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Filantropía, Asistencia Social y Religión. El laicado Dominicano y el Primer Congreso Nacional Terciario -1934

Philanthropy, Social Assistance and Religion. The Dominican laity and the First Tertiary National Congress – 1934



Lucrecia Jijena

Red de Investigadores de la Historia de la Orden de Predicadores en Argentina

lucreciajijena@yahoo.com.ar





Resumen

La historiografía de la Iglesia ha reivindicado en los últimos años la labor de las asociaciones religiosas de laicos por su compromiso asistencial con las iglesias locales y su singular influencia en el afianzamiento de los valores y tradiciones católicas. Desde esta perspectiva, sus integrantes se solidarizaron con las necesidades materiales de los tiempos y de los más vulnerables. El pragmatismo religioso, asociado a la modernidad, consolidó el papel redentor de los comportamientos devocionales, a la vez que reivindicó la necesidad de la caridad como medio de alcanzar la vida eterna.

Para el caso particular de la Venerable Orden Tercera, una renovada gestión filantrópica garantizó su protagonismo como grupo de elite y de su compromiso devocional con la Orden de Predicadores. Como ejemplo de una fecunda trayectoria al servicio de la comunidad fue la convocatoria del Primer Congreso Nacional Terciario en 1934, asamblea que dejó un legado para fortalecer bases del catolicismo y legitimar el desarrollo y vigencia de la Hermandad Dominicana.


Palabras Clave: Tercera Orden Dominicana, siglo XX, caridad, filantropía, renovación.


Summary


The Church historiography has been claiming during the recent years the work of the lays religious associations in relation with their assistance commitment with the local churches and their unique influence over the Catholic values and traditions support. From this point of view its members expressed solidarity with the material needs of the times and of the needs of the most vulnerable. The religious pragmatism, associated with modernity, consolidated the redemptive role of the devotional behavior, while, at the same time, vindicated the need for charity as a means of attaining eternal life.

For the particular case of the Venerable Third Order, a renewed philanthropic management guaranteed its leadership as an elite group and its devotional commitment with the Preachers Order. As an example of a fruitful trajectory at the service of the community we mention the calling for the First National Tertiary Congress in 1934, an assembly that left a legacy to strengthen the bases of Catholicism and to legitimize the development and validity of the Dominican Brotherhood.


Key Words: Third Order Dominican, Twenty Centuries, charity, philanthropic and renovation.



Presentación1

La historiografía de la Iglesia ha reivindicado en los últimos años la labor de las asociaciones religiosas de laicos por su compromiso asistencial con las iglesias locales y su singular influencia en el afianzamiento de los valores y tradiciones católicas. En este sentido, y a través de un discurso ético-moral, sus integrantes se solidarizaron para asistir las necesidades materiales y espirituales de los tiempos y de los más vulnerables. Desde esta perspectiva, recientes estudios han considerado la relación existente entre las acciones piadosas de los laicos con la búsqueda de la salvación y de la legitimidad social.

Se trata de reflexionar sobre la verdadera dimensión que las obras filantrópicas y testimonios relacionados con el bien común tuvieron un alcance que excedió lo meramente pastoral y devocional, perfilándose como formas de afianzamiento político y social, que incrementaron la influencia de la Iglesia en los ámbitos del Estado (Di Stefano, 2016: 496-501). Sin embargo, nuevas interpretaciones, con fundamentos desde lo social y cultural, han relativizando esas lecturas abriendo otras interpretaciones y lecturas.

