Filópolis en Cristo N° 3 (2024) 141-153
ISSNL 3008-8844
Peldaños en el Amor de Dios
Enrique Shaw1
“Que la fe en Dios, el amor desinteresado al prójimo
y la rme voluntad de hacer siempre
y escrupulosamente tu deber,
constituyan el único programa de tu vida”
Carlos Matthey
Introducción
La idea central que quisiera animar estos “peldaños” es que sean
puntos de apoyo y de guía para nuestro deseo de perfección.
Habiendo sido creados por Dios por amor, es por medio del amor
que debemos volver a unirnos a Él.
Amor en todo:
- Amor a Dios, sobre todas las cosas, íntimo, entusiasta, dominante,
por el amor innito y los muchos favores con que nos ha col-
1
Este Programa de vida, fue elaborado desde muy joven por Enrique. Lo fue dise-
ñando y ajustando en diálogo con su novia y luego esposa, Cecilia, a través de distin-
tas correcciones a lo largo del tiempo. Diferentes redacciones han sido recogidas en
diversas obras, que mencionamos: Critto, A. (2002). Enrique Shaw: Notas y apuntes
personales, Claretiana; Romero Carranza, A. (1984). Enrique Shaw y su circunstancia,
Buenos Aires; y Shaw de Critto, S. (2017). Viviendo con alegría: Testimonios y bre-
ve biografía de Enrique Shaw, Claretiana. Para su publicación en Filópolis en Cristo,
hemos recurrido a la versión más completa, que se encuentra en: Critto de Eiras, S.
(2021). Enrique y Cecilia. Cartas de Amor, Logos, pp. 287-300.
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mado, siendo inmejorable medio para inamarlo nosotros, la
agradecida meditación de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.
Para lograr esto, se requiere que nuestro amor a Dios sea “sumo
en la apreciación”. Será así si estamos dispuestos a perderlo
todo antes que perder la gracia y amistad con Dios.
- Amor al prójimo, no por sus cualidades personales, sino por
lo que hay de divino en él, por ser miembros del Cuerpo Místi-
co. Aún sus faltas, sus fealdades, sus pecados pueden ser objeto
de amor, no en su condición de tales, sino por ser partes redi-
mibles de una persona amada.
- Amor a todas sus criaturas, a lo que es bueno y bello, como
que es obra de Dios y reejo de la perfección divina, creado es-
pecialmente para el hombre como un jardín en el cual ha de
madurar para ir al cielo.
En resumen poner en lo más insignicante de nuestras acciones
el mismo amor que pondríamos en el acto de ser llevados al martirio.
Normas prácticas generales
“A Ti, que pasas y llamas, quiero ir con tu ayuda,
con profunda humildad e intenso amor”
Debo atender con especial cuidado a las fuentes de donde proce-
de la fuerza: los sacramentos, oraciones, meditaciones y celebracio-
nes religiosas. Porque sin una base segura, el resto del edicio será
demasiado frágil.
El tiempo que estoy en la Iglesia por la mañana debe ser el centro
moral de todo el día, la luz de las actividades que se han de desarro-
llar y la fuente de las fuerzas que me son necesarias para cumplir
con mi deber.
Debo dedicar enteramente este tiempo al Señor, para poder así
permanecer unido a Él el resto del día, recordando que en aquellos
momentos hay a mi alcance una inagotable fuente de Gracia.
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Conclusión: recogimiento interior, es decir, reunión de todas las
potencias del alma en el corazón para tratar en él con Dios a solas y
condencialmente.
Dominarme enérgica y cristianamente.
- Confesión: Ser más regular en hacerla, prepararme mejor,
humillarme bien, diciendo al comenzar: “Padre, bendecidme,
porque he pecado”, y luego ser agradecido por la innita mise-
ricordia de Dios.
- La Santa Misa y comunión: Conmemoración de la Pasión de
Nuestro Señor, debe, por lo tanto, ser el centro de mi vida.
- Preparación remota: Visitar al Smo. Sacramento, pensar en
ella cada vez que paso frente a una Iglesia, referir a ella todos
los actos del día.
- Preparación próxima: Seguir la Misa con devota aten-
ción, ofreciendo en ella lo mejor que tenga y también el
sacrificio que más me cuesta. Luego, llegado el momen-
to, recordar mis necesidades espirituales y acercarme a
Jesús ofreciéndome todo a Él e implorándole que reine en
nuestras almas.
- Dirección espiritual: Es moralmente necesaria para llegar a
la perfección, siendo esta humilde obediencia, como dice San
Francisco de Sales, el medio más seguro de hacer la voluntad
de Dios.
- Cultura religiosa o formación: Es muy importante como medio
para progresar y proporciona no poca parte de la fuerza que
requieren las luchas de cada día.
Debo dedicarme a ella con espíritu de adelantar en la virtud,
tanto más cuanto siempre hay tendencia a hacerla, si no en
teoría al menos en la práctica, un n en sí misma.
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Normas de piedad diarias
- Asistir a la Santa Misa todos los días que sea posible. Procuran-
do “vivirla” con ayuda del misal, aunque al principio sea sólo
con oraciones de actos forzados, no de amor. Naturalmente,
comulgar durante la misma. Si no se pudiera asistir, rezar las
oraciones litúrgicas.
- Leer durante unos cinco minutos y luego meditar durante tan
sólo otros tantos, algún trozo del Nuevo Testamento o de los
Salmos, procurando retener algún pensamiento durante el
resto del día a modo de “ramillete espiritual”.
- Rezar una tercera parte del Rosario con atención, humildad,
conanza y perseverancia.
- Con frecuencia, durante el día hacer una cualquiera de las si-
guientes cosas:
- Ponerse en presencia de Dios.
- Hacer algún acto de adoración, amor, expiación. Recordar
que más fuerza tiene para puricar el alma un sólo acto de
amor a Dios que todo el fuego del Purgatorio.
- Rezar alguna jaculatoria, como ser: “Jesús, tan manso y
humilde, haced mi corazón semejante al vuestro”. Recor-
dar que la paciencia es mucho más preciosa que el dinero,
y si este último se tiene bien guardado poniéndose toda
clase de cuidados para no perderlo, mucho más cuidados
hemos de tener para no perder la paciencia. Otras: “Madre
llena de aicción de Jesucristo las llagas grabadas en
mi corazón”. “Oh Dios, ten piedad de mí, pobre pecador”.
“Ven Espíritu Santo, llena los corazones de los eles y en-
ciende en ellos el fuego de tu amor”. “En Ti, Señor, pongo
mi esperanza y no seré confundido”. “Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío, creo en vuestro amor hacia mí”.”Señor
mío y Dios mío”.
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- Rezar un ave María por…
- Hacer alguna pequeña morticación.
- Darle gracias a Dios, no sólo siempre, de un modo general, sino
también inmediatamente después de cada gracia u otro motivo
particular de alegría recibido.
- Rogar a Dios antes de sentarse a la mesa, y no levantarse de ella
sin darle gracias.
- Al n del día hacer un examen general de conciencia. Represé-
ntate a tu ángel custodio que te llama a comparecer ante el tri-
bunal de Dios a n de que des cuenta del uso de tu tiempo, de tu
fuerza y gracia durante el día pasado, como con toda seguridad
algún día sucederá.
Premisas
La vida es para las personas una misión que Dios les ha señalado,
esto constituye su razón de ser. Es una misión, pero esto no quiere
decir que todos estén destinados a grandes y famosas empresas.
Tampoco es signo de superioridad moral, esto está en relación en-
tre lo que Dios da y lo que el hombre es capaz de realizar.
Por eso, la base de la vida moral de aquellos a quienes han sido
concedidas Gracias especialísimas, debe ser una rigurosa humildad
que les recuerde que deben trabajar por Dios y no para conquistarse
fama aunque esta fuera justamente merecida.
Sería un error creer que se ha alcanzado una elevada condición
moral cuando se vive en una dulce paz espiritual, cuando el trabajo
es fácil y las dicultades, pocas y leves. Este es un don del Señor que
a menudo se nos muestra generoso al concedernos satisfacciones y
premios. Sin embargo, la base de todo progreso moral son las luchas,
los sufrimientos, los sacricios. El premio vendrá luego; ahora es el
momento de la lucha, del combate.
Tomemos de las manos de Dios las treguas, gocémoslas sincera y
plenamente, pero no alteremos su naturaleza.
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En el presente, en el trabajo está la obligación de cumplir los de-
beres de mi estado: ser un buen ocial, un buen hijo, un buen esposo,
un buen padre.
