Itinerantes. Revista de Historia y Religión 15 (jul-dic 2021) 104-127

On line ISSN 2525-2178


¿Qué tiene que ver la religión con esto?” Reconsideraciones sobre la influencia católica en los sindicatos durante el peronismo*1


"What does religion have to do with this?" Rethinking catholic influence on unions during peronism



Jessica Blanco

Universidad Nacional de Córdoba

jessieblanco@yahoo.com.ar

Resumen

Estudios recientes dan cuenta de una edad dorada de la influencia católica en los sindicatos y de la iglesia en el movimiento obrero organizado durante el periodo 1943-1946, posible en gran medida por la represión y la prohibición a los grupos de izquierda por parte de un gobierno militar de inclinación nacionalista católica. Luego, el decreto de 1945 de asociaciones profesionales pareció poner fin a la aventura recristianizadora de la clase obrera, puesto que negaba personería gremial a asociaciones constituidas sobre bases religiosas.

No obstante, entre 1953 y 1954 Perón brindó una serie de discursos acerca de la infiltración católica. Estas alocuciones fueron interpretadas historiográficamente como una reacción sobreactuada del presidente en el contexto de las conflictivas relaciones con la iglesia católica.

Al respecto, el objetivo de este trabajo es indagar en el rompecabezas católico sindical que pervivió luego de 1945, ya sea a través de asociaciones obreras con influencia católica que incidían en la vida intragremial, como de militantes católicos y sacerdotes obreros que concretaban sus ideales en ámbitos laborales y en sindicatos. Sobre esta base, se sostiene que la “infiltración católica sindical” tuvo un asidero más real de lo que hasta ahora se ha estudiado.


Palabras clave: vida sindical, catolicismo, peronismo, iglesia


Abstract

Recent studies report a golden age of Catholic influence in the unions and of the church in the organized labor movement during the period 1943-1946, made possible in large part by the repression and prohibition of leftist groups by a military government of Catholic nationalist inclination. Later, the 1945 decree on professional associations seemed to put an end to the adventure of re-Christianization of the working class, since it denied guild status to associations formed on religious grounds.

Nevertheless, between 1953 and 1954 Perón gave a series of speeches about Catholic infiltration. These speeches were historically interpreted as an overreaction by the president in the context of the conflicting relations with the Catholic Church.

In this regard, the aim of this work is to investigate the Catholic trade union puzzle that survived after 1945, that is, through workers' associations with Catholic influence that influenced intra-union life, as well as through militant Catholics and worker priests who made their ideals concrete in the workplace and in trade unions. On this basis, it is maintained that "Catholic trade union infiltration" had a more real grip than has been studied so far.


Keywords: union activity, catholicism, peronism, church

 



Fecha de envío: 11 de mayo de 2021

Fecha de aceptación: 8 de agosto de 2021



Introducción


¿Qué se puede decir de los católicos en los sindicatos durante el peronismo? me preguntó un colega especializado en el movimiento obrero argentino en una charla informal mantenida durante unas jornadas académicas. Mi respuesta siguió los cánones historiográficos y el apego al supuesto de cumplimiento de las normativas: luego del decreto de asociaciones profesionales de octubre de 1945, los intentos de sindicalización católica fueron coartados y, para subsistir, estas iniciativas tuvieron que amoldarse a los marcos mutualistas. Punto final y cierre de la cuestión.

Investigaciones generales sobre la historia del catolicismo y la influencia de la iglesia en la política y la sociedad argentinas, así como aquellos trabajos acerca de las relaciones entre la iglesia y el peronismo dan cuenta en unos pocos párrafos de las iniciativas de sindicalización católica que tuvieron mayor gravitación en las décadas de 1930 y 1940. Empero, todos los historiadores coinciden en que estas fueron marginales para la iglesia y constituyeron una minoría en el movimiento obrero organizado, con una representatividad prácticamente nula (Lida, 2015b:187; Ghio, 2007:111 y 123; Bianchi, 2001:63-64; Di Stefano y Zanatta, 2000:433 y 435; Caimari, 1995:80- 81).

Estudios más específicos centrados en Córdoba, Tucumán, Mendoza y Salta dan cuenta de una edad dorada de la influencia católica en los sindicatos y de la iglesia en el movimiento obrero organizado durante el gobierno militar de 1943-1946, posible en gran medida por la represión militar y la prohibición de acción a los grupos de izquierda por parte de un gobierno de inclinación nacionalista católica (Blanco, 2010; 2018b; Correa y Pérez, 2016). Empero, el decreto de 1945 de asociaciones profesionales pareció poner fin a la “aventura recristianizadora de la clase obrera”.

Luego de las medidas tendientes a la sindicalización única del bienio 1944-1945, es poco lo que se conoce y se ha investigado sobre los vínculos entre catolicismo y sindicalismo durante el primer peronismo. Lo anterior se explica porque estas normativas actuaron como una especie de clausura historiográfica sobre el derrotero de asociaciones e individuos de adscripción católica en el ámbito gremial. Se impuso una especie de normalización historiográfica (Acha y Quiroga, 2012) o interpretativa de que en esa relación no había nada más que estudiar o discutir. Por un lado, desde los primeros estudios especializados en sindicalismo, que, al abordar a la Confederación General del Trabajo (CGT) como la sinécdoque del sindicalismo durante el peronismo, han mostrado un panorama mucho más homogéneo que estudios recientes sobre diversos nucleamientos y conflictos gremiales vinieron a matizar (Del Campo, 1983; Doyon, 2006. Cf. Contreras y Marcilese, 2013; Contreras, 2017). Por otro, y debido a su carácter de obras generales sobre la historia de la iglesia, la evolución del movimiento social católico en su faceta sindical ha concentrado una atención secundaria en los trabajos de Di Stefano y Zanatta (2000), Ghio (2007) y Lida (2015b), en tanto los libros centrados en las relaciones entre la iglesia y el primer peronismo limitaron el tema al conflicto puntual de la absorción del sindicalismo católico en el sindicato único, y a las alocuciones oficialistas sobre infiltración católica gremial de 1953-1954, interpretadas como una reacción sobreactuada del oficialismo en el contexto de las conflictivas relaciones con la iglesia católica (Caimari, 1995:88-91 y 301; Zanatta, 1999:342-345; Bianchi, 2001:86-87).

Sin embargo, el interrogante y mi respuesta automática siguieron retumbándome y la elaboración posterior de trabajos vinculados a la temática constituyó la oportunidad para reinterpretar indicios de la presencia católica en el mundo sindical subvalorados. Al respecto, el objetivo de este artículo es indagar en el rompecabezas católico sindical que pervivió luego de 1945, ya sea a través de asociaciones obreras católicas que no eran sindicatos pero que incidían en la vida intragremial, como de militantes católicos y sacerdotes obreros que realizaban su apostolado en ámbitos laborales y sindicatos. Sobre esta base, sostengo que la “infiltración católica sindical”, a nivel de influencia en ese ámbito y de crítica al peronismo tuvo un asidero más real de lo que hasta ahora se ha estudiado.

El artículo está organizado en tres apartados temporales: el primero da cuenta de los años de mayor gravitación católica gremial hasta la limitación normativa hacia la iglesia en 1944-1945 que, historiográficamente, hizo pensar en su efectiva marginación. En el segundo, me adelanto hasta 1953-1954 y reviso los discursos oficialistas referidos a la relación entre sindicatos y religión, a pesar de las regulaciones en contrario. Por último, entre ambas fechas presento varios indicios acerca de la activa participación de laicos y sacerdotes en los ámbitos gremiales y laborales que brindan mayor verosimilitud a los discursos acusatorios de infiltración sindical en las postrimerías del peronismo.


