Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
La caridad política, testimonio
cristiano en la ciudad
Political charity, christian witness in the city
Ricardo von Büren
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
ricardo.vonburen@unsta.edu.ar
ORCID: 0009-0006-6548-997X
Resumen:
La Caridad Política es uno de los ejes cen-
trales de la Doctrina Social de la Iglesia.
En este trabajo, se expone, primero (ver),
los lugares en que la expresión es utili-
zada por Francisco y el magisterio pre-
cedente. Luego (juzgar), se explicita qué
es la Caridad Política, entendida como
manifestación social de la virtud teológi-
ca de la Caridad y su distinción de otras
virtudes sólo naturales como la justicia, la
lantropía o la benecencia. Y al n, en
tercer lugar (actuar), se señalan algunas
orientaciones para la acción que ayudan a
hacerla presente en la realidad de nuestro
tiempo.
Palabras claves:
Dimensión social del mensaje de Cristo,
magisterio de la Iglesia, caridad política,
vocación laical
Abstract:
Political Charity is one of the cen-
tral axes of the social Doctrine of the
Church. In this work we show, rst of
all (see), the places in which the expres-
sión is used by Francis and the prece-
ding magisterium. Then, secondly (jud-
ge), it is explained what Political Charity
is, understood as a social manifestation
of the theological virtue of Charity and
its distinction from other only natural
virtues, such as justice, philanthropy or
benecence. And nally, in third place
(act), some guidelines for action are in-
dicated that help to make it present in
the reality of our time.
Keywords:
Social dimensión of the message of
Christ, teaching of the Church, political
charity, lay vocation
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Ricardo von Büren
Introducción
La caridad no pasará jamás. Las profecías
acabarán, el don de lenguas terminará, la
ciencia desaparecerá, porque nuestra cien-
cia es imperfecta y nuestras profecías limi-
tadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesa-
rá lo que es imperfecto (...) En una palabra,
ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y
la caridad, pero la más grande de todas es la
caridad (1 Cor 13:8-10, 13)
La caridad política es uno de los ejes centrales de la Doctrina So-
cial de la Iglesia que Francisco ha colocado entre sus prioridades pas-
torales1. Su fundamento se remonta al Mensaje social de Jesús: Les
doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, así como
Yo los he amado (Jn 13:34), que ha inspirado siempre la enseñanza y
la praxis católica, transformándola en un “signo de contradicción” (cf.
Lc 2:34) a lo largo de la historia.
Desde su mismo origen, la Iglesia aparece en medio del mundo
predicando una religión del Amor –“Dios es amor”, dice San Juan
en el Evangelio–, de la Caridad, del amor a Dios y al prójimo. Esta
insistencia en el amor llevó a algunos representativos pensadores
ateos contemporáneos, como Nietzsche, a burlarse del Cristianis-
mo por ser “religión de borregos”. (Sacheri, 2021, p. 83)2
1 Dice Benedicto XVI: “La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la
Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina pro-
vienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley
(cf. Mt 22:36-40). Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con
el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades,
la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las rela-
ciones sociales, económicas y políticas”, en Caritas in Veritate, n° 2. Cf. Francisco,
Evangelii Gaudium, n° 205 y Fratelli Tutti, n° 181.
2
En un texto que data del 197 d.C., decía Tertuliano: “Es precisamente la demostra-
ción del amor entre nosotros lo que nos atrae el odio de algunos que dicen: ‘¡mirad
cómo se aman!’, mientras ellos se odian entre sí. ¡Mirad cómo cada uno está dispues-
to a morir gustosamente por el otro!, mientras ellos están dispuestos, más bien, a
matarse unos a otros” (Apologeticum, 39).
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Vamos a desarrollar la exposición sobre la caridad política si-
guiendo los tres pasos de la virtud de la prudencia: ver, juzgar y ac-
tuar, tan apreciada en el ejercicio del apostolado y la pastoral social
eclesial3. Primero, vamos a registrar los lugares en los que Francisco y
el magisterio anterior se reeren a ella, sea utilizando esa expresión o
bien otras análogas como amor político o misericordia. Luego, expli-
citaremos en qué consiste la caridad política y, nalmente, expondre-
mos algunas orientaciones para aplicarla en nuestro tiempo.
I. Ver: La “doble pertenencia” de las enseñanzas
de Francisco en torno a la caridad política
Que Cristo habite en sus corazones por la fe,
y sean arraigados y edicados en el amor.
Así podrán comprender, con todos los san-
tos, cuál es la anchura y la longitud, la altura
y la profundidad, en una palabra, ustedes
podrán conocer el amor de Cristo, que supe-
ra todo conocimiento, para ser colmados por
la plenitud de Dios (Ef 3:17-19)
La reexión sobre la caridad política recorre transversalmente la
obra de Francisco. Con todo, no es una noción que él haya inventado
sino que, por el contrario, la recoge del acervo sapiencial de la Iglesia,
es decir, de “nuestra tradición social católica”, como la llama el propio
Santo Padre, conformada a “la luz del Evangelio, de las virtudes teolo-
gales y de los principios de la doctrina social de la Iglesia” (Francisco,
2023, p. 12). Por ello, el abordaje que efectúa sobre el tema, reconoce
una doble pertenencia doctrinal: a su propio magisterio, por un lado,
3
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n° 1780, 1788, 1805, 1906 y 2109; Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia, n° 73, 422, 547 y 548 y Congregación para la Edu-
cación Católica, Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina Social
de la Iglesia en la formación de los sacerdotes, n° 6-7. En la nota 1147, el Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia remite expresamente a Santo Tomás de Aquino,
Summa Theologiae, para explicar en detalle los alcances de la virtud de la prudencia.
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y al magisterio social de la Iglesia en su conjunto, especialmente el de
sus antecesores más cercanos, por el otro4.
1.- Su propio magisterio
No resulta extraño que Francisco hable de caridad y de caridad
política, cuando todo su servicio en la Sede Romana está atravesado
por el amor y la misericordia5. Se hace presente en el lema Miserando
atque eligendo (“Lo miró con misericordia y lo eligió”), que luce el
escudo ponticio del Santo Padre y que, incluso, había usado también
en su escudo episcopal como Arzobispo de Buenos Aires. La frase está
tomada de las Homilías de San Beda el Venerable (Siglos VII-VIII),
quien comentando el Evangelio de San Mateo (Mt 9:9), escribió: “Vio
Jesús a un publicano y como le miró con sentimientos de amor lo
eligió y le dijo: Sígueme”6.
4
Este recurso interpretativo, que indaga en esa “doble pertenencia” de cualquier do-
cumento magisterial (a la enseñanza de su autor, en particular, y a la Doctrina Social
de la Iglesia, en general), es una garantía de seguridad para alcanzar su recto entendi-
miento. Al respecto, y como ejemplo, cf. Benedicto XVI, Caritas in Veritate, nº 10: “A
más de cuarenta años de su publicación, la relectura de la Populorum Progressio insta
a permanecer eles a su mensaje de caridad y de verdad, considerándolo en el ámbito
del magisterio especíco de Pablo VI y, más en general, dentro de la tradición de la doc-
trina social de la Iglesia. Se han de valorar después los diversos términos en que hoy, a
diferencia de entonces, se plantea el problema del desarrollo. El punto de vista correc-
to, por tanto, es el de la Tradición de la fe apostólica, patrimonio antiguo y nuevo, fuera
del cual la Populorum Progressio sería un documento sin raíces y las cuestiones sobre
el desarrollo se reducirían únicamente a datos sociológicos”. Cursivas en el original.
5
Analizando el magisterio del Santo Padre, Scanonne (2018, pp. 13, 24) reconoce en
él el “hilo conductor -tan genuinamente evangélico y típicamente bergogliano- de la
misericordia” y señala que “la ética social del papa Francisco y sus aportaciones a la
doctrina social de la Iglesia son radicalmente teológicas, porque nacen del seno mis-
mo de la Trinidad, están centradas en Cristo y su seguimiento, y se van hilvanando
según el ritmo teologal de la misericordia”. Cf. nuestra “Recensión bibliográca” a
esta obra (von Büren, 2018, pp. 101-106).
