Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Laudato si y Laudate Deum. Una lectura
cristocéntrica del Evangelio de la Creación
Laudato si and Laudate Deum. A Christ-centered rea-
ding of the Gospel of Creation
Ricardo von Büren
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
ricardo.vonburen@unsta.edu.ar
ORCID:0009-0006-6548-997X
Resumen:
Sostenido en una “visión losóca y teo-
lógica de la creación” (LS 130), Francisco
aborda en Laudato si y en Laudate Deum,
la problemática del medio ambiente, los
recursos naturales y la ecología, propo-
niendo un diálogo interdisciplinario al
que ilumina desde la Fe. La clave herme-
néutica de su enseñanza es la centralidad
del misterio de Jesús, el Cristo, Señor del
cosmos y de la historia, en el Proyecto de
Dios sobre la Creación. El Santo Padre de-
nuncia severamente los daños ecológicos
ocasionados por los errores del paradig-
ma ideológico-cultural de la modernidad,
y anuncia la verdad del “Evangelio de la
Creación”, que fundamenta la alternativa
superadora de la Civilización del Amor y
su ecología integral. En cuyo seno se res-
taura en Cristo, por Cristo y para Cristo la
triple relación del hombre: con Dios, con
los demás seres humanos y con el resto de
las criaturas; y se estimula la “conversión
ecológica” de varones y mujeres, para que
testimonien las “consecuencias sociales
del Evangelio”, mediante un amor de Ca-
Abstract:
Supported by a “philosophical and theo-
logical vision of creation” (LS 130), Fran-
cis addresses in Laudato si and Laudate
Deum, the problems of the environment,
natural resources and ecology, propos-
ing an interdisciplinary dialogue that he
illuminates from Faith. The hermeneuti-
cal key to his teachings is the centrality of
the mystery of Jesus, the Christ, Lord of
the cosmos and history, in God’s Project
on Creation. The Holy Father severely
denounces the ecological damage caused
by the errors of the ideological-cultural
paradigm of modernity, and announc-
es the truth of the “Gospel of Creation”,
which bases the overcoming alternative
of the Civilization of Love and this inte-
gral ecology. In whose womb the triple
relationship of man is restored in Christ,
through Christ and for Christ: with God,
with other human beings and with the
rest of the creatures; and the “ecolog-
ical conversion” of men and women is
encouraged, so they bear witness to the
“social” consequences of the Gospel,
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Ricardo von Büren
Introducción
“Los signos de los tiempos” y la Revelación1
Estamos llamados a ser los instrumentos del Padre Dios
para que nuestro planeta sea lo que Él soñó al crearlo y
responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud.
Francisco, Laudato si, n° 53
La encíclica Laudato si es el primer documento de la Doctrina So-
cial de la Iglesia que tiene por objeto especíco lo que su autor, Fran-
cisco, llama “el Cuidado de la Casa Común”2. Atento a los signos de
1 Este trabajo recoge la comunicación expuesta el 22 de setiembre de 2022, en el
Congreso Internacional sobre “Humanismo y Transición Ecológica”, desarrollado en
la Universidad Católica de Ávila (España), el 21 y 22 de setiembre de 2022 y co-orga-
nizado por la institución antriona y otras universidades de Francia, Italia, Austria
y España. Nuestra contribución fue publicada en las Actas del Congreso reunidas
en el libro Persona y sostenibilidad ecológica (Catherine Declercq y David Sanz-Bas
(eds.), Dykinson SL, Madrid, 2023, 713 pp.), con el título: El misterio de Cristo en
el Proyecto de Dios sobre la Creación, clave hermenéutica de Laudato si (capítulo
34, pp. 675-697). Para su publicación en Filópolis en Cristo, hemos incorporado un
Apéndice sobre Laudate Deum.
2
Los Obispos de Latinoamérica y del Caribe, reunidos en 1992 en su IV° Conferencia
General, presidida por San Juan Pablo II, denen a la Doctrina Social de la Iglesia
como “la enseñanza del Magisterio en materia social que contiene principios, cri-
terios y orientaciones para la actuación del creyente en la tarea de transformar el
mundo según el proyecto de Dios. La enseñanza del pensamiento social de la Iglesia
‘forma parte de la misión evangelizadora’ -Sollicitudo Rei Socialis, 41- y tiene ‘el
ridad al servicio del Cuidado de la Casa
Común. Lo que permite reconocer a Dios
no sólo como Creador, sino como Padre.
Un Padre que comparte con los hombres
su Designio, en el que Cristo -Rey de los
individuos y de las naciones-, los plenica
ahora en el tiempo histórico y luego, de-
nitivamente, en la contemplación gozosa
de su Rostro trinitario en la eternidad.
Palabras claves: Creación, ecología,
persona, Cristo.
through a love of Charity at the services
of the Care of the Common Home. This
allows us to recognize God not only
as Creator, but as Father. Father who
shares with men his Design, in which
Christ -King of individuals and nations-
fullls them now in historical time and
then, denitively, in the joyful contem-
plation of his Trinitarian Face in eternity.
Keywords: Creation, ecology, per-
son, Christ.
37
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Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
los tiempos, como aconsejaba el Señor (cf. Mt 16:3), recoge una de las
mayores preocupaciones del hombre contemporáneo: la problemáti-
ca del medio ambiente, los recursos naturales y la ecología; tema que
se sitúa, también, en la entraña misma de la Revelación ya desde las
primeras páginas de las Escrituras, cuando Dios encomienda al ser
humano que colabore con Él en su Proyecto3.
El Santo Padre retoma en estas páginas una de sus prioridades
pastorales, manifestada desde sus primeras intervenciones desde la
Cátedra de Pedro4, y a lo largo de todas ellas5, incluso, ante instancias
políticas de primer orden6. Apoyándose en la sabiduría social que lo
valor de un instrumento de evangelización’ -Centesimus Annus, n° 54-, porque ilu-
mina la vivencia concreta de nuestra fe” (Documento de Santo Domingo, n° 158).
3
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n° 307: “Dios concede a los hombres inclu-
so poder participar libremente en su providencia conándoles la responsabilidad
de ‘someter’ la tierra y dominarla (cf Gn 1:26-28). Dios da así a los hombres el ser
causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación, para perfeccionar
su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los hombres, cooperadores a menudo
inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar libremente en el plan divino no
sólo por sus acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos (cf Col 1:24).
Entonces llegan a ser ‘plenamente (...) colaboradores de Dios’ (1 Cor 3:9; 1 Ts 3:2) y
de su Reino (cf Col 4:22)”.
4
Leemos en su primera encíclica, Lumen Fidei, 54: “En el centro de la fe bíblica
está el amor de Dios, su solicitud concreta por cada persona, su designio de salvación
que abraza a la humanidad entera y a toda la creación, y que alcanza su cúspide en la
encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Cuando se oscurece esta realidad,
falta el criterio para distinguir lo que hace preciosa y única la vida del hombre. Éste
pierde su puesto en el universo, se pierde en la naturaleza, renunciando a su respon-
sabilidad moral, o bien pretende ser árbitro absoluto, atribuyéndose un poder de
manipulación sin límites”.
5
En el documento programático de su ponticado, Francisco expresa: “Amamos este
magníco planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habi-
ta, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores
y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos” (Evangelii
Gaudium, n° 183).
6
Visitando Estrasburgo (Francia), el 25 de noviembre de 2014, decía el Santo Pa-
dre en su Discurso al Parlamento Europeo: “Europa ha estado siempre en primera
línea de un loable compromiso en favor de la ecología. En efecto, esta tierra nuestra
necesita de continuos cuidados y atenciones, y cada uno tiene una responsabilidad
personal en la custodia de la creación, don precioso que Dios ha puesto en las manos
de los hombres. Esto signica, por una parte, que la naturaleza está a nuestra dispo-
sición, podemos disfrutarla y hacer buen uso de ella; por otra parte, signica que no
somos los dueños. Custodios, pero no dueños. Por eso la debemos amar y respetar.
‘Nosotros en cambio nos guiamos a menudo por la soberbia de dominar, de poseer,
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precede, en la que abreva y a la que él mismo quiere expresar actua-
lizada a nuestro tiempo, propone un diálogo interdisciplinario al que
ilumina desde la Fe. Dice Francisco: “El mismo cristianismo, man-
teniéndose el a su identidad y al tesoro de verdad que recibió de
Jesucristo, siempre se repiensa y se reexpresa en el diálogo con las
nuevas situaciones históricas, dejando brotar así su eterna novedad”
(Laudato si, nº 121)7.
Laudato si es una encíclica social que exhibe un talante eminente-
mente teológico-cristológico. Lo que se aprecia no sólo porque se abre
con una oración, “Alabado seas”, de San Francisco de Asís -modelo de
vínculo personal con la naturaleza, inspirado en una impronta ecoló-
gica abierta al designio divino-, sino porque su entramado discursivo
se sostiene en la exposición del “Evangelio de la Creación”, cuyo eje
es Cristo, y se cierra con dos oraciones, una a Dios Creador, y otra al
Dios Trinidad.
La meditación del texto y de su contexto histórico-doctrinal, per-
mite develar que su clave hermenéutica es la centralidad del misterio
de Jesús, el Cristo, Señor del cosmos y de la historia, en el Proyec-
to de Dios sobre la Creación. Su Advenimiento en la plenitud de los
tiempos, concentra en su Persona todos los anhelos de las criaturas,
puesto que Él es el origen y el n a partir del cual todas las cosas y el
proceso histórico de la humanidad adquieren inteligibilidad: Yo soy
el Alfa y la Omega (Ap 1:8)8.
de manipular, de explotar; no la ‘custodiamos’, no la respetamos, no la considera-
mos como un don gratuito que hay que cuidar’ -Audiencia General del 13 de junio
de 2013-. Respetar el ambiente no signica sólo limitarse a evitar estropearlo, sino
también utilizarlo para el bien. Pienso sobre todo en el sector agrícola, llamado a dar
sustento y alimento al hombre. No se puede tolerar que millones de personas en el
mundo mueran de hambre, mientras toneladas de restos de alimentos se desechan
cada día de nuestras mesas. Además, el respeto por la naturaleza nos recuerda que
el hombre mismo es parte fundamental de ella. Junto a una ecología ambiental, se
necesita una ecología humana, hecha del respeto de la persona, que hoy he querido
recordar dirigiéndome a ustedes”.
