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Resumen: En este artículo1 se procura en-
riquecer nuestra conciencia de actualidad,
ya que vivimos desde lo que somos y como
somos, y entre lo que somos, está el ser cir-
cunstanciados (naturaleza) y en el cómo so-
mos, nuestras circunstancias: las culturas, con
sus geografías y cronologías. Reconocernos
supone también encontrarnos con el tiempo
existencial (pasado-presente-futuro) de nues-
tro propio pueblo, y hoy, de la humanidad en
la que ese pueblo existe. Es en nuestro lugar
y ahora (memoria, iniciativa y espera), que
podemos valorar lo que colma la medida de
nuestra existencia, lo que nos hace plenos,
felices, lo que nos salva. Alguno ha dicho
que vivimos una época sin valores, pero si
hay humanos, no existe una época sin valo-
res. Es la acción humana, lo valorante. Todo
acto humano lleva implicada una valoración.
Abstraemos los valores de actos humanos
Abstract: is article seeks to enrich
our awareness of actuality, since we live
from what we are and how we are, and
among what we are, there is the circum-
stantial being (nature) and in the how we
are, our circumstances: Cultures, with their
geographies and chronologies. To recogni-
ze ourselves also means to encounter the
existential time (past-present-future) of our
own people, and today, of the humanity in
which that people exists.It is in our place
and now (memory, initiative and waiting)
that we can value what fullls the measure
of our existence, what makes us complete,
happy, what saves us. Some have said that
we live in an age without values, but if the-
re are humans, there is no time without
values.It is human action that is valuable.
Every human act involves an evaluation.We
abstract values from concrete human
Ethos y actualidad. Vivir en Interregno
Ethos and Actuality. Living in Interregno
Roberto Estévez
Ponticia Universidad Católica Argentina
roberto.estevez@santodomingo.edu.ar
ORCID: https://orcid.org/0009-0001-8199-4689
1 Este artículo precede las líneas de reexión del artículo Ethos y actualidad – Un
mundo único de civilizaciones diversas, publicado en Humanismo y Cultura. A lo
largo del año 2022 inicié una serie de artículos en la Revista Criterio que revisa,
sintetiza, repiensa y actualiza el análisis de la crisis del tránsito de la Modernidad a
la actualidad, de la primera parte del libro, Ethos y Polis. Notas sobre la cosmovisión
actual (editado por la UNSTA, 2009, 2da. Ed., San Miguel de Tucumán).
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concretos. Por su generalidad o representati-
vidad, los reconocemos como los valores de
una época concreta, distinguimos una época
de otra por lo que en ella fue, o es valorado, e
imitamos las conductas que fueron abstraídas
de otro o de muchos. Desde allí, la mirada de
lo que sucedió en el pasado adquiere otra pro-
fundidad, nos conecta con el desarrollo de lo
humano en una época, y puede enriquecer la
mirada del presente. En nuestra época varias
generaciones quedaron atrapadas en un inte-
rregno entre dos eras, dos formas de vida y,
en consecuencia, viviendo con una gran di-
cultad para entenderse a sí misma, encontrar
pautas, seguridad y ascenso. La Modernidad
caída se percibe en la caída de lo valorado du-
rante esa era, y en la aparición de los valores
de relevo. Fue la crisis de una cosmovisión
en una civilización, que se había hecho casi
mundial, y pretendió detener la historia en un
mundo ideológicamente enfrentado. Pero la
historia se ha reanudado, en un mundo úni-
co de civilizaciones diversas. Una exploración
de la actualidad cercana nos señala los valores
de: Libertad, Tecnología, Tribu/Colmena, In-
dividualidad, Descorporización, Aceptación.
Este relevo axiológico nos lleva a reexionar
sobre la crisis en lo global: La Civilización en
las Civilizaciones, la Globalización en la Mun-
dialización, y la “reanudación de la historia,
con el ocaso de las ideologías a nes del siglo
XX y comienzos del siglo XXI. Esa civilización
euroamericana, que quiso ser La Civilización
mundial, se encuentra en crisis. Un punto
álgido complejizado por la necesidad del re-
conocimiento de las restantes civilizaciones
–fuera y dentro del propio territorio–, en coe-
xistencia y confrontación.
Palabras claves: actualidad, valores, moderni-
dad, civilizaciones.
acts. By their generality or representative-
ness, we recognize them as the values of a
specic period, we distinguish one epoch
from another by what it was, or is, valued,
and we imitate the behaviors that were abs-
tracted from another or from many.From
there, the gaze of what happened in the past
acquires another depth, connects us with
the development of the human in an era,
and can enrich the gaze of the present. In
our time several generations were caught
in an interregnum between two eras, two
ways of life, and consequently living with
great diculty in understanding themsel-
ves, nding patterns, security, and ascent.
e fallen Modernity can be seen in the fall
of what was valued during that era, and in
the appearance of the values of relief. It was
the crisis of a worldview in a civilization
that had become almost global, and sought
to stop history in an ideologically opposed
world.But history has resumed, in a unique
world of diverse civilizations. An explora-
tion of the nearby Present points out the va-
lues of: Freedom, Technology, Tribe/Hive,
Individuality, Disembodiment, Acceptance.
is axiological change leads us to reect on
the crisis in the global: Civilization in Civili-
zations, Globalization in Globalization, and
the “resumption of history”, with the decline
of ideologies at the end of the twentieth cen-
tury and the beginning of the twenty-rst
century. at Euro-American civilization,
which wanted to be the world civilization,
is in crisis.A high point complicatedby the
need to recognize the other civilizations –
outside and within their own territory– in
their existence and confrontation.
Keywords: actuality, values, modernity,
civilizations.
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La conciencia de Actualidad2
Vivimos desde lo que somos y como somos. Entre lo que somos, está el
ser circunstanciados (naturaleza), y en el cómo somos, nuestras circunstan-
cias (las culturas, con sus geografías y cronologías).
En ese sentido, reconocernos supondría también encontrarnos con el
tiempo existencial (pasado-presente-futuro) de nuestro propio pueblo, y hoy,
de la humanidad en la que ese pueblo existe. Es en nuestro lugar y ahora (me-
moria, iniciativa y espera), que podemos encontrar lo que colma la medida
de nuestra existencia, lo que nos hace plenos, felices, lo que nos salva.
Cuando la intuición popular dice que ese se salvó no se equivoca en su-
poner la salvación como un estado de suciencia en el que la vida deja de ser
problema, aun cuando pueda equivocarse en qué cifra esa suciencia.
Toda vida humana está llena de dicultades, pero es posible ser feliz en
medio de las dicultades –porque con deportividad, se saltan los obstáculos
y se supera haber volteado alguna valla en el camino–, pero no es posible ser
feliz con problemas.
Si la felicidad es el camino, consiste en una vida fundamentalmente no
problemática, es decir cuando puedo vivir la misión de mi vida en la situación
de mi vida.
La misión
En el libro que usó mi padre para rendir la última materia de medici-
na (Tiburcio Molina, Síndromes clínicos) escribió: “Hoy, 6 de mayo de 1951,
me he recibido de médico. Qué me deparara el destino: ¿Profesorado,
Experimentación, Clínica, Cirugía? No lo sé aun a ciencia cierta. Pero en
lo que sea emplearé el mayor esfuerzo, siendo, antes de nada y sobre todo
hombre y después médico, en el sentido más íntegro, exaltado y combativo.
Mi madre y mi padre –ambos médicos– publicaron (1958) Quimioterapia
antiblástica, una investigación original –en San Rafael, Mendoza–, que cons-
2 Se desarrollan en este punto ideas esbozadas en un artículo del mismo nombre publicado
en la Revista Criterio, (2022, Nro. 2485, 46-50). https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_
new/?p=17418. Continúa las reexiones de Cultura, valord e la cultura y crisis de la cultura,
en The Call to Justice The Legacy of Gaudium et spes 40 Years Later, Ciudad del Vaticano,
2005.
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tituyó el primer libro fuera del inglés sobre el tema. Ella formuló la hipótesis
que comprobó Cesar Milnstein, y él es considerado uno de los padres de la
oncología en el mundo.
Desde una mirada creacionista, Dios nos concede el tiempo de nuestra
vida como plazo para completar nuestra misión. La misión de mi vida es el
trabajo de mi vida, para seguir viviendo en plenitud lo que antes viví en la
imperfección y precariedad del tiempo.
Cuando nos negamos a la misión, pretendemos no tener problemas,
pero como dice El Principito –del señor carmesí– somos ¡Un hongo! que,
aunque tuviéramos millones de estrellas en nada nos sirven: nunca ha
sentido el perfume de una or, nunca ha mirado una estrella. Tampoco ha
querido a nadie. El señor carmesí es peligrosamente ciego y esa ceguera
no es neutra.
Eichmann alegó: “No perseguí a los judíos con avidez ni placer. Fue el
Gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, solo podía decidirla
un Gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abu-
sado de mi obediencia” (Lizama-Murphy, 2016). La realidad no está fuera de
nosotros, está en lo que somos con su mayor crudeza.
Misión y situación son el riel sobre el que se desliza nuestra vida, por eso
Ortega termina su conocido Yo soy yo y mi circunstancia, diciendo y si no la
salvo a ella no me salvo yo (Meditaciones del Quijote, 1976).
La situación
Con la palabra situación se quieren signicar las circunstancias existen-
ciales, las condiciones concretas de los seres y de los fenómenos en cuanto
conocidos como un conjunto: el individuo existe en virtud de su naturaleza y
de sus cualidades esenciales, pero también “se comporta” (pos éjei), bien con
respecto a sí mismo, bien con respecto a los que lo rodean; las determinacio-
nes que resultan de esta doble relación nos introducen, sin duda, un cambio
radical en su naturaleza, pero lo maniestan, lo revelan.
