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Abstract: It is inexorable to arm that the past
is gone, it is no longer there, it is an abolished
reality. Nevertheless, the eternal impulse of the
human being to reconstruct the world is in-
evitable. From this inclination has arisen “the
most dangerous product elaborated by the
chemistry of the intellect, it focuses on what
is absent and “the most dangerous product
elaborated by the chemistry of the intellect”. It
focuses on the absent and “is dened in rela-
tion to a reality that is neither constructed nor
observed [...], but which is ‘investigated’ and
‘witnessed. In these brief lines we present a gap
in the stormy path of Historical Research and
its intersection with the discipline of Herme-
neutics, in this specic case, the intersection
will be contemplated from the analogical-
iconic model of Mauricio Beuchot. is will
provide an almost neutral plane to contem-
plate the hermeneutic notions of explanation,
understanding and interpretation and their
articulation with the methods and theories
of Historical Research. e borderline point,
Resumen: Es inexorable armar que el pa-
sado se ha ido, ya no está, es una realidad
abolida. No obstante, el eterno impulso del
ser humano a reconstruir el mundo es in-
evitable. De esta inclinación ha surgido “el
producto más peligroso elaborado por la
química del intelecto1, se enfoca a lo ausente
y “se dene en relación con una realidad que
no está construida ni observada […], sino
sobre la cual, “se investiga, “se atestigua2.
En estas breves líneas se presenta una brecha
del tempestuoso sendero de la Investigación
Histórica y su intersección con la disciplina
de la Hermenéutica, en este caso especíco,
el entrecruce será contemplado desde el mo-
delo analógico-icónico de Mauricio Beuchot.
Éste proporcionará un plano casi neutro para
contemplar las nociones hermenéuticas de la
explicación, comprensión e interpretación y
su articulación con los métodos y teorías de
la Investigación Histórica. El punto limítrofe,
que origina la estructura de la analogía, per-
mitirá atisbar a la representación histórica
Hermenéutica de la reconstrucción. El suicidio
semántico
Hermeneutics of reconstruction. Semantic suicide
Raúl Antonio Buendía Chavarría
Universidad Nacional Autónoma de México
raul.buendia13@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0009-0005-1037-238X
1 Bloch, M. (2010). Introducción a la historia. Fondo de Cultura Económica, p. 16.
2 Le Goff, J. (2005). Pensar la historia. Modernidad, presente, progreso. Paidós, p. 11.
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Raúl Antonio Buendía Chavarría
Un sentimiento, que fue creciendo
intensamente en mí y que muy rara
vez logré expresar, fue la sensación del
pasado y presente en uno solo: una
vivencia que trajo algo fantasmal al
presente3.
Del sendero
La Hermenéutica de la reconstrucción es una investigación que surge de
la necesidad de comprender racional y prudentemente nuestra realidad, es-
pecícamente, la realidad pasada. Se menciona reconstrucción porque a dife-
rencia de una construcción, la labor histórica no congura sus escritos de la
nada, sino que parte, en primera instancia, de las llamadas fuentes históricas,
como los documentos y/o testimonios escritos, orales, vestigios, objetos y
ruinas arqueológicas; en segunda instancia, considera otras narraciones ya
existentes; siendo así, la Historia se ostenta como una investigación tanto del
pasado como de los escritos acerca del pasado.
La Historia, en la ambivalencia de ser “el devenir de la humanidad y la
ciencia que los hombres se esfuerzan en elaborar sobre su devenir” (Aron,
2004, p. 13), requiere de los aportes que le proporciona la Hermenéutica para
ubicar al hombre en su relación consigo mismo y su acontecer en el tiempo.
Por ello, es necesaria una consciencia, y quizá una experiencia, histórica for-
mada hermenéuticamente, a saber, aquella que no sólo considere el tiempo
como una sucesión lineal de datos, sino que llegue “a ser consciente de su
3 Ankersmit, F. R. (2004). Historia y tropología. Ascenso y caída de la metáfora.
Fondo de Cultura Económica, p. 401.
como una operación que franquea los limites
epistémicos y conduce a un nivel ontológico,
es decir, se constituye como una huella pre-
sente de un pasado ausente.
