo largo de su primer año de existencia, en la arquidiócesis se produjeron importantes movilizaciones católicas con motivo de la coronación de la Virgen del Rosario de Paraná, que era alentada por Adolfo Tortolo. 28 Esto nos habilita a sugerir que Mikael era un proyecto intelectual y programático que buscaba disputar una posición en la esfera pública en un momento sumamente conflictivo, de radicalización política en el plano nacional y con numerosas tensiones al interior del catolicismo (Zanatta, 2015).

Por su parte, esta publicación gozó de favores económicos de diversa procedencia, aunque su principal ingreso eran las suscripciones.29 Como se dejaba asentado en algunos de los catálogos publicados, el seminario recibía mensualmente una cuota importante de libros en calidad de donaciones y compras. Los mismos eran registrados por los seminaristas y constituyeron la base de la mayoría de las reseñas.

Como ha resaltado Laura Graciela Rodríguez (2012), la publicación estaba ligada a una red tradicionalista y nacionalista mucho más amplia. No obstante, cabe destacar ciertos matices: si bien revistas como Cabildo, Roma y Mikael eran parte de un campo revisteril (Tarcus, 2020) que compartía elementos como el “ideario nacional-católico”, estas últimas tenían un carácter teológico que era una respuesta a un contexto de crisis postconciliar en el cual la relación “autoridad-jerarquía-verdad” se vio fuertemente interpelada (Pattin, 2018: 321). En tal sentido, se podría añadir que Mikael era una manifestación de un clima intelectual y teológico más general que Daniele Menozzi (1986: 385-413) caracterizó como el “anti-concilio”. La revista tendría la participación de numerosos autores extranjeros como el filósofo Thomas Molnar y el cardenal Joseph Hoffner, lo cual problematiza no sólo su inserción nacional como bien han atendido la mayoría de los estudios sino también su circulación transnacional.30

Finalmente, si bien revistas como Mikael tenían una composición marcadamente elitista (Lida, 2015: 241), sus prácticas daban cuenta de una cierta diversificación y modernización que la constituían en innovadores dispositivos contrarrevolucionarios (Scirica, 2018: 174) con una proyección social que no se agotaba en las jerarquías.31 Dicha diversificación queda ejemplificada en la creación de una editorial (Ediciones Mikael) que publicaría dieciséis títulos, pero también por su relación con el ambiente académico de la provincia de Entre Ríos, con docentes de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) que participaban en las páginas. Este vínculo académico con Mikael se desarrollaría con asiduidad durante los años del Proceso, a partir de la tarea de autoridades interventoras como Luis Alberto Barnada y Carlos Uzín (Doval, 2001). Como veremos a continuación, la revista ofrecía no solo un espacio de sociabilidad intelectual sino también una plataforma de expresión para los docentes del seminario.


Las lecturas y tópicos de Ezcurra Uriburu: revisionismo histórico, subversión y neo-espiritualismo


En los diez años de existencia de Mikael, Ezcurra Uriburu publicó tres artículos.32 Además era miembro del consejo de redacción, con una importante función en la selección, traducción y presentación de trabajos.33 Sin embargo, sus principales aportes lo tendrían en el rol de comentarista bibliográfico con más de un centenar de reseñas. Según han señalado algunos de sus seguidores, Ezcurra Uriburu no destacaba por ser un escritor prolífico; su tarea estaba más orientada a la función pedagógica y el discurso oral, escribiendo, muchas veces, a regañadientes.34 Consecuentemente, las reseñas en Mikael le permitían prolongar su tarea como docente estableciendo un canon de “lecturas útiles” para los seminaristas. Los temas sobre los que reseñó fueron muy variados, aunque podemos identificar una serie de tópicos principales, los cuales, además, pueden aportar un cierto matiz a las coordenadas ideológicas y “lugares comunes” de los católicos intransigentes.

Algunos de estos giraban en torno a preocupaciones previas: como antiguo militante de Tacuara seguía teniendo un interés en la lectura del pasado desde una clave revisionista.35 En la reseña a la Historia Argentina (1982) de Julio Irazusta rescataba su interés en el “pasado hispánico” y la lucha contra la “historia falsificada” del “indigenismo marxista y liberador”.36 En sus lecturas, también rehabilitó su antisemitismo.37 En este sentido, es particular el comentario dedicado a Derrota mundial (1977), del periodista y simpatizante nazi Salvador Borrego, cuya reedición argentina estuvo a cargo de la editorial Nuevo Orden. Ezcurra Uriburu denunciaba las “conspiraciones del silencio” que rodeaban el conocimiento de este libro, ponderando los postulados del autor y haciendo un llamado a la lectura de una “obra a contracorriente”.38

Mikael no fue la única iniciativa en la que Ezcurra Uriburu participó. En sus años de docente mantuvo lazos colaborativos con la editorial Cruz y Fierro formando parte de conferencias y actividades.39 Publicado en junio de 1974, se encargó de escribir el prólogo del Diario de la Cárcel, libro póstumo de Corneliu Codreanu, que incluía, además, el testamento de Ion Motza. Ambos habían sido líderes de la Legión de San Miguel Arcángel (1927-1941), organización fascista rumana conocida como “Guardia de Hierro". Además, el libro contó con una promoción y divulgación notable entre medios católicos afines; la revista Verbo, por ejemplo, reproducía un fragmento del texto introductorio de Ezcurra Uriburu en su sección de lecturas recomendadas.40