Las situaciones van desde los diversos períodos de la vida (por ejemplo,
psicología del niño), hasta las de las condiciones sociales (del agricultor, del
burgués); pero pueden clasicarse en grupos homogéneos, y, en un cierto
nivel, determinar comportamientos co-esenciales de tal o cual ser, fuera de
los cuales su misma denición sería ininteligible.
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Debajo de este sentido moderno, no es difícil encontrar las categorías
griegas, medievales que las siguieron. La categoría situs, que es la base eti-
mológica de la “situación, es verdad que se reere expresamente al “lugar”
físico, más allá del cual la “situación” de los modernos se extiende hasta
otros comportamientos psicológicos: edad, condición social, etc. Pero tam-
bién lo es que la relación entre situs y corpus, observada por los medievales
en el análisis de la acción humana es 1a base de todas las “situaciones. Así,
la palabra intraducible situalis es empleada por Santo Tomás en relación
estrecha con corporalis, para determinar las condiciones irreductibles del
obrar humano, del obrar social en particular, opuesto al obrar de un espíri-
tu puro (Chenu, 1966).
La bondad es inherente, los valores no. Se valora desde una situación. Los
valores se abstraen de los motivos que ha tenido, tiene, podría tener, o de-
searíamos que tenga una acción, se viven como motivación de la acción real
dentro de un sentido general de la existencia, que “comprendido exige una
actitud correspondiente y tiene a su vez la fuerza que mueve a actuar en con-
formidad” (Stein, 1994, p. 187). A esa conformidad actuada la llamamos vivir
con rectitud de conciencia.
La misión en la vida crece situada, y cuando no es posible vivir con inte-
gridad (rectitud en la misión) la vida se vuelve problema.
La situación es la oportunidad del ahora, la presencia de Dios en el tiem-
po, el instante que se acerca a la eternidad, y por tanto la oportunidad para
la construcción desde la precariedad y la fragilidad del tiempo, del Reino de
Dios en la eternidad. Como el Reino es ante todo obra de la Gracia, se cons-
truye aun sin conciencia de ello, pero la Gracia también construye con manos
conscientes de ello.
Conciencia de situación
Desde el comienzo de la construcción europea del espacio sobre el Océa-
no Atlántico, nuestro país ha sido denominado en la cartografía n del mun-
do (terra incognita, australis incognita, nis terrae), y como tal fue tratado
durante el iluminismo y el positivismo; la escasa visión de nuestros sectores
dirigentes, nos fue colocando cada vez más en la periferia del mundo.
Tal ubicación, con crecientes desventajas en los intercambios materiales,
permitió a nuestra cultura –junto con otras latinoamericanas–, la preserva-
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ción popular de ciertas valoraciones: la primacía del ser sobre el parecer, de la
interioridad sobre la exterioridad, de la vida sobre lo útil y de los nes sobre
los medios.
Esas valoraciones abstraídas de la acción humana desde la Mesopotamia,
Egipto, Israel, Grecia, y Roma, se habían expandido en actitudes del cristia-
nismo en Europa y el norte de África (también del Islam).
La primera Modernidad es de un cristianismo centrado en la Encarna-
ción de la segunda persona de la Trinidad. El Renacimiento motorizado fuer-
temente por Roma, estallará el siglo XVI en un espectro que va desde el libre
pensamiento hasta el puritanismo. Los pueblos se van a reorganizar como
iglesia-nación, desde el regalismo romano hasta la iglesia nacional protes-
tante. Entremedio, Isabel I de Inglaterra resuelve las divisiones interiores del
Reino reuniendo la teología católica, con la moral puritana.
La segunda Modernidad del racionalismo, la ilustración y el iluminismo,
proclamaban que el hombre era un proyecto emancipador, de civilización y
adultez para la humanidad.
Esta autopercepción europea de la soberanía de la razón, evidencia de los
sentidos como fuentes primarias del aprendizaje, libertad, gobierno consti-
tucional y progreso ilimitado, desató un inmenso poder, que trajo dominio
sobre la naturaleza, riqueza material, y la expansión civilizadora/colonial,
del vapor, de la electricidad y de la Armada, desde Benjamin Disraeli hasta
Winston Churchill, desde la reina Victoria, hasta la reina Elisabeth II.
La pequeña iglesia-nación (anglicana) se transformó en no demasiado
tiempo en el imperio de mayor extensión hasta la fecha, comprendiendo –
solo bajo su poder directo– aproximadamente una cuarta parte de lapobla-
ción mundialy una quinta parte de las tierras emergidas, sin contar su poder
indirecto (el conocido brindis de Julio Roca ante el príncipe de Gales por la
Argentina, Argentina, por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de
vista económico, una parte integrante del imperio británico, 1933) a través de
las nanzas, el comercio, la tecnología, el modelo educativo y el idioma inglés
y las alianzas dinásticas.
Este impresionante movimiento durante los siglos XVI y XVII, no será solo
vehículo del proyecto emancipador de la Ilustración, sino que será modelo
estatal-industrial-comercial a nes del siglo XVIII; y sus supuestos morales-
educativos-cienticistas (desde la física, a la historia) se expandirán en la que
con justicia pasará al recuerdo como la Europa victoriana del siglo XIX, des-
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bordando sus valoraciones como sentir común de euro américa y deniendo
qué era el mundo civilizado (ver los manuales de señoritas que llegaron por el
ferrocarril a Santiago del Estero, en la Argentina más tradicional).
Un siglo después, se desarrolla la confrontación con esa cultura, de la
tercera Modernidad, en casi todos los frentes, desde la denuncia del cristia-
nismo como ideología de justicación de toda forma de instrumentalización
del prójimo (Nietzsche), la religión como el opio de los pueblos (Marx), y la
represión del deseo (Freud) hasta la pintura de Pissarro, Degas, Monet y los
restantes rechazados (Salon des Refusés), la escultura de Rodin y Camile Clau-
del (muy particularmente con La Ola) para sumar algunas imágenes.
La Modernidad había entrado en decadencia en Europa y seguiría deca-
yendo en América y en el mundo. Se abre un siglo de claro interregno (así
llamaban en la Roma antigua, al tiempo en que las normas caen en desuso
a la espera de un nuevo monarca) que irá nalizando en Guernica, Coven-
try, Dresde, Auschwitz, Hiroshima, el Gulag, el Tíbet, Vietnam, la violencia
política en América Latina, las migraciones forzadas, las hambrunas y los
genocidiosmás masivos que conozca la historia.
Lo que se va
A posteriori, no se cree en promesas de la Edad Moderna: su valoración
de la inteligencia excluyente, su triunfo de la razón, que lograría la encarna-
ción del Ángel (Maritain, 1947). La sombra que acompaña al hombre seguía
allí, se le habían desmontado todos los límites, a la par que se le entregaba un
poder destructivo de la vida humana nunca antes disponible.
El espíritu cientíco puro que despreciaba la evidencia, la intuición, la
opinión, los sentimientos y hasta los sentidos, como pueblerinos, había abier-
to el camino a la inversión de la voluntad sobre la inteligencia. La voluntad se
termina por considerar espontánea, independiente de la inteligencia y fun-
cionará como una fuerza arbitraria (Polo, 1999).
La voluntad se hace hegemónica y la inteligencia queda pasiva: la inteli-
gencia reeja como un espejo el mundo, pero no es lo activo en el hombre.
Así, lo pensado como reejo del mundo es la posibilidad (que puede ser arbi-
traria) del mundo, no su realidad.
La voluntad puesta como lo primero en el hombre quiere ser producti-
va más allá del sujeto humano, sin importar que la evidencia de lo humano
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lo pudiera mostrar como un proyecto vano. El voluntarismo confundió el
querer con el ser, y disolvió al ser humano concreto en el querer ser de las
ideologías. Estas fueron decisiones en un vacío de creacionismo procurado.
Los chispazos gnósticos, de la autosalvación y el transhumanismo, existie-
ron en el desarrollo de la civilización nacida entre el Tigris y el Eufrates du-
rante los cambios epocales, sin embargo, solo se convirtieron en fenómenos
de masa en los albores de esa modernidad.
Allí aparecen los símbolos equivalentes de El profeta y El Dux (Führer,
Conductor), que inauguraran la tercera y denitiva edad de la plenitud intra-
histórica, de la mano de una categoría de hombres nuevos, una raza espiri-
tual, minoría llamada a gobernar excluyentemente sobre el resto de la huma-
nidad, y a alcanzar la paz denitiva, o el milenio de paz.
Con esos mismos símbolos, millones de personas perecieron en el altar
de las segundas realidades –irrealizables– de los estados totalitarios, fascis-
tas, nazis, estalinistas, del siglo XX, con la impronta voluntarista de religión
política.
También aparece en las condiciones sociales que favorecieron la prolife-
ración actual de las segundas realidades de las más modestas sectas políticas
de los populismos actuales, tanto como favorecieron los de la primera mitad
del siglo XX, que degeneraron en regímenes autoritarios y nalizaron en la
catástrofe de los estados totalitarios.
Los actuales populismos son liderazgos elitistas que masican al pueblo.
Desde su “superioridad” ideológica, aprovechan los sentimientos de inferio-
ridad y baja autoestima, tan extendidos en la soledad imperante, volviendo
arbitrarios los sentimientos para desintegrarlos de la razón.
Somos libres para decidir qué queremos, pero como individuos y como
culturas no somos libres para hacer bueno lo que elijamos. Esto se percibe
con claridad en las dos elecciones alemanas de 1932 y el desgraciado des-
enlace de 1933, pero no todavía en el nazismo de Heidegger, el estalinismo
de Sartre, o la pederastia de Michael Foucault y su apoyo a la revolución del
Ayatola Khomeini.
