Filópolis en Cristo N° 3 (2024) 165-169
ISSNL 3008-8844
Recensión
Sergio Raúl Castaño, Esquiú, ¿Prócer liberal o teólogo de la Cris-
tiandad? Una exposición del pensamiento teológico-político de Fray
Mamerto Esquiú elaborada sobre los textos del autor, Tucumán,
Editorial UNSTA, 2022, 133 pp., ISBN: 978-987-8421-10-0.
Los argentinos conservamos –como uno de los tantos legados de
los españoles– la necesidad de distinguir categorías diáfanas, sin gri-
ses ni matiz alguno. Porteños o provincianos, peronistas o antipero-
nistas, liberales o populistas, etc. El problema de esta imperiosidad
de precisión acontece cuando está basada en un nulo esfuerzo intelec-
tual. Por eso, es más acertada que nunca la elección que acompaña la
portada de esta enjundiosa obra de Sergio Castaño: “Una exposición
del pensamiento teológico-político de Fray Mamerto Esquiú elabora-
da sobre los textos del autor”.
El prólogo de Ricardo von Büren a la primera edición de esta obra,
entre otros tópicos, nos ubica en el contexto de deliberada confusión
con que se ha manchado la losofía social del novel beato para incor-
porarlo a las huestes liberales y toma las palabras del P. Castellani
que llama a Esquiú “el único orador sacro que ha existido en la Argen-
tina”. Luego, reriéndose al texto en sí, von Büren realza la claridad
con que el autor nos adentra en el clima histórico-político en el que
Esquiú desarrolla su pensamiento y al analizar el célebre Sermón de
1853, cita la lúcida perspectiva de Carlos Sacheri que nos dice que
“desde el punto de vista de la ortodoxia católica, la Constitución del
53 presentaba muchos reparos. Fray Mamerto no desconoció jamás
este hecho, pero le prestó su apoyo a pesar de ello, por considerar –en
un juicio no ya doctrinal, sino prudencial– que se debía escoger entre
la anarquía y la organización, por imperfecta que ésta fuera” (p. 10).
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También resalta el prologuista la importancia que para Casta-
ño tiene el Sermón de 1875 en la “Consolidación de la doctrina
denitiva de Esquiú sobre la Cristiandad” y el destacado aparato
bibliográco que le sirve de base al autor para sus reexiones “que
permite ahondar un espacio aún no sucientemente desarrollado:
el de las verdaderas ideas profesadas públicamente por Fray Ma-
merto” (p. 12).
Porque el primer gran mérito del Dr. Castaño es abrevar de las
propias fuentes del pensamiento del beato catamarqueño. Para ello,
con mano maestra, en la primera parte de la obra que se denomina
“Primeros pronunciamientos sobre el orden político cristiano. Prelu-
dio, tanteos, ¿extravíos? y despunte de una doctrina” nos va desen-
trañando y haciendo comprender el drama histórico que a Esquiú le
toca afrontar y “lo que signicó la puesta en tela de juicio de la con-
fesionalidad plena del Estado”. La profundidad de los debates de los
asambleístas y sus argumentos, las maniobras políticas e institucio-
nales, todo es desentrañado por la meticulosa investigación del autor.
Al analizar el Sermón de 1853 nuestro autor nos advierte sobre las
dos bestias negras que pesaban sobre la conciencia política del frai-
le: la anarquía y el despotismo (p. 36) y que son las que lo empujan
a clamar por el acatamiento a la Constitución a pesar de tener bien
en claro el modo negativo con que ésta trata a la verdadera religión.
Al futuro obispo de Córdoba la Constitución de 1853 lo enfrenta al
dilema de aceptar su triple décit de legitimidad “a partir del aban-
dono de la confesionalidad del Estado unida a la libertad absoluta de
cultos: teológico-moral (por emparejar la verdad con el error), jurí-
dico (por quebrantar la tradición constitucional –patria y occiden-
tal– inveterada) y sociológico (por desconocer el talante espiritual y
la fe del pueblo de la Confederación)” (p. 38) o lo que él percibe como
una inevitable anarquía, como un estado de guerra permanente desde
nuestra independización de España.
Luego nuestro autor analiza las fuentes doctrinales en las que Es-
quiú se basa para analizar la temática de la ley injusta que son Santo
Tomás de Aquino y Jaime Balmes. A continuación caen bajo la lupa
de Castaño los sermones de 1854, 1856 (donde aparece inequívoca la
armación de la confesionalidad del Estado) y 1861 que son los pro-
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nunciamientos sobre la relación Iglesia-Estado que aún correspon-
den al período de la Confederación.
La segunda, de las tres partes en que se divide la obra, es titu-
lada por el profesor Castaño “Consolidación de la doctrina defi-
nitiva de Esquiú sobre la Cristiandad” y tiene como centro al Ser-
món de 1875, encargado por el gobernador de Catamarca Gral.
