Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 15-35
El desafío de la familia y los desafíos
para la familia en Amoris laetitia
The challenge of the family and the challenges
for the family in Amoris Laetitia
María Luisa Pro Velasco
Universidad Católica Santa Teresa de Jesús de Ávila
marisa.pro@ucavila.es
ORCID: 0000-0003-1439-6328
Elena Martín Acebes
Pontical John Paul II Institute
elenatph@hotmail.com
ORCID: 0000-0002-2339-1783
Resumen
Este artículo presenta los retos para la
familia que el Papa Francisco analiza en
Amoris laetitia. Se pone de maniesto
no solo que formar una familia supone
un gran desafío en la sociedad occiden-
tal actual, sino también que la familia se
enfrenta a varias dicultades como conse-
cuencia de la situación sociocultural en la
que nos encontramos. A la luz de esto, se
reexiona sobre las varias propuestas que
el documento ponticio sugiere para que
las familias cristianas cumplan su misión
en la sociedad y en la Iglesia.
Palabras claves: Amoris laetitia, Fran-
cisco, familia, paternidad, educación.
Abstract
This article presents the challenges for
the family that Pope Francis analyzes
in Amoris laetitia. It shows not only
that forming a family entails a great
challenge in today’s Western society,
but also that the family faces several
diculties as a consequence of the so-
cio-cultural situation in which we nd
ourselves. In light of this, it reects on
the various proposals that the ponti-
cal document suggests for Christian fa-
milies to fulll their mission in society
and in the Church.
Keywords: Amoris laetitia, Francis,
family, paternity, education.
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Introducción
En este trabajo se pretende abordar el Magisterio social del Papa
Francisco. Sin embargo, por la gran variedad de cuestiones que ha
abordado (ecología, política, economía…, entre otros), hemos deci-
dido centrarnos en el tema que probablemente sea el más concreto
de todos ellos: la familia. Por eso, aunque se podría haber centrado
la reexión en Evangelii gaudium, Gaudete et exsultate, Laudato si,
Lumen dei, Christus vivit o Fratelli tutti hemos decidido hacerlo en
la encíclica Amoris laetitia, que arroja luz sobre el tema de la familia.
Bien es sabido que esta constituye la célula de la sociedad. En la ac-
tualidad, al echar una mirada a la sociedad, es posible advertir que no
todo marcha bien. De ahí que se haga necesario ver qué sucede con la
familia, y qué mejor que hacerlo desde la visión de fe que nos ofrece el
Santo Padre Francisco en la Exhortación apostólica Amoris laetitia,
escrita tras dos Sínodos sobre la familia.
Continuidad con el Magisterio
En primer lugar, al preguntarnos por la continuidad del Magiste-
rio social del Papa Francisco con sus predecesores, podemos apuntar,
como él mismo hace en el n. 8 de la Amoris laetitia a las historias
familiares o alusiones a la vida familiar que aparecen en la Sagrada
Escritura, que se abre con Adán y Eva en el libro del Génesis (4) y
se cierra con las bodas de la Esposa y el Cordero en el Apocalipsis
(21:2.9), pero que contiene muchísimas expresiones más en diversos
lugares. Por aludir solo a algunos, podemos pensar en el Salmo 128,
que cuenta entre sus primeros versículos con la referencia a la vida fa-
miliar, a los hijos en torno a la mesa…, algunas referencias en el libro
del Éxodo a lo que los padres han de enseñar a sus hijos, por ejemplo:
«Cuando el día de mañana tu hijo te pregunte [...] le responderás…»
(Ex 13:14), el mandato de honrar a los padres en este mismo libro o en
el Eclesiástico: «Quien honra a su padre expía sus pecados, el que res-
peta a su madre acumula tesoros» (Si 3:3-4). Asimismo, en el Cantar
de los Cantares encontramos bellísimas expresiones sobre la mutua
donación y pertenencia de los esposos (2:16; 6,3).
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También en el Nuevo Testamento se pueden encontrar frases
que nos remontan al Antiguo. Pongamos por caso en el Evangelio de
San Mateo el recordatorio de Jesús sobre el libro del Génesis, cuan-
do arma: «Se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne» (Mt
19:5; cf. Gn 2:24). Jesús, por su parte, nos da ejemplo de obediencia
y sumisión a sus padres, por ejemplo, en el pasaje del Evangelio de
San Lucas en el que, tras haber desaparecido de la vista y del cuidado
de sus padres durante tres días, luego se dice que les estaba sujeto
(Lc 2:1-52). A este respecto, nos resulta especialmente llamativa la
interpretación clarividente del Papa Francisco en torno a este frag-
mento de la Palabra de Dios. Expone así el Santo Padre: “él mismo
a los doce años responde a María y a José que tiene otra misión más
alta que cumplir más allá de su familia histórica (cf. Lc 2:48-50). Por
eso exalta la necesidad de otros lazos, muy profundos también dentro
de las relaciones familiares: «Mi madre y mis hermanos son estos: los
que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra» (Lc 8:21)”. En
efecto, en algunos casos en los que las personas sienten una llamada
a una especial consagración, esto puede exigir ampliar los lazos de la
propia familia biológica para responder al plan de Dios. Algo que cada
día parece que cuesta más entender no solo a la sociedad en general,
sino también a las propias familias cristianas. Por último, aunque po-
dríamos aludir a más pasajes, llama la atención el papel que Jesús
concede a los niños en el Evangelio de San Mateo como modelo de
pequeñez, simplicidad y, en denitiva, de conanza en Dios también
para los adultos (Mt 18:3-4).