Llegando
Por eso, el n del interregno se vive como una Era de la Adultez, camino
a una sociedad más perfecta, más plena, visión potenciada con la caída del
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muro de Berlín y la fascinación del año 2000, como el n de la historia. A
pesar del fracaso de esta ilusión, estamos luego del “año 0”.
Todo el planeta, de algún modo, está involucrado en la actual crisis –de
raíces y sentido– de civilización euro americana; la cual, aun en su crisis,
sigue avanzando en dirección a una sola historia común a la gran mayoría de
los hombres (no una sola civilización mundial).
La relativización de las barreras geográcas sigue provocando una re-
organización asimétrica de la riqueza, el conocimiento y la población;
los dos primeros gozan de libre circulación y la tercera está cada vez más
connada, merced al crecimiento de un poder estatal sin precedentes en
la historia.
Es un nuevo “Burgo, ahora planetario, con barrios transversales de hiper
conocimiento, ignorancia, desperdicio obsceno, pobreza y barbarización.
Un nuevo éthos burgués –valorante de la tecnología como potencia in-
nita–, agota recursos y crea fuerzas productivas descontroladas, que siguen
rompiendo la relación del hombre con los ritmos de la naturaleza, en una
civilización tecnológica impulsada por déspotas urbanos, indigente de hu-
manidad en las estructuras sociales de pertenencia.
Con el consumo como acceso a la salvación, se despliega una ola de de-
seos que suplen las necesidades, y por tanto de insatisfacción crónica, soledad
profunda –con la casi desaparición de la intimidad y de los vínculos fami-
liares–, vínculos sin proximidad, en un ambiente urbano y natural degrado.
No existen en el imaginario global modelos de desarrollo generalizables sin
acabar con el planeta.
La conciencia del cambio de época3
Hay épocas en las que una generación íntegra queda así atrapada entre
dos eras, dos formas de vida, y en consecuencia, pierde toda facultad de en-
tenderse a sí misma y no tiene ninguna pauta, ninguna seguridad, ningún
simple ascenso (Hesse, 1978).
3 Se desarrollan en este punto ideas esbozadas en un artículo del mismo nombre publicado
en la Revista Criterio, (2022, Nro. 2486, 44-48). https://www.revistacriterio.com.ar/blog-
inst_new/?p=17507. Continúa las reexiones de Cultura, valor de la cultura y crisis de la
cultura, en The Call to Justice The Legacy of Gaudium et spes 40 Years Later, Ciudad del
Vaticano, 2005.
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Para Michael Mafesoli, la episteme grecorromana fue la mitología. En fun-
ción de la mitología se produjo la organización de las sociedades grecolati-
nas. Después hubo saturación de la mitología. En la Edad Media apareció
la teología, que fue la representación que la sociedad medieval hacía de sí
misma y, al mismo tiempo, la organización de esa sociedad: las abadías, los
monasterios, las diócesis, las corporaciones. Después de la saturación de ese
modelo se produjo el episteme de la modernidad. Este fue un nuevo ciclo
marcado por el progreso, el futuro, la razón.
El surgimiento y la muerte, o apertura de un nuevo ciclo, en las civili-
zaciones, son para el contemporáneo un acontecimiento que se le oculta y,
aunque sea protagonista, pareciera escapar a la voluntad humana individual.
Para quien nace en el después de la crisis ya hay un suelo seguro –las cosas son
de algún modo–, sobre el que acordar o disentir, en tanto que quienes nacen
en el proceso, se ven obligados a volverse a pensar continuamente, desde lo
individual y desde los vínculos.
Las crisis son pequeñas o grandes discontinuidades, crestas aladas que
alteran la trayectoria, y que según se resuelvan, pueden signicar un antes y
un después. Sin embargo, en el interregno, cuando una fase todavía está vi-
gente, pero ya se han agotado posibilidades vitales, irrumpe una fase mueva
que aspira a pasar al primer plano
Aparecen fracturas en la continuidad de las cosas, pasan cosas que no
se esperaban, se van frustrando las expectativas, se rompe la ilusión, la vida
desborda los canales y rompe los diques.
La civilización es una co-creación espiritual, su crisis se maniesta
cuando comienza a caducar la cosmovisión que le da aliento (una cosmovi-
sión es la matriz espiritual de una –o incluso de sucesivas– civilizaciones).
Se produce una saturación social de los valores que la animaban. Entonces
la civilización pierde el carácter explicativo de la realidad, todo se vuelve a
poner en duda, se rompe su unidad, su continuidad ya no es atractiva para
sus miembros y, nalmente, la solución material de los nuevos problemas
suele ceder ante esta caducidad o desintegración espiritual, que será el hu-
mus de la siguiente.
Dice Homero en la Ilíada (canto VII) que tal como la vida de las hojas, así
es la de los hombres. El viento esparce las hojas por el suelo; la selva vigorosa
produce otras y éstas crecen en la primavera. Pronto viene una generación de
hombres y otra termina.
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Ethos y actualidad. Vivir en Interregno
La conciencia de la crisis
Así como resulta difícil determinar un tiempo histórico acotado para mar-
car el declive y muerte de la civilización romana y el nacimiento de la llamada
Edad Media, lo es también señalar el nacimiento de la civilización actual.
Algunos presagiaron el n de la Modernidad como una nueva Edad Me-
dia (Umberto Eco, Furio Colombo, Francesco Alberoni, y Giuseppe Sacco,
1974). Si bien la Edad Media tampoco fue el paraíso, las grandes cazas de bru-
jas en Europa tuvieron lugar entre los siglos XV y XVII, en la Edad Moderna
que identicamos con La Era de la Razón, como muchos otros horrores que
automáticamente situamos y relacionamos con el Medievo. Michael Mafesoli
(2005), hace su semejanza explicando que
La Edad Media, (...) no fue el período de oscurantismo que muchos pre-
tenden. El Medioevo fue el momento de las catedrales, la universidad, las
corporaciones. Aún no existían las grandes instituciones que son los Es-
tados-nación. Únicamente existía el Santo Imperio Romano, que sólo
eran pequeñas baronías, enfrentadas unas con otras. Tribus en el fondo.
Y, sin embargo, había una auténtica unidad europea, sin el molde de los
Estados-nación. El ajuste entre todas esas pequeñas entidades produjo la
organización posterior (p. 10)4.
Todos se concebían parte de una unidad espiritual a la cual se llamaba
Cristiandad; la discusión política de Occidente era si primaba el Emperador
o el Pontíce, como resabio romano donde el Emperador era Pontíce Máxi-
mo. El Renacimiento nos habla de que eso ya no es atractivo, las entidades
4 Para el mismo problema, Peter Drücker (1999, p. 9) también recurre al mismo período: “En
el siglo XIII, cuando el mundo europeo cambió de la noche a la mañana, hizo de la nueva
ciudad su centro, se produjo una de estas transformaciones con el surgimiento de los gremios
como nuevos grupos sociales dominantes, con el renacer del comercio entre grandes distan-
cias, con el Gótico, esa nueva arquitectura eminentemente urbana, es más, casi exclusivamen-
te burguesa, con la nueva pintura creada en Siena; con la vuelta a Aristóteles como fuente
primigenia de sabiduría; con las universidades urbanas sustituyendo, como centros de cultura,
a los monasterios en su aislamiento rural, con las nuevas órdenes urbanas, los dominicos y los
franciscanos, surgiendo como portadores de religión, saber y espiritualidad y, al cabo de unas
pocas décadas, con el paso del latín a las lenguas vernáculas y con la creación, por parte del
Dante, de la literatura europea”.
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políticas se perciben como desunidas, pero no vuelven a estructurar un im-
perio continental, sino que se reagrupan como los estudiantes en las Univer-
sidades, por natio, según donde habían nacido: naciones.
Finalmente, el imperio se revela denitivamente incapaz de resolver los
problemas de la ruptura religiosa y desaparece, aun como ideal. La Reforma
fue parte del proceso, los mendicantes del siglo XIII se preocupaban por salvar
a las personas, pero como bien lo representa fray Dominique Chenu (Reformas
de estructura y El Constantinismo en la Iglesia, 1966) no tenían por qué salvar
la cultura medieval que, tal vez desde el Evangelio, se hubiera vuelto insalvable.
A la par que el mundo, primero europeo y luego euro americano, se iba
convirtiendo en puritano la intolerancia seguía aumentando5.
Los puritanos no fueron sólo los padres del Mayower; el Jansenismo sig-
nicó la asimilación de principios puritanos en el mundo católico, y el nuevo
estoicismo de la moral victoriana se volvió buen sentido común a partir de las
élites imperiales.
El cambio
Como proceso general, el Puritanismo fue funcional al desarrollo domi-
nante de uno de los tres capitalismos (existía el luterano del Norte de Europa
y el católico/ortodoxo del Mediterráneo), pero el despliegue global posterior
a la Revolución Industrial no fue acompañado por un conforme desarrollo
espiritual, no hubo una nueva espiritualidad para los nuevos problemas.
En su más alto desarrollo, a nes del siglo XIX, fue aumentando el senti-
miento de opresión, de agobiante desazón y malestar creciente de la interio-
5 La experiencia de Spinoza es un caso ilustrativo respecto del clima espiritual: na-
cido en el barrio judío de Ámsterdam, de una familia hebrea originaria de Espinosa
de los Monteros (Burgos), emigrada –como tantos otros- primero a Portugal y luego
a Holanda. Educado en la escuela judía, se familiariza con la Biblia y el Talmud. En
1654 comienzan las acusaciones de ateísmo contra Baruch. En 1656 es expulsado de
la Sinagoga, atribuyéndosele acciones monstruosas y herejías abominables. Aban-
dona Ámsterdam y frecuenta ambientes de los llamados Collegianten, cristianos
cartesianos liberales. En 1665 se traslada a La Haya y redacta su Tratado teológico-
político, que publica en secreto (1670); al poco tiempo, se descubre el nombre de su
autor, a quien le llegan las más virulentas amenazas de los calvinistas. Finalmente,
hasta el Concilio Vaticano II, sus obras guran en el Index (libros de lectura prohi-
bida) de la Iglesia católica.
