Itinerantes. Revista de Historia y Religión 19 (jul-dic 2023) 183-209

On line ISSN 2525-2178




El noviciado de las Franciscanas Misioneras de María en Córdoba. El proceso desde una formación conventual a la “inserción”.


The novitiate of the Franciscan Missionaries of Mary in Córdoba: The process from conventual religious formation to “insertion”.



Silvina Daniela Roselli

Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino

https://orcid.org/0009-0006-4855-627X

silvina.roselli@unsta.edu.ar


Resumen


Las hermanas Franciscanas Misioneras de María constituyen una congregación de procedencia francesa que llegó a la Argentina en 1908, instalándose primordialmente en obras dependientes del Consejo del Menor y en hospitales, donde adoptaron un estilo de vida conventual. Pero los cambios ad intra del Instituto y los aires conciliares impactaron en las religiosas llevándolas a fundar -en 1964- su primera “pequeña comunidad” en la capital formoseña, experimentando la búsqueda progresiva de una vida más comprometida con los pobres en su contexto político-social. Consecuentemente, también la formación fue interpelada por esta opción.

En el presente trabajo se analiza el “traslado” del noviciado desde el gran convento de San Antonio de Arredondo a un barrio de la capital cordobesa a comienzo de los años 70. Se intentan desentrañar los motivos del mismo en el marco general de una iglesia y una sociedad atravesada por cambios profundos. La II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968), las nuevas teologías (Teología de la Liberación y Teología del Pueblo), la realidad sociopolítica, influirán de manera notoria en las opciones de ésta y otras congregaciones femeninas que, a través de la formación, buscarán afianzar su proceso de “inserción”.


Palabras clave: vida religiosa femenina, noviciado, inserción




Abstract


The Franciscan Missionaries of Mary sisters make up a congregation of French origin that arrived in Argentina in 1908, settling primarily at charity works dependent of the Minor’s Council and in hospitals, where they adopted a conventual lifestyle. But the ad intra changes of the Institute and the conciliar atmosphere had an impact on the nuns, leading them to fund -in 1964- their first “small community” in the capital of Formosa, experiencing the progressive search for a life more committed with the poor in their social political context. Consequently, formation was also questioned by this option.

In this work the “transfer” of the novitiate is analyzed, from the great convent of San Antonio de Arredondo to a neighborhood in the capital of Córdoba in the 70s. An attempt is made to unravel its motives in the general framework of a church and a society going through profound changes. The II Conference of the Latin American Episcopate in Medellín (1968), the new theologies (Liberation Theology and Theology of the People), and the social political reality, will plainly influence the options of this and other female congregations that, through formation, will seek to reinforce their insertion process.


Keywords: female religious life, noviciate, insertion




Fecha de envío: 20 de junio de 2023

Fecha de aceptación: 17 de agosto de 2023




Introducción


Entre las congregaciones religiosas femeninas que han hecho una opción por la inserción en Argentina, las Franciscanas Misioneras de María han sido pioneras. Sin embargo, este fue un proceso que comenzó lentamente: al impacto del Concilio Vaticano II, se sumó Medellín y el mismo espíritu del Instituto, así se aceleraron los cambios.

La “opción preferencial por los pobres” -que se desprende del documento de Medellín y la praxis pastoral post conciliar- alimentó en América Latina a la teología de la liberación y en Argentina a la teología del pueblo. Como principio teológico se expresó claramente en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla (1979). Este concepto será clave en la orientación de las hermanas hacia una búsqueda por responder -cada vez más radicalmente- a los desafíos que se les presenta en su consagración religiosa.

En este trabajo se analizan los móviles que llevaron a las hermanas a pasar de un noviciado con una estructura conventual -como era el de San Antonio de Arredondo- a un barrio de clase media (Los Naranjos) y luego a otro más humilde (San Roque). El artículo se centra en un aspecto de esta etapa de la vida religiosa de las Franciscanas: la formación. Con este traslado de lugar geográfico, tanto a la formadora como a las novicias y demás integrantes de la comunidad se les plantean nuevos desafíos.

El protagonismo de la maestra de novicias en el nuevo estilo de noviciado, el impacto que tuvo el Capítulo Provincial de 1972 y la relación con algunos sacerdotes considerados “progresistas”, son otros de los temas abordados.

El proceso de inserción que comenzaron las FMM1 en la provincia de Formosa (1964) es vivido en sus inicios bajo la denominación de “pequeñas comunidades o fraternidades”. Se pasará después a usar el término “inserción”, entendido éste como una forma de vida religiosa que busca estar presente en regiones pobres y en un estilo de vida semejante al de los pobres, no desde la beneficencia o la caridad -como se asumía tradicionalmente en la Iglesia- sino desde el compromiso. Tanto la CLAR (Confederación Latinoamericana de Religiosos, 1959) como posteriormente CRIMPO (Comunidades Religiosas Insertas en Medios Populares, 1983), apuntalarán y contribuirán al fortalecimiento del proceso de “inserción” de las comunidades religiosas.

Entre las primeras comunidades que asumieron el desafío de vivir la “inserción” en Córdoba estuvieron -además de las FMM- las hermanas de San José, las de la Asunción, las de la Compañía de María, las Hermanas de la Inmaculada Concepción (Azules) y las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús (RSCJ). Estas últimas compartieron el espacio cordobés con las FMM: tuvieron dos comunidades insertas, una de ellas en Villa Libertador.

Las preguntas que guían este trabajo son las siguientes: ¿cuáles fueron las características de la formación renovada?; ¿de qué manera ésta alimentaría la autocomprensión de la idea de “inserción” y la vivencia de la consagración religiosa en la comunidad del noviciado?

La producción historiográfica sobre los cambios en la vida religiosa que han servido a este trabajo fueron los de Ana Quiñones (1999), Ana María Bidegain (2003), María Soledad Cattogio (2010), Claudia Touris (2006 y 2010), Diana Viñoles (2014 y 2020) y Ana Lourdes Suárez (2020). Suárez ha sido una de las editoras del libro digital Religiosas en América Latina: memorias y contextos, que compila un material de referencia sobre esta temática.

Dentro de la misma congregación religiosa encontramos diversas fuentes disponibles y un par de escritos internos a modo de rescatar las experiencias de vida inserta: el de Amate Pérez- Dudek (1990) y uno anónimo (s/a). De igual modo, fueron de inestimable valor las fuentes del archivo de las hermanas del Sagrado Corazón, gracias a la generosidad de Mary Kubli, y los testimonios orales, tanto de las religiosas como de laicos que colaboraron para la elaboración de este trabajo.


Comienzan los cambios en el antiguo noviciado: de la formación para la vida conventual a la “salida al mundo”.


El noviciado de las Franciscanas Misioneras de María funcionó desde sus inicios en 1935 en la gran casa de San Fernando donada por Natalia Montes de Oca. Después del conflicto de la Iglesia con Perón (1955) y en medio del gran crecimiento de la zona, se esperaba el ingreso de muchas vocaciones. Había que crear un clima propicio para la formación, por ello se construyó el nuevo noviciado en San Antonio de Arredondo (Córdoba) en 1957, llamado “Virgen de Luján” (Sanjuán, 1996: 221-225).

