Itinerantes. Revista de Historia y Religión 19 (jul-dic 2023) 8-32

On line ISSN 2525-2178



Con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”: la revista Tiempo Latinoamericano en los albores de la democracia (Córdoba, 1982-1983)



With one ear to the people and the other to the Gospel”: Tiempo Latinoamericano magazine at the dawn of democracy (Córdoba, 1982-1983)



Rebeca Camaño Semprini

Universidad Nacional De Córdoba

CONICET

https://orcid.org/0000-0001-5122-1987

rebesemprini83@gmail.com



Resumen


En octubre de 1982, apareció en Córdoba el primer número de Tiempo Latinoamericano, “revista mensual independiente especializada en temas religiosos y sociales”. Fundada por el exseminarista Luis Miguel “Vitín” Baronetto, el periodista Juan Carlos Molina y el exsacerdote Máximo Layús, irrumpió en el escenario provincial con el propósito declarado de erigirse en instrumento al servicio de “la justicia, la paz, la libertad y el progreso de los hombres”. En el presente artículo reconstruimos y analizamos los orígenes de la publicación, a partir de concebirla en una triple inscripción: como actor político, agente de socialización política y empresa cultural. Prestamos atención a las trayectorias del grupo fundador, el perfil identitario de la revista y su discursividad. En especial, nos interesa acceder a sus representaciones y posicionamientos respecto a lo político, su inserción dentro del heterogéneo catolicismo y su relación con las jerarquías eclesiásticas. Para ello, centramos nuestra atención en los primeros diez números de Tiempo Latinoamericano, publicados entre octubre de 1982 y diciembre de 1983.


Palabras clave: prensa católica; representaciones; política; democracia.


Abstract


In October 1982, the first issue of Tiempo Latinoamericano, “an independent monthly magazine specialized in religious and social topics” appeared in Córdoba. Founded by former seminarian Luis Miguel “Vitín” Baronetto, journalist Juan Carlos Molina and former priest Máximo Layús, it burst onto the provincial scene with the declared purpose of establishing itself as an instrument at the service of “justice, peace, freedom and progress of men”. In this article we reconstruct and analyze the origins of the publication, starting from conceiving it in a triple inscription: as a political actor, as an agent of political socialization and as a cultural enterprise. We pay attention to the trajectories of the founding group, the identity profile of the magazine and its discursivity. In particular, we are interested in accessing their representations and positions regarding politics, their insertion within heterogeneous Catholicism and their relationship with ecclesiastical hierarchies. To do this, we focus our attention on the first ten issues of Tiempo Latinoamericano, published between October 1982 and December 1983.


Keywords: Catholic press; representations; policy; democracy.




Fecha de envío: 25 de septiembre de 2023

Fecha de aceptación: 30 de Octubre de 2023



Introducción


“En una Córdoba sin palabras, sin docencia ni decencia, en un país que ha perdido su capacidad de asombro, en una América Latina hambrienta de justicia, pero que siempre apuesta a la esperanza, nosotros queremos decir ¡PRESENTE!”1

En octubre de 1982, aparecía “una nueva publicación desde el centro del país” con el deseo de “expresar un cristianismo comprometido con nuestro tiempo” y “ser presencia y voz Evangélica en medio de la realidad política”.2 Según los lineamientos de la Communio et Progessio,3 pretendía erigirse en instrumento al servicio de “la justicia, la paz, la libertad y el progreso de los hombres”. 4 Sus fundadores reconocían un pasado en común de militancia en las décadas del sesenta y setenta bajo los influjos del Concilio Vaticano II, etapa de sus vidas recordada y reivindicada permanentemente en las páginas de Tiempo Latinoamericano.

Nuestro estudio se centra en la etapa inicial de la revista,5 enmarcada por la iniciativa de “concertación” de la Junta militar y la asunción de Raúl Alfonsín a la Presidencia de la Nación, con una perspectiva de análisis que se encuentra en un punto de intersección entre los estudios centrados en el mundo católico y los que analizan el rol político de la prensa, en particular la católica. Pese a los notables avances historiográficos en esta línea, los meses aquí abordados no han sido los más transitados.6 Como ha señalado Fabris (2019a), se trata de un período particularmente complejo de la historia reciente, dada la inestabilidad producida por la descomposición del gobierno autoritario y la reconstrucción de las instituciones democráticas.7


Tiempo Latinoamericano. (noviembre de 1982). p. 18.


Partimos de concebir a Tiempo Latinoamericano en una triple inscripción: como actor político con capacidad de influencia sobre otros actores políticos y componentes de la audiencia (Borrat, 1989); en tanto agente de socialización política que contribuye a definir la identidad política de sus lectores, inspirando sentimientos y coadyuvando a moldear sensibilidades (Llul, 2003); y como empresa cultural que participa en la promoción de valores y modos de sociabilidad para organizar la vida social (Kircher, 2005).

Con este trasfondo, en las páginas que siguen prestamos atención a las características generales de Tiempo Latinoamericano, las trayectorias del grupo fundador, el perfil identitario de la publicación y su discursividad. En especial, nos interesa acceder a sus representaciones y posicionamientos respecto a lo político, su inserción dentro del heterogéneo catolicismo y su relación con las jerarquías eclesiásticas. Para ello, centramos nuestro análisis en dos espacios de la revista:8 sus editoriales y las notas de opinión sobre la realidad política, entendiendo que a través de ellos la publicación juzga, desde su propia perspectiva, aquellos acontecimientos y procesos que considera relevantes (Alcíbar Cuello, 2015).


La revista


Tiempo Latinoamericano se presentaba como una “revista independiente especializada en temas religiosos y sociales”. Aunque por su periodicidad mensual no realizaba un seguimiento pormenorizado de los sucesos de coyuntura, cada número contaba con un editorial y una nota de opinión sobre el escenario político argentino. Se imprimía en un papel de calidad intermedia, en blanco y negro, la tapa y contratapa en escala de grises. Cada número rondaba entre las 26 y 30 páginas. El material de lectura incluía editoriales, notas de opinión y análisis sobre la actualidad, poesías, canciones, noticias de Córdoba, Argentina, Latinoamérica y el mundo. Ocupaban un lugar preferencial las entrevistas con referentes políticos, sociales, culturales y de los derechos humanos. Intercalados aparecían dibujos, fotografías, caricaturas (en ocasiones extraídas de otros medios de prensa cordobeses), collages y publicidades.

Entre los anunciantes predominaban espacios y profesionales vinculados de algún modo con el perfil de la revista, como el Instituto Superior de Formación e Investigación Pedagógica Cooperativa (ISPEC), la librería ecuménica Diálogo, la Asociación Mutual Cristiana, la librería San Pablo, el Centro Educacional ortodoxo San Jorge o el estudio jurídico del abogado católico Manuel Cornet. Solían aparecer notas en las que se presentaban las experiencias desarrolladas en torno a estas instituciones. Asimismo, entre los anunciantes figuraban comercios minoristas y marcas cordobesas. Las fuerzas políticas también contrataron espacio publicitario en la revista. Así lo hicieron el Partido Demócrata Cristiano y la Juventud Peronista al acercarse las elecciones de octubre de 1983.