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ridad del hombre. Una angustiosa conciencia de crisis, no atribuible a una
transguración morosa del pasado, sino al sentimiento de una cultura que
estaba enlado a un callejón sin salida.
Friedrich Nietzsche había descripto la voluntad proteica del nihilismo en
Así habló Zarathustra (1883-85); A. Schweitzer, escribe sobre el Declive y res-
tauración de la cultura (1900 que alcanzó su forma denitiva entre los años
1914 y 1917) pensaba en el declive y auto aniquilación de la cultura.
Philipp Lersch (1967, pp. 10-11) sostiene que la conciencia de la crisis en-
contró su primera expresión literaria y programática en la obra de W. Rathe-
nau Crítica de nuestra época (1913), en la que analiza la mecanización de
la vida como el problema nuclear de nuestra situación. Un año más tarde
aparecía la obra de E. Hammacher Problemas capitales de la cultura moderna
(1914), que trata sobre todo de desentrañar las raíces históricas de un espíritu
destemplado.
Inmediatamente después de terminada la Primera Guerra Mundial (1918-
22), Spengler ofreció la interpretación y crítica de su tiempo. La Decadencia
de Occidente desencadenó un apasionado debate. Creía que, por una espe-
cie de ley natural, las grandes expresiones culturales tienen un ciclo de vida
denido: nacimiento, crecimiento, orecimiento, envejecimiento y muerte.
Según él, Occidente corre inexorablemente hacia la muerte, a pesar de sus
intentos por evitarla. El aparente carácter cientíco de esa tesis, esconde un
dogmatismo intolerante: el espíritu es producto de la materia; la moral es
producto de las circunstancias y debe denirse y practicarse de acuerdo con
los objetivos de la sociedad.
Entre los latinos, encontramos los escritos de Ortega y Gasset, Los te-
rrores del año mil: crítica de una leyenda (1909) y La rebelión de las ma-
sas (1926). Contemporáneamente Freud escribe su Malestar en la cultura
(2017[1930]) donde arma “los seres humanos han llegado ahora tan lejos
en el dominio de las fuerzas naturales que con su ayuda les resultacil
exterminarse los unos a los otros hasta el último hombre. Esto lo saben:
de ahí buena parte de su inquietud actual, de su infelicidad, de su talante
angustiado” (p. 79).
Concluía la Modernidad, la época de las luces de la razón, de la con-
anza en La Razón y de la esperanza en que su progreso nos daría la paz
y felicidad duradera, mediante una orientación al futuro y al dominio del
mundo.
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En el mismo año (1934) verán luz los Cuadernos de la Cárcel, de Gram-
sci, La gravedad y la Gracia y las Reexiones sobre la causa de la libertad de
Simone Weil.
Rousseau, Nietzsche y Marx armaron que no había ninguna falla en el
hombre. Nietzsche, dice que no ha hecho otra cosa que predicar la inocencia
del hombre. El hombre es un ser inocente (Así habló Zaratustra, 1885).
Guernica, Auschwitz, Coventry, Dresde, Hiroshima, el Gulag demostraron
que alguna falla existía en el hombre. Fueron el ocaso de un mundo, de una
cultura, de una civilización, un proceso de desintegración en el que todo deb
ser otra vez objeto de problema. Las dos guerras mundiales fueron guerras ci-
viles de la cultura euroamericana. Arrastraron a todo el planeta, fueron guerras
continentales interrumpidas por un armisticio desgraciado. Fue Europa la que
desgarró a Europa. El Holocausto, el fascismo, el estalinismo incluso, tienen
raíces muy profundas en la civilización europea. Tras la matanza global de se-
tenta millones de personas, de Madrid a Odessa, de Oslo a Palermo, Europa
queda cansada del mundo. Es un absurdo que, sin embargo, puede tener un
signicado psicológico muy grave, como si hubiera un exceso de Historia. Los
fantasmas son una carga terriblemente pesada (Steiner, 2004).
Sartre, Beauvoir, y Camus representan una Ética de la Rebelión. En 1946,
casi al mismo tiempo en que Horkheimer y Adorno daban a la luz la Dialéc-
tica de la ilustración, J.-P. Sartre escribe una obra que iba a ser considerada
como el maniesto de la losofía moral del siglo XX. Su título es ya una ar-
mación: Lexistencialisme est un humanisme.
En La Náusea, J.-P. Sartre había armado que los humanistas se equivocaban
y se había burlado también de cierto tipo de humanismo. Ahora, en El existencia-
lismo es un humanismo, Sartre da a la palabra humanismo el sentido del hombre
constantemente fuera de sí mismo, que eso es lo que hace existir al hombre.
Luego de Hiroshima, ve la luz la obra de George Orwell 1984 (1949), la de
H. Arendt Los orígenes del totalitarismo (1951), y más tarde la obra El hombre
unidimensional de H. Marcuse (1964).
La época
A diferencia de Spengler, Toynbee (Estudio sobre la historia, 1971) no cree
en un ciclo cultural determinista y sostiene que el mundo occidental se en-
cuentra en crisis y su declinación se debe a que se ha pasado de la religión
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al culto de la técnica. La forma de revertir las consecuencias de esa crisis,
señalaba, era introducir nuevamente el factor religioso que forma parte de la
herencia de todas las culturas, pero, especialmente, de lo que había quedado
del cristianismo occidental.
Al n de la guerra de Vietnam, Daniel Bell publica (1973) El advenimiento
de la sociedad postindustrial y sus contradicciones culturales del capitalismo,
en tanto que Foucault publica (1975) Vigilar y castigar.
Las transformaciones que va trayendo el n de la guerra fría y la reconver-
sión económico social europea, permiten una visión más global de los fenó-
menos y, así, en 1979, A. Del Noce publica su Agonía de la sociedad opulenta,
H. Jonas El principio de responsabilidad, John Rawls Una teoría de la Justicia,
y en 1981 J. Freud El Fin del Renacimiento.
Antoni Joan Colom Cañellas publica Después de la Modernidad (1994),
Ratzinger Ser Cristiano en la era neopagana (1994), Gianni Vattimo Creer
que se cree (1996), Lipoveski El Lujo Eterno (2003), y Vattimo Después de la
Cristiandad (2004), solo para mencionar algunos que tratan de describir lo
que Zygmunt Bauman dio en llamar el Interregno en el cual hemos vivido.
e Wall
En este contexto del permanente intento de multiplicación articial de
una individualidad a través del hábito de identicaciones en la supercie,
he encontrado muy valiosa la discusión de algunas películas con mis alum-
nos. Ven en sus casas e Wall de Pink Floyd (1982), y luego completan un
cuestionario que será comentado en clase: “¿Qué sentimientos te sugiere la
película?” A lo que mayoritariamente responden que se trata de sentimientos
de dolor, tristeza, angustia, soledad, la falta de esperanzas, humillación, ver-
güenza, miedo, rebeldía, hartazgo y ansia de libertad; muestra cómo una per-
sona puede encerrarse en sí misma, como si fuese un muro que construimos
para aislarnos de la realidad desde la infancia con contenidos de violencia.
A la pregunta “¿son sentimientos sólo de un hombre o de algún modo son
compartidos por una generación?” responden que son sentimientos comparti-
dos por una generación, que se encarna principalmente en Pink, pero a la vez,
varios sienten lo mismo; la Segunda Guerra Mundial afectó la mente y el alma
de muchas personas, y esto hace que se marque un antes y un después en una ge-
neración. Otros agregan que son compartidos por una generación, aquella de los
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jóvenes que, a partir del Mayo Francés, a lo largo de la década de los ‘70, e incluso
principios de los ‘80, se rebelaron contra el statu quo. Y nalmente otros agregan
que son sentimientos compartidos por esta generación que busca un quiebre.
Finalmente, ante la pregunta “¿De dónde provienen esos sentimientos?
responden que provienen de lo más hondo del corazón humano: la búsqueda
del sentido de nuestra vida y la necesidad de adoptar una posición frente a lo
que la comunidad nos pide, son vivencias que nos interpelan a todos. Frente a
lo difícil del desafío es posible, y humano, reexionar, dudar y hasta sufrir por
lo que nos pasa, nos pasó y por lo que sentimos que nos va a ocurrir.
En la actual crisis –de raíces y sentido– de la civilización euro americana,
globalización y fragmentación coexisten. A la par que permitió el protago-
nismo global de otras civilizaciones, se ha extendido a todo el planeta y sigue
avanzando en dirección a una sola historia común a la gran mayoría de los
hombres, en sus distintas civilizaciones. Las estructuras nacionales ya no son el
contenido de la vida social, y cada vez más pierden su capacidad de continente.
El continente son burbujas de sentido (conformadoras de tribus/colmenas/
mónadas) que no requieren el contacto corporal para existir, pero que anhelan
la expresión colectiva, sea el desle latino, la manifestación por el ejercicio de su
sexualidad, pero también por la música electrónica, metal, el triunfo de un equi-
po deportivo, la adhesión religiosa, o el arte de la meditación a cielo abierto, son
las transversalidades colectivas, siempre intuidas, aunque solo a veces expresadas.
Donde el estado nacional moderno había inventado al ciudadano (en su
extremo al el, o al ario), parte de una solidaridad orgánica de iguales en la
República, la actualidad uye por rutas transversales entre lo que localmente
pueden parecer solo mónadas.