7
Lo reitera en otro pasaje: “Es precisamente el regreso a sus fuentes lo que permite
a las religiones responder mejor a las necesidades actuales” (Laudato si, n° 200).
8
Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, n° 280: “La creación es el fundamento
de ‘todos los designios salvícos de Dios’, ‘el comienzo de la historia de la salvación’
-Directorium Catechisticum Generale, 51- que culmina en Cristo. Inversamente, el
Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el Misterio de la creación; revela el n en
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Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
Inspirándonos en la metodología de la Doctrina Social de la Igle-
sia, ofrecemos una lectura de Laudato si que presenta su enseñanza
tomando como arquitectura expositiva los tres pasos de la virtud de la
prudencia: ver, juzgar, actuar9. El itinerario a seguir será el siguiente:
Para ver de qué trata el problema ecológico contemporáneo, nos
referiremos, primero, a la “mirada” con la que Francisco lo aborda y,
en segundo lugar, a la Doctrina Social de la Iglesia que como lugar de
encuentro epistémico, reúne y articula orgánicamente todas las pers-
pectivas de análisis (experiencia del hombre común, ciencias sociales
y experimentales, losofía y teología), a la luz de la Revelación10.
Luego, con el objeto de estudio delineado y de la mano del magis-
terio social católico, ingresaremos al plano del juicio, deslindando,
por un lado, la denuncia de los errores del paradigma cultural de la
modernidad y su dis-sintonía con el Plan de Dios, sin dejar de valorar
el proceso ecológico contemporáneo y el vasto y polifacético movi-
miento surgido en torno suyo; y, por otro, el anuncio de la verdad del
“Evangelio de la Creación” que restaura la triple relación que liga al
hombre: con Dios, con los demás seres humanos y con el resto de los
seres creados.
Y al n, en el plano de la acción, nos detendremos a considerar las
consecuencias sociales del Evangelio plasmadas en el ejercicio de una
ecología integral, que como expresión de un nuevo paradigma cultu-
ral, la Civilización del Amor, y a partir de un impulso fundado en la
Caridad, se pone al servicio del Cuidado de la Casa Común.
vista del cual, ‘al principio, Dios creó el cielo y la tierra’ -Gn 1:1-; desde el principio
Dios preveía la gloria de la nueva creación en Cristo -cf Rm 8:18-23-”.
9
Dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n° 547: “La prudencia se arti-
cula en tres momentos: clarica la situación y la valora; inspira la decisión y da impulso
a la acción. El primer momento se caracteriza por la reexión y la consulta para es-
tudiar la cuestión, pidiendo el consejo necesario; el segundo momento es el momento
valorativo del análisis y del juicio de la realidad a la luz del Proyecto de Dios; el tercer
momento, el de la decisión, se basa en las fases precedentes, que hacen posible el dis-
cernimiento entre las acciones que se deben llevar a cabo”. Cursivas en el original.
10
Cf. Laudato si, n° 216: “La gran riqueza de la espiritualidad cristiana, generada
por veinte siglos de experiencias personales y comunitarias, ofrece un bello aporte al
intento de renovar la humanidad. Quiero proponer a los cristianos algunas líneas de
espiritualidad ecológica que nacen de las convicciones de nuestra fe, porque lo que el
Evangelio nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir”.
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Ricardo von Büren
De ese modo, podremos apreciar que, como fruto de sus reexiones,
Francisco expone una lograda síntesis de su propio pensamiento y de
la Doctrina Social de la Iglesia en su conjunto, mostrando que el Señor
convoca al hombre, lo hace partícipe de sus planes y le encomienda
“que crezca, que se multiplique, que cuide y que cultive” la Creación (cf.
Gn 1:26-31). Y que al hacerlo, lo invita a que siempre todo sea hecho en
Cristo, por Cristo y para Cristo. Expresa el Santo Padre:
En el discurso de despedida a los ancianos de Éfeso en Mileto, re-
cogido por Lucas en los Hechos de los Apóstoles, San Pablo arma
haber cumplido el encargo que el Señor le conó de anunciar ‘en-
teramente el Plan de Dios’ (Hch 20:27). Gracias al Magisterio de la
Iglesia nos puede llegar íntegro este Plan y, con él, la alegría de po-
der cumplirlo plenamente (...) El conocimiento de la fe ilumina no
sólo el camino particular de un pueblo, sino el decurso completo del
mundo creado, desde su origen hasta su consumación. (Francisco,
Lumen Fidei, nº 28)
Ver
El problema ecológico contemporáneo
La “mirada creyente” de un “discípulo misionero”,
con los ojos puestos en el Señor
El análisis del contenido de las enseñanzas de Laudato si, exige
considerar inicialmente la “mirada” con la que Francisco se acerca
a la problemática ecológica contemporánea. Se trata de la disposi-
ción interior que lo inspira. Siguiendo el consejo del Apóstol: Fijemos
nuestros ojos en el iniciador y consumador de nuestra fe: Jesús (Heb
12:2), el Santo Padre exhorta a ver la realidad, no sólo de la Iglesia,
sino también la de este mundo, con ojos cristianos11:
11
Dice Castellani (2018): “Los ‘ojos de la fe’ no son otros que los del intelecto, gradual-
mente iluminados e iluminantes. A medida que la buena voluntad de inquirir (para
salvarse) llega a la certidumbre del hecho, la fe naciente va percibiendo el hecho como
objeto de fe y como hecho histórico. De modo que al n del proceso se dan triunfales la
41
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Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
Tampoco nos serviría una mirada puramente sociológica, que podría
tener pretensiones de abarcar toda la realidad con su metodología de
una manera supuestamente neutra y aséptica. Lo que quiero ofrecer
va más bien en la línea de un discernimiento evangélico. Es la mirada
del discípulo misionero (Evangelii Gaudium, n° 50), que observa la
realidad con “mirada creyente” (Evangelii Gaudium, n° 84)12.
El Papa propone y asume una mirada amplia que observa todos los
aspectos y dimensiones en juego, que lo lleva a rechazar la actitud de
aquellas “personas que sólo se miran a sí mismas y no se hacen cargo
de las exigencias ineludibles de la realidad humana” (Fratelli Tutti,
nº 67). Y exhorta, de su parte, a que “no nos resignemos a vivir ence-
rrados en un fragmento de realidad” (Fratelli Tutti, nº 191), porque
“los conocimientos fragmentarios y aislados pueden convertirse en
una forma de ignorancia si se resisten a integrarse en una visión más
amplia de la realidad” (Laudato si, nº 38)13.
Hay una realidad que le es exterior y que el hombre no ha creado ni
construido. Está allí frente a él, para que la contemple. Lo que eviden-
cia la importancia de disponer de una estructura de pensamiento ade-
cuada para facilitar el conocimiento de las cosas, porque “los aparatos
certidumbre de que ello fue (la resurrección de Cristo, p.e.) y la inteligencia de aquello
que fue, sin prioridad cronológica alguna” (p. 11). Cursivas en el original.
12
No es la primera ni la única vez que el Santo Padre habla en estos términos. Lo
hizo, incluso, antes de ser Papa, cuando era Cardenal, como jefe de relatores del Do-
cumento de Aparecida (2007), al insertar esta idea en el texto y esclarecer el méto-
do “ver, juzgar, actuar”, dándole un sesgo cristiano, alejado de cualquier pretendida
asepsia axiológica, que no existe. Francisco recuerda esa intervención suya anterior,
en el Encuentro con el Comité de Coordinación del CELAM, el 28 de julio de 2013,
al advertir que, precisamente, en materia metodológica, se corre el riesgo de “ideo-
logización del mensaje evangélico. Es una tentación que se dio en la Iglesia desde el
principio: buscar una hermenéutica de interpretación evangélica fuera del mismo
mensaje del Evangelio y fuera de la Iglesia. Un ejemplo: Aparecida, en un momento,
sufrió esta tentación bajo la forma de asepsia. Se utilizó, y está bien, el método de ‘ver,
juzgar, actuar’ (cf n° 1). La tentación estaría en optar por un ‘ver’ totalmente aséptico,
un ‘ver’ neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada. No
existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada vamos
a ver la realidad? Aparecida respondió: con mirada de discípulo”.
13
E insiste: “Una persona, mientras menos amplitud tenga en su mente y en su corazón,
menos podrá interpretar la realidad cercana donde está inmersa” (Laudato si, n° 147).
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conceptuales están para favorecer el contacto con la realidad que pre-
tenden explicar, y no para alejarnos de ella” (Evangelii Gaudium, nº
194). El Papa apunta al principio que reza que “la realidad es superior
a la idea”14, y enseña: “La verdadera sabiduría supone el encuentro con
la realidad” (Fratelli Tutti, nº 47).
