Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 97-122
La Iglesia en defensa de la ecología integral
The Church in defense of integral ecology
Catherine Declercq
Universidad Católica Santa Teresa de Jesús de Ávila,
catherine.declercq@ucavila.es
ORCID: 0000-0001-7996-3413
Resumen:
Siguiendo los signos de los tiempos, la
Doctrina social de la Iglesia sigue evolu-
cionando y ampliándose, buscando ilu-
minar las diversas problemáticas que van
afectando al ser humano y al planeta en
el que vive. Nos atrevemos a sugerir que,
en la era actual, con la conocida solicitud
ecológica del papa Francisco observada
en particular en la encíclica Laudato Si,
estaríamos en plena cuestión ecológica
o cuestión socioambiental. En este tra-
bajo queremos resaltar brevemente los
principales pronunciamientos de los Pa-
pas acerca del cuidado de la creación, la
cuestión medioambiental y la ecología
integral, viendo la evolución de esta pre-
ocupación social desde el papa León XIII
hasta el actual papa Francisco.
Palabras clave:
Doctrina social de la Iglesia, Magisterio,
cuidado de la creación, cuestión medioam-
biental, ecología integral
Abstract:
Following the signs of the times, the So-
cial Doctrine of the Church continues to
evolve and expand, seeking to shed light
on the various issues aecting human
beings and the planet on which they live.
We dare to suggest that, in the current
era, with the well-known ecological con-
cern of Pope Francis, particularly ob-
served in the encyclical Laudato Si, we
would be in the midst of the ecological
question or socio-environmental ques-
tion. In this paper we would like to brief-
ly highlight the main pronouncements
of the Popes on the care of creation, the
environmental question and integral
ecology, looking at the evolution of this
social concern from Pope Leo XIII to the
current Pope Francis.
Key words:
Social doctrine of the Church, Magiste-
rium, care for creation, environmental
issue, integral ecology
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Catherine Declercq
Introducción
Es evidente la creciente preocupación social por la cuestión eco-
lógica en los últimos decenios. La Iglesia, encargada por su fundador
Jesucristo de llevar adelante el Plan de Dios, la economía de la salva-
ción, tampoco ha sido ajena a esta preocupación por su gran amor al
ser humano y su profundo respeto a todo lo creado por Dios. Es parte
de su misión.
Las cuestiones que preocupan a la Iglesia siguen los signos de los
tiempos. A cada tiempo histórico corresponden ciertos desafíos a una
correcta visión del mundo y del hombre. La revolución industrial sin
duda ha marcado un antes y un después en la producción y el consu-
mo, surgiendo nuevos sistemas económicos que con frecuencia aten-
tan contra la dignidad humana y destruyen el medioambiente en un
afán desmedido de poder y riqueza. Es en este marco en el que surgió
de un modo más estructurado la Doctrina social de la Iglesia, doctri-
na dinámica que ha ido agrupando un conjunto de conocimientos y
reexiones sobre cuestiones sociales, económicas y políticas princi-
palmente desde la encíclica Rerum Novarum de León XIII en 1891.
En este trabajo queremos resaltar brevemente los principales
pronunciamientos de los Papas acerca del cuidado de la creación, la
cuestión medioambiental y la ecología, viendo la evolución de esta
preocupación desde León XIII hasta el actual papa Francisco1.
1 Para un estudio completo e integral sobre los pronunciamientos y posicionamien-
tos de la Iglesia sobre la cuestión medioambiental desde León XIII hasta el papa
Francisco, remitimos a la amplia obra del jesuita Jaime Tatay: Tatay Nieto, J. (2018).
Ecología integral. La recepción católica del reto de la sostenibilidad: 1891 (RN) - 2015
(LS). Dicha obra fue la publicación de su tesis doctoral [Tatay Nieto, J. (2016), De
la cuestión social (RN) a la cuestión socioambiental (LS). La recepción católica del
reto de la sostenibilidad: 1891-2015 [tesis de doctorado, Universidad Ponticia Co-
millas]. Repositorio Comillas. http://hdl.handle.net/11531/20841] y fue premiada
en el año 2021 por la Fundación Centesimus Annus pro Pontice, fundación vatica-
na surgida tras la encíclica de san Juan Pablo II Centesimus annus, que tiene como
compromiso el estudio y la difusión de la Doctrina social de la Iglesia.
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La reexión ambiental en los inicios de la Doctrina social
de la Iglesia: el uso correcto de los bienes
En el primer libro de la Biblia, en Génesis 1:27-31, se observa
cómo Dios creador coloca al ser humano en un puesto destacado con
respecto al resto de la creación, y la vez le impone una responsabili-
dad de cara al futuro, que podría relacionarse con el principio social
de la Iglesia llamado Destino universal de los bienes:
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó,
varón y mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo Dios: “Sed
fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad
los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se
mueven sobre la tierra“. Y dijo Dios: “Mirad, os entrego todas las
hierbas que engendran semilla sobre la supercie de la tierra y
todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de
alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las eras
de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tier-
ra y a todo ser que respira“. Y así fue. Vio Dios todo lo que había
hecho, y era muy bueno. (Sagrada Biblia, Gn 1:27-31)
Dios creador va creando todos los elementos del universo y un
entorno favorable para la vida humana, y culmina su obra creando al
hombre y colocándolo en el jardín del Edén, con el encargo de cuidar-
lo, custodiarlo, administrarlo, trabajarlo para su propio bien y el de sus
hermanos. Dios, por tanto, ha creado la tierra y los bienes que contie-
ne para que todo el género humano pudiera satisfacer sus necesidades
básicas; la ha conado a la responsabilidad de la humanidad para que
pueda seguir aportando el sustento necesario a las futuras generaciones.