Los valores de la crisis6
La acción humana es valorante. Todo acto humano lleva implicada una
valoración. Abstraemos los valores de actos humanos concretos. Por su gene-
ralidad o representatividad, los reconocemos como los valores de una época
6 Se desarrollan en este punto ideas esbozadas en un artículo del mismo nombre publicado
en la Revista Criterio, (2022, Nro. 2489). Continua las reexiones de Cultura, valor de la
cultura y crisis de la cultura, en The Call to Justice The Legacy of Gaudium et spes 40 Years
Later, Ciudad del Vaticano, 2005. Parte del mismo fue reproducido en https://empresa.org.
ar/2023/cuestion-de-valores-un-fenomeno-que-parece-nuevo-en-los-jovenes-y-lleva-tiempo/
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concreta, distinguimos una época de otra por lo que en ella fue, o es valorado,
e imitamos las conductas que fueron abstraídas de otro o de muchos.
Lo común y lo especíco de la crisis
Dado el corazón partío del hombre, es cierto que no sólo cada persona en
sí misma, sino cada sociedad, históricamente, ha experimentado esa sensa-
ción de que las cosas no iban bien.
Incluso en las épocas que hoy consideramos como de mayor orecimien-
to moral y social, encontramos muchos testimonios de eso. Más de uno que-
daría sorprendido al conocer la opinión que del saber en su propio tiempo
tuvieron grandes lósofos y teólogos del siglo XIII –considerado la maravilla
de la escolástica–, y es conocido el juicio implacable que sobre los años en
torno a 1800 en Alemania –estimados hoy como de riqueza cultural incom-
parable– pronunció Hegel.
Para Rafael Alvira Domínguez (1995) la crisis que afecta al mundo entero,
tiene raíces antiguas y profundas, que durante siglos se han expresado a tra-
vés del mito de la edad de oro: cualquier tiempo pasado –como escribía Jorge
Manrique– fue mejor. La civilización decayó desde aquel momento áureo -
jado en la antigüedad.
Sin embargo, a partir de la Ilustración europea, el mito que permitía re-
huir el presente se invierte, mira al futuro, se expresa en la idea de progreso.
Cualquier tiempo futuro será mejor, por lo que se entiende que ahora hay un
malestar con lo que vivimos.
Las críticas a la Ilustración comenzaron ya en el siglo XVIII con el Ro-
manticismo, que señala que el ideal del progreso no está tan claro, sobre todo
en el ámbito moral. Por su parte, primero Rousseau, y luego Kant ponen en
duda –niegan, más bien– que el progreso consiga hacer más felices a los seres
humanos, que de eso trata la moral.
Popularmente, arraiga la tesis rousseauniana en favor de la sencillez de
costumbres y una cierta vuelta a la naturaleza, todo lo cual –como se com-
probó ya en la propia vida de Juan Jacobo Rousseau– no garantiza por sí, una
extraordinaria mejora moral. Es decir que no hace por si más felices a las
personas, a pesar de la literatura de León Tolstoi.
En estos días, nuevas tendencias románticas, ahora de pesimismo cultu-
ral postmodernistas, ponen el acento sobre las corrupciones morales que la
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Modernidad ha producido y vivimos. Sin embargo, la crisis moral presente
muestra algo de la crisis permanente de la sociedad humana; por otra parte,
el lugar, el momento histórico y la situación cultural son siempre, en mayor o
menor medida, originales para un grupo social y para el otro –por cercanos
que estén–, y entre un grupo social y el que le sucede en el tiempo.
Hecha esta salvedad –fuera del cienticismo modernista– podemos pen-
sar la situación moral en la que nosotros y la sociedad en la que vivimos se
encuentran. Reexión necesaria si se quiere mejorar.
En la práctica vemos que no es cierto que cualquier situación sea indife-
rente con respecto a otras: las hay mejores y peores, y no existe una necesidad
histórica que haga imposible cambiar las cosas mediante el esfuerzo de cada
uno, ya que con los buenos ejemplos individuales se han cambiado muchas
cosas en la sociedad a lo largo de la historia.
La Modernidad caída
Las grandes crisis del pasado vieron la caída de un mundo anterior, pero
no su destrucción total, sino más bien su transformación, con elementos de
continuidad y discontinuidad.
Así fue el pasaje de la antigüedad clásica pagana a la civilización cristiana,
y más tarde el paso del mundo medieval a la modernidad, con fases sucesivas
que todos conocemos.
Estos pasos tuvieron momentos dramáticos, llevaron siglos de transición,
pero al nal asumieron espontáneamente algo de lo pasado y lo transforma-
ron en un sentido positivo, si bien el proceso de la modernidad, como vimos,
fue complejo y ahora parece haber llegado a su nal, pero no a su destrucción
total (Sanguineti, 2021).
Llamamos Modernidad a un tiempo histórico que se inicia aproximada-
mente al nalizar el siglo XIII, que convive bicentenariamente con el tiem-
po anterior, entra en crisis a nes del siglo diecinueve y se encuentra en la
actualidad luego del primer siglo del proceso de su sustitución.
Sin perjuicio de lo forzada que puede ser toda síntesis, de un período tan
extenso, podríamos caracterizar la Modernidad por algunas de las valoracio-
nes de su período troncal:
l La creencia del poder omnímodo de la razón humana para comprender
y congurar el mundo. Creencia que desde Comte (1798-1857), se trans-
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formó de forma cada vez más excluyente en que la ciencia dispone de
autoridad y poder absolutos.
l La convicción de que el hombre, debido a su naturaleza racional, es abso-
lutamente bueno, siempre que encuentra los presupuestos naturales para su
desarrollo, reclamando una vuelta a la naturaleza (Rousseau, 1712-1778).
l A este optimismo antropológico se une en tercer lugar, la fe en la ley
del progreso indenido, en todas las esferas de los valores humanos y
culturales proclamada, en primer lugar, por Saint-Simon (1760-1825) y
Fourier (1772-1837). El ideal de este humanismo es la personalidad, que
consigue su perfección por la armonía de los deseos y no se aparta dema-
siado del ideal propugnado en Inglaterra en la misma época por Bentham
(1748-1832) y expresado en la fórmula la felicidad más completa para
el mayor número.
Así, la Modernidad terminó desarrollando un modelo/patrón de socie-
dad atlantista, euroamericana, que adquirió el vigor para extenderse como
una supercultura con la pretensión de sustituir las diversas culturas del pla-
neta, proyecto que no pudo concluir, aunque sí pudo eclipsarlas y, en cierto
modo recubrirlas hasta al menos contaminarlas.
En este período se admiraban los sistemas por su racionalidad, se consi-
deraba posible la certeza absoluta en todos los ámbitos del conocimiento y se
creía en la posibilidad de un sistema político absoluto, en el cual:
l Se escoge la ciencia como la realización más alta del hombre y se le
conere una posición cultural superlativa, un estatuto casi mesiánico: se
desarrolla una actitud de espera de ella y sólo de ella, que mitigue los
sufrimientos y colme las esperanzas.
l Se referencia al sujeto que es la libertad (el segundo valor, también
indiscutido, luego de la ciencia).
l Se percibe como un comienzo histórico absoluto, caracterizado por la
secularización.
Un dato de la lamentable pandemia del coronavirus fue la extensión de la
desconanza en la autoridad cientíca (vacunas) e institucional (gobiernos),
la insuciencia más general de los valores cosmovisionales (que caracteri-
zaron los siglos XVII, XVIII, XIX, hasta incluso los años 70 del siglo XX),
se traduce hoy en la desconanza del futuro, del progreso, y de la razón. La
acentuación del presente, del sentimiento, de la emoción, del disfrute y de lo
ecológico.
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La expresión posmodernidad, usada por primera vez por Peter Drücker
como subtítulo e new post-modern world para su libro Landmarks of To-
morrow (Los límites del mañana, 1957), ha ganado la calle para sintetizar
la etapa nal de este desarrollo, expresa en sí misma un después de algo
que no ha desaparecido del todo, pero también borra de un plumazo una
supuesta Edad (Contemporánea) sobre cuya existencia nos habían hablado
y escrito durante casi doscientos años después de la revolución francesa
(Sarthou y Lafont, Edad Media, Moderna y Contemporánea, 1934).
Nuestro tiempo es otra vez un período de transformación; pero esta vez
no se limita a la sociedad y a la historia occidentales. Es más, uno de los cam-
bios fundamentales es que ya no existe una historia “occidental” o, de hecho,
una civilización mundial, aunque ambas estén “occidentalizadas.
Todavía estamos claramente en medio de esta transformación; si nos dejamos
guiar por la historia, no se completará hasta el 2010 o el 2020, pero el paisaje
político, económico, social y moral del mundo ha cambiado ya (Drücker, 1999).
Para Lipovetski (1983) la cultura actual no está vacía:
Se descubre por gran variedad de rasgos: búsqueda de la calidad de vida, pa-
sión por la personalidad, sensibilidad ecológica, desafección por los grandes
sistemas de sentido, culto a la participación, moda ‘retro, rehabilitación de
lo local y lo regional, y ciertas creencias y prácticas tradicionales (p. 13).
Una exploración de la actualidad próxima
Desde el año 2011 repito la misma experiencia con mis alumnos: proyecto
sobre el pizarrón limpio de tiza un formulario vacío de tres columnas, la prime-
ra se titula ¿Qué valoran?; la segunda ¿Qué rechazan?; y la tercera ¿Qué olvidan?
Los invito entonces a compartir –de un modo libre y espontáneo– la opi-
nión de su generación en estos temas, y limito mi participación solamente a
escribir lo que ellos dicen, sin agregar comentarios.
