94 Filópolis en Cristo N° 3 (2024) 93-100
ISSNL 3008-8844
Juan Esteban Alonso
- “El deber de respetar la dignidad de cada ser humano, comporta
como consecuencia que no se puede disponer libremente de la per-
sona” (Benedicto XVI).
- “Él nos ha creado no como objetos, sino como personas amadas y
capaces de amar, donando al hombre una dignidad única” (Fran-
cisco).
Toda persona recibe el regalo de la vida y está hecha a imagen y se-
mejanza de Dios y como consecuencia directa de ello debe ser tratada
con la máxima dignidad y respeto, desde el momento de la fecunda-
ción hasta la muerte natural.
Entendemos por dignidad reconocer al otro, ponerse en su piel y
tratarlo como un igual. Por ello:
Debe reconocérsele derechos, aunque él no lo sepa, aunque no sea
consciente por su vulnerabilidad, su fragilidad, su estado de depen-
dencia crónica, su incipiente desarrollo: sujeto de derechos.
Es un ser de valor innito, de valor incalculable, no tiene precio,
no está en el mercado, no se puede comprar ni vender, o que no debe-
ría poderse comprar y vender.
Que debe ser tratado como un n en sí mismo y nunca únicamente
como un instrumento.
Se merece respeto, también referido a su trato: una mirada atenta,
que no es ni invasiva ni indiferente.
Es un ser íntegro, por ello se lo debe tratar respetando esa uni-
cidad. Velar para que pueda crecer y desarrollarse en todas sus di-
mensiones.
Por ende, nadie tiene derecho a tratar indignamente al otro y
menos violar la santidad de su vida. Nadie es libre de decidir que
la vida de una persona es innecesaria o que un grupo de personas
es inferior y, por tanto, prescindible o que una vida vale más que
otra.
Pero parece que estas verdades no son aceptadas hoy por un mun-
do cada vez más lejos de Dios y así llegan a la conclusión de que la
vida es un problema. Solo a modo de muestra, presentamos el pensa-
miento de algunos autores, no necesariamente actuales, con respecto
a que la vida de algunos es un obstáculo.