Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 69-95
El Diálogo fe y razón, camino de la
Civilización del Amor
The Dialogue Faith and Reason, Path of the
Civilization of Love
Carlos Alberto Prado
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
cprado@unsta.edu.ar
ORCID: 0009-0003-4048-8418
Resumen
El Magisterio social de la Iglesia, es una
constante orientación para el cristiano de
nuestro tiempo, para que pueda construir
un verdadero orden social, que lo ayude a
alcanzar su perfección humana y cristia-
na, en orden a su n último: su salvación.
Para su concreción la Iglesia nos aporta
un conjunto de principios normativos y
valores, recibidos de la Revelación Divi-
na y de la razón natural. Ambas fuentes,
en un diálogo armónico, son necesarias
para la construcción de una civilización
cristiana o como la llamó San Pablo VI:
una “Civilización del Amor”. En esta
presentación queremos destacar la en-
señanza sobre la temática efectuada por
los Romanos Pontíces, desde León XIII
hasta Francisco, poniendo de relieve que
se trata de una única doctrina coherente y
al mismo tiempo siempre actual.
Palabras clave: Doctrina social de la
Iglesia, Magisterio, fe y razón, teología y
Filosofía, Civilización del amor, caridad.
Abstract
The social Magisterium of the Church
is a constant orientation for the Chris-
tian of our time, so that he can build
a true social order that helps him to
reach his human and Christian per-
fection, in order to his ultimate goal:
his salvation. For its realization, the
Church provides us with a set of nor-
mative principles and values, received
from Divine Revelation and natural
reason. Both sources, in a harmonious
dialogue, are necessary for the cons-
truction of a Christian civilization or as
Saint Paul called it. VI : a “Civilization
of love”. In this presentation we want
to highlight the teaching on the theme
of the Roman Pontis, from Leo XIII
to Pope Francis, emphasizing that it is
a single coherent teaching and at the
same time always current.
Keywords: Social doctrine of the
Church, Magisterium, faith and reason,
theology and philosophy, civilization of
love, charity.
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Carlos Alberto Prado
Introducción
Es admirable la dedicación constante del Magisterio Ponticio,
para iluminar e interpretar la realidad social a la luz de las Sagradas
Escrituras y el derecho natural, sin dejar de realizar aportes concretos
a n de ofrecer una solución a la cuestión social.
San Pablo VI, siendo consciente de la crisis que afecta a la huma-
nidad, como resultado de un proceso de secularización que le nega-
ba a la Iglesia la intervención en los problemas sociales, económicos
y culturales, propone a través de su Magisterio social, edicar una
nueva Civilización fundamentada en la caridad, a la que denomina:
“Civilización del amor”1.
Nos proponemos, en primer lugar, precisar que la referencia
constante del Magisterio reciente sobre la Civilización del Amor, se
encuentra también en el Magisterio anterior, con menciones referi-
das a la misma realidad, aunque, a veces, utilizando otra terminolo-
gía. En síntesis, la Enseñanza Social de la Iglesia habla indistintamen-
te de Civilización del Amor, de Ciudad Católica, de Ciudad Cristiana,
de Cultura Cristiana, de Civilización Cristiana o de Cristiandad.
Y, en segundo lugar, vamos a determinar el papel principal que
cumplen la fe y la razón, la Filosofía y la Teología, en permanente diá-
logo, para construir la tan anhelada Civilización del Amor. Amor, en-
tendido no como vano sentimentalismo, sino como Caridad, es decir,
como la preocupación constante de hacer el bien, por amor a Dios. Para
llevar a feliz término su nalidad, la Caridad necesita de la luz de la ver-
dad, y “esta luz es simultáneamente la de la razón y de la fe” (Benedicto
XVI, Caritas in Veritate, n° 3). Desarrollamos la temática propuesta
teniendo en cuenta las enseñanzas de los Romanos Pontíces, desde
León XIII hasta el Papa Francisco, mostrando la coherencia y actualidad
de sus enseñanzas.
1
Para la elaboración de este trabajo, nos hemos servido con provecho del Proyecto
de Investigación titulado La Civilización del Amor como nalidad de la Doctrina So-
cial de la Iglesia. Antecedentes históricos, fundamentos doctrinales y proyecciones
prácticas (RR. Nº 458/12, Anexo VII, UNSTA, para el período 2012-2014), que fue
dirigido por Ricardo von Büren. De nuestra parte lo hemos continuado con el análisis
del magisterio de Francisco (2015 a la fecha).
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El Diálogo fe y razón, camino de la Civilización del Amor
Precisión del término “Civilización del Amor”
La expresión “Civilización del Amor” es utilizada por primera vez
en el magisterio de la Iglesia por el Papa San Pablo VI, en ocasión de
su Discurso de Clausura del Año Santo en 1975. A partir de aquella
intuición inicial del Papa Montini, la expresión “Civilización del Amor”
se ha hecho presente en las enseñanzas contemporáneas del Magisterio
de la Iglesia, como en los autores más destacados de la Doctrina Social
de la Iglesia.
Se debe destacar también en San Pablo VI el uso de otra expre-
sión, utilizada por sus predecesores, en especial Pío XII y San Juan
XXIII, y que también sería usada luego por San Juan Pablo II y Bene-
dicto XVI, cuando instaba a los cristianos a plasmar en una “síntesis
nueva y genial lo espiritual y lo temporal, lo antiguo y lo moderno,
lo que otros te han dado y tu propia originalidad”, es decir, a dar en
nuestro tiempo el testimonio de una “novísima civilización cristiana”
(San Pablo VI, Homilía en la Basílica de San Pedro, 1964).
En el Magisterio de San Pablo VI, están presentes ambos concep-
tos: “Civilización Cristiana” y “Civilización del Amor”, dándoles un
signicado similar. Lo que permite inferir que ambas expresiones no
se contraponen, sino que expresan la misma realidad.