El 27 de septiembre de 1974 presentó el libro en una conferencia titulada Prototipo del Santo y del Héroe con una importante concurrencia de nacionalistas y de ex miembros de la guardia rumana.41 Para Ezcurra Uriburu, Codreanu ofrecía un ejemplo de vida y de acción política. En una larga introducción resaltaba la historia y los objetivos del rumano dirigidos a salvar la sociedad de la “infiltración hebrea”. Lo caracterizaba como el “gemelo español” del falangista José Antonio Primo de Rivera, figura de referencia en sus años de juventud.42

El problema de la “subversión” ocupó un espacio importante en sus reflexiones. Cercano a los círculos militares se interesó por desarrollar algún tipo de teoría que legitimara la “guerra contra la subversión”. En el contexto del “Operativo Independencia” (1975) y aprovechando el espacio de su cátedra de Teología Moral del seminario, redactaría el tratado De bello gerendo (1975), dirigido a seminaristas y militares.43 En sus páginas se justificaba la doctrina de la “Guerra Justa” según los postulados del Concilio Vaticano II, definiendo los aspectos “morales” del enfrentamiento contra la “subversión marxista”.44

Algunas de las referencias teóricas del tratado aparecieron en Mikael. En la reseña del libro Fuerzas Armadas. Ética y Represión (1979), de Marcial Castro Castillo, se refería a la ausencia de “bibliografía orientadora” durante la “ofensiva guerrillera”, señalando que este trabajo era clarificador. Si bien la subversión había sido “aparentemente” derrotada, podía triunfar si los defensores echaban “por la borda los principios religiosos y éticos por los que combaten”.45 En sus reflexiones acerca de Adiós a Saigón (1976) de Jean Larteguy, ponía un contra ejemplo; se refería a los “jefes corruptos” que habían dejado al pueblo sur-vietnamita a merced de los marxistas. Sus soldados, entregados con fanatismo a una “religión invertida” representaban la imagen del “monje-soldado”, que contrastaba con un Occidente “vacío de alma y fe”.46 Ezcurra Uriburu recomendaba estas lecturas a oficiales y capellanes de las Fuerzas Armadas, las cuales, provenientes de militares y escritores franceses, servían de modelos que daban cuenta de la circulación de un pensamiento contrainsurgente (Ranaletti, 2009; Pontoriero, 2014).

No obstante, para este tradicionalista la “subversión” era un problema que estaba ligado al campo cultural. En 1977 presentó el libro Freire y Marcuse. Los teóricos de la subversión, de Alberto Caturelli y Enrique Díaz Araujo (resultado de un artículo publicado en Mikael), en el que afirmaba que la “mentalidad burguesa y la miopía liberal” confundían la “subversión” con la violencia.47 En mayo de 1981, en un sermón oficiado en el seminario de Paraná, se refirió a lo mismo: “La subversión no se termina cuando dejan de explotar bombas o de haber asaltos, crímenes o asesinatos. La subversión es algo más profundo que el desorden exterior. La subversión es algo más profundo que aquello que atenta contra el orden establecido” (Ezcurra Uriburu, 1981; 34).48 Del mismo modo, consideraba que el “evolucionismo” constituía una base filosófica y cultural sobre la cual los movimientos “subversivos” habían alimentado una ilusión de “progreso indefinido”. 49

En esta clave, la temática del “neo-espiritualismo” cobró una especial relevancia en sus comentarios.50 Las transformaciones culturales de los sesenta y setenta, reflejo de los procesos de secularización y de nuevas demandas espirituales de la sociedad (Zanca, 2016: 187), fueron una inquietud, al traer consigo el surgimiento de distintos tipos de religiosidades. En la reseña del trabajo del historiador rumano, Mircea Elíade, Ocultismo, Brujería y Modas Culturales (1977) Ezcurra Uriburu afirmaba que el “neo-espiritualismo” era una “moda enfermiza y peligrosa” que había adquirido los caracteres de una “verdadera epidemia”. Su desprecio por el yoga y los gurúes eran evidentes: los caracterizaba como modas a cargo de “charlatanes”.51 De igual manera, manifestaba preocupación por la cuestión del “satanismo” y su banalización literaria y cinematográfica.52

Frente a la proliferación de una “contracultura” religiosa, rescataba a dos representantes del tradicionalismo no católico, afines en su condena a la modernidad y “falsedad” de estas expresiones: Julius Evola y René Guénon (Grinchpun, 2016). Esto queda evidenciado en las reseñas que le dedicó al tradicionalista italiano y en las reiteradas referencias a Guénon.53 Las apropiaciones de estos autores -en particular, sus usos conceptuales del Kali-yuga-54 le dieron recursos para alimentar un discurso decadentista sobre la realidad histórica, cuyo pesimismo se acrecentaría en los años posteriores a su salida del seminario de Paraná. 55 A su vez, estas lecturas son unos de los rasgos más reveladores, no solo por la escasa “ortodoxia” de algunos de estos autores y temas, sino porque dejaban entrever que la llamada “restauración de la autoridad” durante los años del Proceso (Manzano, 2017) no cumplió con las exigencias de algunas voces del catolicismo intransigente, que reclamaban una batalla cultural más decidida frente a manifestaciones que eran entendidas como una amenaza.


La intervención de Ezcurra Uriburu durante la guerra de Malvinas (1982)


A partir de 1981, el gobierno militar mostraba un desgaste político con una economía afectada por la crisis y la recesión, y por un escenario marcado por el descontento social. El desembarco en las islas en abril de 1982 apareció como una salida que permitiría “relanzar” al Proceso. Pese a que la dictadura fue un “parteaguas” entre los tradicionalistas y nacionalistas católicos (Cersósimo, 2011; 2015) por sus limitaciones y fracasos, Malvinas era un asunto que podía llevar a la formación de un frente común, no contra el “enemigo subversivo” como había sido en los primeros años, sino contra un “enemigo externo”, que ahora asumía la forma de una potencia invasora.