Octaviano Navarro con motivo de la reforma de la constitución
provincial de 1855.
Han pasado 22 años desde la jura de la Constitución Nacional y
las guerras de exterminio en el interior del país se habían extendido
a la Banda Oriental y al Paraguay. Esquiú observa desolado la reali-
dad. La constitución liberal no ha cimentado en Cristo sus derechos,
sus deberes, su justicia y se han vuelto palabras vacías. Y seguirán
hueras muchos años más. Por citar un ejemplo, el periodista y prolí-
co autor sanjuanino Juan Carlos Bataller, –a pesar de su admiración
por Sarmiento–, nos reere que la muerte del ex lugarteniente del
Chacho Peñaloza, de Felipe Varela y amigo del Cura Brochero, Santos
Guayama, fue ordenada luego de un motín de presos por el entonces
gobernador de la provincia cuyana Coronel Agustín Gómez sin for-
malidad alguna. Consultado sobre en base a qué ley había ordenado
la ejecución Gómez no anduvo con rodeos: “Hay leyes que hay que
escribirlas con la punta de la espada”.
Es aquí donde para juicio de nuestro autor aparece en toda su
grandeza el teólogo de la Cristiandad. Desbroza en profundidad el
signicado y las consecuencias del artículo 14 de la C. N. y las de la
separación entre la Iglesia y el Estado.
Como suele acontecer a la mayoría de las personas de buena fe, Es-
quiú estaba en el buen camino e iba subiendo y dejándose moldear en
su corazón y en su mente por quien es Camino, Verdad y Vida. Como
dijo el maestro Caturelli, Esquiú no era liberal, pero del “Sermón de
la Constitución de 1853” al sermón de 1875 hay una consolidación
doctrinal que deja clara cuál es la respuesta a la pregunta que enuncia
el título de la obra.
La Cristiandad es “el tema” de Fray Mamerto, la patria en sus gen-
tes piadosas y humildes el objeto de sus desvelos. Esa na madurez es
la que le permite señalar los errores de José Manuel Estrada en su ar-
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tículo “La Iglesia y el Estado”, que el educador católico había publica-
do en la Revista Argentina en 1871. Allí el franciscano aborda el pro-
blema de la tolerancia de los otros cultos aduciendo en primer lugar la
proposición n. 55 del Syllabus de Pío IX y calica a la fórmula “Iglesia
libre en el Estado libre” como anticatólica. Luego el teólogo nos va
a presentar las opciones católicas que la constitución de Catamarca
puede elegir para afrontar la permisión o no de la libertad de cultos y
que Castaño desmenuza en sus cuatro opciones, en uno de los pasajes
más interesantes de su libro (p. 70). Siguen el análisis de la toma de la
libertad como bandera del anticristianismo y de la comunidad políti-
ca como sujeto de religión.
El propio Estrada –que había adherido a la fórmula “Iglesia libre
en el Estado libre”– va a reconocer más tarde la contaminación que
había sufrido por los errores de su tiempo “…obligado me vi a reha-
cer, pieza por pieza, y totalmente mis opiniones en materias sociales,
políticas y jurídicas”.
La tercera parte intitulada “A modo de conclusión. El pensamien-
to de Esquiú sobre el orden público cristiano, ¿evolución o esclare-
cimiento?”, es la más breve y aborda la inuencia del regalismo que
el siglo borbónico había proyectado sobre los ambientes eclesiásticos
hispanoamericanos y da respuesta a la pregunta de su título.
El trabajo se complementa con un Apéndice que contiene dos tex-
tos completos del santo teólogo: el Sermón pronunciado en la Igle-
sia Matriz de Catamarca con motivo de la reforma de la Constitución
Provincial (24 de octubre de 1875) y el Estudio del artículo “La Iglesia
y el Estado”, de José Manuel Estrada, publicado en la Revista Argen-
tina del 1 de febrero de 1871.
El estilo de Castaño es claro y directo, pero ha de necesitarse un
cúmulo de conocimientos previos en historia, derecho constitucional
y losofía política clásica, para poder entender y disfrutar más las su-
tilezas de los grandes principios que están en juego y la magníca in-
vestigación realizada. Quien realice el esfuerzo se verá ampliamente
recompensado y disfrutará ampliamente de los nuevos y profundos
conocimientos adquiridos.
Pero, tal vez, el mayor logro de nuestro autor sea mantener enhies-
ta la bandera de la Cristiandad en estos tiempos turbulentos, como lo
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supo hacer en su momento el santo obispo de Córdoba y padre espiri-
tual y orgullo del pueblo catamarqueño.
Carlos Alberto Castillo
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
carlos.castillo@unsta.edu.ar
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