1943-1945, el trienio dorado de la influencia católica en los sindicatos


La preocupación social más programática de la Santa Sede por los sectores más desfavorecidos tuvo sus comienzos hacia fines del siglo XIX, con la pobreza y la marginalidad como reverso del proceso de industrialización. La encíclica madre que marcó los lineamientos y guió la actuación de la iglesia en materia social fue la Rerum Novarum, elaborada por el Papa León XIII en 1891 en parte como alternativa a las propuestas izquierdistas. Esta consideraba que el principal problema era la “cuestión social”, derivada de las desigualdades económicas y la corrupción de las costumbres -por el alejamiento de las leyes e instituciones de la religión-, que dejaban indefensos a los trabajadores. La verdadera solución se encontraba en la intervención de la iglesia con su doctrina de justicia y caridad cristianas, que serviría de inspiración a la actuación del Estado y de las asociaciones profesionales para lograr una relación armoniosa y colaborativa entre las clases sociales. La encíclica Quadragesimo Anno dictada por Pío XI en 1931 completaba el armazón teórico del catolicismo social y de lo que luego se llamaría doctrina social de la iglesia, en un contexto de crisis más avanzado del liberalismo.

En Argentina, la iglesia atravesó décadas de tímidos ensayos de acercamiento a los sectores trabajadores que incluyeron las actividades asistenciales, sociales, mutuales, educativas y de asesoramiento profesional y laboral, legislativas y sindicales.

Entre este tipo de entidades católicas cabe mencionar a los Círculos de Obreros fundados en 1892, aunque la sindicalización católica recién tomó cuerpo a partir de 1912. Cinco años después se fundó la Federación Profesional Argentina, entidad gremial asociada a los Círculos, que concebía a los sindicatos como voceros de las demandas de los trabajadores, aunque rechazaba la huelga. Desde la primera década del siglo XX se destacaron los ensayos gremiales católicos promovidos por la Liga Democrática Cristiana y la Liga Social Argentina, de importante presencia en el ámbito rural. Por su parte, el Centro de Estudios Blanca de Castilla promovió el sindicalismo cristiano de obreras, costureras y empleadas de comercio. Los sindicatos iniciados por este centro luego se incorporaron a la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas (FACE) erigida en 1923 por monseñor Miguel De Andrea. Esta entidad brindaba servicios sociales a la mujer trabajadora y cumplía funciones gremiales, aunque diferentes a las de los sindicatos existentes. Ni por su composición ni por su estilo fue una asociación obrera ni clasista, aunque desde mediados de los años 30 interpeló al Estado y a los empresarios por mejores condiciones laborales.2

En los años 1940 algunas propuestas en la esfera propiamente gremial cobraron madurez como corolario de un proceso de consolidación interna de la iglesia y en relación con la sociedad, con un catolicismo de rasgos sociales más marcados y en un contexto de crisis política y económica del liberalismo.

En esos años la iglesia concretó exitosamente dos tipos de acercamiento a los obreros organizados: uno, a través de la conformación de sindicatos que llamaré católicos, es decir, aquellos que denotaban una influencia religiosa en sus estatutos, denominación y/o en la presencia de asesores eclesiásticos con injerencia en las reuniones, la conformación de las comisiones directivas y la mediación de conflictos, aunque sus bases y dirigentes no profesaran el catolicismo. Las principales asociaciones laicales que llevaron a cabo esta tarea fueron la Acción Católica Argentina (ACA) y los Círculos Católicos de Obreros. La otra estrategia, vehiculizada por la Juventud Obrera Católica (JOC), privilegió la militancia personal en sindicatos ya existentes, con la idea de imbuir de valores católicos los ambientes laborales y ganar las organizaciones gremiales por dentro.

Desde mediados de los treinta en localidades del interior del país los Círculos de Obreros promovieron sindicatos de albañiles y de empleados de comercio. En 1942, esta acción sindical se plasmó organizativamente en la Confederación Católica de Trabajadores Agremiados, que declaraba tener 30000 afiliados y 27 sindicatos solo en la Capital Federal.3 Una de las intenciones era aprovechar los espacios disponibles resultado de la política represiva de actividades “antiargentinas” de la presidencia de Ramón Castillo (1942-1943).

Por su parte, desde mediados de la década de 1930 la ACA había centrado su atención en la formación moral y religiosa de las costureras, las empleadas (sobre todo de comercio), las obreras y el “servicio doméstico”, con la intención de alejarlas de la “amenaza comunista”. Entre sus actividades se contaban el mutualismo, la capacitación laboral, la defensa de los intereses gremiales y la representación ante las autoridades.4 Asimismo, el Secretariado Económico Social de la ACA de Tucumán fue el promotor de la Asociación Católica de Obreras, del rubro industrial y comercial, creada a fines de 1941 en la capital tucumana. Sus principales actividades gremiales eran la intervención en la fijación de tarifas o en la reglamentación de leyes laborales y la denuncia de infracciones al Estado. Al terminar el año siguiente, el sindicato de costureras católicas, junto con la Asociación Católica de Obreras y el Sindicato Católico de Empleadas constituyeron la Federación de Asociaciones Gremiales Cristianas, de corta trayectoria.5

Luego del golpe de Estado de 1943, la Confederación Católica de Trabajadores Agremiados promovida por los Círculos se vio reforzada por la constitución de varios sindicatos,6 mientras en el interior del país los círculos de Córdoba y Santa Fe se destacaron por su tarea gremial.

La ACA continuó con su apostolado entre las mujeres trabajadoras, e incluso en Mendoza fue, desde fines de 1943, la gestora de sindicatos de inspiración católica que en julio del año siguiente conformaron la Federación de Sindicatos Católicos de Obreros (Blanco, 2018b).

Conocemos también que el sindicato de costureras gestionaba el cumplimiento de las condiciones laborales y mejoras salariales ante el Departamento Nacional del Trabajo y animaba a sus socias a denunciar a los empleadores que violentaban sus derechos. La dinámica consistía en que la trabajadora afiliada denunciase al patrón por infringir las leyes laborales o las tarifas estipuladas; luego una socia de la ACA presentaba la demanda ante el sindicato, que tramitaba la denuncia y la elevaba al Departamento -luego Secretaría de Trabajo y Previsión- que enviaba un inspector
al lugar de trabajo acompañado de un delegado sindical (Martín Gutiérrez, 2019:137 y 145).

