Cuaderno de Ciencias Humanas 2 (agosto 2023) 31-44
Legitimidad democrática y laxitud conceptual
Democratic legitimacy and conceptual laxity
Santiago Tomás González Díaz
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
santiago.gonzalez@unsta.edu.ar
Resumen
El artículo plantea la vacuidad conceptual en la
cual caen premisas claves para la organización
social y política. En este caso se focaliza en es-
tudiar las ideas de democracia, representación y
ley; como pilares necesarios del análisis político
y propuestas de cambio sistémico. Un contexto
de profunda relatividad donde el signicado de
las palabras es tergiversado y se acomoda según
las necesidades del momento, se convierte en un
factor que evidencia un gran riesgo para la es-
tabilidad democrática y la consecución de con-
sensos. El populismo aparece como una herra-
mienta de construcción política que imprime
relatividad y profundiza el antagonismo como
estrategia de poder; al mismo tiempo, modi-
ca el signicado de lo que entendemos como
democracia liberal (modelo occidental), repre-
sentación y ley, necesario para la modicación
estructural de la sociedad en forma íntegra y en
diversos niveles. Esta investigación empleará
como base la teoría de Ernesto Laclau para acla-
rar el riesgo que implican estas construcciones
políticas, pero que siguen una lógica especíca.
Palabras clave: populismo, democracia, repre-
sentación, ley.
Abstract
e article raises the conceptual vacuity in
which key premises for social and political
organization fall. In this case, it focuses on
studying the ideas of: democracy, represen-
tation and law; as necessary pillars of po-
litical analysis and proposals for systemic
change. A context of deep relativity where
the meaning of words is distorted and ac-
commodated according to the needs of the
moment, a factor that shows a great risk for
democratic stability and the achievement
of consensus. Populism appears as a poli-
tical construction tool that imprints rela-
tivity and deepens antagonism as a power
strategy; At the same time, it modies the
meaning of what we understand as liberal
democracy (Western model), representa-
tion and law, necessary for the structural
modication of society in an integral way
and at various levels. is research will use
Ernesto Laclaus theory as a basis to clarify
the risk that these political constructions
imply, but that follow a specic logic.
Keywords: populism, democracy, repre-
sentation, law.
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Introducción
La amplitud conceptual actual del término democracia, demuestra que
existe una amplia variedad de deniciones e interpretaciones. Esto posibilita
la aplicación de este concepto en un sinnúmero de situaciones, formas de
gobierno, acciones políticas y sociales, y procesos de estructuración social.
Como consecuencia, diculta su comprensión correcta o simple por parte
del común de las personas, provocando su deterioro conceptual.
Un análisis inicial aclara que dicho sistema se fundamenta en el apoyo
masivo y la ampliación de la participación de los individuos en los asuntos
de gobierno. Más allá de la interpretación subjetiva del término democracia,
existen elementos comunes a esas identicaciones sociales, como ser la am-
pliación de derechos o participación ciudadana en asuntos públicos.
Es por ello que, en este proceso de comprensión e interpretación concep-
tual, también interviene otra idea determinante: la representación.
Según Galvao de Sousa (2011) la idea de representación es inherente al
poder y surge de la articulación de la sociedad; por ello, gobiernos de cual-
quier perl (incluso autoritario) pueden ser representativos, e intervenir en la
noción de consentimiento a la autoridad, cuya fuente de emanación es diver-
sa (propaganda, sujeción o intimidación). Este autor sugirió que la represen-
tación no demanda la existencia de órganos representativos para preservar la
esencia del poder, pueden existir otras manifestaciones de la sociedad como
multiplicidad que respeten los intereses de los integrantes.
En tal sentido, son dos conceptos que actúan de forma coordinada, sin
importar las particularidades de cada estructura política y los procesos elec-
torales. Tanto democracia y representación se vinculan con el ordenamiento
social y la distribución de poder entre los gobernantes y los gobernados.
La pregunta principal de este trabajo es ¿cómo afecta a la representación
democrática la amplitud de interpretaciones?