La formación en esa comunidad respondía a un tipo de vida conventual. La hna. María Inés Delfino, quien vivió en ese noviciado entre 1962 y 1965, señala las características fundamentales del mismo:


Las hermanas vivíamos en una casa inmensa, pero dentro de los límites del terreno, no salíamos al exterior, no teníamos relación con la gente. Después estaba la ley del silencio: una tenía que pedir permiso para hablar. La relación muy vertical con la maestra de novicias… la maestra de novicias estaba exclusivamente dedicada a esa tarea, no tenía otra actividad ni pensaba en otra cosa más que cuidar a las novicias y formarlas. Teníamos

una gran obediencia. Entre nosotras no había ningún tipo de relación, es más, algunas veces nos observaban porque teníamos “amistades particulares”, eso significaba solamente sonreírse con la que estaba al lado… una cosa completamente antinatural, por lo menos para la época que estábamos viviendo. Se mantenía todo esto a rajatabla. La obediencia no sólo a la maestra de novicias sino a las profesas que estaban con nosotras y eran las que nos enseñaban (…) No manejábamos dinero, no teníamos ni idea de lo que valían las cosas, no votábamos: llevaban nuestros documentos a la policía para justificar la distancia respecto al domicilio, no leíamos un diario, no sabíamos nada de lo que pasaba en el exterior, salvo alguna vez una noticia muy importante, me acuerdo puntualmente de la muerte de Kennedy, que entonces sí, la madre maestra nos comunicó, y hasta nos leyó parte de la crónica que había salido en el diario2.


Las hermanas comenzaron -lentamente- a ser protagonistas de ciertos cambios en su vida religiosa. En el Capítulo General de la congregación en 1950 habían surgido algunas orientaciones llamativas: proposiciones de cambio en relación a los grados3 y la confirmación de la importancia de las oblatas como una rama íntimamente unida al tronco. El Congreso Internacional de los Estados de Perfección, convocado en Roma ese mismo año y la formación -en 1954- de la CoSMaRas4 evidencian la búsqueda de una renovación de la teología y las prácticas de la vida religiosa5.

A esto se suma el Capítulo General de 1960 en el Instituto, donde se concretaron algunas modificaciones que se anticiparían a Perfectae Caritatis: la más importante fue la supresión de los grados, pero también impactaron la modificación de las “Costumbres” -texto a modo de reglamento interno de las hermanas-, y la impresión de las Constituciones en la lengua del país además del francés, lengua oficial de las hermanas (Roselli, 2020: 316-318).

Las madres M. Estefanía de San José y M. Camilla fueron elegidas para el bienio 1956-1957 como responsables de la Comisión de Misiones en la CoSMaRas6. Desde dicha comisión se hizo un llamamiento a todas las congregaciones que tenían casas en la Capital Federal o en el Gran Buenos Aires, invitándolas a trabajar, durante los meses de verano, en los barrios de emergencia que se encontraban en los cordones de la ciudad. El ímpetu misionero llevó a que las FMM se hicieran presentes en Villa Soldati, donde participaron de la vida parroquial de la iglesia Nuestra Señora de Fátima, colaborando con la catequesis y realizando visitas domiciliarias7.

Tanto en la Gran Misión de Buenos Aires (1960) como en las Misiones Rurales las hermanas invierten su esquema de pastoral: no son los agentes a evangelizar quienes se acercan a las obras (que están dentro del ámbito conventual), sino que las consagradas van a los barrios y entran en las casas de los fieles.

Los Concilios Lujanenses8 de 1963-1964 -promovidos por la provincial madre Estefanía- fueron otro espacio de renovación donde las hermanas pudieron expresarse abiertamente sobre temas como la autoridad, la vida fraterna, las costumbres, las grandes obras. Esta apertura posibilitó la experiencia de fundar -en 1964- la primera “pequeña comunidad” de las FMM en la capital de Formosa.

Un año después de la aprobación del decreto Perfectae Caritatis (1965), se realizó el Capítulo General con el fin de poner en acción las directivas conciliares y en él se redactó un valioso documento: las Nuevas Costumbres (1966). Entre las directivas, se estableció que se alentaría a las hermanas a que conozcan el espíritu del Instituto y su relación con la renovación de la Iglesia. Tal como lo expresa Ana María Bidegain, “los Capítulos Generales y la lectura de los documentos Conciliares en las comunidades invitaban a las Congregaciones a re-leer el carisma comunitariamente, a la luz del Espíritu” (Bidegain, 2003: 40-42), aunque -como puede observarse- este proceso de renovación había comenzado entre las FMM antes del mismo Concilio.

En las Nuevas Costumbres se destacó la importancia de una formación de calidad: religiosa, teológica, bíblica y litúrgica, apostólica, intelectual, técnica y profesional9. En primer lugar, se incentivó a aquellas hermanas que no tuviesen el secundario completo, a que lo finalizaran. Se buscó también fortalecer la formación específica para los distintos campos en que las hermanas desarrollaban su apostolado: a algunas se les encomendó hacer cursos de enfermería, a otras se les animó a estudiar teología en el Centro Diocesano de San Isidro o filosofía en la Universidad Católica Argentina.

Se proponía también la formación de maestras rurales y normales, o bien cursos de perfeccionamiento para religiosas (teología, derecho canónico, doctrina social de la Iglesia) en el colegio Nuestra Señora del Huerto en Buenos Aires10. Algunas otras siguieron la carrera de Trabajo Social en el Instituto de Cultura Religiosa Superior, espacio privilegiado para la formación intelectual de las mujeres desde su creación, en la década del 30 (Bonvicini, 2010).

La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Medellín (Colombia, 1968) profundizará este proceso renovador buscando un compromiso más radical con los pobres y exhortando a los laicos a trabajar por la promoción humana. La lectura de este documento impactó en la reflexión de las hermanas, al igual que el estrecho contacto que tuvieron con algunos sacerdotes, como Rafael Tello, Justino O´ Farrell, Lucio Gera y Fernando Boasso SJ11. Ellos formaron parte del grupo que iría elaborando una “teología del pueblo”, opción teológico-pastoral a la que adscribieron las hermanas (Suárez, 2020: 80-81). Dicha teología tomó la “opción preferencial por los pobres” pero asumió el concepto de “pueblo” que el peronismo desarrolló, diferenciándose de la teología de la liberación (Politi, 1992).

A los aportes de estos sacerdotes se sumaba el del padre Mauricio Silva12, quien fue para las FMM un gran interlocutor del Concilio Vaticano II: dio cursos y predicó retiros a las comunidades de Ypacaraí (Paraguay), Arroyo (Casa Provincial en Buenos Aires) y San Antonio de Arredondo.

Mientras que el padre Silva formó parte de la congregación salesiana en Córdoba (comienzos de los años 70), tuvo un trato frecuente y cercano con las hermanas. Sin duda que la mirada renovadora de la vida religiosa y su testimonio influyó en ellas: María Regina Caride aseguró que fue “alguien que les abrió la cabeza” (sic)13. Cuando el sacerdote pasó a los Hermanitos de Jesús, una de las religiosas -Marta Garaycochea- lo siguió, incorporándose a su Fraternidad.

En esta época empiezan a manifestarse algunos rasgos en las FMM: “Hay ideas nuevas en las jóvenes, nacionalismo, tensión entre oración y trabajo, problemas con el hábito…” (Franciscanas Misioneras de María, s/a: 21), lo que impactará en los cambios de principios de los 70.


El traslado del noviciado al barrio “Los Naranjos”


Junto a la brisa fresca de los aires conciliares, la “Revolución Argentina”, nombre con el que se autodenominó el gobierno de Onganía en 1966, trajo a nuestro país una larga lista de conflictos que se tradujeron -en el plano socioeconómico- en el Cordobazo, el Rosariazo o el Tucumanazo.

La Iglesia Católica, a través de un grupo de sacerdotes, religiosas/os y laicas/os comprometidos, se vio inmersa en esta realidad.

Como en los relatos de “la ´memoria dominante` suele resultar desconocida la acción y proclamas de sacerdotes y laicos tercermundistas” (Lacombe, 2014: 124), es necesario recoger aquello que nos ayude a armar y entender el panorama de la Iglesia cordobesa de aquellos años.

Este es el testimonio de Luis Baronetto14, quien fuera protagonista de estos cambios:


La renovación conciliar se hizo sentir con conflictos en 1964 a raíz de reportajes en el diario “Córdoba” a sacerdotes destacados en lo intelectual, profesores del Seminario Mayor: Nelson Dellaferrera, Erio Vaudagna, José Oreste Gaido, Milan Viscovich, que tuvieron el apoyo del obispo auxiliar Enrique Angelelli. El arzobispo Ramón Castellanos interpretó esos hechos como rebeldía y amenazas de cisma. No quería recibir al clero joven para implementar la renovación conciliar. El sector tradicionalista conservador (canónigos y asociaciones católicas) apoyaron al arzobispo. Intervino el Nuncio Umberto Mozzoni, que pidió en privado a Angelelli que calmara a los curas por seis meses. A ese tiempo Castellanos presentó la renuncia. Angelelli fue marginado de la conducción diocesana y en mayo de 1965 fue nombrado Primatesta, que vino con ánimo pacificador y de integración, levantando banderas del Concilio. Abrió expectativas, dejó hacer y el clero joven, especialmente de los barrios, implementó el Concilio en lo litúrgico y en lo social. Primatesta creó la parroquia universitaria en el Cristo Obrero, en 1966, hasta que la clausuró antes del año, después de la huelga de hambre que hicieron los estudiantes por el asesinato del estudiante Santiago Pampillón. Primatesta también rehabilitó a Angelelli como auxiliar, hasta 1968 en que lo mandaron a La Rioja. Después de esto, concentró el mando y poco a poco fue imponiendo una modalidad menos “consultada”. En 1969 tuvimos cierta libertad de actuación para los días del Cordobazo. Pero en 1970, cuando publicamos un pronunciamiento destacando la entrega y el compromiso de los jóvenes que hicieron su aparición en Córdoba como Montoneros, Primatesta reclamó a los respectivos obispos que retiraran a sus seminaristas. Sólo quedamos los tres firmantes de la arquidiócesis de Córdoba. En junio de 1971 se llevó a cabo la “toma” del Arzobispado, según la prensa. En realidad, fue una protesta contra la carestía de la vida por parte de las llamadas en esa época “comunidades cristianas” (de varias parroquias barriales), aceptada (la protesta) a regañadientes por Primatesta. La violenta represión del tercer cuerpo de Ejército, a cargo del general López Aufranc, provocó una reacción del arzobispo a favor de los 115 detenidos. Luego de esto (donde participamos como seminaristas que vivíamos en los barrios, yo en Barrio Comercial, con el Cura Vasco: Justo Hilario Irazábal, y luego en la capilla vecina de Villa El Libertador, con el P. Víctor Acha y otros seminaristas), el arzobispo ordenó -con paciencia y cautela- el retorno a los claustros. Yo dejé los estudios eclesiásticos a fines de 197215.


Fue en este contexto que las FMM notaron que sus expectativas en cuanto a las vocaciones entrantes no se habían cumplido y la casa San Antonio se había vuelto muy grande para el pequeño número de novicias y de postulantes existentes; a lo que se sumaba el agotamiento de su superiora, madre Ivona16. Esta gran casa se usaba para retiros y reuniones y fue un espacio en el que las hermanas -en su tarea de servir a los visitantes- intercambiaban ideas con ellos. Así sucedió con miembros del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que realizaron allí algunos de sus encuentros17.

Se fue gestando el sueño de una vida más “normal”, en una casa más chica. La gran impulsora de este proyecto fue la maestra de novicias, María Regina Caride18, quien “siguiendo una intuición”19 hizo la propuesta de trasladar el estudiantado a una pequeña casa de Córdoba20.

Esta intuición de María Regina se alimentó de experiencias diversas, quizás una de las más fuertes fue su estadía en Roma en plena época de la apertura del Concilio Vaticano II.

Yo viví un año dentro de la comunidad FMM en el Vaticano, fui a estudiar teología a Regina Mundi con un grupo de seis hermanas. Me tocó conocer a Juan XXIII y estar presente en el comienzo del Concilio, yo quería escuchar ese Veni Creator de Juan XXIII y realmente fue una maravilla eso. Además, como éramos ciudadanas del Vaticano estuvimos arriba, donde estaba la columnata de Bernini, teníamos un lugar privilegiado. Desde ahí vimos la entrada de todos los obispos al Concilio (…) Cuando murió Juan XXIII estuvimos ahí también, yo con un rosario en la mano le toqué los pies, y después fuimos al entierro. Estuvimos también en la asunción de Pablo VI21.


Una vez aprobado el cambio del estudiantado, la provincial Lucilia Cardozo Fleitas le escribió a Monseñor Primatesta pidiéndole autorización para el traslado del noviciado a una casa del barrio Los Naranjos, explicándole que esa instalación tendría un carácter condicional, ya que se trataba de una experiencia a realizarse por un año, de cuyo resultado dependería su continuación22.

En marzo de 1971, un grupo de hermanas profesas junto a las novicias y postulantes dejaron el gran convento de San Antonio de Arredondo para ir a la casa de Los Naranjos.


Sabíamos, o mejor, intuíamos que el estilo tradicional del noviciado ya no iba más; las cosas habían cambiado mucho y se entraba en un proceso que exigía una forma de vida mucho más simple y flexible. Nada estaba claro (…) De hecho, cuando llegamos a Maestro Vidal, reproducimos en cierta manera, el esquema de San Antonio. Fue el ir viviendo en esa otra realidad, lo que nos ayudó a ir cambiando en nuestra forma de vivir (Franciscanas Misioneras de María, s/a: 26).


Había en ese entonces tres postulantes: Susana García, Laura Amate Pérez y Stanislada Ruiz Díaz, tres profesas y 8 novicias:


ese año entró Nibya Corrales como maestra de postulantes. En ese departamento vivimos tres. Al lado estaba el noviciado. Maestra de novicias era María Regina Caride, completaba el equipo de formación María del Pilar Boned23, ecónoma (...) Con el noviciado compartí la vida de oración, algunas reuniones de formación y tareas pastorales24.


Entre las novicias estaban Aída Fernández, Máxima Vera, Nidia Moreno Jara, María Beatriz Gil, Irma San Juan, María Isabel Páez, Sara Isabel Aguirre, Lidia Máxima Torres.

La maestra de novicias propuso alquilar una pequeña casa al lado del noviciado para que allí funcionase el postulantado, así se combinarían y formarían una comunidad25. En ella se organizó el trabajo compartido de la vida cotidiana: liturgia, limpieza, lavado de ropa, cocina. Se buscó que cada hermana aportase desde el trabajo remunerado para el sostenimiento de la casa: algunas se dedicaron al cuidado de enfermos, otras fueron maestras de grado y dos hermanas fueron autorizadas a trabajar en el servicio doméstico26.

María Regina y Francesca Apple, una hermana inglesa, daban clases de catequesis en el Colegio de Jesús María, donde Pilar Boned era secretaria y Laura Amate hizo algunos reemplazos como maestra. Con las religiosas a cargo del colegio se estableció una relación muy estrecha27.


La Provincia (religiosa) sólo pagaba el alquiler de la casa (en la calle Maestro Vidal) y luego compró la casa de la calle Pettirossi, el resto corría por la administración del noviciado. En el barrio participamos en colocar las cloacas, alumbrado, fiestas vecinales organizando entre todos, buscábamos vivir como vecinas28.