Los primeros papas de la Doctrina social de la Iglesia, a nales
del siglo XIX e inicios del siglo XX, todavía no abordaron directa-
mente el tema de la “ecología”, pero sí aquel del uso correcto de los
bienes y el derecho a la propiedad privada relacionado con el prin-
cipio del Destino universal de los bienes. Podría decirse que fueron
preparando el terreno a la cuestión ecológica, pues la base de una
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verdadera ecología tiene mucho que ver con un correcto uso de los
bienes, tanto a nivel personal como comunitario.
El papa León XIII en su encíclica Rerum Novarum deende el
derecho natural a la propiedad privada –el poder usar la naturaleza
con su trabajo para adquirir bienes personales–, frente a un sistema
socialista-comunista que negaba dicho derecho y exigía que “todos
los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen
el municipio o gobiernan la nación” (nº 2), pero a la vez va insistiendo
en el hecho que la tierra ha sido dada para la totalidad de la humani-
dad y debe servir para la “común utilidad de todos” (nº 6), y por tanto
no para unos pocos que puedan hacer de ella un uso egoísta indebido.
El que Dios haya dado la tierra para usufructuarla y disfrutarla
a la totalidad del género humano no puede oponerse en modo
alguno a la propiedad privada. Pues se dice que Dios dio la tierra
en común al género humano no porque quisiera que su posesión
fuera indivisa para todos+, sino porque no asignó a nadie la parte
que habría de poseer, dejando la delimitación de las posesiones
privadas a la industria de los individuos y a las instituciones de
los pueblos. Por lo demás, a pesar de que se halle repartida entre
los particulares, no deja por ello de servir a la común utilidad de
todos, ya que no hay mortal alguno que no se alimente con lo que
los campos producen. […]. Pues la tierra produce con largueza las
cosas que se precisan para la conservación de la vida y aun para
su perfeccionamiento, pero no podría producirlas por sí sola sin
el cultivo y el cuidado del hombre. (RN, núms. 6, 7)
Se observa por tanto cómo ya en este primer documento social
del Magisterio se va apuntando lo que posteriormente se enfatizará
mucho más: que el derecho a la propiedad privada está subordinado
al Destino universal de los bienes, y que toda propiedad, siendo le-
gítima y adquirida mediante el trabajo, tiene una función social, por
lo que de alguna manera tiene que estar al servicio de la comunidad,
sin negar su carácter personal. Un equilibrio difícil pero necesario,
que consiga integrar armoniosamente el carácter personal-individual
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y social-comunitario del ser humano, en base a su ser creado único e
irrepetible a imagen de un Dios trinitario.
Esta función social de la propiedad privada la enfatizará más el
papa Pío XI en la segunda encíclica social, Quadragesimo anno en 1931:
Debe tenerse por cierto y probado que ni León XIII ni los teólo-
gos que han enseñado bajo la dirección y magisterio de la Iglesia
han negado jamás ni puesto en duda ese doble carácter del dere-
cho de propiedad llamado social e individual, según se reera a los
individuos o mire al bien común, sino que siempre han armado
unánimemente que por la naturaleza o por el Creador mismo se ha
conferido al hombre el derecho de dominio privado, tanto para que
los individuos puedan atender a sus necesidades propias y a las de
su familia, cuanto para que, por medio de esta institución, los me-
dios que el Creador destinó a toda la familia humana sirvan efec-
tivamente para tal n, todo lo cual no puede obtenerse, en modo
alguno, a no ser observando un orden rme y determinado. (nº 45)
En este pasaje se matiza cómo Dios ha dado a la familia humana –
señalamos la alusión a la fraternidad universal– los medios necesarios
para atender a sus necesidades (propias, familiares, comunes), pero se
exige la observancia de un orden adecuado en el uso de dichos medios.
Subrayando en esta encíclica el principio de subsidiariedad, ex-
pondrá Pío XI que el Estado tiene la tarea de armonizar la propiedad
privada con las necesidades del bien común, impidiendo un uso dañi-
no de una incorrecta posesión particular que atentaría con la propia
sociabilidad de la naturaleza humana (QA, nº 49).
En la siguiente década, el papa Pío XII tampoco trató de modo
especíco el tema del cuidado del medioambiente, más preocupado
por los problemas derivados de los totalitarismos nacientes, la segun-
da guerra mundial y la postguerra, el comunismo y capitalismo o el
inicio de la descolonización. En varios de sus radiomensajes siguió en
la misma línea de sus predecesores. En su mensaje de la Solemnitá en
1941 deende el derecho originario sobre el uso de los bienes materia-
les relacionándolo con la dignidad de la persona:
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El derecho originario sobre el uso de los bienes materiales, por
estar en íntima unión con la dignidad y con los demás derechos
de la persona humana, ofrece a ésta, con las formas indicadas
anteriormente, base material segura y de suma importancia
para elevarse al cumplimiento de sus deberes morales. La tutela
de este derecho asegurará la dignidad personal del hombre y le
aliviará el atender y satisfacer con justa libertad a aquel conjun-
to de obligaciones y decisiones estables de que directamente es
responsable para con el Criador. (nº 14)
De igual modo, en otro radiomensaje posterior en el quinto ani-
versario del comienzo de la guerra, en 1944, Pío XII enmarca la viven-
cia del derecho a la propiedad privada en el designio del Creador y en
lo dispuesto por la naturaleza:
Ahora que la Iglesia mira sobre todo a lograr que la institución de
la propiedad privada sea efectivamente tal cual debe ser conforme
a los designios de la sabiduría divina y a las disposiciones de la
naturaleza: un elemento del orden social, un supuesto necesario
de las iniciativas humanas, un estímulo al trabajo en benecio de
los nes temporales y trascendentes de la vida y, por tanto, de la
libertad y de la dignidad del hombre, creado a imagen de Dios, que
desde el principio le asignó para su utilidad un dominio sobre las
cosas materiales. (nº 28)
San Juan XXIII, en continuidad con sus predecesores, conrma-
rá en su encíclica Mater et magistra en 1961 lo relativo a la cuestión
del uso de los bienes y la función social de la propiedad privada (nº
119)2. Mostrando un inicio de defensa del medioambiente, expresa
que el mandato dado por Dios en el Génesis a nuestros primeros pa-
dres Adán y Eva, no implica un dominio egoísta destructor de los bie-
nes naturales, sino al contrario, un uso adecuado de la naturaleza,
2 Recordamos también que este Papa provenía de una humilde familia de campe-
sinos, motivo por el que tuvo una preocupación especial por el sector agrícola que
sufría grandes dicultades debido a la creciente urbanización.
