Filópolis en Cristo N° 5 (2025) 173-176
ISSNL 3008-8844
Doctrina Social de la Iglesia y Educación
MENSAJE A LOS PARTICIPANTES
EN EL CONGRESO “SIN IDENTIDAD NO HAY EDUCA-
CIÓN”
(Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo,
Madrid, 22 de noviembre de 2025)
LEÓN XIV
Queridos educadores:
Me dirijo a vosotros con sentimientos de profunda alegría y gra-
titud. Vuestro compromiso diario no es nada sencillo ante una cons-
tante transformación de los procesos educativos, que se diculta
aún más por la extrema digitalización y la fragmentación cultural.
No pocas veces me detengo a pensar en cuánto bien hacéis en me-
dio de condiciones realmente complejas. Vuestra misión al servicio
de la Iglesia es fermento vivo no sólo para las nuevas generaciones,
sino también para las comunidades que encuentran en ella un sólido
punto de referencia (cf. Mt 13,33).
Representáis —con vuestra historia y los diferentes enfoques pe-
dagógicos— una riqueza de carismas que forman la constelación de la
paideia cristiana. Frente a esta constelación tan colorida, no hay que
perder de vista la centralidad de Cristo, que irradia su luz a todas las
estrellas. Este caleidoscopio de colores tan bellos me lleva a reexionar
sobre el tema de vuestro Encuentro: “Sin identidad no hay educación”.
La identidad cristiana no es un sello decorativo o un adorno, sino el nú-
cleo mismo que da sentido, método y propósito al proceso educativo.
Como les sucede a los navegantes, si se pierde de vista la estrella
polar, no es raro que el barco se vaya a la deriva. Para la educación
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cristiana la brújula es Cristo. Sin su luz, la propia misión educativa
se vacía de signicado y se convierte en un automatismo sin esa ca-
pacidad transformadora que nos ofrece el Evangelio (cf. Rm 12,2).
Por ello, se trata de responder plenamente a una vocación y a un
proyecto totalmente original, que se encarna en las prácticas, en el
currículo y en la propia comunidad educativa. [1]
La identidad no es, tampoco, un accesorio o un maquillaje que se
hace visible con rituales aislados o incluso con mecanismos repetitivos,
desprovistos de vitalidad. La identidad es el fundamento que articula la
misión educativa, dene su horizonte de signicado y orienta sus prác-
ticas cotidianas, tanto en la forma de enseñar, como en la de evaluar y
actuar. Cuando la identidad no informa las decisiones pedagógicas, co-
rre el riesgo de convertirse en un adorno supercial que no logra soste-
ner el trabajo educativo frente a las tantas tensiones culturales, éticas y
sociales, que caracterizan nuestros tiempos de polarización y violencia.
Me vienen a la mente las palabras de María Zambrano, quien, al
reexionar sobre los retos y las tensiones del mundo contemporáneo
con su particular sensibilidad poética, está convencida de que el vín-
culo entre el presente y el futuro no puede prescindir de la herencia
del pasado, porque «nuestra alma está cruzada por sedimentos de si-
glos, son más grandes las raíces que las ramas que ven la luz». [2] Os
invito, pues, a reexionar sobre estas palabras, orientados con espe-
ranza hacia el futuro sin olvidar nuestra historia, de la cual debemos
aprender con sabiduría.
Una educación auténtica, por lo tanto, promueve la integración
entre la fe y la razón. No son polos opuestos, sino caminos comple-
mentarios para comprender la realidad, formar el carácter y cultivar
la inteligencia. En consecuencia, es fundamental que en la experien-
cia educativa se promuevan métodos que involucren las ciencias y la
historia, así como la ética y la espiritualidad. Esto se da plenamente
en una comunidad educativa que es como un hogar. Una verdadera
colaboración entre la familia, la parroquia, la escuela y las realidades
territoriales acompaña concretamente a cada alumno en su camino
de fe y aprendizaje.
Si se mira más de cerca, como ya habían indicado los venerados
Padres del Concilio Ecuménico Vaticano II, la Iglesia en su misión
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educativa redescubre su función materna. Ella es la madre genera-
dora de los creyentes, porque es la esposa de Cristo. Casi todos los
documentos conciliares recurren a la maternidad de la Iglesia para
revelar su misterio y su acción pastoral, así como para extender
su amor en un abrazo ecuménico a los “hijos separados de ella” y
a los creyentes de otras religiones, hasta llegar a todos los hom-
bres de buena voluntad. Esto sucede cada día en vuestras escuelas,
abiertas al diálogo y al encuentro entre las diferencias. En ellas, la
educación se convierte en un instrumento de paz y cuidado de la
creación. [3]
Hace poco, durante el Jubileo del Mundo Educativo, celebramos
el 60º aniversario de la Declaración conciliar Gravissimum educatio-
nis, la cual os invito a releer con atención, apreciando su actualidad
y su visión de futuro, a pesar de los muchos años transcurridos. De
hecho, se ha instado a la Iglesia a «ocuparse de toda la vida del hom-
bre, incluso de la terrenal, en cuanto relacionada con la vocación so-
brenatural; por lo tanto, tiene una tarea especíca en lo que respecta
al progreso y al desarrollo de la educación». [4]
De esta manera, el icono de la Iglesia Madre se presenta ante
nosotros no sólo como expresión de ternura y caridad, sino también
como aquella que salvaguarda esa capacidad —intrínsecamente li-
gada a ella— de ser guía y maestra, habiéndole conado «su santísi-
mo Fundador […] una doble tarea: engendrar hijos, educarlos y sos-
tenerlos, guiando con maternal providencia la vida de los individuos
y de los pueblos, cuya gran dignidad ella siempre respetó y protegió
con solicitud». [5]
Al concluir este mensaje, resulta evidente que la acción educativa
de la Iglesia —llevada a cabo a través de las escuelas y las actividades
formativas— no es simplemente una obra lantrópica loable para
satisfacer o sostener una necesidad social, sino que es parte esencial
de su identidad y misión. Por lo tanto, os animo a comprometeros
con valentía y a mirar hacia adelante con esa esperanza viva que se
renueva cada día en vuestra pasión educativa.
Agradeciéndoos por todo vuestro esfuerzo, queridos educadores,
os saludo y os bendigo.
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[1] Cf. Congregación para la Educación Católica, La identidad de la
escuela católica para una cultura del diálogo (25 enero 2022).
[2] M. Zambrano, Las palabras del regreso, Madrid 2009, 67.
[3] Cf. Francisco, Discurso a los estudiantes y profesores de la “Red
Nacional de las Escuelas de Paz” (28 noviembre 2022).
[4] Conc. Ecum. Vat. II, Declaración Gravissimum educationis, sobre
la educación cristiana (28 octubre 1965), Proemio.
[5] San Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra (15 mayo 1961), 1.