En su acercamiento a la temática ecológica, Francisco constata la
existencia de diversas perspectivas y opiniones. Esa variedad de voces
no pueden soslayarse, constituyen un dato objetivo que debe tenerse
en cuenta. Precisamente para indagarlas y ponderar cuál puede ser
su aporte para entender lo que ocurre y para acertar en las medidas
que deben tomarse, lo cual no signica desconocer que existen serios
obstáculos al intento de armonizarlas en una visión de conjunto que
las integre sin anularlas. Es necesario reconocer que “hay discusiones
sobre cuestiones relacionadas con el ambiente donde es difícil alcan-
zar consensos”, y a n de que su propia intervención no sea malin-
terpretada, señala: “Una vez más expreso que la Iglesia no pretende
denir las cuestiones cientícas ni sustituir a la política, pero invito a
un debate honesto y transparente, para que las necesidades particu-
lares o las ideologías no afecten al bien común” (Laudato si, nº 188)15.
La mirada objetiva y humilde, que abierta a la trascendencia saca
al hombre de su propia autorreferencialidad, posibilita reconocer la
existencia de Dios como fundamento de la realidad16. Dilatando las po-
sibilidades de la razón, el mensaje de Cristo esparce una luz nueva que
permite al que lo acoge, conocer todas las cosas de modo luminoso. A
quien adhiere al Evangelio se le dona la gracia de entender el acontecer
humano de un modo en que no puede hacerlo quien carece de ella. El
14
Cf. Evangelii Gaudium, n° 231-233.
15
Ampliando el concepto, expresa: “Sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no
tiene por qué proponer una palabra denitiva y entiende que debe escuchar y pro-
mover el debate honesto entre los cientícos, respetando la diversidad de opiniones”
(Laudato si, n° 61).
16
Como señala Castellani (2019), “el primer acto del sentido común es aceptar la realidad
(…) Someterse a la realidad es someterse a Dios (…) Porque el intelecto humano no es
comprehensivo aun cuando fuere verdadero: nuestros conceptos nos dan una serie de
instantáneas de la verdad innita y viviente. Sólo Dios es la verdad; nosotros sólo pode-
mos ser, con la ayuda de Dios, verdaderos” (pp. 383, 386 y 387). Cursivas en el original.
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Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
cristiano contempla la realidad con la Luz hermosa de la Inteligencia
divina, que ilumina los ojos de su propia inteligencia humana17.
Con esa disposición espiritual, Francisco señala como marco epo-
cal de sus palabras, una de las características de nuestro tiempo: la
aceleración del proceso histórico, al que llama “rapidación”, impul-
sado especialmente por el desarrollo exponencial de la ciencia y de
la tecnología, que en muchas -demasiadas- ocasiones opera de una
manera adversa al hombre y a la naturaleza. El Santo Padre efectúa
un registro de numerosos hechos que signan nuestro tiempo, como
la contaminación ambiental, el cambio climático, el agotamiento del
recurso hídrico, la pérdida de la biodiversidad por la depredación de
las especies, el deterioro de la calidad de la vida humana, la degra-
dación social por el crecimiento urbanístico desordenado y por la
inuencia de los medios masivos de comunicación y los dispositivos
digitales que tienden a encerrar al hombre en mismo, impidién-
dole reexionar en profundidad y amar con generosidad, o, al n, la
inequidad planetaria y su secuela de indigencia y descarte de franjas
cada vez mayores de seres humanos. Frente a la gravedad de estos
hechos, Francisco advierte la fragilidad de las reacciones surgidas a
nivel nacional e internacional, lo que atribuye a la presión de poderes
nancieros y políticos que se benecian con la crisis medioambiental,
y a la existencia de planteos ecológicos superciales o parcializados
que llegan hasta la ideologización.
El Santo Padre ve en el desorden ecológico contemporáneo una ma-
nifestación de un fenómeno mayor, que es la aguda e inocultable crisis
del paradigma cultural de la modernidad, sostenido sobre el dogma
ideológico iluminista del progreso indenido. Crisis que ha dado lugar a
una toma de conciencia medioambiental que, sin embargo, es informe e
incompleta y que, por ende, reclama una claricación y una orientación
que integre todas las variables en juego en una síntesis superadora:
17
Dice Sacheri (2021): “El mensaje del Cristianismo es un mensaje de plenitud. Ple-
nitud humana y plenitud sobrenatural, armónicamente conjugadas en la adhesión a
una Verdad plena que es el mismo Cristo, el Verbo de Dios encarnado, salvador de
todos los hombres” (p. 83). Cursiva en el original.
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No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una
sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución
requieren una aproximación integral para combatir la pobreza,
para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para
cuidar la naturaleza. (Laudato si, nº 139)
La Doctrina Social de la Iglesia:
lugar de encuentro epistémico
Las perspectivas convergentes con las que Francisco efectúa su acer-
camiento al tema son las de la experiencia de cualquier persona que
convive diariamente con el problema ecológico, pero también, las que
provienen de la historia, la sociología, la economía, el derecho y la polí-
tica, la ética, las ciencias naturales. E, incluso, apela a las perspectivas de
la losofía y la teología18. Abriendo el diálogo entre los distintos planos
enunciados, el Santo Padre aporta un importante criterio epistemológico
para la adecuada integración de todos ellos: “Una ciencia que pretenda
ofrecer soluciones a los grandes asuntos, necesariamente debería sumar
todo lo que ha generado el conocimiento en las demás áreas del saber,
incluyendo la losofía y la ética social” (Laudato si, nº 110)19.
En el diálogo interdisciplinario, el Santo Padre asigna un papel
singular a la enseñanza social católica a la que concibe como lugar de
encuentro epistémico:
La Iglesia Católica está abierta al diálogo con el pensamiento losó-
co, y eso le permite producir diversas síntesis entre la fe y la razón.
En lo que respecta a las cuestiones sociales, esto se puede constatar
18
Las cuestiones epistemológicas son arduas en sí mismas, debido a la contrariedad
entre el paradigma clásico y el moderno, sostenidos sobre presupuestos losócos en
muchos aspectos antagónicos. Al respecto, cf. Sacheri (2016).
19 En otro pasaje señala: “No se puede sostener que las ciencias empíricas explican
completamente la vida, el entramado de todas las criaturas y el conjunto de la realidad.
Eso sería sobrepasar indebidamente sus connes metodológicos limitados. Si se re-
exiona con ese marco cerrado, desaparecen la sensibilidad estética, la poesía, y aún la
capacidad de la razón para percibir el sentido y la nalidad de las cosas” (Laudato si, n°
199). Cf.: Lumen Fidei, 34 y, especialmente, Evangelii Gaudium, n° 242-243 (donde
Francisco expone sobre “El diálogo entre la fe, la razón y las ciencias”).
45
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Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
en el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia, que está llamada
a enriquecerse cada vez más a partir de los nuevos desafíos20.
En sintonía con Francisco, enseña Benedicto XVI:
La valoración moral y la investigación cientíca deben crecer jun-
tas, y (...) la caridad ha de animarlas en un conjunto interdiscipli-
nar armónico, hecho de unidad y distinción. La Doctrina Social de
la Iglesia, que tiene ‘una importante dimensión interdisciplinar’
(Centesimus Annus, n° 59), puede desempeñar en esta perspec-
tiva una función de ecacia extraordinaria. Permite a la fe, a la
teología, a la metafísica y a las ciencias encontrar su lugar dentro
de una colaboración al servicio del hombre. La Doctrina Social de
la Iglesia ejerce especialmente en esto su dimensión sapiencial.
Pablo VI vio con claridad que una de las causas del subdesarrollo
es una falta de sabiduría, de reexión, de pensamiento capaz de
elaborar una síntesis orientadora (Populorum Progressio, n° 40 y
85), y que requiere ‘una clara visión de todos los aspectos econó-
micos, sociales, culturales y espirituales’ (Populorum Progressio,
12). La excesiva sectorización del saber (Fides et Ratio, n° 85),
el cerrarse de las ciencias humanas a la metafísica (Fides et Ratio,
83), las dicultades del diálogo entre las ciencias y la teología,
no sólo dañan el desarrollo del saber, sino también el desarrollo
de los pueblos, pues, cuando eso ocurre, se obstaculiza la visión
de todo el bien del hombre en las diferentes dimensiones que lo
caracterizan. (Benedicto XVI, Caritas in Veritate, n° 31)
Integrando todas las miradas a la luz de la Fe, Francisco sintetiza
y avanza en el desarrollo del pensamiento social cristiano, tanto en
la temática especíca medioambiental y su inserción en el Plan de
20
Laudato si, n° 63. Incluso, dice el Santo Padre: “Cuando algunas categorías de la
razón y de las ciencias son acogidas en el anuncio del mensaje, esas mismas catego-
rías se convierten en instrumentos de evangelización; es el agua convertida en vino.
Es aquello que, asumido, no sólo es redimido sino que se vuelve instrumento del
Espíritu para iluminar y renovar el mundo” (Evangelii Gaudium, n° 132).
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Ricardo von Büren
Dios21, como también en la fundamentación teológico-cristológica
de la Doctrina Social de la Iglesia, dimensión que le es fundante y
que atraviesa y explica todos sus principios de reexión, sus crite-
rios de juicio y sus orientaciones para la acción. Lo dice expresa-
mente Francisco:
La Doctrina Social no proviene de este Papa o de aquel otro, ni tam-
poco de ningún sabio: procede del corazón del Evangelio. Viene de
Jesús mismo. Jesús es la doctrina social de Dios (Prólogo al DoCat).
Ocurre que el Evangelio no es un libro, ni una idea, ni una doctri-
na. Es una Persona. El Evangelio es Jesús, el Cristo. Para entender la
enseñanza social católica, entonces, es necesario conocer a Cristo, en
Quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia
(Col 2:2-3). Si no conocemos a Jesús, no conocemos la Doctrina So-
cial de la Iglesia. Sin embargo, la experiencia pone en evidencia que
no siempre se enseña ni se vive la centralidad de Cristo para una ge-
nuina vida interior, y que tampoco se lo hace para comprender y po-
ner en práctica con fruto a la Doctrina Social de la Iglesia: En medio
de ustedes hay Alguien al que ustedes no conocen (Jn 1:26)22.
