Itinerantes. Revista de Historia y Religión 17 (jul-dic 2022) 153-175

On line ISSN 2525-2178

https://doi.org/10.53439/revitin.2022.2.07


Religiosidad y vida cotidiana: el caso de los inmigrantes confederados en Brasil (1865-1870)


Religion and day-to-day life: the case of de Confederate immigrants in Brazil (1865-1870)



Ricardo Pérez Gómez

Universidad Católica Andrés Bello, Caracas

rdoperez58@gmail.com




Resumen


El estudio resume y analiza las descripciones y valoraciones de la vida cotidiana en la sociedad brasileña efectuadas por los inmigrantes confederados llegados a Brasil tras la derrota en la Guerra de Secesión a mediados del siglo XIX, a partir de sus argumentaciones dadas basadas en la fe religiosa. Para ello se acudió a la lectura de relatos escritos por los propios inmigrantes y sus descendientes, así como de contenidos recogidos en fuentes secundarias sobre correspondencia y artículos enviados por los mismos inmigrantes a familiares y periódicos en EE.UU. narrando sus experiencias y opiniones. En un intento de enfoque semiótico de los relatos y para contextualizar la interpretación de éstos, se acudió también a relatos escritos por viajeros extranjeros que coincidieron con la inmgración confederada en Brasil así como a estudios historiográficos sobre el Brasil y el Old South de la época, con especial énfasis en estudios sobre la vida cotidiana y la identidad nacional. El trabajo de investigación concluye que la fe religiosa de los inmigrantes confederados fue un basamento importante a la hora de valorar los hábitos de la vida cotidiana de la sociedad brasileña, y que aún constituye un eje importante de la identidad cultural sureña.


Palabras clave: migración, identidad nacional, vida cotidiana, religión



Abstract


The study summarizes and analyzes the descriptions and valuations of the day-to-day life in the Brazilian society communicated by Confederated immigrants arrived to Brazil after their defeat in the American Civil War at the middle of XIX century, based on their religious faith. For that purpose, a lecture of the reports and diaries written by the immigrants themselves and their descendents, as well as other written vestiges obtained through secundary sources about personal letters and press articles sent by the immigrants to their families and newspapers were also used. In order to try a semiotic interpretation of these narratives in the context of their historic times, some reports written by foreign travelers in Brazil at that time and also Brazilian and Southerner studies, with special emphasis in day-to-day life and national identity, were also consulted. The conclusion of the present study is that religious faith of the Confederate immigrants was an important issue when they described and valuated Brazilian day-to-day life, and still is a relevant key to understand cultural Southern identity at present.


Key words: migrations, national identity, day-to-day life, religion




Fecha de envío: 2 de septiembre de 2021

Fecha de aceptación: 23 de noviembre de 2021



Emigración, vida cotidiana e identidad


El inmigrante compara la nueva realidad a la que llega con la realidad de la sociedad o cultura a la que pertenece y de la que procede, en un proceso en el que contrasta sus visiones y opiniones sobre el nuevo escenario al que arriba con las de sus nuevos vecinos, interpretando las coincidencias y diferencias que puedan darse. Bajo un enfoque psicosocial, estas visiones e interpretaciones pueden estudiarse como el resultado de procesos perceptuales que buscan dar significado a la nueva y ajena realidad: procesos en los que de manera proyectiva afloran en el inmigrante sus valores, creencias, actitudes, emociones, prejuicios, estereotipos, en última instancia, su identidad social y personal. Esa construcción de la realidad se expresa en una cosmovisión específica y subjetiva, íntimamente relacionada con contextos socioculturales, políticos e históricos que la hacen posible, dándole una identidad específica (Tileaga y Byford, 2014: 287).

Los procesos de cognición social son muy importantes en el caso de las personas migrantes, pues necesitan cuanto antes incorporar repertorios conductuales que les permitan adaptarse con éxito a ese nuevo entorno al que llegan. Además, si la emigración se hace en grupo como miembro de una comunidad específica, las cogniciones tienden a reforzar las características positivas del propio grupo de pertenencia. Este proceso de valoración y atribución de características -positivas y negativas- juega un papel importante en la construcción de las identidades colectivas, pues los individuos no se relacionan sólo con las otras personas por lo que son, sino también por lo que representan para ellos, pues la identidad tiene un componente moral regulador importante y una connotación positiva, ya que tiende a ser entendida como una característica de autenticidad (Howard, 2006: 367 y 368).

En este proceso, las creencias religiosas suelen formar parte de la percepción y del sentimiento de identidad del colectivo, yendo su relevancia más allá de la mera adopción de ritos, liturgias y otros signos externos para dejarse ver en las prácticas de la vida cotidiana: la forma de vestirse, los alimentos que se pueden comer, la vida en el hogar familiar, el entretenimiento y las diversiones son aspectos de la cotidianidad frecuentemente normados a partir de la religión. No en vano, la religión no deja de ser un producto cultural en donde la experiencia religiosa es transmitida en un contexto sociohistórico particular (Silva y Mancini, 2017).

En el estudio de la historia son conocidos los casos de migraciones colectivas debidos a la intolerancia religiosa pero han sido menos los casos en los que la decisión de emigrar se dispara a raíz, no tanto del impedimento de practicar los ritos religiosos externos, sino de no poder vivir la vida cotidiana acorde con las normas morales que se desprenden de la identidad religiosa. Esto último ocurrió, por ejemplo, con galeses y boers a finales del siglo XIX y principios del XX y también tuvo incidencia en la emigración de los sudistas a raíz de la derrota de la Confederación en la Guerra de Secesión. Los más radicalizados de sus dirigentes atribuyeron el origen de las diferencias entre el Norte yanqui y el Sur confederado a razones como el clima, las características de los pioneros de las antiguas colonias que les dieron origen y a sus diferentes sistemas económicos, pero también a las diferentes maneras de entender la religión:


But the intolerance of the Puritan, the painful thrift of the Northern colonists, their external forms of piety, their jaundiced legislation, their convenient morals, their lack of the sentimentalism which makes up the half of modern civilization, and their unremitting hunt after selfish aggrandizement are traits of character which are yet visible in their descendants. On the other hand, the colonists of Virginia and the Carolinas were from the first distinguished for their polite manners, their fine sentiments, their attachment to a sort of feudal life, their landed gentry, their love of field-sports and dangerous adventure, and the prodigal and improvident aristocracy that dispensed its stores in constant rounds of hospitality and gaiety.1


Confederados en Brasil: un peculiar caso para el estudio


La identidad sureña ha sido un prolífero campo de investigación y continúa siéndolo hoy en día, mucho más allá de su vinculación cierta con la secesión y la guerra civil (Beck, Frandsen y Randall, 2007), pues no en vano, el Sur es considerado como la región de EE.UU. que mantiene un más elevado espíritu identitario. Los rasgos más característicos de esta identidad sureña en la actualidad tienen que ver con el apego elevado a creencias y actitudes como el regionalismo, el fatalismo, la resistencia al cambio, el racismo, la desconfianza hacia los extraños, la diferenciación de roles por género y el autoritarismo (Thompson, 2007: 214), pero también con sólidos valores tradicionales como el apego a la familia, las profundas raíces religiosas y la actitud tranquila ante la vida. Muchas de estas características que conforman actualmente la identidad del Sur en EE.UU. estaban ya presentes en los emigrantes confederados hace siglo y medio.

