172 Filópolis en Cristo N° 3 (2024) 171-174
ISSNL 3008-8844
Ricardo von Büren
Con un lenguaje coloquial, y de la mano de la que denomina “nues-
tra tradición social católica” (Catequesis 1: Introducción, 05-08-20),
el Papa se enfrenta con la problemática provocada por la pandemia y
medita sobre sus alcances. No se detiene en la queja, en las acusacio-
nes o en la desesperanza frente a la muerte y el sufrimiento, sino que
ubica la crisis en un marco mayor que la precede y acompaña, lo que
le permite hablar de su doble rostro: la ligada puntualmente a la salud
pública, y la vinculada a sus consecuencias en los ámbitos individua-
les, familiares, socio-económicos, jurídicos, políticos y culturales.
El enfoque de fondo asumido por Francisco es teológico, especial-
mente cristológico: “Como familia humana tenemos el origen común
en Dios; vivimos en una casa común, el planeta-jardín, la tierra en
la que Dios nos ha puesto; y tenemos un destino común en Cristo”
(Catequesis 5: La solidaridad y la virtud de la fe, 02-09-23). Con esa
inspiración que late en todas las Catequesis, y partiendo de la persona
humana, Francisco aborda distintas cuestiones sociales como la op-
ción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes y el
derecho a la propiedad privada y se detiene a considerar dos grandes
principios: la solidaridad y la subsidiariedad.
Ese recorrido, le permite señalar el norte de los empeños a
desplegarse en las realidades humanas, situándolo en la edicación
del bien común temporal orientado al bien común sobrenatural, que
es Dios en su gloria: “Para construir una sociedad sana, inclusiva,
justa y pacíca, debemos hacerlo encima de la roca del bien común
–San Juan Pablo II, SRS, 10–. El bien común es una roca. Y esto es
tarea de todos nosotros, no sólo de algún especialista. Santo Tomás
de Aquino decía que la promoción del bien común es un deber de jus-
ticia que recae sobre cada ciudadano. Cada ciudadano es responsable
del bien común. Y para los cristianos es también una misión. Como
enseña San Ignacio del Loyola, orientar nuestros esfuerzos cotidianos
hacia el bien común es una forma de recibir y difundir la gloria de
Dios” (Catequesis 6: Amor y bien común, 09-09-20).
Destacamos el énfasis puesto por el Santo Padre en el ejercicio de
la virtud de la caridad, uno de los ejes doctrinales de su enseñanza y
del mensaje social del Evangelio, a la que en línea con sus predece-
sores reconoce una importante e ineludible dimensión comunitaria: