Filópolis en Cristo N° 3 (2024) 101-127
ISSNL 3008-8844
La teoría de género y la violación de la
dignidad humana. A propósito de la
Declaración Dignitas innita, nn. 55/60
Gender theory and the violation of human dignity. On
the Dignitas Innita Declaration, nn. 55/60
Siro M. A. De Martini
Ponticia Universidad Católica Argentina
sirodemartini@gmail.com
Resumen: La teoría de género es un
instrumento de penetración cultural del
feminismo radical con una matriz de
pensamiento marxista. Su punto de par-
tida es la armación de un permanente e
inevitable conicto entre el hombre y la
mujer en el matrimonio monógamo. Se-
gún esta teoría, el hombre oprime y tiene
sometida a la mujer, y ha hecho de ella
un sexo ontológicamente inferior. Para
ello se ha valido de la maternidad y de las
instituciones que le sirven de soporte: el
matrimonio mismo, la familia, el cuidado
de los niños. Propone una revolución en
la cual hombre y mujer son reemplazados
por géneros entendidos como múltiples
opciones de orientación sexual. La meta
revolucionaria es el hombre genérico, la
desaparición de la diferencia sexual y de
la maternidad. Constituye una negación
del carácter de creatura del ser humano, y
una rebelión contra Dios Creador. Tiende
a destruir toda forma del amor. Es un gra-
ve atentado contra la dignidad ontológica
del ser humano, condenado por la Decla-
ración Dignitas innita.
Abstract: Gender theory is an ins-
trument of cultural penetration of ra-
dical feminism with a Marxist matrix
of thought. Its starting point is the as-
sertion of a permanent and inevitable
conict between man and woman in
monogamous marriage. According to
this theory, men oppress and subjuga-
te women and have made them an on-
tologically inferior sex. To this end, he
has made use of motherhood and the
institutions that support it: marriage
itself, the family, childcare. It proposes
a revolution in which man and woman
are replaced by genders understood as
multiple options of sexual orientation.
The revolutionary goal is the generic
man, the disappearance of sexual di-
erence and motherhood. It constitu-
tes a denial of the creatureliness of the
human being, and a rebellion against
God the Creator. It tends to destroy all
forms of love. It is a serious attack on
the ontological dignity of the human
being, condemned by the Declaration
Dignitas innita.
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Siro M. A. De Martini
Hacia un mundo feliz
“El amor especialísimo que el Creador
tiene por cada ser humano le conere una
dignidad innita”
Francisco, Laudato si, n. 65
Y así como la meta nal de la revolución socialista era no solo aca-
bar con el privilegio de la clase económica, sino con la distinción
misma entre clases económicas, la meta denitiva de la revolución
feminista debe ser […] no sólo la eliminación del privilegio mascu-
lino sino de la distinción de sexos misma: las diferencias genitales
entre los seres humanos ya no importarán más culturalmente.
(Una vuelta a un libre pansexualismo […] probablemente reem-
plazará la hetero/homo/bi-sexualidad). (Firestone, 1970, p. 11)1.
Así, con este tono casi profético, describe la feminista Shulamith
Firestone lo que podríamos considerar el n de los tiempos o, quizás
mejor, el comienzo de una nueva humanidad; descripción que resul-
ta, a su vez, una síntesis del tema del que nos ocuparemos en este
trabajo.
En efecto, en esas pocas palabras nos encontramos con algunas
de las ideas fundamentales que animan a la ideología de género: la
1
El texto en el original es: And just as the end goal of socialist revolution was not
only the elimination of the economic class privilege but of the economic class distinc-
tion itself, so the end goal of feminist revolution must be, unlike that of the rst fe-
minist movement, not just the elimination of male privilege but of the sex distinction
itself: genital dierences between human beings would no longer matter culturally.
(A reversion to an unobstructed pansexuality –Freud’s ‘polymorphous perversity’–
would probably supersede hetero/homo/bi-sexuality).
Palabras claves: Feminismo radical,
género, dignidad humana, rebelión de la
creatura humana, endiosamiento del hom-
bre.
Keywords: Radical feminism, gender,
human dignity, rebellion of the human
creature, deication of man.
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eliminación de la distinción sexual como objetivo último y realizable;
la aparición de nuevos seres humanos “pansexuales” en reemplazo
del varón y la mujer; la identicación entre clase económica y “clase”
sexual, y entre las revoluciones socialista y feminista, sus etapas y me-
tas denitivas.
La reciente Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe
Dignitas innita sobre la dignidad humana, ha considerado necesa-
rio incluir esta ideología entre las “violaciones graves de la dignidad
humana que son de especial actualidad” (n. 35). Lo hace bajo el nom-
bre de “teoría de género”2, a la que calica como una colonización
ideológica “que es extremadamente peligrosa porque borra las dife-
rencias en su pretensión de igualar a todos” (n. 56).
Nos proponemos en este artículo, siguiendo los postulados de la
teoría que pone en evidencia la Declaración, analizar el camino histó-
rico y, sobre todo, intelectual seguido por sus sostenedores para po-
der luego reexionar sobre sus presupuestos últimos.
Los antecedentes y fundamentos del feminismo radical y
su teoría de género
La teoría de género o gender3 es un exitoso instrumento de pene-
tración cultural del feminismo radical4 (o de género). Hace su presen-
tación en el mundo político con motivo de la Cuarta Conferencia In-
ternacional de la Mujer (Beijing 1995). Bajo su nombre se contienen,
como veremos, tanto las ideas feministas radicales como los modos
educativos y culturales de imponerlas y es, en rigor, la palabra que
mejor expresa la lucha de este feminismo (unido al llamado colectivo
LGBT+) para alcanzar el poder.
2
Incluyo dentro de la teoría de género al “cambio de sexo, que la Declaración trata
por separado y a continuación del anterior, porque creo que en nuestro tiempo el
cambio de sexo recibe, en general, sus fundamentos de la teoría de género.
3
Así se denomina el punto 55 del original italiano del documento y es la denomina-
ción con la que aparece habitualmente en los documentos ponticios.
4
Se lo distingue del llamado feminismo de la equidad que tiene como nalidad la
igualación de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres.
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Intelectualmente el feminismo radical y, en consecuencia, la teoría
de género responde a una matriz de pensamiento marxista5, entendi-
do tanto en cuanto a su lógica dialéctica como a su modo de concebir
y entender la realidad. No puede llamar la atención entonces que las
primeras y decisivas ideas que nutren esta ideología se encuentren en
Engels y, al decir de éste, en el mismo Marx (Engels, 1964, p. 7). Por
cierto, que no se trata de enrolar a Marx y a Engels en el movimiento
feminista radical, sino de advertir que el desarrollo lógico dialécti-
co de las principales indemostradas ideas de la obra El origen de la
familia, de la propiedad privada y del Estado de Engels, conducen
inexorablemente a las conclusiones intelectuales de este movimiento.
Para avanzar en este camino, hay que tener a la vista algunos de
los postulados básicos del marxismo (De Martini, 2013, pp. 70-71):
a) La dialéctica, es decir, la idea de que toda realidad genera su
contradicción, y que luego, de la necesaria confrontación entre am-
bas, surge una tercera y nueva realidad, superadora de las anteriores
que, a su vez, genera su contraria… y así continúa en un permanente
movimiento. Marx aplicó esta lógica dialéctica, originaria de Hegel,
al campo de lo social concibiendo así la vida de los hombres como un
mundo de incesante confrontación. En Hegel, el primer estadio del
movimiento dialéctico es la tesis que contiene en sí misma su opues-
to: la antítesis o negación. Esta antítesis la mueve a su desarrollo
hasta alcanzar una nueva determinación superadora: la síntesis. En
Marx esos tres momentos dialécticos serán la armación, la negación
o enajenación y la negación de la negación o supresión;
b) La lucha de clases: la vida social, signada entonces por la dialéc-
tica, se maniesta como una inevitable lucha de clases. A raíz, entre
otras cosas, de los modos de producción y de las consiguientes nece-
sidades de la clase principal, surge su opuesta bajo la forma de clase
explotada; la lucha entre clase explotada y explotadora es dialéctica-
mente inevitable, dando lugar a un cambio social y al surgimiento de
una nueva clase;
5
Este no signica que sus sostenedores sean necesariamente marxistas, ni que per-
tenezcan al partido comunista, ni que los países comunistas apoyan el feminismo
radical.
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c) El comunismo como punto terminal de la dialéctica: en el
mundo capitalista, las necesidades originadas en los modos y me-
dios de producción burguesa han generado su negación o antítesis
en el proletariado, el alzamiento inexorable del proletariado contra
la burguesía ha de ser necesariamente violento, esta lucha atravesa-
rá una etapa de dictadura del proletariado en que éste se apropiará
de los medios de producción y destruirá las formas de dominación
burguesa, luego de lo cual… cesará el movimiento social. La nueva
síntesis, el comunismo, importará no ya la emancipación del prole-
tariado o el surgimiento de una nueva clase social, sino que en él la
humanidad se liberará de toda forma de explotación. No habrá más
propiedad privada, ni explotación del hombre ni lucha de clases. Es
decir, sobrevendrá una sociedad feliz, sin propiedad privada ni cla-
ses sociales. La síntesis y el surgimiento de un nuevo hombre, será
denitiva.
Ahora, ¿de qué modo estas ideas están presentes en una ideología
que gira en torno a la supresión del varón y la mujer, y su reemplazo
por seres genéricos asexuados o inclinados a múltiples opciones se-
xuales o de género?, ¿qué relación puede existir entre las clases socia-
les y los sexos?
La respuesta germinal a estas preguntas hay que buscarla en la
citada obra de Engels (1964). Allí nos encontramos con estas cuatro
armaciones:
1) “Según la teoría materialista, el móvil esencial y decisivo al cual
obedece la humanidad en la historia es la producción y la reproduc-
ción de la vida inmediata. A su vez, éstas son de dos clases. Por un
lado, la producción de los medios de existir […]; y por otro, la produc-
ción del hombre mismo, la propagación de la especie” (pp. 7-8).
2) “La abolición del derecho materno fue la gran derrota del sexo
femenino. [La monogamia] “entra en escena bajo la forma de escla-
vizamiento de un sexo por el otro, proclamación de un conicto entre
los sexos, desconocido hasta entonces en la historia” (p. 74).
3) “El primer antagonismo de clases que apareció en la historia
coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer
en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo fe-
menino por el masculino” (p. 74).
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4) “El hombre es en la familia el burgués, la mujer representa en
ella al proletariado” (p. 84).
En síntesis, Engels une, bajo la categoría de móviles de la humani-
dad, a la producción y a la reproducción; describe el matrimonio mo-
nógamo como un lugar de permanente confrontación donde el hom-
bre representa a la burguesía y la mujer al proletariado; identica este
antagonismo entre los sexos con la lucha de clases.
Todo el feminismo radical o de género se nutrirá de estas impro-
badas y algo extrañas armaciones y comparaciones. Pero será Shu-
lamith Firestone quien extraerá todas las necesarias consecuencias
de estas ideas y, por ende, sentará las bases de la teoría de género. Lo
hará en unos párrafos de su obra La dialéctica del sexo (1970), que
contienen las palabras con las que comenzamos este trabajo, y les dan
fundamento y sentido:
Así como para asegurar la eliminación de las clases económicas
se requiere la sublevación de la clase dominada (el proletariado)
y, a través de una temporaria dictadura, su apoderamiento de
los medios de producción; del mismo modo, para asegurar la eli-
minación de las clases sexuales se requiere la sublevación de la
clase dominada (las mujeres) y su apoderamiento del control de
la reproducción. Es decir, no sólo la completa restauración a las
mujeres de la propiedad sobre sus propios cuerpos sino, también
(temporariamente), su apoderamiento del control sobre la fertili-
dad humana, incluyendo tanto las nuevas biotecnologías como to-
das las instituciones sociales dedicadas al nacimiento y educación
de los niños. Y así como la meta nal de la revolución socialista
era no solo acabar con el privilegio de la clase económica, sino con
la distinción misma entre clases económicas, del mismo modo, el
objetivo nal de la revolución feminista debe ser… no solo la elimi-
nación del privilegio masculino sino la distinción de sexos misma:
las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importarán
más culturalmente. Un retorno a un libre pansexualismo –la “per-
versidad polimórca” de Freud– probablemente reemplazará la
hetero/homo/bi-sexualidad. Por n, la reproducción de la espe-
cie hecha por un sexo en benecio de ambos sería reemplazada
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(al menos, como opción) por la reproducción articial: los niños
nacerán por igual para ambos sexos, o independientemente de
los mismos, como quiera uno verlo; la dependencia del niño de
la madre (y viceversa) daría paso a una dependencia mucho más
reducida en un pequeño grupo de otros en general, y cualquier in-
ferioridad restante respecto de los adultos en cuanto a fuerza física
sería compensada culturalmente. La división del trabajo llegaría a
su n con la eliminación total del trabajo (a través de la cibernéti-
ca). Se quebraría la tiranía de la familia biológica (pp. 10-11)6.
En este texto nos encontramos con ideas centrales del femi-
nismo radical o de género: ante todo con el fundamento dialéc-
tico, esto es, la asimilación de los sexos o clases sexuales con las
clases sociales, de la mujer con el proletariado y la consiguiente
necesidad de una revolución feminista; luego, los pasos de la re-
volución, es decir, la apropiación de los medios de reproducción
y ciertas ideas que circundan esta apropiación: el cuerpo como
“propiedad” de la mujer, el control sobre la fertilidad humana y
6 El texto original es: “So that just as to assure elimination of economic classes requi-
res the revolt of the underclass (the proletariat) and, in aerclass (women) and the sei-
zure of control of reproduction: not only the full restoration to women of ownership
of their own bodies, but also their (temporary) seizure of control of human fertility
- the new population biology as well as all the social institutions of child-bearing and
child-rearing. And just as the end goal of socialist revolution was not only the eli-
mination of the economic class privilege but of the economic class distinction itself,
so the end goal of feminist revolution must be, unlike that of the rst feminist mo-
vement, not justa the elimination of male privilege but of the sex distinction itself:
genital dierences between human beings would no longer matter culturally. (A re-
version to an unobstructed pansexuality –Freuds ‘polymorphous perversity’– would
probably supersede hetero/homo/bi-sexuality). e reproduction of the species by
one sex for the benet of both would be replaced by (at least the option of) articial
reproduction: children would born to both sexes equally, or independently of. either,
however one chooses to look at it; the dependence of the child on the mother (and
vice versa) would give way to a greatly shortened dependence on a small group of
others in general, and any remaining inferiority to adults in physical strength would
be compensated for culturally. e division of labour would be ended by the elimina-
tion of labour altogether (through cybernetics). e tyranny of the biological family
would be broken.
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las instituciones de educación de los niños7. Y el objetivo último
de la revolución: el pansexualismo como equivalente del comu-
nismo, consecuencia de la desaparición de las clases sociales-
sexuales o distinción entre sexos, y de todo conflicto entre ellos.
Por fin, en este renovado mundo feliz, existirá la opción de la re-
producción humana artificial (auténtica profecía de Firestone8)
y los niños no dependerán más de la madre. Como veremos más
adelante, la idea de suprimir la maternidad es un sueño del femi-
nismo desde sus comienzos. Concluye el texto con la desaparición
de la familia biológica, lo cual es tan evidente como inevitable ya
que el feminismo, en cuanto tiene como meta “una sociedad sin
diferencias de sexo […] vacía el fundamento antropológico de la
familia” (Francisco, n. 56).
El texto, como decíamos, es un desarrollo lógico dialéctico de las
armaciones de Engels. Sin embargo, es claro que no se trata de un
mero ejercicio intelectual. Las ideas centrales del feminismo radical,
sintetizadas por Firestone, y su expresión actual a través de la teoría
de género, evidencian como trasfondo un intento de ruptura con el
orden de la creación, en otras palabras, la rebelión de la creatura con-
tra su Creador.
Los postulados de la teoría de género en Dignitas innita
El primer aspecto de esta teoría que la Declaración remarca es que
el hombre quiere “disponer de mismo… sin tener en cuenta (la) ver-
dad fundamental... que la vida humana, en todos sus componentes,
físicos y espirituales, es un don de Dios”. Esta actitud “no signica
otra cosa que ceder a la vieja tentación de que el ser humano se con-
vierta en Dios y entre en competencia con el verdadero Dios del amor
que nos revela el Evangelio” (n. 57).
7
Quizás podamos reconocer esta etapa de la revolución en el aborto por la sola deci-
sión de la mujer, sin participación alguna del padre; los anticonceptivos; la educación
sexual en manos del feminismo.
8
El libro que estamos citando apareció publicado en 1970 y Louise Brown, la prime-
ra “bebé probeta, nació el 25 de julio de 1978.
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En este primer aspecto de la teoría de género puede incluirse “el
cambio de sexo” (n. 60), ya que “somos llamados a custodiar nuestra
humanidad, y eso signica ante todo aceptarla y respetarla como ha
sido creada”. Es a propósito de este tema que la Declaración recuerda
una doctrina de la mayor importancia: “el cuerpo humano participa
de la dignidad de la persona, ya que está dotado de signicados perso-
nales, especialmente en su condición sexual”; por lo que “la dignidad
del cuerpo no puede considerarse inferior a la de la persona como
tal”. En efecto, “el cuerpo del hombre participa de la dignidad de la
imagen de Dios” (n. 60).
Luego, la Declaración resalta
Un segundo aspecto sobre la teoría de género: (y es que) pre-
tende negar la mayor diferencia posible entre los seres vivos:
la diferencia sexual. Esta diferencia constitutiva no sólo es la
mayor imaginable, sino también la más bella y la más podero-
sa: logra, en la pareja varón-mujer, la reciprocidad más admi-
rable y es, por tanto, la fuente de ese milagro que nunca deja
de asombrarnos que es la llegada de nuevos seres humanos al
mundo. (n. 58)
Por último, la Declaración denuncia la concreción de los pos-
tulados en políticas públicas, sobre todo en el campo de la edu-
cación. Ante todo, “la proliferación y reivindicación de nuevos
derechos”. Luego, la pretensión de imponer el contenido ideo-
lógico como “un pensamiento único… que determine incluso la
educación de los niños… Por lo tanto –concluye– debe rechazar-
se todo intento de ocultar la referencia a la evidente diferencia
sexual entre hombres y mujeres: no podemos separar lo que es
masculino y femenino de la obra creada por Dios, que es anterior
a todas nuestras decisiones y experiencias, donde hay elementos
biológicos que es imposible ignorar –expresa con cita de Amoris
laetitia n. 286–. Para concluir que “sólo cuando cada persona
humana puede reconocer y aceptar esta diferencia en reciproci-
dad es capaz de descubrirse plenamente a misma, su dignidad
y su identidad” (n. 59).
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La concreción de los postulados
La palabra y el concepto “género”
Expresado de diversos modos, el postulado y el deseo de la desa-
parición de la distinción de sexos ha sido algo permanente en el femi-
nismo radical y su teoría de género. Hemos visto en las palabras de
Firestone su condición presumiblemente inevitable: las clases sexuales
como las clases sociales deben desaparecer. Así lo indica la lógica del
pensamiento dialéctico con un carácter de verdad presuntamente cien-
tíca. Esto le da a esta suerte de n de los tiempos (y comienzo de otros
felices y liberadores) una apariencia rígida, necesaria, dogmática.
Sin embargo, el camino que conduce a la meta se nos presenta
como algo uido, maleable, sujeto a la posibilidad de cambio perma-
nente. Así aparece también en Dignitas innita: por un lado, el hom-
bre que dispone de mismo sin límite alguno; por el otro, la negación
inapelable de la diferencia sexual.
No hay, por cierto, contradicción alguna entre lo uno y lo otro: en
el camino que conduce a la desaparición de los sexos al hombre se le
reconoce la libertad de construirse a mismo, de determinar –quizás
momentáneamente– su género.
Pero, ¿es lo mismo género que sexo? Se suelen hacer distincio-
nes diversas entre uno y otro, pero la realidad es que la palabra
“género” se ha impuesto como un vocablo multívoco y, de algún
modo, inasible. En una primera aproximación podría pensarse que
“género” ha venido a reemplazar a “sexo”. De hecho, se habla de
género masculino y de género femenino y así aparece en normas
y en formularios de algunos documentos públicos. Pero luego, nos
encontramos con una identicación de “género” con mujer o, tam-
bién, integrante del llamado colectivo LGBT+, como cuando nos
referimos a la violencia de género. En este caso, como puede ad-
vertirse, el hombre quedaría excluido de la noción de “género”. Por
n, en una última y denitiva instancia (que, sin embargo, no ex-
cluye a las dos anteriores), con la palabra y el concepto de “género”
se quiere reemplazar tanto la palabra “sexo” como su signicado.
El género aparece, entonces, como una de las tantas opciones se-
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xuales, como el modo de relación o vinculación sexual que produce
placer a cada uno. De este modo, el género ya no guarda relación
alguna con la propia naturaleza sino con la inclinación subjetiva,
con el deseo. En rigor, se trata de un cambio profundo en la percep-
ción de la realidad humana signicada por las palabras. En efecto,
el desplazamiento de la noción de sexo por la de género se propone
disolver el sexo (tanto femenino como masculino) como realidad
biológica, psicológica, afectiva y espiritual, colocando en su lugar
los géneros bajo la forma de opciones sexuales. De este modo, ser
varón o mujer aparecen como meras alternativas –al desaparecer
la naturaleza desaparece también la noción de normalidad– junto
a lesbiana, transexual, gay, travesti o bisexual, para nombrar sólo
las opciones más difundidas.
Una feminista de nuestro tiempo, Judith Butler, escribió que
El género es una construcción cultural; por consiguiente, no es ni
resultado causal del sexo ni tan aparentemente jo como el sexo
[…] Cuando se teoriza que el género es una construcción radical-
mente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un ar-
ticio libre de ataduras. (2007, p. 54)
Este importante texto nos conrma que, lo que para el común
de la gente parece un mero reemplazo de palabras es, en realidad,
un profundo cambio revolucionario. Como dice la autora, el con-
cepto de género ninguna relación tiene con el de sexo, éste va que-
dando, cada vez más, relegado a su signicación adjetiva de tipo
erótico o carnal –como cuando decimos relación sexual o acoso
sexual o acto sexual– mientras se impone, a través del lenguaje de
los educadores o de los medios, el género como una pura construc-
ción cultural independiente y, aún más, opuesta a la verdad del
hombre, a su identidad.
Puede decirse entonces que, más allá de su signicación ambigua
(que le ha facilitado su penetración cultural), el concepto de género
y su amplia difusión social, constituyen un gigantesco paso cultural
hacia el n de las clases sexuales o abolición de los sexos querido y
profetizado por Firestone.
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De las palabras a los hechos
Además de contaminar el lenguaje –y con ello penetrar en la cul-
tura–, la teoría de género ha logrado extraordinarios avances en el
campo del derecho y, con ello, en la vida social toda.
Quizás su logro más evidente haya sido la destrucción de la ins-
titución legal del matrimonio a través, precisamente, de la negación
de la diferencia sexual. Como ha escrito Trillo-Figueroa (2007), el
matrimonio entre personas del mismo sexo
Es el paso más importante dado por el feminismo en su cami-
no hacia la supresión de la diferencia sexual, porque el ámbito
donde la diferencia sexual se manifestaba socialmente, y así era
reconocido y protegido por el Derecho como un bien digno de ser
jurídicamente protegible, era precisamente el matrimonio entre
personas de diferente sexo. (p. 241)
Pero además, y ante todo, la supresión del requisito natu-
ral de la diferencia sexual entre los cónyuges, ha destruido (al
menos en el plano de las intenciones y en su concreción legal)
el fundamento y fin del matrimonio en tanto realidad creacio-
nal, es decir, debida al mismo Dios. En el caso argentino, puede
rastrearse esa voluntad prometeica de querer suplantar al Crea-
dor, en la frase con la cual la entonces presidente de la Nación
promulgó la ley: “No hemos promulgado una ley, hemos pro-
mulgado una construcción social transversal, diversa y amplia”
(Fernández, 2010).
Ahora, si bien el llamado matrimonio “igualitario” y su inuencia
educativa y cultural ocupan un lugar de preeminencia en la praxis
de la ideología de género es, quizás, en la denominada identidad de
género donde pueden encontrarse reunidas de un modo más explícito
las principales notas de esta teoría.
En noviembre de 2006 se reunieron en Yogyakarta, Indonesia, un
grupo de especialistas en cuestiones de género, derechos humanos
y activistas LGBT, y redactaron lo que denominaron Principios de
Yogyakarta. En la nota 2, al pie de la Introducción, aparece lo que
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entienden por “identidad de género”9, denición creada por los au-
tores del documento para los propósitos de los principios10. Es dicha
denición la que luego aparece tanto en documentos de las Naciones
Unidas11, como de la Comisión Interamericana de Derechos Huma-
nos12 y, por cierto, en la ley argentina n° 26.743 sin que, al menos en
este último caso, haya sido objeto de análisis o discusión.
La denición legal (art. 2) es entonces:
Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e indivi-
dual del género tal como cada persona la siente, la cual puede cor-
responder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento,
incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar
la modicación de la apariencia o la función corporal a través de
medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que
ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones
de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.
(Ley de Identidad de Género, 2012)
Como puede apreciarse, se trata de una traducción textual, aunque
sin el requisito de que se trate de un sentimiento profundo (deeply felt).
En el documento de la ONU que hemos mencionado se dice “la experi-
menta profundamente” y en el de la CIDH “la siente profundamente”.
Podemos destacar tres aspectos en la denición que se correspon-
den, por otra parte, con los postulados de Dignitas innita. De este
modo, pueden también analizarse como ejemplos de la misma:
9
Gender identity is understood to refer to each persons deeply felt internal and in-
dividual experience of gender, which may or may not correspond with the sex assig-
ned at birth, including the personal sense of the body (which may involve, if freely
chosen, modication of bodily appearance or function by medical, surgical or other
means) and other expressions of gender, including dress, speech and mannerisms.
10
En nota dirigida a la comisión encargada de revisar los Principios (Yogyakarta +
10), Andrew Park reere: “[…] the authors created a denition specically for the
purposes of the Yogyakarta Principles. En Yogyakarta-Review-SOGI-Denition. Pdf
11 Versión en línea: https://acnudh.org/wp-content/uploads/2013/11/orentación-
sexual-e-identidad-de-género2.pdf
12 Versión en línea: http://www.oas.org/es/cidh/multimedia/2015/violencia-lgbti/
terminologia-lgbti.html
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Siro M. A. De Martini
1) La identidad de género, vale decir lo que cada cual es, no
está vinculada con cuestiones biológicas, ni psicológicas, ni afecti-
vas, sino con la mera voluntad o deseo de cada uno fundado, a su
vez, en su percepción sensible de mismo, es decir, en cómo se
“siente”. Como si dijéramos: porque lo siento, lo quiero; porque
lo quiero, lo soy. Es decir, es la voluntad del individuo atraída por
el sentimiento, movida por el deseo, la que determina, más aún,
genera el ser.
2) El sexo es asignado al momento del nacimiento. En otras
palabras, el hombre no es un ser sexuado, no es varón o mujer
desde el comienzo de su existencia. Son los otros –o algún otro–
quienes le asignan el sexo que tendrá de un modo provisorio,
hasta que el individuo comience a autopercibirse sexualmente
del modo que sea. Autopercepción que, por cierto, puede cambiar
en un futuro13.
Hasta aquí, una simple glosa del texto legal, pero ¿qué es esto de
que el sexo es “asignado al momento del nacimiento”?
La genética ha descubierto, hace ya mucho tiempo, que toda célula
tiene un cromosoma sexual que la hace masculina o femenina. Y esto
ocurre desde el momento inicial de la vida en que el ser humano es un
embrión unicelular o cigoto. Es decir que, desde siempre, desde que
apareció en el universo ese nuevo, único e irrepetible individuo que es
cada persona, es ya varón o mujer. No hay momento alguno en el que
no esté determinado sexualmente. Y todas y cada una de las células
del cuerpo humano tienen ese mismo cromosoma, es decir, que toda
célula es masculina o femenina.
A esta verdad cientíca podría agregársele la maravillosa y común
experiencia de los padres cuando, a través de una ecografía, reciben
la información de que su hijo es varón o mujer.
¿Cómo puede una ley decir entonces que el sexo es asignado al
momento del nacimiento?
Dentro de los “conceptos básicos” elaborados por la Relatoría de
Derechos LGTBI de la Comisión Interamericana de Derechos Huma-
nos, en la nota al pie de “Sexo asignado al nacer”, puede leerse:
13
En ese caso, la ley requiere autorización judicial (art. 8).
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El sexo anatómico y su presumida dicotomía, son el resultado de
una lectura ideológica. Por otra parte, asignar el sexo es una deci-
sión social. Podemos utilizar el conocimiento cientíco para ayu-
darnos a tomar la decisión, pero solo nuestras creencias sobre el
género –no la ciencia– pueden denir nuestro sexo. (n. 22)
El texto es de una notable riqueza ideológica en cuanto muestra los
extremos a los que puede llegar el hombre cuando se empeña en des-
cribir una realidad deseada, prescindiendo de los datos que le propor-
ciona la experiencia, la ciencia y, quizás sobre todo, el sentido común.
Vale decir, prescindiendo de la realidad.
Podríamos detenernos a analizar cada armación, casi cada pala-
bra. Desde la negación del carácter binario del sexo (varón o mujer),
al considerarlo una suposición o conjetura (“presumida dicotomía”)
de base puramente ideológica (“resultado de una lectura ideológi-
ca”); hasta la presuntuosa idea de que “asignar el sexo es una deci-
sión social”; pasando por la descalicación de la ciencia como fuen-
te de conocimiento verdadero (la ciencia no puede “denir nuestro
sexo”), todo en este texto, producido por uno de los más importantes
organismo de derechos humanos de América, es una exhibición de
las ideas de la teoría de género. Pero quizás la clave para tratar de
entender el fundamento de este aparente sinsentido, esté en la última
frase: “pero solo nuestras creencias sobre el género –no la ciencia–
pueden denir nuestro sexo”. Es decir, se trata de una “creencia”. En
efecto, la armación de que el sexo es “asignado al nacer”, no es fruto
de la experiencia ni de la ciencia –por el contrario, la ciencia es deja-
da expresamente de lado: “no la ciencia” –, sino de una creencia, es
decir, una convicción que nace de algo parecido a la fe religiosa, a la
cual se le atribuye el poder de “denir” nuestro sexo. Dejaremos para
el próximo apartado el análisis del trasfondo de estas ideas.
3) El último aspecto de la denición de la identidad de género hace
referencia a que la vivencia personal del cuerpo puede llevar, por la
sola voluntad de la persona, a un cambio corporal de sexo. Se trata
del corolario de las dos cuestiones que acabamos de ver. En efecto,
si el hombre es, en principio, un ser asexuado al que, recién al mo-
mento de nacer, la sociedad le asigna un sexo, pero cuya identidad
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sexual será determinada luego en base a sus deseos; es de toda lógica
que posea la potestad de cambiar sus órganos sexuales para intentar
adaptarlos a aquellos deseos.
La rebelión contra Dios del hombre que se niega a sí
mismo
Decíamos más arriba que, aunque podemos rastrear sus oríge-
nes, constatar la aplicación de la dialéctica de raíz marxista en su
desarrollo, y vericar la lógica –también dialéctica– de sus conclu-
siones; el feminismo radical y su ideología de género no se reducen
a ser una posición teórica sobre la naturaleza del hombre y el n de
los tiempos, ni tampoco a un mero intento de liberación de mujeres
oprimidas. Detrás de sus palabras, de sus leyes, de su persistente
intento de inltrarse en la cultura y en la vida diaria de los hombres,
aparece una profunda rebelión contra Dios, y el orden y consistencia
de su creación.
En rigor, probablemente habría que decir que la ideología de -
nero no es simplemente antiteísta sino radicalmente anticristiana. Su
rebelión contra Dios Creador, y el hombre, su creatura, es una rebe-
lión contra Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, creador
y creatura. Su rechazo de la maternidad, toma la forma de brutal re-
chazo a la Virgen María, la Madre por antonomasia y modelo de per-
fecta creatura (Petit de Murat, 2011, p. 19). Su idea central de que el
conicto –y la necesaria nal confrontación– es el modo en que ine-
vitablemente se desarrollan las relaciones humanas y, en particular,
la relación entre hombre y mujer, está precisamente en la antípodas
de la verdad cristiana que ve la solución de todo problema humano
en el amor. No puede extrañar entonces, el permanente ataque de sus
seguidores a la Iglesia Católica.
Ahora, quien rechaza a Dios, afecta necesariamente la dignidad
del hombre, porque ésta está fundamentada –como veremos– en la
creación divina del hombre. Es decir, “cuando se niega a Dios la dig-
nidad humana se disuelve” (Benedicto XVI, 2012).
Dignitas innita nos recuerda que la fuente primera de la digni-
dad humana reside en el ser del hombre, y es ella, podríamos decir,
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la expresión de su excelencia o valor exclusivo, único e inconmen-
surable. Esta dignidad ontológica “corresponde a la persona por
el mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por
Dios” (n. 7). Es inalterable, no admite grados, y es el basamento so-
bre el cual se asientan las otras fuentes de dignidad que posee el
hombre: moral, social y existencial (n. 7). Por cierto, que al ser el
hombre una unidad substancial de cuerpo y alma, la dignidad on-
tológica de la persona humana comprende la dignidad del cuerpo
humano (n. 60).
Sólo en la contemplación de su principio y fundamento podremos
encontrar la grandeza inefable de la dignidad del hombre. En pala-
bras de San Juan Pablo II,
Al hombre se le ha dado una altísima dignidad, que tiene sus raíces
en el vínculo íntimo que lo une a su Creador: en el hombre se ree-
ja la realidad misma de Dios…La vida que Dios ofrece al hombre es
un don con el que Dios comparte algo de sí mismo con la criatura.
(Evangelium Vitae, n. 34)
Y en otro texto de insondable belleza:
Antes de crear al hombre, parece como si el Creador entrara dentro
de sí mismo para buscar el modelo y la inspiración en el misterio de
su Ser […] De este misterio surge, por medio de la creación, el ser hu-
mano: «Creó Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios le creó;
varón y mujer los creó (Gn 1:27)». (Carta a las Familias, 1994, n. 6)
Es esta relación cabalmente entrañable entre Dios y el hombre,
este misterio del amor misericordioso por el cual el hombre –cada
hombre– ha pasado del no ser al ser, es este amor manifestado de
modo sublime en la Encarnación, Muerte y Resurrección del Hijo de
Dios, el que pretende ser puesto en crisis, rechazado implícita y, a ve-
ces explícitamente, por la teoría y praxis de género. Y si en la contem-
plación de Dios creador y redentor, encontramos el origen y el mis-
terio de la extraordinaria dignidad humana; en la negación de Dios,
en el patético intento de suplantarlo por la voluntad del hombre, nos
encontramos con un mundo de seres disminuidos pero fatuos, des-
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orientados y soberbios, empeñados en la vana tarea de modicar y, si
eso fuera posible, destruir la naturaleza humana.
Resaltaremos tres puntos de este trasfondo de la teoría de género:
a) Si hay algo que sobresale en la ideología de género es su nega-
ción del carácter de creatura del ser humano, es decir, su condición
de ser por Otro (Petit de Murat, 2011, p. 19) y, por tanto, de estar fe-
lizmente sometido al orden, modo y límites con que el amor de Dios
lo ha creado.
La negación del orden de los límites es un fenómeno que, desde mu-
cho tiempo atrás y de distintos modos a lo largo de la historia, se ha
manifestado en el orden moral. Pero la teoría de género no se limita
a un desconocimiento de los límites morales, sino que su revolución
abarca quizás, sobre todo, la misma naturaleza del hombre, el descono-
cimiento consciente de los límites biológicos. No de otro modo puede
considerarse la pertinaz negación de la diferencia sexual: la mayor, la
más bella y la más poderosa diferencia entre los seres humanos (Decla-
ración, n. 59). En efecto, por voluntad de Dios, el ser humano ha sido
creado varón o mujer. Y esto tiene un doble signicado: por un lado,
que toda persona es varón o es mujer; por el otro, que toda persona sólo
puede ser varón o mujer. Lo demás, los llamados géneros u opciones
sexuales son simplemente eso, modos de ejercer la sexualidad fuera
de los límites de la naturaleza, que no denen ni pueden modicar la
identidad del ser humano como varón o mujer.
Benedicto XVI ha caracterizado con todo rigor esta rebelión:
El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corpo-
reidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza
y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino
que es él mismo quien se la debe crear […] El haber sido creada
por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura
humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como
Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario
es lo que se impugna […] No, lo que vale ahora es que no ha sido
Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la
sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mis-
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mos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como
realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya
no existen. El hombre niega su propia naturaleza [...] En la actua-
lidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elige para sí
mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se
niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas
de la persona humana que se integran mutuamente. (Benedicto
XVI, 2012)
b) En el texto que acabamos de citar aparece también el segundo
de los puntos a los que queremos hacer referencia, esto es, el endio-
samiento del ser humano. En efecto, si bien desde un punto de vista
lógico y metafísico, de la realidad del creador se sigue la verdad de la
creatura (hecha a su imagen); en la teoría de género es el rechazo de
la naturaleza del hombre –con sus especicaciones y límites–, el que
lleva al torpe intento de sustituir a Dios por un ser ideologizado que
pretende producir nuevos seres a su imagen y semejanza.
En el discurso citado, agrega Benedicto XVI: “El hombre niega su
propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad”.
Espíritu y voluntad. El hombre se ha liberado –al menos en el pla-
no de las ideas– de todo presupuesto de su ser. Su cuerpo, su sexuali-
dad, se han convertido en objetos maleables, dependientes sólo de su
voluntad. Y su voluntad es la de un ser que pretende ser absolutamen-
te libre, en el sentido de independiente (Petit de Murat, 2011, p. 22),
esto es, alguien que no quiere depender de nada ni de nadie.
El hombre contemporáneo –dice Robert Sarah– querría ser la úni-
ca causa de todo lo que le ocurre y de todo lo que es. Piensa que el
hecho de recibir es contrario a su dignidad […] La idea de recibir
de un Dios creador nuestra naturaleza de hombres y mujeres pasa
a ser humillante y alienante. De esta lógica se deriva la necesidad
de negar incluso la noción de naturaleza humana o la realidad de
un sexo que no nace de una libre elección. (2019, p. 182).
La lógica conclusión es que “sólo lo que yo construyo es digno de
mí. Lo que recibo como dado no es propiamente humano” (p.190).
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Pero, ¿qué es lo que estos tristes demiurgos –y sus múltiples fac-
tores de poder– construyen o pretenden construir?, ¿con qué mundo
sueñan?, ¿qué es para ellos el hombre?
c) Veíamos ya al comienzo de este trabajo que el mundo hacia el
cual pretende conducirnos el feminismo radical –en rigor, el mundo
hacia el cual marchamos inexorablemente en lógica marxista– tendrá
como característica principal la eliminación de los sexos y su reem-
plazo por un “libre pansexualismo” (Firestone, p. 11). O, expresado de
otro modo, “el n último a alcanzar que dene al movimiento de mu-
jeres y al movimiento obrero, es el mismo: la conversión de hombres
y mujeres en seres genéricos” (De Edelman, 2001, p. 17).
Supresión de los sexos, aparición de seres genéricos, liberados de
la naturaleza humana, donde el sexo será todo y de todos los modos.
Pero, ante todo deberíamos preguntarnos quién o qué es el ser huma-
no, es decir, cual es la concepción antropológica actual de este ser que
está siendo guiado hacia la meta de la revolución.
Sabemos, por lo pronto, que la teoría de género reduce el mundo
humano y aún a los hombres y mujeres que lo integran, al aspecto se-
xual. El lugar de privilegio que para Marx y Engels tenía lo económico
–en cuanto clave de comprensión de todo lo humano– lo tiene el sexo
para el feminismo radical y su teoría de género (Firestone, pp. 12 y 14).
Suprimidos el Creador y la creatura, el hombre –ya hoy ideológica-
mente genérico–, crea o imagina al hombre a su propia imagen y se-
mejanza. Es decir, los ideólogos de la teoría de género, conciben a los
demás, como ellos se conciben a sí mismos. Importa entonces pregun-
tarnos por esta percepción subjetiva y sin dudas, ante todo, debemos
preguntarnos de qué modo concibe este movimiento feminista radical
a la mujer, porque alrededor de ella, de las raíces de su opresión y mo-
dos de su liberación, gira todo el pensamiento del feminismo radical.
La recurrencia obligatoria, en esta como en tantas otras cuestio-
nes del feminismo radical, es al pensamiento de Simone de Beauvoir
quien, desde la aparición de su obra El segundo sexo, es el punto de
referencia obligado y principal de la revolución feminista. Es bien co-
nocida su frase “uno no nace sino que se hace mujer”, pero no lo es
tanto el modo en que la frase continúa:
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Ningún destino biológico, psíquico o económico dene la gura que
reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjun-
to de la civilización el que elabora ese producto intermedio entre el
macho y el castrado al que se calica de femenino. (2018, p. 207)
Remarquemos el punto: la mujer –de su época o actual, porque la
revolución está lejos de concluir–, es un producto intermedio entre el
macho y el castrado.
Con esta peculiar noción en nuestras mentes podemos plantearnos la
pregunta que le sigue lógicamente, esto es, como elaboró “ese producto
[…] el conjunto de la civilización”. Y en la respuesta que da la lósofa
francesa a este interrogante, encontramos por ventura la cuestión deci-
siva del feminismo radical: el medio que han utilizado los hombres para
someter a la mujer, para reducirla a un “segundo sexo”, es decir, inferior
al masculino, y poder construirla culturalmente, ha sido la maternidad.
Las actividades de procreación y maternidad son actos repetitivos
que le impiden trascender, que la hacen pasiva, que no la diferen-
cian de los animales. Engendrar, amamantar no constituyen acti-
vidades, son funciones naturales; ningún proyecto les afecta; por
eso la mujer no encuentra en ello el motivo de una altiva arma-
ción de su existencia; sufre pasivamente su destino biológico. Las
faenas domésticas a que está dedicada, puesto que son las únicas
conciliables con las cargas de la maternidad, la connan en la re-
petición y la inmanencia; son faenas que se reproducen día tras
día, bajo una forma idéntica que se perpetúa casi sin cambios siglo
tras siglo; no producen nada nuevo. (de Beauvoir, 1949, p. 110)
Esto es, que la maternidad no sólo es el principal modo del que se
vale el hombre para mantener sometida a la mujer, sino que es algo
que, por así decir, la afecta ontológicamente, hace de ella un ser infe-
rior. En otro texto particularmente revelador, dice de Beauvoir:
La peor maldición que pesa sobre la mujer es hallarse excluida de
esas expediciones guerreras; no es dando vida, sino arriesgando
la propia, como el hombre se eleva sobre el animal; por ello en la
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Humanidad se acuerda la superioridad, no al sexo que engendra,
sino al que mata. (1949, p. 111)
Pero si de esta explicación losóca pasamos al plano existencial,
nos encontramos con una concepción de la realidad del embarazo y
la maternidad que explican, de alguna manera, la repulsión de la ma-
ternidad, la repugnancia de ser madre. “A menudo, ya no le parece
maravilloso, sino horrendo, que un cuerpo parásito deba proliferar en
el interior de su cuerpo, la idea de aquella monstruosa hinchazón la
espanta […] imágenes de hinchazón, desgarramiento y hemorragia”
(de Beauvoir, 2018, p. 238).
La boca del niño las hiere: les parece que succiona sus energías, su
vida, su felicidad. Les inige una dura servidumbre, y ya no forma
parte de ellas: se presenta como un tirano; miran con hostilidad a
aquel diminuto individuo extraño que amenaza su carne, su liber-
tad, su yo todo entero. (2018, p. 493)
Palabras como estas, unidas a la concepción losóca de la autora,
explican en buena medida la crisis de la maternidad, fenómeno tan ex-
traño como antinatural, que caracteriza la cultura de nuestro tiempo.
Filosofía e imaginación conducen entonces a la misma inexorable
conclusión: la liberación de la maternidad es el requisito ineludible
para liberar a la mujer de toda opresión, y con ello, generar las con-
diciones para que se constituya como un nuevo ser, idéntico al varón
porque no se distinguirá de él. Ambos, lo que la naturaleza nos pre-
senta como varón y mujer, desaparecerán para dar lugar a “alguien”
cuya característica saliente será que no tendrá que dar a luz.
“La igualdad feminista radical signica no simplemente igualdad
bajo la ley y ni siquiera igual satisfacción de necesidades básicas, sino
más bien que las mujeres –al igual que los hombres– no tengan que
dar a luz” (Jaggar, 1977, p. 14).
Y, volviendo una vez más a Firestone, “la reproducción de la especie
hecha por un sexo en benecio de ambos sería reemplazada (al menos,
como opción) por la reproducción articial: los niños nacerán por igual
para ambos sexos, o independientemente de los mismos…” (p. 11).
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Últimas reexiones
Decía santa Teresa de Calcuta:
No entiendo por qué algunas personas dicen que la mujer y el
hombre son exactamente lo mismo y niegan las bellas diferencias
entre hombres y mujeres. Todos los dones de Dios son buenos,
pero no todos son iguales […] Dios ha creado a cada uno de no-
sotros, cada ser humano, para cosas muy grandes, para amar y
para ser amado. Pero, ¿por qué Dios nos hizo a algunos hombres
y a otras mujeres? Porque el amor de la mujer es uno de los ros-
tros del amor de Dios. Y el amor del hombre es otro rostro de ese
mismo amor. Ambos son creados para amar, pero cada uno de una
manera diferente. Mujer y hombre se completan mutuamente, y
ambos juntos maniestan el amor de Dios de mucho mejor mane-
ra de lo que podrían hacerlos cada uno por separado […] La ma-
ternidad es el don de Dios para las mujeres […], cualquier cosa que
destruya el don de Dios de la maternidad destruye su más precioso
don a las mujeres: el de amar en calidad de mujer. (Mensaje a la
Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer, s.f.)
Estas palabras, tan llenas de verdad, de belleza y de sentido común,
nos llevan a interrogarnos nuevamente por la raíz profunda, por el
fundamento último de la teoría de género. Si es cierto que es siempre
importante que nos preguntemos por qué piensan como piensan los
que piensan distinto que nosotros, lo es más aún en un caso como éste
en el que lo pensado –la teoría de género– se ha extendido como un
virus que ha penetrado en organismos internacionales, legislaciones,
planes educativos y aún en el lenguaje diario. Y bien, en este camino
nos hemos encontrado con explicaciones ideológicas, desarrolladas a
partir de armaciones dogmáticas: el matrimonio monógamo como
lugar de necesaria confrontación y despótica dominación del hombre
sobre la mujer; la mujer como un ser inferior y deforme generado por
la cultura de los hombres; la maternidad como instrumento de opre-
sión… Por supuesto, podemos imaginar también la existencia de una
suerte de indignación histórica (y muchas veces personal), forjada a
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partir de múltiples y reales abusos, tratos despectivos y violencia de
hombres reales sobre mujeres reales.
Pero ¿cómo pasar de estas explicaciones ideológicas o históricas o,
incluso, de experiencias personales, a las conclusiones, deseos, sue-
ños, del feminismo radical y su teoría de género?
¿Por qué la solución para terminar para siempre con el abuso de parte
de los hombres –presentado bajo la gura abstracta del “patriarcado”–
habría de ser la desaparición de los hombres (y también de las mujeres)
en un indenido pansexualismo? Más aún, ¿cómo se sigue lógicamente
que para llevar a término esta supuesta revolución liberadora de la mu-
jer, haya que negar –ya, ahora– la existencia de mujeres (y de hombres),
y reemplazar los sexos masculino y femenino por los llamados géneros,
donde hombre y mujer aparecen como opciones junto con un conjun-
to interminable de desviaciones sexuales e, incluso, de perversiones y
deformidades? ¿Qué pensar del desagradable imaginario de Simone de
Beauvoir –quien no tuvo hijos por decisión propia– sobre el embarazo?
¿Qué mujeres conocemos en este mundo que puedan ser consideradas
un “producto intermedio entre el macho y el castrado”?
Nos ha parecido encontrar una explicación a estos interrogantes
en los desarrollos de Shulamith Firestone pero, claro está, su elabo-
ración teórica requiere aceptar como verdaderos estos postulados: a)
todo se explica a partir del sexo, b) la relación entre varón y mujer es
idéntica a la que existe entre un burgués (necesariamente explotador)
y un proletario; c) debe aplicarse la lógica dialéctica marxista a las
relaciones entre los sexos. Si no se aceptan estos postulados, lo que
hace Firestone es un mero y, quizás, interesante ejercicio intelectual.
Dignitas innita muestra que la explicación de este tan actual
atentado contra la dignidad humana (en el plano tanto de la teoría
como de la práctica), está en el endiosamiento del hombre. Resumien-
do palabras de Benedicto XVI, Trevijano Etcheverría (2013) escribe:
La ideología de género es la última rebelión de la criatura contra
su condición de tal. Con ella el hombre moderno pretende librarse
incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser
autónomo que se construye a sí mismo, una pura voluntad que se
autocrea y se convierte en un dios. (s.p.)
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Si se quiere ir un poco más allá, nos encontraremos con el miste-
rio infranqueable del mal. “Seréis como dioses, conocedores del bien
y del mal” (Gn 3:5), fue la fórmula que empleó el demonio para tentar
exitosa y desgraciadamente a la mujer y, con ello, introducir el mal en
el universo de los hombres. Seréis como dioses. Ese patético anhelo se
ha repetido una y otra vez a lo largo de la historia. Pero en la teoría de
género es como si se hubiera renovado y adoptado un rostro más alar-
mante todavía. En efecto, el hombre no se conforma con la vieja fórmu-
la, lo que ahora pretende es reemplazar a Dios Creador, hacerse cargo
de su obra y, como un nuevo Dr. Frankenstein, darle una nueva forma
que es, en rigor, una deformidad: no es un Dios ajeno quien ha creado
al hombre, ni lo ha hecho varón y mujer, ni ha regalado a la mujer el
tesoro de la maternidad para, en sus entrañas, continuar la obra magna
de su creación. Es el ideólogo quien crea o construye al nuevo ser –ni
varón ni mujer– destinado a una vida incomprensible, e indenida, de
la que sólo sabemos que desaparecerá la maternidad –y el matrimonio
y la familia biológica–, y tendrá lo sexual un lugar de privilegio.
Cuando se recorren las páginas, las ideas, los argumentos, de los
ideólogos de género, se advierte una enorme ausencia: no hay lugar
para el amor. Quizás un módico e ilusorio sustituto sexual, pero el amor
ha desaparecido14. La ideología de género niega la condición de creatu-
ra del hombre –y con ello, el amor de Dios Creador; niega la diferencia
de sexos y, en consecuencia, la maravilla única del amor conyugal, y del
amor en la familia; abomina la maternidad, fuente del amor más puro y
desinteresado que conoce el hombre; reemplaza, en rigor, toda relación
de amor, por la confrontación, la destrucción, el odio.
Pero el hombre ha sido creado por el Amor y para el amor. El amor
es su principio, su n y su sentido. Como nos decía la Madre Teresa
en el texto citado: “Dios ha creado a cada uno de nosotros, cada ser
humano, para cosas muy grandes, para amar y para ser amado”. El
misterio de la felicidad humana se cifra en el amor.
El feminismo radical y su teoría de género niegan la verdad del
hombre, atentan contra su dignidad en su mismo fundamento. Pre-
14
Sarah llega incluso a hablar del odio que el hombre moderno parece profesar tanto
a sí mismo como a su naturaleza (2019, p. 181).
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tenden reemplazarlo por un ser fantasmal e indenido. En el camino
que conduciría a esta penosa utopía van pervirtiendo las inteligencias
y corrompiendo las conductas; sin embargo, una y otra vez, se estre-
llan con la realidad del hombre creado por Dios Amor, a su imagen
y semejanza; redimido por Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre, en quien la humana dignidad originaria alcanza su plenitud.
Hecho hijo de María y, en sus brazos, destinado al Amor eterno.
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