Tamaña “imprecisión” vuelve endeble la solidez del mismo sistema demo-
crático al no satisfacer aquellos atributos que las personas le otorgan, debili-
tando canales institucionalizados para llevar solución.
En este sentido, la hipótesis planteada considera que la amplitud del uso
que tiene el concepto democracia impacta sobre la legitimidad de las estruc-
turas sociales existentes, deslegitimando los canales institucionales habilita-
dos para encauzar las demandas que recibe el sistema.
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La aceptación y conabilidad de los ciudadanos que integran un sistema,
respecto de la capacidad de solución de problemáticas por parte de estos, es
un factor que actúa directamente sobre la perdurabilidad de los “acuerdos
institucionales, sustentados en principios y valores fundamentales que legiti-
man su lógica de funcionamiento.
En tal contexto, el populismo será una herramienta política con un do-
ble impacto (positivo y negativo) sobre la estabilidad y consolidación de las
estructuras políticas que se pretenden alcanzar, para distribuir recursos de
poder entre los actores que componen la sociedad.
1. Representación como pilar de pluralidad
El concepto de representación puede abordarse desde dos ópticas, la re-
presentación de la sociedad ante el poder y por el poder. En ambos casos se en-
tiende que el pueblo es el titular de la soberanía: en la primera interpretación
el orden se basa en la existencia de instituciones representativas a través de las
cuales se comunica el pueblo y el gobierno; en el otro aspecto, el Estado (sin
ser fuente originaria del derecho) tiene la obligación de reconocer y proteger
los derechos de los grupos que participan en la sociedad, para contribuir a
su desarrollo.
Cuando las respuestas del sistema no satisfacen las demandas, los ciuda-
danos buscan soluciones alternativas a los canales institucionales, provocan-
do conicto con las mismas. La solución puede ser encontrada mediante la
elección popular o encarnada en actores políticos considerados “anti-siste-
mas, pero vistos como democráticos (desde el punto de vista de su alcance
en la representación).
El principio básico de la idea de democracia es la igualdad, valor funda-
mental sobre el cual se estructuran las instituciones y ordenan las interac-
ciones sociales, políticas y económicas. Esta interpretación tomó matices
amplios, es aplicada en múltiples espacios y cada posición política le otorgó
nuevos atributos según la visión de la naturaleza del ser humano y como
sujeto histórico.
Por ello, entender la democracia como una circunstancia o situación don-
de los seres humanos son portadores de innidad de benecios, acarrea el
riesgo de deteriorar la legitimidad de un sistema capaz de satisfacer necesi-
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dades, sobre exigiendo a las instituciones y a la organización social, política
y económica.
Las expectativas de los ciudadanos, respecto de la capacidad resolutiva de
la democracia como sistema de canalización de necesidades es un sentimien-
to que actúa en contrario de la estabilidad y conabilidad, carcome la legiti-
midad de la representación y cuestiona una realidad donde la distribución de
los recursos es considerada igualitaria.
Por ello, la imprecisión a nivel ontológico del concepto democracia impacta
directamente sobre su estructura tangible, junto al agregado de que cada socie-
dad suma características culturales particulares y la distribución de recursos.
La democracia demanda algún tipo de representación; los ánimos sociales
deben ser canalizados y el líder ocupa un papel determinante en la consolida-
ción y viabilidad, a largo plazo, de los reclamos populares hacia el sistema. Im-
plica la existencia de una élite con capacidad de interpretación de los sectores
populares y la creación de lazos liales y emocionales con sus seguidores.
En este sentido, Galvao de Sousa (2011, pp. 43-44) entendió que la repre-
sentación política era el medio de resguardar y satisfacer los intereses de la
comunidad, conectando la sociedad y el poder. El pueblo siempre aspirará a
inuir positivamente en las decisiones políticas y participar del gobierno, en
tanto los representantes están obligados a deliberar e inuir en las resolucio-
nes del poder.
Pero la actualidad nos pone ante nuevas prácticas que distan de seguir
tales premisas. Desde otro punto de vista, Laclau planteó que la construcción
de un pueblo (necesario para la existencia de la democracia) es imposible sin
mecanismos efectivamente representativos, con base en la identicación de
un signicante vacío de una cadena equivalencial, constitutivo de una totali-
dad (2005, p. 205).