La Guerra de Secesión estadounidense (1861-1865) dejó una total devastación económica en los estados de la Confederación. La economía estaba en bancarrota y no fue infrecuente que los sureños tuviesen que recurrir a vender sus propiedades a precios ridículos. Las represalias contra los líderes políticos y militares confederados, así como la declaración automática de culpabilidad contra alrededor de 150 mil ciudadanos del Sur, alienaron a muchos sudistas y coadyuvaron, seguramente sin quererlo, a la propagación de un sentimiento favorable a la emigración, sobre todo entre los más comprometidos con la causa política y los más afectados por el derrumbe de la economía sureña. Se estima que durante la postguerra hasta tres millones de sureños dejarían sus pueblos y ciudades para trasladarse a otros lugares, bien fuese dentro del mismo Sur, a cualquier otra región de los EE.UU. o incluso al extranjero en búsqueda de mejores condiciones socioeconómicas (Harter, 2000: 11)2.

Para muchos la Confederación no había sido sólo una reacción contra la abolición del sistema esclavista, ni tampoco una decisión política para defender la autonomía de sus estados miembros. Se trataba de una expresión genuina consecuente con su convicción de que EE.UU. no era una sola nación sino dos, ideología sustentada y difundida alrededor de la icónica idea de la Lost Cause (Pollard, 1866: 46). La derrota en la guerra fue el disparador de una mentalidad cohesionada que en las personas más radicalizadas del Sur llevaría a considerar la idea de emigrar para buscar en otra parte del mundo la posibilidad de recrear sus tradiciones y modos de vida sudistas. Justo en aquéllos mismos años, Brasil estaba de moda, entre otras cosas debido a las expediciones científicas de corte naturalista y etnográfico que se realizaban, sobre todo en el Amazonas; además, había apoyado en cierto modo a la Confederación durante la guerra al haberle dado protección a los navíos confederados en sus puertos. Bien pronto comenzaron a proliferar sociedades colonizadoras con objeto de explorar Brasil en búsqueda de lugares propicios donde fundar asentamientos con emigrantes sudistas y contactar con sus autoridades gubernamentales para obtener su apoyo. Para los más exaltados de los líderes exploradores confederados, estos asentamientos deberían estar conformados por emigrantes con una motivacion superior, pues el objetivo del proyecto migratorio confederado no era constituir simples asentamientos, sino verdaderas comunidades con familias unidas por valores compartidos que habían perdido todo pero que querían rehacer una nueva vida digna a base de trabajo:


We want honest, virtuous, brave people; who do always what they believe to be right, from high principle (…) Such people, no matter how poor they may find themselves, shall be of us, and ours, if it be their desire (…) a community to be formed of such expatriated Southerners, from the United States, as will continue in force among themselves, we humbly trust, that law of honor, and Christian rectitud, which obviates the necessity for enforcing any other law.3


En total, se estima en alrededor de tres mil el número de confederados que llegaron a Brasil en los dos o tres años después de terminar la guerra en 1865, los cuales se ubicaron en una docena de colonias agrícolas. Desafortunadamente, todas las colonias menos una fracasaron en muy poco tiempo y casi la mitad de los inmigrantes regresarían a EE.UU. en la década siguiente (Pérez Gómez, 2018: 77-83). Entre las distintas causas aducidas para explicar este fracaso se encuentran las diferencias religiosas y los problemas para practicar sus liturgias protestantes -aun a pesar de que los propios inmigrantes confederados señalaban que Brasil era un estado mucho más tolerante que otros en este aspecto (Griggs, 1995: 64 y 65)4 - lo que ilustra la relevancia que la religiosidad tenía en la vida cotidiana de este colectivo. El objeto del presente estudio es indagar en la descripción que los inmigrantes confederados hicieron sobre la vida cotidiana en Brasil y las diferencias con la suya en el Old South, así como sus opiniones y valoraciones sobre dichas diferencias basadas en argumentaciones religiosas.


Diseño del estudio


Las migraciones pueden estudiarse desde distintas perspectivas, entre éstas, la perspectiva psicosocial del propio emigrante. En este intento metodológico, las fuentes a utilizar son sus propios relatos e historias de vida en los que describen y explican sus experiencias en ese duro proceso emocional que supone dejar atrás su tierra, familia y amigos para adentrarse en otro mundo natural, cultural y social diferente. El enfoque del producto historiográfico ha empezado a tener en cuenta lo que se ha denominado como historia narrativa (White: 1992), consecuencia del desplazamiento de la historia social desde las estructuras hacia los mundos vitales, cobrando relevancia como objetos de estudio la vida cotidiana y la vida privada (Iggers: 2012).

En el presente estudio, para la recolección de informaciones relevantes se recurrió a la lectura de escritos de agentes exploradores e inmigrantes confederados en Brasil y sus descendientes. Aunque este tipo de fuentes y vestigios, por su misma subjetividad e individualidad, pueden ser cuestionados en su confiabilidad y validez dadas sus obvias limitaciones en cuanto a los criterios de objetividad y representatividad se refiere, habrá que afirmar que la subjetividad y la individualidad también son parte de la historia, más aún cuando se trata de historia social. Las historias de vida ofrecen la posibilidad de conocer cómo perciben, reaccionan y contribuyen las personas a cambios que afectan sus vidas, a la vez que proporcionan un retrato personal de la existencia del cambio en una cultura, reflejado en las rupturas de las prácticas de la cotidianidad, lo que en el caso de estudios sobre procesos de inmigración es altamente relevante. En el análisis de estas narraciones se puede ir más allá de la mera identificación de la frecuencia de aparición de temas específicos en el relato para abocarse a un análisis más semántico que busque las adjetivaciones que los envuelven. Con este propósito en mente, se aborda la retórica de los migrantes como colectivo identitario, reflejando la relación con su tiempo. Se consultan también estudios publicados por historiadores brasileños y estadounidenses sobre la inmigración confederada en Brasil para ayudar a contextualizar el objeto de estudio, pero también porque en ellos es común encontrar numerosas menciones explícitas de correspondencia y relatos orales de inmigrantes, así como de artículos y noticias en periódicos de la época relativas a la emigración confederada. Asimismo, se consultan manuales y obras generales acerca de la historia de la vida cotidiana y la vida privada en Brasil, al igual que estudios sobre la mentalidad y vida cotidiana en los estados del Sur confederado, como forma de aproximarse al cristal de los lentes con los que los emigrantes iban a mirar la vida cotidiana y forma de ser de las gentes del país que los iban a acoger.