Desde el segundo número la revista comenzó a dedicar un espacio para la comunicación con las y los lectores bajo el título de “Página Abierta” en la que se publicaban los mensajes recibidos y las respuestas de la redacción. Se incluía una indicación para los intercambios: “ESTA PÁGINA NO ES NUESTRA. ES SUYA. DEL LECTOR. PERO LE PEDIMOS UN FAVOR: ESCRIBA CORTO, CONCISO, SIMPLE. Y POR FAVOR: CON NOMBRE Y APELLIDO. MUCHAS GRACIAS”.9 Entre quienes escribían se observa una predominancia de habitantes de la ciudad de Córdoba y localidades vecinas, pero también llegaban cartas desde otras provincias. Transmitían sus opiniones sobre el contenido de la revista y, en ocasiones, inquietudes políticas. Así, un lector cuestionó a la revista por ser “demasiado clerical” y presentar un análisis “inficcionado (sic) de corporativismo”. En la respuesta, que adelanta el posicionamiento de la publicación frente a las jerarquías eclesiásticas, se aclaraba:


N. de la R: Agradecemos su aporte. TIEMPO LATINOAMERICANO no es clerical ni corporativista. Busca ser tan sólo una “expresión de Iglesia”, que aporte desde una perspectiva cristiana al compromiso efectivo con nuestra realidad, luchando desde nuestras páginas por una salida democrática en plena identificación con todo lo nacional y popular, dando para ello cabida a las diversas expresiones concretas, sin que signifique embanderamiento con partido político alguno.10


Otras instancias de intercambio con lectores eran los concursos en torno a alguna figura o consigna. Entre ellos, se destaca el realizado como homenaje a Monseñor Enrique Angelelli, asesor de la Juventud Obrera Católica y formador de sacerdotes “de quien [tuvieron] la dicha de ser discípulos”.11 Se trató de una instancia artística-literaria, en la cual los trabajos debían enviarse bajo un pseudónimo en prosa o verso, o bien dibujos y pinturas. Fueron evaluados por un jurado integrado por sacerdotes, pastores y laicos de Córdoba y La Rioja y12 los resultados se publicaron en el cuaderno Enrique Angelelli, Obispo y Mártir, junto a homilías, testimonios, documentos inéditos, reflexiones teológico-pastorales, reportajes y fotos.13 Como profundizaremos en el siguiente apartado, la figura ejemplar de Angelelli como mártir se convirtió para el equipo responsable de Tiempo Latinoamericano en un ícono dador de identidad (Catoggio, 2016).

No contamos con datos precisos sobre la tirada y el caudal de lectores, pero a un año de haber comenzado a editarse, la revista informaba haber llegado a los 2000 ejemplares distribuidos en más de 10 provincias.14 Eran comercializados a través de suscripciones15 y la venta en kioscos –inicialmente de Córdoba capital y luego de distintas localidades de la provincia y el país– y distribuidos en parroquias e instituciones católicas por sacerdotes y laicos/laicas afines al posicionamiento de la revista.16

Como se evidencia en la cita anteriormente reproducida, hubo cierta insistencia sobre la independencia de la revista respecto a las jerarquías eclesiásticas: “Como no tenemos patrones ni esclavos, somos libres y estamos abiertos a todas las inquietudes que ayuden a mejorar este medio comunicacional”;17 que se combinaba con una reivindicación de su lugar dentro de la Iglesia:


Nunca hemos sido tan pretensiosos como para constituirnos … en una expresión abarcadora, institucional e integral de la vida de la Iglesia… Nuestra revista es un esfuerzo conjunto de bautizados que aspiramos a una presencia comprometida de los cristianos con la realidad argentina. Precisamente en la línea señalada por nuestro Episcopado… este humilde y sencillo servicio es también expresión de esa Iglesia que busca ser solidaria con los pobres, porque ellos son los privilegiados de Jesucristo.18


La mención permanente del Episcopado, y sus declaraciones y pastorales, nos hace pensar en las jerarquías “como polo hermenéutico total” que estaba presente, aun cuando la revista no fuera ni pretendiera ser su voz oficial.19 En el cuarto apartado, al analizar los posicionamientos de Tiempo Latinoamericano respecto a los posicionamientos políticos de las autoridades eclesiásticas, volveremos sobre esta cuestión.


El grupo fundador y el perfil identitario de Tiempo Latinoamericano


Entre quienes fundaron Tiempo Latinoamericano se destacan tres figuras: Luis Baronetto, exseminarista, Máximo Layús, exsacerdote católico, y Juan Carlos Molina, el único periodista profesional y sobre quien recayó la dirección de la revista durante los primeros tres números.20 Inicialmente, la oficina de redacción y administración se encontraba en General Paz 94, espacio donde funcionaba el ISPEC,21 el cual, como vimos, era uno de los anunciantes de la revista. Dado que Baronetto revestía la condición de expreso político con libertad vigilada,22 durante el período analizado utilizó el seudónimo de Miguel Verino en su función de diagramador de la revista y el de Juan Dídimo Serrano en la redacción de la sección “Panorama político”. Recién pudo utilizar su verdadero nombre luego del cese de su detención a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (San Nicolás, 2023).

El grupo reconocía un pasado en común. Durante sus años de seminaristas, participaron de diversas actividades vecinales y pastorales23 e integraron comunidades eclesiales de base.24 Imbuidos de los aires de renovación del Concilio Vaticano II25 y los documentos de Medellín y Puebla, estos espacios fortalecieron su compromiso político.26 Compromiso que se plasmó en su participación en el Cordobazo junto a vecinos y militantes católicos de la parroquia de Bella Vista27 y en la vinculación con Montoneros a través de la Juventud Obrera Católica (Gordillo, 2017). El golpe de Estado de 1976 interrumpió estas experiencias: los grupos, comunidades y movimientos juveniles de los que participaban fueron dispersados y sus integrantes sufrieron persecuciones, allanamientos y detenciones (San Nicolás, 2023).

Estas experiencias juveniles y aquellas que en la actualidad le daban continuidad estaban presentes de manera permanente en las páginas de Tiempo Latinoamericano, a punto tal que podemos decir que contribuyeron sustancialmente a definir el perfil identitario de la revista. En el primer editorial, de octubre de 1982 “Nace una palabra”, quedaba sintetizada esta trayectoria:


Cuando hace veinte años el Concilio Vaticano II estremeció al mundo con su mensaje de esperanza y vida nueva, nosotros estrenábamos una adolescencia llena de sueños e ilusiones. Nuestra fe recién despierta al latir del mundo, se maduraba en esa Argentina tan querida y tan herida… La década del setenta deja en nuestros espíritus juveniles huellas muy profundas. Nuestros mejores compañeros son heridos por una violencia sin control. Nos encontramos con una precoz madurez cosechada en la lucha por no perder los ideales. Para algunos somos la generación ‘quemada’… A veinte años del Concilio Vaticano II empezamos nuestra marcha y ojalá podamos crecer para reflejar en nuestras páginas toda la fe y el amor que nos anima.28


En una reseña sobre el Concilio Vaticano II, también incluida en ese primer número bajo el título de “A 20 años de un milagro”, Máximo Layús analizaba el presente a la luz del tiempo transcurrido desde entonces:


En estos últimos veinte años, esta experiencia rica de Iglesia ha volcado en sus reflexiones pastorales semillas de renovación en nuestro continente, con trabajos profundos realizados desde el CELAM (Medellín y Puebla marcan hitos luminosos de progreso y desafío). Son voces claras y proféticas que impulsan y exigen a los cristianos su compromiso en la reforma de las estructuras de pasado. La Iglesia americana de estos últimos años cuenta en su haber con una pléyade de mártires que han sabido enseñarnos con el testimonio de su vida el camino tantas veces abandonado por negligencia o cobardía.29


Tal como ha señalado Catoggio (2016), “algunos actores, sobresalientes por su rol institucional, su presencia mediática o sólo por su carisma personal para generar adhesión, se convirtieron tempranamente en íconos dadores de identidad” (p. 219). En tales términos, los impulsores de Tiempo Latinoamericano reconocieron en Angelelli una figura ejemplar en torno a la cual elaboraron su identidad y reinventaron un linaje que le daba sentido a su propia trayectoria vital. Fueron parte de aquellos jóvenes en formación durante los años sesenta y setenta para los cuales “ser ordenado(s) o haber tenido algún tipo de contacto con el entonces obispo Angelelli pasó a ser un marcador identitario” (p. 220). Bajo el título de “Siguiendo tu paso”, en el editorial del número de agosto de 1983 al que ya hemos referido, el equipo responsable afirmaba:


Y acercándonos silenciosamente a esta tumba, que guarda sus restos pero que nunca podrá encerrar su espíritu, decir…

Enrique Angelelli

Obispo y Mártir

de quien tuvimos la dicha de ser

discípulos.

Aquí estamos!

Dispuestos a seguir tu paso,

a tomar la bandera del compromiso, como hijos de esta Iglesia que tanto

amamos y queremos como tú la quisiste.

Comprometida con los pobres,

con los más humildes,

con los que buscan la justicia y la paz.30


En un sentido más amplio, se reconocían a sí mismos como


un grupo de jóvenes profesionales … que deseamos aportar nuestro grano de arena para construir una sociedad más justa, más solidaria, más fraterna. Lo hacemos desde una óptica cristiana y con la fuerza que da el Evangelio de Jesús” que dice: “Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo”.31


Y definían el perfil de la revista en los siguientes términos:


Tres características signaron nuestro compromiso:

  1. Una fe cristiana, universal, ecuménica, abierta a todos los hermanos en la línea eclesial de Medellín y Puebla

  2. El amor que se juega en un compromiso con la justicia, con los oprimidos. Hemos entendido así el mensaje: “Conocida la situación de pobreza, marginalidad e injusticia en que están sumidas grandes masas latinoamericanas y de violación de los derechos humanos, la Iglesia, en el uso de los medios propios, debe ser cada día la voz de los desposeídos, aún con el riesgo que ello implica (Puebla, 1094)

  3. En el juego político amplio, la opción por lo nacional y popular, sin adscribirnos a partido político alguno.32


Consustanciadas con Medellín y Puebla, las páginas de Tiempo Latinoamericano sostenían una opción preferencial por los pobres y por los jóvenes. En los apartados que siguen veremos cómo se tradujeron estos principios en ciertas representaciones y posicionamientos en torno a lo político. Nos interesa ahora señalar que eran permanentes las denuncias sobre una situación social que, desde la perspectiva de la revista, adquiriría características inusitadas y se encontraba en las antípodas de la doctrina cristiana:


La crisis que se soporta ha llegado a sus raíces morales, como lo ha denunciado el Episcopado argentino. Sin duda que la profundidad de la política instrumentada en estos últimos seis años ha sido el intento más serio: el plan económico del 2 de abril de 1976 terminó por rematar al país, condenando a la miseria a los trabajadores. Nunca como hoy la denuncia de hambre ha sido tan palpable. 33


Un puente unía la experiencia de quienes impulsaban Tiempo Latinoamericano con la juventud de los albores de la democracia:


Después de siete años de inercia política, el país se pone nuevamente en movimiento. Los que eran adolescentes e iniciaban la etapa secundaria en 1976, hoy cursan los primeros años de universidad, y aquellos que comenzaban su carrera universitaria, hoy ya son jóvenes profesionales. Una enorme franja generacional se dispone a participar y quiere despertar del sueño al que le sometieron los adultos. Ellos son los que en buena medida decidirán la elección de los próximos gobernantes y serán los dirigentes de un mañana muy cercano.34


En respuesta a la necesidad de encontrar espacios de participación y de sumarse a “los esfuerzos que toda la Iglesia realiza por concretar la prioridad pastoral definida el año pasado por Episcopado Argentino”,35 Tiempo Latinoamericano organizó un encuentro juvenil en torno al compromiso cristiano ante la realidad política y social. Buscaba constituirse en una instancia en que “los jóvenes más que receptores pasivos, sean los primeros protagonistas”. Aunque no se haya explicitado, resulta evidente que la fecha no fue elegida al azar: 29 de mayo, aniversario del Cordobazo. Las discusiones –que buscaban recuperar los documentos de Medellín, Puebla y las últimas declaraciones del episcopado argentino– girarían en torno a la misión del cristiano, la fe y la política, los fundamentos bíblicos y la doctrina de la Iglesia, la realidad nacional, el compromiso cristiano ante la situación actual y propuestas para la acción.36 En tiempos de cuaresma, este “despertar de los jóvenes cristianos” que buscaban canalizar sus iniciativas “en el afán de asumir un compromiso decidido con la realidad social y política” era identificado como “un signo de Resurrección”, pues representaban “las semillas que germinarán en el hombre nuevo que necesita la nueva Argentina”.37 Baronetto recuerda que la prohibición a los colegios católicos de facilitar sus instalaciones para la realización del encuentro, dictada por el Consejo de Educación Católica bajo orden del arzobispado, le otorgó mayor visibilidad a la revista y potenció su distribución en nuevos centros y parroquias.38


Tiempo Latinoamericano y la dictadura


Los primeros números de Tiempo Latinoamericano coincidieron con el llamado del gobierno a la concertación. En las “Pautas para la Concertación Económica, Política y Social” se resumían los puntos “innegociables” en la transición a la democracia.39 Al buscar conservar la definición de la agenda (Novaro, 2006), quedaban al desnudo, “si no todos, al menos la gran mayoría de los temas alrededor de los cuales los uniformados albergaban algún temor hacia el futuro” (Canelo, 2006, p. 80). La principal preocupación de los militares giraba en torno a que no se investigara sobre lo actuado durante el período dictatorial, en particular respecto a los desaparecidos, pero también en lo relacionado con los llamados “ilícitos” que se habían cometido y la gestión de la guerra de Malvinas. Buscaban, asimismo, seguir siendo un actor con poder decisión en el sistema democrático (Baeza Belda, 2016).