La noción de “Civilización Cristiana”, fue precisada por el Papa
San Pio X,
No se edicará la ciudad de modo distinto de como Dios la edi-
có; no se edicará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos
y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la
“ciudad” nueva por edicarse en las nubes. Ha existido y existe;
es la civilización cristiana, es la “ciudad católica”. No se trata más
que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos
naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la
utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instau-
rare in Christo. (San Pío X, Notre Charge Apostolique, n° 11).
Y al respecto Pío XI señala el fundamento cristológico de la mis-
ma, cuando enseña que,
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La promesa de un Redentor divino ilumina la primera página de
la historia de la humanidad; por esto la conada esperanza de un
futuro mejor suavizó el dolor del paraíso perdido (Gen 3:23) y
acompañó al género humano en su atribulado camino hasta que,
en la plenitud de los tiempos (Gál 4:4), el Salvador del mundo,
apareciendo en la tierra, colmó la expectación e inauguró una
nueva civilización universal, la Civilización Cristiana, inmensa-
mente superior a la que el hombre había hasta entonces alcanzado
trabajosamente en algunas naciones privilegiadas. (Pío XI, Divini
Redemptoris, n° 1)
Se puede apreciar que las expresiones más usadas por el ma-
gisterio social católico para referirse al tema son “Cristiandad” y
“Civilización del Amor”. La palabra “Cristiandad”, se reserva para
señalar la síntesis entre fe y cultura, que se concretó en un momento
histórico determinado, en especial en la Edad Media. Esta aprecia-
ción, no debe llevarnos a renunciar al vocablo “Cristiandad”, sino
que por el contrario, es conveniente seguir utilizándolo como n a
alcanzar y como un sinónimo de Civilización del Amor.
No pretende la Iglesia, al proponer la Cristiandad como un mode-
lo a encarnar en nuestra realidad, retornar a la época histórica donde
oreció la misma: la Edad Media, como recordaba el Papa Pío XII:
Con frecuencia se tiende a identicar Edad Media y Ciudad
Católica. La asimilación no es perfectamente exacta. La vida de
un pueblo, de una nación, se mueve en un terreno muy variado,
que va más allá de la sola actividad religiosa. Cuando en toda la
extensión de este vasto terreno, una sociedad es respetuosa de
los derechos de Dios y evita traspasar los límites de la doctrina y
de la moral de la Iglesia, puede legítimamente decirse cristiana
y católica. Pero ninguna cultura puede identicarse en bloque
como especícamente tal; ni siquiera la cultura medieval. He-
cha tal reserva, es justo reconocer al Medioevo y a su menta-
lidad una nota de auténtica catolicidad: la certeza indiscutible
de que la religión y la vida formaban una unidad, totalmente
indisoluble. (Pío XII, Discurso a los peregrinos suizos venidos
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a Roma para la canonización de San Nicolao de la Flüe, 16 de
mayo de 1947)
Teniendo en cuenta que la Doctrina Social de la Iglesia es un
Instrumento de Evangelización, San Juan Pablo II nos enseña que
La Iglesia tiene como misión, como derecho y como deber, en-
unciar los principios éticos básicos que regulan los cimientos y
el correcto funcionamiento de la sociedad, en la que los hombres
y mujeres peregrinan hacia su destino trascendente. (San Juan
Pablo II, Mensaje a los participantes en la Sexta Sesión ple-
naria de la Academia Ponticia de la Ciencias Sociales, 23 de
febrero de 2000, n° 1, párr. 2)
En el Magisterio del Papa Francisco, se puede constatar esta
sinonimia entre los vocablos cuando maniesta que “la Civiliza-
ción Católica es la Civilización del Amor, de la misericordia, de la
fe” (Francisco, Discurso a la Comunidad de escritores de la Civiltà
Cattolica, Ciudad del Vaticano, viernes 14 de junio de 2103). Con-
sidera el Papa que se edica esta civilización con “la penetración
de los valores cristianos en el mundo social, político y económico”
(Francisco, Evangelii Gaudium, n° 102).
Los Pontíces citados resaltan que la Civilización Cristiana o del
Amor, son frutos de la encarnación de los principios de orden na-
tural y sobrenatural, presentes en las enseñanzas de nuestro Señor
Jesucristo. La Civilización del Amor, comprende todas las dimen-
siones de la persona humana: la individual y la social. Porque el im-
pulso misionero de la Iglesia debe alcanzar a transformar todas las
realidades humanas.
Debemos armar que la Civilización del Amor es un orden pú-
blico de convivencia impregnado por el Evangelio; orden que tiene
una naturaleza propia, que surge de sus instituciones y especial-
mente de la naturaleza del hombre, centro de la vida social.
El Magisterio de la Iglesia no se cansa de reconocer la capacidad
del hombre de descubrir este orden por la luz de su razón; siendo
consciente de que la lesión producida en el hombre por la caída ori-
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ginal, ha debilitado sus potencias superiores (inteligencia y volun-
tad) como su afectividad; lo que hace necesario el auxilio de la gra-
cia, para sanar y a la vez elevar su naturaleza al orden sobrenatural.
Es decir que estamos ante la presencia de una sociedad temporal en
las que sus miembros, vivicados por el amor de Dios, animan las
relaciones sociales y las instituciones que la integran. Esta visión se
fundamenta sobre el principio que reza: “La Gracia supone la natu-
raleza, no la destruye sino que la eleva a un plano superior”.
Debemos precisar que son varios los principios que conforman
este orden social inspirado en el evangelio. Existen algunos de ellos
que pueden ser conocidos con la luz natural de la razón (principios
de orden losóco) y aquellos que pueden ser admitidos por el uso
de la razón iluminada por la fe (principios cristianos o teológicos).
En síntesis, para lograr edicar esta sociedad cristiana, necesitamos
que estén presentes los principios sociales naturales y cristianos.