Como sector minoritario, pero con cierta influencia en los círculos militares, los tradicionalistas católicos vieron la oportunidad de “hacer suya” la guerra. Por consiguiente, es importante resaltar cómo el conflicto de Malvinas puso en evidencia la vocación de los tradicionalistas, no sólo por los asuntos espirituales y/o litúrgicos, sino también por intervenir en cuestiones políticas coyunturales (Cersósimo, 2015: 375).

Alberto Ezcurra Uriburu no estuvo ajeno a los acontecimientos y fue una de las voces que mayor apoyo prestó a la “cruzada” en el Atlántico Sur. Al igual que otros docentes vinculados al seminario56, contribuyó a construir una narrativa épica sobre el conflicto, atravesada por figuras como el culto al heroísmo, la tradición y el sacrificio (Vezetti, 2009). El desembarco en las islas produjo una importante movilización en el seminario de Paraná, que se volcó inmediatamente a la realización de diferentes actividades de acompañamiento. Paralelamente, a comienzos de 1982, Adolfo Tortolo se encontraba gravemente enfermo, por lo que se delegaron varias funciones en Ezcurra Uriburu (Enz, 1995). El 1 de mayo, éste último, viajó hasta la ciudad de Trelew (Chubut) donde entabló contacto con algunos oficiales entrerrianos.57 Desde la tribuna de Mikael escribió un ensayo sobre el patriotismo en el que recorría las relaciones entre la patria y el cristianismo, realizando una sacralización de la guerra:Se han levantado en el alma de los argentinos destellos de generosidad, se han descubierto tesoros enterrados de coraje y servicio desinteresados. Hemos recordado que esta patria nació cristiana” (Ezcurra Uriburu, 1982).58

Por otra parte, Ezcurra Uriburu tendría una importante exposición pública ofreciendo misas en la Iglesia de San Miguel Arcángel de la ciudad de Paraná. En el sermón del 14 de mayo de 1982, exhortaba a los asistentes a colaborar en el esfuerzo bélico y celebraba los gestos ciudadanos como la donación de elementos y el envío de una bandera de Entre Ríos a las islas.59 Reiteraba que la Argentina “no había roto la paz” si no que había “recuperado el orden” frente a una potencia enemiga.60

En este sentido, su lectura sobre la llegada del Papa Juan Pablo II al país en junio de 1982, para mediar entre Argentina y Gran Bretaña sería particular. Destacaba sus gestos (como besar el suelo en homenaje a la tradición de la nación) y, fundamentalmente, el discurso dirigido a los obispos argentinos en el cual se refería a la búsqueda de una “reconciliación pacífica”. Ezcurra Uriburu y la revista Mikael valoraban el mensaje papal, y como ha explicado Cersósimo, centraban sus críticas en la revista Cabildo que entendía que el mensaje dado en la visita papal era un acto de “pacifismo” contraproducente en un momento de guerra.


La invitación del Papa a ser "hacedores de la paz" no es pues un llamado a la cobardía o a la defección, como algunos parecieran haberlo interpretado, sino a la valentía y el coraje propios de quien sabe integrar todos los valores que merecen ser integrados, el valor de la catolicidad (universal) y el valor del patriotismo (nacional).61

No obstante, el desenlace del conflicto abrió una profunda herida. Algunas de las respuestas a la derrota se podían identificar como el resultado de un complot: las impericias del Proceso, las “traiciones” o el “enemigo interno” (Grinchpun: 2019). En una misa pronunciada el 19 de noviembre de 1982, Ezcurra Uriburu pondría el acento en resaltar el “heroísmo” y el “sacrificio”, aunque el optimismo inicial había cedido a un fatalismo que lo llevaba a reconocer el fracaso y a anunciar un porvenir “oscuro”.62 De la misma forma, denunciaba los peligros de la “desmalvinización” a cargo de “traidores” que habían precipitado la derrota.63 En su narrativa sostenía que la decisión de ir a la guerra había tenido como objetivo “romper la distribución del mundo hecha por las potencias internacionales de Yalta”64, siendo la misma el único “acto heroico” en un país que llevaba décadas de “decadencia y disgregación”.65


Su salida del Seminario de Paraná (1984-1985)


Producto de la caída del gobierno militar y el consecuente retorno de la democracia, se produjeron una serie de cambios que llevarían a la salida Ezcurra Uriburu del seminario de Paraná. Durante la transición, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) encontró en el cardenal Raúl Francisco Primatesta -que la condujo en dos periodos: 1976- 1982 y 1987-1990- un referente pragmático cuya capacidad de negociación garantizó una cierta estabilidad a la institución eclesiástica (Fabris, 2011: 260), en un marco de revisión del período dictatorial.

Primatesta representaba a un bloque mayoritario del sector eclesiástico, corporativo- conservador, que se diferenciaba del sector tradicionalista-integrista de Adolfo Tortolo y Victorio Bonamin, caracterizado por estrechar lazos ideológicos con las Fuerzas Armadas (Obregón, 2005: 41). Si bien había tenido un cierto grado de compromiso y complicidad con el Proceso, entendía, al menos para 1979, que su proyecto era demasiado cerrado, con graves contradicciones que dificultaban el mantenimiento del orden social e institucional. Por ende, a partir de ese momento el apoyo dejaría de ser abierto y jugaría un rol clave en la transición democrática (Ghio, 2007: 230-231).