Por otra parte, si nos remontamos a documentos eclesiales que
puedan ser más cercanos a nosotros en el tiempo, vemos cómo la en-
señanza social del Papa actual se apoya en diversos documentos de la
Iglesia. En Amoris laetitia en particular, encontramos la referencia al
Concilio Vaticano II (núms. 67, 280, 313), especialmente a la Constitu-
ción pastoral Gaudium et spes. En esta destaca la referencia a los nú-
meros 47 y siguientes, en los que se ha tratado de promocionar, exaltar
y defender la dignidad del matrimonio y de la familia, se ha denido a
este como una comunidad de vida y amor, y se ha explicitado la necesi-
dad de la entrega corporal y afectiva de los esposos. Asimismo, se habla
del papel central de Cristo en el matrimonio mediante el sacramento
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recibido y celebrado por ambos. Asimismo, se toma la Constitución
dogmática Lumen gentium como punto de partida para hablar de la
familia cristiana como iglesia doméstica, que ayuda a sus miembros a
comprender el mensaje de Jesucristo. También se hace alusión a san
Pablo VI (nº 68), concretamente a la Encíclica Humanae vitae, en la
que el Papa Santo se atrevió a defender el vínculo existente entre el
amor conyugal y la procreación, al hablar de la paternidad responsable;
y a la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, en la que se puso de
relieve la relación entre la familia y la Iglesia.
Asimismo, como no podía ser de otro modo, encontramos refe-
rencias a san Juan Pablo II (núms. 69, 150), con sus importantísimas
catequesis sobre el amor humano, que han dado lugar a lo que hoy en
día se conoce como la teología del cuerpo, con la Carta a las familias
Gratissimam sane1 y con la Exhortación apostólica Familiaris consor-
tio. En ellas el Papa propuso unas líneas fundamentales para realizar
una pastoral de la familia, para orientar acerca de su actuación en la
sociedad y para animarlos a vivir el camino de la santidad matrimonial.
Finalmente, el Papa Francisco hace referencia en numerosas oca-
siones (más que a otros Papas y documentos magisteriales) a su pre-
decesor inmediato2, Benedicto XVI (núms. 70, 147, 157, 298 y 316),
en Deus caritas est, en la que el Papa alemán equiparó el amor entre
el hombre y la mujer al de Dios por su pueblo, sin eliminar el compo-
nente del eros, que en ocasiones no ha sido aceptado por un ascetis-
1 Documento publicado en 1994, que comienza así: “1. La celebración del Año de la
familia me ofrece la grata oportunidad de llamar a la puerta de vuestros hogares,
deseoso de saludaros con gran afecto y de acercarme a vosotros”.
2 El hecho de que el Papa Francisco aluda con tanta frecuencia a su predecesor podría
llamar la atención a todos aquellos que se han dejado llevar por el sensacionalismo
y la intención de los medios de separar radicalmente la tendencia de ambos papas,
inclinando a Benedicto XVI hacia la teoría y el mundo intelectual, y al Papa Francisco
hacia la pastoral y la sociedad en general. Ciertamente, a pesar de que ambos han
desempeñado la función de Pedro en la Iglesia de nuestros días, es indiscutible negar
en el primero a un gran intelectual, y, en el segundo, a un pastor carismático, querido
y simpático. Por otra parte, resulta también indiscutible que el carácter latino y el
alemán son diversos. Pero, en denitiva, podemos decir que el Espíritu Santo ha ido
dando a la Iglesia lo que necesitaba en cada momento, y que, más que diferencias
doctrinales entre ambos, se trata de diversidades culturales que no afectan en lo más
mínimo a lo esencial del mensaje cristiano.
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mo exagerado. Esto queda puesto de maniesto desde los primeros
números de esta encíclica, y el Papa Francisco realiza una aclaración
explícita al respecto, cuando sostiene que:
El ideal del matrimonio no puede congurarse sólo como una do-
nación generosa y sacricada, donde cada uno renuncia a toda
necesidad personal y sólo se preocupa por hacer el bien al otro
sin satisfacción alguna. Recordemos que un verdadero amor sabe
también recibir del otro, es capaz de aceptarse vulnerable y ne-
cesitado, no renuncia a acoger con sincera y feliz gratitud las ex-
presiones corpóreas del amor en la caricia, el abrazo, el beso y la
unión sexual. (Francisco, 2016, nº 157)
Pues, en efecto, somos cuerpo y alma, y no podemos renunciar a
ninguna de estas dos vertientes de la persona en la vida matrimonial.
También se reere a Caritas in veritate, donde Benedicto XVI recordó
lo importante que es contar con el amor desde el principio de nues-
tra existencia a la hora de insertarnos en la sociedad y, en una ocasión
al Diálogo con el Papa en la esta de los testimonios. VII Encuentro
Mundial de las Familias en Milán, recordando que no existen recetas
sencillas para abordar las situaciones matrimoniales actuales.
