Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 123-131
Santo Tomás de Aquino, maestro
de la Doctrina Social de la Iglesia
En sintonía con las distintas iniciativas que se despliegan a nivel
mundial en la Iglesia y en diversos centros académicos, en el marco
del Jubileo de Santo Tomás de Aquino (2023-2025) que también
tiene lugar en la UNSTA, Filópolis en Cristo quiere abrir sus pá-
ginas para evocar el inujo de su pensamiento sobre la Doctrina
Social de la Iglesia. Nada mejor para ello, que en este primer -
mero comenzar recordando las enseñanzas del Magisterio contem-
poráneo en la palabra del Santo Padre, el Papa Francisco, y de sus
inmediatos predecesores (San Pablo VI, San Juan Pablo II, Bene-
dicto XVI), en las que celebran su vida y su obra, reconociendo el
lugar eminente que el Aquinate asume en la vida de la Iglesia para
el cumplimiento de sus nes apostólicos.
En el VII centenario de la muerte de Santo Tomás, queremos re-
cordar una vez más lo que piensa la Iglesia sobre su función en la
orientación de los estudios teológicos y losócos. Así se verá cla-
ramente por qué la Iglesia ha querido que las escuelas católicas re-
conocieran y siguieran al Aquinate como “Doctor común” en estas
materias. Los Romanos Pontíces sostuvieron con su autoridad la
doctrina de Santo Tomás cuando aún vivía; protegieron al Maestro y
defendieron también su doctrina contra los adversarios. Y después de
su muerte, cuando algunas proposiciones suyas fueron condenadas
por autoridades locales, la Iglesia no dejó de honrar al el seguidor
de la verdad, sino que raticó su veneración inscribiéndolo en el re-
gistro de los Santos –18 de julio de 1323– y concediéndole el título de
Doctor de la Iglesia –11 de abril de 1567. De esta manera la Iglesia ha
querido reconocer en la doctrina de Santo Tomás la expresión parti-
cularmente elevada, completa y el de su Magisterio y del sensus dei
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de todo el pueblo de Dios, como se habían manifestado en un hombre
provisto de todas las dotes necesarias y en un momento histórico es-
pecialmente favorable. La Iglesia, para decirlo brevemente, convalida
con su autoridad la doctrina del Doctor Angélico y la utiliza como ins-
trumento magníco, extendiendo de esta manera los rayos de su Ma-
gisterio al Aquinate, tanto y más que a otro insignes Doctores suyos.
(San Pablo VI, Lumen Ecclesiae, en el VII centenario de la muerte de
Santo Tomás de Aquino, núms. 21-22)
La Iglesia ha propuesto siempre a Santo Tomás como maestro
del pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología (...)
El Magisterio ha visto y apreciado en él la pasión por la verdad; su
pensamiento, al mantenerse siempre en el horizonte de la verdad
universal, objetiva y trascendente, alcanzó “alturas que la inteligencia
humana jamás podría haber pensado” (León XIII, Aeterni Patris, 4
de agosto de 1879, AAS 11: 18878-1879, 109). Con razón, pues, se lo
puede llamar “apóstol de la verdad” (San Pablo VI, Lumen Ecclesiae,
20 de noviembre de 1974, nº 8). Precisamente porque la buscaba sin
reservas, supo reconocer en su realismo la objetividad de la verdad.
Su losofía es verdaderamente la losofía del ser y no del simple apa-
recer (…) A la luz de estas reexiones, se comprende bien por qué el
Magisterio ha elogiado repetidamente los méritos del pensamiento
de Santo Tomás y lo ha puesto como guía y modelo de los estudios
teológicos. Lo que interesaba no era tomar posiciones sobre cuestio-
nes propiamente losócas, ni imponer la adhesión a tesis particula-
res. La intención del Magisterio era y continúa siendo, la de mostrar
cómo Santo Tomás es un auténtico modelo para cuantos buscan la
verdad. En efecto, en su reexión la exigencia de la razón y la fuerza
de la fe han encontrado la síntesis más alta que el pensamiento haya
alcanzado jamás, ya que supo defender la radical novedad aportada
por la revelación sin menospreciar nunca el camino propio de la ra-
zón. (San Juan Pablo II, Fides et Ratio, núms. 43, 44 y 78).