Análisis significativo de los testimonios hallados


El factor religioso dispara con frecuencia las opiniones de los inmigrantes confederados en sus relatos sobre la vida brasileña; en concreto, su fe cristiana protestante la cual es contrapuesta por ellos mismos a la fe católica mayoritaria en Brasil. La religión era una parte primordial en la vida de los inmigrantes confederados: para ellos se trataba no sólo de alabar a Dios y pedir perdón por los pecados, sino fundamentalmente de cumplir con los preceptos de los evangelios aquí en la Tierra, en la vida cotidiana de cada cristiano.

Los sudistas muestran su curiosidad sobre las misas en las iglesias católicas brasileñas, celebradas con gran pompa y donde los feligreses cantan y llevan gran cantidad de velas que ponen alrededor del altar y de las imágenes de sus santos predilectos para rezar por la salud del clero y de sus familiares y amigos. Incluso, es común que se mezclen o combinen la imagenería católica con la animística de origen africano traída y practicada por los esclavos, permitiéndose a éstos que puedan tallar figuras católicas como si hubiesen sido de raza negra, tal y como también señalan los viajeros anglosajones que visitaron Brasil por aquella misma época (Fletcher y Kidder, 1868: 389)5.

Les llama mucho la atención el hecho de que en los templos no haya bancos o asientos para los feligreses y que éstos tengan que permanecer de pie, arrodillarse o sentarse en el suelo. De estas situaciones concluyen que, a diferencia de los protestantes, no hay interés alguno entre los católicos brasileños por ir a la iglesia a escuchar sermones o hacer reuniones de oración en común, sino solamente a rezar y pedir perdón por sus pecados, lo que interpretan como un mero ritual para cumplir con una formalidad exigida por la jerarquía eclesiástica, sin que haya un compromiso personal verdadero con la religión. También se critica la costumbre de entregar limosna en los templos para pagar indulgencias por los pecados cometidos, lo que para los confederados no es sino otra manera más de lucrarse por parte del clero católico a costa sobre todo de los más pobres e ignorantes.

Para estos inmigrantes sudistas, la religión en Brasil tiene mucho de oropeles y fuegos artificiales, mucho fasto y celebraciones festivas, mucha solemnidad falsa e hipócrita, opinión ésta que era ya compartida por círculos de intelectuales católicos brasileños críticos con el exagerado abarrocamiento de las manifestaciones religiosas (Santirocchi, 2015). Son frecuentes sus críticas acerca del poco respeto que se tiene por el descanso dominical, día en el que hay que alabar al Señor dedicándolo al descanso y a rezar pero que para los brasileños se limita a ir a oír misa para luego seguir trabajando, haciendo negocios o festejando de cualquier manera, aunque reconocen que en su amado Sur había alguna metrópoli en la que no era muy distinto: “Quando nos passamos pela cidade ficamos espantados ao encontrar as lojas abertas e todos trabalhando e sentimos pesar o dia foi um domingo e, por tanto, dia que deveria ser guardado. E, no entanto, Nova Orleans nao e muito melhor.”6 Sin embargo, también hay opiniones no tan cuestionadoras sobre los brasileños:


Tive a oportunidades de observar como so da terra guardam o domingo. As lojas de modo geral estavam abertas, mas, creio, com pouco movimiento, contudo, observam o dia melhor do que esperaba e acho mesmo, com bastante piedade. A Igreja Católica nao predomina tanto quanto pensei. O povo guarda o dia como lhe praz. Os cidadaos sao muito pacificos. Nao vi desordens, brigas ou bebedeiras.7

Los relatos de viajeros extranjeros que recorrieron Brasil por aquellos mismos años están en sintonía con los relatos de los sudistas acerca del incumplimiento de los mandatos bíblicos como el de guardar descanso los domingos (Fletcher y Kidder, 1868: 187 y 188).

También se escandalizan los inmigrantes confederados de la gran cantidad de días festivos que hay en el país por conmemoraciones religiosas, lo cual para ellos no significa que el pueblo brasileño sea un pueblo creyente, pues encuentran que abunda más la superstición que la duda racional frente a las cosas, además de que tantos días festivos interfiere con el trabajo necesario para echar adelante las labores de cualquier actividad económica. En estas festividades criticadas por su innecesario fasto, además de los repiques de campanas, misas y procesiones por las calles, se lanzan cohetes, fuegos artificiales, se cuelgan pancartas, se hacen fiestas de gala y se organizan espectáculos circenses grotescos con carrozas, efigies, disfraces y animales:


we witnessed an old time São Joao festa, the 24th June, and I have never seen any thing since to half equal it. The square was filled with all kinds of grotesque figures of animals, effigies of men and women mounted on poles, two alligators, and last of all two battleships set opposite each other. And when the fireworks were set off, such a bombardment as set the echoes ringing, till the two were demolished. The alligators also went for each other, to the finish of both.8


Pese a que expresan su inconformidad con que la religión se mezcle de esas maneras con los festejos mundanos, optan por incorporarse a las actividades lúdicas brasileñas, aunque la mayoría de las veces sólo como espectadores, sin participar activamente: asisten a las escenificaciones teatrales que se organizan en las playas de Rio de Janeiro para la festividad de San Antonio, participan en los intercambios de barajitas cómicas para el día de San Valentín, en las elegantes carreras de caballos del día del Espíritu Santo o en los grandes banquetes y lanzamiento de fuegos artificiales el día de la Inmaculada Concepción. Para Navidad, Nochevieja y Año Nuevo, los confederados son invitados a fiestas con juegos de salón y bailes, bandas de música, violinistas, lanzamiento de cohetes y fuegos artificiales de distintas clases, y la tradicional quema en una hoguera de artilugios de madera en la plaza de la iglesia enfrente de una cruz. En las calles de la ciudad se adornan sus palmeras y en las casas particulares las paredes del salón con hojas y flores de naranjo, coronas de jazmín, frutas y hasta un árbol de Navidad, según lo reseñan los inmigrantes en sus relatos.