Como sostengo en otro trabajo (Blanco, 2018b) estas iniciativas pudieron ser posibles por varias condiciones: a nivel interno, por el grado de desarrollo y maduración de un actor fundamental como era el apostolado laico, estimulado por curas y asesores eclesiásticos carismáticos que lograron acercarse a los sectores trabajadores. A nivel externo, fue fundamental la política sindical represiva hacia las tendencias izquierdistas seguida por el gobierno militar de 1943-1946 durante sus primeros meses de gestión, la necesidad por parte de las intervenciones federales provinciales de una base de sustentación gremial afín a la ideología nacionalista católica del gobierno así como la legislación que condicionaba el accionar sindical. Precisamente, el decreto nacional 2669 de julio de 1943 facultaba a las autoridades del Ejecutivo a otorgar discrecionalmente la personería a entidades que representaran a los trabajadores e imponía la total disociación de las esferas política y sindical: prohibía que las organizaciones partidarias le otorgaran subsidios a las gremiales, inhibía a las dirigencias profesionales de participación política y eliminaba de los estatutos sindicales postulados contrarios a la Constitución.7

En consideración de la organización nacional y los casos de Córdoba y Mendoza que fueron los más estudiados, el universo de sindicatos de orientación católica debe haber contado con unas centenas de organizaciones, en áreas claves como transporte, electricidad y empleo público, y no solo en sectores productivos de clase media como afirma Zanatta (Di Stefano y Zanatta, 2000:435).

Sin embargo, a principios de 1944 la mayor gravitación del sector liderado por el coronel Perón en el gobierno militar, y el posterior desplazamiento del ala más reaccionaria motivó un giro en la política sindical del gobierno en clave negociadora y secularizadora. Así, desde mediados de 1944 se sucedieron disposiciones que denegaban la personería sindical a organizaciones con reglamentaciones confesionales, como las que menciono aquí. El decreto 23.852 de Asociaciones Profesionales de octubre de 1945 establecía los sindicatos únicos por rama de industria y agrupados en una única central obrera. Vino a reafirmar el principio de aconfesionalidad sindical de las medidas de 1944, puesto que negaba la personería gremial a asociaciones constituidas en base a religiones, credos, nacionalidades, razas o géneros.8 El principio de prescindencia confesional del movimiento obrero llevó a los sindicatos promovidos y/o fundados por asociaciones laicales a abandonarlas progresivamente y a cambiar sus estatutos para adaptarlos legalmente. Según Caimari (1995:90), esta medida gubernamental implicó “la desaparición de las organizaciones obreras católicas”.

Un tiempo después, el decreto-ley nacional 24.499 de 1945 creaba la Dirección de Mutualidades como una dependencia de la Secretaría de Trabajo y Previsión, con el objeto de regular su funcionamiento. La normativa vino a encauzar actividades de asociaciones laicales como la FACE y entidades gremiales como la Confederación Católica de Trabajadores Agremiados de los Círculos y los sindicatos de costureras y maestras con sede en la Acción Católica, enmarcadas jurídicamente como asociaciones profesionales obreras,9 aunque sin la facultad de ser representantes reconocidos por el Estado para mediar en los conflictos entre el capital y el trabajo.

Ahora bien ¿El hecho de que estas asociaciones no fueran reconocidas para actuar gremialmente, necesariamente significó que interrumpieran su influjo en ese ámbito?


1953-1954, el bienio infausto. De infiltrados y desviados


En términos historiográficos, el tema de la influencia católica en la arena sindical desaparece desde 1945-1946 y recobra espacio recién durante los últimos años de la segunda presidencia peronista, cuando las disidencias entre el gobierno y la iglesia se hicieron notorias y los discursos oficialistas la incluían del otro lado de la trinchera.

Desde 1952 la iglesia irá alimentando la teoría de la persecución, definida como la agresión infundada del peronismo hacia ella. Por su parte, Perón delimitaba territorios y marcaba fronteras entre un nosotros (el auténtico pueblo, que por antonomasia era peronista) y un ellos conformado no solo por los enemigos de siempre (la oligarquía), sino también por aquellos infiltrados que aparentaban ser como ellos. Más allá de esto, los eventos religiosos y sindicales y los actos públicos que contaban con la participación de autoridades eclesiásticas y gubernamentales fueron comunes hasta mediados de 1954.

Pero analicemos detenidamente la sucesión de discursos y los cambios de acentos de acuerdo a las coyunturas.

A principios de abril de 1953 y luego de una reunión con la CGT y la Confederación General Económica, en un discurso radiofónico a todo el país Perón desestimó el rumor acerca de un círculo de influencia que no dejaba llegar la gente hacia él y amenazó a enemigos internos y externos.10 A los pocos días y después del atentado antiperonista a la Plaza de Mayo y el ataque del Jockey Club y de locales partidarios identificados con la oposición, al clausurar la reunión con los gobernadores el presidente se refirió a su partido, en el que “hay muchos disfrazados de peronistas e infiltrados a quienes habrá que separar rápidamente de las filas…”11 Así, ese año aparecía la figura del emboscado o infiltrado en los discursos de Perón.

En junio del año siguiente, en el acto de clausura del Congreso del Sindicato de Obreros y Empleados del Ministerio de Educación el presidente habló nuevamente de “infiltrados” que incitaban al conflicto en los sindicatos y en la sociedad (Walter, 2002:303).

A fines de septiembre de 1954, en su alocución ante la CGT Perón mencionó la molesta persistencia de algo ya expuesto desde 1944: la asociación entre la religión y los sindicatos.

Yo recuerdo cuando vine aquí que había sindicatos de oficios varios. Había también otros sindicatos religiosos que cuando me venían a ver me decían: “Somos la asociación de obreros de tal cosa’” Y yo les decía: “¿Qué tiene que ver la religión con esto?” Así como los trabajadores no se meten con la religión ésta no debe meterse con la organización sindical. Puede ser que entre en el corazón y la mente de cada trabajador, pero con la organización ¿qué tienen que ver? Estas son desviaciones.12


Días después, La Prensa, diario de circulación masiva gestionado por la CGT desde 1951, publicó artículos en los que se acusaba a la iglesia de intentar infiltrarse en el movimiento obrero (Caimari, 1995:259). Cabe recordar que estas intervenciones se dieron luego de la Semana estudiantil organizada por el Movimiento Católico de Juventudes en Córdoba, que tuvo un despliegue público de características espectaculares y mayor convocatoria que la fiesta de los estudiantes peronistas.

En su discurso del 17 de octubre de 1954, Perón clasificó a los adversarios en lo político en políticos, comunistas y emboscados. Definió a los infiltrados o emboscados como los adversarios internos que, disfrazados de peronistas, promovían conflictos en sus filas. Sin embargo, también eran peligrosos los llamados apolíticos que provocaban confusión en las organizaciones peronistas (que incluían a dependencias paraestatales como la Fundación Eva Perón, corporaciones como la Unión de Estudiantes Secundarios y la Confederación Argentina de Profesionales y las ramas masculina, femenina y sindical -CGT- del partido) y en la sociedad en general. Unos días después y en reunión de ministros y con las ramas del peronismo, el presidente insistió con el tema de la infiltración y las interferencias de asociaciones sui géneris.13

Aunque no lo decía explícitamente, la referencia a los infiltrados y a organizaciones ilegales por estar al margen de los estatutos estaba dirigida a los católicos, con su injerencia a través de asociaciones que interpelaban a la juventud (las ramas juveniles y estudiantiles de la ACA), los trabajadores (la Juventud Obrera Católica y en menor medida todavía la ACA y los Círculos) y los profesionales (quinta rama de la ACA) en ámbitos que el peronismo pretendía monopolizar. Esta presencia del laicado fue percibida como una competencia ilegítima y motivó reuniones entre la cúpula eclesiástica, Perón y algunos ministros, quienes realizaron acusaciones puntuales.