Todos estos aspectos estuvieron presentes en el análisis de Tiempo Latinoamericano. Bajo el título de “Lo que se viene”, en noviembre de 1982 fijó su postura sobre el llamado a la concertación lanzado por el gobierno. La pretensión de “un ‘borrón y cuenta nueva’”, acompañada del “fantasma de recambios o nuevos golpes”, era interpretada como una búsqueda de condicionar, “ya que no se la puede impedir”, la salida democrática” y un intento de “prolongar una permanencia en el afán de hacer menos traumático el fracaso de las instituciones responsables de este ‘proceso’”.40 Esto parecía evidenciar que “las fuerzas armadas están más preocupadas por el futuro de su institución que por el destino de la Nación”.41 Al respecto, sentenciaba:


Cualquier “negocio” o “concertación” que no entrañe la restitución de todos los derechos avasallados; y no conduzca al establecimiento de la justicia social, y a la ruptura de los lazos de la dependencia, significará lisa y llanamente una traición a la Patria, que acarreará a los argentinos nuevas cuotas de dolor, angustias y postergaciones.42


Al mes siguiente, la crítica a las Pautas… fue aún más contundente:

Únicamente la desesperación… podía recomendar el lanzamiento de esos utópicos 14 puntos. ¿Cómo pretender que por ejemplo que los sectores políticos puedan “concertar” sobre los eufemísticamente llamados “ilícitos”? Justamente quienes hace cinco años vinieron a “combatir la corrupción” se ven hoy envueltos en negocios y escándalos que recién comienzan a destaparse … Suena también tragicómico que se hable de “autoamnistías”, “presencia constitucional de las FFAA en el próximo Gobierno”, o “estabilidad de la Justicia”.43


Uno de los factores que influyeron para que el gobierno lanzara las Pautas fue el descubrimiento en octubre de 1982 de cientos de tumbas colectivas sin identificar en las cercanías de Campo de Mayo. Junto con hallazgos similares en Chacarita, Córdoba y Mar del Plata, dieron origen a lo que se conoció como “show del horror”. Partícipes directos aportaron declaraciones, algunos para defender públicamente el método y alcance del plan antisubversivo, otros pocos muy arrepentidos contaron lo que sabían. Los crímenes se volvieron así una realidad inmediata para millones de argentinos (Novaro, 2006).

Para Tiempo Latinoamericano, el hallazgo de las tumbas clandestinas significaba “un nuevo golpe a la conciencia moral de los argentinos” y convertía a la cuestión desaparecidos en un tema que interpelaba a todos, “por las omisiones, complicidades, silencios e impotencias de otros momentos”.44 Se destacaba en particular la revelación de inhumaciones clandestinas en el cementerio San Vicente de la ciudad de Córdoba y la existencia de certificados judiciales que daban cuenta de sepulturas de este tipo dispuestas por el III Cuerpo del Ejército.45

La magnitud de la represión, ahora evidenciada a todas luces, convertía “a los detenidos desaparecidos en el nudo gordiano de la reconciliación”.46 Según se juzgaba en la columna política de la revista, todos los que tenían alguna incidencia en la escena política eran conscientes de “que este tema debe imprescindiblemente resolverse, ya que de lo contrario será la espada de Damocles que penderá amenazante sobre la cabeza del futuro gobierno”.47 Consideraciones de este tipo se repitieron durante los meses siguientes, en numerosas notas que reclamaban justicia y advertían sobre las consecuencias que podía traer para la estabilidad democrática optar por el olvido y la impunidad: “No es olvidando… como se curarán las heridas. Promover hoy la investigación de lo actuado es una manera de garantizar la estabilidad futura”,48 pues


apelar al olvido es sentar un peligroso antecedente para un futuro de impunidad que amenazará cualquier avance hacia la estabilidad democrática y la realización de un proyecto de país acorde a la grave situación nacional que vivimos, dejando incólumes, para que vuelvan a repetirse en pocos años, las llagas que hoy hieren el cuerpo social de esta Argentina desgranada.49


Como veremos en breve, estas advertencias, así como las críticas a quienes pretendían dar vuelta la página, se acrecentaron luego de que las fuerzas armadas jugaran su última carta al elaborar el Documento final sobre la guerra contra la subversión y el terrorismo y la Ley de Autoamnistía (Canelo, 2006). Poco antes de que el primero saliera a la luz, al cumplirse 7 años de dictadura, la columna política de Tiempo Latinoamericano propuso una relectura de las actas institucionales proclamadas en “la negra noche de los sables”, para compararlas con la realidad del momento “y descubrir allí la falacia de las argumentaciones que se utilizaron para atropellar las instituciones fundamentales de la Nación y justificar así el genocidio”.

Se contrastaba en este análisis la “vigencia plena del orden jurídico y social” anunciada en 1976 con “la dolorosa secuela de una actuación criminal amparada en la impunidad, con 30.000 desaparecidos, cerca de 5.000 muertos y más de 10.000 argentinos que pasaron por las cárceles”. También se preguntaba cómo podría concretarse la pretendida situación económica “que asegure la capacidad de decisión nacional y la plena realización del hombre argentino” con una deuda externa que se acercaba a los 40.000 millones de dólares, un cuadro industrial recesivo, las economías regionales destruidas, una inflación que en 1982 se había aproximado al 180%, el vaciamiento de YPF, la fuga de capitales, “la usura institucionalizada por la especulación” y el abierto reconocimiento de que la política salarial estaba “sujeta a las condiciones impuestas por el FMI”. Se afirmaba que resultaba asimismo inentendible cómo podría “realizarse el hombre argentino” con una reducción del salario real en un 50% logrado mediante la represión gremial generalizada, el despido, la eliminación de las Comisiones Internas y la detención y desaparición de miles de delegados sindicales. Frente a la promesa de obtener bienestar general “a través del trabajo fecundo, con igualdad de oportunidades y un adecuado sentido de la justicia social”, se señalaba la realidad de 2.000.000 de desocupados, la reducción del consumo, y el ahogo financiero de los pequeños y medianos empresarios y productores del campo. A ello se sumaban “comportamientos inmorales”, entre los que resaltaba la corrupción en los negociados de obras públicas y el empleo de “influencias” para la concesión de licitaciones. Como síntesis de esta lectura de la experiencia dictatorial, sentenciaba: “Al cabo de 7 años, acallaron las trompetas y platillos con que el Proceso festejaba su aporte redentor y su avasallamiento a la Constitución.50

Poco después, la Junta presentaba el Documento final como intento de darle un “punto final” al tema de la lucha contra la “subversión” y obtener legitimación social en torno al “ataque frontal, definitivo y victorioso”. Se afirmaba que muchas de las desapariciones habían sido “una consecuencia de la manera de operar de los terroristas” y que quienes figuraban en nóminas de desaparecidos y no se encontraban exiliados o en la clandestinidad se consideraban muertos. Se negaba, además, la existencia de “lugares secretos de detención … establecimientos carcelarios [o] personas detenidas clandestinamente”.51 Bajo el título de “Punto final a qué?”, Tiempo Latinoamericano juzgaba al Documento final como “un nuevo gesto de soberbia” y sostenía que el rechazo unánime que había despertado en los partidos políticos de signo nacional y popular, las organizaciones sociales y jerarquías eclesiásticas y, en particular, el pronunciamiento del Vaticano, eran un indicador del grado de aislamiento alcanzado por el gobierno militar, “una vuelta más de rosca al desprestigio que ha caracterizado a este proceso”.52

Meses más tarde, luego de la oficialización de las fórmulas para las elecciones presidenciales, la Junta redobló la apuesta con la Ley de Enjuiciamiento de Actividades Terroristas y Subversivas (22.924), conocida como Ley de Autoamnistía, con la que procuraba preservar a las Fuerzas Armadas, no ya del inevitable repudio social, sino de la condena judicial (Canelo, 2006). Para Tiempo Latinoamericano se trataba de un nuevo intento por frenar el “reloj de la democracia”, detrás del cual se podía advertir “el tenebroso accionar de estas bandas que a contrapelo de toda la Nación desean impedir cualquier tipo de investigación”.53 En el próximo apartado profundizamos en los posicionamientos de Tiempo Latinoamericano respecto a las jerarquías eclesiásticas. Por el momento, nos interesa mencionar que, para decir “no al autoperdón”, recuperaban las palabras de monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo de Viedma:


Con el Evangelio en la mano, (mt. 5,37) digo:

sí a la paz,

sí a la justicia,

sí a la verdad,

sí al amor.