Llama poderosamente la atención a los confederados que el carnaval sea tan celebrado en Brasil, con prácticas que les resultan muy curiosas como la confección de pequeños envases de cera para llenarlos de agua y lanzarlos a los viandantes, o que la gente salga a la calle en multitud y lancen serpentinas y unos aromatizadores de ambiente que llaman lanzaperfumes. Es una fiesta con bandas de música, fuegos artificiales y las calles iluminadas por la noche: salen carrozas tiradas por mulas con plumas en sus cabezas llevando gente disfrazada grotescamente de animales, fantasmas o caníbales y piezas construidas de madera representando algún motivo:


deseo escrever o que vi hoje no Carnaval do Rio. As pessoas estavam vestidas con fantasias de diferentes cores (…) as bandas tocavam, os tambores rufavam, e fogos de artificio eram lançados. Uma grande multidao se movia e nela quatro ou cinco homens carregavam dois mastros (…) que sustentava um naviozinho, construido para representar o mar. Outro arranjo desse mostrava-nos Netuno sobre um peixe. Entao veio Baco, o deus do vino, com uma coroa de uvas em volta de sua cabeça (…) Esse era um desfile de marinheiros (…) Algumas das fantasias eram feitas com os materiais mais ricos (…) tudo de mais belo (…) Uma carruagem fúnebre, tarzida por seis mulas com plumas verdes sobre suas cabeças. Na carruagem estava a figura da morte com uma foice em uma mao e uma ampulheta em outra. Sua mascara era uma face de esqueleto. Ela tinha os cabelos cor de fogo (…) Entao havia figuras representando fanstasmas (…) canibais ficticios chegaram, clamando crianças para serem mortas e devoradas. Fogos de artificio eran lançados.9


La popularidad y extravagancia tanto del carnaval como de las festividades religiosas son confirmadas por los historiadores brasileños, quienes advierten, sin embargo, sobre los juicios de valor que sobre estas celebraciones emiten los extranjeros que visitan Brasil, generalmente muy negativos, los cuales están claramente asociados a su origen europeo, anglosajón y protestante (Schwarcz, 1998: 380, 382 y 383). Por supuesto, el inmigrante confederado, claramente incluido en este grupo, disculpa al brasileño y achaca estos malos hábitos a los papistas y la herencia católica portuguesa.

La religiosidad de los inmigrantes protestantes se caracterizaba por una práctica más espiritual, privada y consciente, en la que la lectura en familia de la Biblia era muy común, lo que contrastaba con el hecho de que muchas veces ni siquiera los mismos clérigos católicos brasileños poseían un ejemplar del texto sagrado cristiano. Los inmigrantes sudistas prefieren mantener sus costumbres en las que la diversión y el entretenimiento tienen un carácter marcadamente familiar: picnics campestres y paseos, música, cantos y representaciones teatrales, lecturas en voz alta, pero siempre con la familia y amigos cercanos y -¿por qué no?- en la misma casa de uno. Los juegos de mesa, también muy populares entre los norteamericanos, dependerán del peso que la religión tuviera en la vida familiar: mientras que con las damas y el ajedrez no había problema alguno, los juegos de dados y de cartas no eran muy bien vistos por la moral protestante de la época.

En las misas y procesiones los inmigrantes observan baja asistencia de hombres y una mayor presencia de personas de clase baja, mestizos y negros, lo que interpretan como una muestra de lo falso de esta religiosidad católica, pues las mismas clases pudientes ilustradas no participan activamente de sus actos litúrgicos, lo que también es reportado por la historiografía brasileña (Alencastro y Renaux, 2008: 330). No obstante, algunas fuentes (Hebert, 2007: 45) indican que sólo poco más del 10% de los hombres blancos del Old South acudían de manera regular a los servicios religiosos dominicales celebrados por el pastor protestante en su comunidad y, aunque es cierto que era común que las mismas familias organizasen sus propios servicios religiosos en sus casas, parece que la mitad de los blancos sureños no participaba de manera regular de servicio religioso alguno, además de que también en el Old South iban al servicio religioso comunal muchas más mujeres que hombres.

Como algo anecdótico, a los inmigrantes sudistas les sorprende la frecuente presencia de cruces en las orillas de los caminos, en señal de respeto religioso por algún fallecido en aquél lugar a causa de un accidente. Fieles a su mentalidad protestante, no dejan de señalar lo poco práctica que les parece esta costumbre católica, en vez de dedicarse a acondicionar mejor los caminos. También les provoca curiosidad la abundancia de rituales de oración entre los esclavos de las haciendas, rituales grupales organizados por ellos mismos, pero de los que se muestran escépticos sobre su sincera devoción cristiana:


After the forming of all in a line, for the purpose of counting them at night, they repaired to the rear apartment of the building, occupied by the family (of the owner), and all kneeling down they rehearsed a religious service, in which they were lead by one of their number. After this, all retired to their respective lodgings for the night. I observed that a similar proceeding was conducted in the yard where the negroes were mustered or formed into line (…) and it is doubtless a part of the routine whenever any considerable number are collected. Were it really a service of the heart, and not a mere outward ceremony, there would be an appropriateness and impressive solemnity in thus looking to God for his blessing at the close of the day´s labor. But while a few of the number may have some sense of reverence for God associated with this daily observance, it is evident that the greater part join in it as a mere matter of routine.10


A su manera de ver, los hacendados brasileños no hacían esfuerzos por cristianizar a sus esclavos por más que tuvieran una iglesia en la hacienda, lo cual no pasaba de ser una mera formalidad: era una religiosidad hacia afuera, no interiorizada. Además, estas expresiones religiosas solían mezclarse con otras tradiciones de origen africano que traían los esclavos, por lo que al final solía producirse un verdadero sincretismo religioso, aspecto también confirmado por la historiografía brasileña (Reis, 2008: 99 y 101).