El famoso discurso presidencial del 10 de noviembre de 1954 luego de la reunión de gobernadores significó el estallido público del conflicto entre la iglesia y Perón. Este denunció puntualmente a algunos eclesiásticos que, a su entender, interferían en las actividades gremiales y en las corporaciones peronistas a través de la dirección o promoción de asociaciones laicales. El presidente aclaraba que se trataba de acciones individuales o movimientos minoritarios que no significaban un conflicto con la iglesia; sin embargo, “…lo que hay aquí es preparación de un clima para la alteración del orden público.”14

Entre las repercusiones oficialistas de este discurso atinentes a nuestro problema podemos mencionar la disertación del ministro del Interior Ángel Borlenghi en la Escuela Sindical N°1 de la CGT, acerca de que “no hay ninguna razón para que los trabajadores se agrupen en ideas religiosas”, y que eso conducía a la división sindical, funcional a los comunistas y a los patrones.15 Por el lado de la iglesia, la actitud del episcopado de respaldar la acción de los eclesiásticos aludidos se complementó con una pastoral que, en el ámbito sindical, justificaba el acercamiento entre el clero y los obreros no solo por el ministerio sacerdotal que los hacía estar en contacto con todas las clases sociales, sino por el pedido expreso de los trabajadores.16

En el universo peronista, las palabras del presidente recibieron el apoyo de la estructura partidaria (Consejo Superior y provinciales, rama femenina, CGT), que el 25 de noviembre organizó un acto en el estadio Luna Park en repudio a las “infiltraciones de elementos políticos y clericales”. Como afirma Bianchi (2001:295), las pancartas “Perón sí, curas no” y “Cuervos de la Iglesia” daban cuenta del clima anticlerical del evento. En este acto multitudinario Perón aludió tácitamente a la pastoral del episcopado como una muestra de que algunos no habían entendido su mensaje. Entonces aclaró que no existía un problema con la iglesia, sino con la intromisión inadecuada desde hacía años de algunos malos sacerdotes y militantes católicos en organizaciones estatales y “del pueblo”, en referencia a las corporaciones de la comunidad organizada peronista. Recordó que “las organizaciones del pueblo” (o sea, peronistas) le habían planteado la incorrección desde el punto de vista de la aplicación de la ley de asociaciones profesionales sobre la pretensión de organizaciones obreras creadas por algunos eclesiásticos de tener un carácter obrero católico dentro de la CGT.17

El conflicto con la iglesia contribuyó a ampliar distancias con los otros partidos políticos y azuzó nuevamente la conspiración militar.

Hay algunos elementos comunes en estos discursos que han pasado desapercibidos en los estudios de la iglesia y del catolicismo durante el peronismo, tal vez por adscribir a la tesis de la unanimidad sindical peronista mencionada en la introducción. En ellos se ha analizado la infiltración católica sindical como una muestra -entre otras- de los límites de la peronización en la capilaridad de la sociedad argentina. Considero que el error analítico está justamente en considerar esas acusaciones como “una muestra más” dentro de la batería de imputaciones, sin profundizar en sus fundamentos o posibles basamentos.

En algunos de esos estudios se afirma que las organizaciones de apostolado social vinculadas al gremialismo definitivamente eran molestas al proyecto hegemónico del peronismo, pero que las denuncias de infiltración de los sindicalistas peronistas eran exageradas o estaban sobredimensionadas.

Es muy poco lo que se sabe del accionar de los católicos y de la influencia de la religión en los sindicatos en estos años. Así, los vínculos entre catolicismo y sindicalismo durante el primer peronismo, por desconocidos, han resultado invisibilizados. Ahora bien ¿El silencio historiográfico de 1946-1953 se condice con la inexistencia de iniciativas gremiales católicas? ¿Acaso las acusaciones del presidente pudieron haber tenido asidero real en el ámbito sindical?


De sindicatos a mutuales y algo más. Los Círculos y la Acción Católica en la vida sindical durante el peronismo


Las referencias historiográficas acerca de la intervención religiosa concreta en el ámbito sindical durante las dos primeras presidencias peronistas son prácticamente nulas.

Podemos resumirlas en unas cuantas menciones que aluden al malestar de asociaciones como la ACA y los Círculos por las medidas de libertad de asociación y la reglamentación de las mutualidades al inicio de la primera presidencia peronista (1946-1952) y una consecuente marginación de las asociaciones cristianas en ámbitos obreros, como la Asociación Católica Ferroviaria, limitada a la organización de misas y bendiciones (Lida, 2015b:193 y 207; Bianchi, 2001:86).

Caimari (1995:107 y 299-301) sostiene que luego de las limitaciones al desarrollo de sindicatos católicos, organizaciones como la FACE siguieron activas, aunque en actividades acotadas al ámbito social y mutual, mientras los Círculos estuvieron esperanzados con una apertura hacia la pluralidad sindical. Respecto de asociaciones de inserción sindical, como la JOC, asevera que en lo absoluto amenazaban “la hegemonía total del peronismo en las organizaciones obreras”, pero su apoyo a algunas huelgas resultaba incómodo y despertaba recelos en un ambiente anticlerical como el gremial.

Acha (2011:114) reconoce la presencia de militantes de la JOC en los sindicatos para influirlos por dentro. “Este proyecto fracasó, pero brindó a Perón algunas razones para acusar la ‘infiltración’ católica en las ‘organizaciones del pueblo’ en noviembre de 1954…” Al respecto, si bien Ghio (2007:117) se detiene en el tema de la competencia desventajosa de la JOC en un ámbito sindical hegemonizado por el peronismo, sin demasiadas pruebas afirma que “El sindicalismo centralizado, obligatorio, y no confesional adoptado por el peronismo iba a ser una de las causas del conflicto con la Iglesia.”

En cuanto a la impronta del catolicismo social entre las empleadas domésticas, Acha (2012-2013) sostiene que tanto la FACE como la ACA intentaron adoctrinarlas moralmente y organizarlas en clave mutual y sindical, con magros resultados. El peronismo constituyó un punto de inflexión en el sector, puesto que el gremialismo de las empleadas domésticas comenzó a girar en torno de la CGT. Por su parte, Vázquez Lorda y Pérez (2019) le reconocen a la ACA una gravitación más importante en la organización e influencia del servicio doméstico, a través del Sindicato del Personal Doméstico de Casas Particulares fundado en 1944 y bajo su dependencia administrativa y económica. De todas maneras, observan que recién después de 1956 las publicaciones que informaban sobre las actividades de este sindicato tuvieron un discurso proclive a la sindicalización y que tensionaba la armonía de clases.

De esas referencias los estudios pasan al conflictivo bienio 1954-1955, o a lo sumo a 1953, con las acusaciones presidenciales y de la CGT acerca de infiltraciones católicas en los sindicatos (Caimari, 1995; Lida, 2015b: 217; Ghio, 2007:149; Bianchi, 2001:292).

Sin embargo, existen estudios que brindan algunos indicios sobre la participación de laicos en el ámbito sindical y viejas evidencias que, en conjunto, pueden ayudarnos a pensar bajo otras perspectivas los discursos de Perón mencionados en el apartado anterior.

Los Círculos continuaron desarrollando una actividad importante en cuanto a los servicios sociales para sus asociados, como el mutualismo, los consultorios jurídicos gratuitos y la construcción y el funcionamiento de un centro médico propio, el sanatorio San José ubicado en la Capital Federal. En 1955 la Federación de los Círculos creó el Instituto de Cultura Gremial como un organismo parasindical de formación en sociología católica.