Palabras claves: narración, representación
histórica, experiencia histórica, analogía.
which originates the structure of analogy, will
allow us to glimpse historical representation as
an operation that crosses epistemic limits and
leads to an ontological level, that is to say, it is
constituted as a present trace of an absent past.
Keywords: narrative, historical representa-
tion, historical experience, analogy.
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Hermenéutica de la reconstrucción. El suicidio semántico
tiempo comprendiéndolo, reuniendo en sí todas las dimensiones temporales
y, por consiguiente, agotando completamente la propia experiencia” (Kose-
lleck, 1997, p. 68). Más allá de realizar una reconstrucción del pasado, a través
de los nuevos sentidos que emergen, vinculará al hombre con él mismo, con
los otros y el mundo.
En breve: se entiende como hermenéutica de la reconstrucción al proce-
so reexivo de la consciencia histórica y su formación hermenéutica; esta
conjunción será capaz de ubicar en el devenir espacio-temporal a la Investi-
gación Histórica para hacerla consciente de sus prejuicios y del marco con-
textual desde el que interpreta, haciéndola prudente para elegir los métodos
con los cuales abordará las fuentes históricas. Por medio de la interpretación
emergerá una representación con el objetivo de reconstruir el pasado en sus
dimensiones justas, al menos esa es la pretensión: rescatar a la Historia, en sus
realidades más próximas, del olvido y el desgarro por el tiempo.
La hermenéutica, como guía espacio-temporal del historiador y custodia
de la emergente representación del pasado, sabe que la reconstrucción del
hecho a partir del acontecimiento narrado nunca es la presentación del he-
cho bruto tal como realmente ocurrió, sino que, es de un carácter análogo. La
serie de acontecimientos que reconstruye el historiador en su imaginación
son puramente ideales, éstos se conguran en una narración que, a la par,
elabora unidades de signicado. Si bien estos signicados son perdurables,
no logran escapar de los distintos factores de mutabilidad que intervienen en
los procesos de la investigación histórica.
Es por esto que “la Historia se deshace inevitablemente en un número
indenido de humanidades, cada una dedicada a una cierta manera de sentir,
de vivir, y de imaginar el vasto universo” (Aron, 2004, p. 33). De esta forma,
la Historia se yergue como una unidad constituida por múltiples historias
relatadas; y la hermenéutica como una perspectiva capaz de aproximarse y
distanciarse de ellas, lo suciente para intentar comprenderlas.
Respecto a las aseveraciones mencionadas, acoto que el enfoque acerca de
la disciplina histórica es estrictamente losóco y hermenéutico, pues, afor-
tunada o desafortunadamente, no existe una rigorosa formación de historia-
dor por parte del autor. Es por ello que considero adecuado visualizar algunas
distinciones para evitar galimatías o futuras confusiones terminológicas.
La primera de ellas es a nivel lexical, pues concurre una diferencia bá-
sica entre la noción de Historia y la de historia; esta última, a partir de la
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traducción de story y de los postulados narrativistas de Arthur Coleman
Danto, reere a la reconstrucción del sentido de los acontecimientos del
pasado, a través de la comprensión de un relato histórico, en otras pala-
bras, es la narración de mi pasado. La conguración narrativa del relato
no sólo describe, sino que entrama una realidad discordante en un orden
concordante, según arma Paul Ricœur, es “síntesis de lo heterogéneo
(2007, p. 132). De esta forma, la misma estructura de la narración da
paso a un conocimiento indirecto basado en la interpretación de los es-
critos históricos.
Por otro lado, la Historia reere a la traducción de la palabra anglosajona
History, cuyo signicado se despliega en los diferentes procesos y operacio-
nes de la Investigación Histórica, orientadas a estudiar y recuperar tanto el
contexto como las perspectivas de los agentes de acción, en general, el de-
venir de la humanidad en el tiempo, apelando a sus causas y sometiendo al
acontecimiento bajo una explicación lógica-cientíca, siendo ésta la única vía
justicable para alcanzar, no un conocimiento histórico, sino solamente un
esbozo de explicación acerca del pasado.