En el Río de la Plata, como en otros países de América Latina, las asociaciones religiosas de laicos tuvieron su mayor desarrollo y protagonismo en los ámbitos urbanos, donde legitimaron su presencia bajo la dirección espiritual de las Órdenes religiosas, quienes garantizaron su permanencia en la dinámica de las relaciones de la Iglesia y el Estado. El pragmatismo religioso, asociado a la modernidad, consolidó el papel redentor de los comportamientos devocionales, a la vez que reivindicó la necesidad de las obras de caridad como medios de alcanzar la vida eterna.2 La investigación sobre el proceso de renovación y resurgimiento institucional de la Venerable Orden Tercera3 –en adelante VOT- hacia finales del siglo XIX, es testigo de la eficaz acción del laicado dominicano para dar respuestas concretas a las necesidades espirituales y materiales de la comunidad. Sumado a ello, el beneplácito y reconocimiento a la iniciativa de los laicos por parte de la Santa Sede, posibilitó la paulatina recuperación de la hermandad y de su labor en defensa y sostenimiento de las tradiciones católicas. En este sentido, las lecturas del pasado no han considerado la capacidad del laicado dominicano como sostén de la Orden de Predicadores y sobre su verdadera capacidad social y religiosa, sobre todo para períodos conflictivos como el siglo XIX, donde se inicia el proceso de decadencia en las órdenes regulares. A pesar de su influyente actividad en el Río de la Plata, desde su fundación en Buenos Aires en 1726, aún no ha recibido el merecido reconocimiento por parte de la Historiografía de la Iglesia. En este sentido, y dentro de las diferentes estrategias que se implementaron para garantizar y sostener la vigencia del Estado confesional, las elites católicas convalidaron la organización de sociedades laicas a fin de orientar la coordinación y dirección de las labores caritativas, al tiempo que se constituyeron en protagonistas de la defensa de las tradiciones religiosas por excelencia.

Los comienzos del siglo XIX fueron años de incertidumbre institucional y fragilidad económica dentro de la Hermandad. Los efectos de la Guerra de la Independencia y las medidas liberales implementadas por los gobiernos republicanos, afectaron el normal desarrollo de la VOT, comprometiendo su continuidad y vigencia institucional. Sumado a ello, el deterioro de la hegemonía y prestigio del clero regular, afectaron su valorada identidad y presencia dentro de la comunidad de fieles.4

A pesar de los esfuerzos por sobrevivir, la comunidad terciaria quedó desamparada y carente de recursos para proseguir con su labor. Sumado a ello, la desaparición física de reconocidos benefactores, cuyas familias participaron desde tiempos fundacionales en la administración y gobierno de la VOT, la privaron de las generosas contribuciones para su engrandecimiento y esplendor como en los tiempos virreinales.

Debemos aproximarnos a los comienzos del siglo XX para presenciar el resurgimiento institucional de la hermandad terciaria motivada por la necesidad de dar respuestas precisas a las demandas sociales emergentes de la modernidad, a la vez de renovar su vigencia como grupo de elite en los ámbitos religiosos del Río de la Plata. Desde este marco de análisis, y con el aporte de nuevas fuentes documentales, el presente trabajo buscará acercarnos a las gestiones implementadas por la Venerable Orden Tercera en su deliberado proceso de resurgimiento institucional y de su eficaz trabajo en la organización y desarrollo del Primer Congreso Nacional Terciario Dominicano, Asamblea que puso en evidencia el compromiso del laicado con la defensa de las tradiciones y valores del catolicismo. Como objetivo final, es el interés de acercar la investigación a la red de historiadores vinculados a los estudios de la comunidad dominicana, y de otras Ordenes y asociaciones religiosas que pretenden rescatar la memoria de los laicos por su labor en la defensa y preservación de la fe católica y como sostén material de la Orden de Predicadores.

La investigación tuvo acceso a la documentación del Archivo de la Tercera Orden de Buenos Aires. Se han consultado las Memorias, los Libros de Acuerdos y Elecciones y las Actas de las Asambleas. Agradezco a fray Juan Pablo Corsiglia OP., del Convento de Buenos Aires, su generosa colaboración y asesoramiento en el estudio temático.


Renovación y legitimidad social del laicado dominicano


Dentro de un escenario nacional favorable a la participación de los laicos, y con el beneplácito de una Iglesia que se fue despojando de sus privilegios en el marco del liberalismo y del proceso de secularización, la VOT se reorganiza hacia finales del siglo XIX bajo la dirección de una elite de calificados hermanos terciarios, descendientes de familias con estrechos lazos espirituales con la Orden de Predicadores.