La encíclica Laudato si es un portal para profundizar en el conoci-
miento del misterio de Cristo y de su sitio privilegiado en el Proyecto
de Dios sobre la Creación. Es también un signicativo aporte para la
comprensión y aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia en nues-
tro tiempo23. Y, de ese modo, para entender la denuncia del modelo
moderno del progreso indenido, de inspiración inmanentista, y el
21
Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n° 74: “La Doctrina Social de la
Iglesia halla su fundamento esencial en la Revelación bíblica y en la Tradición de la
Iglesia. De esta fuente que viene de lo alto, obtiene la inspiración y la luz para com-
prender, juzgar y orientar la experiencia humana y la historia. En primer lugar y, por
encima de todo, está el Proyecto de Dios sobre la Creación y, en particular, sobre la
vida y el destino del hombre, llamado a la comunión trinitaria”.
22
Como enseña Francisco en Fratelli Tutti, n° 277: “Otros beben de otras fuentes.
Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evan-
gelio de Jesucristo”.
23
Respecto de los objetivos que persigue el magisterio de la Iglesia al formular su
enseñanza social, remitimos a nuestro estudio: von Büren (2019).
47
Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
anuncio del paradigma cristiano de la Civilización del Amor, funda-
do en una recta concepción del desarrollo humano24, inserto en una
ecología integral, que abierta al designio de Dios alcanza su plenitud
en Cristo25.
Juzgar
Desde la razón (losofía de la naturaleza)
y la Fe (teología de la creación)
El Santo Padre se acerca a la problemática ecológica contemporá-
nea como Pastor y Maestro, y mediante el diálogo interdisciplinario,
la esclarece desde la Fe26. Lo hace deslindando los errores, malos en-
tendidos e incongruencias que se aprecian en la materia, para lo cual
distingue distintas actitudes: en primer lugar, la de los que le dan la
espalda desinteresadamente, porque no les importa ni los inquieta,
24
En Sollicitudo rei socialis, -una de las fuentes magisteriales más importantes de
Laudato si-, San Juan Pablo II expresa: “El desarrollo no es un proceso rectilíneo,
casi automático y de por ilimitado, como si, en ciertas condiciones, el género hu-
mano marchara seguro hacia una especie de perfección indenida. Esta concepción
-unida a una noción de ‘progreso’ de connotaciones losócas de tipo iluminista, más
bien que a la de ‘desarrollo’, usada en sentido especícamente económico-social- pa-
rece puesta ahora seriamente en duda (...) A un ingenuo optimismo mecanicista le
reemplaza una fundada inquietud por el destino de la humanidad”. Y en nota, insiste:
“Por este motivo se ha preferido usar en el texto de esta Encíclica la palabra ‘desa-
rrollo’ en vez de la palabra ‘progreso’, pero procurando dar a la palabra ‘desarrollo’
el sentido más pleno”. Cf. del mismo San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n° 6,
donde leemos: “La historia no es simplemente un progreso necesario hacia lo mejor,
sino más bien un acontecimiento de libertad, más aún, un combate entre libertades”.
25
En su Carta del 5/10/86 al P. Peter Hans Kolvenbach S.J., Prepósito de la Compañía
de Jesús, decía San Juan Pablo II: “Junto al Corazón de Cristo, el corazón del hombre
aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino, a compren-
der el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar ciertas perversiones del co-
razón humano, a unir el amor lial hacia Dios con el amor al prójimo. Así -y ésta es la
verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador- sobre las ruinas acumuladas
por el odio y la violencia, se podrá constituir la tan deseada Civilización del Amor, el
reino del Corazón de Cristo”.
26
El intento de articular Fe y razón en su discurso magisterial, aparece también en
Fratelli Tutti, n° 6: “Si bien la escribí (a la encíclica) desde mis convicciones cristia-
nas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reexión
se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad” (paréntesis nuestros).
48 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Ricardo von Büren
ocupados sólo de sus propios intereses ajenos al bien de la Creación.
En segundo lugar, la de quienes son ecologistas y encaran iniciati-
vas en defensa del medio ambiente, entre los que discierne diferen-
tes grupos de personas y asociaciones. Por un lado, los que tienen
una mirada unilateral y sesgada, limitada exclusivamente a alguna de
las dimensiones ecológicas, en la que ciertamente efectúan aportes y
propuestas legítimas, pero sólo parciales, sin una perspectiva de con-
junto, y por otro lado, los que se cierran sobre sí mismos y sucumben
al riesgo de ideologización, proponiendo como opciones a la crisis
medioambiental, posiciones equivocadas desde lo teórico e inecaces
en la praxis, pues plantean confusamente la triple relación del hom-
bre: con Dios, con la Creación y con los otros hombres. Sin una recta
losofía de la naturaleza, asumida e iluminada por la teología de la
creación, instancias sobre las que Francisco respalda su propia re-
exión, no se entenderá cabalmente el mensaje de Laudato si, pero
tampoco se podrá entender qué está pasando realmente en la Casa
Común, cuál es el origen, el sentido y la profundidad de la crisis, y de
qué manera superarla.
En otras palabras, luego de “enunciar” los hechos que maniestan
la crisis medioambiental, Francisco pasa a “denunciar” el paradig-
ma anti-ecológico dominante, como vía para luego “anunciar” lo que
llama “el Evangelio de la Creación”27. Distinguimos dos planos en el
juicio que Francisco emite de la realidad que ha descripto mirándola
con los ojos de la razón y de la Fe. Lo que podríamos llamar un juicio
negativo, articulado sobre la denuncia de los errores, y un juicio posi-
tivo, sostenido sobre el anuncio de la verdad.
27 San Juan Pablo II enseña que “al ejercicio del ministerio de evangelización en
el campo social, que es un aspecto de la función profética de la Iglesia, pertenece
también la denuncia de los males y de las injusticias. Pero conviene aclarar que el
anuncio es siempre más importante que la denuncia, y que ésta no puede prescindir
de aquél, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su motivación más
alta” (Sollicitudo rei socialis, n° 41). Cursivas en el original.
49
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Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
La Denuncia: la crítica al paradigma ideológico-
cultural de la modernidad y sus efectos nocivos
para el medio ambiente y la ecología
La denuncia, la pars destruens, supone la severa crítica a lo que el
Santo Padre llama el paradigma cultural de la modernidad, que es un
constructo ideológico multidimensional que tiene en materia ecológica
y medio ambiental una de sus facetas más agresivas y devastadoras28.
El núcleo que constituye su matriz es la soberbia humana que clau-
surada en su propia inmanencia, niega la apertura a la trascendencia
en su doble vertiente: horizontal (respecto de los otros hombres y del
resto de las criaturas) y vertical (respecto de Dios)29. Ese egoísmo en-
fermizo y desenfrenado infecta lo amical, lo familiar, lo económico,
lo jurídico, lo político, lo cultural, y lo ambiental: “En la modernidad
hubo una gran desmesura antropocéntrica que, con otro ropaje, hoy
28
Francisco no escatima reconocer que también algunos cristianos, por una errónea in-
terpretación de la enseñanza católica, son responsables de los daños ecológicos: “Habrá
que interpelar a los creyentes a ser coherentes con su propia fe y a no contradecirla con
sus acciones, habrá que reclamarles que vuelvan a abrirse a la gracia de Dios y a beber
en lo más hondo de sus convicciones sobre el amor, la justicia y la paz. Si una mala com-
prensión de nuestros propios principios a veces nos ha llevado a justicar el maltrato
a la naturaleza o el dominio despótico del ser humano sobre lo creado o las guerras, la
injusticia y la violencia, los creyentes podemos reconocer que de esa manera hemos sido
ineles al tesoro de sabiduría que debíamos custodiar” (Laudato si, n° 200).
29 En varios textos de su magisterio, Francisco vuelve sobre ello. Por ejemplo, en
Lumen Fidei, 54: “En la ‘modernidad’ se ha intentado construir la fraternidad
universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad. Poco a poco, sin embargo,
hemos comprendido que esta fraternidad, sin referencia a un Padre común como
fundamento último, no logra subsistir. Es necesario volver a la verdadera raíz de la
fraternidad”; en Fratelli Tutti, nº 272: “Los creyentes pensamos que, sin apertura al
Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la Fraternidad”
y en Evangelii Gaudium, 64 y 67: “El proceso de secularización tiende a reducir la
fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo. Además, al negarse toda trascen-
dencia, ha producido una creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido
del pecado personal y social y un progresivo aumento del relativismo, que ocasionan
una desorientación generalizada, especialmente en la etapa de la adolescencia y la ju-
ventud, tan vulnerable a los cambios (...) El individualismo posmoderno y globaliza-
do favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos
entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares”.
50 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Ricardo von Büren
sigue dañando toda referencia común y todo intento de fortalecer los
lazos sociales” (Laudato si, n° 116).
La modernidad con su paradigma tecnocrático e individualista ha
provocado la crisis ecológica, que es parte de una crisis cultural que se
ha manifestado en desmedro del hombre, de la naturaleza y de Dios30.