¿Por qué hablar del desafío de la familia?
En este apartado se abordará por qué hablar de la familia en la
actualidad resulta un desafío. Uno de ellos es que hablar de compro-
miso en el siglo XXI no está de moda3. Y no lo está precisamente por-
que es algo que cuesta, que requiere reexión, renuncia y entrega de
la propia vida para un plan que uno no solo elige seguir, sino que
descubre, pues se trata de una llamada, de una vocación. Hay quienes
hablan de escasez de vocaciones, pero el problema de fondo puede
que esté en la educación que recibimos en nuestras familias. Cada vez
3 Según la RAE, “compromiso. Del lat. compromissum. [Signica] 1. m. Obligación contraída.
// 2. m. Palabra dada. // 3. m. Acuerdo pactado entre distintas partes. Fueron capaces de llegar
a un compromiso. // 4. m. Promesa de matrimonio.
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se educa menos para la entrega a los demás, y se enseña a vivir para
uno mismo, para alcanzar las propias metas, desafíos, intereses.
Algo relevante de este documento4 es que en diversos números nos
plantea que, previamente a casarse y a formar una familia, hay que dis-
cernir cuál es la propia vocación. En otras palabras, sería conveniente
plantearse dos preguntas. Por un lado, si ese es o no el camino que
estamos llamados a recorrer. Por otro, si la persona que nos acompaña
es la adecuada para un viaje al que podríamos denominar de larga du-
ración5. En el número 72 se expresa esto mismo en palabras del Papa:
El matrimonio es una vocación, en cuanto que es una respuesta
al llamado especíco a vivir el amor conyugal como signo imper-
fecto del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de
casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento
vocacional. (Francisco, 2016)
También se podría armar que el Papa Francisco es muy valiente,
pues se toma en serio la elección de este estado de vida, y la plantea
con un sano realismo, desde los comienzos de una relación de noviaz-
go. Así puede verse en el nº 209, donde dice:
La preparación […] debe darles [a los novios] la posibilidad de re-
conocer incompatibilidades o riesgos. De este modo se puede lle-
gar a advertir que no es razonable apostar por esa relación, para
no exponerse a un fracaso previsible que tendrá consecuencias
muy dolorosas. (Francisco, 2016)
Si volvemos sobre este punto, podemos pensar si hoy en día se en-
trena en la capacidad de reexión, o más bien se invita a seguir adelante
sin pensar en muchas relaciones que están abocadas al fracaso, porque
no se han puesto pilares rmes sobre los que esta pueda asentarse. Por
4 Pero de manera especial en el nº 72 y en el nº 209.
5 El Papa señala el desafío actual a la hora de compartir la propia existencia durante muchas
décadas, gracias a que contamos con mayor esperanza de vida, lo que para algunos matrimo-
nios puede resultar un desafío de cara a seguir manteniendo la decisión de estar juntos, amarse
y respetarse para toda la vida.
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ejemplo, hoy en día, en el noviazgo a veces se oculta información, no
se tratan temas fundamentales, sino que priman la diversión y la bús-
queda de placer a corto plazo. En cambio, apenas nadie nos invita a
pensar si la persona que hemos elegido comparte nuestro ideal de vida,
el número de hijos que se desea tener, qué se hará en momentos de di-
cultad, cómo se afrontarán las dicultades laborales, los momentos en
los que falte la salud, etc. Y, como dijo una vez una reina polaca, no se
pone sobre la mesa que vale más llorar una noche que llorar toda la vida
por haberse casado con la persona equivocada. Algo que cuesta mucho
aceptar, pues muchas relaciones van más allá de un mutuo conocimien-
to de la personalidad del otro, y han pasado ya a la entrega corporal.
El Papa Francisco es muy concreto en sus reexiones sobre el no-
viazgo y, en ese mismo número, realiza una propuesta acerca de qué
temas es conveniente que se traten durante el periodo de preparación
al matrimonio:
[…] de lo que cada uno espera de un eventual matrimonio, de su
modo de entender lo que es el amor y el compromiso, de lo que se
desea del otro, del tipo de vida en común que se quisiera proyec-
tar. (Francisco, 2016, nº 209)
En efecto, vale la pena compartir las expectativas de vida sobre el
sacramento que van a celebrar juntos y lo que seguirá a ese momen-
to de compromiso. Ya en Evangelii gaudium advertía el Papa que a
veces se va al matrimonio con la esperanza de que el otro me cause
placer y nada más, y esto no es una visión realista de en qué va a con-
sistir el matrimonio (nº 66). Pues este contará con momentos duros,
de educación de los hijos, de afrontar enfermedades, de crisis conyu-
gales, malentendidos… que habrá que saber superar y esto solo será
posible si se cuenta con una buena formación y madurez personal.
Asimismo, el Santo Padre anima a no llegar al día de la boda sin
que los novios hayan rezado juntos, uno por el otro, pidiendo a Dios
que les ayude, que les muestre qué quiere de ellos, y que consagren el
amor que se profesan ante una imagen de la Virgen María.
