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Filópolis en Cristo N° 5 (2025) 163-171
ISSNL 3008-8844
La Esperanza en la vida y la enseñanza de Francisco
más cercanos en el tiempo como William Shakespeare, Alessandro Man-
zoni y León Tolstoi11. O como Fiodor Dostoievski12 o Charles Péguy13. Y
nuestro gran poeta argentino, José Hernández14. En el mundo del arte,
es habitual también el recurso a la contemplación de obras pictóricas de
pintores de diversas épocas, como “Spes” de Pedro Brueghel “El Viejo”15
o “Esperanza I” y “Esperanza II”, de Gustav Klimt16.
Pocos, sin embargo, se acuerdan de la última parte de la historia: cuando todos los males ya
han salido de la caja, en el fondo queda un minúsculo don que al parecer puede conceder la
revancha contra el mal que se extiende: los griegos lo llaman Elpis, que signica esperanza. Ese
antiguo mito da fe de que la esperanza, lo que queda en el fondo de la caja, es de suma impor-
tancia para la humanidad” (Francisco, 2025, p. 283. Cursivas en el original). Ya se había referido
con anterioridad a Hesíodo en su Catequesis del 27 de setiembre de 2017.
11
Señala Francisco, que “el valor universal de la literatura da fe de que las expectativas, las pulsiones,
las virtudes y las miserias de los seres humanos son atemporales. Leyendo a Shakespeare, a Manzo-
ni o a los grandes escritores rusos (‘lo que leo en Tolstói es más cierto que lo que leo en los periódi-
cos’, tuvo a bien escribir un estudioso de sus textos), podemos tomar acta de que en todas las épocas,
también en la nuestra, los hombres y las mujeres abordan en primer lugar su propia humanidad,
su propia libertad y su propia responsabilidad. Al mismo tiempo, estas lecturas pueden educar la
mirada a la lentitud de la comprensión, a la humildad de la no simplicación, a la mansedumbre
de no pretender controlar la realidad y la condición humana a través del juicio, e impedir que este
último se vuelva ciego o supercialmente condenatorio” (Francisco, 2025, p. 307)
12
Entre otros numerosos textos, en Esperanza. La Autobiografía, 2025, pp. 193-194, el Santo Pa-
dre cita a Dostoievski, transcribiendo un pasaje de su Carta ‘A Natalija hija Dmitrievna Fovizina’
(en Lettere sulla creatividà, 2005): “Mi credo es muy simple: creer que no hay nada más hermoso,
más profundo, más simpático, más razonable, más viril y más perfecto que Cristo. Es más, no
sólo no hay nadie igual, sino que además con celoso amor, me digo que no puede haberlo”.
13
Recuerda el Papa que “entre las representaciones más bellas que se han hecho de esta virtud está
la de un poeta que nos dice con belleza que Dios no se asombra tanto por la fe de los seres humanos,
ni por su caridad, sino que lo que realmente le llena de maravilla y asombro es la esperanza de la
gente” y remite a Péguy, Charles, El pórtico del misterio de la segunda virtud, Encuentro, Madrid,
1991, en La Esperanza no defrauda nunca, 2024, p. 30. Cf. Catequesis del 27 de setiembre de 2017.
14
Francisco citó la obra cumbre de José Hernández, el Martín Fierro, en su “Discurso en la Or-
ganización de las Naciones Unidas”, el 25 de Septiembre de 2015, diciendo: “El gaucho Martín
Fierro, un clásico de la literatura de mi tierra natal, canta: ‘Los hermanos sean unidos porque
esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre
ellos se pelean, los devoran los de afuera’”.
15
Expresa Francisco: “Hace ya algunos siglos, el pintor Brueghel el Viejo nos dejó un hermoso
grabado en el que se la ve a la diosa latina Spes de pie sobre un ancla y en medio de una escena
de terrible adversidad, con personajes que luchan por escapar de las olas del mar, barcos des-
truidos, un incendio, detenciones. Pero la leyenda bajo la obra nos reconforta: ‘La persuasión
de la esperanza es muy agradable y especialmente necesaria para la vida, en medio de tantas
penalidades casi insoportables’” (La Esperanza no defrauda nunca, 2024, pp. 12-13).
16
Señala Francisco: “el artista Gustav Klimt pintó a comienzos del siglo XX sus obras Espe-
ranza I (1903) y Esperanza II (1907). En ellas retrató a dos mujeres embarazadas como repre-