6
El texto que inspira a San Beda, y por su conducto a Francisco, dice: Jesús vio a un
hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos,
y le dijo: ‘Sígueme’. Él se levantó y lo siguió (Mt 9:9). En los otros sinópticos se precisa
que Mateo era un publicano (Lc 5:27), llamado Leví, hijo de Alfeo (Mc 2:13), que luego
de seguirlo, ofreció a Jesús un gran banquete en su casa, ocasión en la cual Cristo
predica la misericordia con los pecadores, para que se conviertan (Lc 5:32). El tex-
to de Mateo expresa: Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos
41
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La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
Yendo a las enseñanzas de Francisco, la caridad y su refracción en
la ciudad aparece en su primera encíclica, Lumen Fidei, en la que en un
delicado ejemplo de continuidad doctrinal se sirve del proyecto de docu-
mento que sobre el asunto había iniciado Benedicto XVI, sin poder con-
cluirlo. Retomando ese escrito, que le fuera entregado generosamente
por el Papa Ratzinger, al que complementa con reexiones propias, el
Santo Padre publica el texto denitivo en el que dedica el Capítulo IV a
la Fe, poniéndola en relación con la Caridad y su proyección social.
Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edican, en
la caridad, una ciudad construida sobre relaciones que tienen
como fundamento el amor de Dios. (Francisco, Lumen Fidei,
n° 51)
El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia
Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de
verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarro-
llo, no es el resultado de nuestro esfuerzo, sino un don. (Benedic-
to XVI, Caritas in Veritate, n° 79)
El interés apostólico de Francisco por el tema y el uso explícito
de la expresión “caridad política”, se aprecia en diversas interven-
ciones suyas, entre las que destacamos el documento programático
de su ponticado, la exhortación Evangelii Gaudium, la exhortación
Christus vivit, y sus Catequesis Curar el mundo. Pero es en sus dos
encíclicas sociales, Laudato si y Fratelli Tutti donde no sólo aparece
la locución, sino donde desarrolla extensamente la enseñanza sobre
la caridad política, en sintonía con el magisterio precedente7.
publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con Él y sus discípulos. Al ver esto, los
fariseos dijeron a los discípulos: ‘¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecado-
res?’ Jesús, que había oído, respondió: ‘No son los sanos los que tienen necesidad del
médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué signica: ‘Yo quiero misericordia
y no sacricios’. Porque Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores’
(Mt 9:10-13). El pasaje que inspira a San Beda, tiene un paralelo notable con aquel del
Joven Rico, a quien, dice el Evangelio, Jesús lo miró con amor (Mc 10:21).
7
En Fratelli Tutti, Francisco articula su reexión a partir de una meditación de la
parábola del Buen Samaritano (Lc 10:29-37), la que en la tradición católica, como
un “símbolo del amor gratuito de Cristo por el hombre caído, es presentada como
El desarrollo necesita cristianos
con los brazos levantados hacia
Dios en oración, cristianos cons-
cientes de que el amor lleno de
verdad, caritas in veritate, del
que procede el auténtico desarro-
llo, no es el resultado de nuestro
esfuerzo, sino un don. (Benedicto
XVI, Caritas in Veritate, n° 79)
Las manos de la fe se alzan al
cielo, pero a la vez edican, en
la caridad, una ciudad construi-
da sobre relaciones que tienen
como fundamento el amor de
Dios. (Francisco, Lumen Fidei,
n° 51)
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Ricardo von Büren
2.- “La tradición social católica”
2.a) Las fuentes doctrinales directas
Si recorremos la enseñanza social de Francisco, podemos iden-
ticar cuáles son las fuentes magisteriales directas que hablan explí-
citamente de la “caridad política” y que inspiran su propio discurso.
Ellas son: Pío XI, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
-publicado durante el ponticado de San Juan Pablo II- y Benedicto
XVI.
La primera instancia magisterial que inspira a Francisco es Pío
XI, el Papa que introduce la expresión “caridad política” en la Doc-
trina Social de la Iglesia. Lo hace en ocasión de las querellas con el
régimen fascista y su jefe, Benito Mussolini, que acusaba a la Iglesia
y a sus dirigentes seglares de inmiscuirse indebidamente en cuestio-
nes políticas8. Pío XI rechaza la acusación y proclama la legitimidad
de la labor de los laicos cristianos en el mundo, instándolos a prac-
ticar la caridad en todos los ámbitos públicos de las ciudades: “el
campo político abarca los intereses de la sociedad entera; y en este
sentido, es el campo de la más vasta caridad, de la caridad política,
de la caridad de la sociedad” (Pío XI, “Discurso a los Dirigentes de
la Federación de Universitarios Católicos Italianos - FUCI-”, 18 de
diciembre de 1927).
Cuatro años después (1931), en Quadragesimo Anno, n° 88, y
como el mejor modo de enfrentar la dictadura económica del que
llama “imperialismo internacional del dinero” (nº 109), Pío XI ex-
paradigmática para los eles cristianos” (Sáenz, 1994, p. 328). La parábola del Buen
Samaritano expone, según los Padres, una mirada cristológica sobre el Plan de Dios,
tomando como eje al hombre que está despojado de sus bienes naturales y expoliado
de los sobrenaturales. Nadie, sino sólo Dios lo ayuda y se hace su prójimo en el sama-
ritano, gura de Cristo. Al respecto, cf. Ratzinger (2018, pp. 275-277).
8
Las dicultades que afrontó la Iglesia ante el régimen fascista, tuvieron soluciones ins-
titucionales como el Pacto de Letrán (1929), que terminó con un enfrentamiento que da-
taba del siglo XIX, y que estuvo vigente hasta su reforma en 1983, durante el ponticado
de San Juan Pablo II. Sin perjuicio de lo cual, la situación inestable y las rispideces con
el gobierno mussoliniano fueron constantes, lo que llevó a Pío XI a publicar su encíclica
Non abbiamo bisogno (1931) en la que se expresa en duros términos contra el fascismo.
43
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La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
horta a la búsqueda de un nuevo orden comunitario sostenido en los
“principios más elevados y más nobles”, que son “la justicia social y
la caridad social”9. Virtudes que no se reducen a los aspectos indivi-
duales de la vida personal, sino que tienen una explícita dimensión
política que se ejercita “construyendo un orden social y jurídico”, en
el que “las instituciones públicas y toda la vida social estén imbui-
das de esa justicia” y en el que “la caridad social debe ser como el
alma”10.
Es también fuente directa e inmediata, el Compendio de la Doc-
trina Social de la Iglesia, documento, dice Francisco, “cuyo uso
recomiendo vivamente” por tratarse de “un instrumento muy ade-
cuado” (Evangelii Gaudium, n° 184), para profundizar seria y or-
gánicamente en el estudio de la enseñanza social católica. Rerién-
dose a la dimensión social de la caridad y su carácter fundamental
como parámetro ético comunitario, que explicita su rol esencial en
el ámbito público, leemos en él:
9
Señala Royo Marín, que “la expresión caridad social -desconocida por la teología
clásica, lo mismo que la de justicia social- ha sido empleada repetidas veces por los
últimos Romanos Pontíces, sobre todo por Pío XI”, en Royo Marín, A. (1963), p.
549. Cursivas en el original. En la nota nº 181 al n° 186 de Fratelli Tutti, Francisco,
luego de señalar que “la doctrina moral católica, siguiendo la enseñanza de Santo
Tomás de Aquino, distingue entre el ‘acto elícito’ y el acto ‘imperado’, y de citar al
Aquinate en su Summa Theologiae, I-II, qq. 8-17, lo hace también con el jesuita Mar-
celino Zalba y el dominico Antonio Royo Marín, remitiendo a la obra de este último
Teología de la Perfección Cristiana, a la que vamos a recurrir más adelante.
10
Dos años luego, Pío XI reitera esta enseñanza: “El participar de la vida política res-
ponde a un deber de caridad social, por cuanto todo ciudadano debe contribuir según
sus posibilidades al bienestar de la propia nación. Y cuando tal participación está
inspirada en los principios del cristianismo, no puede menos de producir gran bien
no solo en la vida social, sino también en la vida religiosa. Por lo tanto, la Acción Ca-
tólica, aún sin hacer política, en el sentido estricto de la palabra prepara a sus adeptos
para que hagan buena política, inspirada totalmente en los principios del cristianis-
mo que son los que solamente pueden llevar la prosperidad y la paz a los pueblos, de
manera que no resulte aquel hecho que es en sí monstruoso y no infrecuente, por el
cual hombres que se dicen católicos tengan una conciencia en la vida privada y otra
conciencia en la vida pública”, en Pío XI, Ex Ociosis Litteris, n° 7. Carta Apostólica
sobre el régimen de la Acción Católica en Portugal, 10 de noviembre de 1933. Como
puede verse, Pío XI habla de una “buena política”, expresión que ha de usar también
Francisco en Fratelli Tutti, n° 182.
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Ricardo von Büren
La caridad, a menudo limitada al ámbito de las relaciones de
proximidad, o circunscripta únicamente a los aspectos mera-
mente subjetivos de la actuación en favor del otro, debe ser re-
considerada en su auténtico valor de criterio superior y univer-
sal de toda la ética social. De todas las vías, incluidas las que se
buscan y recorren para afrontar las formas siempre nuevas de
la actual cuestión social, la “más excelente” (I Cor 12:31) es la
vía trazada por la caridad. (Compendio de la Doctrina Social
de la Iglesia, n° 204)
El Papa cita varios pasajes de ese documento para fundar su
propio discurso sobre la caridad política, como los n° 208, 392, 581,
582. Transcribimos uno de ellos en el que se observa los efectos so-
ciales del amor, mostrando las dos caras de la caridad, la personal y
la social y política:
En muchos aspectos, el prójimo que tenemos que amar se pre-
senta en sociedad, de modo que amarlo realmente, socorrer su
necesidad o su indigencia, puede signicar algo distinto del bien
que se le puede desear en el plano puramente individual: amar-
lo en el plano social signica, según las situaciones, servirse
de las mediaciones sociales para mejorar su vida, o bien eli-
minar los factores sociales que causan su indigencia. La obra
de misericordia con la que se responde aquí y ahora a una ne-
cesidad real y urgente del prójimo es, indudablemente, un acto
de caridad; pero es un acto de caridad igualmente indispensa-
ble el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad
de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria, sobre
todo cuando ésta se convierte en la situación en que se debaten
un inmenso número de personas y hasta de pueblos enteros,
situación que asume, hoy, las proporciones de una verdadera
y propia cuestión social mundial. (Compendio de la Doctrina
Social de la Iglesia, nº 208. Cursivas en el original)
Finalmente, señalamos el inujo más fuerte sobre la enseñanza
de Francisco, que es el ejercido por la encíclica Caritas in Veritate,
45
Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
en la que Benedicto XVI reexiona sobre la dimensión social de la
caridad y su impacto sobre la vida de la ciudad, la pólis. Lo hace
explayándose acerca de lo que había expuesto en su encíclica pro-
gramática, Deus Caritas est, n° 29: “La caridad debe animar toda
la existencia de los eles laicos y, por tanto, su actividad política,
vivida como ‘caridad social’ (Catecismo de la Iglesia Católica, n°
1939)”11. Incluso, destacamos que mientras desarrollaba el ponti-
cado, publicó el libro de su autoría titulado, precisamente, La Cari-
dad Política, que recoge cuatro importantes alocuciones pronuncia-
das ante diversos auditorios involucrados en el diseño y la gestión
de la cosa pública12.
En un texto cuya enseñanza Francisco ha de prolongar y pro-
fundizar en su propio magisterio, y en el cual se observa una precisa
síntesis doctrinal sobre el sentido de la caridad política, expresa Be-
nedicto XVI:
Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia
y caridad. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado,
y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructu-
ran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se
congura así como pólis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto
más ecazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que
responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está
llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades
de incidir en la pólis. Ésta es la vía institucional –también políti-
ca, podríamos decir– de la caridad, no menos cualicada e inci-
11
En el n° 31 de Deus Caritas est, Benedicto XVI efectúa una aguda crítica del mar-
xismo, precisamente porque esta ideología rechaza la caridad, a la que concibe erró-
neamente como un constructo que sería funcional a los intereses de los que denomi-
na “sectores explotadores”.
12
Benedicto XVI. (2014). La Caridad Política. Discursos a los hombres y a las muje-
res que participan en las instituciones públicas. Romana; con prólogo del Cardenal
Antonio Cañizares, traducción de Pedro Antonio Moreno. Los textos son: el “Discur-
so a las Autoridades Políticas y Civiles de la República Checa” (26 de septiembre de
2009), el “Discurso a las Autoridades Civiles Británicas” (17 de septiembre de 2010),
el “Discurso al Parlamento Federal” (22 de septiembre de 2011) y, por último, el
“Discurso a las Autoridades de Milán” (1 de junio de 2012).
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siva de lo que pueda ser la caridad que encuentra directamente
al prójimo fuera de las mediaciones institucionales de la pólis.
El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la
caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramen-
te secular y político. (Benedicto XVI, Caritas in Veritate, nº 7.
Cursivas en el original)
2.b) Las fuentes doctrinales indirectas
Hemos señalado que en el año 1927 se introduce la expresión “ca-
ridad política” en el magisterio con el Discurso de Pío XI a la FUCI13.
Pero la idea que esa expresión encierra, pertenece al corazón mismo
de la Doctrina Social de la Iglesia. Esto se puede corroborar con un
pasaje de la enseñanza del predecesor inmediato de Pío XI, Benedicto
XV, que en 1920 expresara:
El Evangelio no presenta una ley de la caridad para las personas
particulares y otra ley distinta para los Estados y las naciones,
que en denitiva están compuestas por hombres particulares (...)
Ella es la esencia y la vida del cristianismo, cuya fuerza reside por
completo en la caridad, como lo indica el hecho de que la predica-
ción de la ley cristiana recibe el nombre de “Evangelio de la paz”
(Ef 6:15). (Benedicto XV, Pacem Dei munus, n° 11 y n° 3)14
La continuidad doctrinal en torno a la caridad política se aprecia
décadas luego, en el magisterio social del Concilio Vaticano II. Así,
13
En su Mensaje de Cuaresma del 2020, Francisco vuelve a referirse al tema y a citar
a Pío XI: “Como ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es
una forma eminente de caridad –cf. Pío XI, Discurso a la FUCI, 18 diciembre 1927–”.
14
Hablando de “aquella norma peculiar de la doctrina evangélica”, o sea, “el precep-
to de la caridad, que Cristo Nuestro Señor predicó como su primero y más grande
mandamiento y como un resumen y compendio de todos los demás”, Pío XI recuerda
que su “llorado predecesor”, Benedicto XV, “en aquel tiempo en que la guerra recru-
decía casi por todas partes y se extendían las rivalidades”, lo “recomendó con tanta
insistencia y fue como la enseña de su ponticado” (Pío XI, Nova impendet, n° 4).
Este documento de Pío XI, de nes de 1931, continúa sus enseñanzas sobre la caridad
impartidas el mismo año en Quadragesimo Anno y precede a las vertidas en Caritate
Christi compulsi (1932).
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La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
Gaudium et Spes n° 75, insta a quienes tienen vocación política a que
“se consagren con sinceridad y rectitud, más aún, con caridad y forta-
leza política, al servicio de todos”15. De este modo,
La Iglesia, fundada en el amor del Redentor, contribuye a difun-
dir cada vez más el reino de la justicia y de la caridad en el seno
de cada nación y entre las naciones. Predicando la verdad evan-
gélica e iluminando todos los sectores de la acción humana con su
doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve
también la libertad y la responsabilidad políticas del ciudadano.