Tradicionalmente el período del noviciado se centraba en el estudio del carisma y los votos y esto no cambió en cuanto espacio de reflexión en la nueva casa. Se reservaba una tarde para la reunión comunitaria donde se abordaba la vida y el pensamiento de la fundadora -M. María de la Pasión- y las Constituciones, que se estaban revisando dentro de la congregación. Se compartían las búsquedas personales: se tenía un diálogo con la formadora cada quince días para ver cómo vivían las novicias, cuáles eran sus inquietudes y una vez por semana -de noche- había una revisión de vida comunitaria con el método ver-juzgar-actuar.

Pero el nuevo estilo de formación surgía -según María Regina- naturalmente de la vida en esa pequeña casa:

Todo el cuadro que era la casa misma te llevaba a otra cosa, porque esa casa era una casa común, ahí teníamos nuestras charlas y hablaban todas. No fue una cosa muy armada, rígida (…) Nos fuimos acomodando a una vida normal, porque salíamos a trabajar, hacíamos las cosas de la casa… Cuando la ecónoma general vino a ver el noviciado me dijo: “Esto podría ser un pensionado de señoritas”. Con eso te digo mucho…para ella eso no era un noviciado, porque eso era muy “normal”29.


La formación en la inserción requería del aprendizaje de cómo recrear el carisma, pero también de unos conocimientos que apuntalasen la adaptación a la nueva realidad eclesial.


Empezamos la formación religiosa entre la comunidad y el Instituto para la Vida Religiosa Lumen Christi. Íbamos los días sábados de mañana. Un mundo nuevo de formación interreligiosa…Recuerdo reflexiones agudas, apasionantes y de una apertura universal por ejemplo el Padre Mezzacasa (biblia), P. Gastaldi (antropología), P. Gallo SDB (eclesiología), algunas hermanas nos hablaban de la vida religiosa, carisma, estilo de vida, dos veces en la semana, íbamos al Instituto de Catequesis30.


Los cuatro pilares de la formación fueron: la vida de oración-contemplación diaria (que incluía una hora de adoración eucarística), la formación comunitaria a través de la revisión de vida y el compartir las tareas de la casa y vivencias personales, el trabajo remunerado y la pastoral. Todo esto atravesaba el período del postulantado, el noviciado y el juniorado, exceptuando el año canónico, en que no se podía hacer trabajo remunerado, pero sí se salía al Lumen Christi y a dar catequesis dos veces por semana de tarde/noche.

En el inter-noviciado, los consagrados compartían una visión nueva de la teología y de la Iglesia. Desde el Cordobazo, se hizo notorio “el liderazgo social de muchos sacerdotes que entendieron las intervenciones políticas como parte de su ministerio” (Barral, 2019: 155).

El párroco de Los Naranjos era el p. Carlos Ponce de León, miembro del MSTM31, quien se destacó en su compromiso durante la dictadura acompañando a familiares de detenidos y desaparecidos32. Con él, las hermanas tenían una relación fraterna, aunque pastoralmente ellas colaboraban con la parroquia de Los Plátanos, mientras que Pilar Boned iba a San Roque. Éste terminó siendo el destino más frecuentado por las religiosas y allí finalmente decidieron trasladarse.


Profundizando los cambios en la formación: hacia la inserción en el barrio San Roque


El Capítulo Provincial de 1972 fue crucial para las FMM en Argentina. Las hermanas se reunieron en San Antonio de Padua, entre el 5 y el 16 de febrero, bajo la presidencia de Lucilia Cardozo Fleitas33.

El equipo de formadoras tuvo un espacio para exponer la orientación y las pautas del noviciado y del juniorado para el logro de una formación más auténtica, facilitándoles a las jóvenes una iniciación más realista en la vida religiosa. Pero lo novedoso es que ya se planteaba el rol fundamental de la comunidad como formadora. Por eso se propusieron como meta formar a las nuevas vocaciones en las fraternidades en lugar de tener un espacio para el noviciado y otro para el juniorado. Se planteó también la supresión de este último y la desaparición del cargo de maestra de junioras, haciéndose responsable un equipo de formación34.

Otras metas estuvieron vinculadas al tema de la autoridad: ya no se sustentaba en una sola persona, sino que tenía que ser co-participativa. El nombre de la superiora de una comunidad sería propuesto por el grupo humano que integrase esa comunidad (f. 32). En este contexto, también sería la comunidad quien decidiría sobre el uso del traje seglar y lo sometería al Consejo Provincial (f. 33). Esta disposición llegaba después de haberla puesto en práctica, como sucedió en el caso de Formosa, justificadas allí las hermanas por el excesivo calor.

La pastoral apuntaba a la cooperación con la pastoral de conjunto, capacitación de laicos, promoción de los marginados y de las comunidades de base. En palabras de las hermanas, se proponían “desterrar de nuestras obras la beneficencia”, “detectar y formar líderes que participen en la obra liberadora”, “no separar evangelización de promoción” (fs. 20-21).

Fueron muchos los aspectos de la vida religiosa analizados, pero en todos ellos sobresalía una premisa: “que la religiosa sea liberadora: liberarse para liberar” (f. 26). Ese compromiso de liberación debía partir del catolicismo popular, despertando la conciencia de oprimidos y opresores (f. 27).

Para la hna. María Inés Delfino, en este Capítulo “se empezó a hablar mucho de las inserciones: ya no era estar ayudando a nadie sino vivir entre los más pobres y tratar de compartir la vida con ellos y como ellos”35 .

Entre el 25 de septiembre de 1972 y el 3 marzo de 1973 se desarrolló en Roma el Capítulo General bajo la presidencia de la hna. Alma Dufault, en el que se cambiaron las Constituciones. Al mismo asistieron la provincial Josefina Cordero y la maestra de novicias Regina Caride: a ella le pidieron que contara su experiencia sobre la formación en el traspaso del noviciado grande al noviciado chico, a una casa común. María Regina dijo en ese momento:


A mí me encanta cuando el avión pone todos sus motores en marcha, ese momento en que después arranca y vuela, va tomando fuerza, fuerza, fuerza… así yo veo al noviciado: es para conocerse uno, afianzarse y salir… Esa experiencia me fortaleció a mí, me ayudó a descubrir mejor mi vocación, para saber lo que vivía. Cuando terminé de hablar -me da vergüenza contarlo- me aplaudieron, cosa que nunca se hace en un Capítulo General, nunca36.


Regina Caride logró que se siguiera renovando la autorización de Roma para el funcionamiento de esta experiencia, pero en 1974 se animó a dar un paso más en la línea de las nuevas orientaciones de la Provincia: cambiar la comunidad formadora al barrio San Roque, profundizando la búsqueda de un modo de vida más sencillo y comprometido con los pobres. Josefina Cordero, entonces provincial, sostuvo: “espero que ello sirva para una mayor intensidad y afianzamiento de la formación de las novicias”37. Sin embargo, algo la hará dudar de la seguridad del noviciado en ese lugar: el contexto político de la época era de mucha violencia,


comienzan algunos asesinatos a dirigentes, desaparecidos, curas encarcelados, en nuestra comunidad pusieron una bomba, para amedrentar la tarea en los barrios… Al poner bajo sospecha la pastoral de los barrios periféricos, aparecían “veedores” que dejaban en claro nuestra equivocación del método de evangelización por considerarlo “comunista”. Fuimos visitadas dos o más veces por jóvenes que manifestaban su enojo con monseñor Angelelli, con los curas del tercer mundo, con las monjas que se sacaban los hábitos… fueron expulsados de la casa prohibiéndoles su entrada. Creemos que ellos pusieron la bomba como señal de su poder. María Regina estaba en reunión de maestras de novicias en Colombia y la provincial Josefina Cordero viajó de emergencia a la comunidad (…) Eran tiempos difíciles38.