No a la impunidad,

no a la prepotencia,

no a la violencia,

no a la auto-amnistía.54

Tiempo Latinoamericano frente a los posicionamientos políticos de las jerarquías eclesiásticas


Como adelantamos, Tiempo Latinoamericano insistió en diversas oportunidades sobre su independencia respecto a las jerarquías eclesiásticas. Esto no implicaba renegar de la Iglesia ni desconocer la palabra del episcopado argentino. Por el contrario, se recurría permanentemente a sus declaraciones para legitimar el propio discurso. Como contracara, se cuestionaban las posturas prescindentes o poco contundentes y eran condenadas las complicidades con el régimen militar. Las críticas, empero, se concentraban en figuras concretas y no en la institución.

Respecto al documento “Camino a la reconciliación”, publicado por la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina en agosto de 1982, Tiempo Latinoamericano señalaba que no debía confundirse este llamado con la concertación, en tanto “maniobra política” propuesta por el gobierno. Entendía que el planteo del episcopado era claro: debía asentarse “sobre la libertad, la justicia y la verdad”. No se trataba de una “red salvadora” ni “un puente de plata”, sino que implicaba “obrar con espíritu de grandeza y responsabilidad”.55

Desde la perspectiva de la revista, con este documento, así como en “Iglesia y Comunidad nacional” (1981), la institución se había lanzado “a la operación política –o servicio pastoral, para definir la acción en términos eclesiales– más riesgosa de los últimos años”. Hasta entonces –y luego del “trauma del 55”, cuando había sido utilizada por las elites antipopulares–, se había mostrado reticente a “meterse en política” y sostenido “un rol orientador”. Era la profundidad de la crisis y el vacío de conducción lo que –según postulaba Tiempo Latinoamericano– había impulsado a las jerarquías a impulsar “acciones concretas en el quehacer político”.56

En un contexto en que la reconciliación, asociada al perdón, presentaba una diversidad de sentidos en disputa (Fabris, 2013), Tiempo Latinoamericano retomaba las voces de referentes eclesiásticos para dar fuerza a sus argumentos, y en particular, resaltar la necesidad de revisar y juzgar la actuación gubernamental:


Los obispos han hablado del Perdón. Pero, como bien ha dicho Mons. De Nevares, “cuando los obispos hablan de perdón debe quedar claro que quienes pueden perdonar son los ofendidos, es decir, el pueblo y cada una de las personas y familias que han sufrido en lo más íntimo la violación de sus derechos… no puede ser que quienes han cometido los crímenes de lesa humanidad que conocemos, resulten amnistiados y menos autoamnistiados. No puede ser porque la República no renacerá a una vida moralmente sana, institucionalmente fuerte, si no hay una sanción. El olvido significaría agregar un crimen más”57


Hasta el mismo Vicario Castrense, Mons. Medina, en su homilía ante las máximas autoridades militares, el 24 de marzo, ha dicho que es necesario “profundizar la reconciliación, por medio de la verdad que encarrila y de la justicia que, en este caso involucra penitencia”58

El reverso estaba dado por aquellos representantes de la Iglesia, como monseñor Quarracino, que avalaban la “ley del olvido” y contribuían a la búsqueda de “consenso para la “autoamnistía”.59 Aunque se señalaba que no parecía ser “éste el camino a la reconciliación propuesta por el Episcopado”,60 se ponía de relieve que las “actitudes y declaraciones disímiles” eran signo de crisis al interior de la jerarquía eclesiástica.61 Las palabras de monseñor De Nevares eran recuperadas para hacer referencia a las “incoherencias” sostenidas en los últimos años y que ahora obstaculizaban la reconciliación. Al respecto, Tiempo Latinoamericano juzgaba: “Probablemente si la jerarquía hubiese sido más contundente en el reclamo por el respeto a los derechos humanos … hoy la Nación no sufriría, al menos con la actual magnitud, esa lacerante llaga de 30.000 desaparecidos”.62 En las circunstancias actuales, y luego de la visita papal, resultaba impensable “que sectores de las FFAA u otros factores de poder encuentren en la Iglesia sustentación para políticas que han sido claramente desnudadas como “anticristianas y antievangélicas” por los documentos episcopales.63

Desde la sección política de Tiempo Latinoamericano se destacaba la conversación de los obispos a cargo de la Pastoral Social con todo el espectro político para fijar confluencias, “pero dejando en claro los presupuestos y las exigencias fundamentales: reafirmación de la democracia, situación de los derechos humanos, preocupación por lo socio-económico”. 64 Pese a que se mencionaba que lo habían hecho “con el manejo cauteloso que caracteriza a la mayoría del Episcopado”, la mirada era, en términos generales, positiva. Otras plumas de la revista fueron, en cambio, más críticas con las jerarquías eclesiásticas:


casi sin darnos cuenta…hemos dejado que “La Iglesia” tome una decisión que nos devuelva la paz, el orden, la felicidad. ¿Qué Iglesia? ¿El Episcopado? ¿La Jerarquía? Esa Iglesia que se reúne a puertas cerradas a preparar documentos? esa que dialoga con políticos, con gobernantes o con dirigentes gremiales? Puede darse una solución mágica después de tales cónclaves a todo esto que nos quema por dentro?... Reconciliación y casi no entendemos ¿Quiénes? ¿Cómo? ¿El Gobierno? ¿Los partidos políticos? ¿Las FFAA? Las cúpulas sindicales? y en la garganta nos golpea la pregunta ¿EL PUEBLO? ¿DÓNDE QUEDÓ EL PUEBLO? … Al pueblo no le vamos a preguntar nada? O creemos que la solución vendrá en la “cumbre” o de “cónclaves entre los máximos dirigentes” Y a quien perdió un hijo o un brazo en la guerra –en la sucia o en la otra– le vamos a decir que alguien tuvo la culpa y que Dios y la Patria se lo han de demandar…La Iglesia debe dar una respuesta. Los cristianos como Iglesia debemos dar una respuesta, pero una respuesta aquí EN EL MUNDO65


Además de las fuertes críticas a las complicidades con el régimen, en estas palabras quedaba evidenciado de manera elocuente cómo, en consonancia con su perfil identitario, desde las páginas de Tiempo Latinoamericano se postulaban modos de “ser Iglesia” que trascendían a las jerarquías y las estructuras institucionales. Algo que quedó claro en mayo de 1983, a raíz del encuentro juvenil organizado por la revista y que suscitó la censura del arzobispo Raúl Primatesta. Como adelantamos, este incidente le otorgó mayor visibilidad a Tiempo Latinoamericano y suscitó varias declaraciones desde sus páginas. El Consejo de Educación Católica había emitido una circular dirigida a los directores de los colegios bajo su órbita en la que aclaraba que la revista no pertenecía al arzobispado y que no representaba el pensamiento de la Iglesia. Se difundió, además, el rumor de que había sido prohibida por la autoridad arquidiocesana. Como respuesta a una carta de lector que consultaba sobre estas versiones, el equipo editorial aclaró:

A nosotros nos sorprendió tanto como a Ud. la lectura de la circular aludida. Hemos escrito a los Padres Varas y Salvucci, firmantes de la misma, aclarando dos cosas: 1) Nunca dijimos pertenecer al Arzobispado de Córdoba 2) En virtud de la corrección fraterna exigida por el Evangelio, nos digan en qué nos hemos apartado de la Doctrina de la Iglesia… Respecto al otro asunto…el Arzobispado nunca nos prohibió.66

Con ese trasfondo, Tiempo Latinoamericano defendía su lugar dentro de la Iglesia, entendida en sentido amplio. Cuestionaba la reprobación del representante más cercano de la institución eclesiástica, mientras que en paralelo recurría a la voz del episcopado –en “Iglesia y Comunidad Nacional” (1981)– para legitimar su accionar. Luego de criticar “el ataque inquisitorial” de Primatesta y sostener que “toda corrección fraterna ha de hacerse en los términos señalados en el Evangelio ‘Primero ve y dile a tu hermano’”, el editorial cerraba con la siguiente declaración:


La palabra de aliento de Mons. Novak, de sacerdotes, pastores y tantas comunidades cristianas que nos han hecho llegar su solidaridad desde los diversos puntos del país nos anima a profundizar nuestros esfuerzos en la seguridad de que este humilde y sencillo servicio es también expresión de esa Iglesia que busca ser solidaria con los pobres, porque ellos son los privilegiados de Jesucristo.67


En el siguiente apartado veremos cómo estos postulados se tradujeron en una reivindicación de la política, con el pueblo y la juventud como protagonistas.


Democracia, partidos y pueblo


El análisis de Tiempo Latinoamericano sobre el escenario político tendió a pendular entre una mirada pesimista, en particular en torno a los partidos, y la reivindicación de la política. En sus primeros números, afirmaba que eran palpables el “escepticismo y descreimiento” entre la sociedad argentina, que no vislumbraba alternativas claras. Pero esto no se debía a la indiferencia, tantas veces argüida, sino más bien a la desazón por no saberse interpretada. A la debilidad del gobierno no se correspondía, desde su perspectiva, “una fuerza organizada que integre, interpele y conduzca a soluciones de fondo” y ello llevaba a “esfuerzos desperdigados” que no encontraban aún un “canal de expresión”. Empero, “junto a la desconfianza hacia los referentes políticos existentes, se asiste a la reafirmación de una identidad política”.68

Un punto clave en la crítica a los partidos políticos giraba en torno a la cuestión desaparecidos. Tiempo Latinoamericano juzgaba que aquellos dirigentes que sostenían que no era necesaria una revisión y juzgamiento de lo ocurrido no lo hacían tanto por “ceguera” política como por priorizar “otros intereses”. 69 En el mismo sentido, sostenía que “ciertos políticos” magnificaban la “velada amenaza” de futura desestabilización para postergar el reclamo y la movilización.70

A medida que pasaban los meses, la lectura de Tiempo Latinoamericano fue tomando tintes más optimistas. Vio en el documento de los máximos dirigentes políticos de la Multipartidaria71 en rechazo de los términos de la concertación propuesta por el gobierno “el golpe de gracia a un poder tambaleante, que a pocas horas nomás debió reconocer públicamente que ‘los militares no estamos preparados para la política’”.72 La marcha convocada para el 16 de septiembre prometía convertirse, desde su perspectiva:

en un verdadero plebiscito que pondrá el sello definitivo a cualquier intento desestabilizador y reafirmará la voluntad irrevocable de protagonismo. Para quienes creyeron siempre que el pueblo había sido ‘llevado de las narices’ por la ‘demagogia y el populismo’, el chasco será grande.73


Aunque se evaluaba positivamente que los partidos se hubieran “lanzado al fin… a la movilización”,74 Tiempo Latinoamericano enfatizaba en el rol protagónico de la sociedad –o, en sus propios términos, “el pueblo”– en la consolidación de la democracia:


Ante un poder agónico, pero no muerto, que en su desesperación amenaza a cada momento con desestabilizar la marcha hacia la democracia, solamente la presencia activa del pueblo organizado en sus estructuras sociales y políticas, será capaz de dar la estocada final, impidiendo a la vez que la dirigencia timorata entre en componendas espurias y a cambio de migajas, se presten a un contubernio que suena a traición, ante una Nación que exige cambios profundos y políticas en sentido totalmente inverso a las ejecutadas hasta hoy.75


En particular, porque los sectores nacionales y populares –entre los que ubicaba al Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical– debían, imperiosamente, resolver “el vacío de conducción que no [había] sido llenado luego de la desaparición de los últimos líderes nacionales”. Además, porque –juzgaba– ningún partido político se encontraba “en condiciones de garantizar por sí solo una obra de gobierno que responda con las medidas drásticas exigidas por la grave situación social que ve proliferar las ollas populares y otros hechos que hieren la conciencia moral de los argentinos”. En tal situación, resultaba imprescindible “un contundente consenso y participación del pueblo organizado y movilizado” para la pacificación del país.76 Pero, ser pacíficos no implicaba “resignar los derechos”;77 por el contrario:


Paz no es ausencia de guerra o lucha violenta, sino que es presencia de justicia y amor. Así lo señala el profeta Isaías y otros autores bíblicos al decir que “la paz es el fruto de la justicia”. Por lo tanto, la pacificación tan deseada por todos llegará en la medida que trabajemos por la justicia, palabra olvidada de nuestro vocabulario, destruida en nuestra realidad, y negada por los que tienen el poder.78


Esta convicción se traducía, además, en la certeza de que no bastaba con el restablecimiento de la carta magna, las elecciones y las instituciones republicanas, sino que además debían transformarse de raíz los mecanismos de participación y organización, de manera tal que la lucha por la conquista se desarrollara, como parecía estar empezando a hacerse, “con formas nuevas”. 79 En tal sentido, señalaba:


Es claro que la Constitución y las elecciones no alcanzan para llegar a las soluciones de fondo … La salida constitucional debe ser el punto de partida para una etapa nueva que ya está en gestación. Su desarrollo no será sin problemas y el parto tampoco sin dolor. Deberá marcharse paso a paso, aprendiendo de los errores y aciertos del pasado, pero sobre todo avanzando al ritmo de los sectores mayoritarios. Alienta ese lento despertar que resurge como de entre los escombros después de un terremoto… crece hoy la convicción de que no hay salvadores providenciales, y que se impone movilizarse para arribar a las soluciones anheladas.80


En términos análogos, se afirmaba que “el tiempo nuevo” no llegaría marcado por el calendario “y menos por un ‘calendario electoral’”, sino que al “nuevo país” había que “‘parirlo’ entre todos si queremos que sea un hijo bien amado”.81