Cuando ellos consideran que lo escrito es suciente, bajo una pantalla
blanca y proyecto sobre ella un nuevo slide. La sorpresa de los alumnos es
mayúscula, dado que se trata de la foto del mismo pizarrón, pero del año
anterior donde pueden constatar la reiteración de la mayor parte de las ideas.
Siendo alumnos de ciencias políticas y relaciones internacionales, sirve
para que valoren sus hipótesis intuitivas y experienciales, además de las que
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proceden de aparatos estadísticos, no siempre al alcance del decisor políti-
co exigido por una situación.
Desde hace años agrego un tercer slide con el cuadro que registra las respues-
tas más recurrentes a cada una de las preguntas durante la última década. De las
mismas, a modo de síntesis, he escogido tres palabras para expresar qué valoran
en primer lugar: la libertad, la tecnología, y la tribu/colmena/mónada, y otras tres
referidas a qué valoran en un segundo lugar: la individualidad, la descorporiza-
ción, y la aceptación (valoraciones en las que se puede encontrar una relación con
las primeras). Las expreso sin un juicio positivo ni negativo y mantengo en todos
los casos las palabras que expresan, salvo en dos casos que señalo:
Libertad
La libertad para hacer lo que deseo, como rechazo individualista de cual-
quier atadura o límite. La libertad de pensamiento y expresión de mi subjeti-
vidad. La libertad de seguir mi camino, con independencia de reglas, normas
y compromisos.
Lo actual, lo nuevo, la diferenciación, la diversidad, y el respeto de la di-
versidad.
Rechazan: ataduras, límites, reglas, normas, compromisos, la autoridad, y
las obligaciones no elegidas
Tecnología
La tecnología, la conectividad virtual, el acceso instantáneo, la velocidad
de conexión e intercambio. Las redes sociales y lo que ellas muestran de la
realidad que recortan.
Rechazan: la espera, la planicación a largo plazo, los imponderables que pue-
den perturbar lo propio en sus ritmos. El esfuerzo, el sacricio, la pérdida de tiem-
po, y olvidan las desventajas de lo efímero, el valor de lo duradero, y el priorizar.
Tribu/Colmena (lo expreso con las denominaciones usadas por Michel
Maesoli y Byung-Chul Han)
Busco pertenecer, necesito ser escuchado, añoro una amistad que se me
ha hecho esquiva en la vida, pero deseo.
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El nosotros conado y el los otros con desconanza fundada. El compro-
miso en la red, con las causas de la red, la idea de la tolerancia y la inclusión a
todo y a toda costa, las ideas con intenciones valoradas por nosotros.
Rechazan: la autoridad institucional y se someten a las autoridades convali-
dadas en el nosotros, que valen por lo que rechaza. Lo otro, lo no actual (nuevo),
lo viejo, las verdades absolutas, lo convencional, la educación, y la escuela.
Olvidan el contacto personal y directo con el otro, las relaciones persona-
les, el escuchar al otro, pasar tiempo con sus seres queridos.
Individualidad
Primero yo, mi bienestar y aceptación (careta), cuido la imagen social (vi-
sual), y la estética, (juventud eterna).
La capacidad casi total de controlar mi propia vida y mi propio destino (o por
lo menos la ilusión de ella) por medio de los avances cientícos y tecnológicos.
Rechazan: lo trascendente institucional, la religión, la rigidez de las
creencias.
Descorporización7
La naturaleza sin seres humanos (paisaje), lo natural, lo orgánico. Algo
espiritual no institucional, individual, desencarnado y difuso.
Las experiencias inmediatas, el presente, la moda, lo sensorial, emocional,
efímero (descontrolarme de tanto en tanto). Lo dionisíaco, la diversión, el
entretenimiento, lo que no requiere esfuerzo, sacricio, ni espera.
Rechazan: los momentos tristes, el envejecer, la vejez.
Aceptación
La imagen que me muestra a los demás jóvenes y la opinión que éstos tie-
nen sobre mí (se relaciona con el tema de los likes). El consumo frívolo como
símbolo de status social o “éxito” material. Viajar, conocer.
7 Lo expreso según mi mirada de lo gnóstico presente, pero también se podría relacionar con
la idea de las mónadas como sustancias simples e inmateriales, que constituyen la base onto-
lógica de la realidad, de modo que lo material es la percepción que tenemos de las mónadas.
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Rechazan: lo trascendente institucional, la religión, la rigidez de las creen-
cias religiosas. Los momentos tristes, la vejez. El odio, la división, la violencia
física y el machismo. La falsedad, el prejuicio, la mente cerrada, la discrimi-
nación, el creerse superior a los demás.
Olvidan el valor de lo viejo (historia), las raíces (patriotismo, la cultura/iden-
tidad nacional), las generaciones mayores, la tolerancia, la necesidad de reglas.
Concluyendo
La desconanza en la ciencia no impide la aceptación acrítica de la tecno-
logía, que me permite una vida independiente de la identidad y estado corpo-
ral; la individualidad no se ve ya como fruto de la libertad pública, sino en el
Olimpo de la tribu/colmena/mónada social; la aceptación de mi existencia y
creencia es la clave de mi mónada, en tanto esta no se oponga, sino que ote
en los vientos de la historia.
La separación del valor y el bien, que nos permite reconocer estas valora-
ciones no es relativismo, ya que lo bueno se corresponde siempre con la ver-
dad de las cosas; pero sí relatividad empática, porque lo valioso es en primer
lugar la experiencia de alguien: por su corporalidad, sensibilidad e intelectua-
lidad, esa realidad es percibida/resplandeciendo como valiosas/apreciada8.
8 En un artículo de La Nación (López Salón, 2 de septiembre de 2018) respecto
de la moda, se sostiene que “las grandes tendencias se maniestan en los siguien-
tes ámbitos: Ético & sustentable: las compañías se vuelven cívicas, transparentes y
desarrollan prácticas éticas ante la demanda de los consumidores de sostenibilidad.
Los procesos, los valores y la cultura de las empresas son propiedad de todos y se
convierten en objetos de consumo en sí mismos.
Women empowerment: una nueva economía centrada en la mujer avanza alrededor
del mundo. Un billón de mujeres de Asia, América Latina y África ingresarán al
mercado laboral en la próxima década. La imagen tradicional de la mujer retratada
en publicidades es duramente criticada.
Omnicanalidad: para 2020 los esfuerzos integrados serán la norma. El paradigma
del retail cambia y el ofine y online convergen en una única línea. Todo tiende a ser
gerenciado desde una misma cabeza, lo que exige una redenición de los modelos
de negocio y organigramas tradicionales. Se considera juntar los espacios físicos y
virtuales para convertir las experiencias en algo único.
Off retail: la competencia online está forzando a los locales físicos a ser más físicos que
nunca. Hay expectativas de experiencias dentro de las tiendas, no solo inmersivas e in-
teractivas, sino también divertidas. Atravesamos una economía basada en lo emocional,
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Lo que perciben/aprecian como valor, son los motivos de la acción que
rompen la indiferencia de una voluntad, y vuelven a las cosas como acción.
Rafael Alvira observa que no es fácil comparar unas épocas con otras, y,
además, como no tenemos la clave de la historia, no podemos comprender
nunca sucientemente el sentido último de una situación dada. De modo que
no hay motivo para el pesimismo.
La persona es la causa de sus actos, por tanto, causa eciente de los valores
éticos apreciables en los mismos actos. Las elecciones de cada hombre lo con-
forman, y pueden ser causa ejemplar de la autodeterminación de otro.
Lo que es bueno para el hombre siempre se descubre y se expresa en len-
guaje humano. De modo que el bien del hombre nunca puede ser expresado
en tal universalidad que comprenda a todos los hombres –mujer y varón– in-
cluyendo cómo se auto perciba, en todas las situaciones, en todas las culturas,
en todas las geografías y en todos los tiempos.
La crisis global9
Existen restos de Homo sapiensreconocibles en el registro fósil de Ki-
bish Omo, Etiopía, hace unos 200.000 años; según éstos, todos los seres hu-
hay una obsesión por lo que se siente más que por lo que se posee. Existe una nueva evo-
lución del espacio comercial y que saca de foco al producto y lo pone en la espacialidad.
Need to speed: responde a los social media y trae nuevos desafíos de velocidad con
cambios en los modelos de negocio ejecutados hasta hoy. La graticación al instante
será el páramo, y la proveerá la integración y la omnicanalidad. El programa de
ecommerce en Instagram se expande. Nada estático resulta ya atractivo.
Conversación uno a uno: la moda ha perdido su poder jerárquico porque se ha democra-
tizado el acceso a la información. La personalización está proyectada como la principal
tendencia que se presenta en distintos formatos: desde productos más orientados o a
medida del consumidor hasta recomendaciones curadas. El contenido ya no es sobre
los productos, sino sobre la ideología que la marca, sobre todo lo que puede compartir.
Origen: crece el valor de lo local ante la fuerza de lo global. Los consumidores están
tras la búsqueda del origen de los productos, de dónde provienen, quién los hace, sus
historias, y la gente y los procesos involucrados. Este punto tiene íntima vinculación
con el punto ético y sustentable”.
9 Se desarrollan en este punto ideas esbozadas en un artículo del mismo nombre publicado en la
Revista Criterio, (2022, Nro. 2490) https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/?p=17596.
Continúa las reexiones de Cultura, valor de la cultura y crisis de la cultura, en The Call to
Justice The Legacy of Gaudium et spes 40 Years Later, Ciudad del Vaticano, 2005.
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manos descenderíamos de un pequeño grupo de africanos que vivió hace
140.000 años.
Podemos ver que desde hace más de 100.000 años ya enterrábamos a nues-
tros muertos con obras de arte que denotan jerarquías, y empezamos a salir de
África hace 70000 o 60000 años.