Francisco ofrece una sugerente claricación sobre el decurso históri-
co-ideológico de los últimos siglos que llega hasta nosotros, y señala:
La posmodernidad -en la que el hombre se siente aún más perdi-
do, sin referencias de ningún tipo, desprovisto de valores, porque
se han vuelto indiferentes, huérfano de todo, en una fragmenta-
ción en la que parece imposible un horizonte de sentido- sigue car-
gando con la pesada herencia que nos dejó la época anterior, hecha
de individualismo y subjetivismo (que recuerdan, una vez más, al
pelagianismo y al gnosticismo), así como por un espiritualismo
abstracto que contradice la naturaleza misma del hombre, espíritu
encarnado y, por tanto, en mismo capaz de acción y compren-
sión simbólica. (Desiderio desideravi, n° 28)
Frente a los errores del paradigma antropolátrico y economicista
de la modernidad y la posmodernidad, Francisco contrapone la ense-
ñanza de Cristo. Son sus palabras:
El ideal de armonía, de justicia, de fraternidad y de paz que propone
Jesús está en las antípodas de semejante modelo, y así lo expresaba
con respecto a los poderes de su época: ‘Los poderosos de las nacio-
nes las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen
con su poder. Que no sea así entre vosotros, sino que el que quiera
ser grande sea el servidor’ -Mt 20:25-26-. (Laudato si, n° 82)31
30
Cf. Fratelli Tutti, n° 275: “Entre las causas más importantes de la crisis del mundo
moderno están una conciencia humana anestesiada y un alejamiento de los valores
religiosos, además del predominio del individualismo y de losofías materialistas
que divinizan al hombre y ponen los valores mundanos y materiales en el lugar de los
principios supremos y trascendentes”.
31
Enseña San Juan Pablo II: “Frente al complejo fenómeno de la modernidad, es ne-
cesario dar vida a una alternativa cultural plenamente cristiana. Si la verdadera cultura
es la que expresa los valores universales de la persona, ¿qué puede proyectar más luz
51
Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
El Anuncio: la centralidad del misterio de
Cristo, Señor del cosmos y de la historia, en el
designio de Dios sobre la Creación
En lo que podríamos llamar su pars construens, la clave de lectura
de Laudato si, que proporciona el marco adecuado a la problemática
del Cuidado de la Casa Común y sobre la cual giran todas sus medita-
ciones, es el Proyecto de Dios sobre la Creación, que tiene en Jesús, el
Cristo, su eje central:
Para la comprensión cristiana de la realidad, el destino de toda
la creación pasa por el misterio de Cristo, que está presente des-
de el origen de todas las cosas: ‘Todo fue creado por Él y para Él’
-Col 1:16- (...) Para la experiencia cristiana, todas las criaturas del
universo material encuentran su verdadero sentido en el Verbo
encarnado, porque el Hijo de Dios ha incorporado en su persona
parte del universo material, donde ha introducido un germen de
transformación denitiva. (Laudato si, n° 99 y 235)32
El carácter cristocéntrico de la enseñanza de Francisco es una cons-
tante de su magisterio y se expresa en la problemática ecológica y
medioambiental, a través de lo que llama “la centralidad de Cristo en la
obra de la creación” (Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por
el Cuidado de la Creación, 1 de septiembre de 2022)33. El Encuentro con
sobre la realidad del hombre, sobre su dignidad y razón de ser, sobre su libertad y
destino que el Evangelio de Cristo?”, en Discurso Inaugural en Santo Domingo, n° 22.
32
E insiste: “El prólogo del Evangelio de Juan -1:1-18- muestra la actividad creado-
ra de Cristo como Palabra divina -Logos-. Pero este prólogo sorprende por su ar-
mación de que esta Palabra ‘se hizo carne’ -Jn 1:14-. Una Persona de la Trinidad se
insertó en el cosmos creado, corriendo su suerte con él hasta la cruz. Desde el inicio
del mundo, pero de modo peculiar a partir de la encarnación, el misterio de Cristo
opera de manera oculta en el conjunto de la realidad natural, sin por ello afectar su
autonomía” (Laudato si, n° 99).
33
Cf. al respecto, Lumen Fidei, nº 54: “A lo largo de la historia de la salvación, el
hombre descubre que Dios quiere hacer partícipes a todos, como hermanos, de la
única bendición, que encuentra su plenitud en Jesús, para que todos sean uno. El
amor inagotable del Padre se nos comunica en Jesús, también mediante la presencia
del hermano”, y Desiderio desideravi, n° 42: “Toda la creación es manifestación del
52 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Ricardo von Büren
Jesús provoca una conversión ecológico-cristiana que asume “diversas
convicciones de nuestra fe”34 y que no se queda limitada a los límites de la
conciencia individual, sino que impacta en la triple relación del hombre:
con Dios, con sus semejantes y con el resto de la creación. La Persona de
Cristo y sus enseñanzas, es el camino para re-ligar al hombre con el Pa-
dre, a los hombres entre sí, y al hombre con las demás criaturas35.
Al hablar de la relación con Dios, Francisco introduce una serie
de precisiones conceptuales en el discurso ecológico. La primera es
la distinción ontológica entre Dios y las cosas, entre el Creador y la
Creación. Las criaturas no han surgido por azar ni por evolución sino
por un acto de amor de Dios, que las crea en el contexto de un plan
que Él diseña desde la eternidad, antes del inicio del tiempo. Lo que
llamamos el Proyecto de Dios sobre la Creación36. Con lo cual el Papa
amor de Dios: desde que ese mismo amor se ha manifestado en plenitud en la cruz de
Jesús, toda la creación es atraída por Él. Es toda la creación la que es asumida para
ser puesta al servicio del encuentro con el Verbo encarnado, crucicado, muerto, re-
sucitado, ascendido al Padre”.
34
Tales como “la conciencia de que cada criatura reeja algo de Dios y tiene un men-
saje que enseñarnos, o la seguridad de que Cristo ha asumido en sí este mundo ma-
terial y ahora, resucitado, habita en lo íntimo de cada ser, rodeándolo con su cariño y
penetrándolo con su luz. También el reconocimiento de que Dios ha creado el mundo
inscribiendo en él un orden y un dinamismo que el ser humano no tiene derecho a
ignorar” (Laudato si, n° 221). En otro lugar, dice que a los cristianos “les hace falta
entonces una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias
de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir
la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia
virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia
cristiana” (Laudato si, n° 217). Cursivas en el original.
35 Sucede, como expresa Shaw (2022), que “las piedras, las plantas, los animales,
como son incapaces de inteligencia y de amor, y por lo tanto incapaces de dirigirse a
Su Creador, necesitan del hombre para que las una y ordene y, por medio de él, ser
llevadas a Cristo. Sólo ‘en Cristo’ los hombres y las cosas llegan a su plenitud, adquie-
ren su signicado y n últimos” (p. 132). Cursivas en el original.
36
Señala Congar (2002) que existe “un encadenamiento de acontecimientos e inicia-
tivas divinas según un determinado plan previsto por Dios, desde toda la eternidad,
en su unidad, pero que va desvelando de manera fragmentaria y sucesiva a lo largo
del tiempo (...) Desde el punto de vista de la fe, el mundo, tomado como un todo,
tiene un signicado que le viene de un plan de Dios” (pp. 40-41 y 46).
53
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Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
desestima el panteísmo, el biocentrismo o el antropocentrismo37, y
sitúa a las realidades creadas en su justo lugar:
El mundo procedió de una decisión, no del caos o la casualidad, lo
cual lo enaltece todavía más. Hay una opción libre expresada en la
palabra creadora. El universo no surgió como resultado de una om-
nipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o de un deseo
de autoarmación. La creación es del orden del amor. El amor de
Dios es el móvil fundamental de todo lo creado. (Laudato si, n° 77)38
Una segunda precisión, consiste en armar que la Casa Común no
es sólo naturaleza, al modo de un sistema operable, con piezas autó-
nomas que inter-actúan entre ellas o sobre las cuales el hombre pue-
de intervenir como le plazca o le convenga, sino un conjunto de seres
que conforman un orden (el orden natural) que está en relación con
un orden mayor que le da sentido y una nalidad que las excede y les
permite alcanzar su plenitud (el orden sobrenatural):
Para la tradición judío-cristiana, decir ‘creación’ es más que decir
naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto de amor de Dios
donde cada criatura tiene un valor y un signicado. La naturale-
za suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y
gestiona, pero la creación sólo puede ser entendida como un don
que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una reali-
dad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión uni-
versal. (Laudato si, n° 76)39
37
Cf. Laudato si, 88: “no olvidamos que también existe una distancia innita, que
las cosas de este mundo no poseen la plenitud de Dios. De otro modo, tampoco haría-
mos un bien a las criaturas, porque no reconoceríamos su propio y verdadero lugar, y
terminaríamos exigiéndoles indebidamente lo que en su pequeñez no nos pueden dar”.
38
Leemos en el n° 79: “En este universo, conformado por sistemas abiertos que en-
tran en comunicación unos con otros, podemos descubrir innumerables formas de
relación y participación. Esto lleva a pensar también al conjunto como abierto a la
trascendencia de Dios, dentro de la cual se desarrolla. La fe nos permite interpretar
el sentido y la belleza misteriosa de lo que acontece”.
39
Por ello, dice Hahn (2009): “El orden de la creación es una realidad que sirve para
ordenar nuestras mentes, pues, de modo misterioso, reeja el orden en la mente de
Dios” (p. 45).
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Ricardo von Büren
Francisco enseña que en su Plan, Dios llama a la existencia a una
criatura en especial, la persona humana, el único ser que ha creado a
su imagen y semejanza y al que ha participado de sus proyectos, asig-
nándole una misión como colaborador Suyo. Colaborador, no due-
ño40. Por ello, recuerda:
No podemos sostener una espiritualidad que olvide al Dios todo-
poderoso y creador. De ese modo, terminaríamos adorando a otros
poderes del mundo, o nos colocaríamos en el lugar del Señor, hasta
pretender pisotear la realidad creada por Él sin conocer límites. La
mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con
su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver al
proponer la gura de un Padre creador y único dueño del mundo,
porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer im-
poner a la realidad sus propias leyes e intereses. (Laudato si, n° 75)41
Finalmente, Cristo restaura las relaciones del hombre con los demás
seres. La deriva cristológica que Francisco devela en el Proyecto de Dios,
se plasma en los esfuerzos por proteger la Casa Común y los seres que la
habitan, dándoles en Cristo, su fundamento más sólido y fecundo:
Cuando uno lee en el Evangelio que Jesús habla de los pájaros, y
dice que ‘ninguno de ellos está olvidado ante Dios’ (Lc 12:6), ¿será
capaz de maltratarlos o de hacerles daño? Invito a todos los cris-
tianos a explicitar esta dimensión de su conversión, permitiendo
que la fuerza y la luz de la gracia recibida se explayen también en
40
Cf. Laudato si, 67 y 68: “No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido
dada (…) La Biblia no da lugar a un antropocentrismo despótico que se desentienda
de las demás criaturas”. Enseña Francisco en Amoris Laetitiae, n° 56: “No caigamos
en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omni-
potentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo,
somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso signica ante todo aceptarla y
respetarla como ha sido creada”.