De la misma forma, es necesario denir que, cuando se menciona la pa-
labra acontecimiento, se reere a la acción o evento ocurrido en el pasado; a
diferencia del hecho, pues éste corresponde a la organización y conguración
del acontecimiento histórico en una estructura textual.
Continuando sobre esta senda, vale la pena realizar la distinción entre
investigación histórica y escrito histórico; la Filosofía de la Historia al recha-
zar o dejar de lado este matiz, lamentablemente, y debido a la casi invisible
barrera que los separa, ha ocasionado confusiones, omisiones o reducciones
de uno por el otro. La investigación histórica se enfoca, a partir de procesos
cientícos, métodos lógicos y operaciones historiográcas, a expresar decla-
raciones sobre el pasado; asimismo, el escrito histórico se encarga de integrar
los resultados de estos procesos y operaciones, a través de una operación de
conguración textual. Evidentemente, ambas nociones no son autónomas,
sino que se interrelacionan y coinciden debido a su referencia, que es el pa-
sado. Aunque el escrito histórico incluya y haga explicita a la investigación
histórica, no se pueden reducir por completo a una misma unidad, a pesar de
concordar en sus objetivos, dieren en proporciones, ya que la investigación
histórica se desarrolla en el ámbito epistémico, a nivel de los acontecimientos;
y el escrito histórico se despliega operacionalmente, en un nivel estructural,
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pues, “contar una historia (o escribir la Historia), siempre es una construc-
ción que imponemos a los hechos” (Ankersmit, 2004, p. 20).
De las ruinas
Como principio, objetivo y n que insua, motiva y otorga relevancia a
este camino resulta necesario plantear una pregunta: ¿por qué “cuando nos
paramos frente al espejo del pasado: nos vemos a nosotros mismos y vemos
a un extraño”? (Ankersmit, 2004, p. 68)
Para responder es preciso acercarse a la orilla del obscuro abismo del pa-
sado; claro, se tendrá la libertad de empeñarse o no al precipicio para saber
la respuesta. Para ello se contemplarán, y se intentará no olvidar durante el
transcurso de esta ilación, esas huellas arcanas y ausentes pero presentes en
cada uno de nosotros, eso que de alguna forma, nos constituye, que rememo-
ramos y recordamos.
Siendo así y en palabras mayores:
La historia no es historia sino en la medida en que ella no accede ni al
discurso absoluto ni a la singularidad absoluta, en la medida en que su
sentido se mantiene confuso, mezclado […] la historia es esencialmente
equívoca, en el sentido de que es virtualmente événementielle (aconteci-
miento) y virtualmente estructural. La historia es verdaderamente el rei-
no de lo inexacto. Este descubrimiento no es inútil; justica lo histórico.
Lo justica de todas sus incertidumbres. El método no puede ser sino
un método inexacto […] La historia quiere ser objetiva y no puede serlo.
Quiere hacer revivir y sólo puede reconstruir. Quiere convertir a las cosas
en contemporáneas, pero al mismo tiempo tiene que restituir la distancia
y la profundidad de la lejanía histórica. (Le Go, 2005, p. 25)
Ante la imprecisión de esta disciplina, la Filosofía, siempre tan atenta a los
métodos de otras disciplinas y, paradójicamente, en gran medida indiferen-
te a los propios, incursionó en la Investigación Histórica con el objetivo de
aportar solidez estructural y congruencia sistemática.