En el caso de Córdoba, por ejemplo, si bien el influjo sindical directo del Círculo Católico de Obreros fue efímero, sabemos que subsistieron algunas entidades obreras nucleadas a su alrededor que en teoría no desarrollaban funciones sindicales, sino que agrupaban a los trabajadores para que examinaran sus problemas laborales a la luz de las enseñanzas sociales de la iglesia. Como complemento formativo, el Círculo ofrecía cursos de capacitación para obreros y contaba con algunos dirigentes sindicales como oradores en sus actos del 1º de mayo.18

No obstante, el ascendiente intragremial de la asociación iba más allá. En efecto, durante varios meses, entre octubre de 1952 y mayo de 1953, la Asociación Católica Tranviaria de Córdoba estuvo involucrada en un conflicto interno de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) local, ya que fue acusada de amparar y guiar a un grupo de trabajadores disconformes con las autoridades del gremio.

El problema comenzó por diversas disidencias internas dentro del gremio que llevaron a la paralización de servicios por parte de los trabajadores de la sección Tráfico de la Compañía de Tranvías, quienes provocaron un paro el 23 de noviembre. Según el sindicato, la huelga tuvo la anuencia del interventor de la Compañía de Tranvías, de origen estatal.19

La situación desencadenó una serie de acusaciones cruzadas en la prensa local y en las actas de la UTA que involucraron a la dirigencia sindical, al grupo de trabajadores disconformes y a las autoridades patronales que representaban al Estado municipal, acerca de quiénes eran los verdaderos defensores de los intereses de los trabajadores al tiempo que de los postulados peronistas.

La advertencia del nuevo interventor de la Compañía de Tranvías, que exhortaba a la unidad gremial y aclaraba que no toleraría conflictos, problemas ni situaciones ajenas a la vida orgánica de la empresa y que la UTA era la única reconocida por las autoridades para la representación obrera,20 nos está hablando de internas y disputas por la legitimidad de la representación obrera.

En las actas del sindicato no existen referencias directas al Círculo Católico de Obreros de Córdoba, aunque sí hay menciones de “maniobras capitaneadas por gente de afuera” y sobre la firma por parte de algunos compañeros de una nota contraria a los dirigentes gremiales suscripta “en calle 9 de julio”, precisamente donde funcionaba el Círculo. En mayo de 1953 se hacía alusión a un guarda que ofertaba tarjetas para el almuerzo del día del trabajador “en lo del cura Moreno”, que era el asesor eclesiástico de la asociación laica.21

El 30 de abril, un grupo de tranviarios pintó las paredes de la UTA con frases agraviantes para con sus autoridades. Estas declararon que el grupo que hizo el paro el 23 de noviembre con la venia de las autoridades de la empresa de tranvía,

[camarilla de irresponsables]…continuaron con sus comunicados de prensa, con panfletos insidiosos y desconsiderados hacia las autoridades constituidas. Sería la que la misma (sic) está asilada y dirigida por un sacerdote del Círculo Católico de Obreros, sito en calle 9 de julio 849, y que ahí se programaron los atentados que llevarían a cabo el 1° de mayo para crear una situación de violencia. Estos son las inscripciones en las paredes injuriando a las autoridades de la organización y a los dirigentes de las empresas de transporte su propósito de perturbar en patota la buena marcha y brillo del acto del 1° de mayo, el que fracasó recurriendo entonces a distribuir panfletos en el acto, todo lo que culminó con el atentado cometido en las primeras horas de la madrugada del día 2 asaltando a mano armada y disparando proyectiles contra el local de la U.T.A. en calle Caseros 805. (…) [son] …los traidores enmascarados que atentan contra los sagrados intereses de nuestra clase.22


Cabe aclarar que estos incidentes ocurrían en simultáneo con los festejos del día del trabajador del Círculo, que por la mañana realizó una misa, un vermut y un almuerzo, mientras a la tarde sus miembros planeaban asistir a los actos programados por la CGT. Para ello, habían gestionado y conseguido transporte gratuito del intendente capitalino, de extracción peronista.23 Asimismo, con el atentado antiperonista en Plaza de Mayo.

En respuesta a las acusaciones de la UTA, la Comisión Directiva del Círculo Católico de Obreros reconocía que existían asociaciones católicas que funcionaban en el Círculo, pero que no realizaban actividad gremial alguna ni pretendían hacerlo. Entre ellas estaba la Asociación Católica Tranviaria, que era anterior al conflicto, aunque reconocía que “gran parte de nuestros asociados milita en el grupo disidente” y que en una oportunidad apoyaron que un grupo de tranviarios firmara un petitorio a Perón para su intervención en los conflictos internos de la UTA. Por último, aclaraba que las asociaciones católicas de obreros eran apolíticas, aunque parte de los dirigentes del Círculo colaboraban con el gobierno desde distintas funciones, lo cual se condecía con la declarada inspiración católica de la posición presidencial.24

En este contexto resulta llamativo que el registro de sesiones del Círculo se discontinúe de noviembre de 1950 hasta octubre de 1953, fecha en la que la asociación comenzó a reorganizarse de la mano de una intervención de la Junta de Gobierno de los Círculos, a pedido del presidente del Círculo de Córdoba y con la finalidad de normalizar diversas situaciones no explicitadas.25

En esos días y aparentemente sin conexión con el conflicto de los tranviarios pero sí con la acusación de la influencia de las asociaciones de raigambre católica mencionadas en el apartado anterior, el padre Luis Torti, asesor espiritual de la Asociación de Maestros Católicos de Córdoba, fue detenido por orden del Ministerio de Gobierno acusado de difusión de rumores calumniosos hacia las autoridades. Unos días después recuperó la libertad.26

Sara Martín Gutiérrez (2019:143) sostiene que, si bien los sindicatos de costureras propiciados por la Acción Católica en los años 30 se vieron desplazados con el decreto de Asociaciones Profesionales de 1945, las católicas continuaron teniendo cierta influencia en las comisiones de salarios hasta fines de esa década. En 1946 el sindicato de costureras de Buenos Aires apeló a la primera dama Eva Duarte de Perón y a la intervención del Estado a favor de una legislación protectora del trabajo textil a domicilio. A pesar de las restricciones normativas, durante el primer peronismo el sindicato continuó como mediador en los espacios de trabajo.

En octubre de 1946, el sindicato de costureras de Buenos Aires y sus pares de La Plata, Avellaneda, Lomas de Zamora, Junín, Córdoba, Rosario y Tucumán conformaron, bajo el auspicio de la ACA, la Federación Argentina de Obreros de la Confección (FAOC). Esta contó con sacerdotes como asesores morales o eclesiásticos y con dirigentes de la ACA como asesoras técnicas. En 1949 ya contaba con quince filiales. Fundamentada en los principios de la doctrina social católica y autodefinida como la representante del gremio y los intereses de los obreros de la confección a domicilio, la FAOC proclamaba el derecho de obreros y de patronos de “constituir libremente asociaciones sindicales”, a pesar de que la ley de asociaciones profesionales establecía el sindicato único.27