Pero todas estas realidades no alteraron significativamente las relaciones y normas sociales propias de los inmigrantes confederados, por lo menos no al principio. La sagrada responsabilidad del padre sudista, como jefe de la familia, de leer, rezar y cantar con sus hijos todos los domingos, así como su esmero al convertirse en improvisado maestro dando clases a sus hijos todas las noches después de terminar con las labores de la finca, contrastan con la imagen un tanto desapegada de la figura paterna brasileña que ellos veían. De la misma forma, la madre sureña, siempre pendiente ella misma por cocinar, limpiar, coser y educar en labores del hogar a sus hijas, ejemplifica con orgullo a sus ojos el rol tradicional de la mujer proactiva como madre y esposa en la familia del pequeño granjero norteamericano:


Our mother´s part must not be forgotten. She kept house and kept us youngsters well clothed as fas as she was able. She was a good cook, a very neat housekeeper (…) Here she gave me my first lesson in sewing. Sitting with her candle at her end of the table, with work in hand, she would join us in songs as she felt like it. She taught every child to read by the time we were six years old. And she told us Bible stories till we knew them by heart…11


Todo este candor no era contradictorio con que les extrañase que los niños brasileños solicitasen la bendición -tanto a sus padres como a los sirvientes adultos que vivían en su casa- todas las noches antes de ir a acostarse a dormir o que vieran como algo normal que los niños sudistas recibieran clases de su padre sobre cómo disparar una pistola…

En los inmigrantes confederados suscita sorpresa, preocupación y lástima el papel de la mujer en la sociedad brasileña, al que califican como atrasado incluso para la época, si bien anotan que ya ha comenzado a cambiar: hay una mayor permisividad para salir de la casa, hacer vida social más allá de su confesor, los templos y procesiones religiosas o asistir a comidas y veladas en sus casas con visitantes… aunque eso sí, sin abrir la boca, a menos que se la invite a ello. Algunas fuentes (Moog, 1957: 139) atribuyen esta situación de atraso a la religión católica, explicando el papel más activo de la mujer norteamericana anglosajona al influjo de la religiosidad protestante calvinista, más militante y democratizadora, que promovía el activismo en todos sus feligreses a las que, por ejemplo, se asignaba un papel primordial en la educación personal de sus hijos pequeños y en la vida de su comunidad. También les causan impresiones negativas el hecho de que el marido brasileño cometa el pecado del adulterio y que la fornicación con sus esclavas no sólo sea una práctica cotidiana, sino que además no es socialmente criticada, hechos todos asimismo reportados por la historiografía local (Sodré, 1998: 115). No obstante, de nuevo se hace preciso acotar que estas prácticas estaban igualmente extendidas en el Old South (Phillips, 1963: 205).

En sus relatos sobre la educación, los confederados emiten comentarios sobre la baja calidad de la educación en el país, además de escandalizarse por el hecho frecuente de que en las escuelas brasileñas fuese muy inusual la escolarización de las niñas: “Most illiterate; now and then you find an educated man. They have schools but do not pay much attention to the education of their children”12. Los historiadores brasileños resaltan que en aquella época la educación era muy deficiente en el país, situación reconocida por el mismo gobierno y por las élites brasileñas: por ejemplo, para 1872, sólo un poco después de la llegada de los confederados, apenas el 16% de la población sabía leer y escribir (Schwarcz, 1998: 166). Los confederados optan por escolarizar ellos mismos a sus hijos en sus propias casas, lo que les permitía organizar lecciones familiares que incluían como técnica de enseñanza la lectura de libros religiosos o la enseñanza de la música a través de cánticos asimismo religiosos:


We had our lessons every night around the rude table Dad had made out of a solid slab sawn out of the root of the giant figueria tree (…) The good church people of New York had given us a gift of two boxes of books, principally religious, of course, also many Sunday school books (…) So we had our daily lessons and at night studied till bed time. And never was the singing omitted (…) Dad was an old fashioned vocal singing school teacher, so he taught us the music notes…”13

Para los inmigrantes, la casa era la escuela pues para los protestantes es obligación fundamental de la familia el enseñar a sus hijos a leer para que pudiesen estudiar la Biblia. Este aspecto no era de importancia secundaria pues, en ese proceso de aprendizaje de lectura en el hogar bajo la responsabilidad directa y estrecha supervisión de los padres, se transmitían valores morales y guías de comportamiento a los hijos, dado que la lectura de la Biblia suponía también la interpretación de la misma. En el Old South, si bien las clases más pudientes contrataban un tutor para sus hijos y se esmeraban mucho en que fuese un buen tutor, tanto el padre como la madre seguían muy pendientes de la formación del carácter de sus hijos y estaban igualmente muy pendientes de que las niñeras negras siguieran sus lineamientos cuando les cuidaban (Phillips, 1963: 359, 360 y 363). Por el contrario, las familias católicas brasileñas se desentendían de esta otra cara del proceso formativo de sus hijos, puesto que esta responsabilidad quedaba en manos del párroco, que era quien les enseñaba a sus hijos a leer e interpretar la Biblia (Alencastro y Renaux, 2008: 328 y 332).

Los reverendos protestantes que fueron llegando de EE.UU. atendiendo los ruegos de los inmigrantes confederados, no sólo se limitaron a prestar sus servicios religiosos en los asentamientos de éstos, sino que aprovecharon también para predicar entre los nativos brasileños (Dawsey y Dawsey14, 1995: 88-90, 102 y 104). En este empeño, fundaron escuelas para los hijos de los confederados pero también para los hijos de los brasileños, llegando a ser muy famosas por su alta calidad educativa, hasta tal punto que las familias brasileñas burguesas de orientación más progresista preferían enviar sus hijos a estas escuelas protestantes en vez de enviarlos a las tradicionales escuelas católicas. El mismísimo emperador Pedro II visitó en 1875 la primera escuela metodista fundada en Brasil y el futuro presidente republicano Prudencio de Moraes ayudó a crear una escuela metodista en su ciudad natal tan temprano como en 1876. En 1881 se fundará un colegio protestante con clases en inglés en Piracicaba, cerca del asentamiento de inmigrantes confederados de Santa Barbara d´Oeste; este colegio con el tiempo dará lugar a la Universidad Metodista de Piracicaba.

Un comentario frecuente en los escritos de los inmigrantes confederados es el referente a las pobres maneras y poca ropa con que se visten los brasileños, sobre todo los negros y la gente más pobre, lo que lleva a conclusiones tanto de tipo estético como moralista:


several negro men were seen with very little else tan a cloth around their loans, carrying immense burdens; while negro women were seated upon the sidewalks with the body of a chemise as the only covering above their waists. These women were engaged in traffic of various kinds, and seemed to be as entirely unconscious of any undue exposure as we would suppose Eva was, originally, in the Garden of Eden.15


Debió de haber una diferencia patente entre la forma de vestir de los inmigrantes confederados y sus vecinos brasileños, pues comentan que a éstos les llamaba mucho la atención la forma en que vestían los sudistas. Una posible explicación de dicha extrañeza podría hallarse en la rigidez y el convencionalismo que predominaba en las formas de vestirse, sobre todo de los caballeros, que venía de los tiempos de la colonia británica y que estaba asociada a la moralidad protestante (Varhola, 1999: 45-50). También en los hábitos culinarios, los confederados pudieron observar diferencias motivadas a la religión: por ejemplo, el consumo de cordero sólo había empezado a hacerse popular entre los brasileños después de la declaración de independencia y con la progresiva llegada de pastores protestantes a Brasil, pues durante la colonia la tradición católica lusobrasileña no veía con buenos ojos el consumo de su carne (Alencastro y Renaux, 2008: 301 y 302).