El resurgimiento de la fe y la necesidad de incluir las iniciativas religiosas dentro de la dinámica social, incentivó a las elites católicas a participar en los movimientos de apostolado vinculados a la filantropía a fin de dar respuestas inmediatas a las necesidades de la comunidad. Dentro de este contexto surgen asociaciones y gremios con la activa presencia de los laicos, quienes serán los protagonistas de una deliberada acción para atender la pobreza y difundir el pensamiento social de la Iglesia.5 En correspondencia a estas iniciativas, la Tercera Orden retomó su labor social con el firme anhelo de afianzar el espíritu religioso y consolidar la influencia de los laicos en el resurgimiento del Estado confesional.6 La Iglesia, por su parte, reivindicó su apostolado de la caridad junto a otras asociaciones sociales, y se abrió como espacio público de participación y acción social.7 Desde lo devocional hay un interesado propósito de recuperar la solemnidad en los servicios y de incrementar la asistencia a las celebraciones litúrgicas, oficios, misas y funerales de los hermanos terciarios. Con mayor cantidad de recursos y un paulatino progreso económico proveniente de los ingresos fijos de las luminarias, de la administración de propiedades, capellanías y del sostén financiero que prestaron algunos gobiernos de turno, como es el caso del presidente Hipólito Yrigoyen y de su vice-presidente Pelagio B. Luna, quien falleció en 1919 siendo miembro de la Hermandad. En adelante, la caridad y las manifestaciones piadosas estarán encaminadas a la asistencia de los carenciados, indigentes, enfermos y niños, prevaleciendo la búsqueda del bienestar y felicidad del hombre. Dicho proceso se consolida mediante donaciones de bienes provenientes de cláusulas testamentarias hasta iniciativas privadas. Dentro de estas modalidades, la Iglesia Católica será beneficiada por contribuciones para la construcción de nuevos templos, grandes iglesias urbanas, o para su mantenimiento y refacción. Las donaciones se hicieron presentes, también, para sostener las devociones, las misas para difuntos y el culto de los santos, como así también para incentivar seminarios, misiones, órdenes religiosas y clérigos.

El progresivo crecimiento se vio favorecido por el ingreso a la Institución de influyentes personalidades de la elite porteña quienes, mediante una eficaz gestión administrativa, posibilitaron reivindicar el modelo asociativo como forma de expresión solidaria al servicio de la comunidad.8 El testimonio de su labor lo encontramos en las Memorias y Actas, donde se da cuenta del generoso voluntariado en la asistencia social en hogares, hospitales, asilos, fundación de escuelas y otras instituciones de bienestar.9 En este sentido, ellas otorgan un preciso panorama sobre el progresivo crecimiento institucional como resultado del mayor número de ingresos de Hermanos y Hermanas, en su mayoría “jóvenes pletóricos de religiosidad y entusiasmos” que aseguraban una existencia vigorosa y próspera.10 En el orden religioso y devocional se destaca que la Hermandad ha cumplido con todas las obligaciones contraídas por Mandas determinadas en la Santa Regla, y aún las consagradas por pía tradición y prácticas regulares. En el orden económico, si bien la crisis mundial ha repercutido desfavorablemente con la merma de sus ingresos en aproximadamente un 50%, obligándola a reducir las limosnas y suspender algunas subvenciones, la VOT ha proseguido con sus labores habituales atendiendo así mismo, las necesidades y marcha de sus centros asistenciales y educativos, orientados hacia personas imposibilitadas de trabajo, matrimonios ancianos, viudas sin hogar, familias desamparadas y talleres formativos.