(Gaudium et Spes, nº 76, párr. 3).
Y en Apostolicam Actuositatem, núms. 7-8, el Concilio exhorta:
Que los seglares acepten como obligación propia el instaurar el
orden temporal y el actuar directamente y de forma concreta en
dicho orden, dirigidos por la luz del Evangelio y la mente de la
Iglesia y movidos por la caridad (...) Para que este ejercicio de la
caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal,
es necesario ver en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha
sido creado, y a Cristo Señor, a quien en realidad se ofrece lo que
al necesitado se da.
Por otra parte, la consulta de sus escritos, muestra que además
de hablar de caridad política, Francisco utiliza también como sinóni-
mos los términos “amor” o “misericordia”16. Expresiones que están
15
El pasaje completo dice: “Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer este
arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla
con olvido del propio interés y de toda ganancia venal. Luchen con integridad moral y
con prudencia contra la injusticia y la opresión, contra la intolerancia y el absolutismo
de un solo hombre o de un solo partido político; conságrense con sinceridad y rectitud,
más aún, con caridad y fortaleza política, al servicio de todos” (Gaudium et Spes, nº
75). Este parágrafo remite en nota a Pío XI. (1960). Alocución a los dirigentes de la
Federación Universitaria Católica. En Discorsi di Pio XI. Vol. I (p. 743). Bertetto.
16
Cf. Laudato si (n° 231) y Fratelli Tutti (núms. 180-182 y 186), donde se reere al
“amor social” o “amor político”, en un sentido idéntico a “caridad política”. Y en otro
lugar, enseña que “la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia”
(Francisco, Misericordiae vultus, n° 10).
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Ricardo von Büren
presentes en sus predecesores como San Juan Pablo II (que mucho
antes de su ponticado había cultivado su veta poética volcándola
sobre el tema17), quien enseña en Dives in Misericordia, nº 14: “El
mundo de los hombres puede hacerse cada vez más humano, úni-
camente si introducimos en el ámbito pluriforme de las relaciones
humanas y sociales, junto con la justicia, el amor misericordioso”18.
Incluso San Pablo VI, que habló de “caridad social”19, ha acuñado
la expresión “Civilización del Amor”, es decir “Civilización de la Cari-
dad”, que ha sido incorporada al magisterio social posterior, ponti-
cal y episcopal20. Con ella, señala el norte del apostolado social de la
17
En su “Canto del Dios escondido”, dice Karol Wojtyla: “El Amor me ha explicado
todas las cosas, el Amor ha resuelto todo para mí. Por eso, admiro el Amor donde
quiera que se encuentre”, en Poesías, 1982. Este poema, que data de 1944, es el que
reza su autor cuando es elegido Sumo Pontíce en la película “Karol, el hombre que
se convirtió en Papa”.
18 Al respecto, señala Schooyans (2006, p. 116), que “es en Dives in Misericordia
(1980), donde el Papa (San Juan Pablo II) reformula una teología de la justicia en
términos de una teología de la misericordia. Posteriormente (…) en Sollicitudo rei
socialis, el Papa reformula una teología de la caridad en términos de una teología de
la solidaridad. En el corazón de la argumentación del Papa se encuentra la arma-
ción según la cual, nosotros participamos –incompletamente, imperfectamente, por
cierto– en la magníca fuente del amor misericordioso, que nos ha sido revelada
por Él –Jesucristo– (DM 15, 3)”, Cursivas en el original, paréntesis nuestros. Por otra
parte, San Juan Pablo II habla de “amor social” en el documento programático de su
ponticado, la encíclica Redemptor Hominis, n° 15.
19
El lunes 16 de noviembre de 1970, en su “Discurso a la FAO –The Food and Agri-
culture Organization–” (también conocida por su sigla ONUAA –Organización de
las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura–), en ocasión del 25º ani-
versario de esta institución, San Pablo VI, citando a Delos, expresó: “La crisis actual
no podría ser superada más que por el amor. Porque, si ‘la justicia social nos hace
respetar el bien común, la caridad social nos lo hace amar’”. Lo entrecomillado co-
rresponde a la nota 24 del texto del Santo Padre, que reza: “R.P. J.-T. Delos, O.P.,
Le bien commun international, en Actas de la XXIV Semana Social de Francia, Le
désordre de l’économie internationale et la pensée chrétienne, Paris, Gabalda, 1932,
p. 210”. Cursivas en el original.
20
En la Homilía del 25 de diciembre de 1975, durante el Rito solemne de Clausura
del Año Santo, aludiendo a uno de los objetivos del impulso apostólico de la Iglesia
en lo temporal, San Pablo VI se reere por primera vez a la “Civilización del Amor”,
que entendida “como n al que deben tender todos los esfuerzos en el campo social y
cultural, lo mismo que económico y político” (San Juan Pablo II, Dives in Misericor-
dia, n° 14; cf. Redemptoris Missio, n° 51), se abre camino en las enseñanzas del Ma-
gisterio eclesial hasta nuestros días, en que los cristianos son convocados a “trabajar
sin descanso en la construcción de la Civilización del Amor” (Benedicto XVI, Sacra-
49
Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
Iglesia contemporánea, cuya nalidad es impregnar con el espíritu
del Evangelio todo el orden temporal, instaurándolo en Cristo21. Lo
recuerda el Santo Padre:
Sabemos que el amor fructica a las familias y las amistades; pero
está bien recordar que fructica también las relaciones sociales,
culturales, económicas y políticas, permitiéndonos construir una
“Civilización del Amor”, como le gustaba decir a San Pablo VI y,
siguiendo su huella, a San Juan Pablo II. (Francisco, 2023, p. 6)22
II. Juzgar: ¿Qué es la Caridad Política?
Por su obediencia a la verdad, ustedes se han
puricado para amarse como hermanos.
Ámense constantemente los unos a los otros
con un corazón puro, como quienes han sido
engendrados de nuevo, no por un germen
corruptible, sino incorruptible: la Palabra de
Dios (1 Pe 1:22-23)
Vistos los lugares en los que con una notable continuidad doctri-
nal a través de los tiempos el magisterio social católico se reere a la
caridad o amor político, podemos pasar a profundizar la explicación
del sentido de la expresión.
mentum Caritatis, n° 90). Al respecto y sin ánimos de exhaustividad, cf. las referen-
cias a la Civilización del Amor efectuadas por las III° (1979), IV° (1992) y V° (2008)
Conferencias Episcopales Latinoamericanas y del Caribe: Documento de Puebla, n°
1188 y Mensaje a los pueblos, n° 8; Documento de Santo Domingo, n° 1916 y n° 1975
y Documento de Aparecida, n° 128 y n° 537, respectivamente. Igualmente, el Com-
pendio de la Doctrina Social de la Iglesia, núms. 575-583.
21
De nuestra parte, nos referimos a la Civilización del Amor como uno de los nes
de la Doctrina Social de la Iglesia (su n formal o nis quo), en von Büren (2019, pp.
207-227) especialmente cap. IX: “La edicación de la Civilización del Amor”.
22 En términos similares, en Laudato si, n° 231 recuerda que la Caridad “no sólo
afecta a las relaciones entre los individuos, sino a ‘las macro-relaciones, como las re-
laciones sociales, económicas y políticas’ (Benedicto XVI, Caritas in Veritate, nº 2).
Por eso, la Iglesia propuso al mundo el ideal de una ‘Civilización del Amor’ (San Pablo
VI, ‘Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1977’). El amor social es la clave de
un auténtico desarrollo”.
50 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
Ricardo von Büren
Hablamos de una locución que está compuesta de dos términos,
“caridad” y “política” (Galindo García, 2003). El primero hace referen-
cia a una de las tres virtudes teologales, cuyo objeto es Amar a Dios
sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo y, el segundo, a
su proyección en las acciones orientadas al bien común de la ciudad:
El que dice: ‘Amo a Dios’, y no ama a su hermano, es un mentiroso.
¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano,
a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que
ama a Dios debe amar también a su hermano (1 Jn 4:20). Enseña el
Santo Padre:
Un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando
se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de
justicia para todos, entra en “el campo de la más amplia caridad, la
caridad política” –Pio XI, Discurso a la FUCI, 18 de diciembre de
1927–. (Francisco, Fratelli Tutti, n° 180)
1.- La caridad: virtud cristiana
En un primer acercamiento a su concepto, es bueno señalar “lo
que no es la caridad”23. Especialmente en una época como la nuestra,
de tantas confusiones, en la que las tres virtudes teologales son des-
naturalizadas y malentendidas:
En estos tiempos de “homolia”, de insipidez y decadencia univer-
sales, presenciamos cómo se despoja a la Fe y a la Esperanza de
su contenido sobrenatural. La Fe en Dios se ha convertido en “fe
en el hombre” (somos así más “fraternos” y hasta “camaradas”). La
Esperanza del Cielo ha derivado hacia los “paraísos terrestres”. En
23 Grácamente, van Thuân describe algunas caricaturas de la verdadera caridad:
“Hay muchos tipos de ‘caridad’. Hay un tipo ruidoso: es la caridad que va propalando
sus propias buenas obras; está la caridad que reclama créditos por cualquier cosa que
haga por los demás: es la caridad del banco; está la caridad de las ayudas alimenta-
rias: es la caridad del zoológico; está la caridad que mira por encima del hombro a
quien la recibe: es la caridad paternalista; está la caridad de vigilar tu opinión: es la
caridad del dictador; está la caridad del exhibicionista: es la caridad del fraude” (van
Thuân, 2004, n° 756, p. 87).
51
Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
otras palabras, es el enloquecimiento de las virtudes cristianas del
cual habló Chesterton. Así, la Caridad, una vez despojada de sus
coordenadas, queda rápidamente reducida a un mero “humanita-
rismo” que constituye la más grave falsicación de la Caridad y del
Cristianismo mismo, del cual aquella constituye el núcleo esencial.
(Sacheri, 1968, p. 45)24
La caridad no debe ser reducida ni confundida con otras virtu-
des, importantes para el dinamismo moral de las personas, pero que
son simplemente naturales. Esto es, que pueden ser adquiridas por el
esfuerzo de una voluntad humana iluminada por la inteligencia25. La
caridad es una virtud sobrenatural, que no nace ni se desarrolla sólo
por la decisión racional del hombre, sino que opera como una fuerza
infundida por Dios en el alma, que le permite al ser humano dar un
testimonio superior al meramente humano:
En la tradición cristiana, fe, esperanza y caridad son mucho más
que sentimientos o actitudes. Son virtudes infundidas en nosotros
por la gracia del Espíritu Santo –cfr. Catecismo de la Iglesia Ca-
tólica, nº 1812-1813–. (Francisco, 2023, p. 10)
Por su fundamento en Dios, es que la caridad, “el amor auténtico
no razona, no pone límites, no calcula, no recuerda el bien que ha
hecho ni las ofensas que ha recibido, nunca pone condiciones. Si hay
condiciones, ya no hay amor” (van Thuân, 2005, pp. 17-18). Sólo la
caridad permite “dar hasta que duela”, como pedía Santa Teresa de
Calcuta e, incluso, amar al adversario. Y llegar al extremo humana-
24
En efecto, dice Hahn: “hoy en día la fraternidad humana universal está en boca de
todos, pero la mayoría de la gente la entiende de forma sentimental, sin asomo de lo
sobrenatural” (2009, p. 52).
25
Al respecto, señala Congar: “La caridad cristiana no es una simple lantropía, una
simple empresa de benecencia, sino que debe llevar consigo los estigmas de la cari-
dad de Cristo y conformarse a las condiciones esenciales de la vida con Cristo” (1967,
p. 276). Por su parte, expresa Castellani: “Cristo se proclama Dios y da a la Huma-
nidad un mandato que sólo Dios puede inventar… Es sobrenatural; está más allá de
las facultades del hombre tal como las conocemos; para poder cumplirlo hay que
recurrir a Dios (...) El Amor Cristiano es una novedad absoluta” (2019, pp. 309 y 311).
52 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
Ricardo von Büren
mente inexplicable de entregar la vida por él, como lo hizo Jesús. La
prueba de que Dios nos ama es que Jesús dio su vida por nosotros
cuando éramos sus enemigos26. Toda la Revelación, pero en especial
el Nuevo Testamento, está impregnada de amor, de caridad, de mi-
sericordia, que proviene de Dios: Sí. Dios amó tanto al mundo, que
entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no muera,
sino que tenga Vida eterna (Jn 3:16)27. Por ello, El que no ama no ha
conocido a Dios, porque Dios es amor (1 Jn 4:8)28.
Francisco recoge la sabiduría cristiana e inspirado en ella, la
transmite actualizada en nuestro tiempo, mostrando todas sus vir-
tualidades para hacer frente a los problemas de nuestra época. Su en-
señanza en torno de la caridad política, no es sino una manifestación
contemporánea de las verdades de siempre, sostenidas en la Palabra:
Dios mismo les ha enseñado a amarse los unos a los otros (1 Tes 4:9).
Se trata de seguir las huellas de Jesús, que enseña: Les he dado el
ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes (Jn 13:15).
Apoyándose en el Señor, Francisco medita en Gaudete et Exsultate
sobre dos textos que propone como núcleos centrales para la vida del
cristiano en sociedad, los que son expresión de la caridad individual y
social. Se reere, en el primer caso, a lo que llama “el carnet de identi-
dad del cristiano” (nº 63), las Bienaventuranzas (cf. Mt 5:3-12; Lc 6:20-
23), y a lo que, en el segundo caso, y profundizando en una de aquellas
llama “el gran protocolo sobre el que seremos juzgados” (nº 95): Tuve
hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero
26
Leemos en un documento cristiano del siglo II, el Discurso a Diogneto: “Él mismo,
por pura misericordia, cargó sobre sí nuestros pecados; Él mismo entregó a su propio
Hijo como rescate por nosotros; al Santo por los pecadores, al Inocente por los mal-
vados, al Justo por los injustos, al Incorruptible por los corruptibles, al Inmortal por
los mortales. Porque ¿qué otra cosa podría cubrir nuestros pecados sino la justicia
suya? ¿En quién otro podríamos ser justicados nosotros, inicuos e impíos, sino en el
solo Hijo de Dios” (IX, núms. 2-3 y 4).
27
Las entrañas de misericordia que Dios reeja con sus acciones en favor de los hom-
bres, son visibles en dos pasajes del Evangelio que han sido incorporados a la ple-
garia de la Iglesia: La oración de María, la Virgen, el Magnicat (Lc 1:46-55) y la de
Zacarías, el Benedictus (Lc 1:68-79).
28
Dice Petit de Murat: “Dios es amor. No es un frío orden del universo, sino Amor,
Sabiduría que sabe darse. Por eso, para enseñarnos eso, se hizo niño” (2015, p. 11).
53
Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
y me hospedaste, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y me visitas-
te, en la cárcel y viniste a verme ( Mt 25:35-36).
La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaven-
turanzas y el protocolo del juicio nal. Son pocas palabras, sen-
cillas, pero prácticas y válidas para todos, porque el cristianismo
es principalmente para ser practicado, y si es también objeto de
reexión, eso solo es válido cuando nos ayuda a vivir el Evangelio
en la vida cotidiana. Recomiendo vivamente releer con frecuen-
cia estos grandes textos bíblicos, recordarlos, orar con ellos, in-
tentar hacerlos carne. Nos harán bien, nos harán genuinamente
felices. (Francisco, Gaudete et Exsultate, nº 109)29
De lo expuesto emerge, del entramado discursivo de la Doctrina
Social de la Iglesia, uno de sus pilares constitutivos que tiene en Cris-
to su fundamento y nalidad. No se entiende la virtud de la caridad
sin la Persona y el mensaje de Jesús:
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer?; ¿se-
diento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te aloja-
mos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso,
y fuimos a verte? Y el Rey les responderá: Les aseguro que cada
vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hi-
cieron conmigo (Mt 25:37-40).