41
Cf. Evangelii Gaudium, n° 170: “Algunos se creen libres cuando caminan al mar-
gen de Dios, sin advertir que se quedan existencialmente huérfanos, desamparados,
sin un hogar donde retornar siempre. Dejan de ser peregrinos y se convierten en
errantes, que giran siempre en torno a sí mismos sin llegar a ninguna parte”.
55
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Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
su relación con las demás criaturas y con el mundo que los rodea
y provoque esa sublime fraternidad con todo lo creado que tan lu-
minosamente vivió San Francisco de Asís. (Laudato si, n° 221)42
Actuar
Las consecuencias sociales del Evangelio de la Creación
De nada valdría un adecuado diagnóstico sobre la problemática
ecológica y medio ambiental y un acertado juicio sobre los hechos que
la rodean, si no tuvieran como consecuencia un lanzarse a la obra de
restaurar los daños ocasionados. La denuncia y el anuncio se proyec-
tan en la acción: Serán felices si conociendo estas cosas, las cumplen
(Jn 13:17). Enseña Francisco:
No poner en práctica, no llevar a la realidad la Palabra, es edicar
sobre arena, permanecer en la pura idea y degenerar en intimis-
mos y gnosticismos que no dan frutos, que esterilizan su dinamis-
mo (...) El Evangelio tiene un criterio de totalidad que le es inhe-
rente: no termina de ser Buena Noticia hasta que no es anunciado
a todos, hasta que no fecunda y sana todas las dimensiones del
hombre, y hasta que no integra a todos los hombres en la mesa del
Reino. (Evangelii Gaudium, n° 233 y 237)43
El Papa no se detiene estáticamente en el ver (enunciar), ni tampoco
en un juicio negativo (denunciar), sino que propone un juicio positivo
(anunciar), que tiene su dimensión teórica pero también su aplicación
práctica. En esa línea, es consciente que no se trata de suscribir me-
ras declaraciones que terminan siendo declamaciones, ni de aprobar
42
Cf. Laudato si, n° 86: “Se entiende mejor la importancia y el sentido de cualquier
criatura si se la contempla en el conjunto del proyecto de Dios”.
43 El carácter cristocéntrico de la Doctrina Social de la Iglesia se verica también
cuando los principios de reexión y los criterios de juicio deben ser llevados a la prác-
tica: “El pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta
una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que
brota del corazón amante de Jesucristo” (Evangelii Gaudium n° 183).
56 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
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instrumentos legales que no son aplicables por su carácter utópico, o
de sustituir los organismos y normativas vigentes, sino de promover
conductas concretas inspiradas en una recta mirada sobre la cuestión
medioambiental44. Y eso supone una “conversión ecológica”, entendida
como un cambio del corazón, a partir del cual puedan generarse hom-
bres y mujeres comprometidos y entonces sí, promover cambios de es-
tructuras, leyes o instituciones. Sólo de ese modo será posible diseñar
y poner en obra un paradigma nuevo, impregnado de una conciencia
ecológica integral, al que Francisco vincula con lo que el magisterio de
la Iglesia denomina “la Civilización del Amor”45.
El hombre ha recibido como don gratuito de Dios, el regalo del
mandato -nunca desmentido, ni siquiera luego del pecado de los orí-
genes o de los pecados personales de cada hombre en la historia-,
de ayudarle en el cumplimiento de sus planes sobre el Mundo: “El
Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de
amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee
la capacidad para construir la casa común”46. Dice Francisco:
La forma correcta de interpretar el concepto de ser humano como
‘señor’ del universo consiste en entenderlo como administrador
responsable (…) La intervención humana que procura el prudente
desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo,
porque implica situarse como instrumento de Dios para ayudar a
brotar las potencialidades que Él mismo colocó en las cosas. (Lau-
dato si, nn. 116 y 124)47
44
Ocurre que “un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitu-
des dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas,
pesadas e inecaces” (Evangelii Gaudium, n° 189).
45 Señala San Juan Pablo II: “A la crisis de civilización hay que responder con la
Civilización del Amor fundada sobre valores universales de paz, solidaridad, justicia
y libertad, que encuentran en Cristo su plena realización”, en Tertio Millennio Adve-
niente, n° 5.
46
Laudato si, n° 13.
47
E insiste: “No se puede prescindir de la humanidad. No habrá una nueva relación
con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada an-
tropología (...) Un antropocentrismo desviado no necesariamente debe dar paso a un
‘biocentrismo’, porque eso implicaría incorporar un nuevo desajuste que no sólo no
resolverá los problemas sino que añadirá otros” (Laudato si, n° 118).
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Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
El ser humano es capaz de cambiar su actitud frente a la naturale-
za pues existe en su corazón la capacidad para hacerlo y, además, por-
que Dios no lo abandona y dispensa siempre su gracia a todo hombre
que acepta recibirla. Lo cual no quita que existan fuertes obstáculos,
que Francisco identica, por un lado, en los poderosos aparatos -
nancieros e ideológicos que pretenden mantener las cosas como están
y, por otro, en la falta de conciencia seria y profunda de la gravedad
de la crisis ambiental.
Se trata de diseñar una ecología integral (que incluye lo medioam-
biental y también lo humano), que debe enriquecerse constantemente
en un diálogo fecundo del que participen todos los actores sociales y
al que se incorporen la más amplia variedad de perspectivas epistémi-
cas, y en un proceso educativo mantenido en el tiempo, que estable-
cido y consolidado institucional y legalmente, suscite el surgimiento
de una nueva cultura, verdaderamente humana48. La Civilización del
Amor es mucho más que una bella expresión, es el contexto adecua-
do para el ejercicio efectivo del compromiso personal y social de los
hombres, sostenido no en un vago sentimiento pasajero, efímero y
sin raíces, sino en la Caridad -que no es lantropía-, puesta al servicio
del Cuidado de la Casa Común. De este modo, los hombres (varones y
mujeres, sin distinción) cumplen el mandato divino encomendado en
el Génesis, de cuidar y cultivar la Creación49. Enseña Francisco:
La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mun-
do nuevo -cf Populorum Progressio, n° 44-, porque no es un sen-
timiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos ecaces
de desarrollo para todos (...) Es mucho más que sentimentalismo
subjetivo, si es que está unida a la verdad, de manera que no sea
‘presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los
48
Cf. Laudato si, n° 210, donde leemos que la educación ambiental “tiende a incluir
una crítica de los ‘mitos’ de la modernidad basados en la razón instrumental (indivi-
dualismo, progreso indenido, competencia, consumismo, mercado sin reglas) y tam-
bién recuperar los distintos niveles de equilibrio ecológico: el interno con uno mismo,
el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios”.
49
Cf. Fratelli Tutti, 183: “A partir del ‘amor social’ es posible avanzar hacia una
civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados”.
58 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Ricardo von Büren
sujetos’ -Caritas in Veritate, n° 3- (...) Sin la verdad, la emotividad
se vacía de contenidos relacionales y sociales. Por eso la apertura
a la verdad protege a la caridad de una falsa fe que se queda sin ‘su
horizonte humano y universal’ (…) La caridad necesita la luz de la
verdad que constantemente buscamos y ‘esta luz es simultánea-
mente la de la razón y de la fe’ -Caritas in Veritate, n° 3-. (Fratelli
Tutti, nn. 183, 184 y 185)50
Una ecología integral como parte
de la Civilización del Amor
La Gracia supone la naturaleza, reza un principio teológico cristia-
no que opera en el ámbito de la Doctrina Social de la Iglesia y al que
Francisco recurre en su diálogo interdisciplinario. El Santo Padre,
con toda la tradición sapiencial católica, distingue el plano natural del
sobrenatural, y consiguientemente, arma que existe en el hombre la
capacidad de conocer la verdad por el despliegue de su razón. En el
plano losóco, existe un conjunto de valores que todo hombre puede
llegar a percibir y a estimar. Se trata de los principios de una metafísi-
ca, de una antropología y de una ética natural. Es en este ámbito en el
que resulta posible encontrar verdades comunes y asumir decisiones
compartidas, incluso entre hombres que profesan ideas diferentes:
La inteligencia humana puede ir más allá de las conveniencias del
momento y captar algunas verdades que no cambian, que eran ver-
dad antes que nosotros y lo serán siempre. Indagando la naturale-
za humana, la razón descubre valores que son universales, porque
derivan de ella (…) Aceptar que hay algunos valores permanentes,
aunque no siempre sea fácil reconocerlos, otorga validez y estabi-
lidad a una ética social (...) A los agnósticos, este fundamento po-
drá parecerles suciente para otorgar una rme y estable solidez
50
Cf. Fratelli Tutti, n° 207: “Una sociedad es noble y respetable también por su cul-
tivo de la búsqueda de la verdad y por su apego a las verdades más fundamentales”.