Los viajeros extranjeros coinciden con los inmigrantes confederados en señalar como las causas del atraso de la sociedad brasileña a su apego a tradiciones ancestrales, su clero católico corrupto y la ausencia de pensamiento crítico en su población, algo que también es recogido por la historiografía local (Freyre, 1922: 598), si bien en ésta se acota que las críticas anglosajonas a la forma de ser del brasileño son producto, precisamente, de las diferencias religiosas entre ambas sociedades, máxime dada la preminencia del protestantismo calvinista y puritano entre los norteamericanos (Moog, 1957: 67-124). De hecho, fuentes que han estudiado los archivos judiciales de las poblaciones donde se instalaron las colonias confederadas reportan casos de violencia y criminalidad en los que se vieron involucrados inmigrantes confederados, no siendo infrecuentes los conflictos por diferencias religiosas con sus vecinos católicos brasileños (Silva, 2007: 78).

Otro señalamiento parecido tiene que ver con los comentarios relativos a los funerales y los enterramientos, describiendo algunas costumbres que les parecieron, cuando menos, extrañas (Fletcher y Kidder, 1868: 203 y 204), actividad en la que la Iglesia Católica sacaba provecho económico al exigir un pago por el derecho a ser sepultado en el templo o en algún terreno oficialmente consagrado. Algunos se lamentan del mal estado en que se encuentra el cementerio protestante de Sâo Paulo, al contrario del cementerio católico que se encuentra en muy buen estado: en una explicación que resulta un tanto tendenciosa, se interpreta esta diferencia como un ejemplo de que los protestantes piensan que es mejor utilizar las riquezas entre los vivos que entre los muertos. Sin embargo, los camposantos serían una de sus principales preocupaciones dada la prohibición de que los no católicos fuesen enterrados en los cementerios consagrados por la Iglesia, que con abrumadora frecuencia eran casi los únicos existentes. En este sentido, los inmigrantes confederados se esforzaron en conseguir aprobación oficial para poder contar con su propio cementerio, el cual acabó por convertirse en un símbolo comunitario en cuya construcción y mantenimiento estuvieron ampliamente comprometidos: “An old dream is realized. For some time the trees had been cut and the wood prepared for their church. Anyone who had a skill worked on her.”16

Son frecuentes y lapidarias las críticas de los confederados a la jerarquía y clero católicos, críticas en las que también coinciden los viajeros extranjeros (Fletcher y Kidder, 1868: 141). Celebran que el gobierno brasileño haya restringido el funcionamiento de conventos y monasterios, pues eran dueños de grandes posesiones de tierras y esclavos contra toda moral cristiana, y se escandalizan de la frecuencia con que el cura católico vive en público amancebamiento en la casa parroquial con la mujer encargada de los servicios domésticos y los hijos de ambos, en contradicción de sus votos de celibato, sin que le produzca rubor alguno. De nuevo, aquí también los viajeros extranjeros comparten juicios de valor con los inmigrantes confederados y comentan que hasta los estudiantes de religión y teología son muy inmorales y poco castos:


Chastity in New England is not so high a virtue as it would be in Brazil, if it existed here, which it certainly does not, to any considerable extent, in men or women, or children who can walk. A clergyman once came on board accompanied by his son, and the old gentleman seemed to be as highly respected as if he has denied the relationship.”17


La historiografía brasileña confirma estas observaciones sobre el escaso cumplimento del celibato por parte de los clérigos católicos, sin que ello supusiera mayor condena moral por la sociedad brasileña de la época (Sodré, 1998: 114 y 115).

Para los sudistas en Brasil, la incorrecta aplicación de los principios cristianos no se debe a que los brasileños interpreten de manera equivocada los textos sagrados, sino a que la jerarquía papista y romana de la Iglesia Católica se ha adueñado de forma exclusiva de la interpretación de los mismos para manipular su contenido en su propio beneficio económico y político, engañando a la gente, sobre todo a los más humildes e ignorantes, haciendo negocio con la venta de rezos, estampas, medallas y favores religiosos entre sus fieles, con lo perjudicial que esto es para la formación cívica de la gente. Coinciden en la influencia -a su manera de entender, perversa- del catolicismo en la sociedad brasileña, incluso entre la clase más pudiente, algo que es señalado asimismo por otros viajeros extranjeros:


We had seen the Roman Catholic religión in all parts of the world, and frequently observed how it was modified or intensified to suit national exigencies (…) but nowhere, excepting perhaps in Spain, is it so much like child´s play as in Brazil. Elsewhere, sensible and educated men comply with some of its unimportant observances, from habit or for interested motives; but here, the most potent, grave and reverend senhors assist with beautifully pious decorum at the wax-doll exhibitions and performance of miracles. On these occasions not a smile is seen, except on the face of a foreigner, or in the sly twinkle of a priest´s eye18.


En las rígidas miradas moralistas de estos inmigrantes y viajeros protestantes, el futuro de Brasil pasa por una verdadera revolución, pero religiosa: “I (…) profundly convinced that a moral earthquake will be necessary to shake off the indifference of the Brazilian priesthood before the minds will be directed aright”19. Pese a todo, algunos de los inmigrantes se muestran optimistas sobre la posibilidad de que en un futuro próximo los brasileños se liberen de la opresión de la Iglesia Católica y puedan así superar las debilidades de carácter que tienen: “O povo e muito educado e disposto a gentilezas, a classe superior se compara favoravelmente a qualquer outra, mas a sua uniao entre igreja e Estado e suas leis anticuadas e onerosas retardam seu progresso e tendem a torna-los paradoxais, pomposos e afeminados. Embora liberais e hospitaleiros.”20 Aunque muchos años más tarde y después de haber vivido ya varias décadas en Brasil y conociendo la religiosidad brasileña, algún inmigrante no se mostrase ya tan optimista: “Second Coming of Jesus Christ will be when Catholic Brazil becomes totally Protestant”21. Un claro ejemplo de la diferente manera de vivir la religión –cualquiera que ésta fuese- lo ilustra el hecho de que para la época de la inmigración confederada había más obispos católicos en EE.UU. que en Brasil, a pesar de que la feligresía católica era mayoritaria y mucho mayor en la nación lusoamericana.