El autor argentino criticó las dicultades que provoca la relación repre-
sentante-representado, ya que el primero adquiere cierta autonomía que pro-
voca la pérdida de una real representación de los intereses populares. Por
ello, consideró que la función del representante va más allá de la mera trans-
misión de la voluntad de los “excluidos, de otorgar credibilidad a la misma
y convencer a otros grupos de que los intereses defendidos son compatibles
con la comunidad como un todo. Sin embargo, dicha representación no se
trata de una relación “unidireccional o pasiva, ya que el representante agrega
características propias y se vuelve cocreador de la identidad popular y de la
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identidad de los representados. Existe una retroalimentación o relación di-
námica entre representante y representado, escenario donde el representante
adopta un lugar de preeminencia para la constitución de la identidad popular
(Laclau, 2005, p. 200).
El rol que tendrá el representante es democrático, sostuvo Laclau; por
su intervención los nuevos reclamos tomarán identidad y se diferenciarán
de otras demandas, llevadas al espacio público. Otorgará, de ese modo, ele-
mentos necesarios para unicar y constituir el nuevo sujeto histórico, me-
dio de homogeneización de una masa heterogénea y creador de símbolos y
actividades que denen su liderazgo (Laclau, 2005, pp. 202-203).
Sin embargo, este autor entendió que el “amor por el líder” no será su-
ciente para la supervivencia del grupo, consolidar la identidad y el vínculo
social. La división dicotómica de la sociedad en dos campos será factor cons-
titutivo de una identidad global popular (Laclau, 2005, pp. 109-110).
La representación, desde este aspecto, no es una cuestión objetiva donde
el pueblo surge con voz propia independiente o autónoma de la interpreta-
ción subjetiva de otro individuo; siempre existirá un ltro para la transmi-
sión de las necesidades y su incorporación al sistema, con la posibilidad de
generar, o no, una transformación profunda mediante la incorporación de
mecanismos que atiendan nuevas demandas.
Si la representación juega un papel importante, la participación de un “su-
jeto interprete, también será clave para la conceptualización y conanza de la
sociedad sobre el sistema democrático.
Por eso, el líder es fundamental para la construcción identitaria y la cana-
lización de demandas insatisfechas, es el protagonista que otorga fundamen-
tos unitivos para encontrar puntos simbólicos de coincidencia. En muchas
ocasiones es el líder quién actúa como factor de unidad, contraproducente a
largo plazo ya que su desaparición física ocasionará caos en la sucesión del
liderazgo (Juan D. Perón, Hugo Chávez, Evo Morales, entre otros).
Los sistemas de representación son organizaciones institucionales que
buscan “traducir o transformar” la voluntad electoral en representantes, en-
cargados de ltrar las pasiones sociales y racionalizar la toma de decisión en
las esferas del poder. En sí misma, la representación es un proceso de tras-
lación de voluntades individuales al arbitrio de una sola persona a la cual se
le otorga la capacidad de decidir autónomamente; pero es posible que esa
voluntad sea mal interpretada.
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Sin embargo, sería un error ceñir el estudio de la representación solo a
los sujetos que intervienen en la misma, y evitar una interpretación simplista
dejando de lado las relaciones de dominación e interacción de poderes.
Giovanni Sartori (1998) planteó el signicado etimológico de la palabra
representación: hacer presente algo que no está; y consideró que la teoría se
bifurca por tres senderos diferentes: a) con la idea de mandato, b) con la idea
de representatividad, c) con la idea de responsabilidad.
La representación política sostiene que no hay representación sin elec-
ción, puesto que es el único mecanismo por el cual los representados se ex-
presan; el autor la nombra “representación electiva (1998), sin elecciones no
puede haber representatividad. Es la idea de un poder que se otorga al repre-
sentante de querer y de decidir por la Nación.