Mostrando el sentido profundo de la caridad, enraizada en Cristo
que nos comunica el Amor del Dios Trinidad, enseña Francisco:
Para los cristianos, las palabras de Jesús tienen también otra di-
mensión trascendente; implican reconocer al mismo Cristo en
cada hermano abandonado o excluido (Mt 25:40-45). En realidad,
la fe colma de motivaciones inauditas el reconocimiento del otro,
29
Haciéndose cargo en Amoris Laetitia que “la palabra ‘amor’, una de las más utiliza-
das, aparece muchas veces desgurada” (nº 89), Francisco ofrece en el capítulo 4 (núms.
89-119), una meditación sobre el Himno a la Caridad de San Pablo (1 Cor 13:1-7).
54 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
Ricardo von Büren
porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada
ser humano con un amor innito y qué “con ello le conere una
dignidad innita” (San Juan Pablo II, Mensaje a los discapacita-
dos, Ángelus en Osnabrück, Alemania, 16 de noviembre de 1980).
A esto se agrega que creemos que Cristo derramó su sangre por
todos y cada uno, por lo cual nadie queda fuera de su amor univer-
sal. Y si vamos a la fuente última, que es la vida íntima de Dios, nos
encontramos con una comunidad de tres Personas, origen y mode-
lo perfecto de toda vida en común. La teología continúa enrique-
ciéndose gracias a la reexión sobre esta gran verdad. (Francisco,
Fratelli Tutti, n° 85; cf. Benedicto XVI, Caritas in Veritate, n° 5)
2.- El amor político y sus dimensiones: horizontal y vertical
En el plano social, de las interrelaciones humanas, se hacen pre-
sentes la justicia y la caridad, distintas pero articuladas armónicamente
en los diversos vínculos que suscita la vida común. La caridad es una
virtud superior a la justicia, puesto que ésta consiste en dar al otro
“lo suyo”, lo que “le pertenece”, en cambio la caridad impulsa a dar al
otro “lo mío”, lo que me es “propio”, y hacerlo libre y cordialmente. De
ese modo, es posible hacer efectiva la enseñanza de Tomás de Aquino
cuando dice que “la misericordia es la plenitud de la justicia” (Summa
Theologiae, I, q. 21)30. Lo que se verica no sólo en el plano de las re-
laciones personales sino también en las que se desarrollan comunita-
riamente, dándoles una conguración singular, incluso institucional y
legal, inspirada en el Evangelio, que es Cristo31.
Estas verdades cobran mayor relieve si consideramos que desde
una perspectiva histórico-doctrinal ya la tradición losóca clásica
pre-cristiana había alcanzado a conocer la importancia de la concor-
dia y del dar al otro lo que le pertenece, incluso en el ámbito público.
30
Nos hemos referido a ello en von Büren (2021).
31
Cf. De Martini (2013), obra que recoge la tesis del autor para alcanzar el Doc-
torado en Ciencias Jurídicas, titulada: “Presencia de la misericordia en un orden
jurídico cristiano”.
55
Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
Pero sólo en su Encuentro con Jesús, pudo ese impulso natural des-
plegarse plenamente32. Como señala Sampay (1971):
El alto pensamiento griego descubrió que la justicia política es
una forma de la amistad, relación interpersonal que consiste en
hacerse recíprocamente el bien por pura benevolencia. Jesucristo
sublimó esta virtud natural de la amistad porque consideró que
amando al prójimo, a quien Dios ama, se ama a Dios mismo,
siendo este amor al prójimo la virtud sobrenatural de la caridad
fraterna. En consecuencia, para los que siguen con su conducta
a Cristo, la justicia política asume la naturaleza de caridad fra-
terna. Y a esta caridad, que abraza a todos los miembros de la
comunidad, se la designa caridad política. (pp. 19-20)
El hombre dejado al despliegue de sus exclusivas fuerzas natura-
les, no puede hacer todo el bien del que es capaz. Necesita para ello
ser regenerado por la Gracia, que le permite instaurar un nuevo modo
de relaciones con el prójimo, no sólo a nivel individual, sino también
social. Lo expresa Shaw (2022):
La justicia sola no puede lograr la unión completa y la armonía que
harán que la sociedad sea un cuerpo que funcione perfectamente.
Sólo la caridad social, con su énfasis no en los derechos y deberes
sino en el amor al prójimo, puede ofrecernos la “motivación” ne-
cesaria para que apliquemos la generosidad, paciencia y tolerancia
indispensable durante el muy lento proceso de transición entre
una sociedad desorganizada y otra que esté unida en la procura del
bien común. (p. 85)33
32
Expresa Lamas: “El cristianismo se presenta como una superación de la sabiduría
humana, en tanto tiene su fuente en la sabiduría divina, pero no una anulación de
aquella. Lo que es válido a la luz de la razón natural no tiene por qué contrariar las
verdades cristianas, sino todo lo contrario” (1975, p. 112).
33
Por ello, podemos decir, con Sacheri (1973), que la Doctrina Social de la Iglesia
“no hace sino expresar las exigencias de la justicia y de la caridad en el plano de lo
económico, de lo social, de lo político y de lo cultural” (p. 42).
56 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
Ricardo von Büren
La caridad puede expresarse en acciones que repercuten favo-
rablemente en un sólo individuo o, bien, alcanzar con sus efectos a
muchos de ellos. Por eso, “es caridad acompañar a una persona que
sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, aún sin tener con-
tacto directo con esa persona, para modicar las condiciones sociales
que provocan sufrimiento” (Francisco, Fratelli Tutti, nº 186). Es de-
cir que los actos caritativos pueden dirigirse a alguien concreto, pero
pueden orientarse también hacia un conjunto de personas reunidas
en la célula básica de la sociedad, la familia, y podremos hablar, en-
tonces, de caridad familiar. E incluso, beneciar a diferentes grupos
de la sociedad, y estaremos frente a la caridad social, que en su mayor
y más alta expresión se transforma en caridad política, porque tiene
por objeto a la comunidad humana en su conjunto, la pólis:
El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también
civil y político, y se maniesta en todas las acciones que procuran
construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compro-
miso por el bien común son una forma excelente de la caridad.
(Francisco, Laudato Si, n° 231)
Una de las expresiones de la caridad política más arraigadas en el
corazón de los hombres, de cualquier época y condición, se maniesta
en el ejercicio del patriotismo34. Virtud natural que es sublimada por
el cristianismo, como expresa Pío XI que se reere al “legítimo amor
a la patria” y “a los sentimientos de piedad para con la propia nación,
piedad que el recto orden de la caridad cristiana no reprueba, antes
bien con sus normas ennoblece y vivica” (Caritate Christi compulsi,
n° 4). Enseñanza que retoma y continúa Francisco cuando expresa
que “la Iglesia siempre ha exhortado al amor del propio pueblo, de la
patria, a respetar el tesoro de las diversas expresiones culturales, de
usos y costumbres, y del justo modo de vivir enraizado en los pueblos”
(Discurso a la Ponticia Academia de las Ciencias Sociales, 2 de mayo
34
Dice León XIII: “Estamos obligados por la ley de la naturaleza a amar y defender
especialmente aquella ciudad en la que nacimos y crecimos bajo esta luz, hasta el
punto de que un buen ciudadano no puede dudar de que también debe dar su vida
por su patria” (Sapientiae Christianae, párr. 11).