El enfoque de la Filosofía de la Historia, en su mayoría, se orientó a
esclarecer los objetos, términos, métodos y teorías que la Investigación
Histórica ha adoptado para sostener y ostentar tanto un conocimiento
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como una interpretación válida y verdadera en el estudio del pasado. En
la actualidad, no se armaría que la Filosofía de la Historia se encuentra
en crisis o decadencia, pues ambos términos implicarían el fracaso de la
disciplina, es por ello que se opta por indicar un dilema. Éste se desarrolla
al interior de la Filosofía de la Historia, pues ella misma se ha bifurcado en
dos perspectivas que, si bien no son contrarias, tienden a oponerse respec-
to a objetos y métodos: por un lado, surge la vertiente, orientada desde la
Epistemología, que se interesa por los criterios de verdad y validez de las
descripciones y declaraciones históricas; por otro lado, emerge una línea
que permanece en el campo del lenguaje y se concentra en los instrumen-
tos lingüísticos que desarrolla el historiador para comprender el pasado
(Ankersmit, 2004, p. 92).
Para atisbar la tensión entre los dos puntos de vista, la epistémica y la na-
rrativista, es vital eliminar la visión lineal y progresiva del tiempo para obser-
var que la primera postura no es causa de la segunda y que ambas propuestas
no son sucesivas, cronológicas o derivadas, sino que, ambas surgen paralela-
mente desde sitios distintos de reexión; aunque son caminos opuestos ter-
minan coincidiendo en algunos elementos.
El análisis de esta problemática interna resulta esencial: en primera ins-
tancia, para observar el sedentarismo en el que ha caído la Filosofía de la
Historia, como consecuencia de la incomprensión del desarrollo histórico
de ella misma; en segundo término, para percibir el fantasma losóco que
la persigue y las aporías que ha originado dicha discrepancia; y nalmente,
comprender a cabalidad la causa que motivó a la perspectiva narrativista a
exacerbar, y otras veces a desvanecer, los fundamentos sólidos de la Investi-
gación Histórica.
De las ruinas de este dilema y desde el enfoque hermenéutico, se inten-
tará, si no conciliar, mínimo forjar una armonía entre ambas posturas. Para
ello se contemplará la tensión congurativa del relato histórico que, parti-
cularmente, presenta tanto operaciones poiéticas como historiográcas; las
primeras se evidencian en la conguración poética-retórica de la trama, y
las segundas se revelan por la estructura argumental y conceptual que la In-
vestigación Histórica instaura como criterio de veracidad. A partir de ellas se
logra efectuar la persuasión y se cumple con la pretensión de verdad a la que
aspira. Ambas operaciones se conjuntan para sacar “a ote” una representa-
ción del pasado, encaminada a reconstruir una realidad que ocurrió, que a la
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Hermenéutica de la reconstrucción. El suicidio semántico
par, tenga correlación con las fuentes históricas y, de esta forma, atestar dicha
representación como un hecho verosímil.
Esta intencionalidad guía a la función referencial del relato histórico, ha-
cia una realidad que no tiene una existencia presencial ni es perfectamente
comprobable, por ello es necesaria la noción de ícono, pues, su analogicidad
posibilita el traslado hacia esa realidad ausente. Debido a que el sentido del
relato se expresa en imagen, particularmente, concebida y acotada como
representación o huella, se recurre, como puente ontológico, a la función
metafórica del entramado; nalmente, ésta coliga la imagen, creada por la
imaginación histórica, con el referente, que apunta al acontecimiento tal
como ocurrió.
La representación histórica y la huella operan, a través de la función
referencial, de un modo analógico-icónico, pues consiguen “poner ante
los ojos” una ausencia. La representación histórica atesta una función de
lugartenencia o suplencia, es decir, “presenta” las acciones “ausentes” del
pasado y se articula, fundamentalmente, en el movimiento interno inci-
tado por las guras retóricas, que va de la legibilidad a la visibilidad; pri-
mordialmente, se basa en la metáfora, que por su función analógica, logra
percibir las semejanzas, crea una imagen y la pone ante los ojos (Aristó-
teles, Poética, 1457b). De esta manera, la representación de los hechos
acontecidos, a través de la metáfora por analogía o proporción4, privilegia
la estructura narrativa y la transforma en un ícono capaz de representar
el pasado; al tratarse de la presentación de una imagen que reere a una
realidad ausente, dicho traslado no sólo es a nivel lingüístico, sino onto-
lógico, pues crea un puente hacia un pasado real, que si bien, “se dice que
[…] ya no es, pero fue” (Ricœur, 2003, p. 374). Asimismo, la noción de
huella se establecerá, en un punto limítrofe, ejerciendo la misma función
de lugartenencia, pues tendrá un signicado analógico-icónico al conce-
birse como “la marca que ha dejado un fenómeno y que nuestros sentidos
pueden percibir” (Bloch, 2010, p. 58), es decir, es “aquello que vale por”
(Ricœur, 2007, p. 862).