De acuerdo con su órgano informativo Enhebrando, las actividades de la Federación se concentraban en el envío de memoriales o petitorios al Congreso y a funcionarios públicos y a Eva Perón acerca de la reforma de la ley de asociaciones profesionales, la defensa del trabajo a domicilio, la mediación de costureras desempleadas y no indemnizadas, la publicación de leyes y tarifas de salarios que involucraban al sector, entre otros. A fines de 1947, la Federación logró obtener la personería gremial de los trabajadores de la confección a domicilio por parte de la Secretaría de Trabajo y Previsión, gracias a un cambio en los estatutos que integró a trabajadores de ambos sexos, a pesar de que se seguía defendiendo una actuación de acuerdo a “los principios sociales cristianos”. La personería gremial habilitaba a que “todos nuestros sindicatos pueden actuar ante las respectivas Delegaciones de Trabajo y Previsión con todos los derechos y facultades que la ley concede a las organizaciones gremiales con Personería Gremial”. De hecho, la FAOC informaba acerca de la labor de sus sindicatos afiliados en la constitución de comisiones de salarios, conciliación y arbitraje para la discusión y preparación de tarifas, en la elevación de petitorios a las delegaciones regionales del Ministerio de Trabajo y en la confección de reglamentaciones.28

Sin embargo, la Federación reconocía problemas en la actuación sindical en algunos puntos del país, debido a dificultades con las Delegaciones Regionales o con los sindicatos de textiles.29 En efecto, la injerencia de la FAOC en la vida sindical textil fue denunciada por el SOIVA, el sindicato del sector oficialmente reconocido, durante las dos presidencias peronistas:

Las entidades Católicas, especialmente la FAOC, dependiente de la Acción Católica Argentina, y que no puede denominarse entidad gremial, pretendió interferir en la integración de las comisiones de salarios, pero las autoridades nacionales acertadamente reconocieron a SOIVA como la única entidad representativa y adjudicó a nuestro sindicato la mayoría absoluta en todas las comisiones.30


Entendemos que el catolicismo tiene su campo específico de actuación (el confesional), y no los aceptamos en el campo gremial […] Sabemos que la autonomía de estas entidades es limitada, y que su obra social o de ayuda está sostenida por grandes establecimientos y por la vieja burguesía. Hace poco tiempo, aprovechando los aumentos salariales conseguidos por nuestros sindicatos para domiciliarios internos, la FAOC se lanzó a la conquista de afiliados, tomando como bandera nuestra obra.31


En definitiva, durante el primer peronismo los sindicatos de costureras lograron fortalecerse en una federación y obtener una personería gremial que los habilitó a estar presentes en actividades propiamente sindicales, como la integración en minoría de las comisiones de salarios y la negociación de las tarifas de costura.


La inserción de la Juventud Obrera Católica en los sindicatos


En Argentina, la JOC nació en 1940 como una especie de especialización por ambiente laboral o de sectores sociales de la ACA. La finalidad general de la asociación era la recristianización de los trabajadores a partir del apostolado diario de los mismos obreros católicos en ámbitos cotidianos, como la calle, la fábrica, el taller y los sindicatos. Precisamente, la participación en estos -en las delegaciones de sección o como simples socios- constituyó la principal vía para ejercer un apostolado personal, paciente y hasta minúsculo en comparación con el masivo proceso de peronización que estaban viviendo los trabajadores, influencia de la que los jocistas tampoco se hallaron exentos (Blanco, 2012).

Las formas de participación que promovía la JOC en los conflictos obreros incluían la intervención en los convenios colectivos de trabajo, la protesta e incluso la huelga, justificada solo cuando se realizara sin violencia, se fundara en “razones graves”, la causa fuera justa y se hicieran “pedidos viables” sin perjudicar los intereses generales. La asociación insistía en que había que distinguirlas de las ilegales donde la mayoría de las veces se subsumían los asuntos gremiales con los políticos.32

En el interior del catolicismo argentino, la JOC coincidió ideológicamente con el peronismo en el antiliberalismo político y económico, el nacionalismo y la consideración de los sectores populares como sujetos de derechos. Puede afirmarse que la JOC a nivel institucional apoyó al
gobierno militar de 1943-1946 y a la primera presidencia de Perón (Blanco, 2012). En términos generales, la
asociación justificó la depuración ideológica inicial de los sindicatos y el decreto de asociaciones profesionales que afectaba el proyecto de sindicalización católica del gobierno militar.

De acuerdo con Doyon (2006), durante la segunda presidencia se profundizó la subordinación de las organizaciones sindicales y se concretó una centralización y concentración del poder en sus cúpulas. Por otro lado, el aumento en la cantidad de afiliados dio lugar al desarrollo de una clase profesional de dirigentes sindicales, con división de actividades y cargos remunerados. Dicha burocratización alejó a los gremialistas de sus bases, desplazadas de la participación en la toma de decisiones.

La posición de la JOC durante la segunda presidencia fue ambivalente, aunque las críticas cobraron mayor espacio en comparación con la primera gestión. Estas apuntaron a denunciar la recesión y la inflación crecientes, la centralización estatal, el manejo político de los sectores trabajadores, el relajamiento moral de las costumbres obreras y la postura difusa de Perón hacia el catolicismo (Blanco, 2012).

Desde 1952 en Juventud Obrera se multiplicaron los artículos que marcaban las diferencias entre las propuestas cristiana, liberal y marxista respecto de la filosofía y la práctica del trabajo, afirmando -y en esta misma acción exigiendo- la inclinación clara de la presidencia de Perón por la primera de las opciones.33

En relación con esto, como abordé en otro trabajo (Blanco, 2018a) las discrepancias en el plano cotidiano de la actuación gremial llevaron a la aparición en el interior de la JOC de fuerzas autónomas centrífugas y en clave secularizadora que bosquejaron iniciativas sindicales socialcristianas abiertamente antiperonistas, fragmentación que se profundizará durante los prolegómenos del golpe y continuará después. Así, dirigentes y militantes de la JOC ensayaron otras salidas para el desarrollo de su acción sindical como obreros católicos: organizaron movimientos sindicales de inspiración cristiana, pero desvinculados de la institución eclesiástica.

Entre las propuestas sindicales socialcristianas relevantes de antiguos jocistas nacionales cabe destacar la creación en 1952 del Comité Intersindical Cristiano, fundado para “agrupar, organizar y movilizar a todos los trabajadores cristianos dentro de los sindicatos existentes, y tratar de cambiar la orientación y contenido del sindicalismo peronista”. A través del Comité se nuclearon a los jocistas que eran delegados en los gremios. En noviembre de 1954, cuando las rispideces en las relaciones iglesia-peronismo se hicieron explícitas, la finalidad del Comité se radicalizó y devino en el Movimiento Obrero Cristiano (MOC). Según Emilio Máspero, uno de sus fundadores, el MOC “en la clandestinidad colaboró activamente en la lucha pacífica y armada contra la dictadura peronista” (Máspero, en Oberlin, 2009: 7 y 9).

El MOC funcionó en las sombras hasta el golpe de septiembre de 1955. Su diagnóstico del mundo sindical durante el peronismo era que estaba manejado por una oligarquía sindical que no representaba al movimiento obrero, con un gobierno que manipulaba políticamente a través de la coacción, la prebenda y los premios. Se proponía como una organización social conformada por trabajadores cristianos formados en la JOC y otras organizaciones de la iglesia para ser la vanguardia “en los sectores del combate obrero” y mantener la unidad sindical y de la CGT, insuflando en los dirigentes sindicales ideales que fueran más allá de sus intereses personales.34

A la vez, en el verano de 1955 surgió otro grupo con una orientación de compromiso político más concreto: el Movimiento de Avanzada Social Cristiana (MASC). También se creó en la clandestinidad, liderado por los jocistas Mario Seijó y Alfredo Di Pace. De acuerdo con el testimonio del primero, durante esos meses integrantes del MASC se ocuparon del “reclutamiento, el adoctrinamiento y la formación de cuadros y militantes… dispuestos a asumir el compromiso político”.