Recordar que la familia es la que me ha dado la vida y con ella
he contraído una deuda inmensa de gratitud que es obligación mía
satisfacer, pues soy un miembro de ella con importantísimos de-
beres.
Para el futuro se necesita una preparación técnica, moral e inte-
lectual:
- Técnica, para poder desempeñar la profesión que me permitirá
ganarme honradamente la vida y, además, ser útil a la sociedad.
- Moral, para conseguir que mi carácter y mi alma alcancen el
grado de perfección interior que le impone los dones recibidos,
para ser digno de la altísima misión de Ocial de Marina y de
esposo y padre cristiano.
- Intelectual, para embellecer mi mente con aquellos conoci-
mientos especialmente religiosos, que me son necesarios ahora
y lo serán aún más, más adelante.
Dado que se adelanta por grados y no a saltos, para hacer fruc-
ticador cuanto de Él es recibido, mi deseo es sustituir el esfuerzo
aislado, momentáneo, impulsivo por la unidad moral que resiste
en los momentos más difíciles y en las caídas, y da al alma profun-
da paz.
¿Cómo lograr este proyecto, esta unión amorosa con Dios? Sigamos
el camino que el Ángel indicó a Tobías: oración humilde. Esto, en su
sentido más amplio, se da en cualquier acto destinado a honrar a
Dios, pero también en el más propio y estricto de la palabra, que a
bordo es especialmente necesaria; morticación y limosna. Es decir,
actos espirituales o materiales de amor al prójimo y de este modo y
dando gracias a Dios por todo lo que le debemos, abandonémonos
enteramente y con alegría a su amorosa Voluntad.
Cada uno en su propio estado tiene todos los medios.
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Metas
Estas páginas quisieran cumplir tres objetivos:
- Recordarnos que con sólo “abrir la puerta” entra la luz.
- Mediante la disposición lógica de sus partes, ayudarnos a po-
der ir abriéndola sistemáticamente y, cada instante, con mayor
suavidad.
- Quizá el menos importante, aunque aparentemente parece
lo contrario: proponer a nuestra voluntad decidida a obrar,
varios “caminos”, todos ellos ya probados y asequibles. Para
elegir uno entre ellos, como se elige un camino desde un
buque. El que nos oriente, guíe y facilite las fuerzas para
cumplir con los Mandamientos, que es lo único obligatorio,
lo único necesario. (Jn 14:15: “Si me amáis, observad mis
mandamientos”).
Recién entonces seguir todo lo que un generoso deseo pueda agre-
gar a la estricta observancia de los mismos y de nuestros deberes de
estado.
Recordando que nuestro adelanto no se obra por la multitud de
ejercicios piadosos sino por la perfección con que los hacemos.
Un programa de vida
Además de la estricta observancia de los mandamientos de Dios y
de la santa madre Iglesia y de los deberes del propio estado, se puede:
“Llegar al estado denominado de ‘perfección común’. Así el alma
evita el pecado venial deliberado y se esté dispuesto, si necesario fue-
ra, a practicar las virtudes de modo heroico”.
Como ello no es, ni podría ser, algo estático, sino que tiene que ser
algo dinámico, un “n” que al mismo tiempo es un “programa”, pues
la perfección no reside tan sólo en el amor, sino que este amor es,
también, el camino que a ella conduce, para lograrlo se puede obrar
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según se indica a continuación y teniendo presente siempre que no
hay sino una manera de ser santo, y es siéndolo.
Al querer aplicarlo, tener en cuenta que esto es para los dos. En
concreto para nosotros dos, ¿qué signica? Llegar a la perfección en
nuestro estado de vida conyugal.
- Imitar a Jesucristo, Nuestro Señor, quien ha dicho de mismo:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14:16); vivir como
lo haría Él en mi lugar; remover todo obstáculo entre Él y yo,
conformar mi voluntad la de Él, darme a Él, identicarme con
Él, ser uno con Él (Jn 17:25).
- Si uno no se atreviese a decir como Domingo Savio: “Señor,
quiero hacerme santo”, por lo menos suplicarle que me haga
mejor, haciéndome sufrir si fuera necesario, con tal que llegue
a ser más bueno, más humilde y más unido a Él.