A raíz de la enfermedad de Tortolo, el nombramiento de Estanislao Karlic como arzobispo coadjutor y administrador apostólico de la Arquidiócesis de Paraná en enero de 1983, era un reflejo de los cambios que se estaban desarrollando a nivel nacional. Karlic era obispo auxiliar en la Arquidiócesis de Córdoba y se había formado con Primatesta, de quien había recibido su consagración sacerdotal en 1977 (Leguizamón, 2003).66

Las primeras medidas del nuevo arzobispo estuvieron orientadas a intervenir el seminario. En efecto, en diciembre de 1983 salió el último número de la revista Mikael y se fueron incorporando, paulatinamente, nuevos profesores a la planta del seminario. Estos cambios institucionales, no cayeron bien en el sector tradicionalista. En mayo de 1985, la revista Cabildo, con la firma de un autor bajo el seudónimo de Alonso Quijano, publicó una extensa nota titulada “Hacia la destrucción del seminario de Paraná” en la que se remarcaba el legado de la revista Mikael y el trabajo institucional realizado por figuras como Adolfo Tortolo, Alfredo Sáenz y Alberto Ezcurra Uriburu.67

El mayor conflicto se produjo en el receso invernal de julio de 1985, con el relevamiento definitivo de los tradicionalistas -entre ellos, Alberto Ezcurra Uriburu- y el nombramiento de nuevas autoridades. En la decisión se dejaba sentado que el seminario debía asumir el “espíritu del magisterio del Concilio Vaticano II”.68 La nota de Cabildo, que había circulado en forma de panfleto,69 tuvo impacto con un hecho que cobró notoriedad pública en la ciudad de Paraná. En efecto, el 24 de julio de 1985 el edificio del seminario apareció con pintadas ofensivas dirigidas al arzobispo y con referencias explícitas a Cabildo.70 A su vez, en agosto Cabildo publicó una nueva nota en la que confirmaba sus advertencias sobre las medidas adoptadas.71

La desarticulación del grupo de Paraná, encontraría en el Instituto del Verbo Encarnado de San Rafael (Mendoza) –fundado en enero de 1984 por el sacerdote Carlos Buela (antiguo integrante del seminario de Paraná y colaborador de Mikael)– una válvula de escape ante la dispersión de los tradicionalistas.72 Ezcurra Uriburu se integraría como sacerdote en la diócesis de San Rafael bajo la tutela de monseñor Leon Kruk, participando en la creación del Seminario Diocesano Santa María Madre de Dios, del cual sería docente y rector.73

Por otra parte, a finales de 1984 apareció una nueva revista, Gladius, lo que implicaba una persistencia de las redes intelectuales. Siendo una iniciativa de católicos laicos, se editaba en Buenos Aires y tenía como director a Rafael Breide Obeid.74 En la presentación del primer número se hablaba de “una verdadera guerra contracultural” en una etapa marcada por la recuperación democrática.75 En sus comienzos, la estética e iconología de la revista eran muy similares a Mikael, reemplazando al santo celestial por una espada. Como reconocería Alfredo Sáenz tiempo más tarde, Gladius era la continuidad de Mikael.76 Ezcurra Uriburu participaría en varios números de la incipiente revista, hasta su muerte en 1993.77


Algunas conclusiones provisorias


Como hemos repasado, el itinerario de Ezcurra Uriburu resulta representativo para dar cuenta de las características de un tipo particular de sociabilidad al interior del catolicismo: la vertiente tradicionalista. La misma estaba compuesta por personalidades descontentas con los cambios motorizados por el Concilio Vaticano II. En el caso del seminario de Paraná el clima postconciliar y las tensiones producidas dieron paso a la formación de proyectos como Mikael.

La opción por el sacerdocio de Ezcurra Uriburu, tras su salida de Tacuara en 1964, no debe desligarse de la experiencia de juventud. Su salida, en parte, puede entenderse como un alivio a las frustraciones y desencantos producidos por los vaivenes políticos de su antiguo grupo. No obstante, esto tampoco significa naturalizar su paso de la milicia al sacerdocio. En un conocido ensayo Fortunato Mallimaci (2011) planteaba la gravitación entre dos formas de identidad, que podían tomar primacía de acuerdo con las circunstancias: el nacionalismo católico y el catolicismo nacionalista. La concepción del mundo de Ezcurra Uriburu, atravesada por el nacionalismo encontró una correspondencia en la reivindicación del “martirio” y el “espíritu interior” que le ofrecía la vida sacerdotal. De igual manera, esta transformación en sacerdote fue de la mano de una ininterrumpida actividad pastoral y producción intelectual en espacios, redes y medios editoriales y de una posición definida frente a los diferentes avatares de esos años, como lo reflejan sus participaciones en la tribuna de Mikael y su intervención durante la guerra de Malvinas (1982).

Como vimos, su protagonismo en la conformación del grupo tradicionalista durante las décadas del setenta y ochenta, lo ubicó como uno de los referentes claves del seminario de Paraná. Del mismo modo, su trayectoria pareció coincidir con el auge y declive de un espacio tradicionalista en la Arquidiócesis de Paraná; la enfermedad de Adolfo Tortolo sobre el final del Proceso y los cambios de la institución eclesiástica en los ochenta, lo obligarían en 1985 a marcharse a la diócesis de San Rafael, un espacio clave en la trama del tradicionalismo católico. Lo mismo se puede decir de su activa participación en empresas intelectuales renovadas como Gladius.