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buscando con generosidad satisfacer las necesidades esenciales de los
demás:
Como se recuerda en el Génesis, el Creador dio a la primera pareja
humana dos mandamientos, que se complementan mutuamente:
el primero, propagar la vida, “creced y multiplicaos“ (Gn 1:28); el
segundo, dominar la naturaleza: “Llenad la tierra y enseñoreaos
de ella“ (Gn 1:28). El segundo de estos preceptos no se dio para
destruir los bienes naturales, sino para satisfacer con ellos las ne-
cesidades de la vida humana. (MM, núms. 196-197)
Del mismo modo, estima que es una “exigencia del bien común
nacional: […] lograr, en n, que el mejoramiento en el nivel de vida
no sólo sirva a la generación presente, sino que prepare también un
mejor porvenir a las futuras generaciones”. (MM, nº 79)
Ante al auge de teorías maltusianas que proponen un control y
reducción de la natalidad en base a la idea de una sobrepoblación y
del agotamiento de los recursos y medios de subsistencia, Juan XXIII
no duda en rebatir tales ideas resaltando la bondad de Dios que hace
que la naturaleza sea tan generosa en sus dones, la gran capacidad
intelectual del ser humano para descubrir nuevos recursos o hacer un
buen uso de los existentes, y el necesario respeto que se debe al orden
moral puesto por Dios:
Dios, en su bondad y sabiduría, ha otorgado a la naturaleza
una capacidad casi inagotable de producción y ha enriquecido
al hombre con una inteligencia tan penetrante que le permite
utilizar los instrumentos idóneos para poner todos los recur-
sos naturales al servicio de las necesidades y del provecho de
su vida. Por consiguiente, la solución clara de este problema no
ha de buscarse fuera del orden moral establecido por Dios, vio-
lando la procreación de la propia vida humana, sino que, por el
contrario, debe procurar el hombre, con toda clase de procedi-
mientos técnicos y cientícos, el conocimiento profundo y el do-
minio creciente de las energías de la naturaleza. Los progresos
hasta ahora realizados por la ciencia y por la técnica abren en
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este campo una esperanza casi ilimitada para el porvenir. (MM,
nº 189)
Dos años más tarde, en 1963, apunta la misma idea en la encíclica
Pacem in terris –que por primera vez se abre a “todos los hombres de
buena voluntad” permitiendo una mayor concienciación universal de
los temas allí abordados–:
La paz en la tierra […] no puede establecerse ni consolidarse si
no se respeta elmente el orden establecido por Dios. El progre-
so cientíco y los adelantos técnicos enseñan claramente que en
los seres vivos y en las fuerzas de la naturaleza impera un orden
maravilloso y que, al mismo tiempo, el hombre posee una intrín-
seca dignidad, por virtud de la cual puede descubrir ese orden y
forjar los instrumentos adecuados para adueñarse de esas mis-
mas fuerzas y ponerlas a su servicio […]. Resulta, sin embargo,
sorprendente el contraste que con este orden maravilloso del uni-
verso ofrece el desorden que reina entre los individuos y entre los
pueblos. (núms. 1, 2, 4)
De los documentos del Concilio Vaticano II –convocado en 1962
por Juan XXIII y clausurado por su sucesor Pablo VI en 1965– desta-
camos como documento social la Constitución pastoral Gaudium et
Spes. En ella se resalta la excelsa dignidad del ser humano que debe
verse reejado en su obrar moral, recordando que “todos los bienes
de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima
de todos ellos” (nº 12), y, a la vez, se subraya el aspecto comunitario
en base al principio del Destino universal de los bienes, teniendo en
cuenta que “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso
de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados
deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y
con la compañía de la caridad” (nº 69).
Por otra parte, en varias partes del documento, se recalca la con-
dición creatural del ser humano que le exige respeto a su Creador y al
orden natural por él establecido y obediencia a sus mandatos.
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Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar
el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto
en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el uni-
verso entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo
que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable
el nombre de Dios en el mundo […]. Por la propia naturaleza de la
creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y
bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe
respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada
ciencia o arte. (núms. 34, 36)
Cumpliendo ese mandato recibido de Dios, el hombre contribui-
rá a perfeccionar la creación y, a la vez, se perfeccionará a sí mismo en
la entrega a los demás.