Hoy quiero continuar la presentación de santo Tomás de Aqui-
no, un teólogo de tan gran valor que el estudio de su pensamiento
fue explícitamente recomendado por el concilio Vaticano II en dos
documentos, el decreto Optatam Totius, sobre la formación al sa-
cerdocio, y la declaración Gravissimum Educationis, que trata sobre
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la educación cristiana. Por lo demás, ya en 1880 el Papa León XIII,
gran estimador suyo y promotor de estudios tomistas, declaró a san-
to Tomás patrono de las escuelas y de las universidades católicas. El
motivo principal de este aprecio no sólo reside en el contenido de su
enseñanza, sino también en el método adoptado por él, sobre todo su
nueva síntesis y distinción entre losofía y teología (...) Santo Tomás
nos propone una visión de la razón humana amplia y conada: am-
plia porque no se limita a los espacios de la llamada razón empírico-
cientíca, sino que está abierta a todo el ser y por tanto también a las
cuestiones fundamentales e irrenunciables del vivir humano; y con-
ada porque la razón humana sobre todo si acoge las inspiraciones
de la fe cristiana, promueve una civilización que reconoce la dignidad
de la persona, la intangibilidad de sus derechos y la obligatoriedad de
sus deberes. No sorprende que la doctrina sobre la dignidad de la per-
sona, fundamental para el reconocimiento de la inviolabilidad de los
derechos del hombre, haya madurado en ambientes de pensamiento
que recogieron la herencia de santo Tomás de Aquino, el cual tenía
un concepto altísimo de la criatura humana. (Benedicto XVI, “Santo
Tomás, el teólogo”, Catequesis del 16 junio de 2010)
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Discurso del Santo Padre Francisco
A los participantes del XI Congreso Tomista
Internacional, organizado por la Academia
Ponticia de Santo Tomás de Aquino
Sala Clementina
Jueves, 22 de septiembre de 2022
Palabras improvisadas del Santo Padre:
Me gusta este encuentro después de tantos años porque se trata
de reexionar sobre un maestro. Algunas veces, cuando reexionas
sobre una persona que ha sido creadora de escuelas, losócas o teo-
lógicas, te arriesgas a instrumentalizar al maestro para decir cosas
que me parecen a mí, y con el tomismo pasó esto. Muchas interpreta-
ciones –estoy pensando en una por ejemplo, casuística del tomismo,
que ha sido esclava del pensamiento casuístico. Recuerdo el de un
español que escribió tantos libros, un tal Losada, creo que se llama-
ba así, no recuerdo bien, que para explicar el continuum metafísico
según Santo Tomás, inventó el puncta inata. Así una interpretación
de tipo casuístico, de tipo oportunista menosprecia y ridiculiza el
pensamiento del maestro.
Cuando queremos explicar el pensamiento de un maestro, el
primer paso es la contemplación, para ser recibidos nosotros en ese
pensamiento magisterial. La segunda, con timidez, es la explicación.
Y, en n, con mucha cautela, la interpretación, pero esto con mucha
cautela. El maestro es un grande, el maestro es el que hace la escuela y
el que ha creado una escuela. El maestro es aquel que pone en marcha
toda una corriente de pensamiento. Nunca usar al maestro para las
cosas que pienso, pero poner cosas que pienso a la luz del maestro,
que es la luz del maestro la que interpreta esto.
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Permítanme contarles una experiencia de un dominico. En el Sí-
nodo sobre la familia hubo puntos que no estaban claros sobre la doctri-
na católica y también interpretaciones de Santo Tomás que no estaban
claros. En ese momento estábamos realmente en duda porque no po-
díamos encontrar el camino. Fue un dominico, el cardenal Schönborn,
quien nos dio una lección de teología tomista ¡pero a una altura! –,
porque comprendió a Tomás y lo explicó sin utilizarlo, con grandeza.
Vivimos aquella experiencia de aquel gran dominicano, que fue
Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Habría más...,
pero quiero mencionar esto. Por un lado, hay muchas interpretacio-
nes que reducen el pensamiento del maestro y luego la experiencia de
uno, quien lo abrió: “No, esto es lo que dice Tomás”, y probó por lo
que dijo. Esto es maravilloso, esto es algo muy grande.
