Itinerantes. Revista de Historia y Religión 18 (ene-jun 2023) 112-115

On line ISSN 2525-2178


Reseña: Jean-François Bert (2021). Le courage de comparer. L’anthropologie subversive de Marcel Mauss. Genève: Labor et Fides, coll. “Histoire des religions”, 152 p.


La obra de Marcel Mauss ha tenido una recepción contrastada. Mauss ha sido y sigue siendo intensamente leído y citado, como lo demuestra su integración en los programas académicos de ciencias sociales. Sin embargo, algunos de sus aportes han sido estudiados, en general, desde la perspectiva de su tío y mentor privilegiado, Emile Durkheim. Relación que ha condicionado la lectura de sus propios resultados y no siempre de manera positiva.

Si bien ya existen estudios de la obra de Mauss, este texto de Jean-François Bert, historiador y sociólogo especialista en historia de las teorías y métodos en ciencias de las religiones, expone la antropología subversiva de Mauss de manera sincrónica y diacrónica. Lo lleva a cabo restituyendo debates en el que se constituyen algunas bases de las ciencias sociales, de la historia de las religiones y, sobre todo, de la comprensión de la experiencia religiosa, para ello, el autor estructura su reflexión en cinco capítulos ampliamente documentados.

En el primer capítulo, titulado: “¿Marcel Mauss, un simple continuador de Durkheim?”. El autor afronta este “nudo gordiano” de la relación intelectual entre la antropología mausiana y la sociología durkheimiana desde una confrontación que toca particularmente la cuestión de los fenómenos religiosos. Durkheim explica en Las formas elementales de la vida religiosa que la homogeneidad tipológica de los ejemplos a comparar debe primar en la elección de los elementos (p. 29). Mauss, por su parte, subraya que la comparación es el medio por el cual el investigador puede afrontar “la complejidad de lo real, su heterogeneidad y su abundancia” (p. 32). Bert distingue que, para Mauss, el fenómeno religioso está profundamente ligado al sistema morfológico y social existente. Es decir, el hecho religioso es una “fabricación” histórica y no una realidad sui generis de la sociedad, como sugería Durkheim. Este último favorecía un enfoque sincrónico y genético de los fenómenos sociales que debía “permitir al sociólogo remontarse al origen de un fenómeno para poder explicarlo finalmente” (p. 29). De hecho, Mauss critica y rompe con tal argumento, señalando que el estudio comparativo de los fenómenos religiosos debe identificar tanto las concordancias como las diferencias, estableciendo así una característica de su enfoque subversivo: “comparar lo que es comparable y comparar consultando las diferencias” (p.38).

En el segundo capítulo, “Dejar el evolucionismo comparando los sacrificios”, Bert vuelve sobre la co-escritura del Ensayo sobre la naturaleza y la función del sacrificio, redactado por Marcel Mauss y el historiador Henri Hubert, en 1899. Su modelo de análisis proponía, por ejemplo, “vincular los elementos históricos relativos a los rituales sacrificiales con el sistema social en su conjunto” (p. 55). Criticaban el uso excesivo de episodios anecdóticos, jerárquicos y de un sentido genético poco atento a las especificidades, a la manera de antropólogos anglosajones, como Eduard Tylor y William Robertson Smith, influenciados por el enfoque evolucionista de Charles Darwin. En contraste, el método del binomio francés favorecía una atención particular a lo concreto y a la materialidad de las sociedades. En efecto, un punto focal de Mauss es la repetición de las fórmulas sacrificiales y mágicas, como también la diversidad de las técnicas corporales. Así, mediante un enfoque filológico de las diferencias en el funcionamiento de las lenguas, y su manera de utilizar otros tipos de fuentes (cantos, proverbios, expresiones populares, etc.), abre una perspectiva social que parte de la materialidad de los objetos y de las prácticas para llegar a los fenómenos mentales (emociones).

En el tercer capítulo, “La magia de la comparación mausiana”, el autor encadena otro ensayo común de Mauss y Hubert, el famoso “Ensayo de una teoría de la magia” (1904). Bert se concentra en comprender los esquemas cotidianos como inventivos, que presiden el nacimiento de las preguntas, de los conceptos y de la aparición de las obras. El autor da cuenta, a lo largo del libro, de una correspondencia continua de Mauss con el propio Hubert y otras figuras como el indianista Sylvain Lévi. Esta minuciosidad del trabajo archivístico permite descifrar de qué manera su proyecto de escritura conjunta resultaba posiblemente subversivo, en la medida que, les permitía superar los límites de los paradigmas de una u otra disciplina, y así aumentar los matices en los enfoques interpretativos.

El hilo rojo de esta comparación permite a Bert, confrontar las nociones de magia y religión, del antropólogo inglés James G. Frazer con las de la pareja francesa. Frazer sostenía en La Rama dorada (1903) que la religión es un asunto de “sentimientos”, “abstracto”, “público” y “oficial”; la magia, por su parte, permanece del lado del hacer, del secreto, del misterio y de la acción individual (p.74). Mauss y Hubert sostenían una lectura contraria. En lugar de oponer frontalmente magia y religión, estos autores demostraron que este tipo de fenómenos tenían características “heterogéneas y complejas”, que debían ser interrogadas, a partir de una reflexión metodológica y epistemológica de la materialidad y de lo concreto. Ellos concentraban el análisis en tres aspectos: “prácticas, objetos manipulados y palabras pronunciadas” (p.77) y afirmaban que “magia” y “religión” no se oponían totalmente. En realidad, entendían que estos conceptos poseían cada uno a su manera una “posición”, cumplían una “función”, y se trataban de asuntos más bien relativos a una “calificación social” y de “opinión” (p. 80). Por ello, en el “Esbozo de una teoría general de la magia”, los autores integraron en su análisis la noción de maná, categoría que, a su juicio, tenía la capacidad de ser una noción más general que la categoría de “sagrado” formulada por Durkheim, y permitía demostrar la existencia de un fondo mágico-religioso que funcionaba a partir de los “mismos mecanismos mentales” (p. 81).