El hombre, en efecto, cuando con el trabajo de sus manos o con ayu-
da de los recursos técnicos cultiva la tierra para que produzca fru-
tos y llegue a ser morada digna de toda la familia humana y cuando
conscientemente asume su parte en la vida de los grupos sociales,
cumple personalmente el plan mismo de Dios, manifestado a la
humanidad al comienzo de los tiempos, de someter la tierra y per-
feccionar la creación, y al mismo tiempo se perfecciona a sí mismo;
más aún, obedece al gran mandamiento de Cristo de entregarse al
servicio de los hermanos. (GS, nº 57)
Creciente preocupación eclesial por la cuestión ambiental
y llamamiento a una “conversión ecológica”
Resaltamos que fue solo a mitad del siglo XIX, entre los ponti-
cados de Pío XII y Pablo VI, cuando se fue despertando en el ámbito
social un mayor interés por la cuestión ambiental, surgiendo los pri-
meros organismos internacionales en defensa de la naturaleza. Por
ejemplo, en 1948 se fundó la Unión Internacional para la Conserva-
ción de la Naturaleza y en 1972 se celebró en Estocolmo la Conferen-
cia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, de la cual nació al
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año siguiente el Programa de las Naciones Unidas para el Medioam-
biente (PNUMA) (Tatay, 2016). La creación paulatina de estos orga-
nismos sin duda fue inuyendo progresivamente en la concienciación
del problema ecológico tanto a nivel civil como eclesial3.
En el seno de la Iglesia, fue sobre todo a partir del ponticado
de san Pablo VI cuando la cuestión ecológica empezará a tomar en
sí misma una relevancia notable, aludiendo de hecho expresamente
cada vez más al término “ecología”. No podía ser de otra manera te-
niendo en cuenta el gran avance de la tecnología y de la industria en
un mundo de creciente bienestar y consumismo que adopta cada vez
con más frecuencia nuevos estilos de vida no sostenibles. Los diversos
papas a partir de Pablo VI multiplicarán sus llamamientos en favor de
un mayor cuidado del medioambiente orientado a un mayor desarro-
llo integral y solidario del hombre.
Es signicativo el discurso de Pablo VI, con tintes trágicos, en el
25º aniversario de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura), el 16 noviembre 1970, donde alude
a una “verdadera catástrofe ecológica” y una “muerte biológica en un
futuro próximo” si no se cambia pronto de rumbo:
Pero la puesta en marcha de estas posibilidades técnicas a un ritmo
acelerado no se realiza sin repercutir peligrosamente en el equili-
brio de nuestro medio natural, y el deterioro progresivo de lo que
se ha convenido en llamar ambiente natural amenaza conducir a
una verdadera catástrofe ecológica bajo el efecto de la explosión
de la civilización industrial. Nos estamos viendo ya viciarse el aire
que respiramos, degradarse el agua que bebemos, contaminarse
los ríos, los lagos, y también los océanos hasta hacer temer una
verdadera “muerte biológica” en un futuro próximo, si no se to-
man pronto enérgicas medidas, valientemente adoptadas y seve-
ramente ejecutadas. Tremenda perspectiva que os toca a vosotros
examinar con diligencia para evitar la aniquilación de los frutos de
3
Para una visión general de los acuerdos, convenios y declaraciones internaciona-
les civiles sobre el tema medioambiental entre los años 1948 y 2015, véase Tatay,
(2016, p. 344).
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millones de años de selección natural y humana. En resumen, todo
está relacionado, y os obliga a estar atentos a las consecuencias que
a gran escala entraña toda intervención del hombre en el equilibrio
de la naturaleza puesta en su armoniosa riqueza a disposición del
hombre según el deseo amoroso del Creador. (nº 10)
Al año siguiente, en su carta apostólica Octogesima Adveniens,
aparece igualmente con identidad propia la cuestión ambiental. Ve el
peligro de que el ser humano se convierta en esclavo de los bienes que
produce y que, al destruir la naturaleza, acabe por destruirse a sí mismo.
Debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, [el
hombre] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de
esta degradación. No sólo el ambiente físico constituye una ame-
naza permanente: contaminaciones y desechos, nuevas enferme-
dades, poder destructor absoluto; es el propio consorcio humano
el que la persona no domina ya, creando de esta manera para el
mañana un ambiente que podría resultarle intolerable. Problema
social de envergadura que incumbe a la familia humana toda en-
tera. (nº 21)
El Magisterio de la Iglesia va por tanto tomando conciencia de la
gravedad de la situación, que sigue en aumento con el avance de un
progreso materialista y economicista que pone la dignidad de la perso-
na y el bien común en segundo plano ante otro tipo de intereses empí-
ricos e inmediatos.
El papa polaco san Juan Pablo II, a lo largo de su extenso ponti-
cado, no se quedará atrás en multiplicar los mensajes de alerta sobre
esta cuestión que no cesa de tomar relieve. Abordará el tema en va-
rias Jornadas mundiales de la paz4, por ejemplo, la de 1990 que tendrá
como lema “Paz con Dios, paz con toda la creación” –en la que expresa-
mente alude a que la “crisis ecológica” tiene un evidente “carácter mo-
ral” (Mensaje para la XXIII Jornada mundial de la paz, nº 6) que exige
4 La Jornada Mundial de la paz fue instituida en 1968 por san Pablo VI y se celebra
cada año en la Iglesia el 1 de enero.
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como solución la “urgente necesidad moral de una nueva solidaridad”
(nº 10) –, o la de 1999 sobre el respeto de los derechos humanos, con
un apartado sobre la responsabilidad sobre el medioambiente (Mensa-
je para la XXXII Jornada mundial de la paz, nº 10).
Igualmente aborda la cuestión en el Catecismo de la Iglesia cató-
lica de 1992 –en especial en los números 279 a 314 y 337 a 349 sobre
Dios Creador del cielo y de la tierra; 2402 a 2046 sobre el destino
universal de los bienes y la propiedad privada; y 2415 a 2418 sobre el
respeto de la integridad de la creación–, y en el Compendio de la Doc-
trina social de la Iglesia, nacido en 2004, en el capítulo décimo sobre
la salvaguarda del medioambiente.