Sartori denió características del sistema representativo que lo diferencia
de la democracia directa, las mismas son:
- El pueblo elige libre y periódicamente sus representantes: garantiza la
selección de quienes tendrán a cargo la dirección del gobierno mediante
canales institucionalizados, un derecho que permite a los individuos op-
tar entre una pluralidad de “ofertas políticas.
- Los gobernantes responden frente a gobernados: un principio republica-
no fundado en el control de aquellos que tienen a cargo las políticas públi-
cas de un país, y limitar la acción del gobierno para evitar arbitrariedades.
- Los gobernantes son agentes que siguen instrucciones: es la creencia de
que la elección solamente otorga autoridad para realizar acciones políticas
que benecian a la sociedad en su conjunto, sirviendo los intereses sociales.
- El pueblo debe mantener una cierta sintonía con el Estado: es necesaria
una relación de retroalimentación entre gobernantes y gobernados.
- El pueblo consiente las decisiones que toman los gobernantes: es la
aceptación explícita o implícita de las decisiones que los gobernantes
adoptan, pudiendo manifestar su descontento en los procesos electorales
periódicamente realizados.
- El pueblo participa en la formación de las decisiones políticas funda-
mentales: la participación es un elemento necesario para elaborar políticas
públicas con legitimación, que satisfagan las necesidades de la población.
- Los gobernantes son muestra representativa de los gobernados: el líder se
vuelve intérprete de las necesidades sociales en medio de las estructuras bu-
rocráticas, encauza los reclamos mediante los canales institucionalizados.
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El pensador italiano entendió que la democracia representativa trabaja
manteniendo un delicado equilibrio entre: atender demasiado el punto de
vista de los gobernados, con la posibilidad de generar una atroa o parálisis
en el gobierno; o ser absorbidos por el Estado corriendo el riesgo de no cum-
plir su rol de representación.
Estas características que se enunciaron y las distintas formas que adop-
ta la representación, demuestra su adaptabilidad a formas de gobierno que
se consideren legítimas y donde los ciudadanos sientan que sus necesidades
son satisfechas. En algún punto un riesgo, abre camino a la constitución de
grupos mayoritarios que impongan su voluntad sobre las minorías que verán
avasallados sus derechos.
La democracia será inuenciada de forma directa por este concepto, im-
pactando en su morfología y funcionamiento sistémico.
2. La democracia como conicto
La mayoría de las democracias son representativas, ya que conviven me-
canismos de interpelación e intervención directa de los ciudadanos en actos
de gobierno, para legitimar las medidas adoptadas por los dirigentes median-
te modalidades censitarias. Es decir, existen distintas formas de representa-
ción, no necesariamente anes a las planteadas por la democracia liberal.
Es el caso de la democracia propuesta por las corrientes neomarxistas que
deenden una visión agonal de la sociedad, un constante conicto que lleva
a la constitución del “pueblo, como manifestación de los intereses populares,
sin alcanzar puntos de consenso.
Galvao de Sousa trajo a colación planteos realizados por pensadores clási-
cos (Rousseau, Schmitt, Kant) sobre representación y democracia. Manifestó
que ésta última excluye la idea de representación al ser imposible de repre-
sentarse fehacientemente la soberanía, y llevar a la negación del poder y de
la diferenciación hecha entre gobernantes y gobernados. En otras palabras,
plantea el autor, “sería el anarquismo, con exclusión de la autoridad, absor-
bida en el pueblo1. Lo que Galvao de Sousa denominó “consentimiento de
1 “El ideal de gobierno representativo en las democracias modernas es justamente hacer im-
perar la voluntad del pueblo en el gobierno que lo representa. Para Rousseau la cuestión surge
como la cuadratura del círculo. Y Carl Schmitt, apuntando hacia el antagonismo entre la idea
de representación y la de democracia, al mismo tiempo que reconoce no existir ningún Estado
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la autoridad, debilita su legitimidad respecto de su capacidad de respuesta
ante nuevas demandas.
Bauman sostuvo en La modernidad líquida que “las personas dotadas de
menores recursos y con menos opciones a su disposición, debían compensar
su debilidad individual con el poder de la cantidad” (2005, p. 38). El autor en-
tendió que el colectivismo es una estrategia de quienes caen en la individua-
lización pero que, al mismo tiempo, son incapaces de autoarmarse como
individuos por no contar con los recursos sucientes para ello (2005, p. 38).
