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Filópolis en Cristo N° 3 (2024) 1-32
ISSNL 3008-8844
Editorial
El Cardenal van Thuân no se propuso nunca elaborar una nueva
espiritualidad, al modo de la benedictina, la carmelita, la dominicana,
la franciscana, la jesuita, la montfortiana. No es tampoco un autor
como Dom Columbia Marmion, Reginald Garrigou-Lagrange o Royo
Marín, expertos en la vida espiritual, de la que tanto y tan bien han
hablado y escrito. Nada hacía prever en él a un profundo maestro
espiritual. Se diría que su ministerio parecía orientado más bien al
pastoreo de las almas y la administración diocesana. Sin embargo, la
Providencia lo llevó por misteriosos caminos que forjaron su espíritu
en el martirio, permitiendo que brotara de él, al fragor de su experien-
cia personal, un camino de seguimiento del Señor que el propio van
Thuân debió recorrer por sí mismo, despojado de cualquier auxilio
o consuelo humano, con la sola ayuda de la Gracia y aferrado a la
Esperanza.
Mientras tantos otros sucumbieron a las duras e inhumanas con-
diciones sufridas en prisión, desde su libertad interior forjada en el
Evangelio, van Thuân pudo sobreponerse a las adversidades y enten-
derlas como su cruz de cada día, que le permitían aumentar su Fe y
vivir la Caridad cotidianamente y en cada momento. El contexto de
los penosos días de su injusto cautiverio, fueron la ocasión para que el
Señor esculpiera en su vida una de las más logradas expresiones con-
temporáneas de santidad. Y en esas circunstancias, el eje inspirador
sobre el que girara su testimonio, fue una comprensión profunda de
la virtud teologal de la Esperanza. Al punto tal, que podríamos hablar
que van Thuân sustenta su existencia en una original espiritualidad
de la Esperanza en Cristo.
Tal virtud pasa a ser el punto de referencia fundamental para en-
tender su pensamiento personal y social8. No es conanza humana u
van uân escribe un poema titulado “Preso por Cristo”. En uno de sus versos, dice:
“El camino de la esperanza está enlosado de pequeños pasos de esperanza. La vida
de esperanza está hecha de breves minutos de esperanza”, en van uân, 2012, p. 22.
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Como expresa Sacheri, mostrando la incidencia que esta virtud tiene en el ámbito
social: “La esperanza nos mantiene en tensión, en función de un bien que no po-
demos alcanzar hoy pero que podemos alcanzar dentro de cierto tiempo o a través
de una serie de actos. Y el hombre vive esperando. Toda la vida social está fundada
en la conanza, que implica una esperanza, porque si uno se atuviera a lo que ve en