Un panorama similar transcriben los informes correspondientes a la sección de las Hermanas. La rama femenina, por su parte, también se hizo visible a través de una mirada más comprometida con el bienestar y progreso social de la mujer, aunque la escasa documentación al respecto no permite rescatar con rigor la fuerza e iniciativa de las hermanas terciarias. En este sentido, la labor se orientó al bienestar y progreso de la mujer dentro del ámbito social, con el firme propósito de mejorar su identidad e inserción laboral. Al igual que en la rama masculina, encontramos destacadas damas, casadas o solteras, que se consagraron a la tarea filantrópica con verdadera templanza y dedicación, no siempre reconocida por la producción historiográfica ni por la misma comunidad dominicana.11

Las Memorias, en general para estas primeras décadas, hacen especial referencia a un próspero período dentro de la comunidad, favorecido por extraordinarios hechos que contribuyeron a afirmar y avivar la fe. Así por ejemplo, en el informe de la priora Gregoria Lerdou se mencionan como acontecimientos destacables el Año Santo, la celebración de VII Centenario de la canonización de Santo Domingo, el XXIII Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires y el VI Centenario de la muerte de la beatita dominica, Imelda Lambertini. Sobre el desarrollo institucional, sostiene que:

todos estos acontecimientos, han repercutido favorablemente, en el mejoramiento espiritual de nuestras asociadas, habiéndose notado, mas asistencia y fervor en todos los actos religiosos; las comuniones mensuales han sido muy concurrida, aun cuando la despreocupación de la época actual, no está al tono con la estrictez de nuestra Orden, vemos complacidas, que en los últimos tres años han aumentado las profesiones a 47 en nuestra Iglesia y 19 en el hogar Dorrego, quedando 7 novicias en ambas secciones y una incorporada, siendo el número de socias de 384”.

A modo de síntesis, finaliza:

en las tareas de beneficencia se manifiesta el generoso trabajo de sus asociadas, quienes mediante el reparto de bonos mensuales o quincenales han permitido la asistencia a los pobres y la entrega de ropas confeccionadas en sus propios talleres de costura”12

Numerosos testimonios de los Priores nos dan cuenta de su recuperación financiera a través de los balances y estado de cuenta, que minuciosamente realizaban los hermanos tesoreros y secretarios de la Institución. Se consignan detalles referentes a préstamos de dinero, compra de insumos ornamentales, registros de pagos de luminaria, hipotecas, administración de capellanías, de inmuebles legados por vía testamentaria, cuya renta, producto del contrato de arrendamiento, constituía desde tiempos virreinales un preciado ingreso para el sostén y mantenimiento institucional. Sumado a ello, los estrechos vínculos de la Orden dominicana con los sectores de elite católica favorecieron la obtención de generosas donaciones que aseguraron el bienestar de los asociados y aseguraron su capacidad económica. Los ingresos van mejorando y se dispone de un capital considerable para realizar obras y dar apoyo a los reiterados pedidos de auxilio económico, no sólo de los hermanos terceros o de otras instituciones de Buenos Aires, sino hacia otras provincias con escases de recursos y en situaciones críticas.


Primer Congreso Nacional Terciario - 1934


El proceso de renovación de las asociaciones laicas fue simultáneo en otras regiones de América Latina durante el siglo XX, aunque con variantes y matices políticos y religiosos diferentes, según los caracteres y necesidades de cada comunidad13. Para el caso de la comunidad dominicana, así lo confirma las reflexiones del prior Santiago Levalle, quien destacó, “….que la vasta y metódica divulgación de los grandes y positivos méritos de la familia religiosa, han evidenciado e intensificado el resurgimiento espiritual, no sólo en nuestra Hermandad de Buenos Aires sino en todas sus similares existentes en el país”.14

La Iglesia, por su parte, retomó paulatinamente su presencia en los ámbitos confesionales frente a los cuestionamientos del liberalismo. Dentro de este contexto, la VOT ratificó el valor del laicado dominicano, no sólo en defensa de las tradiciones y valores del catolicismo, sino como sostén institucional de la Orden de Predicadores15. Como resultado de esta eficaz gestión tenemos para estos tiempos la celebración del Primer Congreso Terciario, asamblea que puso de manifiesto, no sólo el compromiso de los laicos dominicos con la tarea social y filantrópica, sino también su colaboración en la recuperación institucional de la Orden de Predicadores.