El atentado contra la comunidad de la calle Pettirossi produjo la rotura de vidrios y el desprendimiento de gran parte de la mampostería de la fachada de la casa. Los vecinos acudieron de inmediato a prestar su colaboración39.

Con el golpe militar del 24 de marzo de 1976 se agudiza la violencia: una de las catequistas de Las Violetas se refugia en la casa de las hermanas porque los militares allanaron la vivienda de su novio y se lo llevaron de Parque República para nunca más tener noticias de él. Dice Laura Amate:


Reneé (Germán, otra FMM) y yo íbamos a Las Violetas, sabemos lo que hemos vivido al lado de estos barrios. Las hermanas de San Antonio de Arredondo permitieron que la catequista y su familia se queden ahí hasta que se calme la situación en los barrios Las Violetas, Parque República, Los filtros, San Roque.”40


Los allanamientos también se dan en parroquias, comunidades religiosas y comunidades de base. En este contexto de vigilancia y represión, se da una invisibilización del rol de las mujeres, sean éstas consagradas o laicas (Cattogio, 2020: 107)..

Entre las distintas estrategias que las mujeres laicas y consagradas utilizaron para hacer frente a la represión llevada a cabo durante la última dictadura militar, las FMM instrumentalizaron la “invisibilidad forzosa”, ofrecen el lugar de lo doméstico: esconden gente en su casa (Cattogio, 2010. 45).

Entre las hermanas no hubo desaparecidas, como fue el caso de Alice Domon, quien por profundizar su compromiso pastoral deja su congregación quedando de esa manera sin protección institucional. Queda igual como una referente de las consagradas por su entrega total a la causa de los pobres y los carentes de justicia (Viñoles, 2014 y 2020).

En medio de estos tiempos difíciles, los gestos de cuidado y de ternura femenina se multiplican. La hna. Regina recuerda un detalle de Dolores Aguirre, otra integrante de la de comunidad:


Ella era un fenómeno de mujer, cocinaba como los dioses, y ella sabía lo que nos gustaba a cada una. Y nos cocinaba eso por ejemplo cuando volvíamos de la Curia de hablar con el obispo, cuando le íbamos a decir lo que estaba pasando… y al volver ella nos había preparado todo lo mejor (…) Ella me enseñó tanto, tanto… era vasca ella…buenísima41.


Esta época estuvo marcada por una gran influencia de sacerdotes progresistas que impactaron en las opciones de sus parroquias y/o decanatos. Entre algunos referentes del MSTM, Luis Baronetto destaca a: José Nagib Nasser, profesor de Sagrada Escritura en el Seminario Mayor y coordinador del Movimiento y quien después en 1983 integró la CONADEP Córdoba; el p. Carlos Fugante, sacerdote obrero y párroco de Bella Vista, quien tuvo que exiliarse en el interior profundo de Buenos Aires durante la dictadura; los padres Justo Irazábal (ya citado) y Víctor Acha, sacerdotes obreros, vicarios del Barrio Comercial y Villa El Libertador respectivamente. Víctor Acha tuvo que salir del país, con ayuda del Cardenal Primatesta. A fines de 1976 volvió y se quedó en el gran Buenos Aires, de incógnito. El p. Rodolfo “Quico” Emma, párroco de Villa Siburu y Urquiza, amenazado, debió exiliarse en Francia en 1976 y después dejó el ministerio. José Guillermo Mariani, párroco de la Cripta, Cerro de Las Rosas, amenazado, en 1977 se refugió en Brasil por un año, con apoyo de Primatesta. A su hermano, el p. Humberto Mariani, de menor exposición pública, le pusieron una bomba en su parroquia de Villa Allende. Felipe Moyano Funes, párroco de Barrio Escobar, de familia tradicional, integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, en los últimos años de la dictadura (1979 y siguientes)42.

Con respecto a las consagradas:


no recuerdo presencia de religiosas en las actividades colectivas de las comunidades cristianas de los barrios. Aparte de las del Sacre Coeur que se fueron de Córdoba, las más nombradas y “piolas” eran las “Azules”, especialmente porque entre ellas estaba una hermana del cura Rubén Dri (del Tercer Mundo, del Chaco) (…) En general, creo que las religiosas tuvieron el freno de Primatesta. Un grupo como algunas del Huerto terminaron yéndose de la congregación e hicieron una comunidad que después de una experiencia en un barrio de Córdoba, encontraron refugio con Angelelli en La Rioja (en Chepes)43.


A estas hermanas, Laura Amate Pérez suma las de San José de Villa Alberdi y las FMM44.

Gracias a las fuentes del archivo de las Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús45, se pudieron comparar algunos aspectos de las trayectorias de ambas congregaciones religiosas.

Desde fines de la década del sesenta, las RSCJ se propusieron aumentar el trabajo social y se decidió la creación en Córdoba de una pequeña comunidad en Villa Siburu46, donde atenderían las dificultades del barrio y crearán una escuela. De manera similar, en Villa Libertador, la M. María Inés Schwab tomó la dirección de la escuela San José Obrero: contaba con 700 chicos, con trabajo voluntario de maestras al inicio. La asisten alumnas voluntarias del colegio de Cerro de las Rosas que realizan apoyo escolar a los niños con mayores dificultades47. Trabajaban articulando con el S.U.C.O (Servicio Universitario a la Comunidad) y la Escuela de Asistentes sociales48.

Tanto en las primeras comunidades de inserción de las FMM (1964) como en las pertenecientes a las RSCJ (1969), prima el trabajo social: apuntalar la fundación de un jardín de infantes, organizar el Club Juvenil o el de Madres, clases de corte y confección, o de tejido49. También sostenían guarderías y daban apoyo escolar.

Las FMM acogen en su convento de San Antonio a los sacerdotes del Tercer Mundo50 mientras que las RSCJ reciben en su colegio (en enero de 1974) al 2º Congreso Nacional de los Villeros51. Estas no eran acciones de simple solidaridad, implicaban un compromiso con la causa en ambos casos.

El proceso de estas hermanas en el abandono de sus grandes obras fue similar en su radicalidad a las FMM, pero quizás en las RSCJ fue más impactante el hecho que dejaran sus propias obras, algunas tan importantes como los colegios. Siguiendo el Capítulo Especial de 1967 y las orientaciones del decreto Perfectae Caritatis, se plantearon el desprendimiento de los colegios céntricos y de atención a las clases pudientes. Desde 1968 aparecen registros textuales que consideran un “anti-testimonio” al colegio de Córdoba (Cerro de las Rosas), al igual que el de Callao, y comienzan a plantearse el futuro de estas obras. En el año 1969 se decide que no se inscribirá para el año siguiente y, en 1973, finalmente deja de funcionar el colegio.

Las RSCJ deciden el cierre de la experiencia cordobesa en 1974: “El Obispo no quiere que se queden”52 y el noviciado será trasladado a Malanzán, La Rioja, quedando a cargo de la saliente provincial, Hna. Esther Sastre. Las FMM cambian su noviciado a Buenos Aires en 1977.

Fueron fuente de inspiración para ambas congregaciones los documentos de Medellín y San Miguel53. También lo fueron los Capítulos internos, que permitieron la renovación, y la influencia de las corrientes teológicas del momento, incluso con los mismos referentes: los padres Tello, Gera y Boasso (Kubli- Pulfer, 2020: 309).

La opción por la inserción provoca ciertas tensiones: en las RSCJ fue notoria la repercusión pública al dejar los colegios, sobre todo por el rechazo de los padres ante tal decisión. En el caso de las FMM las tensiones se manifestaron mayormente hacia el interior de las comunidades: algunas hermanas sintieron como impuesto un modo de vivir esta opción.