En tanto, Laclau cuestionó las tradicionales instituciones al no solucionar
las demandas “populares. Defendió, sin decirlo demasiado, una democracia
de carácter directo (democracia radical), donde el pueblo interactúa con el
líder. Si bien en primera instancia pregona el mantenimiento de las institu-
ciones de la democracia liberal, esta corriente sostiene que es necesaria la
profundización de libertades al punto de radicalizarlo, de esta forma se alcan-
zaría una ampliación de libertades y la igualación de derechos individuales y
colectivos. Sin embargo, tal estrategia deviene en un hiper liberalismo que se
convierte en libertinaje.
Si bien la pluralidad es rescatada y sostenida en el populismo laclauiano,
como factor fundamental para profundizar las diferencias entre sectores an-
tagónicos de la sociedad y delimitar las fronteras de identidades en el proceso
equivalencial; la radicalización es viable mediante la imposición de un ideal
hegemónico, y la lucha permanente deriva en un proceso de homogeneiza-
ción que se vuelve autoritario.
Así también, los mecanismos de democracia directa que adoptan los regí-
menes populistas, generan contextos de riesgo para el pensamiento divergente,
visto siempre como amenazante, y necesario de eliminar. A ello se suma que
la permanente confrontación provoca desgaste de cualquier estructura estatal.
En este caso la representación es diferente, debe existir un individuo que
canalice y concentre los ánimos sociales y las demandas que surgen de un
grupo que no encuentra solución a sus necesidades. Rompe la lógica tradi-
cional de los procesos instituidos. No existen ltros que apacigüen la “fuerza
de la emoción” de las grandes movilizaciones de masas, sino que es un diálo-
go directo entre el representante y el pueblo.
sin representación, hace ver que la democracia pura es irrealizable, pues conduciría al aniquil-
amiento del Estado y a la disgregación de la sociedad” (Galvao de Sousa, 2011, p. 46).
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La presión que esta situación ejerce sobre las instituciones es signicativa ya
que el reclamo social directo exige, en algún sentido, una adecuación institucio-
nal inmediata para la satisfacción rápida. Se produce un “choque” entre prácticas
formales e informales, donde la fricción desgasta costumbres antiguas y provoca
una adaptación subjetiva a conveniencia de la realidad en todas sus formas.
El conicto que no logre ser canalizado por vías institucionales no suele
ser eliminado pacícamente, ni se disuelve; los reclamos continúan latentes y
siguen un camino progresivo que exacerba tensiones endógenas del sistema
y carcomen las bases de legitimación de estos.
Es necesario, entonces, tomar en consideración que un sistema de demo-
cracia directa como lo proyecta Laclau, no solo lleva a la organización de
nuevas instituciones que incrementan los antagonismos, sino que también
genera conictos irreversibles en la sociedad que, a largo plazo, desintegran
lazos sociales fundamentales.
La aceptación de la agonística en la construcción política, sin lugar para
acuerdos, tiene el riesgo de prolongar el conicto en diferentes ámbitos so-
ciales. Por eso, la representación es excluyente para Laclau durante la consti-
tución de una nueva identidad colectiva (pueblo).
En este punto se observa una contradicción. Si la imposición de las deman-
das sociales apareja el avasallamiento de derechos de otros sectores, signica
que el sistema no encuentra equilibrio pluralista que garantice el crecimiento
colectivo. La representación no es total, la interpretación será parcializada y
subjetiva, provocando que la ampliación de derechos impacte positiva o nega-
tivamente de acuerdo a la estructuración sistémica que se quiera implementar.
La democracia, entonces, se entenderá como viable y ecaz, en tanto genere
equilibrio entre las demandas, aceptando una situación de representación don-
de los sectores antagónicos encuentren concreción de sus intereses.
Si rescatamos lo maniesto por Di Tella (1998, p. 16) entenderemos la de-
mocracia como equilibrio entre distintos grupos de poder que permanecen en
pugna constante por lograr una predominancia; la estructura institucional bus-
cará representar sus intereses, canalizar las presiones y defender aquellos sectores.