Como antecedente a la participación y el protagonismo de los laicos en el ámbito nacional, encontramos en la convocatoria del Primer Congreso Nacional Católico en agosto de 1884, cuando la feligresía católica fue convocada para servir y fortalecer el desarrollo de una pastoral identificada con la doctrina de fe. Dentro de este contexto surgen ejemplares y publicaciones que favorecen la vigencia del modelo confesional inspirado en el catolicismo, además de la necesidad de convocar nuevos espacios de interacción y debate que aseguren el diálogo entre los creyentes en su vida cotidiana (Auza, 2000: 329-347). Los resultados alentadores de esta nueva modalidad para fortalecer el catolicismo, determinaron la idea de concebir una asamblea encaminada a procurar la cohesión, coordinación y el desarrollo de la Hermandad. Desde esta perspectiva, el comienzo de esta realidad se hizo visible en el Primer Congreso Nacional Terciario Dominicano de 1934, que con motivo de festejarse el séptimo centenario de la canonización de Santo Domingo de Guzmán, y en adhesión al XXXII Congreso Eucarístico Internacional, por celebrarse en el mes de octubre del mismo año, el M.R.P. general fray Estanislao Martín Gillet, residente en Roma, concedió a los hermanos de la VOT dominicana el privilegio de celebrar esta asamblea nacional, junto al auspicio del Nuncio Apostólico, monseñor Felipe Cortesi, del Arzobispo de Buenos Aires, Santiago L. Copello, y del Uruguay, monseñor Juan Francisco Aragone.

En cumplimiento de las disposiciones recibidas, el provincial fray Tomás Luque Porcel de Peralta O.P. nombró una comisión compuesta por los frailes, prior Luis A. Montes de Oca y fray Antonio Battista; por los terciarios Santiago Levalle, Carlos A. Mansilla, José de Garay, Guillermo Gallardo, Ángel E. Ibarra García, Hector A. Coll Villate y Mariano Orgeira, para programar las distintas ceremonias a llevarse a cabo en las ciudades de Tucumán, Buenos Aires y Córdoba, durante el transcurso de los meses de julio y agosto de 1934, y con la asistencia de los delegados de catorce provincias. 16

El espíritu y los fines que movilizaron dicha convocatoria quedo plasmado en disertación de fray Valentín Castillo Sarmiento O.P.- delegado por Tucumán-, quien al referirse al valor del apostolado de la VOT sostuvo:


La Orden Tercera de Santo Domingo, instrumento de incomparable valor, desde su origen a nuestros días, en la acción apostólica de la Orden Dominicana que, al sentir de los soberanos Pontífices, prestó siempre y sigue prestando servicios inmensos a la Iglesia; celebra en estos momentos un congreso en nuestra República, con el propósito de reconsiderar sus valores espirituales, controlar el cumplimiento de sus fines, el desarrollo de su acción apostólica tradicional, contemplar la hora actual y según eso, formular iniciativas de acuerdo a las exigencias de la época, para conseguir los resultados prácticos anhelados, que son: además de la propia santificación, la santificación y bienestar espiritual del prójimo, mediante la oración, la caridad, el buen ejemplo, y la palabra henchida de celo y amor, llevada a todos los sitios aún los más modestos y despreciables”.17


A este fin se oficiaron misas pontificales, asambleas públicas y privadas, coros gregorianos- asignados a los padres Salesianos- , entronización del santo patrono en los asilos de la Hermandad, entre otros actos conmemorativos, y que por razones de espacio he decidido omitir. Según los discursos emitidos, dicha celebración tuvo el alcance de gran acontecimiento religioso-social de América del Sur.