Este artículo fue solo un primer intento de acercarnos a la reconstrucción de una trayectoria y experiencia. Queda por verse, en futuras indagaciones, el devenir del espectro tradicionalista tras el retorno de la democracia, así como el desenvolvimiento de otras figuras como Ezcurra Uriburu que estuvieron ligadas al Seminario Arquidiocesano. Finalmente, luego de su fallecimiento en 1993, se transformó en un personaje de culto y conmemoración habitual entre católicos y nacionalistas.78A propósito de la tercera edición del libro escrito por su padre (Catolicismo y Nacionalismo), en un momento convulsionado por el derrumbe de la Unión Soviética, proyectará sus denuncias sobre la conformación de un “Nuevo Orden Internacional, bajo el dominio de un solo centro del poder”.79 El vínculo con las actuales retóricas intransigentes y antiglobalizadoras de las nuevas derechas es más que sugerente. Tal vez se encuentre aquí otro motivo para su rescate.



Fuentes inéditas


Biografías de Fernando Ezcurra. Archivo Arquidiocesano de Paraná (AAP).

Fuentes editas

Publicaciones periódicas

Boletín eclesiástico de la Arquidiócesis de Paraná y de las diócesis sufragáneas de Gualeguaychú y Concordia

Boletín Informativo AICA

El Diario

Revista Así

Revista de Ex Alumnos del colegio Champagnat, 1988.

Revista Mikael

Revista Verbo


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1Agradecemos las lecturas y comentarios de Fabiana Alonso, Natacha Bacolla, José Zanca, Diego Mauro y Nicolás Quiroga.

2En las últimas décadas, los aportes de Donatello (2010) y Cucchetti (2010) han sido claves para pensar las trayectorias de los cuadros del nacionalismo y del catolicismo. Grosso modo sus trabajos dan cuenta del estudio de trayectorias que pasaron de una dimensión y forma político-secular a una de tipo religioso-confesional.

3 Consideramos a la sociabilidad y a las trayectorias como categorías complementarias, tal y como la esbozan Agulhon (2016) y Mallimaci- Giménez Béliveau (2006: 175-212). En esta senda, el primero define a la sociabilidad como un inmenso tejido de intersubjetividades que son colectivas, evolutivas y variables (2016:111), mientras que los segundos entienden a la trayectoria como una posición activa que despliega una multiplicidad de relaciones en diferentes ámbitos (2006: 193).

4La bibliografía sobre el tradicionalismo católico es prolífica. Por mencionar algunos trabajos destacados: Orbe (2011); Rodríguez (2012); Ruderer (2012); Cersósimo, (2014, 2015); Zanotto (2014); Scirica (2012 y 2018); Bilbao y Lede (2016). En esta perspectiva, se define al tradicionalismo católico como una ideología que concibe a la Iglesia como la garante del “orden” y la “perfección”. Entre sus ideas y discursos se encuentran la defensa irrestricta de la llamada “tradición”, y la oposición a los “males” del mundo moderno desencadenados por la Ilustración y la Revolución Francesa, al igual que la activa promoción de una “Contra-Revolución” (Sternhell, 2010). Asimismo, es menester destacar la condición paradójica que mantienen los tradicionalistas puesto que en su permanente desafío a la “modernidad” y demostración de “continuidad” incorporan las innovaciones del presente (Hervieu-Léger, 2005).

5Alberto Ezcurra Uriburu nació en Buenos Aires el 30 de junio de 1937. Era hijo de Alberto Ezcurra Medrano y María Rosa Uriburu Peró. Es el mayor de siete hermanos, dos de los cuales (Fernando Ezcurra Uriburu y Álvaro Ezcurra Uriburu) también ingresaron al seminario de Paraná. Para una reconstrucción más detallada de su árbol genealógico y vínculos familiares puede consultarse https://es.geneanet.org/ (fecha de consulta 4/09/2019).

6También el atentado a Graciela Sirota (1962) y el asesinato de Raúl Alterman (1964) fueron momentos de gran repercusión de la agrupación, que comenzó a ser catalogada de “delictiva” por la opinión pública de aquellos días (Galván, 2008: 87).

7Nos referimos a los libros Dandan y Heguy (2006) Gasparini (2006).

8La excepción es el capítulo final del trabajo de Gutman (2003) donde se da cuenta del recorrido de Ezcurra en su etapa de seminarista. Otras menciones se pueden encontrar en trabajos de corte periodístico como Enz (1995) y Maradeo (2015).

9 Hacemos referencia a Bardini (2002); Beraza (2005); Gutman (2003); Orlandini, (2008).

10La primera misa del ex Jefe Tacuara (diciembre de 1971). Revista Así. p. 16. Asistieron Juan Queraltó, ex jefe de la Alianza Libertadora Nacionalista; Juan Carlos Lucero Smith, de Tacuara; Pablo Fernández, ex jefe de la UNES (Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios) y figuras prominentes del catolicismo nacionalista como Julio Meinvielle. Agradecemos a José Zanca por facilitarnos este material.

11La primera misa del ex Jefe Tacuara (diciembre de 1971). Revista Así, diciembre de 1971, p. 19.

12Ezcurra Uriburu y Adolfo Tortolo habían compartido algunos espacios católicos comunes como la Casa de Ejercicios Espirituales de Julio Meinville y el Colegio Marista Champagnat. Incluso Tortolo ejerció un tiempo como sacerdote en el colegio. Véase Mons. Adolfo Tortolo. Artículo de la revista de Ex Alumnos del colegio Champagnat, Nº7, Julio de 1988. Biografías de Fernando Ezcurra. Archivo Arquidiocesano de Paraná (en adelante AAP).