Los principios sociales naturales, son los que pueden ser cono-
cidos por la razón natural sin necesidad de recurrir a la fe y la reve-
lación. Podemos enumerar algunos de estos principios como ser: la
ley natural que es el fundamento de la legislación civil; la concepción
orgánica de la vida social; el hombre como centro y n de las institu-
ciones; la familia como la cédula básica de la sociedad, fundada en el
matrimonio indisoluble entre varón y mujer, fecundo en los hijos; el
destino universal de los bienes y el derecho a la propiedad privada; la
autoridad y los principios del orden social: Bien común, solidaridad
y subsidiariedad.
También mencionamos los principios sociales cristianos, que se
fundan en Cristo y su Evangelio y dan vida a la realidad temporal.
Estos principios son: La necesidad de la conversión permanente de
los hombres y de la sociedad como presupuesto principal para edi-
car un orden público de convivencia cristiano; el reconocimiento de
que la Iglesia es el alma y fermento de la vida social; y, por último,
la Realeza Social de Cristo.
Concluimos que para instaurar este orden cristiano, la Iglesia
nos presenta principios de orden natural y sobrenatural en los que
debe fundamentarse la vida social, por lo que resulta necesario el
diálogo entre fe y razón.
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El Diálogo fe y razón, camino de la Civilización del Amor
El diálogo fe y razón, camino de la Civilización
del Amor en el Magisterio Social de la Iglesia:
desde sus inicios con el Papa León XIII hasta el
Ponticado del Papa Benedicto XVI
Durante el Ponticado de León XIII el orden social había sufri-
do profundos cambios bajo el inujo de las ideologías dominantes,
el socialismo y liberalismo, que afectaron los diversos ámbitos de la
vida social: político, económico, e incluso al ámbito cultural. Estos
cambios lograron introducir una nueva concepción de la sociedad
y del Estado, y a su vez, una nueva concepción de la autoridad, en
disonancia con la tradición cristiana. Doctrina cristiana que
Ha informado las costumbres con virtudes desconocidas hasta
entonces y ha implantado en la sociedad civil una nueva civili-
zación. Los pueblos que recibieron esta civilización superaron a
los demás por su equilibrio, por su equidad y por las glorias de su
historia. (León XIII, Immortale Dei, n° 1)
El Papa hace referencia a esa nueva civilización, que tuvo su
realización histórica en la Edad Media:
Hubo un tiempo en que la losofía del Evangelio gobernaba los
Estados. En aquella época la ecacia propia de la sabiduría cris-
tiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las
instituciones, en la moral de los pueblos, inltrándose en todas
las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por
Jesucristo se veía colocada rmemente en el grado de honor que
le corresponde y orecía en todas partes gracias a la adhesión
benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magis-
trados. (León XIII, Immortale Dei, n° 9)
Esta sabiduría Cristiana que menciona el Papa iluminaba toda
la realidad social con los principios alcanzados por la luz natural de
la razón y por la verdades revelados por Dios; considerando que
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Todo lo verdadero proviene necesariamente de Dios... y como no
hay verdad alguna del orden natural que esté en contradicción
con las verdades reveladas, por el contrario, son muchas las que
comprueban esta misma fe; y, además, todo descubrimiento de
la verdad puede llevar, ya al conocimiento, ya a la gloricación
de Dios, de aquí que la Iglesia acoja siempre con agrado y ale-
gría todo lo que contribuye al verdadero progreso de las ciencias.
(León XIII, Immortale Dei, n° 19)
Pero, esta armonía entre las verdades de orden natural y sobrena-
tural, que animan la verdadera sociedad, no es reconocida por el mun-
do moderno, situación que no pasó inadvertida al Papa León XIII:
Estos principios, tan acertados y razonables, no son aceptados
hoy día, cuando los Estados no solamente rechazan adaptarse a
las normas de la losofía cristiana, sino que parecen pretender
alejarse cada día más de ésta. Sin embargo, como la verdad ex-
puesta con claridad suele propagarse fácilmente por sí misma y
penetrar poco a poco en los entendimientos de los hombres, por
esto… querríamos que la vida pública discurriera por caminos
más seguros y tuviera fundamentos más sólidos, y esto mante-
niendo intacta la verdadera libertad de los pueblos; esta libertad
humana cuya madre y mejor garantía es la verdad: “la verdad os
hará libres”. (León XIII, Immortale Dei, n° 20)
Y por eso debemos tener en claro que:
La causa de la civilización carece de fundamentos sólidos, si no
se apoya sobre los principios eternos de la verdad y sobre las
leyes inmutables del Derecho y de la justicia y si un amor sin-
cero no une estrechamente las voluntades de los hombres… Y
si alguno de recta intención, compara esta misma época en que
vivimos, tan hostil a la Religión y a la Iglesia de Jesucristo, con
aquellos afortunadísimos tiempos en los que la Iglesia era res-
petada como madre, se quedará convencido de que esta época,
llena de perturbación y ruinas, corre en derechura al precipi-
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cio; y que al contrario, los tiempos en que más han orecido
las mejores instituciones, la tranquilidad y la riqueza y prospe-
ridad públicas, han sido aquellos más sumisos al gobierno de
la Iglesia, y en el que mejor se han observado sus leyes. Y si es
una verdad que los muchísimos benecios que Nos acabamos
de recordar, y que proceden del ministerio y benéco inujo de
la Iglesia, son obras gloriosas de verdadera civilización, lo es a
su vez que tan lejos está la Iglesia de aborrecerla y rechazarla,
que más bien cree se le debe alabanza por haber hecho con ella
los ocios de maestra, nodriza y madre. (León XIII, Inscrutabili
Dei Consilio, n° 3)
El Papa Pío XI publica la encíclica Quadragesimo Anno al cum-
plirse cuarenta años de la Rerum Novarum, en la que maniesta que
la cuestión social es más grave porque la misma se ha internaciona-
lizado. En Europa, al nalizar la primera guerra mundial, se habían
aanzado los regímenes totalitarios, fomentando la lucha de clases.