Las FMM entraron a formar parte silenciosamente de lo que Claudia Touris denomina “la constelación tercermundista” (Touris, 2010: 133), aunque de un modo bastante particular, ya que, a pesar de ser pioneras en esta opción por las pequeñas comunidades entre los pobres, lo hicieron sin dejar prácticamente registro de sus experiencias más que en la vida misma, en sus prácticas. Éstas alteraban el orden de lo establecido por la Iglesia hasta entonces. Alteraron el concepto de autoridad: modificaron un tipo de autoridad vertical y de cumplimiento ciego a una horizontal, donde las hermanas eran corresponsables. Alteraron también un tipo de pastoral: las religiosas pasaron de ser las “dueñas de colegio” o “las administradoras del hospital o del Instituto de Menores”, a optar por una pastoral liberadora, viviendo ya sin obras y en medios populares.

La oración y las liturgias se vieron impregnadas por la realidad social y el hecho de vivir de un trabajo remunerado bajo dependencia fue considerado subversivo: el peor visto fue el servicio doméstico, cuestionado incluso por muchas hermanas.

Durante el provincialato de Josefina Cordero se trasluce una clara orientación hacia el peronismo entre algunas hermanas promovida por ella misma. La hna. Josefina había votado por Perón antes de su ingreso a la vida religiosa (1954) y posteriormente tuvo una relación muy cercana con el P. Mugica, ya que él se ocupaba de las universitarias del pensionado de la comunidad de Arroyo y algunas hermanas trabajaban en la villa de Retiro. También estrechó lazos con Mons. Angelelli, con Mons. Novak y con los franciscanos Antonio Puigjané y Jorge Danielián, del primero toma algo de distancia cuando cree que comienza a radicalizarse. Para esa época los miembros del MSTM se reúnen en la casa de San Antonio de Arredondo en Córdoba54.

La opción partidaria por el peronismo quedó asumida por algunas hermanas, pero no hay un compromiso político asumido congregacionalmente sino una orientación pastoral hacia la acción social muy vinculada a referentes del MSTM.

Entre los sacerdotes de este movimiento, las FMM entablaron fuertes lazos de amistad con los padres Marcelo Sarrailh55 y Justo Igarzábal (Morello, s/a: 9).

En ocasión de cumplirse los 25 años de inserción de las FMM, un testimonio del p. Sarrailh rescata la presencia de las hermanas en su comunidad.


Las hermanas comenzaron a trabajar en la catequesis de niños. Fuimos los primeros en experimentar un método entonces novedoso: el de las madres catequistas. Yo llevaba apenas dos años como sacerdote, y mi inexperiencia unida a la de las Hermanas tuvo que hacerse aprendizaje, junto con la gente (…) en setiembre de 1971 nos convertimos en la nueva Parroquia San Juan Bautista (…) Yo iba todos los días a celebrar la Eucaristía a la casa de las Hermanas (…) Recuerdo de aquellos años la sencillez fraterna de las novicias, la simplicidad evangélica de Pilar (Boned), la fidelidad de la búsqueda, a pesar de los riesgos e inseguridades, de quien era entonces la Maestra de Novicias, María Regina; y todo ello acompañado, sostenido silenciosamente por la Madre Provincial, Lucilia. El noviciado de Maestro Vidal se traslada al Barrio San Roque (…) Allí, el trabajo y la presencia de Pilar, desde años atrás, se verá acompañada por la caridad tenaz de Dolores (Aguirre), la larga experiencia misionera convertida en sabiduría contemplativa de Ana Elena (Boasso), y la sencillez de Francesca (Apple). Para mí, personalmente, aquellos años fueron muy duros. Por un lado, el comienzo de un trabajo pastoral en aquellas condiciones; por otra parte, la situación de sufrimiento y de horror en nuestro pueblo; la persecución, la cárcel también para algunos hermanos sacerdotes, el silencio de la jerarquía, la soledad. En aquellos años, sentía a las Hermanas precisamente como eso: hermanas (Amate Pérez- Dudek, 1990: 31-32).


El decanato del oeste -coordinado por el p. Sarrailh- fue el lugar donde las FMM desplegaron su acción apostólica.

En Las Violetas trabajaron pastoralmente con los Oblatos de María Inmaculada: los padres españoles Miguel Pellón y Luis Vellón. Estos sacerdotes atravesaron dificultades desde el gobierno de Isabel Perón, las que se agudizaron con la llegada de la dictadura por su apoyo a la juventud peronista de la seccional 1156. Ambos estuvieron presos y, una vez liberados, se fueron a España. Otro de los Oblatos que trabajó con las hermanas fue Emilio Trotemenu, “de nacionalidad francesa y cura obrero. Miguel Pellón daba clases en la secundaria, era profesor. Eran curas que vivían en el barrio con un compromiso social muy grande”57.

En San Roque estaban los padres jesuitas Oscar Calvo y Alfredo Constable mientras que en la parroquia Santo Cristo se encontraba el padre Francisco “Paco” Gutiérrez (español), quien fue detenido en 1975 y llevado a La Rioja, donde estuvo hasta que fue expulsado a su país58.

Las hermanas se dedicaron a la catequesis familiar, de bautismo y de jóvenes y a los cursos pre - matrimoniales. Es importante destacar que los textos para la pastoral se elaboraban desde el mismo contexto barrial.

Se reunían con otros agentes de pastoral a través de encuentros inter parroquiales y reuniones de decanato. En las nacientes comunidades eclesiales de base se generaron espacios de debates y conflictos al cuestionar la formación en la vida religiosa, la pastoral en los barrios, los encuentros de formación laical.

La experiencia de las FMM en la formación inserta tuvo sus dificultades, pero quizás lo que más hizo sufrir a las hermanas fue


que no se aceptara esta nueva forma de noviciado tanto por parte de algunas hermanas como de algunos sectores de la Iglesia, que nos miraban con cierta desconfianza. También desde el año 73-74, el sólo vivir un grupo de hermanas en un barrio pobre, era suficiente para considerarlo comunista, marxista y eso trajo bastantes dificultades (Amate Pérez- Dudek, 1990: 2-3).


La hna. María Regina al hacer una evaluación de la experiencia del noviciado en la inserción sostuvo que “lo más positivo fue haber dejado ´lo seguro` para arriesgarse a caminar en lo ´inseguro` de una búsqueda. Búsqueda que quería ser respuesta a los “signos de los tiempos” (…) Y al decir esto no puedo dejar de recordar a Lucilia, entonces provincial, que a pesar de los lógicos temores apoyó y animó a iniciar esta búsqueda” 59.

Su concepción de la formación en el noviciado difería de algo rígido, no quería que sea algo muy estructurado, sino que sea


un lugar donde las jóvenes van como son, no entran dentro de un molde, sino que se expresan como son, porque ese es el valor que tiene el noviciado: que la persona se pueda mostrar tal cual es y de ahí ver lo que sirve y lo que no sirve tratar de corregirlo. Es un lugar donde la persona se muestra libre y de ahí ella puede salir adelante, irá corrigiendo lo que no sirve y dando rienda suelta a lo que sí vale, porque por algo entra a la vida religiosa60.


Esta frase de Laura Amate -quien la tuvo como maestra de novicias- refleja algunas cualidades personales que caracterizaron su labor: “María Regina, siempre disponible a escuchar y ceder espacios para que te sientas lo mejor posible. Siempre decía: formarnos en la vida, para la vida que nos toca”61.

El noviciado sale de Córdoba en 1977 y se traslada a Buenos Aires. Dos años más tarde, María Regina fue elegida provincial: su paso como maestra de novicias en esta experiencia renovadora dejó una huella imborrable en la historia de las FMM.