Finalmente, a este respecto, el Papa nos dice que el mejor lugar
para aprender a formar una familia es la propia familia (Amoris Lae-
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titia, 208). Ahora bien, como no existen personas perfectas, el
Papa expone con claridad que no existen familias perfectas (nº 135)
y, por lo tanto, no podemos exigir que “las relaciones sean celestiales
o que las personas sean perfectas” (nº 92).
Baste por el momento con esta información acerca de por qué
formar una familia es hoy un desafío. Pasemos ahora a tratar los retos
que se les plantean a las familias en la Amoris laetitia.
Desafíos que se plantean a las familias en Amoris laetitia
En este apartado cabría abordar una ingente cantidad de cuestio-
nes, pues el panorama actual resulta del todo complejo para aquellas
personas que han decidido entregarse en delidad hasta que la muerte
les separe. Además, el Papa Francisco lanza numerosos retos para las
familias a lo largo de toda la Exhortación apostólica Amoris laetitia.
Primeramente, hay que hacer notar que el Papa no ignora las di-
cultades sufridas por las familias del siglo XXI, entre las que podemos
destacar las siguientes: el individualismo, por el que las personas nos
encerramos en nosotras mismas y dejamos de lado los intereses de los
demás (nº 33), el ritmo frenético de la sociedad en que vivimos (nº
224), que nos lleva a sentir estrés y a trabajar demasiado, sin compa-
tibilizar bien nuestra vida familiar con la laboral (nº 33), el valorar la
vida sólo por parámetros de utilidad, dejando de lado y descartando
a los que no son tan fuertes, el miedo a envejecer teniendo que cuidar
a otra persona (nº 39), el poder acabar con la vida cuando esta es
más vulnerable (ya sea mediante el aborto o mediante la eutanasia,
[núms. 48, 83]), las familias con uno o varios miembros enfermos (nº
48), con hijos discapacitados, drogodependientes o desagradecidos
(nº 162), las adicciones a las nuevas tecnologías (núms. 275, 278),
que nos llevan a encerrarnos en nosotros mismos y a mostrarnos iras-
cibles con los demás, la muerte de seres queridos (núms. 254, 255,
258), e incluso la cuestión de abordar juntos el reto ecológico6, que
claramente está tratado más a fondo en la encíclica Laudato si’.
6 Cf. nº 277. Sus palabras son muy grácas en relación con este punto: “277. En el hogar tam-
bién se pueden replantear los hábitos de consumo para cuidar juntos la casa común […]”.
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Algunos temas relevantes en los que cabe detenerse, aunque solo
sea un instante son: la transmisión de la vida, la educación de los hi-
jos o las rupturas matrimoniales.
La transmisión y custodia de la vida y de la fe
En primer lugar, señalaremos algunos apuntes sobre el tema del
comienzo de la vida, la acogida (nº 166) de la misma y la transmisión
de la fe. Al respecto, el Papa en el nº 81 de Amoris laetitia nos dice
que: “El hijo reclama nacer […] [del] amor, y no de cualquier manera,
ya que él «no es un derecho sino un don»7, que es «el fruto del acto
especíco del amor conyugal de sus padres»”8. En este sentido, es sig-
nicativa una explicación de Robert Spaemann, quien asevera que, en
las relaciones sexuales, la función biológica del hombre se integra en
un contexto personal, a menudo como la más alta forma de expresión
de una relación interpersonal9. Y, precisamente por eso, el hijo es fru-
to del amor, no fruto de un acto intencionado de traerle al mundo tal
como es. De hecho, el lósofo alemán arma no sin cierto humor que,
si sus hijos le preguntasen por qué les trajo al mundo, la respuesta
sería que él no pensaba en ellos en el momento de la unión conyugal,
sino que amaba a su esposa.
En cuanto al cuidado de la vida, el Santo Padre ve a la familia
como el santuario de esta, un lugar propicio para su cuidado y defen-
sa contra cualquier forma de manipulación, desde su inicio hasta su
nal, así lo expresa en el nº 83:
[…] si la familia es el santuario de la vida, el lugar donde la vida
es engendrada y cuidada, constituye una contradicción lacerante
que se convierta en el lugar donde la vida es negada y destrozada.
[…] de ningún modo se puede plantear como un derecho sobre
el propio cuerpo la posibilidad de tomar decisiones con respecto
7 Catecismo de la Iglesia Católica, 2378.
8 Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum vitae (22 febrero 1987), II, 8:
AAS 80 (1988), 97.
9 Puede verse Spaemann, R. (2000). Personas: acerca de la distinción entre “algo” y “alguien.
Eunsa.
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a esa vida, que es un n en misma y que nunca puede ser un
objeto de dominio de otro ser humano. La familia protege la vida
en todas sus etapas y también en su ocaso.
De esta extensa cita podemos leer entre líneas cómo el Papa Fran-
cisco deende la vida desde la fecundación hasta la muerte natural.
En efecto, en este punto, la visión de la Iglesia católica supone un cho-
que frontal con el de la opinión pública, que reclama el derecho a dar
comienzo a la vida mediante técnicas de reproducción asistida, a po-
der poner n a la misma cuando esta no es deseada por los padres,10
o cuando ya no se encuentra sentido para seguir viviendo o se pasa
por una enfermedad incurable. Lo que se nos propone es, más bien, el
cuidado de la vida cuando esta es más frágil o vulnerable.