Por esto os pido: antes de hablar de Santo Tomás, antes de hablar
del tomismo, antes de enseñar, hay que contemplar: contemplar al
maestro, comprender lo que más allá del pensamiento intelectual, el
maestro vivió y lo que el maestro nos quiso decir. La señal es cuando re-
duzco la gura de un maestro a la gura de un pensador, estropeo el pen-
samiento; le quito la fuerza, le quito la vida. Y Santo Tomás fue una luz
para el pensamiento de la Iglesia, y debemos defenderlo de todos estos
“reduccionismos intelectuales” que aprisionan la grandeza de su pensa-
miento magisterial. Esto es lo que quería decirles, además del discurso
que traerá cada uno de ustedes. Pero yo quería insistir en decir esto: es
un maestro, no es un intelectual como tantos otros, no, es diferente.
Muchas gracias. Y ahora quisiera darte la bendición y luego sa-
ludar a los que quieran saludar. Si alguien no me quiere saludar, ¡no
obligo!
Discurso pronunciado
Cardenales,
¡Distinguidos académicos, señoras y señores!
Estoy feliz de recibir a todos ustedes que han venido a Roma des-
de diferentes partes del mundo para celebrar el XI Congreso Interna-
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cional Tomista. Doy las gracias al cardenal Luis Ladaria por la cortés
palabra que me dirigió. Saludo al Padre Serge-Thomas Bonino, Presi-
dente de la Ponticia Academia de Santo Tomás de Aquino, y a todos
los académicos presentes. Yo también expreso mi agradecimiento al
Cardenal Gianfranco Ravasi quien, como Presidente del Consejo de
Coordinación de las Academias Ponticias, ha acompañado la vida de
la Academia durante muchos años.
El próximo año será el séptimo centenario de la canonización
de Santo Tomás de Aquino, que tuvo lugar en Avignon en 1323. Este
evento nos recuerda que este gran teólogo –el “Doctor común” de la
Iglesia– es ante todo un santo, un el discípulo de la Sabiduría en-
carnada. Por eso, en la oración colecta de su memoria le pedimos a
Dios, “quien lo hizo grande por la búsqueda de la santidad de la vida
y la pasión por la sagrada doctrina”, para “entregarnos entender sus
enseñanzas e imitar sus ejemplos”. Y aquí también encontramos todo
vuestro programa espiritual: imitad al Santo y dejaos iluminar y guiar
por el Doctor y el Maestro.
La misma oración destaca la pasión de Fray Tomás por la sagrada
doctrina. De hecho, él fue un hombre apasionado por la Verdad, un
buscador incansable del rostro de Dios. Su biógrafo relata que de niño
había preguntado: «¿Qué es Dios?»1 . Esta pregunta acompañó a To-
más y lo motivó durante toda su vida. Esta búsqueda de la verdad sobre
Dios es conmovedora y llena de amor. Así escribe: “Impulsado por una
ardiente voluntad de creer, el hombre ama la verdad que cree, la con-
sidera en su inteligencia y la abraza con las razones por las que puede
encontrar a este propósito”2. Perseguir humildemente, bajo la guía del
Espíritu Santo, el intellectus dei no es opcional para el creyente, sino
parte del mismo dinamismo de su fe. La Palabra de Dios, ya acogida en
el corazón, debe llegar a la inteligencia para “renovar nuestro modo de
pensar” (cf. Rm 12:2), para que valoremos todas las cosas a la luz de la
Sabiduría eterna. Por lo tanto, la investigación apasionada de Dios es al
1
Petrus Calo. (1911). Vita S. Thomae Aquinatis. En D. M. Prümmer (ed.) Fontes vitae
S. Thomae Aquinatis. Revue Thomiste.
2
Summa theologiae, IIa-IIae, q. 2, ad. 10.
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mismo tiempo oración y contemplación, de modo que Santo Tomás es
un modelo de teología que nace y crece en el clima de adoración.
Esta búsqueda de la verdad sobre Dios utiliza las dos “alas” de
la fe y la razón. Como sabemos, el modo en que Santo Tomás supo
coordinar las dos luces de la fe y la razón sigue siendo ejemplar. San
Pablo VI escribió:
El punto central y casi el núcleo de la solución que San Tomás
planteó el problema de la nueva confrontación entre la razón y la
fe con el genio de su intuición profética, fue la de la reconciliación
entre la secularidad del mundo y la radicalidad de Evangelio, es-
capando así a la antinatural tendencia negadora del mundo y de
sus valores, sin por ello, incumplir con las supremas e inexibles
exigencias del orden sobrenatural3.