El cuarto capítulo: “La oración, un precipitado de comparación”, se focaliza en los medios de comunicación con la divinidad. La reflexión de Mauss criticaba dos grandes corrientes científicas de la época: la etnografía australiana y la antropología anglosajona (Edward Tylor). Para él, ambas escuelas promovían un enfoque evolutivo, descriptivo y poco interpretativo. Mauss criticaba la singularidad epistemológica de un análisis del clan australiano de los Arandas/Aruntas (hoy arrernte), que, según advierte, ignoraba “las especificidades del resto del continente”. Este análisis suprimía los contactos entre las comunidades, negaba una posible “imitación” como también la posible resonancia ritual entre las tribus australianas (págs. 104-105), limitando así el análisis a un enfoque psicológico de la experiencia religiosa. Mauss combatió este enfoque etnocentrista basándose en un proyecto comparativo por el cual analizaba la oración como uno de los medios de comunicación con la divinidad. Su prisma metodológico movilizó una etnografía de campo a partir de tres etapas: “definir, observar y explicar” (p. 108), enfoque que permitiría alejarse de los prejuicios y de las prenociones de ciertas categorías predefinidas. Por esta razón, Mauss subrayaba que la oración como hecho concreto de la lengua (instalado en un contexto de enunciación) no está excluida de los otros ritos religiosos. Al contrario, formaba parte de un conjunto ritual al que Mauss denominaba, “tejido de los cultos” (p. 110).

Si el marco temporal del estudio de Bert sobre Mauss comienza en 1899, el autor utiliza el título del último capítulo, “1909, un año decisivo”, con el fin de relacionar un período de la vida científica de Marcel Mauss, con una década de efervescencia política (el caso Dreyfus), contextualizando las razones de una tesis inacabada. Algunos episodios biográficos de la vida de Mauss y de su estigma de “comparatista” sirven de eje para recrear, la dificultad del trabajo científico como forma de actividad profesional, vocación y estilo de vida. Esta visión integral de Bert también pone de relieve las relaciones controversiales de Mauss con la historia institucional francesa, notablemente con el Collège de France y la École Pratique des Hautes Études (EPHE). Además, Bert destaca sutilmente una historia de la recepción de la obra de este reconocido autor francés, desplegando a lo largo del libro una filigrana de citas a pie de página, que revelan comentarios suscitados por teóricos reconocidos como Claude Lévi-Strauss, Jonathan Z. Smith y Pierre Bourdieu, entre otros.

El libro concluye focalizando tres perspectivas que la obra de Mauss ha planteado en la historia de las religiones. En primer lugar, una lectura comparatista permite protegerse contra esas leyes apresuradas de generalización que buscan universalizar la explicación de los fenómenos sociales. En esa lógica, Mauss invitaba a dudar de las jerarquías y a pensar “las formaciones culturales en la combinación de múltiples dimensiones”, noción que más tarde llamó “hecho social total” (p. 140). Así, en tercer lugar, este método permitía al observador desplazarse del centro del fenómeno social y a partir de sus fronteras encontrar situaciones escondidas, limitadas o descalificadas que eludían una mirada celosa.

Este texto presenta entonces múltiples reflexiones. A partir de la obra temprana de Mauss, Bert reconstruye desde una antropología histórica de las prácticas científicas, un análisis de un episodio del proyecto comparativo de la historia de las religiones. Ubicando a un Mauss en una perspectiva a contracorriente que irrumpe en medio de una generación impregnada del enfoque evolutivo. Los materiales históricos utilizados, correspondencia epistolar, fichas de lectura, comentarios al margen de los libros, etc., funcionan como punto de apoyo para descifrar el marco interpretativo mausiano, y sus distinciones con la lectura durkheimiana, insistiendo en el análisis de la materialidad a diferentes escalas. Además, se propone promover un camino reflexivo sobre las prácticas y los vínculos que organizan la relación entre las cosas, los científicos y sus saberes.

En relación con el título del texto, ¿podría hablarse de una “antropología subversiva”? ¿O más bien de enfoques subversivos, en plural? Porque el propio Mauss, en su enfoque multidisciplinar y colaborativo, busca escapar y superar esas pequeñas disputas de fronteras y de posiciones metodológicas y epistemológicas que aún existen en las ciencias sociales. Una consideración final, es lamentable no encontrar algunas imágenes (evocadas en relatos) que permitan una reconstrucción visual del taller intelectual de Marcel Mauss, quien es reconocido como el padre de la etnografía francesa.



Jonathan Mauricio Ortega Lancheros

École Pratique des Hautes Études (EPHE) - Paris Sciences et Lettres (PSL)

jortegalancheros@gmail.com