Conclusiones


Para los confederados debió suponer un obstáculo importante en su proceso de adaptación al Brasil el tener que ver y aceptar este tipo de religiosidad tan diferente a la suya, una realidad en la que el cristianismo es usado para divertirse y aparentar socialmente en vez de ser el eje moral de los valores que guían su vida cotidiana. El proceso de emigración a menudo fortalece la cultura tradicional en un intento por aferrarse a su identidad y no perder o abandonar todo lo que se era y sentirse solo y sin nada. La religión ayudaba en este proceso de fortalecimiento y preservación de lo que se había sido; en estos casos, el papel de la religión era aun mayor cuantas más dificultades se presentaban. Entre los inmigrantes confederados se dio un fuerte movimiento asociacionista a través de sus propias iglesias, lo que sirvió para reforzar la vida familiar nuclear en la medida en que todos sus miembros participaban, pero también para crear una especie de familia extendida con las familias nucleares de su mismo colectivo inmigrante.

Historiadores y antropólogos brasileños concuerdan con las apreciaciones de los inmigrantes confederados sobre la existencia entre los brasileños de la época de una religiosidad de superficie, pendiente de las pompas y formas externas y no de la comunicación interna y espiritual del feligrés con Dios; una religiosidad que apelaba a los sentimientos y los sentidos en vez de hacerlo a la razón y a la voluntad, como en cambio propugnaba la moral protestante anglosajona que impregna los relatos confederados. Se trataba de una religiosidad con poca doctrina, sin angustias profundas, suave, sentimental y acogedora (Sodré, 1998: 110-112), de íntima y personal relación con el santo o virgen preferida, un culto religioso que perdonaba al brasileño por no esforzarse lo exigido en el cumplimiento de las leyes religiosas, un culto intimista que acaba por corromper la religión (Holanda, 1995: 149) vaciándola de su papel como guía moral de conducta. La historiografía brasileña abunda en la existencia de un componente social en dicha religiosidad, confirmando los relatos de inmigrantes y viajeros: las misas, procesiones y cualquier celebración pública religiosa, incluyendo los funerales (Reis, 2008: 110, 116 y 118; Mauro, 1991: 54), suponían una ocasión para ejercer visiblemente el prestigio de la familia. Todo lo contrario a la religiosidad protestante de los confederados, en la que el amor a Dios se demuestra en el esfuerzo y el trabajo constante y diario y que casi dos siglos después sigue siendo señal característica de la mentalidad sureña:


Well I said they was honest, most of thems got to work for, you know, work for a living. God-fearing, uh, cause I still know a lot of old men that get down on their knees and pray every night, you know. Uh, and that’s the way they were brought up. You know when, a lot of the southerners when they were kids, they were out in the fields working, you know. They gonna appreciate what they get, because they’ve had to work for it, scratch out a living for four or five generations.22

Las críticas de los inmigrantes confederados a la religiosidad brasileña y el señalamiento de culpabilidad dirigido a la jerarquía católica son fiel reflejo de las oposiciones binarias frecuentes en las polémicas religiosas habidas a lo largo de la historia de la Humanidad, las cuales han demostrado ser un fértil campo de estudio para los historiadores. Estos estereotipos binarios son construidos con facilidad a partir de prejuicios sustentados en argumentaciones variables y acomodaticias que toman cuanto hecho parezca servir a la causa última de desprestigio del otro (Knights, 2014: 252 y 253), pasando por alto cualquier prueba que dañe el estereotipo favorable construido sobre el endogrupo, tal y como lo corroboran algunos señalamientos negativos de los sudistas sobre la realidad brasileña que se daban igualmente en el Old South. Pese a todo, puede desprenderse que la religión tenía, en cuanto guía de comportamiento en aspectos importantes de la vida cotidiana como la educación de los hijos, el papel de la mujer o el cuidado de la imagen personal, un protagonismo más relevante en la identidad del colectivo sudista que en la de sus nuevos vecinos brasileños.

La importancia de la religiosidad que el inmigrante confederado que llegó a Brasil a mediados del XIX expresaba continúa siendo una señal de la identidad sureña actual: “I would say southerners… like I say I think religion would be one. I think that has been true of black and white communities. At least we claim to be, and we practice religion. People go to church and take spiritual values very seriously”23. No en vano, actualmente el Sur es la región de EE.UU. con mayor porcentaje de población que se define como creyente de alguna religión y mayor porcentaje de creyentes del país que se definen como cristianos protestantes (Beck, Frandsen y Randall, 2007). La discriminación de la mujer, el adulterio puntual, la dejadez en la formación de los hijos en el hogar son algunos aspectos de la vida brasileña que los sureños juzgan a partir de sus propias creencias religiosas. Esa importancia de los valores familiares asociados a la moral religiosa también se mantiene en la identidad sureña de la actualidad: “One salient characteristic would be religion, but it’s more than just that. It’s social practice that’s tied into that loosely. It’s maybe moral behavior, not specifically religious, or maybe not even moral behavior but social behavior regarding, I don’t know, family, family values.”24

Sea como fuere, la influencia de la moral protestante en la vida cotidiana de los inmigrantes confederados en Brasil y las críticas de éstos a la, según ellos, perversa influencia de la religión católica en la sociedad brasileña que les acogía, no parece haber sido un factor negativo crucial para su adaptación y postrera integración; en todo caso, entre aquellos inmigrantes que decidieron regresar a EE.UU. el argumento religioso como disparador de ésta decisión de retornar iba más por la imposibilidad de contar con servicios religiosos propios en sus comunidades que por el hostigamiento antiprotestante de sus vecinos católicos. Aunque el pensamiento político del ultramontanismo católico y la llamada Cuestión Religiosa aparecerían con fuerza justo unos pocos años después de la llegada de los inmigrantes confederados (Junior, 2019), no parece que tuvieran una base social fuerte entre los brasileños de a pie y correspondería más a inquietudes de determinados círculos intelectuales y políticos de ideología conservadora. De hecho, en su único asentamiento exitoso, el de Santa Barbara d´Oeste en el Estado de Sâo Paulo, la inmigración sudista se integró perfectamente al país de acogida aún a pesar de convertirse rápidamente en una minoría étnica tras la llegada de oleadas de inmigrantes católicos italianos; es más, tal fue su exitosa adaptación sin abandonar sus tradiciones que la inmigración confederada se ha vuelto en señal distintiva de esta ciudad que ha llevado incluso a cambiar su nombre por el de Americana (Gussi, 1996).