59
Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
universal a los principios éticos básicos y no negociables. (Fratelli
Tutti, nn. 208, 211 y 214)51
Un correcto planteo de la cuestión ambiental, de la mano de las
precisiones históricas y doctrinales que aporta Laudato si, tiene en
cuenta no sólo las realidades naturales de la vida vegetal y de la vida
animal, sino que abarca también en su consideración, la vida huma-
na. En toda su complejidad, grandeza y dicultades. Es el hombre, en
su dimensión individual y también en sus manifestaciones sociales,
el que debe ser cuidado y promovido con el impulso generoso al que
convoca Francisco. Por eso, no basta hablar, secamente, de ecolo-
gía, sino que es preciso hablar de una ecología integral, que tenga en
cuenta la diversidad y riqueza de cada uno de los seres creados, de los
cuales el ser humano es su custodio, y la relación metafísica de todos
ellos con Dios, el Creador.
Un amor de Caridad al servicio
del Cuidado de la Casa Común
La crisis ecológica a la que asistimos y de la que somos parte, ha sus-
citado diferentes miradas, a las que nos hemos referido, con las cuales
Francisco dialoga y a las cuales ilumina con las luces del Evangelio de
Cristo. Pero además, es cierto también que el Santo Padre pasa, ya en
el plano de la acción, a ponderar distintas opiniones respecto de qué
hacer frente a la problemática medioambiental contemporánea.
La primera es la de aquellos que a pesar de sus errores teóricos y
de sus efectos negativos para la vida vegetal y animal, en general, y la
vida humana, en particular, siguen embelesados por la ideología del
progreso indenido. Según esta impostura, el desarrollo de la cien-
51
Cf. Laudato si, n° 123: “Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de
la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites
pueden tener la trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráco,
el comercio de diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de extin-
ción? ¿No es la misma lógica relativista la que justica la compra de órganos a los
pobres con el n de venderlos o de utilizarlos para experimentación, o el descarte de
niños porque no responden al deseo de sus padres?”.
60 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Ricardo von Büren
cia y de la tecnología va a traer la solución denitiva a los problemas
ecológicos, sólo se trata de acompañar expectantes los nuevos ade-
lantos técnicos. La segunda actitud, es aquella que ante la gravedad y
extensión del proceso cree que ya no hay nada por hacer y sólo queda
que nos crucemos de brazos con resignación en un transitar pasivo
hacia la destrucción de la vida en la tierra, que parece ser el desenlace
ineluctable de la crisis ecológica. Y, nalmente, la tercera opción que
es la que el Santo Padre deende y promueve: hay solución para el
problema medioambiental. Pero esta salida es difícil y reclama una
mirada abierta a la realidad y el diálogo interdisciplinario entre todos
los sectores involucrados, para así generar un nuevo paradigma que
supone, como hemos dicho, una recta reexión racional sobre la na-
turaleza, abierta a una meditación sobre la creación desde el enfoque
de la Revelación, cuyos rasgos más sobresalientes han sido señalados
por Francisco en su magisterio.
El Santo Padre invita a los cristianos y a los hombres de buena
voluntad al Encuentro con Cristo, del que ha de brotar su obligación
de ocuparse de custodiar y de cultivar la tierra y los seres que la habi-
tan52. Dice Francisco:
Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en
nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía,
habremos apagado la melodía que nos desaaba a luchar por la
dignidad de todo hombre y de toda mujer. Otros beben de otras
fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de
52
Cf. Laudato si, 64: “Es un bien para la humanidad y para el mundo que los
creyentes reconozcamos mejor los compromisos ecológicos que brotan de nuestras
convicciones”; Evangelii Gaudium, n° 266: “No se puede perseverar en una evange-
lización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo
mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que
caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo
mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo
mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia
razón”; y Fratelli Tutti, n° 282 y n° 207 -nota-: “Los creyentes nos vemos desaados
a volver a nuestras fuentes para concentrarnos en lo esencial: la adoración a Dios y el
amor al prójimo (...) Los cristianos creemos, además, que Dios nos ofrece su gracia
para que sea posible actuar como hermanos”.
61
Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
fraternidad humana está en el Evangelio de Jesucristo. (Fratelli
Tutti, n° 277)53
El compromiso existencial por la Creación, no es sólo una actitud
intelectual ni tampoco un voluntarismo, sino la consecuencia de una
toma de conciencia que debe ilustrarse en un lúcido estudio acompaña-
do de la decisión de proponer acciones que ayuden al cuidado y cultivo
de todos los seres implicados en la problemática ecológica. Francisco
señala, y es un aspecto esencial de su enseñanza, que el impulso por
defender el medioambiente y la sociedad humana, no se limita a arres-
tos individuales y aislados de personas singulares u organizaciones no
gubernamentales, sino que debe tener un adecuado correlato en las po-
líticas públicas promovidas y gestionadas por los poderes políticos. Se
trata del ejercicio de una de las dimensiones de “una prudente solicitud
por el bien común”54 en que consiste verdaderamente la política, hoy
degradada y desprestigiada55. Y que es una de las misiones más rele-
vantes que los cristianos seglares deben asumir:
La vocación laical es ante todo la caridad en la familia, la caridad
social y la caridad política: es un compromiso concreto desde la fe
53 Cf. Evangelii Gaudium, nn. 74 y 75: “Es necesario llegar allí donde se gestan los
nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más pro-
fundos del alma de las ciudades (...) La proclamación del Evangelio será una base para
restaurar la dignidad humana en esos contextos, porque Jesús quiere derramar en las
ciudades vida en abundancia (Jn 10:10)”. E insiste: “vivir a fondo lo humano e intro-
ducirse en el corazón de los desafíos como fermento testimonial, en cualquier cultura,
en cualquier ciudad, mejora al cristiano y fecunda la ciudad” (n° 75), e implica la “pe-
netración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico” (n° 103).
54
San Juan Pablo II, Laborem exercens, n° 20. Cf. Fratelli Tutti, n° 186: “Si alguien
ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye
un puente, y eso también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político
le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la caridad que ennoblece
su acción política”.
55
Francisco señala que “lo que nos ocurre hoy, y nos arrastra en una lógica perversa y
vacía es que hay una asimilación de la ética y de la política a la física. No existen el bien
y el mal en sí, sino solamente un cálculo de ventajas y desventajas” (Fratelli Tutti, n°
210). Y en otro lugar, expresa: “El siglo XXI, mientras mantiene un sistema de gober-
nanza propio de épocas pasadas, es escenario de un debilitamiento del poder de los
Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-nanciera, de carac-
terísticas transnacionales, tiende a predominar sobre la política” (Laudato si, n° 175).
62 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Ricardo von Büren
para la construcción de una sociedad nueva, es vivir en medio del
mundo y de la sociedad para evangelizar sus diversas instancias,
para hacer crecer la paz, la convivencia, la justicia, los derechos
humanos, la misericordia, y así extender el Reino de Dios en el
mundo. (Francisco, Christus Vivit, n° 168)56
Conclusión
“Cielos nuevos y tierra nueva”, transgurados en
Cristo, contemplarán con gozo el Rostro trinitario
Sostenido en una “visión losóca y teológica de la creación”57,
Francisco aborda en Laudato si una de las más acuciantes problemá-
ticas de nuestro tiempo: la crisis ecológica, proponiendo un diálogo
franco que integre todas las disciplinas, al que aporta las luces que
vienen de la Revelación. La meditación del documento, permite apre-
ciar que la clave hermenéutica de su enseñanza es el rol central que el
misterio de Cristo tiene en el Proyecto de Dios sobre la Creación. A la
luz de esa llave interpretativa, el Santo Padre denuncia enfáticamente
los daños ecológicos (ambientales y humanos), provocados por los
errores del paradigma ideológico-cultural de la modernidad, y anun-
cia la verdad del “Evangelio de la Creación”, que fundamenta la alter-
nativa superadora de la Civilización del Amor y su ecología integral.
En cuyo seno se restaura en Cristo la triple relación del hombre: con
Dios, con los demás seres humanos y con el resto de las criaturas58. Y
56
Cf. Evangelii Gaudium, n° 180: “Se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En
la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de frater-
nidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la
experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino:
‘Buscad ante todo el Reino de Dios y todo lo demás vendrá por añadidura’ (Mt 6:33).
El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre, Él pide a sus discípulos: ‘¡Pro-
clamad que está llegando el Reino de los cielos!’ (Mt 10:7)”.
57
Laudato si, n° 130.
58
Expresa Petit de Murat (2021): “Luego de analizar mucho las verdaderas culturas,
podemos llegar a esta denición; “Cultura es la labor de una inteligencia ayudando
a una cosa a alcanzar su perfección en la línea de su naturaleza”. Y continúa: “Cul-
tura es lo mismo que perfección interior del hombre (...) Es cuando el hombre se ha
llenado, cuando las enormes bocas de sus potencias se han saciado y resplandece
63
Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
se estimula la “conversión ecológica” de varones y mujeres, para que
testimonien las “consecuencias sociales del Evangelio”, mediante un
amor de Caridad personal, comunitario y político al servicio del Cui-
dado de la Casa Común59.
Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la
caridad social -Quadragesimo Anno, n° 88-. Una vez más convoco
a rehabilitar la política, que ‘es una altísima vocación, es una de las
formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común’
-Evangelii Gaudium, n° 205-. (Fratelli Tutti, n° 180)
La lectura de Laudato si nos enseña que la Creación es la Casa
Común, que Dios construye con sabiduría y por amor y nos dona gra-
tuitamente, para que sea nuestro hogar transitorio en el tiempo, un
lugar de peregrinación en el que, cuidando y cultivando las cosas de
este mundo, Lo conocemos no sólo como Creador, sino como Padre.
Un Padre que comparte con los hombres su Designio en el que Cristo
-Rey de los individuos, de las sociedades y de las naciones- los pleni-
ca ahora en el tiempo histórico y luego, denitivamente, en la con-
templación gozosa de su Rostro trinitario en la eternidad60.