Sin perder de vista sus objetivos conmemorativos, las Resoluciones presentadas por los señores congresales fueron aprobadas después del debate en la Asamblea general. A modo de síntesis, transcribiré las que considero más ejemplificativas para los objetivos del trabajo. Así por ejemplo se consigna que:


se establecerá en la sede de cada Hermandad, donde no exista ya, una biblioteca que responda a la perfecta formación espiritual y científica de los Hermanos, dándose en ella preferencia a las obras, estudios y revistas del mismo carácter, de divulgación e informativas que se publican en la Orden”. Se consigna, la obligatoriedad de `(…) la fundación en todas las Hermandades, de un centro de estudios religiosos donde se dicten clases y se den conferencias periódicas de acuerdo al plan de estudios aprobados por el M.R. Padre Provincial`. Se recomienda “(…) la mayor solidaridad entre las Hermandades existentes en el país –con referencia especial a la Acción Católica- a fin que la prosperidad y buen espíritu (…) lo mismo se ha de entender de los miembros de cada Hermandad entre sí”.


Finalmente se establecieron normas y disposiciones referidas a las prácticas devocionales,


este Congreso desea vivamente ver florecer entre los Hermanos las piadosas y edificantes prácticas de la Santa Misa y comunión diarias, y de no serle posibles, el efectuarlas con la mayor frecuencia; de la meditación cotidiana y la recitación del Santo Rosario en familia con igual asiduidad”.18


Las Actas y las labores de la reunión, así como los trabajos en ella presentados, fueron recopilados en un valioso volumen donde se transcriben las diferentes exposiciones y celebraciones en las distintas provincias auspiciantes.


Reflexión final


La formación de los estados nacionales trajo consigo una serie de transformaciones que afectaron no sólo las relaciones de los Estados con la Iglesia, sino que alcanzaron las bases del modelo de cristiandad hispánica, dentro de un proceso que se extiende, con mayor o menor intensidad, por toda América Latina. El resurgimiento de la fe y la necesidad de incluir las iniciativas religiosas dentro de la dinámica social, incentivó a las elites católicas a participar de la gestión filantrópica a fin dar respuestas inmediatas a las necesidades de la comunidad. Dentro de este contexto, surgen hacia finales del siglo XIX asociaciones y gremios con la activa presencia de los laicos, quienes serán los protagonistas de una deliberada acción para atender la pobreza y difundir el pensamiento social de la Iglesia

La recuperación de la VOT se consolidó paulatinamente durante las primeras décadas del siglo XX, dentro de un marco político y religioso favorable a la participación de los laicos en los diferentes ámbitos sociales, culturales y educativos. Mediante un renovando discurso y una eficaz gestión administrativa, legitimó su presencia y protagonismo en el servicio y bienestar de la comunidad de Buenos Aires, atendiendo a sus necesidades materiales en el marco de la filantropía y la caridad hacia los más vulnerables. En este sentido, reanudó su compromiso espiritual con la Orden de Predicadores y ratificó el valor del laicado, no sólo en defensa de las tradiciones y valores del catolicismo, sino como sostén institucional de la comunidad dominicana. La convocatoria del Primer Congreso Nacional Terciario, promovido con el noble propósito de conmemorar acontecimientos extraordinarios y de significación mundial para la Iglesia, concluyó exitosamente, dejando en evidencia el noble esfuerzo de la VOT en su camino hacia la renovación espiritual y en su capacidad para adaptarse a los nuevos desafíos devocionales del mundo contemporáneo.





Concurrencia al Congreso Nacional Terciario durante la Jornada Eucarística del 15 de julio de1934 en la Basílica del Santísimo Rosario de la ciudad de Buenos Aires, con la presencia del Nuncio Apostólico Dr. Felite Cortesi.




Bibliografía


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Recibido: 28 de febrero de 2019


Aceptado: 15 de marzo de 2019


1 El presente trabajo forma parte de una investigación mayor sobre el apostolado laico y la legitimidad social de la Tercera Orden de Buenos Aires en el siglo XX.

2 Sobre dicha temática véase, Carlos Lozano Ruiz y Margarita Torremocha Hernández: “Asistencia Social y Cofradías en el Antiguo Régimen. Historiografía, Líneas de Investigación y Perspectivas”, Chronica Nova, 39, 2013, pp. 19-46.