En octubre, antes de las elecciones, Tiempo Latinoamericano insistió en el lugar que debían ocupar las juventudes en la “nueva primavera política” que se aprestaba a vivir la Nación. Además de destacar el peso electoral de unos 5 millones de jóvenes que se incorporaban a la vida cívica, señalaba que resultaba fundamental incorporar a las nuevas generaciones a las estructuras partidarias y de gobierno, organismos culturales, educacionales y gremiales. No solo como una forma de “atender realmente las necesidades actuales de la juventud”, sino también para no traicionar “tanta sangre joven derramada en estos años para resistir al vaciamiento de la Nación”. Auguraba, entonces, que “las puertas de la democracia” estuvieran abiertas “para dar lugar a esa savia nueva que llega con muchas ganas de restituirle a la Patria los frutos arrebatados por las minorías del privilegio”.82

Luego del triunfo de Alfonsín, en el último número aquí analizado, en su columna política Tiempo Latinoamericano afirmaba que había llegado la hora de la democracia, luego de que las urnas fueran “reventadas con votos por la paz, por la justicia, por la libertad y por la verdad”. Retomaba, una vez más, la voz de los obispos argentinos para sostener que “la igualdad, la participación, la libertad, la justicia social” eran atributos conquistados duramente con la “estoica resistencia a la dictadura” y, por lo tanto, eran palabras que no podían “quedar en la mera enunciación de una campaña electoral”. Era preciso plasmarlas en la realidad, “tanto en la repartija de la esquilmada torta nacional como a través de los canales que el mismo pueblo genera para hacer efectivo [su] protagonismo”. 83


Consideraciones finales


no es necesario llegar a la función pública para producir los cambios, pero sí es necesario la participación política si queremos que nuestros sueños y proyectos se hagan realidad.

Y en este alumbramiento los periodistas tenemos un importante ‘papel’. Principalmente los que hemos descubierto la vocación cristiana, que es vocación de servicio y llamada a la redención. Realizar un periodismo de la esperanza, esa es nuestra misión.84


En estas palabras quedaba sintetizada la triple inscripción de Tiempo Latinoamericano como actor político, agente de socialización política y empresa cultural que hemos pretendido evidenciar en las páginas precedentes. Para ello, reconstruimos las características de la revista en sus años iniciales, su perfil identitario y los posicionamientos respecto a la dictadura, las jerarquías eclesiásticas y la reconstrucción democrática.

Sus representaciones en torno a lo político estaban imbuidas de referencias a un pasado en común que unía a los impulsores de Tiempo Latinoamericano, ayer que les otorgaba identidad y sentido de pertenencia. Las experiencias compartidas durante los años sesenta y setenta no solo nutrían sus lecturas y juicios sobre la realidad política del momento, sino que además dotaban de sentido su manera de situarse dentro del catolicismo y del escenario político argentino.

Las vivencias juveniles de militancia del grupo fundador fueron las coordenadas de referencia de la revista y contribuyeron sustancialmente a definir su perfil identitario. Los principios del Concilio Vaticano II, la figura ejemplar de monseñor Angelelli, referencias históricas como Puebla y Medellín, eran (y son) el norte de Tiempo Latinoamericano. Esta carta de presentación se traducía también en la manera en que los impulsores de la revista se concebían en su rol de periodistas comprometidos con la reconstrucción democrática en ciernes y partícipes de la edificación de una sociedad más justa, solidaria y fraterna.

Bajo ese paraguas, y sin ser “la Iglesia”, la revista hablaba a Córdoba y el país sintiéndose Iglesia. Una Iglesia que, en su opción preferencial por los pobres y la juventud, alzaba la voz denunciante y reivindicatoria. Crítica de las jerarquías, reconocía su palabra como fuente de legitimidad. Tiempo Latinoamericano no renegaba de la institución eclesiástica, sino que centraba sus críticas en figuras concretas, ya fuera por la tibieza de sus posicionamientos o las complicidades con el régimen militar.

Denunciantes de los crímenes cometidos durante la dictadura, la cuestión desaparecidos era ineludible. Cualquier silenciamiento de lo ocurrido o atisbo de impunidad para los perpetradores significaría un obstáculo insalvable para la futura estabilidad democrática.

De cara a su consolidación a largo plazo, otorgaba igual importancia a la justicia social y la transformación de fondo de los canales de participación ciudadana. La permanente reivindicación de la política convivía con una mirada un tanto escéptica de la capacidad de los partidos políticos para afrontar los desafíos que se avecinaban y la confianza en el compromiso y la fortaleza del pueblo argentino. En particular, de la savia vivificante de su juventud.

Abordar el período inicial de Tiempo Latinoamericano nos ha permitido acceder a las representaciones de una de las múltiples voces que habitaban el heterogéneo catolicismo de comienzos de los años ochenta, en un período especialmente abigarrado de discusiones y disputas de sentido en torno a lo político. Aun cuando queda mucho por analizar, consideramos abierta una puerta de entrada para futuras investigaciones que ahonden en su devenir posterior, al compás de una democracia que, luego de cuarenta años, sigue construyéndose y siendo desafiada.








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1 Editorial. Nace una palabra. (octubre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 1.

2 Editorial. Ya sí, pero todavía no. (marzo de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 3.

3 Instrucción pastoral sobre los medios de comunicación social preparada por mandato especial del Concilio Ecuménico Vaticano II.

4 Editorial. Nace una palabra. (octubre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 1.

5 Tiempo Latinoamericano continúa publicándose en la actualidad.

6 Aparece en muchos trabajos de manera tangencial, como epílogo de la dictatura que abandonaba el poder o prolegómeno de la democracia en ciernes. Entre las principales contribuciones se encuentran los trabajos de Borrelli y Saborido (2008), Borrelli (2019), Borrelli e Iturralde (2023), Catoggio (2016), Fabris (2013, 2014, 2015, 2019a y 2019b) y Rodríguez (2022). Para una síntesis del recorrido historiográfico en torno a las relaciones entre política y religión en Argentina, ver Fabris (2023). Para un panorama respecto a la prensa católica en tanto fuente, empresa editorial, actor social y político, remitimos a Lida y Fabris (2016).

7 De por sí, este período ha sido poco explorado por la historiografía en general. Al respecto, ver Franco (2017).

8 Sin por ello obviar el resto del contenido de la revista.

9 Página abierta. (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 20. Destacado en el original.

10 Página abierta. (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 20.

11 Editorial. Siguiendo tu paso. (agosto de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 3.

12 Concurso Monseñor Angelelli. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 28.

13 También le fueron dedicadas varias páginas en el número de agosto de 1983, al cumplirse 7 años de su asesinato. Resulta relevante mencionar que, décadas más tarde, el equipo editorial de la revista se constituyó como querellante en la causa que en 2014 condenó a prisión perpetua a los represores Luis Fernando Estrella y Luciano Benjamín Menéndez y desterró la versión que adjudicaba la muerte a un accidente automovilístico. Asimismo, en 2018 Tiempo Latinoamericano apoyó la beatificación de Angelelli.

14 A nuestros lectores. (octubre de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 1. De acuerdo con lo indicado por la propia revista, llegaba a otros países de Latinoamérica e, incluso, a Europa (en una ocasión se menciona en concreto un aporte económico recibido desde Alemania), pero no contamos con datos precisos al respecto. Si tomamos como referencia las cartas de lectores, podemos establecer que además de la provincia de Córdoba, circulaba al menos en Santiago del Estero, La Rioja, Neuquén, Chaco. También en Perú.