La encíclica rechaza el liberalismo y precisa que el Estado en sus re-
laciones con las sociedades menores debe aplicar el principio de sub-
sidiariedad.
En el mencionado documento el pontíce precisó que la Iglesia:
No puede en modo alguno renunciar al cometido, a ella conado
por Dios, de interponer su autoridad, no ciertamente en materias
técnicas, para las cuales no cuenta con los medios adecuados ni
es su cometido, sino en todas aquellas en que se reeren a la mo-
ral. En lo que atañe a estas cosas, el depósito de la verdad, a Nos
conado por Dios, y el gravísimo deber de divulgar, de interpre-
tar y aun de urgir oportuna e inoportunamente toda la ley moral,
y someter y sujetar a nuestro supremo juicio tanto el orden de las
cosas sociales cuanto el de las mismas cosas económicas. (Pío XI,
Quadragesimo Anno, n° 41)
Según el Papa “es necesario que a esta tan deseada restauración
social preceda la renovación del espíritu cristiano” (Pío XI, Quadra-
gesimo Anno, n° 127), pero advierte que
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Será vano todo intento de regeneración social, como no sea hacien-
do volver a los hombres abierta y sinceramente a la doctrina evan-
gélica, es decir, a los principios de Aquel que es el único que tiene
palabras de vida eterna, y palabras tales que, aun cuando pasen el
cielo y la tierra, ellas jamás pasarán (n° 136).
En relación a los mencionados principios, maniesta que aque-
llos que están “verdaderamente enterados sobre cuestiones sociales
piden insistentemente una reforma ajustada a los principios de la ra-
zón que puede llevar a la economía hacia a un orden recto y sano, …
conforme al orden de la fe y la recta razón” (n° 136).
Para lograrlo es necesario una verdadera educación cristiana que
abarque
Todo el ámbito de la vida humana, sensible y espiritual, intelectual y
moral, doméstico y social, (…) de suerte que el verdadero cristiano,
(…) es el hombre sobrenatural, que piensa, juzga y obra constan-
temente y coherentemente, según la recta razón iluminada por la
luz sobrenatural de los ejemplos y de la doctrina de Cristo (Pío XI,
Divini Illius Magistri, núms. 81-82).
El Magisterio social del Papa Pio XII, enseña que la convivencia
de los miembros de la sociedad debe fundarse en la noción de “or-
den”, por ser la
Base de la vida social de los hombres, es decir, de seres intelec-
tuales y morales, que tienden a realizar un n conforme a su
naturaleza, no es una mera yuxtaposición extrínseca de partes
numéricamente distintas; es más bien, y debe ser, la tendencia
y la realización cada vez más perfecta de una unidad interior,
que no excluye las diferencias, fundadas en la realidad y san-
cionadas por la voluntad del Creador o por normas sobrenatu-
rales. (Pío XII, Radiomensaje de Navidad del 24 de diciembre
de 1942, n° 6)
Sostiene el Papa que es competencia de la Iglesia:
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Juzgar si las bases de un orden social existente están de acuerdo
con el orden inmutable que Dios Creador y Redentor ha promul-
gado por medio del derecho natural y de la revelación;... porque
los dictámenes del derecho natural y las verdades de la revelación
nacen, por diversa vía como dos arroyos de agua no contrarios,
sino concordes, de la misma fuente divina; y porque la Iglesia,
guardiana del orden sobrenatural cristiano, en cuanto que conver-
gen naturaleza y gracia, tiene que formar las conciencias, aun las
de aquellos que están llamados a buscar soluciones para los pro-
blemas y deberes impuestos por la vida social. De la forma dada a
la sociedad, conforme o no a las leyes divinas, depende y se insinúa
también el bien o el mal en las almas, es decir, el que los hombres,
llamados todos a ser vivicados por la gracia de Jesucristo, en los
trances del curso de la vida terrena respiren el sano y vital aliento
de la verdad y de la virtud moral. (Pío XII, La Solemnitá, Radio-
mensaje de Pentecostés del 1 de junio 1941, n° 5)
El Papa reacciona contra aquellos que quieren relegar el Magiste-
rio de la Iglesia a sus templos, sin ninguna injerencia en el orden tem-
poral, diciendo con la claridad que lo caracteriza que: “La Iglesia no
puede, encerrándose inactiva en el silencio de sus templos, abandonar
su misión divinamente providencial de formar al hombre completo,
y así colaborar sin descanso a la constitución del sólido fundamento
de la sociedad” (Pío XII, Discurso del 20 de febrero de 1946, n° 20).