4 Acerca del representar sensiblemente de la metáfora por analogía, cf. Aristóteles.
(1990). Retórica, 1411b 25. (Q. Racionero, int., trad. y notas). Gredos; y P. Ricœur.
(2001). “Estudio VI. El trabajo de la semejanza”, en La metáfora viva (trad. Agustín
Neira) (pp. 233-286). Ediciones Cristiandad-Trotta.
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Justo esa reconstrucción es lo que posibilita la percepción de un pasa-
do que se ha ido; con ello, no se reconstruye cabalmente el acontecimiento
histórico, pero tampoco se construye una copia o una falsa imitación de las
acciones de los hombres del pasado.
La noción de ícono que desarrolla Mauricio Beuchot, a partir de los plan-
teamientos de Charles Sanders Peirce, permite establecer un atisbo analógi-
co-icónico a la representación histórica, y concebirla como una operación
capaz de presentar un pasado real pero ausente, por medio de su “pulsión
referencial, que no sólo apunta, sino que conduce.
Es decir, nos da un sentido y nos conduce a una referencia que, aun cuan-
do nunca la alcanzamos ni la comprendemos plenamente, existe, se da, se
ofrece. Algo hay; apunta hacia algo, algo que se nos oculta, pero que tam-
bién se nos maniesta, aunque sea apenas, de manera callada, de manera
casi escondida, mas, en todo caso, suciente, cual es la condición de lo
analógico (Beuchot, 2009, p. 194).
Del mismo modo, es factible reconocer a la función referencial de los
relatos históricos como analógica-icónica, pues conduce mediante una se-
mejanza a algo muy distinto a lo percibido por los sentidos. Franqueando
las barreras lingüísticas y los niveles epistémicos traspasa, mediando analó-
gicamente, a los ontológicos; desliza a la posibilidad de experimentar una
realidad ausente.
Del abismo
Finalmente, todo lo previo reere a una reexión textual. Ahora, qué ocu-
rre en un aspecto más individual y vivencial. La manera en que nos apropia-
mos, en general, de la Historia y de nuestro pasado diferirá dependiendo de
la perspectiva que adoptemos para ello.
La consciencia histórica que “se sabe en una relación reexiva consigo
misma y con la tradición en la que se encuentra. Se comprende a sí misma
desde su historia. […] es una forma de autoconocimiento” (Gadamer, 2007,
p. 296). Pero esta comprensión no es estática, sino que se mueve junto con la
misma tradición; de esta forma, se originan distintas perspectivas tanto por
el movimiento espacial como temporal.
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Siendo así, cuando la consciencia histórica
Cree en la realidad del pasado y considera que éste, en su modo de ser y
hasta cierto punto en su contenido, no es por naturaleza distinto del pre-
sente. Reconociendo lo que ha sucedido como ya cumplido esa conciencia
admite que existió una vez, tuvo su lugar y su fecha, como existen los
hechos que se desarrollan ante nuestros ojos… Esto signica particular-
mente que de ningún modo cabe tratar a lo sucedido como cticio o ir-
real. (Le Go, 2005, p. 187)
Es por ello que Robin George Collingwood plantea la siguiente diferen-
ciación en términos lógicos: “el presente es lo real; el pasado es lo necesario;
y el futuro es lo posible. Necesidad y posibilidad son los dos elementos abs-
tractos que, unidos, forman la realidad” (2011, p. 504). Consecuentemente,
se arma que el mundo histórico es uno y único, pues todos los aconteci-
mientos son sucesivos y necesarios, de lo contrario, no podría existir una
continuidad entre el pasado y el presente. Esta lucha de identicación del
ser humano con el pasado, recuerda el argumento aristotélico de que “la re-
exión debe pretender que la mente se ‘convierta’ de hecho en el objeto sobre
el que reexiona” (Ankersmit, 2004, p. 66).