En otros puntos nos habla de la alegría que suponen para la Igle-
sia las familias numerosas, de las enseñanzas de san Juan Pablo II
sobre el ejercicio de la paternidad responsable (nº 167), que es un
ejercicio en conciencia y libertad del don de la transmisión de la vida
que han recibido los esposos cristianos. Asimismo, se trata del don de
la familia, en su doble vertiente de la paternidad y la maternidad, en
el amor que se tienen los esposos entre y hacia sus hijos, de la ne-
cesidad de buscar referentes de ambos sexos para los niños, así como
de lo que nos aportan la gura paterna y materna. En palabras del
Santo Padre, esto reza como sigue: “La gura paterna […] ayuda a
percibir los límites de la realidad […]” (nº 175). Y la materna nos en-
10 A continuación, puede leerse un testimonio realista y algo duro sobre el dilema que se les
plantea a los progenitores ante la existencia de un nuevo miembro: “En el tercer mes de em-
barazo del tercer hijo, cinco años después que el anterior, su madre sufre la varicela, con bro-
te muy virulento. De nuevo estábamos afrontando la posibilidad de que el bebé naciese con
discapacidades, atroa de las extremidades y cicatrices en la piel. En ocasiones, se presentan
problemas del sistema nervioso central y anomalías en los ojos. // Se había aprobado la prime-
ra Ley del Aborto en España de 1985. Esta Ley permitía abortar sin límites si había riesgo de
salud para la madre y en caso de malformación para el feto se podía abortar hasta las 22 sema-
nas de gestación. Fuimos a varios ginecólogos y un par de ellos nos dijeron: ya tenéis un hijo
discapacitado, hay riesgo de que este tercer hijo nazca con discapacidad; podéis acogeros a la
ley del aborto. // Cuando hablamos del aborto y escuchamos los debates políticos, nunca pen-
samos que nos va a tocar a nosotros tener que decidir sobre la vida de un nuevo hijo. Canelo,
C. (2018). La familia como ecosistema interactivo y comunicativo, fundamento de los valores.
En S. Gallardo González (ed.), Mujer, familia y trabajo (p. 127). Universidad Católica de Ávila.
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seña la ternura, la compasión, habilidades que favorecen el desarrollo
de una adecuada autoestima. Es decir, que los padres nos enseñan a
poder decirnos a nosotros mismos que no cuando las circunstancias
lo requieren y colaboran para que potenciemos el autocontrol. Las
madres, tal vez por el hecho de habernos llevado en su seno durante
nueve meses, habernos amamantado, etc., no potencian tanto esa ca-
pacidad para establecer unos límites a los deseos de los hijos, cuanto
el hacer lo posible y lo imposible por ellos. Sin embargo, ambas -
guras son importantísimas para lograr una personalidad equilibrada
para los individuos.
Por último, sobre la posibilidad de la transmisión de la vida, el
Papa apunta al sufrimiento que puede causar la infertilidad (nº 178).
Verdaderamente, no le es ajeno el dolor de tantas personas que quie-
ren, pero no pueden tener hijos biológicos. Ante esta situación pro-
pone la adopción como un “camino para realizar la maternidad y
la paternidad de una manera muy generosa […]” (nº 179). Pues, no
cabe la menor duda de que el aceptar como propio a un niño que no
ha sido engendrado por uno mismo, que no se parecerá físicamente
a los padres y que seguramente dé ciertos problemas a partir de la
adolescencia, es un acto propio de una persona magnánima. A la par
que invita a que la legislación facilite “los trámites de adopción, sobre
todo en los casos de hijos no deseados, en orden a prevenir el aborto
o el abandono” (nº 179). Sobre esta última reexión del Santo Padre
podemos plantear cuántas personas en el mundo hoy en día anhelan
tener hijos y no pueden, y, por otro lado, cuántas esperan un hijo y
no lo quieren. En realidad, la adopción es una posible vía, tal como lo
pone de maniesto el Papa, para solucionar estas situaciones.
Finalmente, igual que es importante dar, proteger y acoger la nue-
va vida, también lo es la transmisión de la fe a los hijos, tema al que
el Papa dedica los números 287-290 de la Amoris laetitia, aunque se
reere a ello casi una treintena de veces en todo el documento11. Ha-
bla de los padres como “maestros” de sus hijos en este punto, de cómo
han de irles enseñando uno a uno a rezar, a contar sus inquietudes y
problemas al Señor. Aunque el Papa no es ningún ingenuo e indica
11 Francisco hace una referencia a este mismo tema en Evangelii gaudium, nº 66.
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que en la actualidad hay un debilitamiento de la fe de manera gene-
ralizada, lo que deja a las familias mucho más solas e indefensas ante
sus dicultades. De igual modo, el Santo Padre indica que el ritmo de
vida frenético que se lleva generalmente en la sociedad imposibilita o
al menos diculta la convivencia entre padres e hijos en detalles tan
sencillos como el comer juntos o hablando, ya que la jornada laboral
es larga, o la televisión y el móvil dispersan nuestra atención. Por tan-
to, es del todo natural que hechos tan sencillos como el bendecir la
mesa queden sin transmitir a la prole. Otras cuestiones relacionadas
serían el educar y orientar a los hijos en su existencia, de lo que pasa-
mos a hablar a continuación.