Consideraciones finales


En el marco de aggiornamiento de la vida religiosa, desde la Casa General de las Franciscanas Misioneras de María se fue propiciando la aplicación de medidas que favorecían la renovación. Pero también la Provincia fue protagonista al buscar caminos en esa misma dirección impulsados por la madre María Estefanía de San José.

El contexto latinoamericano en que se encontraba inmersa la Iglesia fue atravesado por la reflexión en torno a la puesta en práctica de realidades como la “opción preferencial por los pobres” o las comunidades de “inserción”, y los nuevos enfoques teológicos- pastorales, como la teología de la liberación y la teología del pueblo. Esta última corriente se introdujo entre las FMM de la mano de reconocidos sacerdotes (Tello, O´ Farrell, Gera y Boasso) y esto les abrió un panorama nuevo y desafiante.

En la provincia de Córdoba tuvo lugar el traslado del noviciado desde un gran convento en San Antonio de Arredondo a un barrio de la ciudad. La experiencia surgió a partir de la “intuición” de la maestra de novicias, María Regina Caride: fue su capacidad de escucha y de apertura a las jóvenes con las que convivía y a la realidad circundante lo que le permitió ser flexible a los cambios. Regina fue apoyada en todo momento por la entonces provincial Lucilia Cardozo Fleitas, quien acompañó este proceso de un modo silencioso y sencillo, pero eficaz.

En Los Naranjos, el noviciado se basó en cuatro pilares: la vida de oración/contemplación, la vida comunitaria, el trabajo remunerado y la pastoral. El estudio del carisma -base de esta etapa formativa- no tuvo lugar sólo a través de textos y charlas, sino que se fue haciendo carne e interpretando a partir de esos ejes.

El Capítulo Provincial de 1972 dio un nuevo impulso a la renovación, realizando cambios en dimensiones tales como la autoridad o el rol de la pastoral, y en donde se evaluó la experiencia de Los Naranjos y se decidió llevar ese modelo de comunidad formadora más allá del noviciado, como formación permanente.

En 1974 las hermanas se animaron a dar un paso más e ir a San Roque, un barrio más humilde, en el que compartieron con el P. Marcelo Sarrailh la catequesis familiar, apuntalaron la formación de comunidades de base y animaron los grupos de jóvenes.

Esta opción pastoral se evidenció también en otras comunidades de consagradas: tal es el caso de las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, quienes se lanzan también a una fuerte labor social y con quienes las FMM tuvieron muchos puntos en común.

Todo ese proceso tuvo sus riesgos, las religiosas no quedaron fuera de los conflictos de la época y sufrieron la falta de aceptación -de parte de la jerarquía eclesiástica y también de algunas hermanas- e incluso el rechazo, hecho gesto en la violencia sufrida con un atentado.

La pastoral en la inserción fue un desafío: requería del compromiso con una nueva realidad, y fue también un medio para completar la formación en orden a optar por la vida religiosa FMM. Así, la formación fue permeable a los ´signos de los tiempos`: algo tan simple como el vivir en una pequeña casa produjo un nuevo estilo de formación. En él, se concretó otro tipo de relación más cercana y profunda entre las hermanas y atenta a las necesidades personales de las novicias. Hay un proceso de “humanización”: de ser un “laboratorio” (como la misma maestra definía al noviciado tradicional), la formación se transformó en un espacio para que las hermanas se conozcan y desde ese autoconocimiento pudieran asumir el compromiso de la consagración.

Como puede observarse, esta “mudanza” del noviciado no fue sólo un cambio de espacio geográfico, sino que implicó un cambio de mirada a partir de la formación de las siguientes cohortes de religiosas en el estilo de vida inserta. La “inspiración evangélica” que llevó a las FMM a buscar una vida “normal” teniendo una casa como la gente de los barrios y siendo allí “vecinas”, vistiendo ya no con el hábito religioso sino como seglares o trabajando en relación de dependencia, fueron signos que enriquecerían su propia comprensión de lo que sería una “inserción”. Pero el noviciado no fue una isla: este proceso se fue retroalimentando con la fundación progresiva de nuevas “pequeñas comunidades” y con la reflexión conjunta, en particular, a través del impulso generado por los siguientes Capítulos Provinciales.



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Anexo: imágenes



Figura 1: vista del convento

Figura 2: las FMM en el frente del convento de San Antonio de Arredondo

Figura 3: comunidad de San Roque

Figura 4: grupo de Jóvenes de Las Violetas. Década del 70

Figura 5: otro grupo de la comunidad cordobesa. En el centro, María Regina Caride

Figura 6: M. R. Caride atendiendo a la novicia Laura Amate con el pie fisurado

1 Abreviatura de Franciscanas Misioneras de María.

2 Entrevista a la hna. María Inés Delfino, 30 de diciembre de 2022.

3 Existían dos grados: madres y hermanas, Ambas tenían votos, pero se diferenciaban en los roles. Lo que marcaba la pertenencia a cada uno de estos grados era la dote y la instrucción (el nivel de estudios o título profesional obtenido). Además de los grados, existían las oblatas o “agregadas”, que eran hijas ilegítimas o pobres y no tenían votos.

4 Conferencia de Superioras Mayores Religiosas.

5 Sobre este tema cfr. Ana Quiñones STJ., Del “estado de perfección” a “seguir a Jesús con el pueblo pobre”. El comienzo de la vida religiosa inserta en medios populares en Argentina (1954- 1976). Buenos Aires: Talleres Gráficos de IRO S.A., 1999.

6 Archivo CONFAR. Consejo de Superioras Mayores Religiosas, Argentina, Boletín Informativo, Año I, nº 2, Buenos Aires, 29 de enero de 1956.

7 Archivo CONFAR. Consejo de Superioras Mayores Religiosas, Argentina, Boletín Informativo, Año III, nº 8, Buenos Aires, 7 de abril de 1957.

8 Convocados por la madre M. Estefanía de San José en San Antonio de Arredondo, debían su nombre a la Provincia de Nuestra Señora de Luján.

9 C.G.2014.Capítulos.1877-2014.ESP.pdf, recuperado de: http://www.fmm.glauco.it [consultado: 20/08/ 2019].

10 Archivo Franciscanas Misioneras de María, Argentina (en adelante AFMMA). Consejos Provinciales 1961-1965. Buenos Aires, 4 de junio de 1962. Cfr. años 62 y 63, s/f.

11 Boasso era hermano de Ana Elena, religiosa FMM. Cercano a las hermanas, les dio varias charlas: una de ella en el Capítulo Provincial de 1972. Suscribió al Manifiesto de los 18 Obispos del Tercer Mundo y adhirió a la teología del Pueblo, mientras que tomó distancia de la teología de la liberación de los años 70. Cfr. José Zanca, “Fernando Boasso como prisma. Cultura, religión y sociedad en la década de 1960”, en: Prismas - Revista de Historia Intelectual, núm. 2, vol. 17, diciembre (2013), pp. 227-230, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, Argentina. ISSN: 1666-1508, recuperado de: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=387036832014 [consultado: 21/01/2023].

12 El padre Mauricio Silva nació en Montevideo (Uruguay) el 20 de septiembre de 1925 y fue ordenado en Córdoba en 1951 dentro de la congregación Salesiana. Posteriormente entró al Instituto Pequeños Hermanos de Jesús y como consecuencia de su compromiso con el mundo de los pobres, pasó a ser un desaparecido durante la última dictadura militar mientras trabajaba como barredero en el barrio de Floresta (CABA).

