86 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 85-91
Enrique Shaw. Un apóstol laico para nuestro tiempo
noviazgo sentaron bases sólidas para la conformación de una familia
que se plenicaría con la llegada de 9 hijos.
Enrique Shaw fue recientemente declarado Venerable por la Igle-
sia Católica. Su vida estaría marcada profundamente por su amor a
Dios y a Cecilia, con quien se casaría en 1943.
El libro se encuentra dividido en cuatro partes, que comprenden el
noviazgo (20 a 22 años de edad), los primeros años de casados (22 a
25 años), su crecimiento espiritual conjunto, y la madurez de su amor
(32 a 41 años), edad en la que se interrumpe abruptamente la historia,
ya que Enrique fallecería tempranamente de cáncer a los 41 años de
edad, el 27 de agosto de 1962.
Dentro de los hitos más destacados de la vida de Enrique, un tema
recurrente es el de la vida militar. Habiendo alcanzado el grado de
Teniente de Fragata en la Armada Argentina, se vio obligado a em-
barcarse en muchas oportunidades en cumplimiento de sus deberes
militares, alejándose de su querida Cecilia. Sin embargo, este distan-
ciamiento no sería en vano, ya que fortalecería su relación maduran-
do tanto en la fe como en el amor. Fruto de este tiempo de separación
son estas cartas, que dan testimonio de su vida en Cristo, pues según
dijera el mismo Enrique “no hay felicidad sin algún dolor” (p. 30).
Enrique además siempre se ocupó de subrayar que su deseo por
Cecilia era más espiritual que carnal, lo que trazó el itinerario de su
tiempo de noviazgo y matrimonio. Desde muy joven tuvo en claro que
el sentido de su vida era profundamente religioso. En la mayoría de
las cartas, lo religioso sirve de punto de referencia para su vida en
pareja, y viceversa: el amor conyugal es analogía de las cosas de Dios.
A lo largo de todo el libro se puede ver claramente como Enrique
procura santicar cada pequeño momento, cada detalle de su vida,
ofrecer siempre un poco más, incluso sacricarse en los asuntos per-
mitidos. La esperanza del reencuentro con su novia y después esposa
no puede dejar de recordar la esperanza de la Iglesia de reencontrarse
con su Esposo, Jesucristo.
Como es natural, a medida que el tiempo fue transcurriendo el con-
tenido de las cartas se fue transformando. Así, el enamoramiento inicial
dio lugar al justo cumplimiento de los deberes cotidianos, a través de los
cuales Enrique siempre creyó que había de santicarse. De esta manera,