Con la JOC nos encontramos ante una asociación laical cuya finalidad era volver los obreros a Cristo a través de un apostolado diario, paciente e individual. Parte de estos objetivos parecieron concretarse con el peronismo en los sindicatos, pero no completamente, por dos razones: primero, porque los jocistas creían que no todos los dirigentes otrora izquierdistas devenidos al peronismo se habían convertido sinceramente. Segundo, porque desde la perspectiva de algunas líneas surgidas de la JOC el sindicalismo peronista aplicaba la lógica del premio y el castigo y había virado hacia el autoritarismo, el centralismo y la burocracia. Es por eso que desde 1952, precisamente cuando comenzaron los discursos acusatorios más directos entre la iglesia y Perón, algunos dirigentes jocistas a la vez que gremiales dieron luz a movimientos sindicales de inspiración cristiana para combatir las taras que le adjudicaban al sindicalismo peronista.

De todas maneras, las relaciones entre Perón y la iglesia o con algunas asociaciones de apostolado social y obrero no transitaban los mismos caminos en todo el territorio nacional como el caso de Córdoba estudiado por mí (2014), con un peronismo y sindicalismo locales atravesados por influencias católicas. Gestos mayores de acercamiento entre las autoridades gubernamentales y la iglesia han sido analizados en Tucumán. En este sentido, el trabajo de Santos Lepera (2015) estudia el caso del obispo Agustín Barrere, que desde 1949 y en un contexto de alta conflictividad laboral que culminó con el fin de la extensa huelga azucarera y la intervención de la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar, reactivó la JOC como una estrategia para posicionar a la iglesia en las disputas de sentido por las definiciones del dirigente sindical ideal. La autora concluye que el quiebre político y sindical del peronismo tucumano en 1949 habilitó un mayor protagonismo real y simbólico de la JOC en la escena sindical, política y religiosa de la provincia, ya que brindó un modelo de dirigente obrero (católico) -bajo los valores de la productividad, la conciliación de clases y la oposición a las huelgas-, en igual dirección que las autoridades peronistas provinciales. En la década de 1950 la JOC tucumana logró mayor visibilidad pública en celebraciones vinculadas al mundo azucarero, al tiempo que aumentó su presencia en los ingenios.

Por último, algunos sacerdotes cercanos a la JOC pensaron la alternativa del sacerdocio obrero como un accionar complementario al de los jocistas.


El sacerdote como obrero en los ámbitos laborales


La experiencia de los sacerdotes obreros tuvo su origen en la década de 1940 en Francia. La llamada Misión de París proponía un nuevo papel del clero: compartir la condición obrera a través del trabajo y así llevar una presencia integral de la iglesia al ámbito laboral. Muchos de estos religiosos pertenecían a la orden de los dominicos y sufrieron duras condenas del Vaticano entre 1952 y 1954. Sin embargo y más allá de las reticencias papales, fueron expandiéndose por todo el mundo.35

En la JOC argentina, el sacerdocio obrero era una de las soluciones que se venía discutiendo en Notas de Pastoral Jocista, -la publicación de los eclesiásticos cercanos a la asociación- y será uno de los temas que cubrirá casi todo el peronismo. Ante la falta de impacto social de la iglesia entre la clase obrera, en Notas se proponía que el sacerdote se insertara en los lugares de trabajo y que, desde allí compartiera la cotidianidad obrera al tiempo que desempeñara su función pastoral.

De todas maneras, la opción dividía posiciones entre los sacerdotes más vinculados a la JOC. A favor se pronunciaron el presbítero Armando Amirati (Rosario) y los regulares Manuel Mercader (Buenos Aires) y Alejandro Del Corro y Domingo Basso (Córdoba). Defendían la necesidad de la presencia física del sacerdote en la fábrica, no en la dirección de los sindicatos -actividad prohibida por el papa- sino a través de la influencia desde su interior, actuando como obrero y llevando personalmente la doctrina cristiana, en el desempeño de una función complementaria y no opuesta a la desarrollada por la JOC.36

Justamente, algunos de ellos se convirtieron en curas obreros. Según el dominico Basso, en Córdoba tanto él como el secular Enrique Angelelli, el capuchino Francisco de Ciudadela y el jesuita Alejandro del Corro, todos asesores eclesiásticos de la JOC, quisieron abrir una “casa de mecánica”. Desconocían completamente la actividad, pero un grupo de trabajadores del gremio se ofreció para asesorarlos; no obstante, la iniciativa naufragó porque los superiores eclesiásticos les denegaron el permiso. Años después, Basso y del Corro, al reflexionar sobre este asunto, consideraron acertada la prohibición, “porque hubiera podido traer alternativas muy serias”. Sin embargo, el último pudo plasmar -aunque por muy poco tiempo- ese contacto directo con los obreros en sus ámbitos laborales en los talleres del Ferrocarril Central Córdoba; además visitaba la sede de la Asociación de Trabajadores del Estado en la ciudad de Córdoba.37 Cabe aclarar que Del Corro era asesor eclesiástico de la JOC de barrio Pueyrredón y durante los días del alzamiento cívico militar iniciado en Córdoba que terminó en el golpe de Estado de 1955, será mencionado como uno de los locutores de la radio LV2, autointitulada “La Voz de la Libertad”.

¿Cuántos Del Corro habrá habido insertos en las fábricas y talleres de la Argentina en los últimos años peronistas? No lo sabemos, pero tal vez sus presencias expliquen aún mejor la acusación de infiltración clerical en los sindicatos.


Conclusiones


En términos historiográficos está instalada la idea que el apogeo de la influencia católica en el ámbito gremial, sobre todo a través de la promoción de sindicatos se produjo durante el gobierno militar de 1943. Sin embargo ¿Fue tan fugaz y efímera la intervención de la iglesia en los sindicatos como parece?

Los discursos de Perón en 1953 y 1954 sobre infiltración gremial católica parecen cobrar más sentido ante un rompecabezas católico sindical que sí existió durante el peronismo, y del que damos cuenta fragmentariamente. Igualmente, las acusaciones presidenciales acerca de una intromisión católica sindical que llevaba años, y de la preparación de “un clima para la alteración del orden público”.

El conflicto que involucró al Círculo Católico de Obreros de Córdoba y parte de la UTA desnuda una injerencia de asociaciones laicales en asuntos netamente sindicales, con un modus operandi de acercamiento a los trabajadores encubierto en capacitaciones obreras, organización de eventos socioculturales y deportivos y celebraciones religiosas, accionar que pudieron haber replicado otras asociaciones católicas de trabajadores. En el caso de Córdoba, el Círculo azuzó conflictos internos del sindicato tranviario automotor, endilgándose la autoridad para discernir quiénes eran los auténticos católicos, y en una operación transitiva forzada, peronistas, incluyendo al mismo Perón.

La FAOC patrocinada por la Acción Católica logró obtener personería gremial entre los trabajadores textiles a domicilio, y su margen de representatividad -que hizo valer en comisiones de salarios y ante las autoridades de Trabajo- chocó con los intereses del SOIVA, que denunció la apropiación ilegítima de sus postulados y logros.