Nos expandimos rápidamente a lo largo de la costa de India, alcanzamos
el sudeste asiático y Australia hace 50000 años. Entre tanto, otro grupo salió
hacia Medio Oriente y el sur de Asia Central. De la zona entre el Mar Cas-
pio y el Mar Negro, algunos salieron para colonizar las latitudes del norte
de Asia, y otros –entre los cuales estaban mis ancestros– a la costa del Mar
Báltico en Europa, y de allí, como Suevos llegaron a Galicia.
Antes de eso, hace unos 20000 años, cazadores asiáticos penetraron el norte
de Asia Oriental durante la última glaciación cuando el crecimiento de los hie-
los bajo los niveles del mar en más de 100 metros, y por un puente que conectó
Asia y América hace unos 15000 años llegaron al Sur de América. Entre 1000 y
3000 años después habían hecho todo el camino hasta la Tierra del Fuego.
Civilización en civilizaciones10
Hace al menos 10000 años nos hicimos agricultores. Si tomamos la da-
tación de la más antigua Jericó, hace 8000 años fundamos ciudades (Ur fue
fundada hace 6000 años y por eso se la llamó madre de ciudades, pero hoy
sabemos que Jericó ha estado habitada desde hace 11000 años), en ellas fui-
mos ciudadanos y en nosotros civilizaciones.
Esas ciudades-civilizaciones surgieron primero a orillas del Río Indo, y
en la medialuna fértil comprendida entre el valle del Nilo y el Tigris, para de-
10 La palabra civilización (en singular) proviene de la designación romana de la ciudad y del ciuda-
dano. Los pensadores franceses del siglo XVIII reelaboraron el concepto como opuesto a barbarie,
y de ellos llegará a las nacientes republicas americanas del siglo XIX. Por su parte, Bárbaros viene
de la denominación griega a los extranjeros que balbuceaban porque no hablaban su lengua, y de allí
llegó a Roma para designar a los pueblos de las marcas, cuyo hablar les sonaba como bar, bar, bar.
La palabra civilizaciones (en plural) se usa desde la ciencia de la historia de nes del siglo XVII y co-
mienzos del siglo XIX. Fernand Braudel, en su libro Las Civilizaciones Actuales. Estudio de historia
económica y social (1966), realiza una distinción de civilizaciones que perviven: el Islam y el mundo
musulmán, el continente negro, extremo oriente, y las civilizaciones europeas. En estas últimas dis-
tingue las del propio continente europeo, las del mundo americano, y las que llama la otra Europa,
que formarían Moscovia –Estado predecesor del Zarato Ruso y el Imperio Ruso–, Rusia y la URSS.
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sarrollarse luego a orillas del Río Amarillo en China –mientras los restantes
grupos humanos permanecían en la edad de piedra–, y mucho después en el
Centro de América11.
El hombre en su larga marcha interior, y de mundialización, fue fundando
miles de pequeñas civilizaciones, algunas de las cuales todavía están en las
sombras de la historia, sin lenguaje escrito o sin que este haya podido ser
descifrado.
Siguiendo a Toynbee las civilizaciones son una totalidad que “engloban
sin ser englobadas por otras, son espacios, sociedades, economías y mentali-
dades compartidas. Corporeizan una cosmovisión (que en este sentido me-
tafórico, es su alma). En diferentes tiempos y geografías, una misma cosmo-
visión puede dar lugar a distintas civilizaciones (por ejemplo: cristiano etíope,
cristiano bizantina, cristiano latina), y una misma civilización puede dar lu-
gar a distintos ethos (sistemas de conducta) y con ellos a distintas culturas.
Globalización en Mundialización
El auge de los imperios, los sorprendentes viajes oceánicos de los Poline-
sios, y el extraordinario aumento de la migración global en los últimos 500
años, dejó huellas dispersas en el ADN; cuando mi abuelo gallego, mi abue-
la castellana, mi abuelo calabrés y mi bisabuela eslovena, llegaron al Sur de
América, otros parientes siguieron al Norte de América.
Así la historia del ser humano y de cada hombre (varón y mujer) es, des-
de el principio, la historia de la mundialización de la humanidad, del deseo
profundo de resolver la pregunta del sentido de sus vidas en la totalidad del
espacio disponible.
11 José Sols Lucia (2021, p. 18) hace una enumeración no taxativa pero representativa de civi-
lizaciones: los sumerios del período Uruk (IV milenio a. C.), los acadios (siglos XXIV-XXII
a. C.), los egipcios (siglos XXXII-I a. C.), los asirios (apogeo en los siglos XXII-XIX a. C.),
los paleobabilonios (1792-1595 a. C.), los neobabilonios o caldeos (626 a. C.-539 a. C.), los
persas aqueménidas (550-330 a. C.), los cartaginenses (575-146 a. C.), los helenos con Ale-
jandro Magno (336-323 a. C.), los romanos (siglos I a. C.-V d. C.; en Oriente hasta el 1453 d.
C.), los chinos (221 a. C.-1912 d. C.), los mongoles (1206-1368 d. C.), los incas (1438-1533 d.
C.), los mayas del período clásico (c. 300-900 d. C.), los aztecas del período posclásico (siglos
XIV-XVI d. C.), el califato fatimí (910-1171), el califato almorávide (1061-1147), el impe-
rio almohade (1121-1269), el imperio etíope (1137-1974), el sultanato mameluco de Egipto
(1250-1517), el reino del Congo (1395-1885) o el imperio Oyo (1400-1895), entre otros.
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El proceso de mundialización acompaña la existencia humana. La ar-
queología encuentra piedras o herramientas de unas geografías en otras y
hay rastros del intercambio genético en unos y otros espacios (incluso extra
especie con individuos Nerdenthal).
Este lento y constante proceso, se vio afectado por la expansión euroame-
ricana a toda tierra conocida desde el siglo XVI.
Desde 1945 –luego de la segunda gran guerra civil europea– se produjo
una progresiva aceleración de este proceso de mundialización, que, en vez de
arrasar las culturas regionales, nacionales o de otro tipo –como hizo la ex-
pansión victoriana, mal llamada primera globalización–, genera un mundo
de confusión y heterogeneidad de culturas, incluso de fusiones culturales.
Llamamos a ese proceso de aceleración globalización; pudiendo dis-
tinguir diferentes etapas en las que van surgiendo los distintos impulsores
de su desarrollo. De modo que, en el comienzo de una nueva etapa, el
nuevo impulsor no suple, sino que se yuxtapone y potencia al surgido en
la etapa anterior.
En el período entre las dos grandes guerras europeas, se limitó la organi-
zación del estado-nación westfaliano, lo cual evolucionó en un nuevo tipo de
alianzas durante la guerra, luego en la creación de un sistema internacional,
seguido del impulso a la creación de unidades políticas supranacionales, su-
pervisoras del cumplimiento de normas rectoras de comportamiento eco-
nómico-político en el ámbito transnacional bajo el imperio de un conjunto
mínimo de valores comunes, y en el surgimiento de pactos que, de derecho
(Corte Penal Internacional) o de hecho (Tratado Antártico), se van indepen-
dizando de la voluntad de los constituyentes.
En la década de los sesenta, la transmisión universal e instantánea de la
información fue un nuevo impulsor; desarrolló un mercado global de la in-
formación, señalado desde el bloque soviético por la asimetría en la comuni-
cación –en la ONU: Muchas voces en un mundo único–, y por el Departamen-
to de Estado de los EE.UU. como tecnologías de la libertad.
En la década de los setenta se organizaron grandes empresas en estructu-
ras de redes comerciales mundiales, a las que se señalaba por ignorar cada vez
más las fronteras nacionales12; el proceso continuó y de la diversicación de
12 Una nueva cultura impactó sobre las llamadas culturas nacionales y (siguiendo
una analogía con la física) “se difractó” en sus elementos componentes, siendo el
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mercados se pasó a la diversicación de centros de producción, en razón de
los costos relativos del trabajo, los recursos naturales disponibles, la facilidad
del acceso a los mercados, realizando economías de escala, abanico de pro-
ductos y planeamiento nanciero en operaciones globales.
Paralelamente, en esos años se comenzaron a quebrar los paradigmas del
desarrollo económico industrialistas y se tomó conciencia de que ciertos pro-
blemas fundamentales de nuestro tiempo son esencialmente transnacionales:
las migraciones y su correlato en la urbanización (desde el 2007 hay más ha-
bitantes urbanos que rurales en el mundo), la protección del medio ambiente,
el tráco de drogas y de armas, el riesgo de marginación de países, incluso de
regiones enteras.
Desde entonces, el mayor problema no es explicar por qué algunos países
se desarrollan, sino por qué algunos otros no lo hacemos.
En las décadas de los ochenta y noventa se avanzó la reducción de los con-
troles de cambio y el libre e instantáneo ujo de capitales. La interconexión de
las operaciones bursátiles, y la expansión de los paraísos scales.
Las maas de la venta de armas, el tráco de drogas y de personas, adqui-
rieron entonces carácter global, al igual que la corrupción de los políticos.
Con los cuatro anteriores impulsores en expansión, la naturaleza global
del mundo digital erosiona cada vez más los antiguos límites nacionales, pro-
duciendo impacto en el funcionamiento de las mismas, y generando desequi-
librios sociales de gran alcance.
Estamos en una historia única y pluricultural, donde la desaparición de
las barreras geográcas para los capitales y los productos –pero no para las
personas–, provoca una reorganización del conocimiento y de la riqueza. Los
ciudadanos quedan prisioneros de países cuyos gobiernos no hacen los cam-
bios fundamentales para el desarrollo en las nuevas realidades, y observan
impávidos como sus ciudadanos van siendo expulsados de la sociedad.