13Enrique Angelelli (1923-1976) fue un obispo que presidió la Diócesis de La Rioja durante los años sesenta y setenta. Caracterizado por su militancia social y cercanía a las posiciones del clero tercermundista, murió asesinado el 4 de agosto de 1976.

14 La recepción al nuevo arzobispo de Paraná Monseñor Adolfo Tortolo (6 de enero de 1963). El Diario. p. 4. Para la homilía completa, Boletín eclesiástico de la Arquidiócesis de Paraná y de las diócesis sufragáneas de Gualeguaychú y Concordia, año XLIII, 2da época, Paraná, abril-mayo-junio de 1963, p. 24 (AAP) Adolfo Servando Tortolo (1911-1986) fue una de las figuras más importantes y polémicas de la jerarquía eclesiástica. Había cursado sus estudios en el Seminario San José, de La Plata, ordenándose en 1934. En 1941 pasó el ministerio en la Curia del Obispado de Mercedes. En sus comienzos estuvo ligado a la Acción Católica Argentina (ACA). En 1956 sería nombrado Obispo Auxiliar de Paraná por el Papa Pío XII, en 1960 Obispo de Catamarca y en 1962 Arzobispo de Paraná. En 1970 fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Argentina en reemplazo de Antonio Caggiano, posición que ocupó hasta 1976. En 1975 fue nombrado Vicario Castrense General de las Fuerzas Armadas por el Papa Pablo VI. Como integrante de la jerarquía eclesiástica, Tortolo representó un modelo institucional y teológico que profundizó los lazos entre las fuerzas armadas y los eclesiásticos. Si bien no representaba la opinión doctrinal preponderante de la Iglesia, en la antesala al golpe de 1976 era la figura más fuerte e influyente de la jerarquía eclesiástica (Zanatta, 2015). Para su reseña biográfica véase http://www.arzparan.org.ar/2010/09/07/monsenor-adolfo-servando-tortolo/ (fecha de consulta, 5/04/2020)

15 En este marco de discusión de posguerra, cobra relevancia la corriente del humanismo cristiano. Véase Zanca (2006).

16 Sobre la utilización del epistolario en la reconstrucción de trayectorias y sociabilidades, véase Caldo y Fernández (2009).

17 Cartas desde el seminario (diciembre de 1971). Revista Así, p. 19.

18 Cartas desde el seminario (diciembre de 1971). Revista Así, p. 19.

19Romero Moreno menciona la conexión con asociaciones como la española Fuerza Nueva y con fascistas rumanos exiliados como Horia Sima. Por su parte, Roberto Bardini (2002:123) agrega que la estadía en Roma lo llevaría a entrar en contacto con el Movimento Sociale Italiano (MSI) de Giorgio Almirante.

20Ordenado en la Compañía de Jesús en 1962, Alfredo Sáenz era un férreo opositor al MSTM, corriente religiosa que irrumpió públicamente en 1967 y cuyos principales referentes fueron los sacerdotes Carlos Mugica, Lucio Gera y Gerardo Ferrari. Saénz había formado parte de la “Declaración de los Sacerdotes Argentinos” de 1970 que acusaba al MSTM de perseguir una “iglesia antropocéntrica” inspirada en el marxismo (Verbitsky, 2009).

21 El testimonio de Sáenz también se reproduce en el documental dedicado al vigésimo aniversario de la muerte de Ezcurra Uriburu. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=IkYWWXXNeg0 (fecha de consulta, 13/11/2019)

22 Sobre este conflicto, véase Casapiccola (2016).

23 Despedida a los tercermundistas Juan Carlos Gorosito e Ismael Dri (17 de diciembre de 1973). El Diario. p. 8. Los sacerdotes habían protagonizado un fuerte enfrentamiento con Tortolo a raíz de la coronación de la Virgen del Rosario de Paraná, que finalmente se efectuaría en diciembre de 1973. Esta “guerra de las imágenes” agudizó y transparentó a nivel público las distancias ideológicas entre el arzobispo y este grupo de sacerdotes. Según Ismael Dri la coronación era un gesto de “opulencia” que contrariaba el mensaje de sencillez y pobreza que debía mostrarse a los fieles.

24Entrevista a R. B., realizada por Osvaldo Vartorelli. 21 de noviembre de 2019.

25Sáenz, Alfredo, “El Seminario de Paraná: un estilo de vida” en Mikael, Paraná, nº 1, primer cuatrimestre de 1973, pp. 69-81.

26“Pbro. Alberto Ezcurra. Misa en el sexto mes de su muerte”. Homilía del Pbro. Luis González Guerrico en la Iglesia San Miguel, de Paraná. 25 de noviembre de 1993. Biografías de Fernando Ezcurra (AAP). Los retiros espirituales ignacianos (por San Ignacio de Loyola) fueron promocionados por Tortolo, los cuales eran parte de la formación de muchos seminaristas. Ranaletti (2009) y Scirica (2014) han sostenido que los mismos estaban ligados a la congregación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey (CPCR) radicada en España. El estilo de estos ejercicios era más rígido y estructurado que los Cursillos de Cristiandad y los participantes debían recluirse durante cinco días, en los cuales se llevaban a cabo misas, plegarias y confesiones, sirviendo también como instancia de formación intelectual. Si bien su modalidad adquirió impulso y coordinación durante los años del Onganiato (1966-1970), su persistencia en la Arquidiócesis de Paraná continuó en los años posteriores.