3 Sobre dicha Institución, véase el trabajo monográfico de Lucrecia Jijena, La Venerable Orden Tercera de Santo Domingo. Presencia en Buenos Aires durante el siglo XVIII. Instituto de Investigaciones Históricas “Prof. Manuel García Soriano”, Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino. Tucumán, UNSTA, 2006.

4 Lucrecia Jijena, “La Revolución de Mayo y el ocaso de la Tercera Orden dominicana en Buenos Aires”, en Fr. Eugenio Martín Torres, O P (coord.), Los dominicos insurgentes y realistas, de México al Río de la Plata. (Serie la Historia). México, Miguel Angel Porrúa y el Fondo José Antonio García Luque, 2011, pp. 183-198. De la misma autoría, “El laicado dominicano del Buenos Aires Colonial. Tradición y Modernidad”, en Investigaciones y Ensayos 60, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 2014, pp.205-225.


5 Un preciso análisis sobre las raíces y el desarrollo del catolicismo social, véase en los trabajos iniciales de Nestor Tomás Auza, “El catolicismo Social Latinoamericano”, en Actas del Simposio Histórico, Los últimos Cien años de la Evangelización en América Latina, Ciudad del Vaticano, 21-25 de junio de 1999, pp. 479-495.

6 Sobre el desafío e influencia de las asociaciones religiosas en el ámbito social y político, véase, Sindy Veloza: “La participación política de las sociedades católicas bogotanas, 1863-1885”, en Memorias del IV Simposio Colombiano de Historia Regional y Local, “Procesos regionales de consolidación del Estado”- VI Coloquio de Historia, “Perspectivas y Estudios sobre la Historia Urbana”, Universidad de Caldas, Banco de la República, Manizales-Colombia-24 al 26 de abril de 2013, pp.12-31.

7 Sobre dicha temática, véase Catalina Romero, “Religión y espacio público: catolicismo y sociedad civil en el Perú”, en Catalina Romero (coordinadora): Religión y Espacio Público, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2008, pp.17-37.

8 Por citar los más relevantes, encontramos para estos años a Pedro Aguiar, Ramón Eizaga, Juan María Terrero, Lorenzo Justiniano Doyhenard, Aurelio Espinola, Eugenio Llambías, Mariano Orgeira, Molina, Martín Jacobé, Santiago Levalle, Antonio Solari, Gonzalo Figueroa Gacitua, Juan Bordarampé, José Pedro Muzzio, Alberto Tintoré, Jacinto Brunero, Pedro Giraud, Juan Viaggio, Ismael Bengolea, Juan Ceppi, Nicanor G. de Nevares, Manuel Mignone, Mariano Gorostarzu, Escolástico Goñi, José B. Raffo, Manuel Zumarán, Adolfo Casal, Juan María Cabral y Juan Reymundo Roberts.

9 Sobre dicha temática, véase: Yolanda Eraso (comp.) Mujeres y asistencia social en Latinoamérica, siglos XIX y XX. Argentina, Colombia, México, Perú y Uruguay, Córdoba, Alción Editora, 2009.

10 Archivo de la VOT, (AVOT). Informe del prior Santiago Levalle  correspondiente al período 1933-1936, Memorias de los Priores (1932-1945), Libro de Actas Nº 9, pp.3-11.

11 Por citar las más reconocidas, encontramos a: Herminia V. de Calderón de la Barca, Catalina L. Calderón de la Barca, Ernestina Ramos Mejía de Repetto, Eufemia M. de Martínez Paz, Ana Chapar, Dolores Martínez Paz, Anastasia Erast Martínez Paz, María Urquizu, Martina Baudris, Josefina Aragonés Castellanos, Gregoria Lerdou, Arminda Escobar de Rosa, Dolores Cabral, Helena de Nevares, Elvira Gonzalez Piris, María Angélica Brunero, M. Gutierrez de Alvarez, Dominga Acuña de Rosa, Alcira N. Casalins, Manuela de Monasterio, Rosa M. Piera, Lola Almirón, María de Saráchaga, Rogelia de Gonzalez, Sofía Klappenbach, Vicenta de Posada, Agustina Casares, Paz B. de Sanchez, Maria Rita A. de Heguilor, Dolores Moyrano, Emilia Lourtet, Aurea M. de Garcés, Rosario S de Sarmiento, Rosa Piaggio y Rosa Sorroza García.