Como idea de fondo en sus discursos y encíclicas (especialmente
Sollicitudo rei socialis, Centesimus annus y Evangelium vitae) alude
a la necesidad de un auténtico desarrollo humano que tiene un carác-
ter moral y que va unido también a la cuestión ecológica. En Sollicitu-
do rei socialis resalta que el carácter moral del desarrollo implica un
respeto a los seres creados, no abusar de los recursos naturales con
un dominio absoluto y promover una calidad de vida en las zonas in-
dustrializadas (nº 34). En Centesimus Annus, en el capítulo IV sobre
la propiedad privada y el destino universal de los bienes, vincula la
cuestión ecológica con el “fenómeno del consumismo” y arma que
“el hombre, impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser
y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos
de la tierra y su misma vida” (nº 37). Y, seguidamente, pone el acento
en la necesidad de prestar atención no solo al “ambiente natural” que
busca defender los “hábitat” naturales de especies amenazadas, sino
aún más al “ambiente humano”, salvaguardando “las condiciones
morales de una auténtica “ecología humana“” y prestando “la debida
atención a una “ecología social“ del trabajo” (nº 38).
La misma distinción establece en la encíclica Evangelium vitae
cuando habla especícamente de la “cuestión ecológica”, que engloba
el respeto a toda vida, tanto humana como natural.
El hombre, llamado a cultivar y custodiar el jardín del mundo (cf.
Gn 2:15), tiene una responsabilidad especíca sobre el ambiente
de vida, o sea, sobre la creación que Dios puso al servicio de su di-
109
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gnidad personal, de su vida: respecto no sólo al presente, sino tam-
bién a las generaciones futuras. Es la cuestión ecológica —desde la
preservación del “hábitat“ natural de las diversas especies animales
y formas de vida, hasta la “ecología humana“ propiamente dicha
(CA, nº 38)— que encuentra en la Biblia una luminosa y fuerte
indicación ética para una solución respetuosa del gran bien de la
vida, de toda vida. (nº 42)
No deja por tanto de invitar con fuerza a una “conversión ecológi-
ca” que implique modicar los propios “hábitos de consumo y estilos
de vida” (CA, nº 36) y poner la prioridad en una “ecología humana”
que proteja la vida humana al mismo tiempo que el medioambiente.
Es preciso, pues, estimular y sostener la “conversión ecológica“
que en estos últimos decenios ha hecho a la humanidad más
sensible respecto a la catástrofe hacia la cual se estaba encami-
nando. […] no está en juego sólo una ecología “física“, atenta a
tutelar el hábitat de los diversos seres vivos, sino también una
ecología “humana“, que haga más digna la existencia de las cria-
turas, protegiendo el bien radical de la vida en todas sus mani-
festaciones y preparando a las futuras generaciones un ambiente
que se acerque más al proyecto del Creador. (Audiencia general,
17 enero 2001)
Puede por tanto decirse que, a lo largo de sus 25 años de ponti-
cado, san Juan Pablo II ha ido estableciendo un fundamento sólido,
losóco, moral y antropológico, que ayude a la Iglesia a mantenerse
rme en su defensa por una ecología humana y natural.
El papa Benedicto XVI seguirá en la misma línea, profundizando
“en los fundamentos teológicos, articulando de modo más equilibra-
do la ecología humana y la ecología natural, insertando la cuestión
ecológica en una visión unicada de la creación y la redención” (Ta-
tay, 2018, p. XXVIII).
Al igual que Juan Pablo II toca el tema de la ecología en varias
Jornadas mundiales de la paz. La del año 2007 tiene un capítulo
sobre la “ecología de la paz” (núms. 8, 9) y subraya la interrelación
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que existe entre “la ecología natural, es decir el respeto por la natu-
raleza, y la ecología humana” (nº 8). En la del año 2008 se reere al
objetivo de “fortalecer esa alianza este ser humano y medioambien-
te que ha de ser reejo del amor creador de Dios” (nº 7), “sintiendo”
la tierra como “nuestra casa común” y “poniéndola al servicio de
todos” (nº 8). Y, nalmente, en la del año 2010 intitulada “Si quie-
res promover la paz, protege la creación” hace una llamada urgen-
te a una “leal solidaridad intergeneracional […]. La crisis ecológica
muestra la urgencia de una solidaridad que se proyecte en el espacio
y el tiempo” (nº 8).
En su encíclica Caritas in veritate del año 2009, ahonda sobre la
cuestión en los números 48 a 52 (dentro del capítulo IV sobre Desarro-
llo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente), teniendo de base los
pronunciamientos de las últimas dos Jornadas mundiales de la paz.
El tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes
que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural […].
Éste es un don de Dios para todos, y su uso representa para no-
sotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones
futuras y toda la humanidad. […] es contrario al verdadero desar-
rollo considerar la naturaleza como más importante que la per-
sona humana misma […]. Por otra parte, también es necesario
refutar la posición contraria, que mira a su completa tecnica-
ción, porque el ambiente natural no es sólo materia disponible a
nuestro gusto, sino obra admirable del Creador y que lleva en sí
una “gramática“ que indica nalidad y criterios para un uso inte-
ligente, no instrumental y arbitrario (nº 48).
Es interesante el apunte del papa Benedicto donde, sin quitar
protagonismo al ser humano –siendo este superior a la naturaleza–,
otorga un valor propio al ambiente natural, en cuanto creado por Dios
con una nalidad especíca. Por ello, es deber del hombre hacer un
uso racional, responsable, y de algún manera respetuoso, de los dones
de la naturaleza, y conseguir de ese uso moral adecuado un verdadero
desarrollo que llegue a todos en el presente y sirva también para fu-
turas generaciones.