- Estar siempre alegre uno mismo, ¡cómo no estarlo si recorda-
mos que Dios es nuestro Padre, siempre dispuesto a perdonar-
nos de buen grado! Y difundir felicidad en torno nuestro y por
nuestro apostolado.
- Irradiar el mensaje evangélico, difundir la verdad en un am-
biente de caridad. Irradiar sobre el mundo más verdad y más
amor.
- Huir de las ocasiones próximas de pecado; no asistir espectácu-
los inmorales ni leer o permitir leer en la propia casa, nada que
puede ofender la virtud; evitar toda palabra indecente y toda
chanza poco honesta.
- Ser moderado en el comer y beber, y en particular los viernes
restringirme algo en el alimento, sobre todo carne, dulces, etc.
- Dar buen ejemplo, estimulando las obras cristianas y los ejerci-
cios de piedad, sobre todo en la propia familia.
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- Vivir en paz y Concordia con el prójimo y hacer lo posible para
apaciguar las discordias.
- No jurar nunca sin verdadera necesidad.
- Visitar a los enfermos.
- Hacer, además de las ordinarias, alguna limosna especial para
proveer al sostenimiento del culto.
- Instruirse bien en religión.
- Aprovechar las tentaciones como campanillas que nos llaman a
la oración.
- Una vez al año, durante una semana y si fuera buenamente po-
sible, hacer un retiro espiritual siguiendo el orden de medita-
ciones prescrito en los Ejercicios de San Ignacio.
- Durante el resto de los días del año, tener bien presente el pre-
cepto de Jesús: “Velad y orad”.
- En todo, obrar por amor de Dios, con fervor y con generosidad,
para con el prójimo y con Dios, pensando en lo agradecido que
estaríamos a alguien que por nosotros hubiera dado su fortuna,
por ejemplo; y que hizo Jesús aún mucho más, pues por amor
nuestro fue escupido, agelado y muerto en Cruz.
- Procurar hacer triunfar los derechos de Dios y de su Iglesia y que
se honre a Cristo Rey en todos los ámbitos, en nuestras almas, en
nuestras familias, en todas las personas que nos rodean.
- ¿Qué mejor expresión de amor a Dios y al prójimo que salvar
almas difundiendo a la religión?
- No pelear ni oponer, sino atraer a los pecadores.
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- Honrar a todos, y con todo ser siempre amable, cortés, como lo
era San Francisco de Asís.
- Que se diga de uno lo mismo que se decía de Santa Catalina
de Siena: “Nadie se acercaba a ella que no se retirara mejor”.
Aunque no se lograra inmediatamente.
- “En todas tus obras preeminente” (Eli 33:23). En esto es-
tará la perfección: en hacer excelentemente tus obras, todas
ellas. De estas y no de otras que perderá cuentas el Señor.
No en hacer obras excelentes, sino excelentemente. La mujer
fuerte fue descrita en las Escrituras llevando a cabo las obras
ordinarias.
- Procurar no hacer gastos excesivos, dejándose llevar por la
manía de tenerlo todo o por la tentación de los libros nuevos,
sino limitándose a leer aquellos que nos ayudarán en nuestra
misión especial.
- Que el Señor nos conceda llegar a adquirir mucha ciencia re-
ligiosa, para que sea fuente de humildad, de la humildad que
brota del conocimiento más amplio de las personas y de las
cosas. Que el estudio nos permite hacer un instrumento su-
cientemente preparado para ayudar y defender a la Iglesia,
nuestra Madre, dentro de los límites de nuestras reducidas
fuerzas.
Examen de conciencia
La humildad y conanza en el Señor son dos virtudes fundamen-
tales e íntimamente unidas una a otra, y parece ser que no es posible
poseer la una sin la otra.
La humildad es la visión precisa de nuestra situación moral, re-
conociendo cuál es nuestro punto débil, cuáles nuestras culpas y al
mismo tiempo reconocer la ayuda que nos proporciona el Señor con
sus abundantes dones.
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No es necesario, para esto, quitar valor a cuánto hemos recibido;
demasiadas culpas y faltas se ven examinando interiormente nues-
tra propia vida.
Para pedir: “Hacerme conocer claramente lo que te desagradó en
mi conducta”. Recordando lo que se ha hecho, y para esto puede re-
sultar útil del ayuda memoria que se indica a continuación.