Como algunos historiadores han afirmado, la JOC fue un intento de influencia gremial minúscula que no puede compararse con el peso del sindicalismo peronista y menos pensarse como una competencia seria de espacios o poderes. No obstante, constituyó una presencia significativa en términos simbólicos para los intentos de hegemonía peronista en sentidos contrapuestos. Por un lado, tanto el gobierno como las jerarquías eclesiásticas apelaron a ella para legitimar un modelo de dirigente sindical ideal, como vimos en Tucumán. Por otro lado, la JOC se ramificó en propuestas sindicales antiperonistas, el MOC y el MASC, que buscaron derrocar al régimen y que en definitiva “prepararon el clima”. Mención aparte merecen los curas obreros que intentaron insertarse en ámbitos más bien anticlericales. En otras palabras, el accionar de la asociación no fue indiferente para el peronismo y pudo haber fundamentado las molestias de dirigentes sindicales y de Perón en sus discursos.

El caso de la Asociación Católica Tranviaria, la denuncia de injerencia gremial a la FAOC entre los textiles o la acción jocista en seccionales de variados sindicatos del país, ¿constituyeron hechos aislados, sin demasiada relevancia, insignificantes gotas en un inmenso mar sindical peronista o son la punta del iceberg de un activismo católico en los sindicatos durante el peronismo que todavía desconocemos? Por otro lado, investigaciones recientes como la de Contreras (2017) vienen demostrando que ese “mar sindical peronista” no era el único mar ni tampoco era tan homogéneo.

Todo lo anterior nos brinda elementos para interpretar bajo otro prisma algunos discursos de Perón, y que su pregunta acusadora acerca de “qué tiene que ver la religión” con la organización gremial, al final de su segunda presidencia y a pesar de los intentos de hegemonía sindical peronista, tenía más vigencia que nunca.

















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1*Este artículo es una versión resumida de una ponencia homónima presentada en las III Jornadas Internacionales de historia de los/as trabajadores/as y las izquierdas, Rosario, junio de 2021.

2 Acción Católica Argentina (en adelante ACA), Boletín Oficial de la Acción Católica Argentina, 15 de febrero de 1940, pp. 122-125; Lida (2015a:14, 18 y 27; 2015b:45-48).

3 Correspondencia entre la Junta y el Círculo de Obreros de Córdoba, 4, 14, 21 y 27 de febrero y 18 de mayo de 1938; Actas de la Junta de Gobierno de la Federación de los Círculos Católicos de Obreros, 23 de enero de 1945, p. 80.

4 ACA, Boletín Oficial de la Acción Católica Argentina, 15 de mayo de 1937, pp. 316-317; 15 de septiembre de 1938, pp. 571-572; 1 de febrero de 1938, pp. 91-92; noviembre de 1940, pp. 323-324.

5 Norte Argentino, mayo 1942, pp. 18 y 92; 15 de marzo de 1943, pp. 62-63; 15 de diciembre de 1942, p. 203.

6 Actas de sesiones de la Junta de Gobierno de la Federación de los Círculos Católicos de Obreros, 24 de febrero de 1944, pp. 253 y 254; 23 de enero de 1945, pp. 80-81; Juventud Obrera, junio de 1944.

7 La Voz del Interior, 21 de julio de 1943, p. 5.

8 Acerca de las alocuciones de Perón en 1944 sobre la religión como extraña al movimiento obrero véase Bianchi (2001:64).

9 Fondo documental Perón, legajo 664, Carpeta 423: Asociaciones Profesionales Obreras, 9 de abril de 1948. Archivo General de la Nación.

10 Los Principios, 9 de abril de 1953, p. 1; Caimari (1995:283).

11 Los Principios, 17 de abril de 1953, p. 1.

12 Los Principios, 30 de septiembre de 1954, p. 1.

13 Los Principios, 18 de octubre de 1954, p. 1; La Voz del Interior, 18 de octubre de 1954, pp. 3 y 5 y 22 de octubre de 1954, p. 5.

14 Los Principios, 11 de noviembre de 1954, p. 1; La Voz del Interior, 11 de noviembre de 1954, pp. 5-6.

15 Los Principios, 20 de noviembre de 1954, p. 1.

16 La Voz del Interior, 23 y 24 de noviembre de 1954, p. 5.

17 Los Principios, 26 de noviembre de 1954, p. 1.

18Actas de sesiones de la Comisión Directiva del Círculo Católico de Obreros de Córdoba, 22 de marzo de 1950, p. 46; 16 de marzo y 15 de junio de 1950, pp. 48 y 62, respectivamente.

19 La Voz del Interior, 24 de noviembre de 1952, p. 7; Actas de asambleas de la Unión Tranviarios Automotor seccional Córdoba, 5 de diciembre de 1952, p. 245.

20 La Voz del Interior, 6 de diciembre de 1952, p. 4.

21 Actas de asambleas de la Unión Tranviarios Automotor seccional Córdoba, 31 de octubre de 1952, p. 233; 19 de diciembre de 1952, pp. 252-254; 5 de mayo de 1953, p. 300.

22 La Voz del Interior, 3 de mayo de 1953, p. 4.

23 Los Principios, 30 de abril de 1953, p. 4.

24 Los Principios, 6 de mayo de 1953, p. 6.

25 Actas de sesiones de la Comisión Directiva del Círculo Católico de Obreros de Córdoba, 28 de octubre de 1953, pp. 101-102.

26 La Voz del Interior, 2 y 5 de mayo de 1953, pp. 6 y 4, respectivamente.

27 Enhebrando, enero 1948, pp. 1-2 y 4; mayo-junio de 1949, p. 7. Agradezco a Sara Martín Gutiérrez el acceso a esta publicación.

28 Enhebrando, enero de 1948, enero-febrero de 1949; noviembre-diciembre 1948, p. 3; septiembre-octubre 1948, p. 13; julio-agosto de 1949, pp. 4, 7 y 8.

29 Enhebrando, noviembre-diciembre 1948, p. 5.

30 Documento “Memoria y Balance del Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines (SOIVA)”, Ejercicio de 1950. Fondo de sindicalismo “Pérez Leirós”. Archivo de la Universidad Torcuato di Tella. Extraído de Martín Gutiérrez0(2018:8). Agradezco a la autora el acceso a este trabajo.

31 Documento “Memoria y Balance del Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines (SOIVA)”, Ejercicio de 1951, en Martín Gutiérrez (2018:9).

32 Juventud Obrera, diciembre de 1943 y junio de 1945. Bottinelli (2001:96).

33 Juventud Obrera, enero y julio de 1952.

34 Avanzada, 4 de noviembre de 1955, p. 9.

35 Notas de Pastoral Jocista, marzo-abril de 1954, pp. 94-95; Donatello (2005:243).

36Notas de Pastoral Jocista, marzo-abril de 1956, pp. 94 y 114-116.

37 Entrevistas realizadas a Domingo Basso y a los antiguos jocistas Dardo Alfaro, Mario Bravo, Francisco Pérez y Efraín Guzmán los días 26 de marzo de 2007; 14 de septiembre de 2007; 5 de agosto y 8 de septiembre de 2006; 28 de octubre y 23 de noviembre de 2006; 19 de diciembre de 2006 y 31 de enero de 2007, respectivamente.


38 Agradezco a los autores su autorización para citar este trabajo.