Pareciera que el ultramontanismo no encajaba muy bien en la religiosidad popular brasileña que, si bien era indudablemente católica sobre todo en las formas y los ritos litúrgicos, no se caracterizaba por ser extremista ni fanática como para llegar hasta el extremo de sostener una teología política que se tradujera en persecuciones religiosas. En este sentido, cabría decir que era más rígida la fe protestante de los confederados pues, si bien no se demostraba externamente de la manera abarrocada en la que a los brasileños les gustaba expresar su fe católica, su influencia en la vida cotidiana y en la vida privada era de mayor intensidad. En otras palabras, podría argumentarse que la religiosidad de los confederados simpatizaría con las pretensiones católicas ultramontanas en el sentido de evitar la secularización de la vida social, entendida ésta como la progresiva disminución de la influencia de la religión en la vida de las personas; pero a diferencia de los ultramontanos, estaría a favor de la laicidad, entendida ésta como la progresiva disminución de la influencia de la jerarquía eclesiástica en la vida política y en las instituciones del Estado (Santirocchi, 2017), lo que es coherente con las raíces históricas de libertad religiosa que dieron pie a la fundación de las Trece Colonias norteamericanas.



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1 Pollard, Edward A. (1866). The lost cause. A new Southern history of the War of the Confederates. New York: E. B. Treat & Co. Publishers, p. 50. Edward Pollard fue un gran propagandista de la mitología heroica confederada. Abogado e influyente periodista, sustentó y divulgó la tesis del Sur como un país específico y distinto, con una sociedad y cultura históricamente diferentes a las del Norte yanqui y, por ende, con el derecho a la secesión.

2 Eugene Harter es descendiente de inmigrantes confederados en Brasil, donde nació y vivió su infancia hasta que su familia regresó a EE.UU. en 1935. Periodista y diplomático, llegó a ser cónsul en Brasil en 1971. Su visión es un resumen tanto de sus recuerdos de infancia como de sus experiencias en el reencuentro con familiares y amigos a su retorno a Brasil.

3 Dunn, Ballard S. (1866). Brazil, the home for Southerners. New York: George B. Richardson, pp. 50 y 51. Dunn fue un pastor protestante, fervoroso militante sudista y entusiasta promotor de la emigración confederada. Recorrió Brasil durante varios meses, fundando él mismo una colonia de inmigrantes, la cual fracasó.

4 Griggs es descendiente de inmigrantes confederados en Brasil que retornaron a EE.UU.

5 James Fletcher fue un pastor protestante estadounidense que había cursado teología en las universidades de Brown y Princeton. En 1851 viajó a Brasil donde estuvo varios años recorriendo el país como agente de una sociedad educativa protestante. Con sus experiencias, más las que proporcionaría el también misionero protestante y teólogo Daniel P. Kidder, escribió Brazil and the Brazilians, en 1857 y para 1868 llevaba ya ocho ediciones publicadas; fue un libro leído con avidez por varios de los exploradores confederados en Brasil.

6 Keyes, Julia Louisa (2013). Nossa vida no Brasil. Imigracao norteamericana no Espiritu Santo 1867-1870. Vitoria: Arquivo Publico do Estado do Espirito Santo, Coleçâo Canaa, p. 70. El relato de Julia Louisa Keyes es una recopilación en orden cronológico de anotaciones en los diarios personales y de contenidos de la correspondencia de la autora y de otros miembros de su familia alrededor de su experiencia como inmigrantes en Brasil. El manuscrito original en inglés data de 1874 y en la redacción final publicada en 1966. La familia Keyes se encontró entre las que no se adaptaron y regresaron a EE.UU.

7 Traducción al portugués de la carta enviada por el inmigrante reverendo Richard Henington, de fecha 19 de mayo de 1867, publicada por el periódico The Copiahan, de la ciudad de Crystal Springs en Mississippi (Guilhon, 1987: 30)

8 Smith, Sarah Bellona. “The American colonies emigrating to Brazil, 1865” en Cyrus B. Dawsey y James M. Dawsey (eds.) (1995). The Confederados. Old South Immigrants in Brazil, Tuscaloosa, Alabama: The University of Alabama Press, pp. 26-49: 35 y 36. El relato autobiográfico de la inmigrante Sara Bellona Smith fue publicado en 1916 y ha tenido actualizaciones en 1935, 1936 y 1943, la última revisada por la propia autora ya siendo una anciana. Su redacción es la típica de un libro de memorias o recuerdos, y no un diario de anotaciones. La familia y descendientes de Smith permanecieron en Brasil.

9 Keyes, p. 251

10 Gaston, James McFadden (1867). Hunting a home in Brazil. The agricultural resources and other characteristics of the country, also the manners and customs of the inhabitants. Philadelphia: King and Baird Printers, p. 112. Gaston fue un médico y oficial del ejército sudista que recorrió Brasil durante meses para finalmente fundar allí una colonia con familiares y amigos. El reporte de su expedición es un texto de estilo cuidado y profesional, asemejándose en cierto modo a un libro de viajes.

11 Smith, pp. 42 y 43

12 Carta de una mujer inmigrante confederada en Brasil, de apellido White, publicada por el periódico Mobile Daily Register en fecha 21 de febrero de 1870 (Hopperstad, 1963: 69).

13 Smith, pp. 38, 40 y 42

14 Los hermanos Dawsey pasaron su infancia en Brasil, donde su abuelo y padres llegaron como pastores protestantes para ofrecer servicios religiosos en una colonia de inmigrantes confederados.

15 Gaston, p. 9

16 Jones, Judith MacKnight (1967). Soldado descansa! Uma epopéia norte americana sob os céus do Brasil. Sâo Paulo: Jarde, p. 295. Judith MacKnight Jones desciende de inmigrantes confederados en Brasil. Su libro recoge testimonios y recuerdos de inmigrantes de segunda y tercera generación.

17 Codman, John (1872). Ten months in Brazil. New York: James Miller Publisher, 2a edición, p. 175. John Codman participó en la guerra civil estadounidense como transportista de materiales y tropas y después en Brasil como capitán de barco durante los años de la inmigración confederada, a la cual hace referencia en su libro.

18 Codman, p. 151

19 Fletcher, James C. y Kidder, D. P. (1868). Brazil and the Brazilians, Boston: Little Brown and Company, 8a. edición, p. 344

20 Keyes, p. 288

21 Palabras de la madre de Eugene Harter, inmigrante confederada de segunda generación que retornaría a EE.UU. (Harter, 2000: 75)

22 Respuesta de William Lancaster, hombre blanco de 46 años de edad, de Carolina del Norte, en entrevista sobre el esfuerzo y el trabajo duro en la identidad sureña actual (Thompson, 2007: 118).

23 Respuesta de Larry Carpenter, hombre negro de 51 años de edad, de Tennessee, en entrevista sobre el papel de la religión en la identidad sureña actual (Thompson, 2007: 118).

24 Respuesta de Peter Nelson, estudiante blanco de 21 años de edad, de Tennessee, en entrevista sobre el papel de la religión en la identidad sureña actual (Thompson, 2007: 150).