Cuadernos de Ciencias Humanas 1 (agosto 2022)
Una visión del hombre para una cultura ecológica. Aportes de Laudato Si
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La fraternidad, antes de ser una tarea, es ya una realidad y un don que
deriva de la misma creación. El don gratuito de la fraternidad inspira la res-
puesta gratuita del amor fraterno (Cfr. LS, 228). La fraternidad no es una
utopía (Cfr. GS, 38): ha sido hecha realidad por el amor redentor de Cristo y
por eso es una tarea que se asume desde la esperanza. Somos una sola familia
humana. Francisco desarrollará ampliamente estas ideas en su encíclica Fra-
telli Tutti (Cfr. LS, 52, 89).
El hombre se presenta igualmente en unión con la naturaleza porque él
mismo es “tierra”, como dice el Génesis (Cfr. LS, 2). Asimismo, la ruptura del
hombre con su hermano conlleva necesariamente la ruptura con la tierra,
como el mismo libro del Génesis lo pone de maniesto en el relato de Caín y
Abel (Cfr. Gen 4, 1-16).
Tres principios más terminan de delinear la antropología que nos propo-
ne Francisco. Ante todo, la conciencia de la apertura del hombre a la verdad,
a la belleza, al bien (Cfr. Tomás de Aquino, Cuestiones disputadas sobre la
verdad, 1, 1; Suma Teológica, I, 78, 1, c; I-II, 1, 2, ad 3; I-II, 2, 8, c; I-II, 10,
1, c). Ese núcleo íntimo que es el alma humana no es una realidad cerrada,
sino una estructura constitutivamente abierta con una capacidad innita que
no puede ser cancelada por ningún poder y que permanece siempre como
signo indeleble de la dignidad humana y de su trascendencia. Esa dignidad
que aparece renovada en cada hombre que viene a este mundo es también la
señal que nos invita a la esperanza, a saber que, en medio de un panorama tan
oscuro, “no todo está perdido” (LS, 205).
Luego tenemos el principio personalista, armado repetidas veces en con-
traposición al individualismo del hombre racionalista, autónomo y autosu-
ciente. Principio personalista que implica a la vez el valor de cada uno y
su necesaria vinculación a los otros, y el valor de la persona por encima de
cualquier otra realidad creada, como veíamos poco más arriba. Y la persona
se entiende como realidad esencialmente relacional, según la enseñanza que
desde el misterio de la Trinidad se proyecta sobre la antropología: “la perso-
na humana más crece, más madura y más se santica a medida que entra en
relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los
demás y con todas las criaturas” (LS, 240).
Finalmente, la relación del hombre con la naturaleza se expresa en la me-
táfora bíblica del administrador, que tiene potestad a la vez que responsa-
bilidades, y que debe rendir cuentas (Cfr. Lc 12, 41-48; 16, 1-8): “la forma