Las democracias modernas se caracterizan por ser representativas debi-
do a las complejidades demográcas; se vuelve necesario reducir la cantidad
de tomadores de decisión y respetar la diversidad de intereses territoriales.
Justamente la amplitud de agentes que intervienen, vuelve más complejo el
desarrollo de estructuras que encaucen las demandas y ánimos sociales.
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Entonces, ¿qué procedimientos son mejores para que la sociedad acepte
los mandatos de las autoridades elegidas? ¿Se reduce la diferencia de poder
entre quienes mandan y obedecen?
Hay diversidad de procedimientos que otorgan legalidad y legitimidad
a los actores de poder y distribuyen recursos, constituyendo de esta forma
variables estructuras estatales.
Retomando a Galvao de Sousa, el autor planteó que cuanto más amplia es
la representación de la sociedad ante el poder, más perfecta sería la idea de
democracia; pero, al mismo tiempo, dicha participación de la sociedad en la
cosa pública debía ser restringida y rigurosa en el proceso de selección para
que el gobierno sea lo más perfecto posible (2011, p. 48).
Diametralmente opuesto a esta sugerencia, que para algunos sectores
puede sonar claramente elitista, Laclau entendió que la cadena equivalencial
de signicantes vacíos es el elemento originario del “pueblo, necesario para
que exista una democracia (2005, pp. 214-215).
Esta posición niega absolutos impuestos por tradición y cuestiona cualquier
institución o preconcepto establecido, vaciando signicantes en el ámbito po-
lítico, social y económico; en otras palabras, es la negación de signicados por
considerarse una imposición hegemónica que debe ser “deconstruida.
La representación termina siendo casi imposible y Laclau relativiza todo lo
conocido. El proceso de relativización, sumado a la relación particular que
existe entre el pueblo y el líder, crea un escenario donde el cuestionamiento
es absoluto. El autor sostuvo que el populismo es subversivo del contexto
existente y procurará la construcción de un nuevo orden. En tal contexto, la
representación se torna elemento de lucha, materializada en la división social
y manipulación de las masas sociales movilizadas con demandas especícas.2
La representación es un elemento a construir, a partir de un signicado
nuevo o la creación de elementos simbólicos que coordinen identidades, en-
2
El populismo se presenta a sí mismo subversivo del estado de cosas existentes y también
como el punto de partida de una reconstrucción más o menos radical de un nuevo orden una
vez que el anterior se ha debilitado. El sistema institucional debe estar fracturado para que la
convocatoria populista resulte efectiva. En una situación de total estabilidad institucional, la
única oposición posible a ese sistema operaría desde un exterior puro. Esto es así porque el
populismo nunca surge de una exterioridad total y avanza de tal modo que la situación anteri-
or se disuelve en torno a él, sino que opera mediante la rearticulación de demandas fragmen-
tadas y dislocadas en torno a un nuevo núcleo. Cierto grado de crisis de la antigua estructura
es necesaria como precondición del populismo. (Laclau, 2005, pp. 221-222)
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tre miembros y un sujeto en particular. Se trata de una representación direc-
ta, cuyo relativismo es capaz de unicar demandas disimiles entre sí bajo una
premisa totalizadora, sustentada en la confrontación con un otro antagónico.
Bajo esta lógica, la legitimidad de una democracia representativa adquiere
otro carácter, originada en las movilizaciones sociales y la aceptación plebis-
citaria de las medidas adoptadas. Si bien empodera sectores otrora posterga-
dos por el aparato institucional existente, concentra el poder en una organi-
zación verticalista comparada con la democrática liberal.
A partir de esto, es posible sostener que no hay Estado sin representación,
pero puede existir Estado sin instituciones representativas liberales, dando lu-
gar a la existencia de dictaduras representativas. Si bien la representación debe
actuar en conformidad con las aspiraciones populares, muchas veces de forma
directa, son necesarios elementos no democráticos para salvaguardar la unidad
del poder y formar élites dirigentes representativas (Galvao de Sousa, 2011, pp.