13 Entrevista a la hna. María Regina Caride, 15 de enero de 2021.

14 Luis “Vitín” Baronetto nació en Santa Rosa del Río Primero -Córdoba- el 17 de mayo de 1949. Cursó estudios de filosofía y teología en el Seminario Nuestra Señora de Loreto de esa provincia y militó como dirigente vecinal en los años setenta. Por su compromiso social, fue detenido y torturado durante la última dictadura militar. Actualmente es director de la revista Tiempo Latinoamericano y publicó diversos libros sobre Mons. Angelelli y el Cura Brochero, el último: “Beato Obispo Angelelli. Elaboración, ocultamiento y negación del crimen” (2022).

15 Entrevista a Luis Miguel Baronetto, 22 de noviembre de 2022.

16AFMMA. Consejos Provinciales 1965-1972. Buenos Aires, 7 de noviembre de 1969.

17 Al menos el 4º encuentro nacional, 8 y 9 de julio de 1971, 5º encuentro nacional, 16-18 de agosto de 1972 y el 6º encuentro nacional, 15-17 agosto de 1973. Cfr. Domingo Bresci (comp.), Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Documentos para la memoria histórica, Buenos Aires: Centro de Estudios San Juan Bosco- Centro Nazaret- CEHILA, 1994.

18 Nació el 8 de octubre de 1932. El 13 de junio de 1953 entró como postulante en San Fernando y el 13 de junio de 1956 hizo sus primeros votos. Integró la comunidad de Arroyo y estudió trabajo social en el Instituto de Cultura Religiosa Superior. En 1959 hizo sus votos perpetuos y partió a la Casa General en Roma, donde residió entre 1960 y 1964. Allí estudió teología en el Instituto Regina Mundi. Fue nombrada maestra de novicias en 1964, trasladándose a San Antonio de Arredondo. En 1972 participó como delegada en el Capítulo General donde se renovaron las Constituciones. En 1979 fue elegida Provincial por ocho años, hasta 1987. Integró comunidades como las de La Rioja y Trelew y por último volvió a la casa del noviciado en Bernal. Allí vive actualmente, aunque esta comunidad dejó de ser casa de noviciado. Entrevista a la hna. María Inés Delfino, 11 de octubre de 2021.

19 Entrevista a la hna. María Regina Caride, 15 de enero de 2021.

20 AFMMA. Consejos Provinciales 1961-1965. Buenos Aires, 19 y 30 de diciembre de 1970. Esa acta fue firmada por la provincial, Lucilia Cardozo Freitas y por las consejeras: María Josefina Cordero, María Pía Moretti y Anne Marie L´Hostis.

21 Entrevista a la hna. María Regina Caride, 15 de enero de 2021.

22 AFMMA. Carta de la Rda. Madre Pcial. Lucilia Cardozo al arzobispo de Córdoba, Mons. Raúl Primatesta, pidiendo autorización para instalarse en el barrio Los Naranjos, Córdoba, 11 de febrero de 1971.

23 María del Pilar Boned Sopena (María Pilar del Sagrario), 13 de noviembre de 1927-13 de abril de 2016.

24 Entrevista a Laura Amate Pérez, 14 de enero de 2021.

25 AFMMA. Consejos Provinciales 1961-1965. Buenos Aires, 12 de mayo de 1971.

26 AFMMA. Consejos Provinciales 1965-1972. Buenos Aires, 30 de junio de 1972.

27 Entrevista a la hna. María Regina Caride, 3 de marzo de 2023.

28 Entrevista a Laura Amate Pérez, 14 de enero de 2021.

29 Entrevista a la hna. María Regina Caride, 7 de marzo de 2023.

30 Entrevista a Laura Amate Pérez, 14 de enero de 2021.

31 Abreviatura de Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

32 https://revistatiempolatinoamericano.com/rev/102/TL-102S21.pdf, p. 103. En palabras de Luis Baronetto, Primatesta le quitó el cargo de representante legal del colegio, por denuncias de militares de aeronáutica que enviaban sus hijos al colegio parroquial. Después de la dictadura se integró al MEDH-Córdoba, con pastores metodistas y de otras iglesias. Murió el 5 de agosto de 2016 en la ciudad de Córdoba.

33 Archivo General Franciscanas Misioneras de María (AGFMM). Datos biográficos sobre Hna. Lucilia María Cardozo Freitas. Nació en Montevideo, Uruguay, el 22 de mayo de 1916. Integró las comunidades del hospital de Tucumán, de San Martín de Tabacal, Rosario, Mar del Plata, Montevideo y San Fernando. Fue elegida superiora de la Provincia Argentina- Uruguay en el Capítulo de 1966 y su período duró hasta 1972. Su nombre de religión era M. M. Ana Felisa. Falleció el 25 de diciembre de 2004 en San Fernando, Argentina.

34 AFMMA. Actas Capítulos Provinciales, Provincia N. S. de Luján Capítulo Provincial Planificación 1972, f. 18. En adelante se citan sólo los números de folios.

35 Entrevista a la hna. María Inés Delfino, 8 de agosto de 2021.

36 Con toda humildad, la hna. Regina aclaró que no la aplaudieron por ella misma, sino porque el resto de las hermanas acordaban con sus dichos.

37AFMMA. Aprobación del arzobispo a la Rda. Madre Pcial. Josefina Cordero autorizando el traslado del noviciado al barrio San Roque (2ª casa). Córdoba, 19 de octubre de 1973.

38 Entrevista a Laura Amate Pérez, 14 de enero de 2021.

39 Diario Clarín, Buenos Aires, jueves 1º de agosto de 1974.

40 Entrevista a Laura Amate Pérez, 14 de enero de 2021.

41 Entrevista a la hna. María Regina Caride, 10 de marzo de 2023.

42 Entrevista a Luis M. Baronetto, 22 de noviembre de 2022.

43 Entrevista a Luis M. Baronetto, 22 de noviembre de 2022.

44 Entrevista a Laura Amate Pérez, 28 de febrero de 2023.

45 En adelante se abreviará RSCJ.

46 ARCHIVO ARU-RSCJ. Informe Córdoba. Capítulo 1970. Caja Capítulo 1970, pág.1.

47 ARCHIVO ARU-RSCJ. Informe Córdoba. Capítulo 1970. Caja Capítulo 1970, pág. 1.

48 ARCHIVO ARU-RSCJ. Informe Córdoba. Capítulo 1970. Caja Capítulo 1970, pág. 2.

49 ARCHIVO ARU-RSCJ. Compartiendo. Número 3, junio 1971, pág. 3. Colección de Compartiendo.

50 Cfr. Cita 17.

51 ARCHIVO ARU-RSCJ. Compartiendo. Extra. Febrero 1974, pág. 6. Caja Compartiendo.

52 ARCHIVO ARU-RSCJ. Acta Equipo de gobierno del 28 de enero de 1974. Caja equipo de gobierno.

53 ARCHIVO ARU-RSCJ. Informe Córdoba. Capítulo 1970. Caja Capítulo 1970, pág. 2.

54 Entrevista a la hna. Josefina Cordero, 30 de marzo de 2006, cedida gentilmente por María Soledad Cattogio.

55 Una semblanza del p. Sarraihl se encuentra en la Revista Tiempo Latinoamericano https://revistatiempolatinoamericano.com/rev/099/TL-099S10.pdf

56 Entrevista a Luis M. Baronetto, 22 de noviembre de 2022.

57 Entrevista a la hna. Silvia Reynoso, 1º de marzo de 2023.

58 Entrevista a Luis M. Baronetto, 22 de noviembre de 2022.

59 Entrevista a la hna. María Regina Caride, 23 de junio de 2021.

60 Entrevista a la hna. María Regina Caride, 7 de marzo de 2023.

61 Entrevista a Laura Amate Pérez, 14 de enero de 2021.