27Paul, Silvestre Cecilio, “Presentación” en Mikael, Paraná, nº 1, primer cuatrimestre de 1973, p. 3.

28Para un acercamiento a las movilizaciones católicas en los setenta, véase Lida (2008).

29Según muestra la publicidad revisteril, algunos de los aportantes más destacados eran el Instituto Autárquico Provincial del Seguro (IAPSER), el Banco Río de la Plata y la Fundación Enrique Rocca. A partir de 1975 la revista empezó a recibir apoyo del CONICET (Rodríguez, 2012).

30 Para la dimensión transnacional de las derechas, véase Bohoslavsky (2018).

31Además de Mikael también se desprendieron otras iniciativas que buscaron una proyección en la sociedad entrerriana; este fue el caso de la Comisión de Cultura del Seminario, presidida por Alfredo Sáenz e integrada por seminaristas, que organizó un ciclo de conferencias en la ciudad de Paraná en el año 1972. Véase Mestres, Juan Javier, “La vida cultural del seminario” en Mikael, Paraná, nº. 1, pp. 108-112.

32Ezcurra Uriburu, Alberto, “Del humor” en Mikael, Paraná, nº 28, tercer cuatrimestre de 1981, p. 80; “Reflexiones sobre la patria” en Mikael, Paraná n° 29, segundo cuatrimestre de 1982, pp. 3-11; “La moda del ocultismo”, en Mikael, Paraná, nº. 30, tercer cuatrimestre de 1982, pp. 7-28.

33Mikael, Paraná, n° 1, primer cuatrimestre de 1973, p. 1.

34Caponnetto, Antonio, “Prólogo” en Ezcurra Uriburu, Alberto (2018), Recensiones bibliográficas, San Rafael: Daniel Omar González Céspedes, p. 13.

35Para un acercamiento temático al revisionismo histórico, véase Halperín Donghi (1996), Goebel (2007), Devoto y Pagano (2009).

36Ezcurra Uriburu, Alberto, “Reseña de Irazusta, Julio (1981), Breve historia de Argentina”, en Mikael, Paraná, nº. 28, primer cuatrimestre de 1982, p. 149.

37 Sobre la dimensión antisemita en el nacionalismo católico, véase Lvovich (2003).

38 Ezcurra Uriburu, Alberto, “Reseña de Borrego, Salvador (1977), Derrota mundial” en Mikael, Paraná nº. 16, primer cuatrimestre de 1978, p. 138.

39Si bien las investigaciones han incursionado en el estudio de las revistas católicas y nacionalistas Scirica, 2009; Saborido, 2005; Rodríguez, 2011; Galván, 2013, el conocimiento sobre el mundo editorial en el cual proliferaron es relativamente escaso. Facundo Cersósimo (2015) destaca que editoriales como Cruz y Fierro, Huemul, Nuevo Orden, Cruzamante, Iction, Dictio, y Rioplatense fueron esenciales en la circulación del pensamiento católico tradicionalista. En este conjunto, debemos incorporar a Ediciones Mikael

40“Libro leído para Ud.”, en Verbo, Buenos Aires, nº 148, noviembre de 1974, p. 57.

41Ezcurra Uriburu, Alberto, “Prototipo del Santo y del Héroe” en Sermones patrióticos (1995), Buenos Aires, Cruz y Fierro Editores, p. 251.

42Ezcurra Uriburu, Alberto, “Introducción”, en Codreanu, Corneliu (1974), Diario de la Cárcel, Buenos Aires, Cruz y Fierro Editores, p. 13.

43El trabajo, bajo el título Moral Cristiana y Guerra Antisubversiva (2007), fue recuperado por un grupo de discípulos y seguidores de Ezcurra Uriburu, nucleados en el Centro de Estudios “Padre Alberto Ignacio Ezcurra”. La introducción estuvo a cargo de Antonio Caponnetto.

44Ezcurra Uriburu, Alberto (2007), Moral Cristiana y Guerra Antisubversiva, Buenos Aires, Editorial Santiago Apóstol, p. 47.

45Ezcurra Uriburu, Alberto, “Reseña de Castro Castillo, Marcial (1979), Fuerzas Armadas. Ética y represión”, en Mikael, Paraná, nº. 24, tercer cuatrimestre de 1980, p. 173.

46Ezcurra Uriburu, Alberto, “Reseña de Larteguy, Jean (1976), Adiós a Saigón” en Mikael, Paraná, nº. 12, tercer cuatrimestre de 1976, p. 145.

47Ezcurra Uriburu, Alberto, “Presentación” en Díaz Araujo, Enrique y Caturelli, Alberto (1977), Freire y Marcuse. Los teóricos de la subversión, Paraná, Ediciones Mikael, p. 5.

48Ezcurra Uriburu, Alberto, “La vocación patriótica” en Sermones patrióticos (1995), p. 34.

49Ezcurra Uriburu, Alberto, “Presentación” en Díaz Araujo, Enrique (1981), El evolucionismo, Paraná, Ediciones Mikael, p. 7.

50Ezcurra Uriburu, Alberto “La moda del ocultismo”, en Mikael, Paraná, nº. 30, tercer cuatrimestre de 1982, pp. 7-28. Algunas de las conferencias, dictadas entre 1985 y 1986, se pueden consultar en el sitio https://formacioncatolicahoy.org/14-ezcurra-alberto.html

51Ezcurra Uriburu, Alberto, “Reseña de Eliade, Mircea (1977), Ocultismo, Brujería y Modas Culturales” en Mikael, Paraná nº. 18, tercer cuatrimestre de 1978, p. 140.