57
Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
de 2019)35. En una página notable de su magisterio, el Papa San Juan
Pablo II profundiza las raíces reveladas de la virtud del patriotismo y
devela su origen en Dios y su proyección en la ciudad de los hombres:
La piedad en la vida civil, es conocida en nuestro tiempo como
amor a la propia Patria o patriotismo. Para un cristiano se trata
de una manifestación, con hechos, del amor cristiano; es también
el cumplimiento del cuarto mandamiento, pues la piedad, en el
sentido que venimos diciendo incluye –como nos enseña Santo
Tomás de Aquino (Summa theologiae, II-II, q. 101, a. 3, ad. 1)–,
honrar a los padres, a los antepasados, a la Patria (…) Conside-
rad, pues, que el amor a Dios Padre, proyectado en el amor a la
Patria, os debe llevar a sentiros unidos y solidarios con todos los
hombres. ¡Creced en Cristo! ¡Amad a vuestra Patria! ¡Cumplid
vuestros deberes profesionales, familiares y de ciudadanos con
competencia y movidos por vuestra condición de hijos adoptivos
de Dios! Ese es el programa. (Discurso sobre el amor de los cris-
tianos a su propia patria, 8 de abril de 1987, pp. 95-96)
La caridad política, asimismo, si es verdaderamente caridad, ade-
más de ocuparse por el hermano para amarlo como Cristo nos amó, no
puede ser indiferente a Dios: Ya sea que ustedes coman, sea que be-
ban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios
(1 Cor 10:31). La caridad supone dos manifestaciones: una horizontal,
dirigida a los demás hombres, individual y socialmente considerados,
a sus valores, a sus patrias, y otra vertical, hacia Dios. Existe una orien-
tación de la caridad política hacia Dios en Cristo36. Enseña Francisco:
35 En otra oportunidad, Francisco expresó: “Es triste ser huérfano de patria”, en
“Diálogo íntimo con el papa Francisco” (entrevista efectuada por Gustavo Sylvestre el
5 de abirl de 2023, en https: www.ambito.com/mundo/dialogo-intimo-el-papa-fran-
cisco-5691037). Por ello, dirigiéndose a sus compatriotas, los exhortó: “Es el amor a
la patria que me lleva a pedirles una vez más que se pongan la patria al hombro. Esa
patria que necesita que cada uno de nosotros le entreguemos lo mejor de nosotros
mismos, para mejorar, crecer, madurar” (Mensaje al Pueblo Argentino, 30 de sep-
tiembre de 2016). Cf. Fratelli Tutti, núms. 13-14; 53.
36
Como dice van Thuân: “si las obras caritativas y sociales no las haces por el Señor,
no eres más que un miembro de la Cruz Roja” (2007, p. 348).
58 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
Ricardo von Büren
Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del
Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra
respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera
suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos indivi-
duos necesitados, lo cual podría constituir una “caridad a la car-
ta”, una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia
conciencia. La propuesta es el Reino de Dios cf. Lc 4:43; se trata
de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él
logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraterni-
dad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el
anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar conse-
cuencias sociales. Buscamos su Reino: Buscad ante todo el Reino
de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura Mt
6:33. El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él
pide a sus discípulos: ¡Proclamad que está llegando el Reino de los
cielos! Mt 10:7. (Francisco, Evangelii Gaudium, nº 180).
De manera que el cristiano político no limita su acción a edicar la
ciudad temporal de los hombres, sino que al hacerlo la ordena a la Ciudad
de Dios, impregnando con el Evangelio de Cristo todas sus instancias37.
No se trata de sofocar el orden natural privándolo de su autonomía re-
lativa, sino de reconocer que es insuciente por sí mismo para construir
una ciudad al servicio del hombre, y que necesita del orden sobrenatural
para alcanzarlo (cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, nº 36).
La política es un ámbito muy importante del ejercicio de la caridad.
Esta pide a los cristianos un fuerte compromiso para la ciudadanía,
para la construcción de una vida buena en las naciones, como tam-
bién para una presencia ecaz en las sedes y en los programas de la
comunidad internacional. Se necesitan políticos auténticamente cris-
tianos, pero aún más, eles laicos que sean testigos de Cristo y del
37
Lo explica Royo Marín: “Corresponde al seglar la sublime misión de cristianizar todas
las estructuras terrenas y humanas, o sea, religarlas con Cristo, llevarlas a Cristo, para
que Él, a su vez, las lleve al Padre, cerrándose con ello el proceso nalista de la creación
del mundo y redención del género humano. Todas las cosas salieron de Dios y todas de-
ben retornar a Él ‘para que Dios sea todo en todas las cosas’ (1 Cor 15:28)” (1988, p. 875).
La política es un ámbito muy im-
portante del ejercicio de la caridad.
Esta pide a los cristianos un fuerte
compromiso para la ciudadanía,
para la construcción de una vida
buena en las naciones, como tam-
Que cada ciudadano, y de forma
particular quien asume compro-
misos y encargos sociales y polí-
ticos, arraigue su actuación en
los principios éticos y la anime
con el amor social y político. Los
59
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La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
Evangelio en la comunidad civil y política. (Benedicto XVI, “Discurso
al Consejo Ponticio para los Laicos”, 21 de mayo de 2010)
“Que cada ciudadano, y de forma particular quien asume compromi-
sos y encargos sociales y políticos, arraigue su actuación en los princi-
pios éticos y la anime con el amor social y político. Los cristianos, de
forma particular los eles laicos, están llamados a dar buen testimo-
nio de esto y pueden hacerlo gracias a la virtud de la caridad, cultivan-
do la intrínseca dimensión social” (Francisco, 2023, p. 31)
La puesta en práctica de la caridad política devela una de las aristas
más importantes de la dimensión social de la evangelización, cuyo eje
central es el Anuncio de Jesús, Señor del cosmos y de la historia, Rey
de los hombres y de las sociedades, que se constituye en el Principio y
Fundamento de la vida personal, social y política:
El deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre
individual y socialmente considerado. Ésa es la “doctrina tradicional
católica sobre el deber moral de los hombres y de las sociedades res-
pecto a la Religión verdadera y a la única Iglesia de Cristo” Digni-
tatis Humanae, 1. Al evangelizar sin cesar a los hombres, la Iglesia
trabaja para que puedan “informar con el espíritu cristiano el pen-
samiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comuni-
dad en la que cada uno vive” Apostolicam Actuositatem, 13. De-
ber social de los cristianos es respetar y suscitar en cada hombre el
amor a la verdad y el bien. Les exige dar a conocer el culto de la única
verdadera religión, que subsiste en la Iglesia Católica y Apostólica
Dignitatis Humanae, 1. Los cristianos son llamados a ser la luz del
mundo Apostolicam Actuositatem, 13. La Iglesia maniesta así la
Realeza de Cristo sobre toda la Creación y, en particular, sobre las
sociedades humanas cf. León XIII, Immortale Dei; Pío XI, Quas
Primas. (Catecismo de la Iglesia Católica, n° 2105)38
38
Para profundizar el sentido de la Realeza Social de Cristo, resulta imprescindible
el detenido estudio de dos documentos fontales de la Doctrina Social de la Iglesia a
bién para una presencia ecaz en
las sedes y en los programas de la
comunidad internacional. Se ne-
cesitan políticos auténticamente
cristianos, pero aún más, eles
laicos que sean testigos de Cristo y
del Evangelio en la comunidad ci-
vil y política. (Benedicto XVI, “Dis-
curso al Consejo Ponticio para
los Laicos”, 21 de mayo de 2010)
cristianos, de forma particular
los eles laicos, están llamados
a dar buen testimonio de esto y
pueden hacerlo gracias a la vir-
tud de la caridad, cultivando
la intrínseca dimensión social
(Francisco, 2023, p. 31)
60 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
Ricardo von Büren
III. Actuar: Algunas orientaciones para
ejercitar la caridad política
Que la única deuda con los demás sea la del
amor mutuo: el que ama al prójimo ya cum-
plió toda la Ley. Porque los mandamientos:
no cometerás adulterio, no matarás, no ro-
barás, no codiciarás, y cualquier otro, se re-
sumen en éste: Amarás a tu prójimo como a
ti mismo. El amor no hace mal al prójimo.
Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley
(Rm 13:8-10)
Finalmente, luego de haber visto los lugares del magisterio que
hablan de la caridad política (I) y explicitada en qué consiste ella mis-
ma (II), podemos indicar algunas orientaciones prácticas para ejer-
citarla (III): “Sólo el amor cristiano puede cambiar los corazones, no
las armas, las amenazas ni los medios de comunicación” (van Thuân,
2012, p. 54).
Como vimos, siguiendo la enseñanza de sus predecesores, Fran-
cisco no escatima reivindicar el alto valor de la política, como ciencia
y como acción prudencial al servicio del bien común. Son sus pala-
bras: “Una vez más convoco a rehabilitar la política” (Fratelli Tutti,
n° 180), que constituye una auténtica herramienta para construir una
sociedad nueva, la Civilización del Amor, fundada en la “caridad”, que
es el “corazón del espíritu de la política” (Fratelli Tutti, n° 187)39.
los que remite el Catecismo de la Iglesia Católica en su nº 2015. Se trata de las en-
cíclicas Immortale Dei, de León XIII, sobre la constitución cristiana de los Estados
y Quas Primas, de Pío XI, sobre la Realeza de Cristo. Su enseñanza, inspiradora del
magisterio contemporáneo, maniesta la continuidad doctrinal en uno de los temas
cuya recta comprensión es decisiva para entender qué es y cuáles son los nes de la
Doctrina Social de la Iglesia.
39
Francisco entiende a la política como una de las “formas más preciosas” (Evangelii
Gaudium, nº 205), “una forma excelente” (Laudato Si, nº, 231), “una forma eminen-
te de caridad” (Mensaje para la Cuaresma 2020). Por ello, en Fratelli Tutti insiste en
instar a llevar a la práctica la “mejor” política (nº 154), una “sana” política (nº 179),
una “buena” política (nº 182), una “auténtica” política (nº 196).
61
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La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
“El precepto evangélico de la caridad ilumina a los cristianos
sobre el signicado más profundo de la convivencia política.
(Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 392)
Francisco enseña que el ejercicio de la virtud política de la pru-
dencia, inspirada en la caridad, permite edicar la paz social de dos
modos. Uno “arquitectónico” y otro “artesanal” (cf. Fratelli Tutti,
n° 231). El primero, apunta a la macro-política, aquella que ejerci-
tan quienes tienen vocación por la gestión de la cosa pública, lo que
San Juan Pablo II llama “una prudente solicitud por el bien común”
(Laborem Exercens, n° 20). Este empeño político “arquitectónico”,
puede desplegarse en el plano teórico a través del estudio y dise-
ño de políticas públicas que contemplen respuestas adecuadas a
los más diversos desafíos que diariamente va suscitando la realidad
socio-política. O bien, desde una perspectiva práctica, puede con-
cretarse operando en los distintos espacios políticos que conforman
los poderes del Estado o en asociaciones civiles ordenadas a colabo-
rar con la construcción del bien de la sociedad. Se trata, también en
palabras de San Juan Pablo II, de la “multiforme y variada acción
económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a
promover orgánica e institucionalmente el bien común” (Christi-
deles Laici, n° 42).
Pero además de la macro-política, la caridad puede ejercitar-
se en la micro-política, que es la que llevan adelante diariamente y
de modo silencioso, perseverante y generoso, cada uno de los ciu-
dadanos insertos en sus propios ambientes de amistad, familiares,
deportivos, recreativos, sociales y profesionales. Trabajan allí polí-
ticamente –a veces, sin saberlo–, porque sus esfuerzos cotidianos
inuyen indirectamente sobre el bien de la polis, y lo hacen de ma-
nera “artesanal”, en lo pequeño, en los detalles, haciendo las cosas
más ordinarias de manera extraordinaria.
Las dos vías para encarnar la caridad política, la “arquitectóni-
ca”, de la macro-política, y la “artesanal”, de la micro-política, no
El precepto evangélico de la cari-
dad ilumina a los cristianos sobre
el signicado más profundo de la
convivencia política. (Compen-
dio de la Doctrina Social de la
Iglesia, nº 392)
La política, tan degradada, es una
altísima vocación, es una de las
formas más preciosas de la cari-
dad, porque busca el bien común
(Francisco, Evangelii Gaudium,
nº 205)
62 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
Ricardo von Büren
son compartimentos estancos, sino que deben conuir en una tarea
conjunta. En efecto, los políticos deben trabajar arquitectónicamen-
te pero de un modo artesanal, y los ciudadanos deben hacerlo arte-
sanalmente pero con una mirada arquitectónica, puesta en el bien
común. En otras palabras, con el esfuerzo del que participan todos
los estamentos comunitarios, “se trata de avanzar hacia un orden
social y político cuya alma sea la caridad social” (Fratelli Tutti, n°
180)40. Lo ejemplica magnícamente el Santo Padre:
Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita
caridad, el político le construye un puente, y eso también es ca-
ridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político le crea una
fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la caridad que
ennoblece su acción política. (Francisco, Fratelli Tutti, n° 186).
Los eles cristianos seglares, aquellos que están en el mundo pero
no son del mundo, que viven su misión apostólica en el entramado de
las realidades temporales, tienen una responsabilidad indelegable en
la consolidación de una convivencia justa fundada en el Amor. Lo dice
el magisterio:
La presencia del el laico en el campo social se caracteriza por el
servicio, signo y expresión de la Caridad, que se maniesta en la
vida familiar, cultural, laboral, económica, política, según perles
especícos: obedeciendo a las diversas exigencias de su ámbito
particular de compromiso, los eles laicos expresan la verdad de
su fe y, al mismo tiempo, la verdadera Doctrina Social de la Iglesia,
que encuentra su plena realización cuando se vive concretamente
para solucionar a los problemas sociales. (Compendio de la Doctri-
na Social de la Iglesia, n° 551)
40
La cita es tomada textualmente por Francisco de Pío XI –a quien remite en nota–,
quien la formula en Quadragesimo Anno, nº 88.
La presencia del el laico en el
campo social se caracteriza por
el servicio, signo y expresión de
la Caridad, que se maniesta en
la vida familiar, cultural, laboral,
económica, política, según per-
les especícos: obedeciendo a las
diversas exigencias de su ámbi-
to particular de compromiso, los
eles laicos expresan la verdad de
su fe y, al mismo tiempo, la verda-
dera Doctrina Social de la Iglesia,
La vocación laical es ante todo la
caridad en la familia, la caridad
social y la caridad política: es un
compromiso concreto desde la
fe para la construcción de una
sociedad nueva, es vivir en me-
dio del mundo y de la sociedad
para evangelizar sus diversas
instancias, para hacer crecer la
paz, la convivencia, la justicia,
los derechos humanos, la mise-
ricordia, y así extender el Reino
63
Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 37-68
La caridad política, testimonio cristiano en la ciudad
El ejercicio de la caridad política es un ecaz antídoto contra dos
riesgos que siempre existen en la vida pública del cristiano: por un
lado el naturalismo de pensar que la política por sí sola es capaz de
salvar al hombre, sin necesidad de la Fe; y por otro, el sobrenaturalis-
mo que niega operatividad a la política y cree que sólo con la Fe será
posible edicar una sociedad que respete al hombre y su destino. Ni
lo uno ni lo otro. Debemos distinguir sin separar, la caridad de la po-
lítica, para unirlas en el servicio al hermano por amor a Cristo y para
la gloria de Dios. La caridad política que sostiene al gobernante y tam-
bién al ciudadano, es la expresión de una Fe conocida, asumida y vi-
vida, que ilumina la inteligencia, fortalece la voluntad y hace arder el
corazón. Y que por ello, puede proyectarse sobre la vida de la ciudad:
La fe permite comprender la arquitectura de las relaciones huma-
nas, porque capta su fundamento último y su destino denitivo
en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la edicación, contri-
buyendo al bien común. Sí, la fe es un bien para todos, es un bien
común; su luz no luce sólo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente
para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edicar
nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperan-
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que encuentra su plena realización
cuando se vive concretamente
para solucionar a los problemas
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