Para con Dios: Amor de Dios sobre todas las cosas - Negligencias
y omisiones en mis deberes de religión - Irreverencias en la Iglesia -
Santicación del domingo - Faltas de respeto a las personas y cosas
santas - Respetos humanos - blasfemias - Murmuraciones - Faltas
de conanza o de resignación - Resistencias a la gracia - Cumpli-
miento perfecto de las deberes de estado y de los deberes de religión
- Meditar.
Para con el prójimo: Amor del prójimo por amor a Dios - Falta
de solicitud, de obediencia - Pertinacia (haber sido obstinado, terco
o muy tenaz con algún dictamen - Aspereza - Desprecio - Frialdad -
Odio - Envidia - Injurias - Perdón de las injurias - Burlas - Calumnias
- Maledicencias - Falsos testimonios - Violencias - Mentiras - Malos
ejemplos - Incitación al mal - Escándalo - Injusticias - Daños en la
reputación o en los bienes - Deudas - Hurtos - Deberes patrióticos -
Deberes sociales - Alegría en la familia.
Para consigo mismo: Santicación - Enmienda del principal de-
fecto - Práctica de la virtud dominante - Sencillez - Generosidad -
Humildad - Vanidad - Avaricia - Sensualidad (en relación al estado),
en deseos, miradas, lecturas, palabras y acciones - Gula - Molicie - In-
morticación - Ira - Impaciencia - Intemperancia - Tristeza - Cobar-
día - Pereza en el cumplimiento de los deberes de estado.
Luego del examen de conciencia y de vistas las faltas, reconocerse
culpable de ellas y pedir perdón a Dios, a quien hemos ofendido. Pro-
ponerse y prometer enmendarse mediante su gracia y nuestra coope-
ración y hacer luego alguna morticación en penitencia.
Conclusiones
Recordar que entre los medios que la Iglesia pone a nuestro alcan-
ce para adelantar en la vida espiritual, está también:
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- La devoción al Espíritu Santo.
- El recurso lial al Sagrado Corazón de Jesús.
- Veneración a la Bienaventurada Virgen María.
- Piedad sincera hacia los ángeles y los santos.
Dios ha dado en todos los tiempos a su Iglesia los medios apropia-
dos para combatir los peligros especiales de cada época. Los actuales
son los movimientos eucarísticos, litúrgicos, bíblicos, los de la Acción
Católica y otras organizaciones, y los retiros espirituales.
Tener presente que acá abajo vale más amar a Dios que conocerle,
aunque, claro está, no se puede amar lo que no se conoce, y que se-
remos juzgados por lo que hemos amado, no por lo que hemos leído.
Como dice San Alfonso, la suma de toda la perfección está encerra-
da en estas palabras: “Señor, ¿qué quieres que haga?”
En resumen, lo que importa es trabajar con alegría, hora por hora,
día por día, para hacer nuestra alma más buena, más animosa, más
unida a la voluntad de Dios.
Todos los trabajos legítimos y obligatorios deben ser cumplidos
puntualmente por numerosos que sean y por mucho que puedan
distraer, pues si se realizan con la intención de obedecer la volun-
tad de Dios al cumplirlos, no obstaculizan en nada nuestra unión
con Dios.
Prácticas de vida espiritual2
- Diariamente: oraciones por la mañana. Ofrecimiento de las
obras del día. Ir a Misa. Al menos unirme a Jesús en ella y al
ocio divino para ofrecer tributo de alabanza. Rezar el Rosario.
Pedirle a la Virgen que supla mis deciencias. Hacer la medita-
ción, hacer la visita al Santísimo (si fuera posible).
2
Enrique tenía un esquema nal sintético con su plan de vida en una libreta que
constantemente llevaba en un bolsillo. Muchos atestiguaron en sus testimonios cómo
concretó sus propósitos. Había varias versiones, estas son las últimas que se encon-
traron. El texto fue publicado en Critto, Adolfo, Enrique Shaw: Notas y apuntes per-
sonales, p. 76.
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Peldaños en el Amor de Dios
- No olvidar el examen de conciencia. Ponerme con frecuencia en
presencia de Dios. Recordar que la vida es un pasaje.
- En todo momento cumplir mi deber en la forma más perfecta.
Tratar de vigilarme, de controlar la vida interna, “velar y orar”.
- El recogerse en mismo es esencial, porque si no uno se deja
llevar por la fascinación de la bagatela.