Enseña Francisco:
El n de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya
ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración uni-
versal. Así agregamos un argumento más para rechazar todo do-
minio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás
como una realidad, como una denición obtenida, como la nota suprema del uni-
verso sensible. Ése es el hombre culto, sumamente amable, digno de amor, que nos
consuela de todos los extravíos humanos, cuando logramos contemplar un hombre
culto, una sociedad culta” (pp. 81 y 117). Cursivas en el original.
59
Cf. Fratelli Tutti, n° 181: “Todos los compromisos que brotan de la Doctrina Social
de la Iglesia ‘provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis
de toda la Ley’ (cf. Mt 22:36-40)”.
60
Dice Shaw, que al n de los tiempos, “todo el universo creado será restaurado con
un esplendor que eclipsará su belleza natural. Será la totalidad de la Creación, con
todo el desarrollo que el hombre le habrá impreso a lo largo de la Historia que será
reordenada, restaurada, recapitulada por Cristo y, en Él, volverá al Padre más rica,
más una, más santa” (Elizalde, 2010, p. 135). Cursivas en el original.
64 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Ricardo von Büren
criaturas. El n último de las demás criaturas no somos nosotros.
Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, ha-
cia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente
donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo. Porque el ser hu-
mano, dotado de inteligencia y de amor, y atraído por la pleni-
tud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su
Creador. (Francisco, Laudato si, n° 83)61
Apéndice: Laudate Deum a la luz de Laudato si
La crisis climática ocho años después
Pasaron ocho años desde la aparición de la encíclica Laudato Si,
sobre el Cuidado de la Casa Común, cuando Francisco publica la ex-
hortación apostólica Laudate Deum, cuyo objeto es ofrecer un pu-
ñado de reexiones sobre la Crisis Climática. Se trata de una suerte
de prolongación de sus enseñanzas, a las que actualiza con datos y
consideraciones complementarias que siguen algunos de los grandes
hilos conductores del texto anterior.
El hecho de que no sea una encíclica sino una exhortación apostó-
lica, nos revela que estamos ante un documento de menor enjundia
doctrinal, pero en el que, sin embargo, es posible detectar los tres pla-
nos epistémicos propios de la Enseñanza Social de la Iglesia. Hay en él
principios de reexión, criterios de juicio y orientaciones para la acción.
El tono general, de acuerdo a su propia naturaleza, es exhortativo
y le sirve al Papa, para insistir en sus reexiones sobre la crisis ecoló-
gica, que con los años se ha profundizado. El Santo Padre se detiene
a considerar y cuestionar las posturas de aquellos que desconocen o
minimizan la existencia de una grave situación medio ambiental y so-
cial, por carecer éstas, a su criterio, de sustento cientíco. Pasa luego
61
E insiste: “Esto nos proyecta al nal de los tiempos, cuando el Hijo entregue al Pa-
dre todas las cosas y ‘Dios sea todo en todo’’ -1 Co 15:28-. De ese modo, las criaturas
de este mundo ya no se nos presentan como una realidad meramente natural, porque
el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta a un destino de plenitud.
Las mismas ores del campo y las aves que él contempló admirado con sus ojos hu-
manos, ahora están llenas de su presencia luminosa” (Laudato si, n° 100).
65
Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
a insistir en la necesaria toma de conciencia de las sociedades frente
al fenómeno al que asisten y del que son parte. Es éste el segmento del
documento que tiene una menor intensidad doctrinal pues se sostie-
ne en armaciones cientícas, respecto de las cuales el magisterio no
tiene competencia alguna. Y por ende es el plano más pasible de ser
sometido a discusión, como de hecho ha sucedido.
Señala Francisco, con cierta desazón, que pareciera que las her-
mosas proclamas de los diversos encuentros, declaraciones o com-
promisos de estos años alcanzados en foros públicos y privados han
caído en saco roto, a pesar de haber sido suscriptos por encumbrados
dirigentes sociales y políticos mundiales y de haber sido promociona-
dos y alentados de múltiples maneras. Con todo, no se abandona al
pesimismo, y no pierde la esperanza de que el hombre y los diversos
grupos sociales y políticos asuman con lucidez y valentía el desafío de
bregar por una ecología integral.
En el plano de los juicios histórico-doctrinales, retoma sus críticas al
paradigma tecnocrático, ya efectuada en Laudato si y en otros lugares
de su magisterio, y a las que ya nos hemos referido, cuando hablamos
de la Denuncia de la Modernidad, entendida como la matriz cultural
que pone en contexto la crisis que padecemos. El dogma ideológico del
progreso indenido anima el proyecto del ciclo histórico-ideológico de
la modernidad y de su hija, la posmodernidad, que cree que el desarro-
llo exponencial de la ciencia y de la tecnología ha de llevar al hombre
a mundos mejores, incurriendo en la tecnolatría. En el fondo del pro-
ceso, Francisco descubre un afán desmedido de lucro sostenido en el
vicio de la avaricia, que hace que los poderes políticos estén en muchos
casos mediatizados por los poderes económicos y nancieros.
Propone, en línea con sus enseñanzas de Laudato si, a las que pá-
ginas atrás llamamos el Anuncio, una serie de ideas operativas entre
las que destacamos el llamado a los ciudadanos y grupos sociales a
manifestarse ante los poderes del Estado para impulsarlo a que recu-
pere su rol ineludible como agente del bien común. Como en tantos
otros sitios de su magisterio, Francisco insiste en Laudate Deum en
reivindicar la nobleza de la política.
Finalmente, luego de señalar los hechos y de los juicios efectuados,
Francisco se detiene también a enseñar los principios o fundamen-
66 Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Ricardo von Büren
tos que deben animar el testimonio de los cristianos en defensa de la
Creación. Lo hace en el numeral 6 (“Las motivaciones espirituales”),
mostrando que en lo profundo el afán por el cuidado de la Casa Co-
mún por hacer frente a la crisis climática, no tiene un sostén mera-
mente social o político, sino de raíz teológica.
El Santo Padre cierra su exhortación Laudate Deum con una frase
que ratica el carácter teocéntrico de todo su planteamiento en tor-
no a la problemática ecológica: “‘Alaben a Dios’ es el nombre de esta
carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se
convierte en el peor peligro para mismo” (nº 73). El trasfondo de
la solicitud de Francisco por la Casa Común, es religiosa, y supone
una adecuada mirada sostenida en una recta losofía de la naturaleza
abierta a la teología de la Creación, que nos permite comprender la
crisis ambiental en el marco del Proyecto de Dios sobre la Creación,
en cuyo seno la Persona de Cristo es su explicación denitiva.
Colofón: La centralidad del misterio
cristológico para una ecología integral
Hemos ofrecido una lectura de los dos documentos sociales más im-
portantes de la enseñanza de Francisco en torno a la Casa Común y la
ecología integral, leídos en el contexto de su propio magisterio y de la
Doctrina Social de la Iglesia en su conjunto. De esa meditación deve-
lamos en su discurso la centralidad del misterio de Cristo, pues como
enseña el Santo Padre: “Jesús recupera y lleva a su plenitud el Proyec-
to Divino” (Francisco, Amoris Laetitia, 61). En Él, con Él y por Él,
podemos entender la realidad de nuestro tiempo, y llevar su mensaje
de caridad individual, familiar, social y política a toda la humanidad y
al resto de las criaturas: el que permanece en Mí, y Yo en él, da mucho
fruto, porque separados de Mí, nada pueden hacer (Jn 15:5).
Jesucristo -¡sí, nuestro Cristo!- es el Rey, y no puede dejar de ser-
lo, de toda la creación: no sólo de la tierra, sino de toda la obra de
Dios, de las miríadas de estrellas de la bóveda celeste. La unión
sustancial y personal que Dios ha realizado, en Jesucristo, entre
él y la humanidad, es la más alta que puede realizarse, sin que por
67
Filópolis en Cristo. Nº 2 (2024), 35-70
Laudato si y Laudate Deum. Una lectura cristocéntrica del Evangelio de la Creación
ello se ceda a un impensable panteísmo. Jesucristo está pues, des-
de ahora y para siempre, en la cumbre absoluta de todo el universo
que exista o sea posible. Él es su Rey, al igual que es el Rey de los
ángeles, de los que sin embargo no es su redentor. Desde ahora
Dios reina sobre todo el universo que ha creado, lo visible y lo in-
visible, no solamente -si es posible expresarse así- desde el cielo de
su divinidad, sino en y por la humanidad divina de Jesucristo ¡Qué
honor para nuestra raza! (Congar, 2002, pp. 307-308)
El Santo Padre, con Laudato si y Laudate Deum, no hace sino cumplir
actualizada la misión recibida del Señor de predicar el Evangelio: Vayan
por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación (Mc
16:15). Porque es el hombre, en todas sus dimensiones y cada una de las
demás criaturas, es decir toda la creación, la que espera ansiosamente la
revelación de los hijos de Dios. Ella quedó sujeta a la vanidad, no volun-
tariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una
esperanza. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de
la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores
de parto. Y no solo ella: también nosotros, que poseemos las primicias
del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la plena
liación adoptiva, la redención de nuestro cuerpo (Rm 8:19-23).
Todo el conjunto de seres creados, salidos de la mano de Dios, es-
peran que cada cristiano y hombre de buena voluntad asuman su res-
ponsabilidad propia frente a los desafíos contemporáneos. A esa tarea
los convoca el Santo Padre: “No hay que delegar en algunos lo que es
la tarea de todo ser humano. Cada uno de nosotros puede y debe con-
vertirse en un ‘custodio de la Casa Común’, capaz de alabar a Dios por
sus criaturas, de contemplarlas y protegerlas” (Francisco, 2023, p. 35).
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