Por eso insiste el Papa en la importancia del conocimiento de la
verdad y de la virtud moral, teniendo en cuenta que:
El sello de la verdad no lo ha impreso Dios de modo diverso en la
Fe y en la Razón. En vez de disentir, se ayudan mutuamente, ya
que la recta razón demuestra los fundamentos de la fe y a su luz es-
clarece los términos de ésta, en tanto que la fe preserva de errores
a la razón, la libra de ellos si ha caído y la ilustra con multiformes
conocimientos. (Pío XII, Discurso en la inauguración del Congre-
so Jurídico Internacional en Roma, 12 de noviembre de 1934)
Porque,
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La civilización cristiana, sin ahogar ni debilitar los elementos sanos
de las más diversas culturas nativas, en las cosas esenciales las ar-
moniza, creando de esta manera una amplia unidad de sentimien-
tos y de normas morales, fundamento el más sólido de verdadera
paz, de justicia social y de amor fraterno entre todos los miembros
de la gran familia humana. (Pío XII, Radiomensaje en el V Aniver-
sario del Comienzo de la guerra, 1 de septiembre de 1944)
Los dos pilares sobre los que se fundamenta las enseñanzas so-
ciales del Papa San Juan XXIII, está constituido por la Encíclicas Ma-
ter et Magistra y Pacem in Terris. En esta última se detiene el Papa
a considerar que la sociedad humana tiene que ser considerada como
un orden “principalmente espiritual”; porque se
Funda en la verdad, debe practicarse según los preceptos de la
justicia, exige ser vivicado y completado por el amor mutuo, y,
por último, respetando íntegramente la libertad, ha de ajustarse
a una igualdad cada día más humana… Sin embargo, este orden
espiritual, cuyos principios son universales, absolutos e inmu-
tables, tiene su origen único en un Dios verdadero, personal y
que trasciende a la naturaleza humana. Dios, en efecto, por ser
la primera verdad y el sumo bien, es la fuente más profunda de
la cual puede extraer su vida verdadera una convivencia humana
rectamente constituida, provechosa y adecuada a la dignidad del
hombre. (San Juan XXIII, Pacem in Terris, núms. 37-38)
Teniendo en cuenta que este orden social es principalmente es-
piritual, el Pontíce se detiene a considerar cuál es la causa y la raíz
de los males que aquejan a las personas y a la sociedad actual; ma-
nifestando que:
La causa y raíz de todos los males que, por decirlo así, envenenan
a los individuos, a los pueblos y a las naciones, y perturban las
mentes de muchos, es la ignorancia de la verdad. Y no sólo su igno-
rancia, sino a veces hasta el desprecio y la temeraria aversión a ella.
De aquí proceden los errores de todo género que penetran como
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peste en lo profundo de las almas y se inltran en las estructuras
sociales, tergiversando todo; con peligro de los individuos y de la
convivencia humana. Sin embargo, Dios nos ha dado una razón
capaz de conocer la verdad natural. Si seguimos la razón, seguir-
nos a Dios mismo, que es su autor y a la vez legislador y guía de
nuestra vida; si, al contrario, o por ignorancia, o por negligencia, o
-lo que es peor- por mala voluntad, nos apartamos del recto uso de
la razón, nos alejamos, por lo mismo, del sumo bien y de la recta
norma de vivir. (San Juan XXIII, Ad Petri Cathedram, párr. 5)
Y continúa el Papa argumentando sobre la necesidad del diálogo
entre fe y razón, para iluminar a todos los hombres sobre la verdad to-
tal, para su perfección y una verdadera civilización. Nos enseña que:
Aunque podemos alcanzar, como dijimos, la verdad natural con
la sola luz de la razón, sucede, sin embargo, con frecuencia, que
no todos la logran fácilmente y sin mezcla de error, principal-
mente en lo tocante a la religión y a la moral. Y, además, a las
verdades que superan la capacidad natural de la razón no pode-
mos en modo alguno llegar sin la ayuda de la luz sobrenatural.
Por esto, el Verbo de Dios, que ‘habita una luz inaccesible’ (1 Tm
6:16) con inmensa caridad y compasión hacia el género humano,
“se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1:14) para iluminar
“viniendo a este mundo a todos los hombres” (Jn 1:9) y condu-
cirlos a todos no sólo a la plenitud de la verdad, sino también a la
virtud y eterna bienaventuranza. Todos, por tanto, están obliga-
dos a abrazar la doctrina del Evangelio. Si se la rechaza, vacilan
los mismos fundamentos de la verdad, de la honestidad y de la
civilización. (San Juan XXIII, Ad Petri Cathedram, párr. 6)
Y nos amonesta para que estemos atentos, contra el espíritu
mundano presente en algunas costumbres y pensamientos moder-
nos que
Intentan por todos los medios sustraer a la sociedad a la inuen-
cia del Evangelio de Cristo, a las enseñanzas de la Iglesia, a los
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eternos valores de verdad divina, de amor, pureza y apostolado
con que oreció la civilización cristiana. Estos movimientos se
erigen en defensores de una vaga libertad pero están dispuestos
a negársela a la Iglesia cuando tiene que defender su tesoro de
verdades reveladas o el patrimonio de moralidad conado a ella,
proclamando la separación e independencia de la Iglesia respecto
al poder civil, pero siempre están en acción para limitar toda acti-
vidad de la Iglesia y echar sobre ella sombras de sospecha y malas
intenciones. (San Juan XXIII. Discurso a la Unión Católica de la
Prensa Italiana. 4 de diciembre de 1960, n° 2, párr. 8)
Hemos señalado en este trabajo, al tratar de precisar la expre-
sión “Civilización del Amor”, que fue utilizada por primera vez en el
magisterio de la Iglesia por el Papa San Pablo VI en ocasión de su
Discurso de Clausura del Año Santo en 1975. El Papa Benedicto XVI
reriéndose a sus enseñanzas sociales destaca que “fueron de gran re-
levancia: rearmó la importancia imprescindible del Evangelio para
la construcción de la sociedad según libertad y justicia, en la perspec-
tiva ideal e histórica de una civilización animada por el amor” (Bene-
dicto XVI, Caritas in Veritate, n° 13)
En sintonía con lo expresado, el Papa Montini se dirige a los
seglares de la Acción Católica, en relación a su misión especíca di-
ciéndoles:
Sois exponentes calicados de ese proceso de desarrollo interior
de la vida de la Iglesia, que pretende regenerar la comunidad
cristiana, a la que tantas circunstancias de la vida moderna van
disociándola, y trata de rehacer una verdadera sociedad concreta
y espiritual, tanto en la composición de sus miembros vivos por
la fe y por la gracia como en la cohesión orgánica de sus hijos y
hermanos, aunando en una caridad efectiva, y en su ecacia lo-
grada de virtudes humanas y cristianas empeñadas no sólo en la
perfección personal, sino también en el buen ejemplo, en el testi-
monio, en el servicio al prójimo y en la animación cristiana de la
sociedad. (San Pablo VI, Discurso a la Junta Central de la Acción
Católica Italiana y al Comité Permanente de los Congresos In-
83
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El Diálogo fe y razón, camino de la Civilización del Amor
ternacionales del Apostolado Seglar, sábado 7 de diciembre de
1963, párr. 5)
Debemos tener presente que estas enseñanzas se ven afectadas
en su conocimiento y validez cuando se desnaturaliza el valor de la fe
y la razón.