15 En abril de 1983, la revista afirmaba contar con 100 suscriptores.

16 Sobre la red de distribución, remitimos a San Nicolás (2023).

17 Editorial. Ya sí, pero todavía no. (marzo de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 3.

18 Editorial. Una responsabilidad como laicos. (julio de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 3.

19 Mauro (2008) define a la jerarquía de la Iglesia como ese “polo hermenéutico total” que coloca a los intelectuales católicos “en una situación siempre precaria” (p. 132). Retomamos aquí a Fabris (2006), quien postula que, en términos generales, esto también es válido para comprender la posición de las publicaciones católicas.

20 A partir del cuarto número, publicado en marzo de 1983, se reemplazó la dirección unipersonal por un equipo responsable integrado por Miguel Centeno, Oscar Laconi, Máximo Layús y Juan C. Molina.

21 Dirigido por la ex militante de la Juventud Obrera Católica Elba Sánchez y el profesor Ítalo Donda, también católico y difusor de las ideas cooperativistas (San Nicolás, 2023).

22 Estuvo detenido como preso político durante casi toda la dictadura, la mayor parte del tiempo en el Penal de Sierra Chica (Buenos Aires) y fue liberado bajo vigilancia en septiembre de 1982 (Gordillo, 2017).

23 Entre ellas, San Nicolás (2023) destaca la organización de grupos juveniles, centros vecinales y educativos, grupos sanitarios, bíblicos y catequísticos.

24 Surgido durante el clima posconciliar, este modelo de “ser Iglesia” consistía en la reunión de grupos relativamente pequeños para leer y reflexionar en torno a la Biblia y otros textos religiosos, así como sobre la realidad social, e impulsar acciones solidarias. Sobre su desarrollo en Argentina, remitimos a Touris (2021).

25 Tal como han señalado, entre otros, Zanca (2006) y Touris (2012), la idea de cambio dentro del catolicismo no era algo original, pero lo singular del Concilio Vaticano II fue otorgarle legitimidad.

26 Sobre la constelación tercermundista remitimos a Touris (2021).

27 Ver Baronetto, L.M. Cristianos en el Cordobazo. (29 de mayo de 2021). PrensaRed. Disponible en: http://prensared.org.ar/cristianos-en-el-cordobazo/

28 Editorial. Nace una palabra. (octubre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 1.

29 Layús, M. A 20 años de un milagro. (octubre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 4.

30 Editorial. Siguiendo tu paso. (agosto de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 3.

31 ¿Quiénes somos? (febrero de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 2.

32 Editorial. Amor es compromiso. (mayo de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 3.

33 Ganando la calle. (octubre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 7.

34 Los jóvenes y el futuro. (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 12.

35 Encuentro juvenil Tiempo Latinoamericano. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 27.

36 Encuentro juvenil Tiempo Latinoamericano. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 27.

37 Editorial. Pascua: hacia el hombre nuevo y la nueva Argentina. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 3.

38 Rodríguez, P. Tiempo Latinoamericano cumple 40 años de acción y reflexión cristiana. (21 de octubre de 2022). La nueva mañana. Disponible en: https://lmdiario.com.ar/contenido/373454/tiempo-latinoamericano-cumple-40-anos-de-accion-y-reflexion-cristiana

39 Vigencia del estado de sitio, mecánica y secuencia para el acto eleccionario y para la entrega del poder (ley y cronograma electoral), lucha contra el terrorismo, desaparecidos, plan económico, deuda externa, Yacyretá, presupuesto 1984; Ley 22.105 (asociaciones gremiales de trabajadores), Ley 22.269 (obras sociales), conflicto Malvinas, diferendo austral (Beagle), investigación de ilícitos, estabilidad de la Justicia, presencia constitucional de las Fuerzas Armadas en el próximo gobierno nacional. Pautas citadas por Canelo (2006, p. 80).

40 Por el uso de comillas podemos observar el rechazo a la utilización de este término para referirse a la dictadura.

41 Serrano, J.D. Panorama político. Lo que se viene!!! (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 5.

42 Serrano, J.D. Panorama político. Lo que se viene!!! (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 5.

43 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 5.

44 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 6.

45 Noticias. Tumbas clandestinas. (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 21.

46 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 6. Esta postura se encontraba en las antípodas de la sostenida por Criterio. Como ha señalado Fabris (2019a), la revista no establecía un hilo conductor entre la resolución de la cuestión desaparecidos y el avance hacia la democracia e incluso sostuvo que la consolidación de un futuro régimen democrático solo se lograría si se abandonaba la idea de revisar el pasado.

47 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 6.

48 Serrano, J.D. Panorama político. ¿Llegamos a las elecciones? (marzo de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 8.

49 Serrano, J.D. Panorama político. Siete años después. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 10.

50 Serrano, J.D. Panorama político. Siete años después. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. pp.9-10.

51 Documento Final de la Junta Militar sobre la guerra contra la subversión y el terrorismo. (abril de 1983). Para un análisis de este documento, las tensiones en torno a su preparación y las reacciones que suscitó, remitimos a Franco (2018).

52 Serrano, J.D. Panorama político. Punto final a qué? (mayo de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 7.

53 Serrano, J.D. Panorama político. Hacia la primavera política. (octubre de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 6.

54 Serrano, J.D. Panorama político. Hacia la primavera política. (octubre de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 6.

55 Serrano, J.D. Panorama político. Lo que se viene!!! (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 7.

56 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 5.

57 Serrano, J.D. Panorama político. Lo que se viene!!! (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 7.

58 Serrano, J.D. Panorama político. Siete años después. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 10.

59 Serrano, J.D. Panorama político. Siete años después. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 10.

60 Serrano, J.D. Panorama político. Siete años después. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 10.

61 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 5.

62 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 5.

63 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 5.

64 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 6.

65 Gómez, H. Y el pueblo? (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 18.

66 Página abierta. (mayo de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 22.

67 Editorial. Una responsabilidad como laicos. (julio de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 3.

68 Serrano, J.D. Panorama político. Lo que se viene!!! (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 7.

69 Serrano, J.D. Panorama político. ¿Llegamos a las elecciones? (marzo de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 8.

70 Serrano, J.D. Panorama político. Lo que se viene!!! (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 5.

71 Firmaron el documento Carlos Contín (UCR), Deolindo Bittel (PJ), Arturo Frondizi (MID), Francisco Eduardo Cerro (PDC) y Oscar Alende (PI). Al respecto, ver –entre otros– Canelo (2006).

72 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 6.

73 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 6.

74 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 6.

75 Serrano, J.D. Panorama político. Siete años después. (abril de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 11.

76 Serrano, J.D. Panorama político. La caldera de Dios (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. pp. 6-7.

77 Serrano, J.D. Panorama político. ¡Basta de sangre! (julio de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 7.

78 Editorial. Será más dulce nuestro pan. (diciembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 1.

79 Serrano, J.D. Panorama político. ¡Basta de sangre! (julio de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 7.

80 Serrano, J.D. Panorama político. Lo que se viene!!! (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano. p. 7.

81 Tiempo Latinoamericano, 2, noviembre de 1982, p. 1.

82 Serrano, J.D. Panorama político. Hacia la primavera política. (octubre de 1983). Tiempo Latinoamericano. p. 7.

83 Serrano, J.D. Panorama político. Llegamos. (diciembre de 1983). Tiempo Latinoamericano. pp.6, 7 y 22.

84 Editorial. Periodismo de la esperanza. (noviembre de 1982). Tiempo Latinoamericano, p. 1.