La educación de los hijos
La cuestión de la educación de los hijos, obviamente, no es algo
que solo preocupe a los padres cristianos. En relación con ella, el Papa
Francisco sostiene que se trata de uno de los desafíos más duros para
las familias en la actualidad, y esto se puede deber, al menos en parte,
al papel de los medios de comunicación (nº 84). Asimismo, pone de
relieve que el Estado no puede sustituir la función educativa de los
padres, sino, solamente, apoyarla.
Ciertamente, tal como propone el principio de subsidiariedad de
la Doctrina Social de la Iglesia, ni el Estado, ni la sociedad, deben
sustituir la iniciativa y la responsabilidad de las personas y los grupos
sociales cuando estos pueden actuar. Así, sostiene Ana Cristina Villa:
“Este principio implica la importancia de cuidar de los ‘cuerpos socia-
les intermedios’ entre el Estado y el individuo: la familia, los grupos,
asociaciones, las realidades locales de distinto tipo” (Villa, 2018, p.
78). En efecto, cabe ayudar a los demás a realizar sus tareas y res-
ponsabilidades siempre y cuando estos no pueden por sí mismos. Sin
embargo, cuando pueden realizarlo por ellos mismos, lo ideal es que
se les deje de ayudar. Ya que se supone el ejercicio de la libertad de
cada persona. Ahora bien, un ejemplo concreto aplicado a la familia
sería el de los padres que siguen haciendo la cama de sus hijos, aun-
que estos ya pueden hacerla por mismos. Un hecho habitual de este
estilo puede suponer que se ha caído en un cierto paternalismo. No
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obstante, respetar este principio resulta importante para la educación
en la responsabilidad y en la madurez personal.
Por otra parte, resulta evidente que la educación ética y moral la
recibimos de nuestros padres. Esta depende de los ejemplos de vida
que nos den, ya sean estos para bien o para mal (nº 259). Además, los
hijos reclaman que los adultos seamos coherentes. Algo que, por des-
gracia, no siempre somos. Hemos de darles orientaciones y ponerles
límites, aunque tampoco podemos pretender ejercer un dominio ex-
cesivo sobre su vida y el ejercicio de la propia libertad (nº 261). Por
otra, para que podamos tener una adecuada conducta moral en niños y
jóvenes, son necesarias la educación de la conciencia y de la voluntad.
Esto se puede conseguir mediante la dotación de unos criterios y actos
repetidos hasta que lleguen a convertirse en hábitos del propio educan-
do. Y, ¿qué hemos de hacer si nuestros niños y jóvenes obran mal? El
Papa nos da una respuesta clara al respecto: “[…] sensibilizar al niño o
al adolescente para que advierta que las malas acciones tienen conse-
cuencias. […] que pida perdón y repare el daño realizado a los demás”
(nº 268). A pesar de que nos parezca difícil, hemos de intentar creer en
sus palabras cuando arma, que: “La corrección es un estímulo […] el
hijo descubre que sus padres mantienen viva una paciente conanza”
(nº 269). Y los niños han de percibir que sus padres gestionan bien las
emociones, sin dejarse llevar por la ira cuando les corrigen.
Prevención y acompañamiento de situaciones irregulares
En tercer y último lugar, abordamos brevemente una realidad, y es
que cada vez menos personas contraen matrimonio y, al mismo tiem-
po, muchas de las que se casan ponen n a su compromiso e instauran
otro nuevo (nº 293). Ahora bien, el papel de la Iglesia no es el de juzgar,
sino el de “difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la
piden con corazón sincero [...]” (nº 296). Uno de los mayores proble-
mas con los que nos encontramos es que la sociedad actual permite
todo, pero no perdona nada. Mientras que la Iglesia prohíbe muchas
cosas, pero también perdona a todos. El Papa es claro defendiendo que
la Iglesia no sostiene una doble moral, pero tampoco basta con aplicar
normas y leyes morales rígidas a las personas en situaciones irregula-
28 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 15-35
María Luisa Pro Velasco - Elena Martín Acebes
res. Él dice que: “la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde
hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”12 (nº 310).
También hay muchas personas que se casan teniendo en mente
ideas que no son reales con respecto a la vida familiar, quizá inuen-
ciadas por películas o series, y dice el Papa que: “Una de las causas
que llevan a rupturas matrimoniales es tener expectativas demasiado
altas sobre la vida conyugal” (nº 221). El Santo Padre es totalmente
realista, y nos dice que:
Hay crisis comunes que suelen ocurrir en todos los matrimonios,
como la crisis de los comienzos, cuando hay que aprender a com-
patibilizar las diferencias y desprenderse de los padres; o la crisis
de la llegada del hijo, con sus nuevos desafíos emocionales; la cri-
sis de la crianza, que cambia los hábitos del matrimonio; la crisis
de la adolescencia del hijo, que exige muchas energías, desestabi-
liza a los padres y a veces los enfrenta entre sí; la crisis del «nido
vacío», que obliga a la pareja a mirarse nuevamente a misma;
la crisis que se origina en la vejez de los padres de los cónyuges,
que reclaman más presencia, cuidados y decisiones difíciles. Son
situaciones exigentes, que provocan miedos, sentimientos de
culpa, depresiones o cansancios que pueden afectar gravemente
a la unión. (Amoris laetitia, nº 235)
Pero, igual que reconoce estas dicultades, también sostiene que
muchas de estas crisis son superables (nº 236). Y, en caso de no serlo,
no deben ser “los hijos quienes carguen el peso de esta separación”
(nº 245).
Seguidamente, para no quedarnos como si fuésemos espectado-
res de las noticias de cada día, que podemos visualizar sin vernos im-
pulsados a hacer nada por el mundo a pesar de las desgracias que en
él acontecen, el Papa plantea algunas propuestas concretas para las
familias, que son las que veremos en el siguiente apartado.
12 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 47: AAS 105 (2013), 1040. [363] Cf.
ibid., 36-37: AAS 105 (2013), 1035.
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Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 15-35
El desafío de la familia y los desafíos para la familia en Amoris laetitia
Propuestas para las familias
En Amoris laetitia se nos brindan numerosas iniciativas que po-
demos poner en práctica en nuestras respectivas familias. Ciertamen-
te, si cada uno de los lectores de este trabajo nos dispusiésemos a
adoptar solo una, es altamente probable que la sociedad funcionase
mucho mejor, al arreglar algo a nivel particular, algo debería cambiar
a nivel global.
La primera de las propuestas del Papa Francisco consiste en guiar
a los prometidos por el camino de la preparación al matrimonio, con
actividades para que se conozcan y no solo se “distraigan” juntos, que
vean cuáles son sus objetivos vitales antes de comprometerse (núms.
205 y ss.). Por ejemplo, en la Universidad Católica de Ávila se ofrece
un curso de preparación al matrimonio desde el equipo de Pastoral en
colaboración con el Instituto Berit de la familia, donde familias más
experimentadas forman a aquellos que quieren recibir ese sacramen-
to. En segundo lugar, cabría acompañar especialmente durante los
primeros años de vida matrimonial, ya que en la actualidad los jóve-
nes ya no son tan maduros como antes. Asimismo, sería conveniente
animarlos a crear una rutina propia, en el sentido de que ellos vayan
formándose unos hábitos de vida conjunta (núms. 217 y ss., y 226).
Por otra parte, hoy en día contamos con un riesgo que no estaba en el
pasado, y es el de la tecnología. Por eso se propone un uso moderado,
tratar de no utilizarla durante las comidas, pues, como se ha expuesto
con anterioridad, esto reduce la comunicación entre los miembros de
la familia, ni mucho menos para ignorar -consciente o inconsciente-
mente- a alguno de los integrantes de esta (núms. 275, 278, 225).
Otra práctica interesante puede ser la de ampliar los límites del
propio corazón y querer a la familia y amigos del cónyuge. A este res-
pecto, el Papa es altamente ilustrativo, cuando arma:
[…] en esta familia grande están también el suegro, la suegra y
todos los parientes del cónyuge. Una delicadeza propia del amor
consiste en evitar verlos como competidores, como seres peligro-
sos, como invasores. La unión conyugal reclama respetar sus tra-
diciones y costumbres, tratar de comprender su lenguaje, conte-
30 Filópolis en Cristo. Nº 1 (2023), 15-35
María Luisa Pro Velasco - Elena Martín Acebes
ner las críticas, cuidarlos e integrarlos de alguna manera en el
propio corazón, aun cuando haya que preservar la legítima auto-
nomía y la intimidad de la pareja. Estas actitudes son también un
modo exquisito de expresar la generosidad de la entrega amorosa
al propio cónyuge. (Amoris laetitia, nº 198)
Un ejemplo de esta idea la podemos encontrar en la Sagrada Es-
critura en el caso de Rut y su suegra Noemí. Rut no solamente se que-
dó con ella como a la madre de su esposo, sino que la cuidó en su an-
cianidad con generosidad, como si de su propia madre se tratara. Esto
entronca precisamente con otra habilidad que, según el Papa Francis-
co, estamos llamados a desarrollar, y es el aprender a tratarnos con
amabilidad. En palabras del Papa: “En la familia hay que aprender
[…] [el] lenguaje amable de Jesús” (nº 100). Y, como él que es el mo-
delo que seguir, tratar de desterrar toda palabra hiriente de nuestro
vocabulario. Asimismo, algo altamente ecaz para contribuir al buen
ser de la vida familiar es el perdonarnos unos a otros. En relación con
ello, el Santo Padre lanza una vez más una propuesta muy concreta, y
señala que “[…] nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en
la familia” (nº 104). Y, a este respecto, el Papa nos propone usar tres
palabras:
[…] permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras clave! Cuando en
una familia no se es entrometido y se pide “permiso”, cuando en
una familia no se es egoísta y se aprende a decir “gracias”, y cuan-
do en una familia uno se da cuenta que hizo algo malo y sabe
pedir “perdón”, en esa familia hay paz y hay alegría13. (Amoris
laetitia, nº 133)
En efecto, nadie duda que así sea. En cambio, dentro de las fami-
lias a veces podemos caer en la crítica, quizá por excesivo egoísmo, o
por sentir heridos o desoídos nuestros propios intereses o deseos. Por
eso, habría que intentar no hablar de los defectos de los demás, “para
13 Ángelus (29 diciembre 2013): LOsservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 3 de
enero de 2014, p. 2.