La fe es la base, la raíz, la fuente, la primera razón de ser de la Igle-
sia, bien lo sabemos. Y sabemos cómo la fe es insidiada por las cor-
rientes más subversivas del pensamiento moderno. La desconanza
que, incluso en los ambientes católicos se ha difundido acerca de la
validez de los principios fundamentales de la razón, o sea, de nues-
tra philosophia perennis, nos ha desarmado frente a los asaltos,
no raramente radicales y capciosos, de pensadores de moda; el va-
cuum producido en nuestras escuelas losócas por el abandono de
la conanza en los grandes maestros del pensamiento cristiano, es
invadido frecuentemente por una supercial y casi servil aceptación
de losofías de moda, muchas veces tan simplistas como confusas:
y éstas han sacudido nuestro arte normal, humano y sabio de pen-
sar la verdad; estamos tentados de historicismo, de relativismo, de
subjetivismo, de neo-positivismo, que en el campo de la fe crean
un espíritu de crítica subversiva y una falsa persuasión de que para
atraer y evangelizar a los hombres de nuestro tiempo, tenemos que
renunciar al patrimonio doctrinal, acumulado durante siglos por el
magisterio de la Iglesia, y de que podemos modelar, no en virtud de
una mejor claridad de expresión sino de un cambio del contenido
dogmático, un cristianismo nuevo, a medida del hombre y no a me-
dida de la auténtica palabra de Dios. Desafortunadamente también
entre nosotros, algunos teólogos no siempre van por el recto cami-
no. (San Pablo VI, Homilía en la Inauguración de la II Asamblea
General de los Obispos de América Latina, reunida en Medellín,
Colombia, 24 de agosto de 1968, párr. 6)
La Iglesia cuestiona a las ideologías, de origen liberal o marxista,
entre otros motivos por su equivocada comprensión de las relaciones
entre fe y razón. Por eso San Pablo VI enseña:
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Carlos Alberto Prado
El hombre o la mujer cristiana que quieren vivir su fe en una ac-
ción política concebida como servicio, no pueden adherirse, sin
contradecirse a sí mismos, a sistemas ideológicos que se oponen,
radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción
de la persona humana. No es lícito, por tanto, favorecer a la ideo-
logía marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia
y a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de
la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al
ser humano y a su historia personal y colectiva. Tampoco apoya
la comunidad cristiana la ideología liberal, que cree exaltar la li-
bertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola
con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando
las solidaridades sociales como consecuencias más o menos au-
tomáticas de iniciativas individuales y no ya como n y motivo
primario del valor de la organización social. (San Pablo VI, Oc-
togesima Adveniens, n° 26)
El Papa San Juan Pablo II en su Magisterio social en reconoci-
miento de las enseñanzas sociales de sus antecesores, escribe, en pri-
mer lugar, la carta encíclica Sollicitudo Rei Socialis, al cumplirse el
vigésimo aniversario de la Populorum Progressio de San Pablo VI, y
luego al redactar las cartas encíclicas Centesimus Annus y Laborem
Excercens, en el centenario y en el 90° aniversario de la Rerum No-
varum, respectivamente. Debemos reconocer el auge y difusión que
tuvo la Doctrina Social de la Iglesia durante su ponticado, lo que se
constata por el hecho de que en ningún momento dejó de preocupar-
se de la cuestión social, y sobre todo de afrontar:
La vasta problemática de la crisis de civilización, que se ha ido
manifestando sobre todo en el Occidente tecnológicamente más
desarrollado, pero interiormente empobrecido por el olvido y la
marginación de Dios. A la crisis de civilización hay que responder
con la civilización del amor, fundada sobre valores universales
de paz, solidaridad, justicia y libertad, que encuentran en Cristo
su plena realización. (San Juan Pablo II, Tertio Millennio adve-
niente, n° 52)
85
Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 69-95
El Diálogo fe y razón, camino de la Civilización del Amor
Para llevar a cabo esta tarea, el Papa Wojtyla enfatizó el rol y la
importante presencia de los laicos en la vida social:
Para animar cristianamente el orden temporal -en el sentido
señalado de servir a la persona y a la sociedad- los eles laicos
de ningún modo pueden abdicar de la participación en la polí-
tica; es decir, de la multiforme y variada acción económica, so-
cial, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover
orgánica e institucionalmente el bien común. (San Juan Pablo II,
Christideles Laici, n°42)
Esta animación cristiana de la sociedad, implica una:
Nueva Evangelización de la que el mundo moderno tiene urgente
necesidad y sobre la cual he insistido en más de una ocasión, debe
incluir entre sus elementos esenciales el anuncio de la doctrina
social de la Iglesia, que, como en tiempos de León XIII, sigue
siendo idónea para indicar el recto camino a la hora de dar res-
puesta a los grandes desafíos de la edad contemporánea, mien-
tras crece el descrédito de las ideologías. Como entonces, hay que
repetir que no existe verdadera solución para la ‘cuestión social’
fuera del Evangelio y que, por otra parte, las “cosas nuevas” pue-
den hallar en él su propio espacio de verdad y el debido plantea-
miento moral. (San Juan Pablo II, Centesimus Annus, n° 5)
El Evangelio implica un mensaje social que orienta a la Iglesia
para ayudar a los hombres a descubrir la verdad y ser testimonios de
la Buena Nueva en el campo social. Verdad que puede ser conocida
por la luz natural de la razón y de la fe, que “son como dos alas con
las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la
verdad”. (San Juan Pablo II, Fides et Ratio, párr. 1).