47-51). En este caso, el Estado se vuelve origen del Derecho, modica el orden
y desaparece los límites de su poder como agente administrador.
La complejidad maniesta de la organización de una estructura democrá-
tica demuestra que las democracias fácticamente constituidas no prescinden
de elementos catalogados como aristocráticos, por la participación masiva de
millones de personas al momento de tomar decisiones públicas.
Son necesarios los representantes, capacitados o no, que integran la élite
de gobierno para ecientizar la toma de decisión en los asuntos públicos,
reduciendo pasiones colectivas y racionalizando todo el proceso de toma de
decisión. Estos, inevitablemente, constituirán un sector diferente de la socie-
dad, con control de los recursos de poder de dominación y reformulación de
las estructuras sociales, políticas y económicas.
Desde este aspecto, la representación es un proceso donde la sociedad cede
su autoridad a terceros, a quienes les otorga más que la simple interpretación,
también se les adjudica la posibilidad de decisión para crear nuevas realida-
des sociales mediante premios y castigos.
En las democracias representativas existen límites para los gobernantes, a
través de elecciones periódicas y la participación pública, herramientas ins-
titucionales que evitan la concentración de poder en una sola gura o grupo
reducido, pero la “intermediación” es riesgosa si la sociedad no está calicada
para ejercer el control de sus representantes. En el caso de la representación
populista, con prácticas directas, hay una tendencia inevitable de concen-
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tración de poder en los sujetos que encarnan simbólicamente las pasiones
sociales. En tal sentido, la voluntad de las mayorías será tiránica.
El concepto de democracia debe tener parámetros aceptables que eviten
que la igualación se vuelva en contra del Estado de Derecho y modique la
normativa según intereses corporativos o sectoriales. La igualación tiene el
riesgo de aproximarse al totalitarismo y a la homogeneización social extrema;
esto debido a que Laclau manifestó que el concepto de justicia puede enten-
derse como término vacío, lo cual implica un vacío normativo cuya liviandad
apareja la posible creación de un estado totalitario.
3. Ley como sustento democrático
La normativa actúa como otro límite en las democracias representativas,
condiciona la igualdad del ideal democrático y establece procedimientos,
obligaciones y funciones de quienes tendrán acceso a los recursos del poder
del Estado.
Diferentes autores plantearon que la representación política conduce al
Estado de Derecho, un Estado representativo (Galvao de Sousa, 2011, pp.
51-53), y la democracia solo es viable donde el respeto de la ley sea lo que rija
la conducta de los gobernantes (O’Donnell, 2004, pp. 32-46). Ambos autores
coinciden en la necesidad de un orden jurídico como elemento necesario
para que gobernantes y gobernados se sometan a las mismas reglas.
La supremacía de la ley es el factor necesario para la consolidación demo-
crática; la norma instaura objetividad y permite la perdurabilidad y respeto
de derechos civiles, políticos y sociales a largo plazo.
Desde este punto de vista, el Estado no está sobre la norma, sino que se
rige en el marco de obligaciones que garantizan el respeto a las libertades
individuales, sustentado en la objetividad del concepto de justicia, del cual
depende el Derecho positivo que no proviene de la voluntad del legislador,
sino fundado en el derecho histórico conformado por la sociedad política.
De acuerdo con esta posición, el Estado no crea el Derecho, sino que lo reco-
noce y se somete a él (Galvao de Sousa, 2011, pp. 51-53).
¿Qué pensar si partimos de la inexistencia de lo justo o injusto? Si la rela-
tividad de los términos es uno de los elementos constitutivos de la moderni-
dad, signica que cualquier concepto es susceptible de modicar su signi-
cante y adecuarse a las coyunturas y conveniencias individuales.
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Si el relativismo está inserto en un nivel losóco y ontológico de la reali-
dad, las interpretaciones de hechos fácticos pueden acomodarse sin paráme-
tros generales de interpretación y hacer desaparecer elementos éticos sociales.
En palabras de Bauman3, una verdadera sociedad autónoma, donde se res-
peten las libertades individuales, es garantizada por la ausencia de signicado.