111
Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 97-122
La Iglesia en defensa de la ecología integral
En el número 51 de la misma encíclica, siguiendo lo expresado
por san Juan Pablo II en la Centesimus annus, invita a revisar el
propio estilo de vida y adoptar un “cambio efectivo de mentalidad”
hacia nuevos estilos de vida más sostenibles para protegerse de la
autodestrucción.
El modo en que el hombre trata el ambiente inuye en la manera
en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad
actual revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del
mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose
de los daños que de ello se derivan. Es necesario un cambio efectivo
de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida […].
La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe
hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra,
el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a to-
dos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí
mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre
bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está es-
trechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana:
cuando se respeta la “ecología humana“ en la sociedad, también la
ecología ambiental se benecia. (CV, 51)
Urgencia de un diálogo que promueva una ecología integral
Como hemos podido observar en el recorrido realizado hasta
ahora, la Iglesia ha ido poco a poco profundizando en la cuestión eco-
lógica humana y natural, buscando responder al desafío creciente de
una cultura individualista, consumista, hedonista y de la muerte, que,
a nivel mundial, parece concienciarse y alertarse cada vez más de las
consecuencias de este estilo de vida no sostenible, aunque carezca tal
vez de interés profundo, fuerza de voluntad y constancia para em-
prender un verdadero cambio de rumbo en la producción y consumo
y generar una nueva cultura y sociedad.
Siguiendo con la evolución de la preocupación ecológica por
parte del Magisterio, el siguiente paso lo dará el papa Francisco, in-
corporando un mayor aspecto integral a la cuestión, aunque en línea
112 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 97-122
Catherine Declercq
de continuidad con sus predecesores, como puede observarse en los
números 3 a 6 de la Laudato Si donde, para introducir su encíclica,
va recogiendo algunas aportaciones de los papas anteriores sobre
la problemática ecológica. Es conocido el profundo interés del papa
Francisco por la temática medioambiental, inspirada en su gran
amor al poverello, san Francisco de Asís, gran amante de la natura-
leza5. Desde el inicio de su ponticado lanzó múltiples mensajes en
favor de un mayor compromiso de respeto y custodia de la creación
que favorezca una cultura de la solidaridad y del encuentro, frente
a una cultura del descarte, derroche y desperdicio provocada por el
consumismo. Arma en este sentido que “esta cultura del descarte
nos ha hecho insensibles también al derroche y al desperdicio de
alimentos, cosa aún más deplorable cuando en cualquier lugar del
mundo, lamentablemente, muchas personas y familias sufren ham-
bre y malnutrición” (Audiencia general, 5 junio 2013).
En su exhortación apostólica Evangelii gaudium quiere anar nues-
tra conciencia de que somos parte de esta tierra y que lo que hagamos al
planeta nos afectará también a cada uno de forma individual y colectiva.
Por nuestra realidad corpórea, Dios nos ha unido tan estrecha-
mente al mundo que nos rodea, que la deserticación del suelo es
como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la ex-
tinción de una especie como si fuera una mutilación. No dejemos
5 Al principio de su encíclica Laudato Si expresa con claridad la atracción que tiene
hacia la gura de san Francisco de Asís, que ha tomado como guía e inspiración
para su nombre de Papa y el de varias encíclicas: “No quiero desarrollar esta encí-
clica sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre como
guía y como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma. Creo
que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una
ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos
los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que
no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y
hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega
generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con sim-
plicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y
consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación
por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz
interior” (10).
113
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La Iglesia en defensa de la ecología integral
que a nuestro paso queden signos de destrucción y de muerte que
afecten nuestra vida y la de las futuras generaciones. (215)
Esta misma idea resalta también en la exhortación apostólica
Querida Amazonía cuando comparte su “sueño ecológico” en el ca-
pítulo tercero, armando que “el cuidado de las personas y el cuidado
de los ecosistemas son inseparables” (nº 41).
Pero sin duda un hito importante es la paradigmática encíclica
Laudato Si sobre el cuidado de la casa común. Es la primera encíclica
que tiene como eje temático en su totalidad el tema de la ecología y
en ella dedicará el Papa el capítulo central a la necesidad de una “eco-
logía integral”: una ecología ambiental, económica, social, cultural y
de la vida cotidiana, unida al bien común, que no olvida a los más
pobres y a las futuras generaciones6. Apunta que “no hay dos crisis
separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis
socioambiental” y que “las líneas para la solución requieren una apro-
ximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad
a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (LS, nº
139). Es responsabilidad de todos cuidar el medioambiente que es un
“bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad” (nº 95). Por ello,
quiere “proponer una ecología que, entre sus distintas dimensiones,
incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus rela-
ciones con la realidad que lo rodea” (nº 15).
Francisco considera que es un desafío urgente y por ello insiste
en su llamada e invitación al diálogo y a buscar juntos un camino para
alcanzar un desarrollo humano sostenible:
El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la
preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda
6 Adrián Beling (2019) subraya que en la “ecología integral” de la encíclica Laudato
Si –“encíclica más citada de la historia de la Iglesia católica a menos de cuatro años
de su publicación” (p. 7) – “convergen cuatro ecologías: la ambiental, la político-
social, la cultural-mental y la espiritual” (p. 9), siendo la dimensión espiritual el
“eje transversal” que “descentra la tecnología y la economía como dimensiones
dominantes de la sustentabilidad” (p. 9), aunque sin cortar el diálogo con dichas
ciencias.
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Catherine Declercq
de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas
pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo mar-
cha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos
creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para
construir nuestra casa común […]. Hago una invitación urgente
a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el
futuro del planeta. (núms. 13-14)
De igual modo, en el capítulo V de la Laudato Si señala al-
gunas líneas de orientación y acción tales como el diálogo sobre el
medioambiente en las políticas internacionales, nacionales y locales;
la transparencia en los procesos decisionales; el diálogo con la políti-
ca y la economía para la plenitud humana (buscando el bien común);
el diálogo de las religiones con las ciencias; una mayor educación y
concienciación ecológica apostando por otro estilo de vida, una “con-
versión ecológica” (núms. 163-221).