Tanto la luz de la razón como la fe son necesarias para iluminar
el orden social, por eso
La verdad losóca y la teológica convergen en la única verdad.
La verdad de la razón se remonta desde las criaturas a Dios;
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Carlos Alberto Prado
la verdad de la fe desciende directamente de Dios al hombre.
Pero esta diversidad de método y de origen no quita su unici-
dad fundamental, porque idéntico es el Autor tanto de la ver-
dad que se maniesta a través de la creación, como de la verdad
que se comunica personalmente al hombre a través de su Pa-
labra. Investigación losóca e investigación teológica son dos
direcciones diversas de marcha de la única verdad, destinadas a
encontrarse, no a enfrentarse, por el mismo camino, para ayu-
darse. Así la razón iluminada, robustecida, garantizada por la fe
se convierte en una compañera el de la fe misma y la fe amplía
inmensamente el horizonte limitado de la razón humana. (San
Juan Pablo II, Discurso a los Participantes en el VIII Congreso
Tomista Internacional, 13 de septiembre de 1980, nº 4)
El Papa Benedicto XVI, con motivo de cumplirse 40 años de la
publicación de la Encíclica Populorum Progressio, en un justo home-
naje al Papa San Pablo VI, escribió la carta Encíclica Caritas in Veri-
tate dejando en claro que “la caridad en la verdad, (…) es la principal
fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda
la humanidad” (Benedicto XVI, Caritas in Veritate, n° 1). Porque en
el momento social y cultural que nos toca vivir
Está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero; vivir la
caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los
valores del cristianismo no es sólo un elemento útil, sino indis-
pensable para la construcción de una buena sociedad y un ver-
dadero desarrollo humano integral (Benedicto XVI, Caritas in
Veritate, n°4)
Por ello, debemos tener en cuenta que “sólo con la caridad, ilu-
minada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir ob-
jetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador”
(Benedicto XVI, Caritas in Veritate, n° 9).
El Papa Raztinger se pronuncia sobre la luz de la razón y de la fe
aclarando que son
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El Diálogo fe y razón, camino de la Civilización del Amor
Dos dimensiones, fe y razón, que no deben separarse ni contrapo-
nerse, sino que deben estar siempre unidas. Como escribió san
Agustín tras su conversión, fe y razón son “las dos fuerzas que nos
llevan a conocer” (Contra academicos, III, 20, 43). A este res-
pecto, son justamente célebres sus dos fórmulas (cf. Sermones,
43, 9) con las que expresa esta síntesis coherente entre fe y razón:
crede ut intelligas (“cree para comprender”) -creer abre el cami-
no para cruzar la puerta de la verdad-, pero también y de manera
inseparable, intellige ut credas (“comprende para creer”), escru-
ta la verdad para poder encontrar a Dios y creer. (Benedicto XVI,
Audiencia General, 30 de enero de 2008, párr. 4)
Luego de este rápido recorrido por las enseñanzas del magisterio
desde León XIII a Benedicto XVI, podemos concluir que es unánime
su sentir cuando enseñan que la crisis que aqueja a la sociedad actual
sólo se resuelve cuando el Evangelio ilumina las distintas realidades
de la vida social, con una Luz que se integra por los principios de la
razón natural y de la fe.
El Magisterio del Papa Francisco, en
continuidad con sus predecesores
El Papa Francisco, inicia el capítulo destinado a la dimensión
social de la evangelización en su Exhortación Apostólica Evangelii
Gaudium, manifestando que: “Evangelizar es hacer presente en el
mundo el Reino de Dios” (n° 176). El Kerigma, de hecho, es el primer
anuncio sobre Dios Amor, que ha enviado a su Hijo Jesucristo, hecho
hombre como nosotros, para nuestra salvación. Por ello, no se nos
puede exigir que
Releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin
inuencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos
por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar
sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos” (Evan-
gelli Gaudium, n° 183)
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Carlos Alberto Prado
Posiciones que responden a un “proceso de secularización (que)
tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo”
(Evangelii Gudium, n° 64).
Pero la Evangelización no es íntegra si no tiene en cuenta la rela-
ción recíproca que se da entre el Evangelio de Cristo y la vida personal
y social del hombre. Al respecto, dice Francisco:
El Evangelio, el mensaje de salvación, tiene dos destinos que es-
tán unidos: suscitar la fe, y esto es la evangelización; el segundo,
transformar el mundo según el proyecto de Dios, y esto es la ani-
mación cristiana de la sociedad. Pero no son dos cosas separadas,
son una única misión: llevar el Evangelio que con el testimonio de
nuestra vida transforma el mundo. (Francisco, Encuentro con los
Jóvenes de Umbría en Asís, viernes 4 de octubre de 2013, párr. 9)
En Evangelii Gaudium, maniesta igualmente el pontíce que
el encuentro del mensaje evangélico con el pensamiento losóco de
la antigüedad fue decisivo para que el evangelio llegase a todos los
pueblos, y favoreció una fecunda interacción entre la fe y la razón:
“La fe no le tiene miedo a la razón, al contrario, la busca y confía en
ella, porque la luz de la razón y de la fe provienen ambas de Dios, y
no pueden contradecirse entre sí” (n° 242). Y aclara el Papa que “toda
sociedad puede verse enriquecida gracias a este diálogo que abre nue-
vos horizontes al pensamiento y amplía las posibilidades de la razón.
También éste es un camino de armonía y pacicación” (n° 242).
En otro lugar, la primera encíclica de su ponticado, el Papa nos
amonesta a recuperar la conexión de la fe con la verdad, porque “la
fe sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos” (Francisco,
Lumen Fidei, n° 24).