52 Ezcurra Uriburu, Alberto, “Reseña de Malchi, Martin (1977), El rehén del Diablo” en Mikael, Paraná, nº. 18, tercer cuatrimestre de 1978, p. 144.

53 Ezcurra Uriburu, Alberto, “Reseña de Guénon, René (1976), El esoterismo de Dante”, en Mikael, Paraná, nº. 18, tercer cuatrimestre de 1978, pp. 136-139.

54En la mitología hindú el Kali-yuga se corresponde con la era o período relacionado con el “fin de los tiempos”.

55En su posterior etapa en Gladius sería contundente respecto a Guénon y su diagnóstico de época: “El estilo de R.G es fascinante, agudo su sentido crítico, el orden y la claridad de su pensamiento deslumbran en una época acostumbrada a la oscuridad, la confusión, la ambigüedad.” (Gladius, nº6, p. 186).

56Por ejemplo, las palabras esgrimidas por Alberto García Vieyra que, apelando a la doctrina de la guerra justa, entendía al conflicto de Malvinas como un enfrentamiento contra el protestantismo inglés. Véase García Veyra, Alberto. La Guerra Justa (sin fecha). Disponible en http://www.traditio-op.org/biblioteca/Garcia_Vieyra/La_guerra_justa,_R._P._Fray_Alberto_Garcia_Vieyra_OP.pdf (Fecha de consulta 20/03/2020).

57Ezcurra Uriburu, Alberto, “La patria crucificada” en Sermones patrióticos (1995), p. 64.

58Ezcurra Uriburu, Alberto, “Reflexiones sobre la patria” en Mikael, Paraná nº. 29, segundo cuatrimestre de 1982, p. 3-11

59Ezcurra Uriburu, Alberto, “La patria y la paz” en Sermones patrióticos (1995), p. 49.

60Ezcurra Uriburu, Alberto, “La patria y la paz” en Sermones patrióticos (1995), p. 43.

61“Editorial” en Mikael, Paraná, nº. 30, tercer cuatrimestre (1982: 4- 5). También es citado en Cersósimo (2011).

62Ezcurra Uriburu, Alberto, “Obligado y Malvinas” en Sermones patrióticos,1995, p. 56.

63Ezcurra Uriburu, Alberto, “Obligado y Malvinas” en Sermones patrióticos, 1995, p. 57.

64Ezcurra Uriburu, Alberto, “Obligado y Malvinas” en Sermones patrióticos, 1995, p. 59.

65Ezcurra Uriburu, Alberto, “La patria crucificada” en Sermones patrióticos, 1995, p. 65.

66Véase http://www.arzparan.org.ar/2010/09/07/mons-karlic/ (fecha de consulta: 6/04/2020).

67 Quijano, Alonso, “Hacia la destrucción del seminario de Paraná”, en Cabildo, 2da época, Buenos Aires, nº. 88, mayo 1985, pp. 30-32.

68 Boletín informativo AICA, nº 1492, 25 julio de 1985, pp. 16-17.

69El panfleto se puede encontrar en la documentación de su hermano Fernando Ezcurra. Historia del seminario de Paraná. AAP.

70 Modificaciones en el equipo de superiores del seminario (25 de julio de 1985). El Diario. p. 6.

71Quijano, Alonso, “Y Cabildo tenía razón”, en Cabildo, 2da época, Buenos Aires, n. 91, agosto de 1985, pp. 26-27.

72Para una reseña de esta organización religiosa se puede consultar su página web https://ive.org/es/quienes-somos/presentacion (fecha de consulta: 6/04/2020). Una descripción más detallada de los acontecimientos se puede encontrar en Maradeo (2015). También es fundamental el estudio de Giménez Béliveau (2016) que se detiene en la experiencia interna de este grupo.

73 P. Alberto Ezcurra. Folleto homenaje del seminario de San Rafael, 1993. Biografías de Fernando Ezcurra. AAP. López Ángel, Miguel, “Prólogo” en Ezcurra Uriburu, Alberto (1994), Tu reinarás. Espiritualidad del laico. San Rafael. Kyrios ediciones, p. 13.

74La revista sería el germen de una posterior fundación (Fundación Gladius), que ha tenido una labor continua en el financiamiento y divulgación (editorial por medio) del pensamiento del tradicionalismo católico. Véase https://fundaciongladius.org/#!/-quienes-somos/ (fecha de consulta: 6/04/2020).

75Breide Obeid, Rafael, “Presentación” en Gladius, Buenos Aires, nº. 1. tercer cuatrimestre de 1984, p. 3.

76Sáenz, Alfredo, “Veinte años de Gladius” en Gladius, Buenos Aires, nº. 58, Año 21, p. 3.

77No obstante, no ocuparía funciones editoriales, más abocado, por ese entonces, a la organización del seminario de San Rafael.

78 Padre Alberto Ezcurra: In memoriam. Biografías de Fernando Ezcurra. AAP. Caponnetto recupera la última intervención de Ezcurra Uriburu en noviembre de 1992, junto al coronel Juan Francisco Guevara, en la presentación de su libro El deber cristiano de la lucha. Para un abordaje metódico de los homenajes y tributos entre los tradicionalistas católicos, véase Orbe (2016).

79 Ezcurra Uriburu, Alberto, “Prólogo”, en Ezcurra Medrano, Alberto, Catolicismo y Nacionalismo (1991), Buenos Aires, Cruz y Fierro Editores, p. 17.

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