La reanudación de la historia
Cuando Francis Fukuyama armó que, con el triunfo de la Organización
del Atlántico Norte sobre el bloque soviético, la historia había terminado, y
tecnológico el más trivial y por ello el de más fácil penetración, la siguieron las mo-
das, que constituyen verdaderos modos de ser y generan modos de sentir y valorar.
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un solo sistema: la democracia capitalista, se expendería por el mundo, reali-
zó una armación muy propia de la búsqueda moderna de una nueva fecha
para un comienzo radical. Atento a que la lucha ideológica había caracteriza-
do la última etapa de la Modernidad, supuso que la guerra fría era la historia.
Ralf Dahrendorf13, supuso exactamente lo contrario: que el n de la guerra
fría había permitido la reanudación de la historia. La guerra fría, al dividir el
mundo en dos bandos ideológicos, reprimió los conictos reales por medio
de una segunda realidad (ideología) –visión sobrepuesta a la realidad real–,
de modo que congeló la historia, impidiendo que los múltiples volcanes de
las fuerzas profundas de la política –no ideológicos– entraran en erupción.
Todo, absolutamente todo, se postergó hasta después de la gran batalla.
Ese todo, volvió con la fuerza incrementada de la espera, en el tumultuoso
retorno de las fuerzas profundas, luego que estallaran la Unión Soviética y
Yugoslavia, la guerra de los Balcanes, la partición de Checoslovaquia, las ten-
siones en los estados bi-culturales como Bélgica y Canadá, la lucha de arme-
nios y azeríes, la independencia fallida de Cataluña.
En todo el mundo, los que chocan en nombre de la nación, apelan a una
comunidad de país, étnica local o lingüística, cultural y religiosa. Se ve en los
grupos violentos que pretenden representar a pueblos originarios de América
Latina, y los que se llaman pueblos originarios de Europa, que se arman contra
los latinoamericanos y los sirios, acrecentando las tensiones anti inmigratorias.
La necesidad humana de arraigo, se comenzó a expresar por razones dis-
tintas de la Modernidad. Así como en la Modernidad eran la nación, la patria,
y en un tercer lugar el país, como parte de la nación (si Argentina entra en
guerra, Corrientes la va a ayudar). En la actualidad el país (paisaje de cercanía
y su gente), la lengua (luego de los centroamericanos, fueron absorbidos en el
fenómeno de lo latino, los hispanics y los chicanos del pasado de USA; pocos
de ellos abandonan su idioma como otros grupos migratorios), y la religión
(no solo los islámicos en Europa, sino también los latinos en los ocho estados
del sur de EE.UU.)14.
13 Reexiones sobre la revolución en Europa. Carta pensada para un caballero de Varsovia
(1991), que evoca el título del libro del tradicionalista Edmund Burke Reexiones sobre la
revolución en Francia. Carta enviada a un caballero de París, publicado en 1790.
14 “El nal del imperio soviético y de la guerra fría promovió la proliferación y rejuvene-
cimiento de lenguas que habían sido suprimidas u olvidadas. La mayoría de las antiguas
repúblicas soviéticas han realizado grandes esfuerzos para reavivar sus lenguas tradicionales.
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En la marcha del proceso de la globalización pueden discernirse tres sub-
procesos concomitantes:
l La necesidad del re-conocimiento de las identidades próximas, a veces
locales y a veces de las restantes civilizaciones en proceso de reinvención
de su identidad –en los barrios transversales de la Aldea Global–, no sólo
en sus territorios originarios.
l La fuerte presencia (contaminación) de la civilización euroamericana
en las restantes civilizaciones (antes que el Big Mac y la Coca-Cola, el
marxismo –idea europea post victoriana– fue el vehículo de moderniza-
ción de Rusia, China y Vietnam), y
l La crisis de las creencias euroamericana (no delimitada a su espacio,
sino en la Aldea Global) por la crisis de la Modernidad y el auto desar-
raigo europeo.
Los otros
Pero la guerra fría no congeló solamente las presiones nacionalistas que
latían en Europa. También congeló la idea capitalista. Cuando una idea se
convierte en bandera en medio de la guerra, nadie la cuestiona, siquiera la
analiza. Simplemente se lucha por ella. Es solamente cuando la victoria crea
una sensación de alivio y de seguridad cuando el debate recomienza15.
El estonio, letonio, lituano, ucraniano, georgiano y armenio son ahora las lenguas nacionales
de Estados independientes. Entre las repúblicas musulmanas ha tenido lugar una armación
lingüística parecida, y Azerbaiyán, Kirguizistán, Turkmenistán y Uzbekistán han pasado de la
escritura cirílica de sus antiguos señores rusos a la escritura occidental de sus parientes turcos,
mientras que Tadzjikistán, donde se habla persa, ha adoptado la escritura árabe. Los serbios,
por otra parte, ahora llaman a su lengua «serbio», en lugar de «serbocroata», y han pasado de
la escritura occidental de sus enemigos católicos a la escritura cirílica de sus parientes rusos.
De forma paralela, los croatas llaman ahora a su lengua «croata», y están intentando purgarla
de palabras turcas y de otros barbarismos, mientras que esos mismos «préstamos turcos y
árabes, sedimento lingüístico dejado por los 450 años de presencia del imperio otomano en los
Balcanes, han vuelto a ponerse de moda» en Bosnia. El lenguaje se reorganiza y reconstruye
de acuerdo con las identidades y contornos de las civilizaciones” (Huntington, 1997, p. 74).
15 “Creo que podemos descubrir ya con cierto grado de probabilidad qué nuevas pre-
guntas surgirán y dónde residirán los nuevos grandes problemas; en muchas áreas
podemos también describir lo que no funcionará. Las «respuestas» a la mayoría
de las preguntas siguen estando escondidas en gran parte en el seno del futuro; lo
único de lo que podemos estar seguros es de que el mundo que surja del presente
reordenamiento de valores, creencias, estructuras sociales y económicas, sistemas e
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Los factores de producción clásicos (tierra, capital y trabajo) se han trans-
formado hoy en saber/conocimiento, capital y consumo. Para esta economía,
por canales de nueva naturaleza, imprevistos por las leyes, la mayor parte de
los Estados no se encuentran preparados.
Algunas empresas han adquirido un poder que supera el de la mayoría de
los llamados Estados nacionales y se han gestado organizaciones transnacio-
nales del tercer sector (organizaciones trasnacionales sin nes de lucro) que
escapan a cualquier control democrático, más que algunas empresas.
El desarrollo mismo del concepto de tercer sector, excluyendo al Estado
y a las empresas de la sociedad civil, y las razones por las cuales el poder
de las empresas es temido y el de las ONG ignorado, constituyen un tema
político de primer orden. Las ONG globales no están sometidas a control
democrático, algunas son controladas nancieramente por empresas y otras
son propietarias de empresas globales; muchas manejan presupuestos supe-
riores a los Estados pequeños. Finalmente, están las que intervienen desde el
sello de comisiones o programas de organismos multilaterales, buscando dar
aspecto de legitimidad global a sus causas, promoviendo posicionamientos, e
incluso políticas estatales, sobre temas que no son resultado del consenso de
la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Siempre será más fácil demonizar a las empresas internacionales que a los
gobiernos o a las ONG, porque sólo las primeras están obligadas a escuchar, y
cuanto más grandes son, mayores son las auditorías permanentes que se ejer-
cen a través del valor de sus acciones en el mercado global. Sus directivos rin-
den cuentas trimestralmente ante los accionistas o quienes los representan.
Su periodicidad de mandatos puede ser interrumpida por una acción directa
ideas políticas, será diferente de cualquier cosa que nadie imagina hoy. No obstante,
en algunas áreas especialmente en la sociedad y su estructura ya se han producido
cambios esenciales; es prácticamente seguro que la nueva sociedad será a la vez no-
socialista y poscapitalista, y es también seguro que su recurso primario será el saber.
Esto signica también que tendrá que ser una sociedad de organizaciones. No es me-
nos seguro, además, que en política ya hemos pasado de los cuatrocientos años del
Estado-nación soberano a un pluralismo en el cual aquél será una parte en lugar de
la única unidad de integración política; será uno de los componentes, aunque todavía
un componente clave en lo que yo llamo «organización política poscapitalista», un
sistema en el que competirán y coexistirán las estructuras trasnacionales y regionales
del Estado-nación, además de las locales e inclusive tribales” (Drücker, 1999, p. 12).
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del Consejo o una Asamblea Extraordinaria. En los gobiernos, en cambio,
es más fácil escudarse en los mecanismos constitucionales para no escuchar,
crear una crisis diplomática –o incluso guerra– para mover emocionalmente
a la opinión con la excusa del residuo modernista del interés nacional.
Conclusiones
En el mundo globalizado hay actores de naturaleza heterogénea: Estados
(mayúsculos), organismos multilaterales, organismos de origen multilateral
con autonomía, medios de comunicación sociales transnacionales, empresas
transnacionales, ONGs transnacionales, maas de la droga, el tráco de ar-
mas y personas, Estados (minúsculos), paisajes, y ciudades.
Los actores tienen un poder no homogéneo, no hay una autoridad supe-
rior que los controle, y existe un debilitamiento de la responsabilidad perso-
nal (accionistas diluidos, operadores automáticos, propiedades no tradicio-
nales, y expulsados invisibles, con barrios transversales, un resurgimiento de
los vínculos locales y la reinvención de las identidades culturales.
Este mundo no es –en primer término– mejor o peor que otros mundos,
sino distinto. Sus desafíos hacen de él otra oportunidad para nuevas síntesis
civilizatorias creacionistas, a la cual las tres grandes tradiciones creacionistas
siguen en condiciones de aportar. Porque el Reino de Dios mantiene su vitali-
dad en todo tiempo, desde siempre y para siempre.
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