Por otra parte, si se considera que
El pasado y el presente pertenecen a la esfera de lo mismo, se sitúan en la
esfera de la alteridad. Si es cierto que los episodios pasados ya se desar-
rollaron, y que esta dimensión los caracteriza de modo esencial, también
es cierto que su “pertenencia al pasado” los diferencia de cualquier otro
episodio que podría parecérseles. (Le Go, 2005, p. 187)
Esta percepción sugiere un movimiento de retirada y de alejamiento, pues
la distancia temporal escinde al hombre de su experiencia pasada. Retoman-
do las palabras de Gadamer (2007): “es una manera de autocomprenderse.
[…] y toda autocomprensión se realiza al comprender algo distinto” (p. 138).
Por ello, es necesaria la distancia y la diferencia entre el ser humano y su pa-
sado, ya que, esta inversión hace que se reconozca a sí mismo en lo extraño,
en lo otro. Sin embargo, desde este escorzo, pareciera que a una parte antigua
de nosotros se le permitió una existencia autónoma, que se le concedió o
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adquirió cierta independencia respecto de nosotros mismos” (Ankersmit,
2004, p. 67).
Por último, bajo el signo de lo análogo, emerge una visión de la Historia,
en la cual, tanto el presente como el pasado, lo idéntico y lo diferente conu-
yen, conviven e intentan equilibrarse. Las huellas, efectivamente, son de una
realidad extinta pero forman parte de la realidad presente.
Se ha observado que, a nivel textual, la representación histórica puede
presentar, a través de sus operaciones poiéticas, la ausencia del pasado. De he-
cho, etimológica y literalmente, la palabra representación signica “hacer que
algo se haga presente de nuevo” (Ankersmit, 2006, p. 140), ya sea en el aspec-
to estético, histórico, político o social, la representación contiene esa misma
noción y hará “presente algo que ahora está ausente. En consecuencia, la idea
de representación está unida de alguna forma a los términos de ‘presencia’ y
de ‘ausencia” (Ankersmit, 2006, p. 140). Esto es lo que ubica al ser humano al
lo del abismo, pues, cómo es posible sobrevivir a este suicidio semántico
Es natural que ubiquemos el pasado, incluso nuestro propio acontecer, en
la lejanía del tiempo y que en nuestra memoria nos recordemos como otro
haciendo lo que hicimos. Por esto, tenemos que luchar contra el olvido, pues
el mayor peligro que se corre con este alejamiento es el desconocimiento, la
pérdida de la certeza y el signicado de nosotros mismos.
Al representar sensiblemente el pasado, no como una imagen ausente
irreal, sino como una imagen ausente anterior, como suplencia, obtendre-
mos una distinción fundamental entre la representación y lo representado;
y, nalmente, lograremos una orientación de la consciencia histórica para
que, prudente y proporcionalmente, sea reexiva, reconozca y proteja los sig-
nicados perdurables para experimentar esa presencia tan ausente que jamás
sucederá dos veces.
Por último, la reconstrucción no es una restitución, no es una recreación
ni una revivicación del pasado, sólo es una condición de posibilidad para la
experiencia, y no del pasado en sí mismo, sino de la diferencia entre lo acon-
tecido y lo actual. Su objetivo “es la momentánea experiencia vertiginosa de
la súbita obstrucción de la escisión entre presente y pasado, una experiencia
en la que el pasado por un breve instante se revela ‘como es, o fue” (Ankers-
mit, 2004, pp. 403-404).
El pasado no es mucho, sólo inconmensurable: hay que arrojarse al propio
abismo, a eso que desgarró el tiempo, a eso que no se va, aunque se vaya, a
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Hermenéutica de la reconstrucción. El suicidio semántico
eso que no nos deja, aunque nos deje. Lo que yace en el fondo, quizá sea una
antigua pero nueva experiencia.
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