En relación con la articulación del nuevo paradigma de la ecolo-
gía integral –que, según Vidal (2020, p. 22) “involucra tanto la ecolo-
gía humana como el desarrollo sustentable”– el jesuita Jaime Tatay
analiza cuál sería la contribución especíca de la encíclica Laudato
Si. De los cinco rasgos distintivos que señala, resaltamos el hecho que
la encíclica “plantea un diálogo en varios niveles”, “toma en conside-
ración los múltiples actores implicados en el debate contemporáneo
de la sostenibilidad”, y que, en esa búsqueda de diálogo y reexión a
nivel mundial, “incorpora los datos de las ciencias positivas y las sín-
tesis del mundo académico y de los organismos internacionales” (p.
363). Resalta esta integralidad apuntando que
La propuesta multidimensional de la ecología integral articula,
–a diferencia de otras propuestas técnicas, económicas y políti-
cas– motivos cientícos y técnicos (búsqueda de la sostenibili-
dad), orientaciones sociales y políticas (denuncia de la injusticia
social) y claves místicas y espirituales (agradecimiento y cele-
bración de la vida), en sintonía con la Carta de la Tierra y otras
iniciativas de carácter interreligioso (p. 365).
115
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La Iglesia en defensa de la ecología integral
Como puede observarse en discursos recientes, no dejan de
ser actuales y frecuentes las reexiones del papa Francisco sobre el
tema de la ecología integral, principalmente en torno a la encíclica
Laudato Si que ha pasado a ser uno de los documentos más citados,
tanto en el ámbito eclesial como civil.
La Encíclica Laudato Si’ ha puesto de relieve el daño debido al
paradigma tecnocrático dominante y ha propuesto la lógica de
la ecología integral, donde “todo está conectado”, “todo está re-
lacionado” y la cuestión ambiental es inseparable de la cuestión
social, van juntas. El cuidado del medioambiente y la atención a
los pobres van juntos o caen juntos. En el fondo, nadie se salva
solo y el redescubrimiento de la fraternidad y de la amistad social
es decisivo para no caer en un individualismo que hace perder
la alegría de vivir. Y también hace perder la vida. (Discurso a los
miembros de la Fundación Centesimus Annus pro Pontice, 5 de
junio de 2023)
En su Mensaje para la 53 Jornada mundial de la paz en 2020
–cuyo lema fue “La paz como camino de esperanza: Diálogo, recon-
ciliación y conversión ecológica”–, el pontíce volvía a insistir en la
necesidad de una comprensión integral de la ecología, armando que
“la conversión ecológica a la que apelamos nos lleva a tener una
nueva mirada sobre la vida, considerando la generosidad del
Creador que nos dio la tierra y que nos recuerda la alegre sobrie-
dad de compartir. Esta conversión debe entenderse de manera
integral, como una transformación de las relaciones que tenemos
con nuestros hermanos y hermanas, con los otros seres vivos, con
la creación en su variedad tan rica, con el Creador que es el origen
de toda vida” (nº 4).
En el documento nal de la Asamblea especial para el Sínodo de
los Obispos para la región Panamazónica (2019), los Obispos expresan
que “ante la situación apremiante del planeta y de la Amazonía, la eco-
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Catherine Declercq
logía integral no es un camino más que la Iglesia puede elegir de cara
al futuro en este territorio, es el único camino posible, pues no hay otra
senda viable para salvar la región” (nº 67). De allí que proponen como
nuevos caminos concretos para la promoción ecológica integral, entre
otros: luchar contra el “pecado ecológico” –denido como toda “acción
u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente”
que atenta “contra las futuras generaciones y se maniesta en actos y
hábitos de contaminación y destrucción de la armonía del ambiente,
transgresiones contra los principios de interdependencia y la ruptura
de las redes de solidaridad entre las criaturas” (nº 82)–; “crear minis-
terios especiales para el cuidado de la “casa común” y la promoción de
la ecología integral a nivel parroquial y en cada jurisdicción eclesiás-
tica” (nº 82); integrar la encíclica Laudato Si’ en los programas pas-
torales y educativos, “en todos los niveles y estructuras de la Iglesia”
(nº 82); crear un “fondo mundial para cubrir parte de los presupuestos
de las comunidades presentes en la Amazonía que promueven su de-
sarrollo integral y autosostenible y así también protegerlas del ansia
depredadora de querer extraer sus recursos naturales por parte de las
empresas nacionales y multinacionales” (nº 83); cambiar la cultura de
consumo excesivo, tanto en la producción de residuos sólidos como
a nivel alimenticio, estimulando el reciclaje y adoptando un estilo de
vida más sobrio; “comprometerse activamente en la siembra de árboles
buscando alternativas sostenibles en agricultura, energía y movilidad
que respeten los derechos de la naturaleza y el pueblo” (nº 84); y nal-
mente “promover la educación en ecología integral en todos los niveles,
promover nuevos modelos económicos e iniciativas que promuevan
una calidad de vida sostenible” (nº 84).