El cristiano, por tanto, no teme entablar un diálogo sincero y ra-
cional con la cultura de su tiempo, convencido, según la fórmula de
Ambrosio cara a Tomás, de que “toda verdad, por quienquiera sea
dicha, viene del Espíritu Santo”4.
En la oración colecta ya mencionada, pedimos la gracia no sólo
de imitar al Santo, sino también de “comprender sus enseñanzas”.
De hecho, Santo Tomás es la fuente de una tradición de pensamiento
del que se ha reconocido “la perenne novedad”5. El tomismo no debe
ser un objeto de museo, sino una fuente siempre viva, según el lema
de vuestro Congreso: “Vetera novis augere. Los recursos de la tradi-
ción tomista en el contexto actual”. Necesitamos promover, según la
expresión de Jacques Maritain, un “tomismo vivo”, capaz de reno-
varse para responder las preguntas de hoy. Así, el tomismo continúa
siguiendo un doble movimiento vital de “sístole y diástole”. Sístole,
porque primero debemos centrarnos en el estudio de la obra de Santo
Tomás en su contexto histórico-cultural, para identicar sus princi-
pios estructurantes y captar su originalidad. Después, sin embargo,
3
Carta apostólica Lumen Ecclesiae (20 de noviembre de 1974), 8: AAS 66 (1974), 680.
4
Ambrosiastro, In I Cor 12:3: PL 17, 258. Ver Santo Tomás de Aquino, Summa theo-
logiae, Ia-IIae, q. 109, a. 1, anuncio 1.
5
San Juan Pablo II, Encíclica Fides et ratio (14 de septiembre de 1998), 43-44.
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viene la diástole: volver a dialogar con el mundo de hoy, asimilar
críticamente lo que es verdadero y justo en la cultura de la época.
Entre las muchas doctrinas esclarecedoras de Tomás de Aquino,
sólo quisiera llamar la atención, como lo hice en la Encíclica Laudato
Si, sobre la fecundidad de su enseñanza sobre la creación. No en vano,
el escritor inglés Chesterton llamó a Tomás de Aquino “Tomás del Crea-
dor”. La creación es para Santo Tomás la primera manifestación de la
estupenda generosidad de Dios, más aún, de su misericordia gratuita6.
Es la llave del amor, dice Tomás, que abrió la mano de Dios y la tiene
siempre abierta7. Luego contempla la belleza de Dios que resplandece
en ordenada diversidad de criaturas. El universo de las criaturas visi-
bles e invisibles no es un bloque monolítico ni pura diversidad informe,
sino que forma un orden, un todo, en el que todas las criaturas están
vinculadas porque todas vienen de Dios y van a Dios, y porque actúan
unas sobre otras creando así una densa red de relaciones.
Santo Tomás de Aquino enfatizó sabiamente que la multiplici-
dad y las variedades provienen de la intención del primer agente,
que quiso que aquello que le falta a cada cosa para representar la
bondad divina fuera suplido con otras cosas, porque su bondad
no puede ser adecuadamente representada por una sola criatura.
Para esto, necesitamos captar la variedad de las cosas en sus múl-
tiples relaciones. Por lo tanto, entendemos mejor la importancia
y trascendencia de toda criatura, si está contemplada en el plan
global de Dios8.
Por todo esto, queridos hermanos y hermanas, siguiendo los pa-
sos de mis antecesores les recomiendo: ¡Vayan a Tomás! No tengas
miedo de aumentar y enriquecer las cosas viejas con cosas nuevas.
Les deseo un buen trabajo y los bendigo de corazón. Y te pido por
favor que oren por mí. ¡Gracias!
6 Véase Santo Tomás de Aquino, In IV Sent., D. 46, q. 2, un. 2, qla. 2, a 1; Summa
theologiae, I, q. 21, a. 4, anuncio 4.
7 Véase Santo Tomás de Aquino, In II Sent., Prologus.
8
Carta Encíclica Laudato si (24 de mayo de 2015), 86.