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Filópolis en Cristo N° 3 (2024) 129-137
ISSNL 3008-8844
Santo Tomás de Aquino, maestro de la Doctrina Social de la Iglesia
en su carta encíclica Fratelli Tutti, cuando después de considerar que
ninguno de los que pasaron por al lado del necesitado se detuvieron,
no fueron capaces de atender al herido, aclara el pontíce que “uno se
detuvo, le regaló la cercanía, lo curó con su propias manos, puso di-
nero en su bolsillo y se ocupó de él. Sobre todo, le dio algo que en este
mundo ansioso retaceamos tanto: le dio su tiempo (…) y sin conocerlo
lo consideró digno de dedicarle su tiempo” (Francisco, Fratelli Tutti,
n. 63).
En la parábola del Regreso del Hijo Pródigo, se expresa la realidad
de la conversión. Se muestran dos grandes obras de la misericordia
de Dios: la conversión del pecador y el perdón del Padre Celestial. Co-
mienza De Martini reexionando sobre cuál es el alcance de la ofensa
que el Hijo Pródigo realiza a su padre cuando malgasta su herencia.
Sostiene, citando a San Agustín, que la herencia recibida de Dios es
todo aquello que Dios nos dio para que lo conociéramos y alabáse-
mos (la inteligencia, la mente, la memoria, el ingenio, etc.). En sínte-
sis, “malgastó la imagen de Dios que había recibido” (p. 153). Luego,
se detiene a considerar el acto de arrepentimiento del hijo, cuando
maniesta que no merece ya ser considerado como hijo (en estricta
justicia). En el acto de arrepentimiento se busca obtener el perdón,
pero para obtener el mismo se requiere mucho más que el sentimien-
to de culpa, se necesita volver en busca del Padre. Momento central
de la parábola donde se hace visible la esencia de la misericordia, en
la actitud del Padre al ver a los lejos a su hijo: lo vio, se conmovió, se
echó al cuello y le besó efusivamente. Todas acciones que expresan el
amor del padre por su hijo. El perdón como sólo Dios puede hacerlo
requiere de toda la inmensidad de su poder. Poder que la Iglesia reco-
noce en su oración colecta: “Señor Dios, que maniestas tu poder de
una manera admirable sobre todo cuando perdonas y ejerces tu mi-
sericordia” (Canon del Domingo XXVI del tiempo ordinario). Al nal
considera la actitud del hijo mayor, que por un acto de soberbia, no
comprende la misericordia paterna. Porque mira el perdón de la pura
justicia, haciéndola incomprensible e inadmisible. Vuelve a la noción
pagana sostenida por Séneca: el perdón es injusto porque quien per-
dona omite algo que debió ser hecho. Y termina de considerar la so-
berbia maniesta del hijo mayor con el siguiente razonamiento del