Resaltamos por último que el papa Francisco no se limita a in-
terpelar a los cristianos y al mundo con sus mensajes, también quiere
poner obras, lanzando iniciativas o estableciendo instituciones, para
que esos mensajes puedan vivirse de un modo concreto y ecaz. Un
ejemplo de ello sería el establecimiento en 2015, pocos meses después
de la publicación de la Laudato Si, de una Jornada Mundial de Ora-
ción por el cuidado de la creación, pidiendo que se celebre cada año
el 1 de septiembre, uniéndose de ese modo a los hermanos ortodoxos
que ya celebraban esa Jornada ese día. De igual modo, estableció un
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La Iglesia en defensa de la ecología integral
“Tiempo de la Creación” que inicia el 1 de septiembre (día de la Jor-
nada mundial de Oración por el cuidado de la creación) y acaba el 4
de octubre esta de san Francisco de Asís, congregando a todos los
eles en oración y tarea a favor de la defensa de la casa común. Como
otra iniciativa, instituyó en 2017 el Dicasterio para el servicio del
desarrollo humano integral que fusiona cuatro Consejos Ponticios
anteriores (los Consejos Ponticios Justicia y Paz, “Cor unum”, Para
la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes y Para la Pastoral de la Sa-
lud) y tiene entre sus funciones promover la protección de la creación.
Son por tanto evidentes los esfuerzos del Papa por promover una
ecología integral ante la actual emergencia medioambiental, adelan-
tándose a un futuro previsible, señalando caminos de actuación que
mejoren las relaciones del hombre con la naturaleza, por su propia
supervivencia y la de esta tierra recibida como un don de Dios.
Conclusión
Como recapitulación del recorrido magisterial realizado en rela-
ción con la temática ecológica, hemos podido observar que los prime-
ros papas del magisterio social, desde León XIII hasta san Pablo VI,
no abordaron directamente la cuestión ecológica, al no ser todavía un
tema tan preocupante a nivel social. La concienciación de los desafíos
ambientales irá creciendo con el avance de la industrialización y de
las ciencias sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX.
Aun así, estos papas sí hablaron con frecuencia del principio del
Destino universal de los bienes y de la función social de la propiedad
privada, defendiendo con fuerza un derecho natural a la propiedad pri-
vada ante sistemas comunistas que lo negaban, pero subrayando dicha
función social y subordinación al derecho al uso común de los bienes,
pues los bienes de la naturaleza han sido creados por Dios para bien de
toda la humanidad y a todos deben llegar con justicia y caridad.
A partir de san Pablo VI, el Magisterio social empezó a hablar ex-
plícitamente de la ecología, creciendo la inquietud por poner límites
a un uso indebido y excesivo de los bienes naturales frente a una pro-
ducción desmesurada y un consumismo exacerbado. Pablo VI llegó
hasta hablar de una “catástrofe ecológica” si no se cambiaba de rum-
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Catherine Declercq
bo. San Juan Pablo II, en la misma línea, denunció con frecuencia los
excesos de un estilo de vida consumista que busca más tener que ser,
alentando a priorizar una ecología humana y potenciar una verdadera
“conversión ecológica”. Su sucesor Benedicto XVI incidió igualmente,
sobre todo en su encíclica Caritas in veritate y en otros discursos, en
la necesidad de una ecología humana, integral y solidaria.
El papa Francisco no se quedó atrás en seguir la estela de sus
predecesores, y con más fuerza aún, dado su profundo interés por la
temática ambiental, el cuidado de la casa común y de lo más frágil y
pequeño, como lo hiciera san Francisco de Asís siglos antes. Su en-
cíclica Laudato Si va dejando huella y si duda será un referente para
muchas décadas más.
Siguiendo los signos de los tiempos, la Doctrina social de la Igle-
sia sigue evolucionando y ampliándose, buscando iluminar las di-
versas problemáticas que van afectando al ser humano y al planeta
en el que vive. Desde la inicial cuestión obrera de León XIII, pasan-
do por la cuestión social de Pío XI o la cuestión del desarrollo de
Pablo VI, podría decirse que, en la era actual con el papa Francisco,
estaríamos en plena cuestión ecológica o cuestión socioambiental.
Así lo sugiere Jaime Tatay (2016):
El largo proceso de reformulación muestra que la recepción de
la cuestión ecológica ha supuesto mucho más que una mera adi-
ción temática al abanico de temas abordados por la DSI: ha im-
plicado un diálogo sincero, y a menudo conictivo, con actores
extra-eclesiales y eclesiales, así como la ampliación –espacial,
temporal y cósmica– del marco hermenéutico de la reexión
eclesial […]. El complejo proceso eclesial de recepción, profun-
dización, formulación y transmisión de la ecología integral ha
posibilitado la progresiva ampliación de la cuestión social (RN)
en una nueva cuestión socioambiental (LS)” (pp. 429-430).
Por otra parte, viendo el ritmo vertiginoso de los actuales cambios
sociales, nos atrevemos a sugerir, abriendo el campo a nuevas reexio-
nes, que esta cuestión ecológica ya se está solapando con una nueva
cuestión que nos parece todavía más inquietante y que podríamos
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denominar cuestión de la naturaleza líquida, o bien cuestión trans-
humanista o post-humanista, que englobaría a la vez los desafíos del
mundo digital y de la inteligencia articial orientados a la desnatu-
ralización y deshumanización a través de la ideología de género y del
transhumanismo, ideologías que acabarán destruyendo la naturaleza
humana creando seres andróginos y cyborgs. Pensamos que hoy en
día es imprescindible que la Iglesia, experta en humanidad, siga con
fuerza defendiendo la sacralidad de la dignidad humana, urgiendo la
recuperación de la conciencia de “creaturalidad” (que podríamos eng-
lobar dentro de la ecología humana): somos criaturas creadas por Dios
con una naturaleza concreta, sexuada, limitada y nita, pero creados a
imagen y semejanza de Dios y llamadas a la compartir con Él la eterna
bienaventuranza en el cielo, no decidiendo nosotros en base a nuestros
deseos, sino cuando Él quiera y decida, que será siempre lo mejor.
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