168 Filópolis en Cristo N° 3 (2024) 165-169
ISSNL 3008-8844
Carlos Alberto Castillo
tículo “La Iglesia y el Estado”, que el educador católico había publica-
do en la Revista Argentina en 1871. Allí el franciscano aborda el pro-
blema de la tolerancia de los otros cultos aduciendo en primer lugar la
proposición n. 55 del Syllabus de Pío IX y calica a la fórmula “Iglesia
libre en el Estado libre” como anticatólica. Luego el teólogo nos va
a presentar las opciones católicas que la constitución de Catamarca
puede elegir para afrontar la permisión o no de la libertad de cultos y
que Castaño desmenuza en sus cuatro opciones, en uno de los pasajes
más interesantes de su libro (p. 70). Siguen el análisis de la toma de la
libertad como bandera del anticristianismo y de la comunidad políti-
ca como sujeto de religión.
El propio Estrada –que había adherido a la fórmula “Iglesia libre
en el Estado libre”– va a reconocer más tarde la contaminación que
había sufrido por los errores de su tiempo “…obligado me vi a reha-
cer, pieza por pieza, y totalmente mis opiniones en materias sociales,
políticas y jurídicas”.
La tercera parte intitulada “A modo de conclusión. El pensamien-
to de Esquiú sobre el orden público cristiano, ¿evolución o esclare-
cimiento?”, es la más breve y aborda la inuencia del regalismo que
el siglo borbónico había proyectado sobre los ambientes eclesiásticos
hispanoamericanos y da respuesta a la pregunta de su título.
El trabajo se complementa con un Apéndice que contiene dos tex-
tos completos del santo teólogo: el Sermón pronunciado en la Igle-
sia Matriz de Catamarca con motivo de la reforma de la Constitución
Provincial (24 de octubre de 1875) y el Estudio del artículo “La Iglesia
y el Estado”, de José Manuel Estrada, publicado en la Revista Argen-
tina del 1 de febrero de 1871.
El estilo de Castaño es claro y directo, pero ha de necesitarse un
cúmulo de conocimientos previos en historia, derecho constitucional
y losofía política clásica, para poder entender y disfrutar más las su-
tilezas de los grandes principios que están en juego y la magníca in-
vestigación realizada. Quien realice el esfuerzo se verá ampliamente
recompensado y disfrutará ampliamente de los nuevos y profundos
conocimientos adquiridos.
Pero, tal vez, el mayor logro de nuestro autor sea mantener enhies-
ta la bandera de la Cristiandad en estos tiempos turbulentos, como lo