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El desafío de la familia y los desafíos para la familia en Amoris laetitia
no dañar su imagen” (nº 112)14. Pues, como dijo en una ocasión un
cardenal, el hablar mal de alguien es como derramar por el suelo el
agua cristalina contenida en una botella. Una vez realizado ese acto,
recoger el agua igual de limpia tras desparramarla, nos resulta posible
y, por tanto, hemos de evitar con todas nuestras fuerzas hacer esto.
Algo sencillo y que cada vez se hace menos en las familias es el
darse tiempo de calidad. Es decir, estar con la atención y la presen-
cia plena ante los miembros de la propia unidad familiar. Procurar
escucharse hasta el nal, sin interrumpir en las conversaciones, sin
estar con el móvil o viendo la televisión o con el ordenador mientras el
otro está tratando de comunicarse. Esto requiere también preparar-
se previamente para tener algo interesante que aportar en el diálogo
mediante la lectura, la reexión personal, la oración y la apertura a la
sociedad (nº 141).
Otro elemento sería entrenarse para la entrega de la propia perso-
na, mediante una educación de las emociones e instintos, poniéndose
algunos límites incluso en bienes lícitos. Por ejemplo, el no darse gusto
en todo, en comer, beber, dormir. O en hacer deporte, que puede re-
sultar ser una ascesis muy saludable. Así se puede uno preparar mejor
para la entrega del propio cuerpo y de la propia vida en la familia15.
Por último, cabe destacar la necesidad de buscar ayuda cuando
surjan momentos de dicultad. Dejarse acompañar por las personas
y, sobre todo, tratar de permanecer unidos al Señor (núms. 236, 312,
318). Él que vivió junto con María y José en la casita de Nazaret, sabrá
darnos ejemplo y apoyo en nuestra vida familiar.
14 “Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el
lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio
para no dañar su imagen. Pero no es sólo un gesto externo, sino que brota de una actitud in-
terna. Tampoco es la ingenuidad de quien pretende no ver las dicultades y los puntos débiles
del otro, sino la amplitud de miras de quien coloca esas debilidades y errores en su contexto.
Recuerda que esos defectos son sólo una parte, no son la totalidad del ser del otro. Un hecho
desagradable en la relación no es la totalidad de esa relación. (nº 113)
15 También en Christus vivit nº 265 habla de cómo debería ser una adecuada preparación al
matrimonio. Dice que: “[…] requiere educarse a sí mismo, desarrollar las mejores virtudes,
sobre todo el amor, la paciencia, la capacidad de diálogo y de servicio. También implica educar
la propia sexualidad, para que sea cada vez menos un instrumento para usar a los demás y
cada vez más una capacidad de entregarse plenamente a una persona, de manera exclusiva y
generosa.
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Consideraciones nales
Concluimos estas reexiones con el mismo deseo que expresó el
Santo Padre al iniciar la Amoris laetitia, indicando: “que cada uno
[…] se sienta llamado a cuidar con amor la vida de las familias” (Fran-
cisco, 2016, 7). ¿Por qué es necesario cuidar de las familias? Por-
que la familia, creada a partir del matrimonio entre un hombre y una
mujer, asegura que el ser humano sea acogido y querido por mis-
mo, y no como un objeto sobre el que se decide y se tiene posesión.
Sólo la familia permite que la persona sea educada en la lógica del don
y aprenda a ser un don para los demás dándose a sí misma, primera-
mente, en el núcleo familiar y luego en otros ámbitos. Como san Juan
Pablo II armó en su primera encíclica:
El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo
un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le
revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimen-
ta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. (Juan Pablo
II, 1979, nº 10)
¿Dónde si no es en la familia, encuentra el ser humano esta
experiencia de amor? ¿Dónde, si no es en la familia, el amor
nos es revelado de forma tangible y personal de tal forma que lo
experimentamos y lo podemos hacer propio?
Animamos como el Santo Padre actual a mirar a “la familia de
Nazaret, con su cotidianeidad hecha de cansancio y hasta de pesadi-
llas” (Francisco, 2016, 30). Pues, como él mismo dice, no hay fami-
lias perfectas, y tampoco lo somos las personas que las componemos.
La principal propuesta de este trabajo consiste en recuperar el valor
de los pequeños detalles en la vida familiar. Esto se puede conseguir
si seguimos la invitación del Papa a dirigir la mirada hacia el modelo
de Jesús, cuyas “palabras y gestos eran expresión de esta pregunta:
«¿Qué quieres que haga por ti?» (Mc 10,51)” (Francisco, 2016, nº
323). Emulando a este modelo es seguro que la situación familiar y
social de la actualidad puede dar un giro de 180º.
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El desafío de la familia y los desafíos para la familia en Amoris laetitia
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