64 Filópolis en Cristo N° 3 (2024) 57-71
ISSNL 3008-8844
Sebastián Patricio Medina Naessens
La economía y la disciplina moral, cada cual en su ámbito, tienen
principios propios, a pesar de ello es erróneo que el orden econó-
mico y el moral estén tan distanciados y ajenos entre sí, que bajo
ningún aspecto dependa aquél de éste. (n. 42)
En efecto, la eciencia económica no se contrapone con la búsque-
da del desarrollo social del hombre en un marco amplio e integral.
Por el contrario, debe convertirse en un medio para alcanzarlo de un
modo más perfecto y ordenado.
Por ese motivo el hombre encuentra en la economía un derecho
a participar de la misma y, a su vez, un deber de contribuir a ésta de
manera solidaria. Y esto, como se ha mencionado anteriormente, des-
de una triple perspectiva, individual, familiar y social.
Y desde esta triple perspectiva el hombre ha de participar de la
economía, contribuyendo a la formación e incremento de las riquezas
en orden a su desarrollo integral, y contribuyendo de este modo con
la sociedad a la que pertenece y su búsqueda del bien común políti-
co. El caer en posturas individualistas, que subordinan todo aspecto
humano al cuantitativo está viciado de error y no se condice con el
mensaje evangélico. Esta civilización del consumo, como la llama el
Compendio, lleva al hombre a una pérdida sistemática de valores éti-
cos, deja de lado la alta dignidad a la que ha sido llamado, y en última
instancia lo aleja de su n, de una auténtica felicidad recreada en un
orden social cristiano.
La economía de mercado, que actualmente ha calado profunda-
mente en cada uno de los Estados y en la misma comunidad interna-
cional, debe encontrar un marco y una guía en el plano que la moral
le ofrece. Esta, lejos de no respetar la legítima autonomía que posee
como ciencia particular la economía, promueve la profundización y
promoción de todas las actividades que le son propias. Pero, a su vez,
insiste con la subordinación de ésta a una ciencia superior en su natu-
raleza como lo es la ética.
En efecto, elementos tales como la propiedad privada, el libre mer-
cado y el sistema nanciero deben formar parte de un plan integral de
promoción y bienestar humano, cuyo n último es el bien común, y
en el que estén incluidos tanto individuos como cuerpos intermedios.