12 Archivo de la VOT, (AVOT). Informe de la priora Gregoria Lerdou, correspondiente al período 1933-1936. Memorias de los Priores (1932-1945), Libro de Actas Nº 9, pp.29-32. Cabe señalar que los gastos eran sostenidos por una subvención del gobierno nacional de 1900 pesos anuales, el pago de las luminarias y cuotas de ingreso con pequeñas donaciones, colectas y el producto de festivales o rifas.

13 Con características similares al proceso de renovación de la VOT dominicana, encontramos en México el caso de la Tercera Orden Franciscana, quien “al renovarse el culto divino en los templos de la República y volverse a albergar en ellos a Jesús Sacramentado, los terciarios, a quienes los años de prueba hicieron ver más claro hacia el más allá, se congregaron nuevamente, y con su espíritu fortificado, reorganizaron los centros ya establecidos, crearon otros nuevos y comenzaron a trabajar no sólo en lo que atañe a la vida espiritual, sino en lo que respecta al bienestar de sus semejantes” (J. B. Iguiniz, T.F, Breve Historia de la Tercera Orden Franciscana en la Provincia del Santo Evangelio de México desde sus orígenes a nuestros día. México, editorial Patria, S.A, 1951, p.155).

14 Archivo del AVOT Informe del prior Santiago Levalle  correspondiente al período 1933-1936., Memorias de los Priores (1932-1945), Libro de Actas Nº 9, pp.3-11.

15Sobre dicho proceso, véase: L. Jijena, “De Privilegios y Devociones. La Tercera Orden Dominicana en Buenos Aires: entre la Colonia y La Modernidad”, en Rosa M. Alabrús (ed), La vida Cotidiana y la sociabilidad de los dominicos, Barcelona, editorial Arpegio, 2013, pp. 209-236.

16 Junto a la comunidad dominicana, se sumaron en adhesión el clero secular y regular, asociaciones e instituciones religiosas, colegios y centros sociales y culturales, además de calificados miembros de la feligresía católica. Las reuniones de Tucumán estuvieron destinadas a la rama femenina, señoras y señoritas; las de Buenos Aires a los caballeros, mientras que los actos de Córdoba reunieron a toda la comunidad dominicana. Entre los disertantes terciarios pertenecientes a la VOT, encontramos a Carlos A. Mansilla, Adolfo Goudy, mayor Jesús Navarro, Angel Basso, Mario Gorostarzu, Guillermo Gallardo Cantilo, Angel Basso, R. del Río Allende, Carlos Pucheta Morcillo, Mario Martínez Casas, por citar alguno de ellos. Por la rama femenina, las terciarias María. A. Acevedo de Daract, María Luisa Klappenbach, María Hortensia Nuñez, Carmen Lavalle, Clorina Paz Colombres, Angelina Bianchi Luque, Carmela Frías de Terán, Gregoria Lerdout, Lola Garzón, Sara Meléndez de Quesada y Eugenia García Aliaga, entre otras. La comunidad religiosa contó con eminentes personalidades, como monseñor Miguel de Andrea, monseñor Dionisio R. Napal, fray Jacinto Carrasco, fray Guillermo Butler, fray Tomás Luque y fray Valentín Castillo Sarmiento.

17 Disertación sobre “El apostolado tradicional de la VOT y la Acción Católica”, Primer Congreso Nacional Terciario, República Argentina, 1934, Buenos Aires, Imprenta López, pp.219-226.

18 Primer Congreso Nacional Terciario, República Argentina, 1934, Buenos Aires, Imprenta López, pp.399-401.