Insiste Francisco en esta conexión de la fe con la verdad, porque
Es hoy aún más necesario, precisamente por la crisis de verdad
en que nos encontramos. En la cultura contemporánea se tiende
a menudo a aceptar como verdad sólo la verdad tecnológica: es
verdad aquello que el hombre consigue construir y medir con su
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Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 69-95
El Diálogo fe y razón, camino de la Civilización del Amor
ciencia; es verdad porque funciona y así hace más cómoda y fácil
la vida. Hoy parece que ésta es la única verdad cierta, la única
que se puede compartir con otros, la única sobre la que es posible
debatir y comprometerse juntos. Por otra parte, estarían después
las verdades del individuo, que consisten en la autenticidad con
lo que cada uno siente dentro de sí, válidas sólo para uno mismo,
y que no se pueden proponer a los demás con la pretensión de
contribuir al bien común. La verdad grande, la verdad que expli-
ca la vida personal y social en su conjunto, es vista con sospecha.
¿No ha sido esa verdad -se preguntan- la que han pretendido los
grandes totalitarismos del siglo pasado, una verdad que imponía
su propia concepción global para aplastar la historia concreta del
individuo? Así, queda sólo un relativismo en el que la cuestión de
la verdad completa, que es en el fondo la cuestión de Dios, ya no
interesa. En esta perspectiva, es lógico que se pretenda deshacer
la conexión de la religión con la verdad, porque este nexo estaría
en la raíz del fanatismo, que intenta arrollar a quien no comparte
las propias creencias. A este respecto, podemos hablar de un gran
olvido en nuestro mundo contemporáneo. En efecto, la pregunta
por la verdad es una cuestión de memoria, de memoria profun-
da, pues se dirige a algo que nos precede y, de este modo, puede
conseguir unirnos más allá de nuestro “yo” pequeño y limitado.
Es la pregunta sobre el origen de todo, a cuya luz se puede ver la
meta y, con eso, también el sentido del camino común. (Francis-
co, Lumen Fidei, n° 25)
También señala el Pontíce la importancia de la unión indisolu-
ble entre fe y vida; teniendo en cuenta que la “fe no aparta del mundo
no es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo”
(Lumen Fidei, 51) y continúa enseñando: “la fe en el Hijo de Dios
hecho hombre no nos separa de la realidad, sino que nos permite cap-
tar su signicado profundo, descubrir cuánto ama Dios a este mundo
y cómo lo orienta incesantemente hacía sí; y esto lleva al cristianismo
a comprometerse, a vivir con mayor intensidad todavía el camino so-
bre la tierra (Lumen Fidei, n° 18).
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Conclusión
Después de haber realizado un amplio recorrido por el Magis-
terio Social de los distintos Pontíces, alcanzan mayor envergadura
las palabras de San Juan Pablo II: “No hay dos tipos de doctrina so-
cial, una preconciliar y otra postconciliar, diferentes entre sí, sino una
única enseñanza, coherente y al mismo tiempo siempre nueva” (San
Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, n° 3).
Porque es
Absolutamente necesario promover todo lo posible el estudio de
los problemas sociales a la luz de la doctrina de la Iglesia y difun-
dir por todas partes la enseñanza de esta doctrina bajo la égida de
la autoridad constituida por Dios en la misma Iglesia. Porque, si
el modo de proceder de algunos católicos ha dejado que desear
en el campo económico y social, la causa de este defecto ha sido
con frecuencia la insuciente consideración de las enseñanzas
dadas por los Sumos Pontíces en esta materia. (Pío XI, Divini
Redemptoris, n° 56)
Esto nos tiene que llevar a meditar que las enseñanzas del Ma-
gisterio social de la Iglesia no deben reducirse a una teoría, sino que
deben ser un fundamento y un estímulo para la acción. Sabemos que
los seglares tenemos como tarea propia la renovación del orden tem-
poral; pero esta tarea no se llevará a cabo con éxito si sólo se reduce a
Recordar principios generales, manifestar propósitos, condenar
las injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia pro-
fética; todo ello no tendrá peso real si no va acompañado en cada
hombre por una toma de conciencia más viva de su propia res-
ponsabilidad y de una acción efectiva. (San Pablo VI, Octogesima
Adveniens, n° 48)
La tarea es ardua, pero desaante. Es todo un mundo el que hay
que cambiar,
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El Diálogo fe y razón, camino de la Civilización del Amor
Pero la esperanza del Cristiano proviene en primer lugar de saber
que el Señor está obrando con nosotros en el mundo, continuando
en su Cuerpo que es la Iglesia y mediante ella en la humanidad
entera la redención consumada en la Cruz, y que ha estallado en
victoria la mañana de la resurrección; le viene, además, de saber
que también otros hombres colaboran en acciones convergentes
de justicia y de paz, porque bajo una aparente indiferencia existe
en el corazón del todo hombre una voluntad de vida fraterna y una
sed de justicia y de paz que es necesario satisfacer” (Octogesima
Adveniens, n° 48).
Para instaurar la Civilización del amor, que es un “orden público
de convivencia impregnado por el evangelio”, es necesario meditar y
llevar a la práctica lo que nos pedía a los seglares el Papa Juan XXIII:
Para la mayor divulgación de la Doctrina Social de la Iglesia,
juzgamos que pueden prestar valiosa colaboración los laicos se-
glares, si la aprenden y practican personalmente y, además, pro-
curan con empeño que los demás se convenzan también de su
ecacia. (San Juan XXIII, Mater et Magistra, nº 224. Cursivas
nuestras)
No podremos construir la civilización del amor, como lo ense-
ñaron los Romanos Pontíces, si en primer lugar no estudiamos ese
“cuerpo doctrinal” que constituye la Doctrina Social de la Iglesia, y
además procuremos ponerlos en práctica. Sólo así lo que realicemos
será ecaz, porque verdaderamente transformará el orden social se-
gún el Evangelio de Jesús y le permitirá alcanzar la plenitud a la que
está llamado.
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