El autor se reere a la ausencia de verdades absolutas, normas de conductas
predeterminadas, límites preestablecidos entre lo correcto y lo incorrecto, re-
glas seguras para una acción exitosa; son impedimento del verdadero progreso.
La ley, en consecuencia, es mutable, capaz de ser adversa incluso a los pre-
ceptos naturales, si es que se la entiende como una construcción meramente
social y vacía de contenidos rígidos. Así mismo, una vaga consideración de
los conceptos de representación y democracia también generan estructuras
organizativas, sólidamente institucionalizadas, contrarias a principios ele-
mentales de la vida en comunidad y de la misma dignidad humana.
Si no existen parámetros generales que consoliden acuerdos globales, tra-
ducidos en cuerpos normativos, las posibilidades de instaurar sistemas auto-
ritarios son mayores.
La “rigidez” de la ley, es un mecanismo que limita el poder del Estado
como originario de derecho y potencial modicador de estructuras genera-
les. Las instituciones son ltros que mantienen el bienestar del mayor núme-
ro de personas y no se modican fácilmente ante los cambios repentinos de
ánimo o “caprichos” sociales.
4. Conclusión
Se pudo observar que la amplitud y la relativización de conceptos posi-
bilitan la modicación morfológica de las democracias representativas, y da
lugar a nuevas variables sistémicas.
En el proceso de consolidación conceptual, la laxitud de la interpretación
de lo que se considera democracia y representación lleva a la instauración
de diversos regímenes que se consideran reejo de los intereses “populares,
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Citando a Cornelius Castoriadis, Bauman menciona que: “Una sociedad autónoma, una so-
ciedad verdaderamente democrática, es una sociedad que cuestiona todo lo predeterminado y
que, en el mismo acto, libera la creación de nuevos signicados. En una sociedad así, todos los
individuos son libres de crear para sus vidas los signicados que quieran (y puedan).” (2005,
pp. 222-223)
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Santiago Tomás González Díaz
sin tomar en cuenta las herramientas institucionales aplicadas. Estaríamos
ante la justi cación de regímenes que de enden intereses corporativos, no
necesariamente circunscriptos a conveniencia de grandes industriales, sino
de grupos sociales organizados en oposición a otros. Algo que los clásicos
denominaron “dictadura de la mayoría.
Por otro lado, la amplitud conceptual apareja que la representación encaje
en cualquier forma de gobierno como interpretación de reclamos sociales,
sin considerar el grado de emotividad o pasión de dichos reclamos. De esta
forma, se pierde la función de racionalidad propia de las instituciones al pro-
cesar las demandas que ingresan al sistema.
El concepto democracia también es afectado al profundizar la búsqueda
de igualdad en distintos ámbitos (públicos y privados), sin ningún orden o
parámetro rector que limite el avance de “lo público” sobre la vida priva-
da. Es que el cercenamiento de derechos es inevitable, ya que algunos antes
considerados válidos, se ven como privilegios de ciertos sectores opuestos a
los intereses populares. Incluso libertades naturales también son pasibles de
reinterpretación que se verá re ejada en la ley.
Es por este motivo que el análisis planteado en este artículo es importan-
te para motivar la reformulación de la organización estructural del aparato
burocrático estatal, y consolidar instituciones que respondan a las demandas
colectivas bajo puntos de equilibrio y consenso.
5. Referencias
Bauman, E. (2005). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
Di Tella, T. (1998). Los partidos políticos: teoría y análisis comparativo. A-Z.
Galvao de Sousa, J. P. (2011). La representación política. Marcial Pons.
Laclau, E. (2005). La razón populista. Fondo de Cultura Económica.
O’Donnell, G. (2004).  e Quality of Democracy: Why the Rule of Law Mat-
ters. Journal of Democracy, 15(4), 32-46. https://www.journalofdemocra-
cy.org/articles/the-quality-of-democracy-why-the-rule-of-law-matters/
Sartori, G. (1999). En defensa de la representación política. Claves de Razón
Práctica, (91), 2-6.
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